Re: Cuba y Puerto Rico
Esto no se concibe, porque no puede suponerse que un Ministro de Ultramar, siendo radical, se mostrase menos respetuoso á la iniciativa de un Diputado de la Nación que los Ministros más retrógrados y más reaccionarios del antiguo reinado. Temores debía tener el Sr. Ministro de Ultramar de que la opinión de los isleños fuera contraria á su proyecto, y así era: estos temores se han confirmado. Lo prueba la exposición contraria al proyecto, y firmada por 11.000 americanos, que mi amigo el Sr. Cánovas del Castillo dejó dias pasados sobre la mesa, á la cual se ha reunido hoy otra con 3.000 firmas. Este accidente, este hecho seria bastante para que la Cámara aceptara mi voto particular, desechando el dictámen de la mayoría.
Pero sigo adelante. La presencia aquí de los Diputados de Puerto-Rico algo significa. En primer lugar, es la prueba irrecusable de la formalidad con que estamos (liepuestos á cumplir nuestras promesas. Y en segando lugar, que si la situación económica de Puerto-Rico es angustiosa y apurada, con esto nada tiene que ver Cuba; j estando aquí sus representantes, podemos conocer sus causas y proveer á su remedio, hallando en ello materia bastante para saciar la sed de reformas que siente el señor Ministro de Ultramar y todos los demás reformistas. Facilitar á Puerto-Rico la mejora de sus impuestos, el desarollodesu industriay el acrecentamiento de su comercío; y esta y otras medidas que serian dignas de ocupar la atención de la Asamblea, inspirará á Puerto-Rico confianza para esperar tranquilo y con fé el cumplimiento j la realización de las ideas y de los principios proclamados por la revolución de Setiembre.
Pero cuando se trata de intereses comunes, es contra los principios de la ciencia del gobierno de los pueblos el hacer lo que se pretende; es debilitar, en vez de fortalecer, los lazos que deben unir las diversas partes del territorio nacional. Si la identidad de organización y de condiciones; si tantas y tantas razones como acreditan su identidad, y que para el efecto de legislar en ellas nos las presentan como si fueran una sola, no existiesen, la obra prudente, patriótica y digna de legisladores seria la de encaminarse á crear aquella identidad, á fundirla en el crisol de la Pátria y conseguir que uno fuera su interés, uno su sentimiento, uño su gobierno, los mismos sos temores y sus esperanzas. Es una ley universal que lia reconocido el mundo en todas las edades la tendencia á la unidad, la unidad cimentada sobre la comunidad de intereses políticos, morales y sociales de todo género: este es el norte y el bello ideal que persiguen todos los pueblos.
En ninguna parte se ha visto un legislador tan insensato que, en vez de unir lo desunido, tienda á desunir lo unido, á crear desemejantes, á levantar barreras, á aflojar los lazos que deben unir las distintas partes del territorio; si esto alguna vez ha sucedido, no ha sido como premio á localidades determinadas, sino debido á la apremiante ley de las circunstancias y de los tiempos. Por esto, si tenemos nosotros en el Norte algunas provincias que conservan aún sus fueros, siempre se ha levantado enfrente una protesta para que desaparezcan; siempre se mantiene la esperanza de la verdadera fusión, de la unidad. Pero en estos ejemplos no encontraremos el caso de haberse concedido este privilegio como premio á la fidelidad, sino como concesión hecha para obtener su adhesión al régimen moderno, á su mayor tenacidad en la luchaSeria una gran desgracia llevar tal distinción á esas provincias hermanas, donde, no debe olvidarse, es preciso á todo trance sostener nuestro pabellón á despecho de nuestros enemigos, de la perfidia, de la ingratitud J de la mala voluntad de los Gobiernos de nuestras antiguas colonias. El patriotismo aconseja alentar el espíritu nacional y no dar vuelo al espíritu local, que engendra eternas rencillas y rivalidades, discordias y recelos. No puede tampoco perderse de vista cuán fácil y cuan grave es herir el sentimiento de igualdad, no menos poderoso que en los individuos, en el corazón de los pueblos. Bste sentimiento á poca costa degenera en pasión desenfrenada y ciega, que se subleva contra -los preceptos de justicia, y no reconoce los resultados de la libertad misma. Esta causa oxpliea el gran peligro de la democracia moderna, engendrando en su seno la aspiración á un comonisino grosero; ella pudiera ser semillero de perpetuos é irreparables disturbios entre aquellas provincias hermanas. Dadles instituciones aparte; la insurrección cesará, y entonces no podríais impedir que alguna aparezca privilegiada. Pronto se encenderá el encono entre ellas; pero unidas por su destino, todo lo que cause su malestar dará ocasión á protestos y motivos para convertirlo en odio hácia la madre Patria. ¿Es ese el medio como nos preparamos á sostener allá nuestra bandera? ¿Es para eso para lo que vamos á deshacer lo que el tiempo nos da consolidado? No olvidemos que nosotros, tan poderosos un dia en América, hoy solo en esas islas somos recibidos y saludados como hermanos, y nuestro interés y nuestro honor no nos consienten admitir la idea que de esos preciosos restos de nuestro antiguo poder colonial podamos ser arrojados.
El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Marqués délos Castillejos): Pido la palabra.
El Sr. PUIG: Pido la palabra para una alusión personal.
El Sr. ROMERO ROBLEDO: Por otra parte, nos encontramos en una situación que, de resolver en un sentido, no podemos comprometer nada, y de resolver en otro, lo podemos comprometer absolutamente todo. ¿Qué haria en cualquier situación de la vida un hombre que se encontrase en esta alternativa ó en este caso, si por resolver de una manera definitiva podia comprometer gravísimos intereses, y aplazando la resolución no arriesga nada, sino ganar tiempo para reflexionar, pensar, estudiar, y más tarde resolver con acierto? ¿Es dudoso esto? Pues yo no pido más que sigáis como desde la revolución acá, pue3 subsiste la causa que hasta hoy os ha aconsejado esta conducta. Puesto que en Cuba la cuestión hoy está sometida al trance de las armas, esperemos el resultado de las armas, y no hagamos leyes que puedan parecer concesiones á los rebeldes y herir, mortificar y debilitar el espíritu y el entusiasmo de nuestros hermanos que allí defienden nuestra causa.
Intereses de gobierno, intereses de partido, interesas de la revolución de Setiembre. No comprendo que puedan existir intereses de partido. ¿Por dónde? ¿Qué partido puede tener interés en contribuir al desmembramiento de la nacionalidad española? Quien tal hiciera, sean cualquiera los móviles, seria maldito por la conciencia pública y condenado á eterna vergüenza Esto no es posible. ¿Intereses de Gobierno? No; yo me lisonjeo de que el Gobierno no puede tratar de hacer de esta una cuestión de ■ Gabinete. Más; espero que el Gobierno manifestará á sus amigos que esta es una cuestión libre, libérrima; me lisonjeo que en cuestión de tamaña gravedad no escaseará sus manifestaciones y sus súplicas para que todos voten con la más absoluta independencia, porque temerá dejar gravada su conciencia de haber influido en la resolución de cuestión que puede tener tan trascendentales consecuencias é imponer responsabilidad tan tremenda. Además, es una cuestión constituyente, que no es, ni puede ser, una cuestión de Gabinete.
Cuando aquí vino la exposición de Cuba, tuve el honor, como individuo de la comisión, de celebrar una conferencia con la comisión y con el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, conferencia en la cual le oí expresar patrióticos y levantados deseos. ¿Y qué se habia de hacer con aquella exposición?
Dada mi situación excepcional, indiqué mi deseo de que esta cuestión se sometiese al acuerdo libre de la mayoría radical, deseando que ésta optase por el aplazamiento, conforme al deseo de los cubanos, resuelto en caso
contrario, á venir, cqmo he venido, á cumplir mi deber hasta el límite que me exija mi conciencia. «Parece que en efecto hubo una reunión de la mayoría radical: lo que en ella pasó, vosotros lo sabréis.» He oido decir que el Gobierno votó: ¡ quiera Dios que este voto del Gobierno no influyera absolutamente nada en el voto de los demás! ¡Intereses de la revolución da SetiembreI La revolución de Setiembre, que ha dado el grito de viva España con honra, ¿puede tener interés en hacer girones esa bandera? Porque ¿cómo quedaría su honra, cómo quedaría su prosperidad, cómo quedaría su bandera? ¿Quién concibe el abismo de abyepcion y de ruina on que nos sumiríamos sí la revolución de Setiembre perdiera nuestras Antillas? No, Sres. Diputados.
Deseo terminar: á un lado intereses de Gobierno, á un lado intereses de todo género, plaza á España, plaza al sentimiento nacional. ¡Viva España! gritan carlistas, progresistas, republicanos, moderados, unionistas, todos los españoles cubanos; ¿y nosotros hemos de ser sordos á la unanimidad de este clamor? ¿Nosotros hemos de gritar otra cosa? ¡Ah, señoresl Enmedio de las amarguras del presente, enmedio de la incertidumbre del porvenir, cuando uno vuelve sus ojos á Cuba y ve aquellos valientes voluntarios y aquel ejércitot á quienes no doman ni las enfermedades, ni la muerte, ni una guerra de desolación y de ruina, ni las inclemencias del clima, ni género alguno de penalidades, todavía podemos con orgullo saludar á los descendientes de los defensores de Sagunto y de Numancia; todavía están allí los hijos de Daoiz y Velarde; todavía podemos gritar ante el mundo: esa, esa es nuestra sangre; esa, esa es nuestra raza.
El Sr. ROMERO ROBLEDO: No me arrepiento, señor Presidente del Consejo de Ministros, de haber dicho esas palabras, porque le he proporcionado á S. S. la ocasión de que diga las que ha pronunciado. La opinión pública muchas veces se queja de eso; cree ver parsimonia en las recompensas dadas á los militares que allí combaten, y es seguro que la opinión pública habría podido atribuir í S. S. lo que es culpa de las autoridades que mandan en Cuba. Pero de todos modos, yo rogaría al señor Presidento del Consejo que, si fuera posible salirse del deber extricto para inquirir los hechos, los inquiriera, porque hay casos especiales: yo conozco uno de haber defendido un hombre de alma de acero cierta posición, completamente incomunicado, sin saber lo que pasaba en Cuba, ni que había llegado el general Dulce, ni que se había marchado el general Lersundi, teniendo solo á sus órdenes 500 valientes, y ese bravo militar, que nada sabia délo que ocurría, estaba manteniendo allí la bandera de su Pátria en una situación sumamente crítica y aflictiva, y sin haber obtenido recompensa.
Por consiguiente, como la opinión rjcoje estos hechos, pudiera atribuir á parcialidad del general Prim el que esas recompensas no se hayan dado; pudiera creer que el general Prim Do se prestaba á recompensar las hazañas de aquellos bizarros militares; bueno es que sepa que el general Prim está dispuesto á recompensar toda clase de acciones dignas de serlo, cualesquiera que sean los que las hayan ejecutado.
El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Marqués de los Castillejos): Pido la palabra.
El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Marqués de los Castillejos): To no sé lo que S. S. llama opinión pública, porque eso es muy elástico. Si S. S. considera como opinión pública la que resulta de seis, ocho ó diez cartas que hayan podido venir de allí, y de dos ó tres periódicos que hablen en el mismo sentido que las cartas, yo no reconozco eso como opinión pública.
En cuanto al hecho á que S. S. haya podido referirse, tampoco le conozco, y me extraña mucho que tratándose de un hecho de mérito tan especial como el que S. 8. ha
referido, no haya llegado á noticia del capitán general, ó que en el caso de haber llegado á su noticia, no hava enviado la correspondiente propuesta. Esta es una cosa qo; me extraña, y yo espero que S. S. tenga la bondad de decirme después, porque ahora no hay necesidad, el hecho concreto á que ha aludido, y yo procuraré saber lo que haya de verdad en el asunto.
El Sr. ROMERO ROBLEDO: Pido la palabra.
El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. 8.
El Sr. ROMERO ROBLEDO: La persona á que sites me he referido es el digno brigadier Mena, y el hecho es la defensa de Puerto-Príncipe. De suerte, que S.S. conoce ya el hecho y la persona; á S. S. corresponde decidir si merece ó no recompensa.
La opinión pública á que yo me he referido, naturalmente, es la prensa.
El 8r. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.
El Sr. Presidente del CONSEJO DK MINISTROS (Marqués de los Castillejos): No es extraño que yo no traga conocimiento del mérito especial contraído por el brigadier Mena, y tampoco podia yo creer que S. S. se refiriese á la defensa de Puerto-Príncipe, que no ha sido atacada, más que una vez, ó mejor dicho, que no ha sido eticada, pues los enemigos se acercaron á la población j huyeron al ver salir á nuestros soldados. Al oir á S. S. hablar de hechos de mérito especial, creí que se referiri» í una defensa como la de las Tunas, ó á alguno que había tenido que sostenerse con un puñado de soldados contri millares de enemigos; pero no á la defensa de PoertoPríncipe, en cuyo punto ha habido siempre una guarnición numerosa ó cuando menos superior á todas las fuerzas que pudieran atacarla.
No trato yo con esto de disminuir en lo más mínimo el mérito que haya podido contraer el brigadier Men»; pero tenga entendido S. S. que cuando conocido un hecho de armas no ha sido recompensado, es porque el capitán general de la isla de Cuba no lo ha propuesto 6 porqm aquí no se ha creído que se trataba de un hecho de mérito especial.
El Sr. PRESIDENTE: Se suspende esta discusión.
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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