XII – ¿COMPLOT MASÓNICO?

1- Los liberales ridiculizan a quienes sugieren alguna conspiración contra la Iglesia. 2- La francmasonería continúa la milenaria guerra entre Dios y Satanás. 3- Monseñor Graber describe la infiltración masónica en la Iglesia. 4- Espantosa profecía de un ex_sacerdote apóstata y satanista. 5- Carácter francmasón del principal responsable de la reforma litúrgica. 6- Instrucciones de los “carbonarios” publicadas por orden de León XIII. 7- General satisfacción de las logias tras el Concilio. 8- La tesis de monseñor Graber viene avalada por los propios papas.

1- Los liberales ridiculizan a quienes sugieren alguna conspiración contra la Iglesia...
Los católicos liberales ponen especial celo en ridiculizar la sola idea de que puedan existir grupos organizados de malvados que trabajan para destruir la Iglesia de Cristo.
No obstante, dada la existencia de Satanás, sería inverosímil que tales grupos no existieran, y nadie tiene más celo en ridiculizar la idea de la existencia de Satanás que un católico progresista; su táctica consiste en presentar a aquéllos que se le oponen como figuras más bien patéticas, de mentalidad cerrada, hombres que temen al cambio, que viven en el pasado y no pueden adaptarse a las ideas modernas.
Escribía San Pío X en la Pascendi Gregis:
“No es de maravillar que los modernistas embitan con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de malevolencia con que no los hieran, pero su modo habitual es acusarlos de ignorancia y de terquedad” (5).

2- La francmasonería continúa la milenaria guerra entre Dios y Satanás…

El naturalismo, había sido señalado como espíritu animador de la francmasonería por el papa León XIII en la Humanum Genus:

Es principio capital de los que siguen el naturalismo, como lo declara su mismo nombre, que la naturaleza y razón humana ha de ser en todo maestra y soberana absoluta; y, sentado esto, descuidan los deberes para con Dios o tienen de ellos conceptos vagos y erróneos. Niegan, en efecto, toda divina revelación; no admiten dogma religioso ni verdad alguna que la razón humana no pueda comprender, ni maestro a quien precisamente deba creerse por la autoridad de su oficio. Y como, en verdad, es oficio propio de la Iglesia católica, y que a ella sola pertenece, el guardar enteramente y defender en su incorrupta pureza el depósito de las doctrinas reveladas por Dios, la autoridad del Magisterio y los demás medios sobrenaturales para la salvación, de aquí el haberse vuelto contra ella toda la saña y el ahínco todo de estos enemigos (9).

Afirma León XIII sobre la milenaria guerra entre el Reino de Dios y el Reino de Satanás:

En el decurso de los siglos, las dos Ciudades han luchado, la una contra la otra, con armas tan distintas como los métodos, aunque no siempre con igual ímpetu y ardor.
En nuestros días, todos los que favorecen la peor parte parecen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia, bajo la guía y auxilio de la sociedad que llaman de los Masones, por doquier dilatada y firmemente constituida. Sin disimular ya sus intentos, con la mayor audacia se revuelven contra la majestad de Dios, maquinan abiertamente y en público la ruina de la Santa Iglesia, y esto con el propósito de despojar, si pudiesen, enteramente a los pueblos cristianos de los beneficios conquistados por Jesucristo, nuestro Salvador (11).

León XIII insistía en que por benigna que pudiera parecer una rama o logia particular de la francmasonería, en ninguna circunstancia pueden los católicos cooperar con ellos:

Que a ninguno engañe aquella honestidad fingida; puede, en efecto, parecer a algunos que nada piden los masones abiertamente contrario a la religión y buenas costumbres; pero como toda la razón de ser y causa de la secta estriba en el vicio y en la maldad, claro es que no es lícito unirse a ellos ni ayudarles en modo alguno (12).

Esta prohibición fue incorporada al Derecho Canónico, que disponía que aquéllos que se unen a una secta masónica incurrían ipso facto en excomunión simple, reservada a la Santa Sede.
Por inverosímil que parezca, esta prohibición fue modificada en 1974 sobre la base de que sólo se pasaba a prohibir a los católicos asociarse a sectas masónicas “que conspiraran contra la Iglesia”, y que podían, por tanto, asociarse a las que no lo hicieran.

3- Monseñor Graber describe la infiltración masónica en la Iglesia...

La tesis de monseñor Rudolph Graber, obispo de Ratisbona, en su libro de 1974 “Athanasius and the Church of our time” (San Atanasio y la Iglesia de nuestro tiempo) consiste en que las sociedades secretas, que desde hace siglos han conspirado para destruir a la Iglesia (como nos habían advertido algunos de los más grandes papas modernos) hace ya mucho tiempo que han trocado la política del enfrentamiento abierto por la de la infiltración, con la finalidad de destruir a la Iglesia desde dentro, como parte de un proceso evolutivo que desembocará en un Estado mundial de carácter colectivo-político-religioso, que estará bajo su control.
Ese Estado sería en la práctica ateo; y la religión que perduraría sería poco más que una forma de sincretismo panteísta.

Monseñor Graber documenta la forma en que las sociedades secretas, principalmente los masones, fueron las responsables de la Revolución Francesa, la cual, más que ningún otro factor, lanzó las ideas y los movimientos que, de triunfar, destruirían la base de nuestra civilización occidental. Lo cual no quiere decir que dicha Revolución estuviera planeada y controlada directamente por los masones, ya que “la Francmasonería no dirige revoluciones, sino que les prepara el camino y las continúa” (14).

Monseñor Graber demuestra que, desde el Concilio, las ideas principales de la Revolución se han propagado abiertamente en la Iglesia:

La libertad para rebelarse contra las “estructuras de poder” de la Iglesia; la igualdad en la democratización introducida en las parroquias; la sociabilidad horizontal en la cual el aspecto vertical, Dios y la Trascendencia, como un todo, quedan fuera de consideración.
El grado en que el Vaticano II suele asociarse con la Revolución Francesa es evidente en los comentarios hechos en el 11º Congreso del Partido Comunista Italiano en 1964 (17).

Las semillas envenenadas plantadas dentro de la Iglesia por las sociedades secretas vinieron a la luz primero en el modernismo.
Monseñor Graber se horroriza cuando al analizar los escritos de las sociedades secretas “se ven aparecer ya en ellos, al fin del siglo XIX, todas las ideas que están poniendo a prueba la capacidad de aguante de la Iglesia en el periodo posconciliar” (19).

El objetivo final de aquellas sociedades secretas era la integración de todas las fuerzas financieras y sociales bajo un gobierno mundial en el cual “el catolicismo, como todas las religiones, sería absorbido en un sincretismo universal…
En sus etapas finales, la sinarquía plenamente llevada a cabo representaría “la anti- Iglesia”.
Para ello crearían una anti-Iglesia, o Iglesia “nueva”, mediante el socavamiento y cambio de la Iglesia “antigua”, intentándolo no tanto por un ataque desde el exterior como por lo que se denomina en la esfera política “la marcha a través de las instituciones” (20).
Sus ideas se difundirían en la circulación espiritual de la Iglesia mediante la evolución… a fin de privarla de su carácter sobrenatural, amalgamándola con el mundo, y así preparar el camino a una religión mundial estándar en un Estado mundial centralizado (21).

4- Espantosa profecía de un ex_sacerdote apóstata y satanista…

Los masones ya lo habían proclamado abiertamente:
El objetivo ya no es destruir a la Iglesia sino más bien utilizarla por medio de la infiltración (22).
De hecho uno de sus portavoces, el ex_canónigo francés Roca, apóstata satánico de la peor especie (23) había profetizado ya a finales del siglo XIX:

El culto sagrado en la forma ordenada por la Liturgia, el ceremonial, el Ritual (se refiere a la Misa Tridentina) y las disposiciones de la Iglesia Romana pronto sufrirán una transformación en un Concilio ecuménico que le restaurará la venerable sencillez de la edad de oro de los Apóstoles, acorde con los dictados de la conciencia y de la civilización moderna (24).
(¡¡Y pensar que la primera de las normas generales propuestas para la reforma litúrgica del Vaticano II era que: “los ritos deberán caracterizarse por una noble sencillez”!!)

5- Carácter francmasón del principal responsable de la reforma litúrgica…

La absoluta semejanza de esa predicción con la reforma litúrgica posconciliar hizo que la simple coincidencia resultase una explicación demasiado ingenua.
Cualesquiera que hayan sido sus intenciones, es evidente que si el Arzobispo Anibal Bugnini (Secretario de la Comisión Litúrgica Conciliar) hubiese tratado de destruir la Liturgia Romana y de destruir la Misa Tradicional no podría haberlo hecho con más eficacia.
¡¡Lo significativo fue comprobar, en 1976, la noticia de que la reforma litúrgica
“había sido obra de ese Bugnini, a quien por fin se ha desenmascarado; es verdaderamente lo que hace tiempo sospechabamos: un francmasón” (26)!!

Monseñor Lefevbre comentaba, en marzo de 1976:
Ahora, cuando oímos en Roma que el que fue alma y corazón de la reforma litúrgica pertenece a la francmasonería, podemos pensar que no es el único. El velo que cubrió el mayor engaño que jamás haya mistificado al clero y cofundido a los fieles, está comenzando a rasgarse (27).

6- Instrucciones de los “carbonarios” publicadas por orden de León XIII…

Recordaba Monseñor Lefevbre que Pío IX ordenó que se publicaran los documentos de la Alta Vendita para alertar a la feligresía sobre los planes masónicos de infiltrarse en el Vaticano y destruir la Iglesia desde dentro.
Los documentos de la Alta Vendita, la más elevada logia de los Carbonarios, sociedad secreta italiana, fueron más tarde publicados en Dublín en 1885 por monseñor Dillon en el libro “El Gran Oriente de la Masonería sin máscara” (en castellano, Ed. Chaco 1977), como respuesta a la exhortación de León XIII a “arrancarle la máscara a la francmasonería”.
Cuando León XIII recibió un ejemplar de dicho libro quedó tan impresionado que ordenó que se publicara la obra, costeándola él mismo.

En el capítulo titulado Permanent Instruction of the Alta vendita se decía lo siguiente: “Nuestro objetivo final es el de Voltaire y el de la Revolución Francesa: la destrucción, para siempre, del Catolicismo e incluso de la noción de lo cristiano…”
Buscaban, para ello, “un papa acorde con nuestros deseos”, no forzosamente uno malo (de hecho, “uno bueno” les convendría más); más bien uno a quien pudieran instrumentar.
“El papa, cualquiera que fuese, nunca llegará hasta las sociedades secretas. Toca a las sociedades secretas llegar a la Iglesia primero, con el propósito de conquistar a ambos. La tarea que emprendemos no es obra de un día, ni de un mes ni de un año. Puede durar muchos años, un siglo tal vez, pero en nuestras filas el soldado muere y la lucha continúa”.

La hora de la Alta Vendita habrá llegado cuando sus agentes “hayan invadido todas las funciones. Gobernarán, administrarán y juzgarán. Elegirán el pontífice que debe reinar; y ese pontífice, como la mayoría de sus contemporáneos, estará necesariamente imbuido de los principios humanitarios que pondremos en circulación…
Dejad que el clero marche tras nuestra bandera creyendo siempre que marcha tras la bandera de las Llaves Apostólicas.
Echad vuestras redes como Simón Pedro; tendedlas en el fondo de las sacristías, de los seminarios y de los conventos y obtendréis una redada de “peces” aun más milagrosa que la suya.
Habréis pescado una revolución con tiara y capa pluvial, que marchará con la cruz y nuestra bandera, una revolución que sólo necesita un pequeño estímulo para incendiar el mundo”.

Quien piense que es imposible tomar en serio este documento debería reflexionar que se publicó por orden del Sumo Pontífice León XIII, precisamente con la esperanza de impedir la concreción de tales siniestros planes.

Nótese igualmente que no se trataba de colocar a uno de los suyos en el trono papal, sino asegurarse la elección de un papa idealista, inspirado por ideales humanitarios, al cual pudieran manipular. El clero no resistiría las órdenes que le llegaran desde el Vaticano, por más penosas que parecieren, precisamente porque consideraría que obedeciéndolas marchaba “tras la bandera de las Llaves Apostólicas”.

Así pues, las sociedades secretas que planeaban destruir a la Iglesia “reformándola desde dentro” no buscaban sólo una nueva misa, como explicaba monseñor Graber. Todo debía ser “nuevo”: “nueva” religión, “nuevo” dogma, “nuevo” sacerdocio, aboliéndose toda sotana y hasta llegando a admitir el matrimonio (30).

El arma clave para lograrlo debía ser una llamada al sensualismo: “Formad corazones llenos de vicios y ya no habrá católicos. Hemos emprendido la corrupción a gran escala, la corrupción del pueblo por el clero, y la del clero por nosotros; corrupción que abre el camino para que cavemos la sepultura de la Iglesia (31).

El principal objetivo debía ser conquistar a la juventud: “Dejad a un lado a los mayores: id a la juventud… particularmente a los seminaristas, ya que dentro de pocos años ese mismo clero joven conquistará todas las funciones, por ley de vida” (32).

¿Qué alcance tuvo la influencia de las sociedades secretas en el Vaticano II? El obispo Graber cree que fue apreciable, aunque no pueda, por supuesto, aportar pruebas explícitas; él demuestra que las orientaciones actuales de la Iglesia concuerdan muy estrechamente con las que pretendía la estrategia de las sociedades secretas.
En cualquier caso, cierto o no, el resultado práctico final de las orientaciones posconciliares viene a coincidir con el mismo objetivo de las sociedades secretas.

A aquellos que no den crédito a las palabras de monseñor Graber les convendría leer la encíclica Humanum Genus de León XIII.

7- General satisfacción de las logias tras el Concilio…

Es significativo comprobar la satisfacción expresada por algunas ramas de la masonería ante el estado de la Iglesia después del Concilio. Un artículo de L´Humanisme, periódico del Gran Oriente francés, declaraba abiertamente, ya en 1968:

Entre los pilares que se derrumbaron fácilmente destacamos el Magisterio; la infalibilidad papal, que se creía establecida con firmeza por el Primer Concilio Vaticano,es cuestionado tras la publicación de la encíclica Humanae Vitae; la Presencia Real eucarística, que la Iglesia pudo imponer a las masas medievales y que desaparecerá con la creciente intercelebración entre sacerdotes católicos y pastores protestantes; el carácter sagrado del sacerdote…; la distinción entre la Iglesia que dirige y el (bajo clero) vestido de negro, en cuanto desde ahora las directivas procederán de la base de la pirámide hacia arriba, como en cualquier democracia (33).

8- La tesis de monseñor Graber viene avalada por los propios papas…

En fin, aunque ninguna prueba por sí sola puede resultar decisiva en la situación descrita por monseñor Graber; la fuerza en este caso proviene del efecto acumulativo de sus pruebas (y los pocos ejemplos que citamos aquí sólo lo insinúan).
El valor del libro de monseñor Graber radica en que no exagera la situación, y merece ser estudiado por todo católico preocupado por la descomposición de la Iglesia, leyéndolo a la luz de las encíclicas Humanum Genus y Pascendi.

Pablo VI nos aseguraba que la presente destrucción de la Iglesia es una autodestrucción; San Pío X advirtió que ésa era la intención de los modernistas, cuyos objetivos se aproximan tanto a lo que monseñor Graber demostró que era la estrategia de las sociedades secretas.
Pues, como san Pío X escribía, esos hombres son:

enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper (36).

De hecho, el patético estado al que han reducido la Liturgia romana, la gloria más grande de la iglesia y de la civilización occidental, brinda un testimonio desgarrador de la eficacia con que estos enemigos perniciosos realizan su tarea.
La naturaleza objetiva de esta reforma fue perfectamente resumida por D. von Hildebrand en su libro The Devastated Vineyard, donde afirma que si a un diablo “se le hubiere encomendado la ruina de la Liturgia no hubiera podido hacerlo mejor”.

(Extraído de “El Concilio del papa Juan” de Michael Davies, Ed. Iction, Buenos Aires, 1981). Título original: “Pope John’s Council” 1977)