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Tema: Cuba y Puerto Rico

  1. #21
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Fuimos luego convocados á una junta por el Sr. Ministro de Ultramar, nombrada por S. A. el Regente del Reino, varios Diputados de Puerto-Rico. ¿Por dónde comenzó la discusión? Por preguntarse qué bases habían de tomarse como fundamento para las reformas políticas; si el sistema de asimilación, ó el de autonomía. ¿Y cuál fué la opinión de la mayoría? La asimilación. Hubo tres que opinaron por la autonomía. En esa junta estaban, señores, respetabilísimas personas de todos matices, altos empleados: á nadie le ocurrió la idea de que no pudiera legislarse políticamente para Puerto-Rico mientras no viniesen los Diputados de Cuba. Vinimos á estas Córtes en principios de Oct»bre, y el dia 12 tuve la dicha de ser el primero de mis compañeros que levanté la voz en el Congreso, y aproveché la ocasión, señores, ¿para qué? para deslindar á Cuba de Puerto-Rico; para sostener que PuertoRico no es un satélite de la isla de Cuba; para sostener que no se nos confundiera ni ahora ni nunca, y para pedir que inmediatamente se trataran las reformas políticas de Puerto-Rico, porque solo a9Í, considerándola como una provincia española, con sus mismas libertades,podría unirse en lazos indisolubles. ¿Y se alzó alguna voz para contradecirme? Señores, el Sr. Presidente de las Córtes y el Sr. Presidente del Consejo de Ministros se levantaron, pero fué para asegurar á la Diputación de Puerto-Rico que muy en breve vendrían las reformas políticas á que de justicia aspiraban. Nadie protestó.
    En el mes de Noviembre ¿no he excitado yo aquí al Sr. Ministro de Ultramar para que cuanto antes trajera la Constitución de Puerto-Rico? Pues venia autorizado por Biete de mis dignos compañeros, de suerte que éramos ocho; y entonces, señores, uno por uno fui preguntándoles si estaban conformes con que vinieran inmediatamente las reformas políticas, y mi amigo el Sr. Puig, y mi amigo el Sr. Plaja me dijeron por primera vez que seria conveniente que viniesen los Diputados de Cuba. Recuerdo perfectamente que el Sr. Puig me añadió que si creyera que habían de tardar en venir mas de dos ó tres meses, estaría conmigo [Bl Sr. Puig pide la palabra], y opinada que se legislase para Puerto-Rico; pero que estaba en el convencimiento firme de que podían venir dentro de dos ó tres meses los Diputados de Cuba, y que merecía la pena de que se les aguardara. De manera, que no era que creyese inconveniente legislar políticamente para Puerto-Rico, sino que creia más provechoso el que se aguardase un par de meses, que en su concepto tardarían en venir los Diputados de Cuba.
    Yo le sostenía que no era posible que viniesen dentro de ese plazo: cinco meses han pasado, y todavía no han venido.
    ¿Puede decirse, señores, quo la isla de Puerto-Rico
    desee ó haya pensado jamás ir uncida á la isla de Cuba? ¿Puede sostenerse que Puerto-Rico, ó su representación aquí, haya querido nunca no legislar para la isla sin li cooperación de los cubanos? Ahora hemos tenido una oeasion de conocerlo. Acaba de hacerse en Puerto-Rico h elección de un Diputado. Yo tengo las alocuciones dirigidas por los comités electorales radical y liberal conservador.
    Del comité radical no hablemos; pero sí del Comí conservador, que al proponer candidato de su opinión, dijo, para recomendarlo, que no creyeran que estaba conforme con el voto particular del Sr. Romero Robledo, que era partidario de la unión liberal; pero que la unión libaral no hacia cuestión de partido ésta, que habia declarado Ubre la votación respecto á las reformas políticas de PuertoRico, y que ese señor á quien se proponía para Diputado no estaría con el voto particular del Sr. Romero Robledo; y para más afirmarlo, recomendó el comité que se tuviera presente que era colaborador ó redactor del Diario Btpiñol, en cuyo periódico se habia sostenido la necesidad it discutir inmediatamente la Constitución de Puerto-Rico, contra los periódicos que pedían el aplazamiento de cuestión, y que la mayor parte de los artículos publicados en este sentido en el mismo periódico, eran debidos i la pluma y á la inteligencia de la persona á quien se recomendaba para Diputado. Pues si esto acaba de decir el partido conservador de Puerto-Rico, ¿podrá sostenerse pa nadie que en Puerto-Rico se quiera el aplazamiento de esta cuestión, ni que haya persona que sueñe en ello? ningún ¡i manera. «Los Diputados de Puerto-Rico, ha dicto el Sr. Romero Robledo, cuatro Diputados de Puerto-Rico, y los ha nombrado, están conmigo.» Podrán estarlo boy: no lo estuvieron antes. Para mí, la consecuencia legítina respecto al Diputado que no quisiera que se tratara aquí• reformas políticas para Puerto-Rico, era, en primer lugsr no haber aceptado la diputación, y en segundo lugar, U haber tomado asiento en el Congreso. ¿A qué tomársela molestia de venir aquí á oponerse á las reformas política: de Puerto-Rico, cuando con el mero hecho de no tos* asiento en la Asamblea imposibilitaban al Gobierno psr> presentar el proyecto de reforma é imposibilitaban á la timara para resolverlo? ¿No conocían los Diputados el artículo 108 de la Constitución? Pues conociéndole, no podían dudar de que el tomar asiento aquí era para tntar de las reformas políticas de Puerto-Rico, y que el no tomar asiento era el medio más fácil, más sencillo y trivial de impedir que se tratase de las repetidas reformas. Pero aceptar la diputación en virtud del art. 108* la Constitución, venir á Madrid, tomar asiento en el Congreso y comenzar por oponerse á la dispuesto en ese ntf" mo art. 108 que les da la investidura de legisladores,8 inconcebible.
    Pues si esto es respecto de Puerto-Rico, veamos U isla de Cuba.
    No quiere Cuba que se legisle políticamente p3lJ Puerto-Rico. ¿Cuándo no lo ha querido? ¿Ignoraban lo-' cubanos el art. 108 de la Constitución? ¿Protestaron cuando se hicieron las elecciones de Diputados en Pue^; Rico? ¿Protestaron cuando esos Diputados han venido aqncon un fia dado? ¿Protestaron cuando repetidísimas nc» ha dicho el Sr. Ministro de Ultramar que pronto iba á ¡¡' gislar [políticamente para Puerto-Rico, y qne w^*61 el alma no poderlo hacer para Cuba, por la situación angustiosa que atravesaba? ¿Protestaron siquiera cuando W á la Habana el proyecto de Constitución? El 15 de Dic'*0' bre debió llegar á la Habana ese proyecto, y ni una »" voz se levantó. ¿Cuándo ha venido la representación "e los cubanos? Es de fecha de 5 de Enero, y ya me ocuparé de ella luego. Pero conste que la isla de Cuba no ha hecho oposición de ninguna especie, ni al art. 108 de la Constitución, ni á la venida de los Diputados de PuertoRico, ni á las exigencias que estos hicieron, ni al nombramiento de la comisión para tratar de la Constitución de Puerto-Rico, exclusivamente de la Constitución de PuertoRico.
    jicotea dio el Víctor.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  2. #22
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    ¿Y por qué no ha de convenir que Puerto-Rico tenga una Constitución H 6 R, pues no sabemos todavía cuál será? Solo hay presentado un proyecto, y á las Cortes Constituyentes es á quien toca determinar cuál sea la Constitución más conveniente á dicha Antilla.
    Pero sea cual fuere, ¿por qué no ha de convenir á Cuba? ¿Son idénticas las islas, hay tal identidad que lo que se haga para una tiene que hacerse mañana para la otra? Pues entonces, digo que le conviene. ¿Y por qué? Es sencillísimo. La isla de Puerto-Rico es muy pequeña, es muy tranquila; puede decirse que es una máquina que se maneja con la mano, que obedece á todos los movimientos; que al primer golpe de vista se comprende toda ella, y esa máquina se para en el momento en que uno quiere pararla. ,
    Pues si se da una Constitución á Puerto-Rico que presenta tantas facilidades, sin que se corra peligro alguno para ella misma; si Cuba es exactamente idéntica á Puerto-Rico, el dia que esté en situación de recibir una Constitución, esa isla de Cuba, que es una gran máquina que necesita una fuerza de vapor de miles de caballos, ¿no le seria más conveniente haber visto hecho el ensayo en un pequeño modelo, para poder corregir, si necesario fuera, algunas de las ruedas que entorpecieran su movimiento? Pues será de gran provecho para la isla de Cuba y no seria éste el menor provecho que ha recibido de Puerto-Rico, porque esa isla pequeña, esa isla pobre, ha dado grandes ejemplos á la isla de Cuba: ya me ocuparé de esto luego al tratar de la administración de justicia.
    Pero se puede decir: no son idénticas las islas; las circunstancias son distintas. ¿No son idénticas? ¿Hay variantes? Entonces no tenemos que decir más que una cosa: entonces Puerto-Rico tendrá su Constitución en la forma que convenga, y la isla de Cuba tendrá la suya en la forma que se crea más acertada; de manera que si son idénticas, lejos de ser perjudicial á Cuba que hoy se dé una Constitución, le seria grandemente beneficioso, porque si esta Constitución da los resultados buenos, será un gran ejemplo para la isla de Cuba; y si por casualidad, por una de esas cosas que no se pueden prever, diera un resultado contrario al que nosotros nos prometemos, seria un gran argumento que tendría la isla de Cuba y una demostración práctica de cómo deben llevarse allí las reformas, y por lo tanto, Puerto-Rico no habría corrido peligro ninguno, y habría salvado á la isla de Cuba.
    Pero se dice con insistencia: Puerto-Rico tiene que seguir la suerte de la isla de Cuba: algunos creen que es hasta provincia de la isla de Cuba; pero como satélite la tratan todos. Y ¿de cuándo acá la isla de Puerto-Rico ha dependido de la isla de Cuba? ¿En qué época? La isla de Cuba v la de Puerto-Rico han dependido de Santo Domingo; pero Puerto-Rico de Cuba, jamás.
    Pues ¿por dónde habia de ser su satélite? ¿Por dónde provincia de la isla de Cuba? ¡Que tienen el mismo orígen, que tienen las mismas producciones! Señores, y por tener el mismo origen, y por tener las mismas producciones, ¿debe seguir la suerte de la isla de Cuba? Pues qué, la isla de Puerto-Rico ¿no estaba más identificada con la hoy república de Venezuela y con Santo Domingo?
    Pues allí, á esas Universidades, era á donde concurría la juventud puerto-riqueña, á Caracas y á Santo Domingo. Con esas dos poblaciones tenia sus relaciones más íntimas.
    Y, señores, cuando fué cedida la parte española de Santo Domingo á los franceses, no se cedió á Puerto-Rico, y Puerto Rico recibió á la emigración española, que no quiso sujetarse al yugo francés; y Puerto-Rico, después de la guerra del año de 1808, ha mandado sus fuerzas, ha mandado el Fijo de Puerto Rico á Santo Domingo, á reivindicarlo para España. Perdida Venezuela el año 10, ¿ha seguido Puerto-Rico áVenezuela? No la siguió,como tampoco siguió á Santo Domingo el año 21. Pues si no ha seguido ni á Venezuela ni á Santo Domingo, con quienes la ligaban estrechísimos lazos, á donde acudía la juventud puerto-riqueña, ¿por qué habia de seguir hoy la suerte de la isla de Cuba, que está más distante? ¿De quién recibía su situado Puerto-Rico? Lo recibía de Méjico: Méjico se perdió. ¿Siguió Puerto-Rico la suerte de Méjico? Tampoco, como hoy no seguiría la suerte de la isla de Cuba si desgraciadamente Cuba dejara de ser española, lo cual no sucederá.
    También se dice: Cuba y Puerto Rico han tenido siempre igual legislación, igual gobierno, igual administración. La isla de Cuba, como la de Puerto-Rico, como todo el continente americano, tenían las mismas leyes, que eran las leyes de la Península, con algunas variaciones que presentaban las leyes de Indias, y que versaban sobre los indios, sobre impedir manejos más ó menos graves de los altos empleados, sobre las Audiencias etc., etc. Y así seguimos siempre con las mismas leyes de la Península, siempre con las leyes déla madre Pátria, y tendiendo nuestros legisladores á asimilar aquellos países remotos á Castilla. En repetidas leyes está así dispuesto y recomendado, y eso en época en que se recibían los últimos sacramentos y se hacia testamento para embarcarse para América. Entonces querían los legisladores, querían nuestros Reyes que fuera semejante la legislación y el gobierno de tan apartados dominios, donde habia indígenas, que eran la gran masa de la población, y que tenían costumbres enteramente distintas de los españoles, i la legislación y el gobierno de Castilla.
    Y hoy, señores, ¿cuáles son los indígenas de PuertoRico? Allí no hay indígenas; todos los indios desaparecieron pocos años después de la conquista; por consiguiente, allí todos son españoles ó africanos, pero indígena no hay ninguno. Seguimos en la misma legislación todas las provincias ultramarinas.
    Vino la Constitución del año 12, y se promulgó en Puerto-Rico sin perturbación de ningana especie. El año 14 la restauración, y en nada se resintió Puerto-Rico: del 20 al 23 rigió la Constitución del 12: el año 23 volvió al antiguo sistema, quedando Puerto-Rico fiel y tranquilo en aquellos tiempos en que estaban en convulsión todas las Amérioas.
    Viene el año 34, y se publica el Estatuto: concurren á Madrid los Procuradores á Córtes de Puerto-Rico. ¿Y hubo el más leve disgusto, ni la más leve desazón en el cambio de todos esos sistemas? Absolutamente ninguno.
    El año 35 comenzaron las diferencias; el año 35 se expidió una Real órden para el capitán general de Cuba, á propuesta del mismo, para que no se separase el mando político del militar en aquella Antilla. Hé ahí la primera diferencia que se hace entre la Península y estas islas. Se proclamó luego en Madrid en el año 36 la Constitución del año 12, y Puerto Rico proclama también la Constitución y organizó los ayuntamientos conforme á la ley provisíonal de la Península de Julio del año 35, cesando los ayuntamientos del antiguo régimen. ¿Hubo alguna perturbación en Puerto-Rico? Ninguna.
    En esa época empieza á separarse Puerto-Rico de la isla de Cuba. Señores, en Cuba al que gritaba |Viva la Constitución! se le condenaba á muerte; y por eso fueron desterradas una infinidad de familias, habiendo allí un cataclismo, á la vez que en Puerto-Rico no solo era legal sino obligatorio el juramento á la Constitución.
    Ahora bien: ¿son idénticas estas islas, Sres. Diputatados? ¿Lo han sido alguna vez ellas solas entre sí?
    Esos ayuntamientos que se organizaron en el año 36 en Puerto-Rico al mismo tiempo que se proclamó allí la Constitución, siguieron hasta el año 46. En aquel año se reformaron por un Real decreto, y en la isla de Cuba ¿qué sucedió? Veinte años después todavía tenia los ayuntamientos perpétuos, rigiéndose por la cédula de 1574. Luego no han sido idénticas esas islas en su parte política y administrativa, sino cuando los derechos de ambas eran idénticos á los de la madre Patria?
    ¿Lo han sido en la administración de justicia? En 1832 se dividió la isla de Puerto-Rico en distritos judiciales, creándose los jueces de primera instancia, mientras que en el año 41 todavía existia en Cuba la jurisdicción reservada á los capitanes generales y á los comandantes militares con asesores, y al propio tiempo ejercían esa misma jurisdicción los alcaldes ordinarios. Era un caos la administración de justicia en la isla de Cuba, al paso qué en Puerto-Rico, desde el año 32, están organizados los tribunales completamente como en la Península.
    Recibió Puerto-Rico el reglamento provisional del año 35, é inmediatamente lo puso en práctica. En el año 41, en la Habana, con dos Audiencias, una de ellas pretorial, el reglamento provisional del año 35 no se había cumplido aún. ¿Tiene Puerto-Rico igualdad con Cuba respecto á sus reglamentos de esclavos? ¿Tiene los mismos bandos de policía y buen gobierno? No; en todo son diferentes. Pasando £ lo económico, ¿no son enteramente distintas sus ordenanzas de aduanas y las de Cuba? ¿No son también distintos los reglamentos del resguardo? Nuestros aranceles ¿no han sido siompre diferentes?¿En qué, pues, nos parecemos? ¿Cuál es la identidad que hay entre la isla de Cuba y la de Puerto-Rico? La isla de Puerto-Rico, señores, siempre tranquila, siempre pacífica; no precisamente en las poblaciones, sino en los campos, en donde se disfruta una paz octaviaría. Nadie sale al camino sino para ofrecer al pasajero un vaso de leche ó un poco de agua. ¿Sucede eso en la isla de Cuba? Señores, yo fui por primera vez á la Habana en 1838; confieso que me horroricé al llegar á aquel puerto y ver que lo primero que se presentó á bordo de la goleta en que yo iba fueron dos soldados con fusil y bayoneta calada para impedir que el pasaje saltara á tierra sin dar previa fianza. Hube de procurarme la fianza para saltar á tierra, y al entrar en la ciudad vi á los comisarios y tenientes comisarios de policía que cada uno iba resguardado con soldados armados de fusil y bayoneta calada, |y eso que era de día! Pues á pesar de eso no podía salirse por la calle con seguridad, y se cometían atentados horrorosos.
    Esto en poblado, que de despoblado no se diga nada. En Puerto-Rico han imperado siempre las leyes; los tribunales de justicia la han administrado libremente. En la isla de Cuba ha existido hasta 1855 una comisión militar permanente en la Habana, á vista, á cioncia y paciencia de dos Audiencias, una pretorial. En 1855 se su- i primió, y la restableció luego el general Lersundi, dando- ¡ . la más amplias facultades.
    Si ese pueblo, señores, necesita de todo este rigor; i ese pueblo necesita de tanta fuerza para dominarlo; si ese pueblo no se puede salir al campo ni á la calle coa aguridad, ¿puede comparársele en sus costumbres con lis observadas en Puerto-Rico? ¿Puede decirse con razón qte lo que en la isla de Cuba no es bueno, será malo en Puerto-Rico?
    No; no hay que comparar á Cuba con Puerto-Rico, i á Puerto-Rico con Cuba. Nunca fueron iguales; hoy b¡ naturales de Puerto-Rico lo lamentamos más que nadie, pero no hay comparación posible entre ambas islas. ¿Coi: va á compararse la isla de Cuba en la situación que esíi atravesando con la isla de Puerto-Rico? Lo lamentasmucho, repito, ¿por qué? Porque de allí, señores, es it donde vienen constantemente las proclamas incendiaria;, y nosotros necesitamos para nuestra tranquilidad que m tranquilice Cuba.
    jicotea dio el Víctor.
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    Antonio Aparisi

  3. #23
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Pero á Cuba no le puede intranquiliziri; que se haga para Puerto-Rico, porque tiene dentro de si misma la mayor de las intranquilidades. ¿Dónde está ea identidad para que se diga que lo que hoy se hace pin Puerto-Rico mañana tiene que hacerse, precisa é indispensablemente , para la isla de Cuba? ¿ Dónde está ess identidad para decir que necesitamos de los Dipútalos cubanos, lo cual para nosotros sería honrosísimo, y n» causaría gran alegría, porque eso, sobre todo, significara que la isla de Cuba estaba tranquila? Pero no necesitamos de esa ayuda, no necesitamos de ese concurso pan constituir á Puerto-Rico, que es enteramente distinto o: Cuba.
    Pero se dirá: «ya han venido representaciones de la isla deCuba; se han presentado exposiciones, unade86 1 0.000 firmas, y otra hoy de 3.000 más, en las cuales se pide e: aplazamiento de la discusión de la Constitución de PuertoRico.» Yo no me ocuparé, señores, del fondo de estas representaciones. Si se limitaran á pedir que en Coba no si haga ninguna reforma, estaríamos conformes; pero pai: que no se haga en Puerto-Rico lo que á Puerto-Rico convenga, no es de derecho en los cubanos; porque nosotros Diputados de la Na;ion, que pudiéramos resolver las cuestión! s de la isla de Cuba, nos abstenemos de tocare* cuestiones; respetamos el estado en que se halla la isla: queremos que vengan sus representantes para oir tua necesidades; y si tenemos nosotros esta prudencia y esta eosdescendencia con la isla de Cuba, me parece que la isii de Cuba no debía mezclarse en las cuestiones de PuertoRico.
    Dice la exposición que los Diputados de Puerto-B:« sabrán lo que conviene á la isla de Puerto-Rico. Es verdad; y pues que ellos son los que lo saben ó los que debes saberlo, déjenles á ello3 esa independencia, que has'* ahora no han pedido consejo, ni los cubanos están pan darlos, porque cuando domina la pasión, la razón cali»; y la isla de Cuba es todo pasión, ya de un bando, ya de otro. En este estado no hay razón.
    Pero se dice, y es en lo que más ha fundado su discurso el Sr. Romero Robledo: «los firmantes de estas esposiciones, los que solicitan que en la isla de Puerto-Biw no se hagan alteraciones políticas hasta que vengan Incúbanos, son los que estáu con las armas en la mano, Sm los que están derramando su sangre, son los qüe esW haciendo sacrificios inmensos por conservar ilesa la bandera deOastilla, la unión con la madre Pátria.» ¿Quiéop3' diera dudarlo? ¿Quién pudiera dudar que cada soldado fe un héroe? Pero acaso, porque hagan esos sacrificios de sangre y de dinero, ¿han de ser arbitros para impaMf iC que corresponde á la otra Antilla? ¿Se nos ha presentad algún argumento que demuestre que por dar un» Con-
    titucion i Puerto-Rico peligra la integridad nacional en Criba? ¿Por quién va á peligrar? Dos bandos hay en Cuba: uno el de los insurrectos; otro el de los leales: dada la Constitución para Puerto-Rico, sea cual fuere, ¿animará ó desanimará á los insurrectos? Yo creo que ni una ni otra cosa: ellos no quieren reformas, ellos quieren la independa absoluta; por consiguiente, no es de beneficio para ellos el que se den libertados á Puerto Rico.
    Algún daño podría hacerles, porque ellos sostienen en todos sus periódicos que España no cumplirá con sus promesas, que todo es una mentira; y cuando vieran que efectivamente á Puerto-Rico se le había dado una Constitución acomodada á las necesidades del país, se convencerían de que España cumple sus votos, de que ha llegado el día en que es una realidad lo que se ofrece, y de que si desde el año 37 estamos aguardando reformas y leyes especiales, llegó la revolución de 1868 para hacer ver que era una verdad lo que se ofrecía.
    jicotea dio el Víctor.
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    Antonio Aparisi

  4. #24
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    ¿Pues á quién va á afectar si no la Constitución de Puerto-Rico en Cuba? ¿A. los leales? ¡Ah, señores! Yo no puedo hacer esa ofensa á los leales defensores de la isla de Cuba. Esos leales defensores, que confundidos, que mezclados con los insurrectos, no se doblegan á nada y cada día están más firmes sosteniendo el estandarte de Castilla, ¿van á perder algo de esa animación y de ese valor por que se proclame una Constitución en Puerto-Rico? ¿Por qué les hiere que en Puerto-Rico se gocen derechos políticos? ¿Por qué les hiere? ¿Es porque no pudiendo ellos gozar de esos mismos derechos, de esas mismas libertades, de ese mismo bienestar, se quejan de que lo disfrute la pequeña Antilla? Señores, si Cuba está enferma, si está paralítica, si no puede moverse, y nosotros en PuertoRico gozamos de salud por la Providencia Divina ó por nuestra mejor conducta, ¿hemos de privarnos del paseo y de la diversión porque no se queje, porque no se conduela la hermana enferma? Ese seria mucho egoísmo, y no creo yo que se abrigue en el pecho de los leales cubanos; pero si así fuera, no habría más que aconsejarles la caridad, que es la virtud contra la envidia.
    ¿O es que no quieren ni oir el nombre de la libertad, ni oir hablar de derechos políticos? Pues en mala situación se encuentran, porque de un lado tienen á Santo Domingo, que es un vandalismo, y del otro los EstadosUnidos, de donde no pueden llegar más que voces de libertad.
    Pero si dentro de la misma isla tienen el foco revolucionario, y si por estar oyendo gritos de independencia diariamente, ellos no pierden su valor, ¿habían de oir ni siquiera una débil voz que se levantara en Puerto-Rico para decir viva la libertad? No llegaría á la isla de Cuba, no: los leales cubanos, insulares y peninsulares, que hoy defienden allí tan heróicamente la bandera de Castilla, recibirán con aplauso todo lo que acuerden las Cortes Constituyentes y el Gobierno, así como todo lo que mañana acuerde cualquier Gobierno que se constituya en la Península.
    No hay temor de que ellos decaigan de su gran patriotismo: allí se grita: ¡Viva España 1 pero esto significa ¡Viva el Gobierno español, la obediencia á la madre Pátria! porque este es el patriotismo. En Cuba no se grita ¡Viva Españal como se gritó el año 10 en Venezuela; y más luego en Méjico ¡Viva Fernando VIII: gritando ¡Viva Fernando VIII se desconocía la autoridad de la junta de Cádiz, y se separaban de la madre Pátria. Allí se grita: ¡Viva España! significando ¡Viva el Gobierno de la Metrópoli, el Gobierno español, á quien todos obedecemos: Esa es la lealtad, ese es el patriotismo. De manera, que
    sea cual fuere la resolución de las Cortes Constituyentes y del Gobierno, los leales cubanos insulares y peninsulares absolutamente nada tendrán que sentir en la isla de Cuba.
    Pero se dice: seria un desaire á hombrea que hacen tantos sacrificios, el no prestar oídos á su exposición. Cada cual, señores, tiene derecho á pedir ante los tribunales de justicia, gato el Gobierno y ante las Cortes lo que crea justo, necesario y conveniente. Pero por elevada que sea la gerarquía del que lo pida, ¿han de atender á ello el tribunal, el Gobierno y las Córtes Constituyentes? Pues si creen que no es justo, ni conveniente, ni aceptable, lo desatenderán, porque de otro modo no podría haber tribunales, Gobierno, ni Córtes Constituyentes.
    Esa exposición es como otras tantas que estoy viendo presentar todos los dias, pidiendo, por ejempio, que se nombre Rey al Duque de la Victoria, que se proclame la república unitaria ó la federal, etc., etc. Esto se oye, se lee, se atiende; pero si no es justo, si no es conveniente, no se ofende á los que presentan las expo siciones con no concederles lo que piden.
    Hay más, señores: ¿cuándo ha venido esa exposición de la isla de Cuba? Como dije al principio, trae la fecha de 5 de Enero; es decir, cuando llegó allí el correo que salió de aquí el 15 de Diciembre, que era cuando ya estábamos ocupándonos en el proyecto de Constitución.
    Da manera, que de aquí iría la excitación , naturalmente, para que viniera la representación, porque en el mismo mes de Diciembre se anunció aquí en diversos periódicos qu<> vendría la exposición de loe cubanos, cuando no estaba hecha ni menos estaba firmada. Y, señores, ¿puede decirse que esta exposición sea efectivamente la voluntad de todos los buenos españoles de la isla de Cuba? Así se supone; pero hace pocos dias he visto presentar un proyecto de ley para conceder una pensión á los hijos de Castañon, cuyos méritos, españolismo y lealtad se han ponderado considerando á Castañon como defensor acérrimo de España.
    Pues bien, aquí tengo la protesta de ese periódico, La Voz de Cuba, que dirigía Castañon, donde se protesta contra esa exposición, y dice que esa no es la voluntad de todos los españoles; y concluye observando que hay una contradicción en los señores que firman esa exposición, al usar del derecho de petición, que es un derecho político, á la vez que repugnan todos los derechos políticos. Esto lo dice el diario de Castañon, no son los diarios de los fi^ libusteros; es el diario de un hombre á cuyos hijos se les va á señalar una pensión por las Córtes Constituyentes, á cuyos hijos se les va á dar una gran suma de dinero en Cuba y Puerto-Rico en premio de los grandes servicios que su padre prestó á la causa de España.
    Pues esto significa para mí más que la exposición de las 13.000 firmas.
    Pero se dice: si Puerto-Rico ha estado por tantos años bajo el régimen que hoy tiene, ¿qué inconveniente hay en que siga por unos cuantos años más, mientras la isla de Cuba se pacifica?
    Es muy fácil, señores, aconsejar esa calma, esa prudencia, esa espera. Pero ¿sabéis cuál es el régimen político hoy en la isla do Puerto-Rico? Pues no es más que la autorización dada al gobernador superior civil, capitán general, por Real orden de 28 de mayo de 1825, en que se le faculta para extrañar de la isla á cualquier persona que infunda sospecha por su conducta pública ó privada. El capitán general Latorre recibió esa Real órden el año 25. Ni hizo uso de ella ni se acordaría de ella; otros muchos han hecho lo mismo. Capitanes generales dignísimos ha habido allí. ¿Cómo no he de recordar jo al Conde de Miraflor, al general Norzagaray, á Méndez Vigo, Cotoner, Pavía, al general Prim, que pasó fugazmente por Puerto-Rico? ¿Se acordaron de esa Real órden? ¿Hicieron uso de ella? No; pero otros lo han hecho, y han hecho mal uso, muy mal uso. Qué, ¿no hemos visto venir á la Península á hombres autorizadísimos, ricos propietarios? ¿Por qué? Por no haber asistido á una junta á que les citó el intendente. Y á uno de ellos se le ha cogido en dia de fiesta y se le ha traído á la capital de una quinta, donde se distraía; y se le ha metido en el moro y se le ha impuesto una multa de 500 pesos. Pues no era filibustero, que era español, y buen español, rico, prior del Tribunal de Comercio. Y en vano fueron sus reclamaciones: el principio de autoridad tenia que dejarse bien sentado. Por esta razón tenemos que rogar constantemente que el que vaya allí sea un hombre de luces y que' no sufra un dolor de cabeza, pues si se levanta de mal humor, puede hacer uso de esas facultades extraordinarias.
    Pues qué, ¿no hemos visto que un hombre eminentemente liberal que ha llegado allí proclamando esos principios, después de sufrir un ataque cerebral, de cuyas resultas se decía no había quedado bien en sus facultades intelectuales, comenzar las persecuciones y mandar dar azotes, sin formación de causa, sin oir ni en juicio verbal á hombres libres, á artesanos, sobrecogiéndose la isla y estremeciéndose todo el mundo? ¿Es este sistema político?
    Pero lo raro es esto; esto es lo grave. Enel año 25 se dió esta Real órden, y el Conssjo de Indias le decia al Rey Fernando VII que no concediera esas facultades omnímodas á los capitanes generales; que era menester dejar la libertad á los tribunales de justicia; que estas facultades traían la perturbación, las arbitrariedades, y que se habían estas ejercido recientemente en Venezuela, que ya estaba perdida para España. Esto decia el Consejo de Indias al Rey absoluto D. Fernando VII, y sin embargo, las facultades se dieron. ¿Y existen, señores, después que desde el año 36 tenemos libertad en la Península más ó menos? ¿Y existen esas facultades, á que se oponia el Consejo de Indias el año 25, después de la revolución de Setiembre? ¿Es esto lógico? Pues no solo existen, sino que ae han ratificado; y. digo que se han ratificado, porque al disponerse las elecciones de Diputados en Puerto-Rico se suspendieron los efectos de esa Real órden únicamente durante el período electoral.
    ¿Y esto hace un Gobierno revolucionario? ¿Y con esto puede decírsenos: «vivís tranquilos, tenéis seguridad personal y en los intereses?» No; allí no hay tranquilidad posible; todo depende del capricho ó del mal humor ó de un chisme de un malqueriente. ¿Y á esto se nos dice: seguid gozando de ese bienestar que estáis disfrutando hace tanto tiempo? Que haya allí personas que quieren ese sistema, ¿quién lo duda? ¿En qué país del mundo faltan hombres que no tienen desarrollado más órgano que el de la adquisibilidad? Al que no trata más que de hacer su negocio, de adquirir una fortuna para poder gozarla en otra parte, á ese no le importan derechos políticos ni Impolíticos; pero á los que allí viven, á los que tienen allí su familia, á los que tienen sus hijos, á los que piensan que esa familia radique en el país, ¿cómo no les ha de importar, señores, tener instrucción, tener libertad, tener seguridad personal, tener derechos de ciudadano? ¿Cómo ha de conformarse con no ser nada, con no ser hombre? En la isla de Puerto-Rico habrá esos hombres, como los habrá en la isla de Cuba. Pues qué, ¿no lo ha dicho terminantemente en el Senado el Sr. Duque de la Torre, boy Regente del Reino? Pues muy claro lo manifestó. Dijo el
    señor general Serrano: «Me precio de hombre leal y verídico, y diré que cuando he querido sondear en este punto la opinión de Cuba, he hallado que todos los que ee dedican al tráfico negrero son opuestos á estas como á otras reformas: que muchos peninsulares quieren el stalu qw, y algunos hijos del país no quieren que haya Diputados. ¿Pero quiere decir esto que la mayoría piensa así? Pues yo digo que no.»
    Esto dice el Sr. Duque de la Torre. Le felicitaron por ello las principales personas de la isla de Cuba, más de 20.000 firmas, y entre ellas las de importantísimos sugetos, como el Conde de Cañonge, el Conde de Santorenia, Marqués de Duquesne, Conde de Casa-Bajona, los Ofarrill y Ofarrill, Sambrana, Pozos Dulces, etc., etc.
    ¿Y qué dicen estos representantes de aquel país al Duque de la Torre? Le dicen: «¿Cómo habían de consentir los que medran con el monopolio d se enriquecen traficando con la honra de la Nación en que Cuba obtuviera la reforma política á que aspira por derecho y por conveniencia general, si ella ha do producir por primer resultado la abolición de injustos privilegios y el fin de tamañas arbitrariedades? La reforma política que debe acompañar, si no preceder y sancionar las de otro género qua V. E. ha expecificado, se hace hoy más que nunca necesaria.»
    Y concluyen diciendo: «Injustas prevenciones, quiméricos temores, y muy particularmente esos intereses privilegiados y bastardos de que antes hablamos, han mantenido en pié la obra que pudiera conducir á una separación moral entre hermanos... Tiempo es ya que España pruebe que su propósito es gobernar con el blando cetro de! amor y de los mutuos intereses, rechazando como indigno de su cultura y civilización el régimen de exclusión y desconfianza que solo agravios y descontentos siembra entre los miembros de una misma familia.»
    jicotea dio el Víctor.
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    Antonio Aparisi

  5. #25
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Pues esto, señores, dicen los que verdaderamente son representantes de la isla de Cuba. Y lo dijeron entonces que estaba tranquila la isla de Cuba; y lo decimos nosotros porque está tranquila la isla de Puerto-Rico. Nosotros no pedimos para Cuba la libertad, ni nada pedimos para Cuba: nosotros establecemos una línea divisoria entre Puerto-Rico y Cuba.
    El dia que Cuba se pacifique, el dia que puedan venir aquí sus Diputados y exponer sus necesidades, ese díase legislará para Cuba. Y si quieren y les conviene seguir es el ilatu qv.o, que sigan; á Puerto-Rico no le dañará ea suerte de la isla de Cuba, como no le dañará que se niaatenga en ese sistema absoluto de gobierno; ni le dañaría si mañana se hiciera independiente, como no le ha dañado Santo Domingo, como no le ha dañado Venezuela y todo el continente americano.
    ¿Pero podría apoyarse el voto particular del Sr. Homero Robledo que es la cuestión de que se trata en esa exposición de los cubanos? No; el Sr. Romero Robledo pide que se aplace la discusión de la Constitución de Puerto-Rico hasta que vengan los Diputados de la isla de Cuba, excitando al Gobierno para que inmediatamente se proceda á las elecciones. ¿Y qué piden los peticionarios de la isla de Cuba?
    Piden que el proyecto de Constitución para PuertoRico quede archivado; porque si bien dicen en uno de I* párrafos que es una espera de poco tiempo, luego se añade al finalizar la exposición:
    «Pedimos además al Congreso se sirva al mismo tiempo tener en cuenta la crisis por que atraviesa esta isla, 1 que medite sobre la conveniencia en esperar á traer aquí esas instituciones y esas libertades, no solo á que lemitl la sublevación armada que nos aflige, tino & que se restablezca el órden moral, tan quebrantado, ati por las predicaciones que precedieron á la lucha, como por los esfuerzos y estragos de la contienda. No basta, no, arrancar las armas de manos de los que combaten contra nuestra nacionalidad; precisa también arrancsr toda esperanza á los jefes, toda ilusión á sus secuaces. Es preciso, es indispensable, ganar los corazones, tranquilizar los ánimos, dar vigor á los débiles, calmar á los fuertes, volver la confianza á los tímidos, arrancar rencor y ódios de los pechos lastimados, socorrer miserias, aunar corazones y voluntades, hacer, en fin, olvidar á vencedores y á vencilos sus divisiones, para que en todos una sincera reconciliación borre hasta las huellas de la lucha parricida que nos destroza.»
    ¿Cuándo, señores, vamos á gozar de estas delicias? [Risas.) ¿Ha de esperar Puerto-Rico á que esto se realice en la isla de Cuba para recibir sus reformas políticas?
    Pues yo dejo á la consideración de la Cámara si en esta situación en que se encuentra la isla de Cuba, según los que representan, pueden hacerse las elecciones y venir esos Diputados que pide el Sr. Romero Robledo en su voto particular, y yo creo francamente que sería más perturbador para la isla de Cuba que se abrieran los colegios electorales, que se diera libertad á la prensa para tratar de estos asuntos, y que se concediera el derecho de reunión, y que se pusiera en movimiento toda la masa de la población para ir á las urnas, que el que se diera uüa Constitución para Puerto-Rico y solo para Puerto-Rico. Yo no digo que no vengan los Diputados por Cuba. ¡Ojalá vinieran mañanal Nunca me opondré á ello. Cuando el Gobierno lo determine, fundamento teodrá para creer que allí no se alterará el órden. Pero tampoco le aconsejaré que lo haga hoy, y mucho menos viendo esas exposiciones. Porque si se teme solo porque se hable de una Constitución para Puerto-Rico, ¿qué sucedería si se acordara hacer unas elecciones en Cuba cuando I03 ánimos están todos exaltados? Y hé ahí cómo la exposición no puede servir de apoyo al voto particular del Sr. Romero Robledo, y cómo el voto particular está más en oposición con los peticionarios que lo está el proyecto de Constitución de Puerto-Rico y solo para Puerto-Rico.
    Y concluyo, señores, porque he abusado demasiado de la benevolencia de la Cámara (Muchos Sres. Diputados: No, no), y porque también me siento algo fatigado. Solo recomendaré á la consideración de la Asamblea que ya en el año 37, después de recibidas y aprobadas las actas de los Diputados de Puerto-Rico, no por Puerto-Rico, sino por la isla de Cuba, aquellos Diputados no tomaron asiento en el Congreso. Porque á buen seguro que el gobernador capitán general de Puerto-Rico al enviar á los Diputados hubiera dicho una sola palabra de que' corría aquella isla algún peligro.
    Pero teniendo en cuenta la situación que entonces atravesaba la isla de Cuba, cuando acababan de ocurrir tantas y tantas desgracias, y cuando se perseguía de un modo tan terrible por las circunstancias del país á todo el que era liberal, pudiera decirse que habría temores de que se perdiera Cuba si sus Diputados tomaban asiento en el Congreso. El hecho es que después de aprobadas las actas de aquellos Diputados, no se sentaron en la Cámara.
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    Antonio Aparisi

  6. #26
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Puerto-Rico sufrió entonces esa desgracia por venir unido á Cuba: sufriendo esa desgracia hemos permanecido hasta después de la revolución de Setiembre: todo ha sido promesas y nada más que promesas. Y, señores, después de venir ahora á este OoDgreso á representar aquel país; después de venir en la confianza de lo prescrito en el art. 108 de la Constitución, de que cuando
    tomáramos asiento en el Congreso se trataría de la Constitución política de la isla do Puerto-Rico, y después de presentadas las reformas políticas, y antes de discutirse (que no entro en el fondo del proyecto ahora; será bueno ó no lo será: esta no es la cuestión del momento); después de presentado el proyecto á la discusión, ¿habia de decir la Cámara: pues no se discute, pues no se cumple con el art. 108 de la Constitución; los Diputados de Puerto-Rico, que hau venido en esa confianza y con ese derecho, tienen que volverse á su país peor que vinieron, y digo peor, porque volveríamos sin esperanza? ¿No seria un hecho más grave, mucho más grave que el del año 1837? Entonces siquiera no se les dió asiento; entonces se dijo: «deben regirse esos dominios por leyes especiales,» y se nombraron comisiones, y fué hasta una comisión regia á la isla de Puerto-Rico para estudiar sus necesidades, para formar el Código especial.
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    Antonio Aparisi

  7. #27
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Se pone en boca del Sr. Arguelles la opinión de que los Diputados que vinieron aquí el año 12 venían enmascarados; es decir, que o venían de buena fé, que venían á trabajar por la independencia de su país haciendo protestas de españolismo y pidiendo reformas. No creo que se aluda á la representación de Puerto Rico, que viene aquí á pedir reformas; si así fuera, lo rechazaría con toda la dignidad de mi carácter, no solo por mí, silo por toda la isla. ¿Quienes son allí los que piden reformas? ¿Es solo la representación? No, es la isla entera; y allí no hay separatistas; habrá individualidades. ¿Dónde no las hay? ¿Dónde falta un ladrón y un asesino? Y porque se cometa un crimen horroroso en un país, ¿puede decirse que todo el país es ladrón, es asesino? Puerto-Rico es leal y fiel, lo ha sido siempre; en épocas de la mayor turbulencia ha resistido á las invitaciones de todo el continente; ha resistido hoy la propaganda que le viene de Cuba y de los Estados-Unidos. Está convencido de que no puede ser nada sin España, porque Puerto-Rico no puede constituir una nacionalidad, porque es pequeño, porque no tiene recursos, porque necesita el auxilio, necesita la ayuda de otros. Y ¿de dónde le puede venir esa ayuda? ¿De las repúblicas vecinas, que están todas en un completo desorden? No le puede venir sino de sus hermanos los españoles, porque españoles son los que allí viven.
    A Puerto-Rico, en las circunstancias en que nos encontramos , no le pueden perturbar las libertades bien entendidas: allí no pueden causar daño: á Puerto-Rico no le puede perturbar el que haya seguridad personal y el que se garantice la propiedad. Y aun esos mismos señores que ha citado el Sr. Romero, aun esos mismos que se oponen á que se lleve la Constitución á Puerto-Rico porque creen que puede influir en su suerte, aun esos mismos, no pueden menos de tener ciertas ideas respecto de la adminis
    tración de aquella isla. Yo pregunto á esos señorea s quieren municipios y Diputaciones, y me dicen que si; j veo además que quieren que los municipios y que quieren que las Diputaciones provinciales tengan facultades omnímodas y formen los presupuestos generales y provinciales. Es decir que son más radicales que yo en ese punto, ¿A. qué, pues, pueden oponerse? ¿Se pueden querer municipios y Diputaciones provinciales sin una Constitución j sin electores? De ninguna manera. ~¿Se pueden querer facultades omnímodas para los capitanes generales? No, porque algunos han sido víctimas de ellas. Pues entonces, si esos mismos señores quieren todas esas reformas, ¿s qué es á lo que se oponen? ¿A que no se haga la Constitución para Puerto-Rico mientras no venga Cuba? Tengo probsdo que nada puede influir la representación de Cuba en lo que convenga á Puerto-Rico, á menos que se pretenda qu Puerto-Rico ha de estar sujeto á lo que quiera Cuba.
    Tampoco creo que este sea el pensamiento de los cubanos, y mucho menos en las Córtes Conssitujentee. Puerto-Rico obtendrá lo que le convenga, y Cuba alcanzará también lo que le sea favorable.
    Concluyo, pues, rogando á la Asamblea se sirva desechar el voto particular del Sr. Romero Robledo. (Bitt, bien.)
    El Sr. VICEPRESIDENTE (Montesino): Se suspendí esta discusión.
    El Sr. VICEPRESIDENTE (Montesino): Orden del dj para el sábado: peticiones.
    Discusión del dictámen sobre el proyecto de Constitución de Puerto-Rico.
    jicotea dio el Víctor.
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    Antonio Aparisi

  8. #28
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    No es la primera vez que pienso, que hubiera sido mejor que Cuba hubiera seguido igual que Puerto Rico. Eso significaría, que nunca hubiéramos tenido que soportar a la dinastía castrista. Otra posibilidad hubiera sido, que el barco en el que emigró Ángel Castro, se hubiese hundido y jamás hubiera llegado a la isla. De acuerdo, mucha gente hubiese muerto, pero siempre hubiesen sido menos, que los cubanos que asesinaron y el enorme éxodo de niños sin padres y adultos, por desesperación.

  9. #29
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Cita Iniciado por jicotea Ver mensaje
    No es la primera vez que pienso, que hubiera sido mejor que Cuba hubiera seguido igual que Puerto Rico. Eso significaría, que nunca hubiéramos tenido que soportar a la dinastía castrista. Otra posibilidad hubiera sido, que el barco en el que emigró Ángel Castro, se hubiese hundido y jamás hubiera llegado a la isla. De acuerdo, mucha gente hubiese muerto, pero siempre hubiesen sido menos, que los cubanos que asesinaron y el enorme éxodo de niños sin padres y adultos, por desesperación.

    Estimada amiga Jicotea:


    Si Cuba hubiese seguido unida con Puerto Rico nada de esto nos hubiese pasado. Por eso era que los españoles decían que Puerto Rico y Cuba debían seguir unidos. Los que nos separaron a nosotros fueron los supuestos patriotas. Yo le pregunté a mi abuela de 85 años porque se decía que Cuba y Puerto Rico eran de un pájaro las dos alas y ella me dijo que era porque Puerto Rico y Cuba estaban unidos políticamente. Luego me dijo que los patriotas cubanos nos habían separado. La historia cubano-boricua actual esta llena de mentiras. Se les dice a los cubanos que Martí es el padre de Cuba, que el luchó por la independencia de Cuba, la realidad es que el cubano luchaba por la independencia de Cuba y Puerto Rico, quería establecer una república con las dos islas.


    Nosotros no necesitábamos de ningunos libertadores ni mambises para establecer una república en Puerto Rico y Cuba, estábamos bien como estábamos. Pero claro los independentistas cubanos querían su propia finca para gobernar y muchos aristócratas boricuas vieron en la independencia una posibilidad para librarse del "yugo habanero". Porque como España se resignaba a desligar Puerto Rico de Cuba la única opción sería la independencia. Lo que querían era la independencia de Cuba mediante la separación con España, la cual se obtuvo gracias al secesionismo cubano-boricua y al expansionismo estadounidense.


    Con la independencia de Cuba se rompió esa unidad. Lo mismo que sucedió con la masónica Gran Colombia, las Provincias del Plata, etc. La llamada independencia nos trajo desolación, creación de veinte mil republiquetas artificiales y un montón de guerras fratricidas. El caso de Cuba y Puerto Rico es uno de los mejores ejemplos de todos los males que la llamada independencia trajo a América. Lo mejor que nos hubiese pasado es haber seguido con España. Cuba y Puerto Rico se hubiesen mantenido unidas. Hubiésemos sido una provincia rica. Hubiésemos sido una provincia próspera, se hubiese evitado la guerra civil pues la pérdida del Ultramar Español afectó a la orgullosa Madre Patria.


    !Que madre no llora con la pérdida de un hijo!


    Es sorprendente ver lo unida que estaba España. Era todo un cuerpo unificado. Cuando un cuerpo pierde una parte este no puede funcionar bien. Si el cuerpo pierde todas sus partes no puede funcionar, y por lo tanto, se muere. Con cada pedazo de tierra que perdía España más se desmembraba. Se perdió en el siglo XVII al Franco Condado, Portugal, la Cataluña Norte y otros territorios más. Estas pérdidas hirieron a España. Luego para empezar el siglo XVIII España pierde el Peñón, los Países Bajos Españoles y Menorca por algún tiempo. Golpe fuerte para la Madre Patria. Pasa el siglo XVIII y empieza el XIX se pierde casi todo el imperio, algo devastador para la Madre España. Las Dos Sicilias seguirán unidas a España mediante la misma familia real pero se acabarían de perder con la Reunificación Italiana. Al transcurrir el año 1898, España era un país que languidecía. Estados Unidos le hizo la guerra a un país que estaba destruido y empobrecido por todas las pérdidas territoriales que había sufrido. Al perderse el Ultramar Español, el ánimo de la Madre Patria se destruyó y esos fueron los motivos para las Guerras Civiles. El África se terminó de perder en 1975, pérdida que aún los españoles sienten. Por eso quizás es que en España hay tanta crisis, probablemente esta crisis se debe a que el ánimo de la Nación se encuentra roto debido a tanta pérdida territorial. Sólo espero que este gobierno que rige en España no sea tan gilipollas y no tome la osadía de entregar Ceuta, Melilla y las Canarias a Marruecos, eso sería el acabóse, y por consiguiente: LA DESTRUCCIÓN TOTAL DE ESPAÑA.


    Por mi parte lo que te puedo decir es que en Puerto Rico a los cubanos los queremos muchísimo, los consideramos nuestros hermanos. Se le considera la otra ala del Pájaro.


    P.D: puedes comentar por aquí, si así lo deseas, sobre tu experiencia, estaría muy encantado en leerla.


    Un abrazo.
    Última edición por Michael; 09/04/2013 a las 07:59
    jicotea dio el Víctor.
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    Antonio Aparisi

  10. #30
    jicotea está desconectado Miembro graduado
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Cita Iniciado por Michael Ver mensaje
    Pero á Cuba no le puede intranquiliziri; que se haga para Puerto-Rico, porque tiene dentro de si misma la mayor de las intranquilidades. ¿Dónde está ea identidad para que se diga que lo que hoy se hace pin Puerto-Rico mañana tiene que hacerse, precisa é indispensablemente , para la isla de Cuba? ¿ Dónde está ess identidad para decir que necesitamos de los Dipútalos cubanos, lo cual para nosotros sería honrosísimo, y n» causaría gran alegría, porque eso, sobre todo, significara que la isla de Cuba estaba tranquila? Pero no necesitamos de esa ayuda, no necesitamos de ese concurso pan constituir á Puerto-Rico, que es enteramente distinto o: Cuba.
    Pero se dirá: «ya han venido representaciones de la isla deCuba; se han presentado exposiciones, unade86 1 0.000 firmas, y otra hoy de 3.000 más, en las cuales se pide e: aplazamiento de la discusión de la Constitución de PuertoRico.» Yo no me ocuparé, señores, del fondo de estas representaciones. Si se limitaran á pedir que en Coba no si haga ninguna reforma, estaríamos conformes; pero pai: que no se haga en Puerto-Rico lo que á Puerto-Rico convenga, no es de derecho en los cubanos; porque nosotros Diputados de la Na;ion, que pudiéramos resolver las cuestión! s de la isla de Cuba, nos abstenemos de tocare* cuestiones; respetamos el estado en que se halla la isla: queremos que vengan sus representantes para oir tua necesidades; y si tenemos nosotros esta prudencia y esta eosdescendencia con la isla de Cuba, me parece que la isii de Cuba no debía mezclarse en las cuestiones de PuertoRico.
    Dice la exposición que los Diputados de Puerto-B:« sabrán lo que conviene á la isla de Puerto-Rico. Es verdad; y pues que ellos son los que lo saben ó los que debes saberlo, déjenles á ello3 esa independencia, que has'* ahora no han pedido consejo, ni los cubanos están pan darlos, porque cuando domina la pasión, la razón cali»; y la isla de Cuba es todo pasión, ya de un bando, ya de otro. En este estado no hay razón.
    Pero se dice, y es en lo que más ha fundado su discurso el Sr. Romero Robledo: «los firmantes de estas esposiciones, los que solicitan que en la isla de Puerto-Biw no se hagan alteraciones políticas hasta que vengan Incúbanos, son los que estáu con las armas en la mano, Sm los que están derramando su sangre, son los qüe esW haciendo sacrificios inmensos por conservar ilesa la bandera deOastilla, la unión con la madre Pátria.» ¿Quiéop3' diera dudarlo? ¿Quién pudiera dudar que cada soldado fe un héroe? Pero acaso, porque hagan esos sacrificios de sangre y de dinero, ¿han de ser arbitros para impaMf iC que corresponde á la otra Antilla? ¿Se nos ha presentad algún argumento que demuestre que por dar un» Con-
    titucion i Puerto-Rico peligra la integridad nacional en Criba? ¿Por quién va á peligrar? Dos bandos hay en Cuba: uno el de los insurrectos; otro el de los leales: dada la Constitución para Puerto-Rico, sea cual fuere, ¿animará ó desanimará á los insurrectos? Yo creo que ni una ni otra cosa: ellos no quieren reformas, ellos quieren la independa absoluta; por consiguiente, no es de beneficio para ellos el que se den libertados á Puerto Rico.
    Algún daño podría hacerles, porque ellos sostienen en todos sus periódicos que España no cumplirá con sus promesas, que todo es una mentira; y cuando vieran que efectivamente á Puerto-Rico se le había dado una Constitución acomodada á las necesidades del país, se convencerían de que España cumple sus votos, de que ha llegado el día en que es una realidad lo que se ofrece, y de que si desde el año 37 estamos aguardando reformas y leyes especiales, llegó la revolución de 1868 para hacer ver que era una verdad lo que se ofrecía.
    Muchas gracias por contestarme. En este momento, me daba igual depender de España, USA u otro no comunista, peor que ahora es imposible. Hay muchos cubanos allí. Yo tengo familia que ya ha nacido en ese país.
    Yo sólo tengo nueve personas enterradas allí, pero no vuelvo hasta que cambie. Fui una vez, para ver a dos tías antes de morir y los primeros cuatro días me escondía para llorar y que nadie me viera. Sólo me pilló la camarera del hotel y me dijo que por qué lloraba. Cómo yo distingo muy bien con quién se puede hablar y con quién no, le dije que "por Cuba y por los cubanos". Los muuuy......, me quisieron poner un guía turístico para ver las tumbas de mis padres, abuelos y demás familia, con los que por su culpa no pude crecer, no vi morir, no les dije cuanto los quería. Me enfadé con Dios, la Virgen de la Caridad y a San Fernando III el Santo le he recriminado lo mal que se ha portado con sus descendientes. Les armé una en pleno cementerio, que al final fui sin ella y hasta squé fotos. Lo que les dije fue a los milicianos que había recorrido más de 10,000 km. y que a mí me sacaran. Total a los muertos nada peor les podían hacer. Ellos no sabían buscar las tumbas y lo que querían eran era que hiciera un recorrido por por allí. No dejaban salir por la puerta lateral, que daba al cementerio de los chinos y menos aún entrar. Ese año se cumplían 35 años de mi salida hacia Miami...Este año ya van a hacer 51 y todo sigue igual o peor.
    Es increíble, que llevara ropa, medcinas, dinero para dejar y a pesar de saber como estaba aquello, empecé a gastar menos, para dejar más. El problema era, que si sacábamos dinero de un cajero y teníamos la mala suerte de que saliera algún billete falso ¿qué pasaría entonces? No quiero ni imaginarlo... A todo esto, iba con mi marido y dos hijos menores, que viajaban incluidos dentro del pasaporte de su padre, por si acaso, en el mío no. A mis hijos y a mi esposo, les cobraran menos por el visado o visa, a mí como si fuera cubana, más del triple., a pesar de viajar con pasaporte español, nacionalidad obtenida por mí tras 10 años de residencia(24 años). Estoy muy orgullosa, porque nadie puede decir que mi matrimonio fue por nada raro, a pesar de que aún hay gente tan lista que pregunta: ¿conociste a tu marido en Cuba? Si salí con once años y no tengo acento cubano, que creen... Siguiendo con el visado, ¡lo que me costó convencerlos de que no tenía ni quería el pasaporte cubano...! Por una agencia de viajes me habían denegado el visado ya, luego me lo callé y busqué otra. Tuve qu ir yo personalmente al consulado, aunque les contara mi historia muy delicadamente y sin nombrar nada de política, y decirme que sí, cuando llegó la hora de la verdad, casi me la niegan nuevamente. Lo que hizo fuerza fue, que si yo no iba, mi marido y mis hijos tampoco.
    Elegí ese año porque iba a ir el Papa en octubre y parecía más mansa la fiera... En el aeropuerto, a la hora de la salida, yo no figuraba en la lista de embarque... Venga a solucionar el problema... Al llegar a La Habana, menuda bronca me gané por no respetar un raya, que estaba en el suelo y ponía: No pisar... Me trataron genial, cuando empecé a repatir comida a todos. Sabía que me la iban a quitar, entonces como llevaba mucha a propósito, dije: ¿Puedo repartirla? Santo remedio, me cubrieron el papel de entrada ellos mismos..., yo sólo firmé. Por fin me contestaron en dónde estaban las personas cubanas que iban a esperar a sus familiares. Hasta me llevaron. No sé como reconocí a mí tía, pero lo hice. Me abracé a ella y le dije, en voz alta: "¡qué nos han hecho!".
    Sobra decir, que durante mi estancia, hice lo que me dió la gana. No pagué los taxis del hotel, cogí un coche de un cubano, hijo de un comunista, pero que era anticastrista convencido. Así, que en la cueva del indio en Pinar del Río, nuestra conversación era digna de dos gusanos, como nos llamarían allá. Mi marido ponía una cara tremenda, yo le decía que no era comunista porque le veía el alma en su cara.
    Lo del Che, fue único. Cuando ya nos veníamos, fuimos a comprar algo en el hotel. Una mujer muy pesada ella, no paraba decirme y enseñarme las camisetas del Che. Cuando dijo, que todos las llevaban y gustaban mucho, vi una salida perfecta y ambigua a la vez, le contesté: "pero a mí no". Fui tan seca y rotunda, que no volvió a decir nada...
    Estaba prohibida la entrada de familiares al hotel... Lo sabía, pero como no lo pregunté y mi trato con los empleados, fue muy cordial, porque no vi a ningún comunista, salvo cuando hubo un atentado en el hotel Capri, metí a mi tía, a una señora amiga de ella y las nietas de la amiga, se bañaron en la piscina... Sara Montiel no fue capaz de meter a su novio...
    Me olvidaba de algo muy simpático. En el consulado me avisaron, que tenía que ir a una comisaría ese lunes. Llegué al sitio y se habían cambiado, después de muchas vueltas, lo encontramos. Eso fue surrealista, era para preguntarme si quería quedarme a vivir allí, la cosa tenía gracia. Les espondí que no, pero me salió un "NOOOO", tan exagerado y de dentro, que el propio miliciano se hecho a reir como diciendo, que no le extrañaba... No me moví por la isla sin mi marido y mis hijos, ellos fueron mis escoltas.
    Más rollos, Fidel tiene una residencia o un reparto completo para él frente a Jaimanitas, en La Habana. Mi contacto de padre comunista, me lo comunicó y me enseñó el sitio desde la carretera. Quise sacar fotos, sin que me vieran puesto que estaban prohibidas, pero era cierto se velaban. Eso sí saqué desde el acuario las de la embajada rusa, que tampoco se podían sacar. Las quería para decir: Mientras el pueblo se muere de hambre, los rusos se gastan el dinero en estos edificios". Que gusto me dí.
    Fidel iba en coche todos los días, desde frente a Jamanitas, hasta la plaza José Martí. Los de las cabinas se avisaban unos a otros. Paraban el tránsito, mandaban apagar los coches, bloquear el volante, poner las manos encima al conductor y apoyar la cabeza sobre los brazos y volante... Cuando terminaba de pasar, se podía uno marchar. Mi informante, el hijo de padre del partido nos avisó y evitábamos todo ese trayecto...
    Otro jaleo en la Plaza José Martí. Llegamos allí y bajamos a ver la estatua. Qué susto pasamos, nos aparece un coche de policías pitando, porque no se podía uno acercar en coche. Enfrente era dónde debía estar Fidel en ese momento... Total saqué fotos y la vimos caminando. Ellos decían la Plaza de la Revolución y yo respondía "la Plaza José Martí", lode la revolución no me acababa de ir...
    Varadero: No me quise bañar en la parte de turístas, al contrario, fui a la de cubanos. El chófer, se quedó vigilando las cosas porque robaban todo.
    Guamá, llevé a mi hija a ver a su india. Al comer allí, un gato nos subió a la mesa y sabíamos que la mayor parte de los animales tenían tiña. Pedimos que lo sacaran, no comprendían el por qué.
    El baño: nos cobraron por el papel higiénico, a pesar de racionarlo. Desde entonces, llevábamos el nuestro propio en mi bolso. Lo sentía mucho, pero no iba a pasar privaciones.
    Bahía de Cochinos y playa Girón: llevé a todos hasta allí para que vieran el desastre de desembarco y rezarle a los cubanos, que murieran allí.
    El día del regreso: no figurábamos ninguno en la lista de embarque, a pesar de haber llamado a dónde nos dijeran. Me enfadé un poco y empecé a buscar por allí. Por suerte, después de hacerme la loca e insistir muchísimo s un miliciano, debí atravesar esa coraza, que quieren aparentar tener y me ayudó.
    No paré de besar a mi tía, hasta en la fila de embarque. Sabía que no la iba a volver a ver. Fue muy duro...
    Luego pitó algo de metal, nada menos, que en lamaleta de mi hija de 12 años. Llamaron en voz alta por ella, yo sin preguntar entré con ella. Me explicaron lo que pasaba, y yo muy dispuesta, como sabía que no llevaba nada raro, cogí la maleta y empecé a abrirla con tanta soltura y desparpajo, que se miraron y me dijeron: ciérrela y pase. Bajamos junto a mi marido e hijo, allí una mujer con una lista en la mano, me preguntó si habíamos solucionado lo de la niña. Dije que sí en plan cortseco y cortante y seguimos camino del avión. ¡Qué alivio! No vuelvo ni aunque me ponagan una pistola delante, porque soy capaz de desarmar a cualquiera...

    PD: Me olvidé de los atentados. Hubo un incendió el el Capri. Mis tías y sus amigas estaban, confabulando y deseaban, que vernos fuera por el meido que tenían.
    Ellos enviaron a guardias disfrazados de turístas a los otros hoteles. Mi hija de 12 años se puso a observar, pues descubrió que unos que estaban encma de nuestro bungalow eran espías infiltrados. Cuando me lo dijo, yo me puse en acción. Pues sí, era cierto, pasaban de un lado para otro con el mismo traje de la tintorería en la mano. Nos lo confirmó otra cubana del hotel, con la que hablaba de los indios taínos y la evolución de sus nombres...

    Otro día sigo con mis recuerdos de mi infancia por capítulos. Me cuesta bastante hablar de ello. Incluso hubo una tiempo en el que quise borrar una parte de ellos, aislarme porque con ese recuerdo todos los días, era imposible vivir.
    Ya sé que hay un hilo de Cuba, pero como tú me has permitido escribirlos en el tuyo, prefiero aquí. He notado, que a muchos cubanos de ahora sólo les interesa lo de ellos, no piensan en lo que hemos sufrido los demás. Lo de los niños es para ellos algo anecdótico. Sólo lo utilizaron como propaganda, ese año que fue el Papa. Hicieron una especie de escultura con sillas, unos cordeles con unas perchas colgadas. En ellas, colgaron unas camisitas de niños pequeños. La frase que ponía era: "Los que pudieron ser y no fueron". Explicaban que éramos los pedro panes. Te recuerdo que va a ser muy dura, triste y larga. Sólo te adelanto, que nuestros padres corrieron peligro, que muchos estuvimos encerrados en casa más de un año como en una cárcel, sin ir al colegio, y para no llamar la atención, sólo salíamos de noche o en coche a casa de nuestros familiares, que no vivieran cerca de nosotros y cuando no había colegio. Imagínate lo que sigue.
    Muchísmas gracias por dejarme escribir en tu hilo, vas descubrir cosas horrorosas.
    Última edición por jicotea; 09/04/2013 a las 16:57

  11. #31
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Sólo espero que este gobierno que rige en España no sea tan gilipollas y no tome la osadía de entregar Ceuta, Melilla y las Canarias a Marruecos, eso sería el acabóse, y por consiguiente: LA DESTRUCCIÓN TOTAL DE ESPAÑA.

    Muchos españoles estamos temblando por lo mismo que comentas. Si llega a seguir el dichoso ZP, ya se las hubiese devuelto. Del PP tampoco me fío, son medios panolis. Mira, aquí todos los gobernantes son gilipollas completos. Sólo les interesa perpetuarse en el poder y cobrar o robar todo lo que puedan. Sobran unos 300 diputados y no los quitan. Alemania tiene ese número menso que nosotros y es mucho mayor territorio. Lo que han hecho es sólo simbólico para engañar a los votantes. Tampoco les interesa la gente que piensa porque esa les estorba. No es la primera vez que mi hijo me dice que debería crear un partido político. No va desencaminado, sería la única capaz de hacerle frente a los dos, y derrotarlos usando sus mismas argucias. No mentir, pero echarles en cara sus errores con pruebas. Vamos que con la verborrea, que se gastaba Fidel, ya tengo un modelo para atraer los votos de la izquierda, que es lo que está de moda. Como digo yo, si no pudieron conmigo cuando era una niña, ahora menos. Sólo hay que centrarla un poquito y luego hacer lo que es justo. También es necesario tomar medidas en Bruselas, porque nos toman el pelo entre los alemanes y los franceses. Enfocan la economía a su favor.
    Parte de lo que ha pasado aquí la tiene el euro. Cuando se cambió la moneda todo era más barato. La gente estaba acostumbrada a la peseta y a tener mucho dinero en la mano. Dejaron redondear y venga, ya no se usan para nada las monedas de 1 céntimo, desaparecieron. Lo mismo las de 5. Subió todo de una forma descomunal y eso bajó el poder adquisitivo. Si no hubiera estado en época de trabajar, lo ideal hubiera sido marcharse, cobrar el sueldo o el retiro, en otro país donde todo estuviera más barato e invertir. Ahora ya es tarde. Sólo si vendes las propiedades, y para eso es muy mala época.
    Lo único que provocan nuestros políticos, es asco y la monarquía también, no sale de una y se meten en otra. Pienso que de ésta no se libra de extinguirse. Yo sólo tengo miedo a que vamos a tener otra guerra por hastío de la gente. Se oyen muchas críticas, todos hablan sin reprimirse, se han perdido muchos valores, los jóvenes hacen lo que quieren, hay un paro tremendo y la gente tiene que comer. Se cuelan muchos inmigrantes que luego nadan pidiendo o durmiendo en las calles. La seguridad social, nos la han destruido por eso de papeles para todos y europeos que venían a operarse a aquí porque no se llo cubría el seguro en su país. Llegaron a poner anuncios de turísmo sanitario. Un país no da para tanta población extra. Es como si tu en tu casa mantienes 300 personas. Luego viene el tonto de turno y dice que es racismo... La cosa no se puede estirar de esa manera. Han destruido a la clase media, que era la que sostenía al país, porque consumía y pagaba impuestos(eso no lo hacen los ricos) y me incluyo o incluía en ella, mira si lo sé. Me gané la inclusión a pulso y con trabajo. Ahora todos estamos hasta el cuello y ellos siguen haciendo lo que quieren, sean del partido que sean son corruptos y atracadores.

    Canarias quiere ser independiente pero asociada a España. Un estulo a Puerto Rico, lo de Marruecos no les gusta a los Canarios. Quieren su independencia para sí poder tener las 3 millas de aguas territoriales, antes que Marruecos se les adelante, y les robe el eptróleo que hay allí. Eso entre otras cosas. Si forman parte de España como comunidad autónoma, no se les reconoce nada de aguas territoriales alrededor.
    Ahora añado, que hay otras comunidades, que quieren independizarse y ya tenemos un caos completo. Yo después de ver lo de Cuba, digo que mejor todos juntos o vendrá otro que nos conquiste.

    Saludos
    Última edición por jicotea; 09/04/2013 a las 17:51

  12. #32
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Michael: entra en castilla y León , en ACT Fernando II el Santo. Te va a interesar mucho y te vas a reir también.
    Lee lo del Che Guevara, el final, verás mi post. No te lo vas a creer.

  13. #33
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    Re: Cuba y Puerto Rico




    *Pero á Cuba no le puede intranquiliziri; que se haga para Puerto-Rico, porque tiene dentro de si misma la mayor de las intranquilidades. ¿Dónde está ea identidad para que se diga que lo que hoy se hace pin Puerto-Rico mañana tiene que hacerse, precisa é indispensablemente , para la isla de Cuba? ¿ Dónde está ess identidad para decir que necesitamos de los Dipútalos cubanos, lo cual para nosotros sería honrosísimo, y n» causaría gran alegría, porque eso, sobre todo, significara que la isla de Cuba estaba tranquila? Pero no necesitamos de esa ayuda, no necesitamos de ese concurso pan constituir á Puerto-Rico, que es enteramente distinto o: Cuba.*
    *Pero se dirá: «ya han venido representaciones de la isla deCuba; se han presentado exposiciones, unade86 1 0.000 firmas, y otra hoy de 3.000 más, en las cuales se pide e: aplazamiento de la discusión de la Constitución de PuertoRico.» Yo no me ocuparé, señores, del fondo de estas representaciones. Si se limitaran á pedir que en Coba no si haga ninguna reforma, estaríamos conformes; pero pai: que no se haga en Puerto-Rico lo que á Puerto-Rico convenga, no es de derecho en los cubanos; porque nosotros Diputados de la Na;ion, que pudiéramos resolver las cuestión! s de la isla de Cuba, nos abstenemos de tocare* cuestiones; respetamos el estado en que se halla la isla: queremos que vengan sus representantes para oir tua necesidades; y si tenemos nosotros esta prudencia y esta eosdescendencia con la isla de Cuba, me parece que la isii de Cuba no debía mezclarse en las cuestiones de PuertoRico.*
    *Dice la exposición que los Diputados de Puerto-B:« sabrán lo que conviene á la isla de Puerto-Rico. Es verdad; y pues que ellos son los que lo saben ó los que debes saberlo, déjenles á ello3 esa independencia, que has'* ahora no han pedido consejo, ni los cubanos están pan darlos, porque cuando domina la pasión, la razón cali»; y la isla de Cuba es todo pasión, ya de un bando, ya de otro. En este estado no hay razón.*

    No estoy de acuerdo con el señor Escoriaza. En realidad el fondo de las protestas no radicaba en que la gran Antilla arrastrara a Puerto Rico, radicaba en que estos no querían mantener una unión con Cuba porque consideraban que Puerto Rico era una cosa cultural distinta a Cuba. No tenía nada que ver con la Revolución del 1868, que al fin y al cabo comenzó en Lares. No tenía nada que ver con que la Gran Antilla se encontrara en un estado más intranquilo que el de Puerto Rico, tenía que ver con que muchos de la aristocracia boricua no se sentían identificados con Cuba.


    *Pero se dice, y es en lo que más ha fundado su discurso el Sr. Romero Robledo: «los firmantes de estas esposiciones, los que solicitan que en la isla de Puerto-Biw no se hagan alteraciones políticas hasta que vengan Incúbanos, son los que estáu con las armas en la mano, Sm los que están derramando su sangre, son los qüe esW haciendo sacrificios inmensos por conservar ilesa la bandera deOastilla, la unión con la madre Pátria.>>

    Lo que dijo el Señor Romero Robledo, que fue un tenaz defensor de la unión entre Cuba y Puerto Rico, es una cosa totalmente veraz.


    No tengo más nada más que agradecer a ese gran patriota que defendió la unidad de dos pueblos tan hermanos.


    Ni los cubanos ni los boricuas queríamos separarnos, eso fue algo que se nos impuso.




    Leí el post que publicaste sobre tu experiencia. Aún leo el del Che Guevara pero por lo que he leído me parece muy sanguinario y una cosa muy trágica, además, pude ver nuevamente la hipocresía que tiene el gobierno cubano, donde Fidel vive bien y el pueblo no. Ojalá Cuba y Puerto Rico se pudieran volver a unir. Ojalá que la Gran Antilla pueda ser libre de la Tiranía Castrista de la misma forma como nosotros fuimos libres de la Tiranía de los Años Oscuros en nuestro día. Será que José Martí profetizo cuando escribió lo siguiente:


    "Cuba y Puerto Rico entrarán a la libertad con composición muy diferente y en época muy distinta, y con responsabilidades mucho mayores que los demás pueblos hispanoamericanos."
         
    Recibe un gran abrazo amiga.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  14. #34
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Testimonio de la Amiga Jicotea:

    Yo vivía cerca de La Cabaña, en La Habana. Cuando Fidel llegó al poder tenía 7 años. Pues bien, fui testigo de como trasladaban a La Cabaña a los presos. Iban hacinados en camiones y unos encima de otros. Mia padres me decían que eran vacas porque estaba horrorizada, pero sé muy bien que no fueron alucinaciones mias. Era el Ché y Raúl también colaboraba. Las despedidas de los presos condenados a muerte, si es que la tenían, era a través de unos ventanucos altos, pequeños y con barrotes. Se me quedó grabada una foto de un periódico, cuando iban a fusilar a un tal Sosa Blanco. Nunca olvidé el nombre, a pesar de que mi familia me ocultaba todo. Siempre he dicho que aunque el Che esté muerto, no lo perdonaría. Yo no merecía haber vivido sobresaltada por sus excesos.
    Se pasaban el día entero fusilando, a cada poco se oían los disparos, que según mi madre eran tubos de escape de los coches y motos. Como sería la cosa, que después de un tiempo en Miami, cada vez que oía un tubo de escape, todavía saltaba.
    Otra cosa, que poca gente sabe. Durante esos meses, hubo un asesinato de una persona en La Habana. Como habían sido ellos los asesinos, tenían que buscar a culpable. Llamaron a declara a un chico, que estaba por allí, pero no era el asesino.
    En su casa le decían que no fuera, iban a salir del país en esos días. Él dijo que no importaba, que era un trámite. Este trámite le costó 21 años de cárcel a un inocente. Se su nombre, pero esa es parte de su vida y yo no soy nadie para sacarlo a la luz.
    Estuvo en La Cabaña. Esa cárcel era llamda de un amanera, que no recuerdo. El problema era, que todos sus presos sólo podían tener uncalzoncillo puesto y andaban descalzos. En invierno lo mismo.
    Cuando cambiaron la moneda, mi tía tenía una colección de países del mundo. No cambió el dolar de USA. Algún vecino debió darse cuenta y aparecieron unos milicianos, se llevaron las monedas y estuvo presa 3 meses, sin motivo alguno. La familia se movió para que la soltaran, pero a base de recomendaciones.


    Lo peor es que yo no perdono a ninguno. Eso no es negociable. Resulta que ahora vienen rusos y rusas para aquí y yo a esos cuadriculados no quiero verlos delante. No les doy ni un vaso de agua. Bueno, mis hijo ya sabe que si me trae una rusa a casa, lo saco a él y a ella a patadas, literalmente. No lo hará porque han vivido lo de Cuba desde la cuna conmigo. Mi marido me desvía el tema porque sabe que me pone muy mal.


    Saludos.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  15. #35
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Excelente discurso de los señores Romero Robledo y Navarro Rodrigo a favor de la unión de Cuba y Puerto Rico:

    Discurso del señor Romero Robledo:


    El Sr. ROMERO ROBLEOO: Pido la palabra.
    El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Sometida á mí esa cuestión, que parece significar que á juicio del Sr. Ministro, para el expediente reservado, eso puede dar mal re• sultado, yo no quiero nada que pueda alejar el que se aclare perfectamente lo que quiera que sea.
    Terminado este incidente, si bl Sr. Ministro no tiene que oponer otras palabras á las mias, voy ahora á rectificar lo dicho por los Sres. Valdés Linares y Vázquez Oliva.
    Señores Diputados, ya en el uso de la palabra y en la necesidad de rectificar á los Sres. Diputados por PuertoRico que han tenido la bondad de combatir mi voto particular, tengo precisión de empezar haciéndome cargo de un argumento que ha empleado mi amigo el Sr. Valdés Linares. S. S. empezaba su discurso lamentándose y diciendo que yo me habia reducido á demostrar en el pobre mió, que habia solo un hecho, la insurrección de Cuba, donde unos valientes voluntarios defendían la causa nacional. Yo siento mucho que toda mi argumentación, que se encaminó á demostrar que el proyecto de Constitución para Puerto-Rico era anticonstitucional, porque era contra el art. 108 y el espíritu de toda la Constitución, hubiera sido una argumentación completamente nula para mi amigo el Sr. Valdés Linares. En un error parecido, respecto á mi argumentación, ha incurrido el Sr. Vázquez Oliva, suponiendo que establecida la disyuntiva, se podía legislar para cada una de las Antillas. S. S. no ha comprendido tampoco mi argumentación, sin duda porqus no acerté á expresarla, ni á reproducirla el Diario de las Sesiones. Yo demostré claramente que establecida la disyuntiva de ser necesaria la presencia aquí de los Diputados de Cuba ó Puerto Rico para legislar sobre el sistema de gobierno de aquellas islas, bastaría su presencia para legislar, no para Puerto-Rico solo, sino para Puerto-Rico y Cuba. Esto es lo que manda el texto literal del art. 1,08 de la Constitución.
    Yo sé que legítimamente podemos en este instante votar esta Constitución; pero con uua condición, y es que no se llame Constitución para Puerto-Rico, sino Constitución para Puerto Rico y Cuba.
    Tanto el Sr. Valdés Linares como el Sr. Vázquez Oliva desconocen que yo he demostrado cuál era la perturbación que podía llevar á Cuba el votar la Constitución de PuertoRico. El Sr. Vázquez Oliva, alijerando el flete, ha dejado á un lado, por completo, todas las razones que constituyen la identidad de esas dos poblaciones, la identidad de esas dos provincias españolas, y ha empezado á hacer un género de argumentación que ciertamente me ha extrañado. Preguntaba S. S.: «¿A. quién puede perjudicar la Constitución? ¿A los insurrectos? No, porque estos no la admiten. ¿A los voluntarios?» Y añadia S. S.: «Los voluntarios habrán seguido defendiendo la causa española, cualquiera quesea la resolución de las Córtes.» Esto, mirado así, no tiene réplica; pero 'las cosas hay que mirarlas de otro modo. Hay una influencia moral que no se mide, que no se demuestra; pero que se palpa, que se toca, que influye en todas las causas: esa influencia moral e3 la que es necesario apreciar, porque ¡es la que viene á colocarse, una vez votada la Constitución de Puerto-Rico, entrJ los voluntarios de Cuba y de parte de los insurrectos. ¿Cómo no habia de suceder así? Pues qué, los peñó dicos insurrectos, el Boletín de la Junta revolucionaria de New—York, ¿no está calumniando al digno Marqués de loa Castillejos, no está calumniando al Gobierno de S. A., suponiendo que allí se vaya á desarmar los voluntarios, suponiendo que allí se vayan á llevar reformas, suponiendo que allí se vayan á hacer ciertas cosas sin contar para nada con la voluntad del país y por complacer al Gobierno de una potencia extranjera?
    Pues cuando ellos lean ese Boletín de la Junta revolucionaria de New-York, cuando lo lean los voluntarios de Cuba, los que vierten su sangre, los que exponen sus haciendas, los que lo sacrifican todo por defender á la Patria; cuando vean que se dirigen tales calumnias al Gobierno de S. A., y luego, pasados que sean quince días y llegado el correo de España, vean confirmados en cierto modo los temores de lo que hacia algunos días v enia anticipando el Boletín de la Junta revalucionaria de NewYork, ¿cree S. S. que no es para secar el entusiasmo, que no es para helar aquellas almas el considerar
    El Sr. PRESIDENTE: Señor Romero Robledo, advierto á S. S. que solo tiene la palabra para rectificar.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Me hallaba en el uso de la rectificación, Sr. Presidente. Yo me proponía demostrar á estos señores, y estaba rectificando (en cuanto estos Sres. Diputados creen que yo no habia establecido los lazos de solidaridad que existen entre una provincia y otra), que aunque yo creo que los habia establecido suficientemente en mi discurso, me proponía demostrarlo de nuevo; pero no Insistiré en esto: no quiero abusar ni de la benevolencia del Sr. Presidente, ni de la atención de la Asamblea.
    El Sr. Valdés Linares, á quien con profundísima pena oí decir en su discurso que era de Venezuela, su querida pátria; el Sr. Valdé3 Linares, con formas suaves, conquistándose la benevolencia de la Cámara, consiguió deslizar á favor de estos poderosos medios de elocuencia, una cosa, Sres. Diputados, que parece imposible que pueda sostenerse en parte alguna. Habló S. S , marcándolos con un sello de estigma, de los peninsulares que iban á las Antillas á trabajar para adquirir fortuna. ¿Qué quiere S. S. para un Estado? ¿Quiere S. S. holgazanes y vagos? ¿Quiere S. S. que se consideren malos ciudadanos aquellos que dejan su verdadera pátria por consagrarse en lejanas tierras á nuevas empresas y poder aumentar su patrimonio, y ojalá que todos lo hicieran, absolutamente todos?
    ¿Quiere S. S. que despreciemos á los que se hallan poseídos de eso que S. S. llama espíritu da adquisividad, y que yo llamaré amor al trabajo? ¿Le parece á S. S. ese mal elemento para constituir una sociedad? ¿Pretende su señoría que los que tienen un gran interés en desarrollar su industria hayan de vivir necesariamente en un sistema de gobierno que les incomode, que les ahogue y haga inútiles por completo sus esfuerzos? Pero más adelante, cantando, en un especie de idilio, las virtudes de PuertoRico y confirmando las palabras del Sr. Escoriaza, nos indicaba S. S. que las gentes de Paerto-Rico eran de lo más santo, de lo más virtuoso, de lo más digno de estimación.. .
    El Sr. PRESIDENTE: Yo siento interrumpir áS. S.; pero eso no es rectificar.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Señor Presidente, tengo necesidad de rectificar...
    El Sr. PRESIDENTE: Su señoría está contestando.
    El' Sr. ROMERO ROBLEDO: Podrá ser que en mi argumentación haya dado algún rodeo; pero yo necesito demostrar que en Puerto-Rico existe espíritu separatista. [El Sr. Padial: S. S. por lo visto es quien quiere que lo haya.)
    ¡ El Sr. PRESIDENTE: Suplico al Sr. Padial no inter! rumpa al orador.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Yo necesito demostrar, porque se ha supuesto por el Sr. Valdés Linares lo contrario de lo que yo había afirmado, y este es un hecho importante para el debate, que en Puerto Rico existe un es ■ píritu separatista que se da la mano con el de Cuba, y que ha puesto al borde del abismo la perla de nuestras Antillas.
    El Sr. PRESIDENTE: Pues eso no puede hacerlo su señoría en una rectificación.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Estoy rectificando, señor Presidente.
    El Sr. PRESIDENTE: Perdone S. S., eso no puede hacerlo S. S. rectificando; eso puede V. S. hacerlo cuando se trate de la Constitución, ó en un djbate aparte; pero es completamente imposible que lo haga en una rectificación. Después de eso que S. S. pretende decir, vendría un nuevo discurso del Diputado á quien S. S. contesta, demostrando que allí no existe espíritu separatista; vendrían después también los Sres. Diputados de PuertoRico pretendiendo demostrar lo mismo, y de este modo el debate seria interminable. Ruego, pues, á S. S. que se limite á rectificar.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Señor Presidente, yo no insistiré más por el grandísimo respeto que me inspira siempre la Presidencia; pero voy á hacer un ruego, y esto sí creo que me ha de ser lícito. Este ruego se dirige al Sr. Ministro de Ultramar, y tiene por objeto suplicarle que traiga mañana mismo á las "Córtes todo lo referente á la irsurreccion de Lares, porque es necesario que las Córtes con&zcan lo que van á votar antes de votarlo. De esta manera se conocerá cuál es el espíritu que domina en aquella Í6la, cuál es el espíritu que domina á algunos que por la generosidad de la revolución fueron comprendidos en una amnistía, pero que son enemigos de todo lo que es español.
    Pero voy á ocuparme de un hecho, suponiendo que para ello tengo derecho; ¡de tal manera está conmigo inclemente la campanilla del Sr. Presidente 1 voy á ocuparme de un hecho que me importa mucho dejar consignado. El Sr. Valdés Linares refirió aquí la exposición dirigida al señor general Serrano para desvirtuar la exposición presentada por nuestro amigo el Sr. Cánovas del Castillo con 14.000 firmas de españoles cubanos. El Sr. Valdés Linares, olvidándose de que aquella exposición habia sido redactada por los que ahora están en Nueva-York, incurrió en el grave error de citar el nombre del Sr. Conde de Cañónfeo, cuyo nombre, como la mayor parte de los que firmaban la exposición dirigida al señor general Serrano, están también en la dirigida al Sr. Cánovas del Castillo, esos mismos nombres da personas ya~ desengañadas, ya caída la venda, ya dada por ¡aprénsala vozde [abajo caretas!
    Me conviene también consignar como último hecho, y voy ísentarme porque no quiero perturbar al Sr. Presidente en lo más mínimo, y conviene consignar que en un periódico establecido en esta córte para defender los intereses del partido español en Cuba, dirigido por un criollo, redactado por un criollo, porque criollos muchísimos y muy respetables, precisamente los más respetables, son los que abrazan con entusiasmo y con ardor la bandera española de aquella Antilla, para demostrar la importancia de e3a exposición, ha publicado 60 nombres de. los 14.000 que la suscriben, y ha demostrado que esos 60 nombres representan 2.000 millones de reales.
    Entre esos 60 nombres hay 21 insulares, nacidos allí, que piden lo mismo que piden los peninsulares [El Sr. Padial pide la palabra); porque es necesario ya hablar claro, es menester dejar bien definidas las cosas, y es preciso no consentir, ni por un instante siquiera, que se arroje la ca
    lumnia sobre los peninsulares que hay en Cuba, haciendo creer á las gentes que todos los insulares nos son comple-" tamente enemigos, cuando insulares y peninsulares, todos los que aman la libertad y la honra de la Pátria, están unidos en un mismo y perfecto sentimiento.
    El Sr. Ministro de ULTRAMAR (Becerra): Pídola, palabra.
    El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
    El Sr. Ministro de ULTRAMAR (Becerral: El señor Romero Robledo ha propuesto al Ministro de Ultramar que se traiga aquí mañana la causa formada por consecuencia de los acontecimientos de Lares. El Sr. Romero Robledo comprenderá bion que la causa no puede estar en el Ministerio. Allí no existe más que el oportuno expediente, que yo tendré mucho gusto en traer, aun cuando desde luego anticiparé á S. S. la idea de que no le ha de servir para fundar en él sus argumentos.
    Ya que estoy de pié, he de decir otra cosa. Me alegro mucho ver al Sr. Romero Robledo en el buen camino: lo mismo que ahora S. S., yo siempre me he expresado deseando borrar una división que se hace comunmente entre peninsulares é insulares. He dicho constantemente que allí existe un partido nacional y otro antinacional, no hay más divisiones que esta.
    Antes de sentarme y de concluir, voy á decir dos palabras. El Sr. Romero Robledo h& hablado de ciertas palabras que pronunció en una sesión que se celebró á consecuencia de una lucha deplorable ocurrida en Madrid por efecto, como otras muchas, de nuestras discordias civiles. ¡Quiera el cielo que no vuelvan á repetirse! No he de hablar yo de aquello para traer recuerdos tristes y excitar pasiones enojosas; pero aludiéndose á ciertas palabras dirigidas á los que tomamos parte en aquel acontecimiento ocurrido en Madrid, como yo acepto por completo la responsabilidad de aquel y de todos mis actos, de todas maneras y en todas épocas, y aquellas palabras, según S. S., dichas están, ahora que ha desaparecido la necesidad de los escondites (me parece que estas han sido las frases de S. S.), tomo acta de ello, y lo recojo para cuando sea conveniente tratar este punto. Por más que las palabras se dirijan á una colectividad, yo, como uno de los comprendidos en ellas, tomo acta de su sentido para tenerlas en cuenta cuando convenga.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Pido la palabra, señor Presidente.
    El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Para dar las gracias al Sr. Ministro de Ultramar por su ofrecimiento de remitir el expediente sobre la causa de Lares; y respecto á las últimas palabras de S. S., está muy bien.


    Discurso del señor Navarro Rodrigo:

    El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Navarro y Rodrigo tiene la palabra en pro del voto particular del Sr. Romero Robledo.
    » - El Sr. NAVARRO RODRIGO: Señores Diputados, si antes me levantaba á hablar con gran tristeza, después del incidente ocurrido entre el Sr. Ministro de Ultramar y el Sr. Romero Robledo, después de la acritud, después de la pasión que ha tomado el debate esta noche, debo declarar que me levanto á hablar con mayor tristeza, que me levanto á hablar con mayor dolor.
    Porque, señores, jo he sido de los que con más intensidad y con mayor desinterés han deseado que entre todos los factores revolucionarios que han de construir la nueva Monarquía en esta Cámara, reine la armonía, la concordia, la fraternidad, cierta inteligencia, al menos, hasta llegar á la solución final, á la solución suprema, al restablecimiento de la normalidad constitucional, cuando entre la mayoría y la minoría, entre el Gobierno y
    la oposición, se levante un poder neutral bastante fuerte, un juez del campo del combate para dirimir las contiendas , para fallar los pleitos de Estado que se ventilan en estos altos Cuerpos, y no nos sorprendan los azares de lo desconocido ó las iracundas apelaciones á la fuerza.
    Yo veo claro como la luz; yo veo claro como la evidencia que ante el gran desenvolvimiento que han tomado en España los partidos extremos, los partidos radicales, verdaderamente radicales en los hechos, en los principios, en las ideas, no en el nombre, que eso no significa nada; ante el desenvolvimiento que ha tenido el partido republicano, enemigo de la Monarquía; ante el desenvolvimiento que ha tomado el partido absolutista, enemigo de la libertad; para hacer la Monarquía, y para salvar la -libertad, se necesita que los que estamos colocados entre estos dos abismos que nos solicitan, se necesita que aquellos que hayan aceptado la Monarquía de buena fe y no como un compromiso circunstancial, que aquellos que amen de veras la libertad y huyan de la vergüenza de una restauración, se necesita que se busquen, que se entiendan de buena fé para no precipitarnos mútuamente ni precipitar á nadie en soluciones que pugnan con su honor, con su conciencia, con su interés y con su patriotismo.
    Hoy, para salir de la interinidad; hoy, para salir de esta interinidad que nos asfixia, de esta interinidad que lo esteriliza y lo mata todo, de esta interinidad que mantiene vivas todas las esperanzas, de esta interinidad que enciende por intermitencias la guerra civil; hoy, para salir de esta mansa anarquía, como la ha llamado el señor Rivero, de esta indeterminación cósmica en que vivimos, de esta expectación eterna, de esta situación que es peor que la de los condenados del Dante, la cual era tan insoportable que á toda costa querían salir de ella aunque fuera para entrar en otra más angustiosa; hoy, para salir de esta situación que hace las veces de máquina pneumática alrededor del Gobierno, de la Asamblea y de la revolución, se necesita cierta concordia, te necesita cierta fraternidad, cierta inteligencia entre todos los partidos monárquico-liberales de esta Cámara; y el dia de mañana, para poder salvar la Monarquía contra el partido republicano , brioso, pujante, audaz; para poder salvar la libertad contra el partido absolutista, rejuvenecido, galvanizado, que está en pié de guerra, se necesita la formación de un gran partido monárquico, de un gran partido liberal, de un gran partido democrático, llámese como se quiera, á fin de fundar la Monarquía y salvar la libertad.
    Si esto partido no se forma, á despecho de todos y de todo, vosotros, progresistas, no tendréis fuerza bastante para salvar la Monarquía de entre las garras de los republicanos antiguos ó en expectación de serlo de nuevo, y nosotros, lo declaro con sinceridad, con profundo disgusto, nosotros no tendremos fuerza bastante para salvar la libertad de las garras de la restauración.
    Yo no sé á qué partido, yo no sé á qué fracción aplicará la historia futura estas tremendas palabras de Tácito facüiorem inter malos consenso ad ballum quam in pacm ad concordiam, es más fácil á los ruines concertarse para hacer la guerra, que para gozar la paz. Lo que sé es que los partidos medios habrán desaparecido, que no habrá progresistas, que no habrá unión liberal, que solo habrá republicanos y absolutistas; que tendremos dictadura y anarquía, pero que no tendremos verdadera Monarquía ni verdadera libertad.
    Dichas estas palabras, que son un gemido escapado de mi corazón en presencia de la actual situación política de España, situación la más grave, la más solemne por que ha pasado ningún país del mundo, dichas estas palabras, voy á entrar en este debate que ha de aumentar las perturbaciones aquí y en Ultramar. Yo, como muchas personas de esta Cámara, aunque la última de estas personas, tenia opiniones muy conocidas en esta cuestión, y cuando viene no es cosa de guardar silencio; cumplamos todos nuestro deber, que los sucesos están en manos de Dios.
    Quiere el Sr. Ministro de Ultramar fijar la suerte de Puerto-Rico, quiere fijar las relaciones de aquella provincia con la madre Pátria, y yo creo que lo que hoy se determine para la pequeña Antilla, determinado quedará para la grande; que no en vano la naturaleza las hizo hermanas, que no en vano están bajo una misma zona, son hijas de una misma madre y ambas dependen de la misma nación.
    Se trata, pues, de la suerte de nuestras AnMUas, resto sagrado de una grande herencia, y cuando digo esto, creo que digo lo suficiente á Diputados de una Asamblea española, para que comprendan que se trata de lo más grande, de lo más íntimo, de lo más santo para todo pecho español, del honor de todos y de cada uno de nosotros, del honor de todos y de cada uno de los españoles, del honor, en fin, de la gran Nación española.
    ¿Necesitaré yo decir lo que significan las Antillas para la madre Pátria? ¿Necesitaré yo esforzarme en demostrar la importancia que tiene su conservación? Harto lo saben los puertos todos de nuestra costa cantábrica; harto lo saben los pueblos que componen el riñon de Castilla; harto lo saben todas nuestras provincias de lado de Oriente; suprimid las Antillas, y el comercio languidece, y la marina mercante agoniza, y la marina de guerra es un lujo gravoso que no puede permitirse la Nación española: los presupuestos de las Antillas son á veces mayores que los de un Estado europeo de tercer orden, y representan en tiempos normales un sobrante para la madre Pátria de 80 á 100 millones de reales.
    Nada más importante, por consiguiente, para la Nación española que la conservación de las Antillas, y nada más importante para todos los que nos sentamos en estos bancos, cualquiera que sea nuestra actitud, y nada más importante, sobre todo, para los que se sientan en ese banco [Bl ministerial), á quienes los contemporáneos y la posteridad, los partidos y la historia han de atribuir toda la gloria ó toda la responsabilidad de lo que ocurra en nuestras ricas posesiones del archipiélago antillano.
    Y, señores, cuando se nos hace una guerra cruel al grito de <¡Muera España!» cuando periódicos tan acreditados como la Revista de Ambos Mundos han dicho que los conspiradores cubanos han prestado grandes auxilios, han adelantado gruesas cantidades á los generales de la revolución de Setiembre; cuando tanto ha hablado la prensa nacional y extranjera de la misión que ha traído á España el Ministro de los Estados-Unidos; cuando tanto se ha hablado sobre la venta ó cesión de Cuba, sobre las opiniones atribuidas, con razón ó sin ella (yo creo que con razón), á algunos personajes de esta situación; cuando hay periódicos revolucionarios, que se publican en Madrid, que hablan todos los días de la conveniencia de ceder ó abandonar á Cuba; cuando todo esto sucede, la cuestión de las Antillas, si importante, si inmensa para la Nación española, es una cuestión que toca en lo más vivo al honor de la revolución de Setiembre.
    Por eso yo, que tengo la pasión de mi Pátria, y que saludé con lágrimas de júbilo esa revolución, en que libré tantas generosas ilusiones, que rápidamente van desmoronándose; por eso yo he seguido y sigo con viva emo-'
    cion y creciente interés las peripecias todas de nuestra guerra en Cuba. Por eso yo, cuando llegaron á la Península los periódicos cubanos que daban cuenta de la heróica, de la inmortal defensa de las Tunas, viendo que otros, no sé si con más deber, pero sin duda con más autoridad que yo, no lo hacían, solicitaba el concurso do diferentes lados de la Cámara á fin de que declarara beneméritos de la Pátria á aquellos que tan heroicamente la defendían, deseando comunicarles el aliento y estímulo que tanto necesitaban.
    Por eso yo, como el Congreso recordará, pedí al señor Presidente del Consejo de Ministros que trajera á la Cámara datos suficientes para saber los recursos enviados á Cuba, ó, por mejor decir, los medios empleados hasta el dia para vencer la Insurrección. Por eso no há muchos días me dirigí á la Cámara, solicitando de ella que, en prenda de gratitud nacional, prohijase á los desdichados huérfanos de Castañon. Por eso vengo hoy á intervenir en este debate, el más importante y el más capital de cuantos pueden ocupar á las Córtes españolas. Porque, señores Diputados, esta noche el Sr. Romero Robledo lo ha dicho: «Nuestros errores políticos aquí tienen enmienda; en Ultramar son irreparables.» ,
    Yo no voy á ocuparme, á pesar de haberlo ofrecido en otra ocasión, acerca de los datos que reclamé al Sr. Ministro de la Guerra; yo no voy á ocuparme de los refuerzos enviados á Cuba, de su clase, de la época en que fueron enviados, del armamento y vestuario que llevaban, de las recompensas otorgadas, etc., etc.; no quiero tampoco saber por qué el general en jefe que manda las fuerzas que operan en Cuba no tiene las facultades que tuvieron el general en jefe de África, el general en jefe de Santo Domingo y el general en jefe de Méjico; no quiero tampoco inquirir si son exactas ó no ciertas órdenes comunicadas á las autoridades de Cuba acerca del útilísimo y patriótico servicio que prestan los voluntarios de aquella Antilla; no quiero hablar de nada de esto, por dos razones capitales: primera, porque mientras me sea posible, yo no quiero en nada lastimar, ofender ni menoscabar al señor Presidente del Consejo de Ministros, encarnación y esencia de la situación anómala y extraordinaria que atravesamos; y después, por otra razón de patriotismo: porque temería que mis observaciones en algo pudieran lastimar los intereses de España en nuestra guerra en Cuba.
    No quiero hablar de otras cuestiones emanadas del Ministerio de Ultramar, porque estas cuestiones son relativamente menudas y pequeñas cuando se trata de la cuestión vital de organización definitiva de las Antillas, y entro de lleno en la cuestión.
    Es, Sres. Diputados, es un hecho dolorosamente repetido en la historia del siglo actúal, y por lo repetido debió ser previsto por la situación que se levantó triunfante después de la batalla de Alcolea, que á tempestades, revoluciones y movimientos que estallan en la Península, corresponden revoluciones, movimientos y tempestades que estallan en nuestras posesiones de América para procurar su independencia. Así sucedió en el comienzo do este siglo cuando la insurrección cunde en contra nuestra desde el hemisferio austral al boreal, desde la costa de la Plata y de Chile hasta el Norte de Méjico. Así sucedió el año 20, cuando pacificada, casi por completo aquella insurrección, tuvo lugar la rebelión de las Cabezas de San Juan; ocasión triste para la emancipación de las Américas, lo mismo al Norte que al Sur. Así también se verificó en los infaustos dias de la guerra civil, cuando el general Lorenzo quiso seguir las huellas del sargento García en la Granja, pidiendo el restablecimiento de la Constítucion del año 12, y el general Tacón ahogó" con la fuerza aquel movimiento sedicioso.
    Ahora bien: si este era un hecho dolorosamente repetido en nuestra historia, ¿por qué no se tuvo en cuenta por la situación que se levantaba triunfante después de Alcolea? ¿Cómo no se envió ■allí al mejor de los generales victoriosos acompañado de una brillante división, sacada por igual de los dos bizarros ejércitos quo tan heróicamente lucharon en Alcolea? Ya sé yo que es una villana calumnia lo de suponer que habia dos conspiraciones que se correspondían paralelamente, que se daban la mano, la conspiración de España y la de Cuba; ya sé yo que es villana calumnia lo de las gruesas sumas adelantadas á los generales que derribaron á Isabel II; ¿pero no sabíamos todos el fenómeno histórico de que antes me he ocupado? ¿No sabíamos todos también que era escasa la guarnición de Cuba? ¿Por qué no se envió allí un nuevo capitán ge neral y una división? ¿Por qué no se hizo lo que en 1854, que fué enviar instantáneamente un nuevo capitán geaeral para precaver, para evitar eventualidades dolorosas? |Ah, señores! Si esto se hubiera ejecutado en todo el mes de Octubre de 1868, la insurrección de Cuba se hubiera ahogado al nacer; no habría tomado las proporciones que después ha tomado; no tendría las proporciones que aún hoy mismo tiene: se habría ahorrado mucha sangre y mucho dinero, se habrían evitado conflictos internacionales, y ¡quién sabe, quién sabe si otros resultados más tristes para la Patria que como final consecuencia hemos de recoger de esa lucha infame y parricida I
    Yo no sé, yo no sé por qué cometieron ese error 103 hombres de la revolución de Setiembre, del cual no les ha de absolver la historia en ningún caso, á no ser que fuera con el propósito de realizar un nombramiento que, en mi concepto, era cometer otro error más grave, otro error más capital, el de enviar á Cuba al general Dulce.
    Señores Diputados, yo he tratado siempre con gran respeto al general Dulce cuando vivía; no esperéis que muerto ultraje su memoria. Conocía su gran carácter, su patriotismo, su integridad, su heroico y magnánimo valor, cualidades que no son tan comunes en nuestro país, y que brillan más, por lo mismo que son raras, en épocas de decadencia. Pero con ser todo esto, el general Dulce era el menos á propósito para mandar en Cuba una vez estallada la insurrección. ¿Por qué? Porque el general Dulce era ya un medio cadáver, y el clima de los trópicos había de ser mortal para su convalecencia; porque no podía atender á las multiplicadas y perentorias atenciones de su difícil cargo; porque era objeto de grandes prevenciones en el elemento peninsular; porque la mayor parte de sus amigos estaban entre los filibusteros, y, señores, ¿por qué no lo he de decir? porqúe se decia públicamente que hasta deudos suyos tenían simpatías, cuando no compromisos, con los filibusteros y laborantes. Yo tuve el valor de decírselo; yo le dije: «mi general, alguien puede creer que Vd. eobra en España, que Vd. hace falta en Cuba. Yo, por el contrario, creo que Vd. sobra en Cuba, que usted hace falta en España.»
    El general Dulce tenia un vago presentimiento de la situación por que habia de pasar en Cuba, repugnaba el ir á Cuba; pero le rodearon altas y poderosas influencias, se le bizo comprender que de él dependía la pacificación de Cuba, la pacificación de la perla de nuestras Antillas; y como el general Dulce era todo patriotismo, aceptó, y fué á Cuba. Yo no quiero hnblar de su último mando en aquella Antilla: yo únicamente lamentaré la catástrofe que lo arrancó de ella, catástrofe que debió ser prevista, catástrofe que ha herido gravemente el principio de au
    toridad en Cuba, catástrofe que habrá acelerado sin duda la muerte del ilustre y valeroso general, sin cuyo auxilio, sin cuya ayuda, la revolución de Setiembre, ó no habría venido tan pronto, ó habría quizás abortado.
    Pero de todos modos, aun con el error de no haber enviado en todo el mes de Octubre de 1868 un general á las Antillas, una brillante división para reforzar la escasa guarnición de Cuba, habia una fortuna, y era la de que, al frente del Ministerio de Ultramar estaba un ilustre jó ven, que, sobre no ser sospechoso en nada á la revolución de Setiembre, que sobre no poder ser sospechoso en nada á la revolución de Setiembre, tenia la inteligencia y el patriotismo que acompaña al actual Ministro de Ultramar; pero sobre él una gran ventaja: la ventaja de no ser una amenaza á los intereses conservadores de Cuba, con cuyo patriótico é inteligente auxilio se salva la gran Antilla, ó no se salva de ninguna manera.
    Señores Diputados, los hombres no son en su vida pública lo que quieren en algunos momentos determinados de ella: aunque modifiquen sus opiniones , sobre ellos pesa su vida anterior, sus compromisos anteriores, sus antecedentes; y aunque modifiquen sus opiniones, como he dicho, los compromisos y antecedentes de su vida pública anterior sobre ellos pe=>an con fatalidad inexorable.
    En este momento histórico que atravesamos, yo con cíbo que el Sr. Sagasta haya sido reemplazado en el Ministerio de la Gobernación por el Sr. Rívero; yo concebiría que el día de mañana, si el Sr. Rívero se gastase, si el señor Rivero, en vez de ser el llamado á constituir aquí una gran mayoría, una mayoría gubernamental monárquicodemocrática, monárquico-liberal, fuese el destinado fatalmente á disolverla y pulverizarla, concibo, si este fenómeno tuviese lugar el diade mañana, que fuese reemplazado el Sr. Rivero en el banco azul, en el Ministerio de la Gobernación por el Sr. Sagasta ó por la dignísima persona que ocupa aquel sitial [señalando el de la Presidencia) pero no concebiría que fuese reemplazado el Sr. Rivero por el Sr. Ríos Rosas ó por el Sr. Posada Herrera, bien que entrambos hombres de Estado estén comprometidos con el actual órden de cosas, bien que hayan elaborado la Constitución, bien que tengan comprometida hasta su existencia con la revolución de Setiembre. ¿Sabéis por qué no concebiría esto? Porque aunque el Sr. Rios Rosas y el señor Posada Herrera tienen estas cualidades, tienen estas prendas, tienen estas garantías para la libertad, sobre ellos pesaría su vida anterior, su vida conservadora anterior, sus antecedentes conservadores, y las medidas más liberales que adoptasen serian tachadas de reaccionarias por los elementos que dan más calor y que tienen más cariño á esta situación, y ellos mismos serian objeto de desconfianzas, de resistencia, y quién sabe si producirian una verdadera revolución.

    Pues bien, de la misma manera, yo no concibo que ocupe el Sr. Becerra el Ministerio de Ultramar , donde se necesita una persona de antecedentes poco radicales , poco , que no sean tan revolucionarios. Ya sé yo que el Sr. Becerra es monárquico definitivo ; ya sé yo que el Sr. Becerra ha defendido enérgicamente la conciliación, hasta el punto de hacerla, creo no estar equivocado, no sé si tengo buenas noticias, condición de su existencia en ese banco; pero á pesar de eso, páralos que no conocen al Sr. Becerra, aparece como tipo del ultraradicalismo, y así sus medidas más conservadoras son objeto de desconfianza por parte de los conservadores de las Antillas, y quién sabe si será objeto de hostilidad, y quién sabe si determinará una revolución de consecuencias irreparables para la Pátria.

    Así, pues, si el Sr. Becerra, en cualquier otro departamento ministerial, podía servir á la revolución de Setiembre, porque yo no puedo negar su talento, su patriotismo; si podía prestar en otro departamento ministerial grandes servicios á la revolución de Setiembre, en ese departamento es un peligro, es una amenaza constante para las Antillas y para los grandes intereses, para los intereses permanentes de la Pátria.
    Y así ha dado la organización que ha dado á su Secretaría; así tiene á su lado á una persona notable por su ilustración, por su talento, pero que viniendo á la situación monárquico-democrática que tenemos desde los campos socialistas, según creo, y de esto estarán más enterados en aquellos bancos; pero que, viniendo á la situación monárquico-democrática que tenemos desde los campos socialistas, en vez de contener al Sr. Ministro por los derroteros que toma, lo ha de empujar más y más en ellos, como quien dice, en esta cuestión ultramarina: lo que decía aquel médico de que habla Erasmo: facíamos experimenturn in corpore vili.
    Y no creáis, Sres. Diputados, por lo que llevo dicho, no creáis porque yo defienda el voto particular del Sr. Romero Robledo, no creáis que yo soy enemigo de las reformas en las Antillas. Yo sé que vivo en el siglo XIX, yo sé que vivo en medio de la Europa, yo sé que vivo en medio de sus corrientes, yo sé que las Antillas tienen la vecindad de los Estados-Unidos, yo sé que debemos estas garantías y esta satisfacción á nuestros hermanos de Ultramar, y yo sé otra cosa con la cual se salvan las naciones y se salvan los partidos y se salvan los poderes públicos, y sin la que se pierden las naciones y se pierden los partidos y se pierden los poderes públicos, es á saber: que nada hay á veces más conservador que la libertad, como á veces nada hay más favorable á la libertad que una política conservadora. Sin el atrevimiento liberal de Roberto Peel, aquel ilustre apóstata de las clases conservadoras inglesas, la Monarquía inglesa y las clases en que se apoyaba habrían sido arrolladas por la ola creciente de la democracia moderna. Si algo hubiera podido salvar la restauración en Francia habría sido la política liberal de Martignac si la restauración hubiera sido leal á esa política. Si algo hubiera podido salvar á Doña Isabel II hubiera sido la persistencia en el liberalismo del Duque de Tetuan, cuando reconocía el reino de Italia y planteaba la reforma electoral. El Conde de Beust, abrazándose con fé, abrazándose con entusiasmo á la libertad después de la batalla de Sadowa, ha evitado la disolución molecular del Austria y acaso la prepara para tomarse una revancha de Prusia en inmediato porvenir. Si algo puede salvar el imperio francés, si algo puede salvar la dinastía napoleónica, es la evolución liberal, francamente liberal y parlamentaria, que con admiración y simpatías universales está realizando en estos momentos el Ministerio Ollivier.
    Por consecuencia, yo sé que la libertad es eminentemente conservadora, como sé que á veces nada hay más favorable para la libertad como una política conservadora . Sin la moderación, sin la prudencia, sin la sensatez de los revolucionarios ingleses de 1088, la libertad de aquel gran pueblo se hubiera arrastrado de horror en horror, como una bacante, á las plantas de un nuevo Cromwell.
    Sin la moderación, sin la prudencia, sin la sensatez del Conde de Cavour, la libertad y la independencia de Italia habrían sufrido un nuevo calvario en el Quirinal con Cíaribaldi y Mazzini. Y para hablar de cosas más inmediatas, de cosas que nos atañen más de cerca, de cosas de nuestra Patria, siu la suspensión de las garantías cons
    titucionales decretada por esta Asamblea, cuando las dos últimas formidables insurrecciones, sin la energía del señor Conde de Reus, Ministro de la Guerra, del general Prim, y la decisión del Ministro de la Gobernación, señor Sagasta, esta sociedad hubiera sufrido un inmenso naufragio, y la libertad española como náufraga hubiera en él perecido.
    Porque la historia me enseña esto, yo como conservador, yo como hombre de antecedentes conservadores, para sal ver á las Antillas, quiero reformas liberales en las Antillas: como vosotros, como nosotros, revolucionarios de Setiembre, debemos pensar para salvar la revolución, en dar á todas nuestras soluciones políticas el asiento, la levadura y la base de los grandes principios, de los grandes intereses que andan comprometidos en esta sociedad tan agitada y confusa.
    Pero dirá el Sr. Ministro de Ultramar: ¿cómo si el señor Navarro y Rodrigo quiere reformas liberales en las Antillas se opone á la Constitución de Puerto-Rico? Porque las quiero con su cuenta y razón, como decía el otro dia contestando al Sr. Ministro de Ultramar; porque las quiero con cautela, con prudencia, con madurez, con precaución, con oportunidad, y la Constitución que ha presentado S. S. no obedece á ninguna de estas consideraciones.
    Yo creo, Sres. Diputados, que para emitir nuestra opinión en cuestión tan importante, que para no cometer un error, que, como he dicho antes, seria irreparable en las cuestiones de Ultramar, debíamos de estar antes ámplia, completa y abundantemente instruidos. ¿Lo estamos? ¿Lo está siquiera la comisión? ¿Lo esta al menos el Sr. Ministro de Ultramar? ¿Qué datos ha tenido presentes S. S.? ¿Es la información del tiempo del Sr. Castro? Casi la mayor parte de sus autores están entre los insurrectos. ¿Es el general Serrano? Pues aquí habéis visto que ha confesado noblemente su equivocación, y es público hoy, que sus amigos más íntimos, aquellos que le rodeaban en Cuba y á quienes calificaba después de víboras que albergaba en su seno, están entre los insurrectos. ¿Acaso el general Dulce? Recordad cómo pensaba en sus últimos días; recordad cómo calificaba á determinados reformistas de Ultramar, maestros en el innoble arte do la hipocresía, para ocultar entre sus ardientes, entre sus mentidas protestas de adhesión á España, su filibusterismo. ¿Acaso han ilustrado al Sr. Ministro los individuos que compusieron la junta que improvisadamente formó S. S. á su entrada en el Ministerio? Que respondan los que la compusieron y están aquí; que digan qué fué lo que hicieron, y se verá que no hicieron nada.
    Pues si todos los datos que tiene el Sr. Ministro de Ultramar son viciosos, ó son incompletos, ó son recusables; si entre los Diputados de Puerto-Rico hay cuatro que rechazan perentoriamente el proyecto por inoportuno y peligroso para los intereses de la Pátría; si de los cinco que quedan hay alguno ó algunos que no están conformes con el dictamen presentado; si todo esto ocurre, señores Diputados; si la cuestión es tan grave, ¿ por qué no ha consultarlo el Sr. Ministro de Ultramar con las autoridades de Cuba y de Puerto-Rico? ¿Por qué no ha consultado á los capitanes generales de las Antillas, á las corporaciones más respetables, á los jefes de los voluntarios y á otras autoridades? ¿Por qué no lo ha hecho? ¿Es sério, por ventura , el decir lo que ha dicho S. S. contestando á una petición de documentos hecha por el Sr. Romero Robledo; que S. S. no ha consultado á las autoridades, que no da á conocer su opinión porque no admite que se interponga el veto de nadie, ni el veto de ninguna autoridad, para suspender los pensamientos del Gabinete, para suspender las decisiones de la Cámara? Yo creo que esto será un recurso oratorio, una estratagema parlamentaria para interesar y decidir nuestro amor propio en favor do las opiniones del Sr. Becerra y en contra de las opiniones de aquellos capitanes generales. Pero lo que palpita en el fondo de esta cuestión, al menos lo que creo que se ve en esta cuestión, es un deseo de que fallemos á oscuras, de que fallemos deprisa, sin conocer la opinión de aquellas autoridades que pueden haber presentado sus objeciones, que pueden haber hecho sus observaciones al Gobierno, á quien han dicho la verdad, que el mismo Gobierno cree que le han dicho la verdad, que porque le han dicho la verdad las tiene en sus puestos, que para decirle la verdad las mantiene allí el Gobierno español j la Nación española, y que porque han dicho la verdad con arreglo á sus conciencias y al interés de la Patria, debemos nosotros conocerla de antemano para resolver también esta cuestión con arreglo á nuestras conciencias y al interés de la Pátria.
    Esta información de las autoridades de Cuba y de Puerto-Rico, de las corporaciones respetables y de los jefes de los voluntarios que operan en Cuba, y son representación de sus industrias y de su comercio y de su vida (que no es una colección de perdidos la emigración constante española, la emigración anual española, que va á las Antillas, sino un elemento de trabajo; no es una colección de perdidos que tengan desarrollado solo el órgano de la adquisividad, sino un elemento de trabajo, que enriquece y fertiliza aquel país, bien que forme capitales, bien que constituya fortunas por el camino más honrado y más puro, que es el trabajo, sea dicho esto de paso en desagravio-de nuestros hermanos de Ultramar y para ilustración de algunas personas que no dejan de tener también bastante desarrollado ese órgano de la adquisividad); esa información que yo solicito, esa información que yo deseo del Sr. Ministro de Ultramar, era tanto más conveniente, tanto más necesaria, tanto más patriótica, cuanto que tenemos la información abierta en tiempos del Sr. Castro, en la que los representantes de Ultramar pedían tales reformas, que antes que realizarlas íntegramente, fuera mejor reconocer su independencia. Esta información, iniciada con los fines más patrióticos; esta información, iniciada por un Ministro ilustre; esta información, iniciada por el Sr. Cánovas del Castillo, como prólogo de las reformas que nosotros pensábamos que el Gobierno á que pertenecía el Sr. Cánovas, en los tiempos á que me he referido, debia llevar á las provincias de Ultramar; esa información tuvo el inconveniente de que los que se podían considerar como representantes de las Antillas, pedían tales reformas, repito, que era preferible dejar antes que realizarlas á las Antillas abandonadas á sus propias fuerzas.
    Ya sé yo que hoy las autoridades que mandan en lasAntillas, los capitanes generales de Cuba y Puerto-Rico, las Audiencias y corporaciones más respetables, los jefes de los voluntarios, tendrán pretensiones exajeradas; ya sé yo que acaso no querrán hoy por hoy ninguna reforma; pero entonces, enfrente de estas pretensiones exajeradas, «parecería el Gobierno como mediador natural, y presentando al mundo una y otra información, la información de los delegados antiguos de Ultramar y las informaciones modernas de los elementes insular y peninsular, que pelean por la causa de España en Cuba, el Gobierno español podría introducir reformas en aquellas provincias en el órden económico, en el orden administrativo, en el órden político y en el social, que Jlevaran el sello augusto
    de la imparcialidad, de la moderación, de la equidad y de la justicia, cosas que no tienen los proyectos de su señoría, tal como han venido á la Cámara.
    Señores Diputados, lo que el Gobierno pretende de nosotros, ó por mejor decir, lo que el Sr. Becerra pretende de nosotros, no tiene ejemplo. Yo recuerdo que cuando tuvo lugar la revolución de Julio en Francia en 1830, también allí, como ahora aquí, se quiso llevar la libertad, cierta libertad á las colonias, y se presentó un proyecto de ley de acuerdo con las autoridades de aquellas posesiones y de acuerdo con la opinión de las personas más ilustradas.
    Aquel proyecto se llevó á la Cámara de los Diputados: allí se discutió largamente, se pidieron informes á los consejos generales, se pidieron informes privados á las mismas autoridades; pasó luego á la Cámara de los Pares; en ella fué ámpliamente discutido y ampliamente reformado, y después pasó á la sanción de la Corona; pero en todo esto se invirtieron tres años, y eso que las colonias estaban completamente tranquilas.
    De modo que aquí procedemos á oscuras; de modo que aquí no tenemos memoria de ninguna clase; de modo que aquí no sabemos cómo piensan los capitanes generales de aquellas provincias, que son la representación de la Pátria en aquellos países; de modo que aquí no conocemos nada; de modo que aquí no hay más que la voluntad y el entendimiento del Sr. Ministro de Ultramar; de modo que aquí el proyecto no ha de pasar por el crisol depurador de una segunda Cámara, y después á la sanción Real, á la sanción del poder moderador por excelencia; de modo que, estando aquellas provincias en combustión, y como si se tratase de una medida ligera y liviana, vamos á echar una tea encendida sobre un inmenso almacén de pólvora; que esta y no otra es la verdadera situación de nuestras Antillas en la actualidad. Grande es el talento del Sr. Becerra; lo reconozco, y reconozco que por él ejerce una gran influencia y tiene una gran autoridad en esta discusión; pero enfrante del talento del Sr. Becerra yo voy á colocar al varón justo, al patriarca del partido progresista español, al patricio insigne, al Sr D. Agustín Arguelles. Recordad cómo pensaba este ilustre varón en el año 20 al comenzar la emancipación de nuestras colonias; recordad la prudencia qué recomendaba á su partido; y si vosotros sois sus dignos herederos, recordad sus palabras, que son su testamento; recordad que se oponía á que tomaran asiento en las Córtes españolas los Diputados de Cuba y Puerto-Rico, y no acompañéis con tanta ligereza al Sr. Becerra en la política temeraria que quiere realizar en las Antillas.
    Yo colocaré enfrente de la autoridad y del talento del Sr. Becerra la autoridad augusta del tiempo, la autoridad augusta de la experiencia y de la historia, cuyo fallo, cuyas lecciones voy á presentar ante vuestros ojos; porque, después de todo, la historia, si no es una geometría inflexible, si no es una álgebra con fórmulas precisas (y este es un lenguaje que entiende admirablemente el señor Becerra), si no es un tratado de álgebra con fórmulas precisas, no es tampoco un centón de hechos inconexos sin lógica y sin enlace. El hombre es siempre el mismo, y por lo tanto se reproduce en la histeria; quite el Sr. Ministro de Ultramar los accidentes, los detalles, que son obra de las circunstancias, y verá que el fondo es siempre el mismo: el pasado es el espejo del porvenir.
    Estudiemos á grandes rasgos, estudiemos rápidamente ese pasado. Cuando tuvo lugar la inicua invasión francesa, nuestras colonias quisieron aprovechar aquella oporj tunidad para realizar sus sueños de independencia. Un elemento inquieto, un elemento belicoso, un elemento solapador, un elemento habilísimo, nacido de la colonización de las Américas, gritaba en todas partes |Viva Fernando VIII y gritaba así para proporcionarse un seguro hipócrita con que encubrir sus aspiraciones; pero en todas partes nombraba juntas locales para reemplazar las autoridades de la Metrópoli. Allí donde los vire jes fueron débiles, allí se hundieron; allí donde los virejes tuvieron entereza, allí se salvó la causa de España, allí se salvó la causa del derecho y allí se salvó la causa de la Patria. Sucumbió la causa de España en Chile por la debilidad de Carrasco; en Buenos-Aires por la debilidad de Cisneros; en Caracas por la debilidad de Emparan; en Quito por la debilidad del Conde Ruiz de Castilla; en Nueva-Granada por la debilidad de Amar; en todas partes por la debilidad de los vireyes. En Chile, en Buenos-Aires, en Caracas, en Quito, en Nueva-Granada, en todas partes, se gritaba ¡Viva Fernando VII! pero se gritaba al mismo tiempo ¡Abajo las autoridades españolas! ¡Abajo los virejes españoles! como en Cuba se quiso gritar también y se gritó ¡Viva la revolución! ¡Viva Prim! y se invitó al general Lersundi para constituir una junta popular que gobernase la isla; y cuando esto no dió resultado, se buscaron sus afinidades políticas para que se declarara independiente con Isabel II, porque á nuestros enemigos en América les es igual una ú otra causa política; lo mismo quieren á Isabel de Borbon que la república, con tal de realizar su infame propósito.
    A principios del siglo, en nuestras colonias se constituían esas juntas locales con el pretesto deslumbrador de ayudar á los españoles contra los franceses, y se hablaba contra las autoridades españolas diciendo que estaban vendidas al francés, como ahora se dice que se quieren muchas, muchas libertades para unir aquellas provincias con la madre Pátria; y se tacha á aquellas autoridades que piden las cosas con moderación, con prudencia y con patriotismo, de que son reaccionarias, ya que no se las calumnie vilmente, diciendo por lo bajo que son instrumentos de la restauración.
    Me dice el Sr. Ministro de Ultramar qué quiénes son los que lo dicen. ¿Cree S. S. que si yo lo supiera no se lo diria? ¿Cree S. S. que no vendría aquí á denunciarlos, cumpliendo un deber patriótico? Pero así como el poder de España sucumbió en todas partes donde los vireyes fueron débiles y celebraron transacciones con los naturales, así sobrenadó y salió incólume, allí donde no se celebraron esas transacciones,-como en el Perú, donde estaba de virey Abascal y el enérgico Goyeneche, delegado de la junta de Sevilla, y como ocurrió en Méjico. En Nueva-España, señores, si el inmoral y corrompido Iturrigaray, digna hechura de Godoy, quiso favorecer á los enemigos de España procurando proclamar la independencia de aquel país, los españoles, apoyados en la Audiencia, en lo que entonces se llamaba Real Acuerdo, depusieron á Iturrigaray, al cual aclamaban los naturales por su libertador, bien que fueran él, y su familia más, tipos de venalidad y de corrupción; y allí sin derramarse una gota de sangre, depuesto del poder Iturrigaray, pasó este poder desde el motín de la calle á las trémulas manos del octogenario Garivay, y en poco tiempo de las manos de Garivay pasó á la acción múltiple y peligrosa de la Audiencia, y de la Audiencia á las del bondadoso y vacilante Arzobispo Lezama. Todo esto se hacia sin que los criollos, sin que los que querían proclamarse independientes se atrevieran á iniciar, ni mucho menos emprender, ningún movimiento.
    Es decir, Sres. Diputados, que al principio del siglo,
    cuando la sangrienta batalla de Ocaña parecía ser para nosotros lo que la batalla del Guadalete, esto es, el fin de nuestra nacionalidad; cuando los ingleses favorecían á nuestras colonias para que no cayeran en poder del francés, y yo creo que para vengarse de nuestro generoso pero imprudente reconocimiento de la independencia de los Estados-Unidos; cuando los franceses hacían lo mis mo ayudando á nuestras colonias, para evitar que los recursos que nos enviaban favoreciesen á la Metrópoli; en aquellos momentos conservamos en la obediencia de España los dos grandes imperios de Méjico y del Perú, los do3 grandes imperios conquistados por el heroísmo del gran Pizarro y por el heroísmo del gran Cortés.
    ¿Sabéis por qué? Porque lo primero de que se cuidaron los españoles que los gobernaban, ó que en ellos vi vian, fué de conservarlos fieles y de continuarlos en la obediencia, sin pensar en si era un Borbon ó un Bonaparte el que ocupaba el palacio de Madrid (porque la Pátria está Bobre todas las dinastías del mundo); como antes en la guerra de sucesión que hubo en España á la muerte de Carlos II, aquellos vireyes y aquellos habitantes de las Américas se ocuparon en conservarlas fieles para España, sin detenerse ni pensar si era un Austria ó un Borbon el que ceñia la corona de San Fernando, y sin preocuparse de hacer prevalecer estos ó aquellos principios. Porque ya lo sabéis: cuando llegan ciertos momentos, hay que pensar, no en la magestad augusta del poder, no en la grandeza inmortal de la libertad, sino que hay que pensar en la grandeza y magestad de la Pátria, que en mi concepto son superiores é incomparables á toda otra grandeza y á toda otra magestad.
    Así, pues, cuando cayó Napoleón, cuando se pacificó la Península, cuando Fernando VII estuvo de nuevo sentado en el Trono, reconstruíamos el mundo colonial, que se nos iba de entre las manos. T estábamos á punto de realizar esta obra verdaderamente colosal y verdaderamente titánica, porque ya la bandera de la insurrección solo flotaba en Buenos-Aires, cuando tuvo lugar la insurrección del ejército destinado á la completa pacificación de las Américas; cuando tuvo lugar la sedición de las Cabezas de San Juan, sedición que muchos liberales consideran como la feliz culpa que dió lugar á nuestra redención de 1820, sedición que muchos absolutistas consideran como una página de vergüenza para el partido liberal, y cuyo autor y cuyo héroe trasmite á la posteridad su nombre esculpido en letras de oro en esas paredes, no sé si por la gloria de su vida, ó por el martirio de su muerte; no sé si como un trofeo inmaculado del liberalismo, ó como efeméride sangrienta, como acusación perenne del ódio, crueldad y venganza de los^bárbaros sentimientos de crueldad y de venganza que han acompañado siempre al absolutismo entre nosotros.
    Y ahora, oid, os ruego que me oigáis con atención, aunque mi palabra sea ingrata y premiosa; oídme con atención, porque voy á presentaros un paralelo de una enseñanza elocuentísima y de una oportunidad evidente á lo que hoy nos pasa en el archipiélago antillano.
    Ocurrida la sublevación de 1820, proclamada la Constitución de 1812, los liberales de entonces, adornados de un sincero patriotismo, como hoy lo está el Sr. Becerra, creyendo conservar las Américas, como hoy cree el Sr. Be¿ cerra salvar con su política liberal á Cuba y Puerto-Rico( juzgaron que el asunto era caso de honra, como hoy lo juzga el Sr. Becerra, y llevaron á las Américas todas las libertades consiguientes á la proclamación de la Constitución del año 12. En esta tarea ayudaban á los nobles, á los sinceros liberales de 1820 muchos americanos, y /
    hubo ano, hubo varios, pero hubo ano especialmente, que porque habia sufrido los rigores de la reacción del año 14, que porque habia sufrido áspera y dura prisión en Valencia, el eclesiástico Ramos Ariste, influía grandemente con e.1 Gobierno y le pedia muchas libertades, porque según él, de esa manera no renegarían los americanos de nosotros; y le pedia además que fueran separadas las autoridades que más se habían distinguido en la lucha contra los insurgentes, reclamando que fuese á Méjico un general liberal, muy liberal, O'Donoju, que disputaba al mismo Riego el primer rango en la popularidad de las lógias masónicas y de los cuarteles. La Constitución fué proclamada, las libertades fueron llevadas á América, v estas libertades fueron factores permanentes de anarquía y facilidades imprudentísimas proporcionadas á los amigos de la independencia para trabajar contra España.
    O'Donoju, aquel general que habia de servir de lazo de unión entre la nueva y la vieja España, lo primero que hizo al llegar á Méjico fué suscribir el acta de Córdoba, es decir, la independencia de Méjico, ó insultó á los españoles que no quisieron permanecer allí por no confundirse con los traidores; y poco después, aquel Ramos Ariste, que se agitaba y rebullía como Diputado entre los Diputados españoles, que con voz tímida y dulce, con voz mortecina y temblorosa hacia el largo y calumnioso proceso de nuestra dominación en América, que reclamaba al oido de los Ministros la separación de las autoridades leales, y que decia que Méjico jamás se habia de separar de España, aunque se separasen las demás colonias; aquel Ramos Ariste volvió á figurar en Méjico, ¿sabéis para qué? No para defender á España, no para defender á los españoles, sino para dar el ejemplo, él tan tímido, tan dulce y tan tembloroso en España, psra dar el ejemplo de una horrible matanza entre los españoles. Y ahora, oidme una observación. En 1812 se quiso plantear la Constitución en Méjico, y porque habia allí un general de gran carácter, de gran energía, de gran valor, que no temió arrostrar todas las responsabilidades por no publicar la Constitución, á pesar de que no tenia tropas, á pesar de que el cura Hidalgo estaba en posesión de las provincias más ricas, á pesar de que el cura Hidalgo acababa de amenazará la capital con 80.000 indios; porque estaba allí ese general, Méjico se salvó, la autoridad de España en Méjico se salvó; y en 1820, cuando teníamos allí hermosas y aguerridas tropas españolas, formadas en la titánica lucha de la Independencia, cuando Méjico estaba completamente tranquilo, Méjico se perdió, porque el Gobierno español de entonces estaba empeñado en llevar á toda costa la Constitución á Méjico, ó como decia aquí esta noche el señor Quintero, estaba empeñado en perder las colonias para salvar los principios, para salvar la estética, la regularidad y el radicalismo de los principios.
    En vano fué, señores, que el último virey de Méjico, el Conde del Venadito, hombre de grande patriotismo, general de marina, Ruiz de Apodaca, deudo inmediato del actual Sr. Ministro de Marina, quien podrá contar á sus compañeros de Gabinete la historia de su tio en Méjico, para que sepan qué significan ciertos elementos y ciertas libertades en América; en vano el Conde del Venadito decia al Gobierno de Madrid cuando supo la insurrección de Cabezas de San Juan: «Señor, aplicar la Constitución á Méjico es perder este imperio para España.» El Gobierno de Madrid no admitía vetos de nadie. En vano fué que un hombre de superior ilustración, que conocía muy bien el país, el fiscal Odoardo, cubano de nacimiento, dijerar «Señor, no se debe pensar en proclamar libertades mien
    tras dure este estado de cosas.» El Gobierno de Madrid, no sé si porque se consideraba la encarnación suprema de la sabiduría, no sé si porque cedia á un vértigo de popularidad, no sé si porque estaba bajo la presión de los americanos ó de otras influencias ocultas, no sé por qué, decia que el Gobierno no necesitaba consejos de nadie, que costara lo que costara, que pesara á quien pesara, era necesario plantear la Constitución en Méjico.
    La Constitución se planteó: ¿y qué resultados produjo? El general Dávila, que mandaba en Veracruz, cuando le pidieron que jurase la Constitución de 1812, dijo después de jurada: «ya hemos jurado la Constitución; ahora, españoles, preparáos á proclamar la independencia.»
    Un escritor ilustre, un escritor instruidísimo, testigo de mayor excepción en las cuestiones americanas, un escritor que ha sido Ministro de la república de Méjico en tiempo de la presidencia del general Bustamante, se expresa en estos términos al hablar de la independencia de Méjico:
    «España perdió por la revolución de Itúrbide, originada en la del ejército en la isla de León, toda la parte que le pertenecía en el continente de la América septentrional, con un ejército numeroso y grandes acopios de artillería y municiones: en los dos años siguientes perdió también, por la misma causa, lo que todavía poseia en el de la América meridional. Y así fué como una sedición militar y las ridiculas disposiciones de las Córtes destruyeron una dominación formada por la sabiduría de los siglos; pues aunque en los designios eternos de la Providencia divina entrase la independencia de las Américas, en el tiempo que debia verificarse, como los sucesos humanos se efectúan por medios también humanos, las causas expresadas fueron las que produjeron tan grandes consecuencias. En compensación de tan inmensa pérdida, sacó cuatro años de desórden y guerra civil, una invasión extranjera, cuyo enorme coste tiene que pagar, préstamos ruinosos que reconocer y el establecimiento de la autoridad absoluta del Rey por diez años más, lo que no cesó hasta la muerte de Fernando, -el cual con sus vacilaciones sobre disposición testamentaria y declaración de heredero de la Corona, legó á su Nación, por última calamidad de tan funesto reinado, una guerra de sucesión.»
    Es decir, que Alaman, el escritor mas juicioso de aquel país, reconoce que la independencia de Méjico fué debida á las indiscretas disposiciones de las Córtes. ¡Temed que otro Alaman del porvenir haga recaer sobre vosotros igual anatema!
    Todavía'tengo otro testimonio, también imparcial y verídico, el testimonio del autor de la independencia de Mágico, el testimonio de Itúrbide, que en sus Memorias dice «que el restablecimiento de la Constitución en España y las medidas que las Cortes tomaron, parecían revelar el empeño de los españoles en perder aquel país para siempre.»
    Señores, esta es la historia, la historia impaicial de lo pasado, que aunque no quiera el Sr. Ministro de Ultramar ¿ es espejo del porvenir, la historia escrita por personas imparciales, por extranjeros, por americanos; no la historia que fantasean á su placer los que se empeñan en llevar al Gobierno á un abismo.
    Así la independencia de Méjico se realizó, no por el esfuerzo de los naturales, sino por la imprudencia y las temeridades y las locuras del Gobierno de Madrid; empeñado en reformar todos los elementos que le eran hostiles en América, y en quebrantar, en destruir, en matar todos los que eran amigos, hizo lo primero, porque los chis, las logias masónicas y los periódicos eran un ariete formidable contra nuestra dominación, porque orecia la audacia de los criollos al compás que se desgastaban los resortes del poder público; y lo segundo, porque exasperaba al ejército negándole las recompensas debidas por la brillante y larguísima campaña que acababa de realizar contra los insurgentes, mientras que prodigaba escandalosamente las mercedes, gracias y honores al ejército de las Cabezas de San Juan; y porque tenia un gusto especial en perseguir en aquellas remotas regiones al clero, elemento moral en que se apoyaba allí nuestra dominación, como hoy se apoya en las islas Filipinas (sobre cuyo estado, y dicho sea de paso, me permito llamar la atención del Gobierno en general, y del Sr. Ministro de Ultramar en particular, no sea cosa de que también de allí el dia menos pensado nos vengan noticias muy desdichadas).
    Desconcertó también los elementos que nos eran favorables, como era el partido español; porque, exasperándolo y obligándole á aceptar una Constitución que repugnaba, le arrojó en brazos de Itúrbide, que ofrecía cierta moderación y proclamaba principios conservadores: de modo, que muchos, muchos españoles se fueron detrás de la independencia, porque la desesperación nos lleva á todos los abismos. Por eso yo considero muy natural que los españoles y cubanos leales, cuando oyen hablar de abandonar ó de ceder á Cuba, digan y repitan que antes que arriar la bandera en el castillo del Morro convertirán aquel fértil y bello país en un montón de ruinas africanas; y yo, que creo que las situaciones históricas se reproducen; y yo, que creo que la historia de lo pasado, en su conjunto, en sus grandes lineamentos, en su sentido íntimo, filosófico y humano, es la profecía cierta del porvenir, yo me dirijo, en nombre de la Pátria, al Ministerio en general, y en particular al Sr. Becerra, y les digo: no exasperéis á los españoles de Cuba, desoyendo sus votos y hablando con desden y con ironía del heroísmo de sus voluntarios en los campos de batalla, aplicando el escalpelo de una crítica literaria intempestiva á las peticiones reverentes que dirijen á estas Córtes; no los exasperéis, porque la desesperación conduce á todos los abismos.
    Y me dirijo también álos españoles y cubanos en Cuba, y les digo: tened en cuenta lo que pasó en Méjico, no imitéis la conducta de aquellos españoles; acordaos de la suerte de los generales Negrete y Echevarri, que tan heróicos servicios prestaron á Méjico; acordaos de las tripulaciones del navio Alia, y del bergantín Valiente, buques vendidos á los mejicanos porque estaban desatendidos por el Gobierno español; acordaos del rico Fagoaga y del sábio Monteagudo y de los míseros dependientes y pobres braceros de las casas de comercio y de las casas de campo españolas; todos perecieron, ó en el cadalso, ó en la emigración, ó en el destierro, ó de hambre y de frió en las vecinas comarcas de Nueva Orleans; unios estrechamente á las autoridades que representan á la Pátria; haced política de amor, porque los cubanos leales son hijos de la misma Pátria y hermanos nuestros, y tened confianza en el porvenir, porque los Ministros no son inmortales (dispense el Sr. Ministro de Ultramar que le entone este memento homo, bien que no sea para S. S. tan peligroso como el voto que á manera de espada de Damocles tiene pendiente sobre su cabeza un verdadero radical, un correligionario de S. S.), tened confianza en el porvenir, porque los Ministros no son inmortales, porque las faltas de un Ministro las corrige el mismo, avisado por la experiencia, ó si no algunos de sus sucesores que conozcan á fondo, que conozcan mejor los intereses verdaderamente españoles en América.
    Pero yo no eé por qué os fatigo recordando historia
    pasada, la historia de la independencia de algunas colonias en 1812 y en 1820, cuando tenemos una experiencia más fresca, más palpitante, que brota sangre, la experiencia del general Dulce: yo no os hablaré de esta experiencia, entre otras razones, porque lo ha hecho ya con magnífica elocuencia el Sr. Romero Robledo; yo sé que las libertades otorgadas por el general Dulce fueron, como en Méjico, fatales; proporcionaron á los insurgentes grandes medios de hostilizarnos, y dieron ocasión á sucesos como el del teatro de Villanueva, en que fueron atropelladas las autoridades españolas, y los autores de estos atentados, que fueron condenados á muchos años de presidio, que fueron enviados á la Península, llegaron á un puerto y fueron puestos en libertad; llegaron á Madrid y se pasearon libremente; se escaparon al extranjero, y publicaron infames libelos contra el nombre español, y luego fueron á New-York y hoy estarán con los insurrectos para asesinar á nuestros bizarros soldados á mansalva; todo lo cual, como comprenderá el Congreso, como comprenderá España entera y como comprenderán las Antillas, mal puede contribuir á pacificar las Antillas, á disminuir las dificultades con que luchan las autoridades á que los voluntarios no se tomen la justicia por su mano, inspirándoles confianza en el Gobierno de V adrid y en los Ministros de España que consienten tales escándalos.
    Pero el Sr. Ministro del ramo, el Sr. Becerra, me dirá: «yo no me ocupo de Cuba, en donde hay guerra; yo solo me ocupo de Puerto-Rico, que está tranquilo.» Y bien, pregunto yo: ¿está seguro el Sr. Ministro de no llevar la perturbación á la isla de Puerto-Rico y de no aumentarla en la isla que está en guerra? ¿No teme que auminte la insurrección? ¿No teme que tengamos que enviar nuevas fuerzas en hombres y en dinero? ¿Se han tranquilizado por ventura sobre este punto las autoridades de Puerto-Rico? ¿No teme que se reproduzcan los sucesos de Lares, que el Sr. Valdós Linares empequeñeció la otra noche, y son más grandes? Porque no cabe negarlo con la cabeza, sino con documentos, y sería bueno traer sobre la mesa la causa que á ellos se refiere. ¿Se han tranquilizado, digo, las autoridades de Puerto-Rico? Además, ¿no dice la Constitución que las reformas se entenderán para Cuba y Puerto-Rico? Y si mañana se pacifica Cuba, ¿habrá Constitución en Puerto-Rico y en Cuba no? ¿No se nos echará en cara esta disparidad inicua ó injusta? ¿No la explotorán nuestros enemigos?
    El Sr. Ministro de Ultramar, no en este debate, en otro que tiene analogía con éi, ha insistido en las diferencias que hay entre las dos islas, diciendo que ni siquiera difieren en mucho más que se parecen. Este era el lenguaje del Sr. Seijaa Lozano cuando el Sr. Seijas Lozano se oponía á introducir reformas en Ultramar, ocupando ese banco. Yo por mi parte, no voy á contestar á S. S.; voy sencillamente á leer lo que dice respecto de este punto un testimonio que no me rechazarán los americanos, el testimonio del gran publicista de Cuba, el testimonio del Sr. Saco. Decía así, á propósito de esta cuestión, escritor tan distinguido:

    «Grande, grandísima es la semejanza quo hay entre la condición de esas dos islas. Ambas tienen el mismo clima, ambas las mismas producciones, ambas los mismos elementos de población, ambas la misma lengua, religión, costumbres, y se han venido rigiendo por las mismas instituciones hasta el dia. Si puede haber entre esas dos Antillas alguna diferencia, es tan insignificante que en nada puede afectar los principios fundamentales de la libertad.
    Las islas de la Guadalupe y la Martinica tienen entre sí la misma analogía que las de Cuba y Puerto-Rico, y por eso en 1827 el Gobierno francés les dió, como á las demás islas de la primera, una organización política. Aun es más notable la diferencia entre esas islas fraucesas y la Guayamo que entre Cuba y Puerto-Rico; y muchísimo más todavía la que existe entre aquellas tres colonias y la isla de la Reunión ó Borbon, situada en los mares de la India cerca del África Oriental; pero esto no obstante, dióseles á todas ellas en 1833 la misma Constitución política. Hoy mismo, á pesar de los cambios profundos que ha sufrido la Francia y sus posesiones de Ultramar, aquellas tres islas están sometidas al mismo régimen político, sancionado por un senado-consulto.
    »Con tender la vista sobre la misma Península se descubre de golpe que entre algunas provincias de ella hay desemejanzas mucho más grandes que entre Cuba y PuertoRico, Cataluña, Valencia, Galicia y las Provincias Vascongadas ofrecen diferencias notables y profundas respecto á las Andalucías y otras partes de España. Habíanse en ellas idiomas y dialectos distintos; han existido bajo de fueros y leyes diferentes; sus usos y costumbres varían mucho entre sí; mas á pesar de esto, todas, todas viven bajo las mismas instituciones.»
    El Sr. PRESIDENTE: Señor Navarro, si V. S. piensa extenderse mucho, habrá que consultar al Congreso si se proroga la sesión.
    El Sr. NAVARRO Y RODRIGO: Señor Presidente, celebro que S. S. me haya llamado la atención en este momento, porque cabalmente iba á empezar á tratar ahora la cuestión bajo su aspeoto internacional; y por lo tanto, siendo ya la hora tan avanzada, ruego'á la Cámara se digne dejar esta cuestión para la próxima noche.
    El Sr. PRESIDENTE: Se suspende esta disensión.
    El Sr. PADIAL: Pido la palabra.
    El Sr. PRESIDENTE: ¿Para qué, Sr. Padial?
    El Sr. PADIAL: Para rogar al Gobierno de S. A. se sirva, á la vez que la causa de Lares, traer al Congreso los expedientes secretos desde el año 1864 á la fecha, y en particular á mi distinguido general, el Sr. Ministro de la Guerra, se sirva traer el que hace relación al que tiene la honra de dirigir la palabra al Congreso en este momento.»
    Las Córtes quedaron enteradas de que la comisión nombrada para dar dictámen sobre el proyecto de ley llamando al servicio de las armas 40.000 hombres para el reemplazo del ejército habia elegido presidente al señor Fernandez de Córdova y secretario al Sr. Ruiz Zorrilla (D. Francisco).
    Dióse cuenta de la siguiente comunicación, y se acordó quedase sobre la mesa, como asimismo los documentos á que se reñere, para conocimiento de los Sres. Diputados:
    «ministerio De Guacia Y Justicia.=Ecxmos. señores: De órden de S. A. el Regente del Reino remito á V. EE. todos los documentos que componen el expediente pedido por un Sr. Diputado sobre el juramento de flde lidad á la Constitución del Estado que ha de prestar el clero. Dios guarde á V. EE. muchos años. Madrid 28 de Marzo de 1870.=Eugenio Montero Rios.=Sres. Diputados Secretarios de las Córtes Constituyentes.»
    El Sr. PRESIDENTE: Órden del día para mañana: Discusión del dictámen sobre el proyecto de ley de órden público.
    Idem sobre el proyecto de Constitución de PuertoRico.
    Proyecto de ley de organización municipal y provin cial.
    Idem de ley electoral.
    Discusión del dictámen y votos particulares sobre la proposición relativa al nombramiento y separación de los Ministros del Tribunal de Cuentas.
    Idem del de empleados públicos.
    Idem declarando de cabotaje la navegación entre la Península y las Antillas.
    Idem suprimiendo el derecho diferencial de bandera en las provincias de Ultramar.
    Solevanta la sesión.»
    Era la una menos cuarto.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Excelente discurso de los señores Romero Robledo y Navarro Rodrigo a favor de la unión de Cuba y Puerto Rico:




    Discurso del señor Romero Robledo:




    El Sr. ROMERO ROBLEOO: Pido la palabra.
    El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Sometida á mí esa cuestión, que parece significar que á juicio del Sr. Ministro, para el expediente reservado, eso puede dar mal re• sultado, yo no quiero nada que pueda alejar el que se aclare perfectamente lo que quiera que sea.
    Terminado este incidente, si bl Sr. Ministro no tiene que oponer otras palabras á las mias, voy ahora á rectificar lo dicho por los Sres. Valdés Linares y Vázquez Oliva.
    Señores Diputados, ya en el uso de la palabra y en la necesidad de rectificar á los Sres. Diputados por PuertoRico que han tenido la bondad de combatir mi voto particular, tengo precisión de empezar haciéndome cargo de un argumento que ha empleado mi amigo el Sr. Valdés Linares. S. S. empezaba su discurso lamentándose y diciendo que yo me habia reducido á demostrar en el pobre mió, que habia solo un hecho, la insurrección de Cuba, donde unos valientes voluntarios defendían la causa nacional. Yo siento mucho que toda mi argumentación, que se encaminó á demostrar que el proyecto de Constitución para Puerto-Rico era anticonstitucional, porque era contra el art. 108 y el espíritu de toda la Constitución, hubiera sido una argumentación completamente nula para mi amigo el Sr. Valdés Linares. En un error parecido, respecto á mi argumentación, ha incurrido el Sr. Vázquez Oliva, suponiendo que establecida la disyuntiva, se podía legislar para cada una de las Antillas. S. S. no ha comprendido tampoco mi argumentación, sin duda porqus no acerté á expresarla, ni á reproducirla el Diario de las Sesiones. Yo demostré claramente que establecida la disyuntiva de ser necesaria la presencia aquí de los Diputados de Cuba ó Puerto Rico para legislar sobre el sistema de gobierno de aquellas islas, bastaría su presencia para legislar, no para Puerto-Rico solo, sino para Puerto-Rico y Cuba. Esto es lo que manda el texto literal del art. 1,08 de la Constitución.
    Yo sé que legítimamente podemos en este instante votar esta Constitución; pero con uua condición, y es que no se llame Constitución para Puerto-Rico, sino Constitución para Puerto Rico y Cuba.
    Tanto el Sr. Valdés Linares como el Sr. Vázquez Oliva desconocen que yo he demostrado cuál era la perturbación que podía llevar á Cuba el votar la Constitución de PuertoRico. El Sr. Vázquez Oliva, alijerando el flete, ha dejado á un lado, por completo, todas las razones que constituyen la identidad de esas dos poblaciones, la identidad de esas dos provincias españolas, y ha empezado á hacer un género de argumentación que ciertamente me ha extrañado. Preguntaba S. S.: «¿A. quién puede perjudicar la Constitución? ¿A los insurrectos? No, porque estos no la admiten. ¿A los voluntarios?» Y añadia S. S.: «Los voluntarios habrán seguido defendiendo la causa española, cualquiera quesea la resolución de las Córtes.» Esto, mirado así, no tiene réplica; pero 'las cosas hay que mirarlas de otro modo. Hay una influencia moral que no se mide, que no se demuestra; pero que se palpa, que se toca, que influye en todas las causas: esa influencia moral e3 la que es necesario apreciar, porque ¡es la que viene á colocarse, una vez votada la Constitución de Puerto-Rico, entrJ los voluntarios de Cuba y de parte de los insurrectos. ¿Cómo no habia de suceder así? Pues qué, los peñó dicos insurrectos, el Boletín de la Junta revolucionaria de New—York, ¿no está calumniando al digno Marqués de loa Castillejos, no está calumniando al Gobierno de S. A., suponiendo que allí se vaya á desarmar los voluntarios, suponiendo que allí se vayan á llevar reformas, suponiendo que allí se vayan á hacer ciertas cosas sin contar para nada con la voluntad del país y por complacer al Gobierno de una potencia extranjera?
    Pues cuando ellos lean ese Boletín de la Junta revolucionaria de New-York, cuando lo lean los voluntarios de Cuba, los que vierten su sangre, los que exponen sus haciendas, los que lo sacrifican todo por defender á la Patria; cuando vean que se dirigen tales calumnias al Gobierno de S. A., y luego, pasados que sean quince días y llegado el correo de España, vean confirmados en cierto modo los temores de lo que hacia algunos días v enia anticipando el Boletín de la Junta revalucionaria de NewYork, ¿cree S. S. que no es para secar el entusiasmo, que no es para helar aquellas almas el considerar
    El Sr. PRESIDENTE: Señor Romero Robledo, advierto á S. S. que solo tiene la palabra para rectificar.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Me hallaba en el uso de la rectificación, Sr. Presidente. Yo me proponía demostrar á estos señores, y estaba rectificando (en cuanto estos Sres. Diputados creen que yo no habia establecido los lazos de solidaridad que existen entre una provincia y otra), que aunque yo creo que los habia establecido suficientemente en mi discurso, me proponía demostrarlo de nuevo; pero no Insistiré en esto: no quiero abusar ni de la benevolencia del Sr. Presidente, ni de la atención de la Asamblea.
    El Sr. Valdés Linares, á quien con profundísima pena oí decir en su discurso que era de Venezuela, su querida pátria; el Sr. Valdé3 Linares, con formas suaves, conquistándose la benevolencia de la Cámara, consiguió deslizar á favor de estos poderosos medios de elocuencia, una cosa, Sres. Diputados, que parece imposible que pueda sostenerse en parte alguna. Habló S. S , marcándolos con un sello de estigma, de los peninsulares que iban á las Antillas á trabajar para adquirir fortuna. ¿Qué quiere S. S. para un Estado? ¿Quiere S. S. holgazanes y vagos? ¿Quiere S. S. que se consideren malos ciudadanos aquellos que dejan su verdadera pátria por consagrarse en lejanas tierras á nuevas empresas y poder aumentar su patrimonio, y ojalá que todos lo hicieran, absolutamente todos?
    ¿Quiere S. S. que despreciemos á los que se hallan poseídos de eso que S. S. llama espíritu da adquisividad, y que yo llamaré amor al trabajo? ¿Le parece á S. S. ese mal elemento para constituir una sociedad? ¿Pretende su señoría que los que tienen un gran interés en desarrollar su industria hayan de vivir necesariamente en un sistema de gobierno que les incomode, que les ahogue y haga inútiles por completo sus esfuerzos? Pero más adelante, cantando, en un especie de idilio, las virtudes de PuertoRico y confirmando las palabras del Sr. Escoriaza, nos indicaba S. S. que las gentes de Paerto-Rico eran de lo más santo, de lo más virtuoso, de lo más digno de estimación.. .
    El Sr. PRESIDENTE: Yo siento interrumpir áS. S.; pero eso no es rectificar.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Señor Presidente, tengo necesidad de rectificar...
    El Sr. PRESIDENTE: Su señoría está contestando.
    El' Sr. ROMERO ROBLEDO: Podrá ser que en mi argumentación haya dado algún rodeo; pero yo necesito demostrar que en Puerto-Rico existe espíritu separatista. [El Sr. Padial: S. S. por lo visto es quien quiere que lo haya.)
    ¡ El Sr. PRESIDENTE: Suplico al Sr. Padial no inter! rumpa al orador.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Yo necesito demostrar, porque se ha supuesto por el Sr. Valdés Linares lo contrario de lo que yo había afirmado, y este es un hecho importante para el debate, que en Puerto Rico existe un es ■ píritu separatista que se da la mano con el de Cuba, y que ha puesto al borde del abismo la perla de nuestras Antillas.
    El Sr. PRESIDENTE: Pues eso no puede hacerlo su señoría en una rectificación.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Estoy rectificando, señor Presidente.
    El Sr. PRESIDENTE: Perdone S. S., eso no puede hacerlo S. S. rectificando; eso puede V. S. hacerlo cuando se trate de la Constitución, ó en un djbate aparte; pero es completamente imposible que lo haga en una rectificación. Después de eso que S. S. pretende decir, vendría un nuevo discurso del Diputado á quien S. S. contesta, demostrando que allí no existe espíritu separatista; vendrían después también los Sres. Diputados de PuertoRico pretendiendo demostrar lo mismo, y de este modo el debate seria interminable. Ruego, pues, á S. S. que se limite á rectificar.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Señor Presidente, yo no insistiré más por el grandísimo respeto que me inspira siempre la Presidencia; pero voy á hacer un ruego, y esto sí creo que me ha de ser lícito. Este ruego se dirige al Sr. Ministro de Ultramar, y tiene por objeto suplicarle que traiga mañana mismo á las "Córtes todo lo referente á la irsurreccion de Lares, porque es necesario que las Córtes con&zcan lo que van á votar antes de votarlo. De esta manera se conocerá cuál es el espíritu que domina en aquella Í6la, cuál es el espíritu que domina á algunos que por la generosidad de la revolución fueron comprendidos en una amnistía, pero que son enemigos de todo lo que es español.
    Pero voy á ocuparme de un hecho, suponiendo que para ello tengo derecho; ¡de tal manera está conmigo inclemente la campanilla del Sr. Presidente 1 voy á ocuparme de un hecho que me importa mucho dejar consignado. El Sr. Valdés Linares refirió aquí la exposición dirigida al señor general Serrano para desvirtuar la exposición presentada por nuestro amigo el Sr. Cánovas del Castillo con 14.000 firmas de españoles cubanos. El Sr. Valdés Linares, olvidándose de que aquella exposición habia sido redactada por los que ahora están en Nueva-York, incurrió en el grave error de citar el nombre del Sr. Conde de Cañónfeo, cuyo nombre, como la mayor parte de los que firmaban la exposición dirigida al señor general Serrano, están también en la dirigida al Sr. Cánovas del Castillo, esos mismos nombres da personas ya~ desengañadas, ya caída la venda, ya dada por ¡aprénsala vozde [abajo caretas!
    Me conviene también consignar como último hecho, y voy ísentarme porque no quiero perturbar al Sr. Presidente en lo más mínimo, y conviene consignar que en un periódico establecido en esta córte para defender los intereses del partido español en Cuba, dirigido por un criollo, redactado por un criollo, porque criollos muchísimos y muy respetables, precisamente los más respetables, son los que abrazan con entusiasmo y con ardor la bandera española de aquella Antilla, para demostrar la importancia de e3a exposición, ha publicado 60 nombres de. los 14.000 que la suscriben, y ha demostrado que esos 60 nombres representan 2.000 millones de reales.
    Entre esos 60 nombres hay 21 insulares, nacidos allí, que piden lo mismo que piden los peninsulares [El Sr. Padial pide la palabra); porque es necesario ya hablar claro, es menester dejar bien definidas las cosas, y es preciso no consentir, ni por un instante siquiera, que se arroje la ca
    lumnia sobre los peninsulares que hay en Cuba, haciendo creer á las gentes que todos los insulares nos son comple-" tamente enemigos, cuando insulares y peninsulares, todos los que aman la libertad y la honra de la Pátria, están unidos en un mismo y perfecto sentimiento.
    El Sr. Ministro de ULTRAMAR (Becerra): Pídola, palabra.
    El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
    El Sr. Ministro de ULTRAMAR (Becerral: El señor Romero Robledo ha propuesto al Ministro de Ultramar que se traiga aquí mañana la causa formada por consecuencia de los acontecimientos de Lares. El Sr. Romero Robledo comprenderá bion que la causa no puede estar en el Ministerio. Allí no existe más que el oportuno expediente, que yo tendré mucho gusto en traer, aun cuando desde luego anticiparé á S. S. la idea de que no le ha de servir para fundar en él sus argumentos.
    Ya que estoy de pié, he de decir otra cosa. Me alegro mucho ver al Sr. Romero Robledo en el buen camino: lo mismo que ahora S. S., yo siempre me he expresado deseando borrar una división que se hace comunmente entre peninsulares é insulares. He dicho constantemente que allí existe un partido nacional y otro antinacional, no hay más divisiones que esta.
    Antes de sentarme y de concluir, voy á decir dos palabras. El Sr. Romero Robledo h& hablado de ciertas palabras que pronunció en una sesión que se celebró á consecuencia de una lucha deplorable ocurrida en Madrid por efecto, como otras muchas, de nuestras discordias civiles. ¡Quiera el cielo que no vuelvan á repetirse! No he de hablar yo de aquello para traer recuerdos tristes y excitar pasiones enojosas; pero aludiéndose á ciertas palabras dirigidas á los que tomamos parte en aquel acontecimiento ocurrido en Madrid, como yo acepto por completo la responsabilidad de aquel y de todos mis actos, de todas maneras y en todas épocas, y aquellas palabras, según S. S., dichas están, ahora que ha desaparecido la necesidad de los escondites (me parece que estas han sido las frases de S. S.), tomo acta de ello, y lo recojo para cuando sea conveniente tratar este punto. Por más que las palabras se dirijan á una colectividad, yo, como uno de los comprendidos en ellas, tomo acta de su sentido para tenerlas en cuenta cuando convenga.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Pido la palabra, señor Presidente.
    El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.
    El Sr. ROMERO ROBLEDO: Para dar las gracias al Sr. Ministro de Ultramar por su ofrecimiento de remitir el expediente sobre la causa de Lares; y respecto á las últimas palabras de S. S., está muy bien.




    Discurso del señor Navarro Rodrigo:




    El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Navarro y Rodrigo tiene la palabra en pro del voto particular del Sr. Romero Robledo.
    » - El Sr. NAVARRO RODRIGO: Señores Diputados, si antes me levantaba á hablar con gran tristeza, después del incidente ocurrido entre el Sr. Ministro de Ultramar y el Sr. Romero Robledo, después de la acritud, después de la pasión que ha tomado el debate esta noche, debo declarar que me levanto á hablar con mayor tristeza, que me levanto á hablar con mayor dolor.
    Porque, señores, jo he sido de los que con más intensidad y con mayor desinterés han deseado que entre todos los factores revolucionarios que han de construir la nueva Monarquía en esta Cámara, reine la armonía, la concordia, la fraternidad, cierta inteligencia, al menos, hasta llegar á la solución final, á la solución suprema, al restablecimiento de la normalidad constitucional, cuando entre la mayoría y la minoría, entre el Gobierno y
    la oposición, se levante un poder neutral bastante fuerte, un juez del campo del combate para dirimir las contiendas , para fallar los pleitos de Estado que se ventilan en estos altos Cuerpos, y no nos sorprendan los azares de lo desconocido ó las iracundas apelaciones á la fuerza.
    Yo veo claro como la luz; yo veo claro como la evidencia que ante el gran desenvolvimiento que han tomado en España los partidos extremos, los partidos radicales, verdaderamente radicales en los hechos, en los principios, en las ideas, no en el nombre, que eso no significa nada; ante el desenvolvimiento que ha tenido el partido republicano, enemigo de la Monarquía; ante el desenvolvimiento que ha tomado el partido absolutista, enemigo de la libertad; para hacer la Monarquía, y para salvar la -libertad, se necesita que los que estamos colocados entre estos dos abismos que nos solicitan, se necesita que aquellos que hayan aceptado la Monarquía de buena fe y no como un compromiso circunstancial, que aquellos que amen de veras la libertad y huyan de la vergüenza de una restauración, se necesita que se busquen, que se entiendan de buena fé para no precipitarnos mútuamente ni precipitar á nadie en soluciones que pugnan con su honor, con su conciencia, con su interés y con su patriotismo.
    Hoy, para salir de la interinidad; hoy, para salir de esta interinidad que nos asfixia, de esta interinidad que lo esteriliza y lo mata todo, de esta interinidad que mantiene vivas todas las esperanzas, de esta interinidad que enciende por intermitencias la guerra civil; hoy, para salir de esta mansa anarquía, como la ha llamado el señor Rivero, de esta indeterminación cósmica en que vivimos, de esta expectación eterna, de esta situación que es peor que la de los condenados del Dante, la cual era tan insoportable que á toda costa querían salir de ella aunque fuera para entrar en otra más angustiosa; hoy, para salir de esta situación que hace las veces de máquina pneumática alrededor del Gobierno, de la Asamblea y de la revolución, se necesita cierta concordia, te necesita cierta fraternidad, cierta inteligencia entre todos los partidos monárquico-liberales de esta Cámara; y el dia de mañana, para poder salvar la Monarquía contra el partido republicano , brioso, pujante, audaz; para poder salvar la libertad contra el partido absolutista, rejuvenecido, galvanizado, que está en pié de guerra, se necesita la formación de un gran partido monárquico, de un gran partido liberal, de un gran partido democrático, llámese como se quiera, á fin de fundar la Monarquía y salvar la libertad.
    Si esto partido no se forma, á despecho de todos y de todo, vosotros, progresistas, no tendréis fuerza bastante para salvar la Monarquía de entre las garras de los republicanos antiguos ó en expectación de serlo de nuevo, y nosotros, lo declaro con sinceridad, con profundo disgusto, nosotros no tendremos fuerza bastante para salvar la libertad de las garras de la restauración.
    Yo no sé á qué partido, yo no sé á qué fracción aplicará la historia futura estas tremendas palabras de Tácito facüiorem inter malos consenso ad ballum quam in pacm ad concordiam, es más fácil á los ruines concertarse para hacer la guerra, que para gozar la paz. Lo que sé es que los partidos medios habrán desaparecido, que no habrá progresistas, que no habrá unión liberal, que solo habrá republicanos y absolutistas; que tendremos dictadura y anarquía, pero que no tendremos verdadera Monarquía ni verdadera libertad.
    Dichas estas palabras, que son un gemido escapado de mi corazón en presencia de la actual situación política de España, situación la más grave, la más solemne por que ha pasado ningún país del mundo, dichas estas palabras, voy á entrar en este debate que ha de aumentar las perturbaciones aquí y en Ultramar. Yo, como muchas personas de esta Cámara, aunque la última de estas personas, tenia opiniones muy conocidas en esta cuestión, y cuando viene no es cosa de guardar silencio; cumplamos todos nuestro deber, que los sucesos están en manos de Dios.
    Quiere el Sr. Ministro de Ultramar fijar la suerte de Puerto-Rico, quiere fijar las relaciones de aquella provincia con la madre Pátria, y yo creo que lo que hoy se determine para la pequeña Antilla, determinado quedará para la grande; que no en vano la naturaleza las hizo hermanas, que no en vano están bajo una misma zona, son hijas de una misma madre y ambas dependen de la misma nación.
    Se trata, pues, de la suerte de nuestras AnMUas, resto sagrado de una grande herencia, y cuando digo esto, creo que digo lo suficiente á Diputados de una Asamblea española, para que comprendan que se trata de lo más grande, de lo más íntimo, de lo más santo para todo pecho español, del honor de todos y de cada uno de nosotros, del honor de todos y de cada uno de los españoles, del honor, en fin, de la gran Nación española.
    ¿Necesitaré yo decir lo que significan las Antillas para la madre Pátria? ¿Necesitaré yo esforzarme en demostrar la importancia que tiene su conservación? Harto lo saben los puertos todos de nuestra costa cantábrica; harto lo saben los pueblos que componen el riñon de Castilla; harto lo saben todas nuestras provincias de lado de Oriente; suprimid las Antillas, y el comercio languidece, y la marina mercante agoniza, y la marina de guerra es un lujo gravoso que no puede permitirse la Nación española: los presupuestos de las Antillas son á veces mayores que los de un Estado europeo de tercer orden, y representan en tiempos normales un sobrante para la madre Pátria de 80 á 100 millones de reales.
    Nada más importante, por consiguiente, para la Nación española que la conservación de las Antillas, y nada más importante para todos los que nos sentamos en estos bancos, cualquiera que sea nuestra actitud, y nada más importante, sobre todo, para los que se sientan en ese banco [Bl ministerial), á quienes los contemporáneos y la posteridad, los partidos y la historia han de atribuir toda la gloria ó toda la responsabilidad de lo que ocurra en nuestras ricas posesiones del archipiélago antillano.
    Y, señores, cuando se nos hace una guerra cruel al grito de <¡Muera España!» cuando periódicos tan acreditados como la Revista de Ambos Mundos han dicho que los conspiradores cubanos han prestado grandes auxilios, han adelantado gruesas cantidades á los generales de la revolución de Setiembre; cuando tanto ha hablado la prensa nacional y extranjera de la misión que ha traído á España el Ministro de los Estados-Unidos; cuando tanto se ha hablado sobre la venta ó cesión de Cuba, sobre las opiniones atribuidas, con razón ó sin ella (yo creo que con razón), á algunos personajes de esta situación; cuando hay periódicos revolucionarios, que se publican en Madrid, que hablan todos los días de la conveniencia de ceder ó abandonar á Cuba; cuando todo esto sucede, la cuestión de las Antillas, si importante, si inmensa para la Nación española, es una cuestión que toca en lo más vivo al honor de la revolución de Setiembre.
    Por eso yo, que tengo la pasión de mi Pátria, y que saludé con lágrimas de júbilo esa revolución, en que libré tantas generosas ilusiones, que rápidamente van desmoronándose; por eso yo he seguido y sigo con viva emo-'
    cion y creciente interés las peripecias todas de nuestra guerra en Cuba. Por eso yo, cuando llegaron á la Península los periódicos cubanos que daban cuenta de la heróica, de la inmortal defensa de las Tunas, viendo que otros, no sé si con más deber, pero sin duda con más autoridad que yo, no lo hacían, solicitaba el concurso do diferentes lados de la Cámara á fin de que declarara beneméritos de la Pátria á aquellos que tan heroicamente la defendían, deseando comunicarles el aliento y estímulo que tanto necesitaban.
    Por eso yo, como el Congreso recordará, pedí al señor Presidente del Consejo de Ministros que trajera á la Cámara datos suficientes para saber los recursos enviados á Cuba, ó, por mejor decir, los medios empleados hasta el dia para vencer la Insurrección. Por eso no há muchos días me dirigí á la Cámara, solicitando de ella que, en prenda de gratitud nacional, prohijase á los desdichados huérfanos de Castañon. Por eso vengo hoy á intervenir en este debate, el más importante y el más capital de cuantos pueden ocupar á las Córtes españolas. Porque, señores Diputados, esta noche el Sr. Romero Robledo lo ha dicho: «Nuestros errores políticos aquí tienen enmienda; en Ultramar son irreparables.» ,
    Yo no voy á ocuparme, á pesar de haberlo ofrecido en otra ocasión, acerca de los datos que reclamé al Sr. Ministro de la Guerra; yo no voy á ocuparme de los refuerzos enviados á Cuba, de su clase, de la época en que fueron enviados, del armamento y vestuario que llevaban, de las recompensas otorgadas, etc., etc.; no quiero tampoco saber por qué el general en jefe que manda las fuerzas que operan en Cuba no tiene las facultades que tuvieron el general en jefe de África, el general en jefe de Santo Domingo y el general en jefe de Méjico; no quiero tampoco inquirir si son exactas ó no ciertas órdenes comunicadas á las autoridades de Cuba acerca del útilísimo y patriótico servicio que prestan los voluntarios de aquella Antilla; no quiero hablar de nada de esto, por dos razones capitales: primera, porque mientras me sea posible, yo no quiero en nada lastimar, ofender ni menoscabar al señor Presidente del Consejo de Ministros, encarnación y esencia de la situación anómala y extraordinaria que atravesamos; y después, por otra razón de patriotismo: porque temería que mis observaciones en algo pudieran lastimar los intereses de España en nuestra guerra en Cuba.
    No quiero hablar de otras cuestiones emanadas del Ministerio de Ultramar, porque estas cuestiones son relativamente menudas y pequeñas cuando se trata de la cuestión vital de organización definitiva de las Antillas, y entro de lleno en la cuestión.
    Es, Sres. Diputados, es un hecho dolorosamente repetido en la historia del siglo actúal, y por lo repetido debió ser previsto por la situación que se levantó triunfante después de la batalla de Alcolea, que á tempestades, revoluciones y movimientos que estallan en la Península, corresponden revoluciones, movimientos y tempestades que estallan en nuestras posesiones de América para procurar su independencia. Así sucedió en el comienzo do este siglo cuando la insurrección cunde en contra nuestra desde el hemisferio austral al boreal, desde la costa de la Plata y de Chile hasta el Norte de Méjico. Así sucedió el año 20, cuando pacificada, casi por completo aquella insurrección, tuvo lugar la rebelión de las Cabezas de San Juan; ocasión triste para la emancipación de las Américas, lo mismo al Norte que al Sur. Así también se verificó en los infaustos dias de la guerra civil, cuando el general Lorenzo quiso seguir las huellas del sargento García en la Granja, pidiendo el restablecimiento de la Constítucion del año 12, y el general Tacón ahogó" con la fuerza aquel movimiento sedicioso.
    Ahora bien: si este era un hecho dolorosamente repetido en nuestra historia, ¿por qué no se tuvo en cuenta por la situación que se levantaba triunfante después de Alcolea? ¿Cómo no se envió ■allí al mejor de los generales victoriosos acompañado de una brillante división, sacada por igual de los dos bizarros ejércitos quo tan heróicamente lucharon en Alcolea? Ya sé yo que es una villana calumnia lo de suponer que habia dos conspiraciones que se correspondían paralelamente, que se daban la mano, la conspiración de España y la de Cuba; ya sé yo que es villana calumnia lo de las gruesas sumas adelantadas á los generales que derribaron á Isabel II; ¿pero no sabíamos todos el fenómeno histórico de que antes me he ocupado? ¿No sabíamos todos también que era escasa la guarnición de Cuba? ¿Por qué no se envió allí un nuevo capitán ge neral y una división? ¿Por qué no se hizo lo que en 1854, que fué enviar instantáneamente un nuevo capitán geaeral para precaver, para evitar eventualidades dolorosas? |Ah, señores! Si esto se hubiera ejecutado en todo el mes de Octubre de 1868, la insurrección de Cuba se hubiera ahogado al nacer; no habría tomado las proporciones que después ha tomado; no tendría las proporciones que aún hoy mismo tiene: se habría ahorrado mucha sangre y mucho dinero, se habrían evitado conflictos internacionales, y ¡quién sabe, quién sabe si otros resultados más tristes para la Patria que como final consecuencia hemos de recoger de esa lucha infame y parricida I
    Yo no sé, yo no sé por qué cometieron ese error 103 hombres de la revolución de Setiembre, del cual no les ha de absolver la historia en ningún caso, á no ser que fuera con el propósito de realizar un nombramiento que, en mi concepto, era cometer otro error más grave, otro error más capital, el de enviar á Cuba al general Dulce.
    Señores Diputados, yo he tratado siempre con gran respeto al general Dulce cuando vivía; no esperéis que muerto ultraje su memoria. Conocía su gran carácter, su patriotismo, su integridad, su heroico y magnánimo valor, cualidades que no son tan comunes en nuestro país, y que brillan más, por lo mismo que son raras, en épocas de decadencia. Pero con ser todo esto, el general Dulce era el menos á propósito para mandar en Cuba una vez estallada la insurrección. ¿Por qué? Porque el general Dulce era ya un medio cadáver, y el clima de los trópicos había de ser mortal para su convalecencia; porque no podía atender á las multiplicadas y perentorias atenciones de su difícil cargo; porque era objeto de grandes prevenciones en el elemento peninsular; porque la mayor parte de sus amigos estaban entre los filibusteros, y, señores, ¿por qué no lo he de decir? porqúe se decia públicamente que hasta deudos suyos tenían simpatías, cuando no compromisos, con los filibusteros y laborantes. Yo tuve el valor de decírselo; yo le dije: «mi general, alguien puede creer que Vd. eobra en España, que Vd. hace falta en Cuba. Yo, por el contrario, creo que Vd. sobra en Cuba, que usted hace falta en España.»
    El general Dulce tenia un vago presentimiento de la situación por que habia de pasar en Cuba, repugnaba el ir á Cuba; pero le rodearon altas y poderosas influencias, se le bizo comprender que de él dependía la pacificación de Cuba, la pacificación de la perla de nuestras Antillas; y como el general Dulce era todo patriotismo, aceptó, y fué á Cuba. Yo no quiero hnblar de su último mando en aquella Antilla: yo únicamente lamentaré la catástrofe que lo arrancó de ella, catástrofe que debió ser prevista, catástrofe que ha herido gravemente el principio de au
    toridad en Cuba, catástrofe que habrá acelerado sin duda la muerte del ilustre y valeroso general, sin cuyo auxilio, sin cuya ayuda, la revolución de Setiembre, ó no habría venido tan pronto, ó habría quizás abortado.
    Pero de todos modos, aun con el error de no haber enviado en todo el mes de Octubre de 1868 un general á las Antillas, una brillante división para reforzar la escasa guarnición de Cuba, habia una fortuna, y era la de que, al frente del Ministerio de Ultramar estaba un ilustre jó ven, que, sobre no ser sospechoso en nada á la revolución de Setiembre, que sobre no poder ser sospechoso en nada á la revolución de Setiembre, tenia la inteligencia y el patriotismo que acompaña al actual Ministro de Ultramar; pero sobre él una gran ventaja: la ventaja de no ser una amenaza á los intereses conservadores de Cuba, con cuyo patriótico é inteligente auxilio se salva la gran Antilla, ó no se salva de ninguna manera.
    Señores Diputados, los hombres no son en su vida pública lo que quieren en algunos momentos determinados de ella: aunque modifiquen sus opiniones , sobre ellos pesa su vida anterior, sus compromisos anteriores, sus antecedentes; y aunque modifiquen sus opiniones, como he dicho, los compromisos y antecedentes de su vida pública anterior sobre ellos pe=>an con fatalidad inexorable.
    En este momento histórico que atravesamos, yo con cíbo que el Sr. Sagasta haya sido reemplazado en el Ministerio de la Gobernación por el Sr. Rívero; yo concebiría que el día de mañana, si el Sr. Rívero se gastase, si el señor Rivero, en vez de ser el llamado á constituir aquí una gran mayoría, una mayoría gubernamental monárquicodemocrática, monárquico-liberal, fuese el destinado fatalmente á disolverla y pulverizarla, concibo, si este fenómeno tuviese lugar el diade mañana, que fuese reemplazado el Sr. Rivero en el banco azul, en el Ministerio de la Gobernación por el Sr. Sagasta ó por la dignísima persona que ocupa aquel sitial [señalando el de la Presidencia) pero no concebiría que fuese reemplazado el Sr. Rivero por el Sr. Ríos Rosas ó por el Sr. Posada Herrera, bien que entrambos hombres de Estado estén comprometidos con el actual órden de cosas, bien que hayan elaborado la Constitución, bien que tengan comprometida hasta su existencia con la revolución de Setiembre. ¿Sabéis por qué no concebiría esto? Porque aunque el Sr. Rios Rosas y el señor Posada Herrera tienen estas cualidades, tienen estas prendas, tienen estas garantías para la libertad, sobre ellos pesaría su vida anterior, su vida conservadora anterior, sus antecedentes conservadores, y las medidas más liberales que adoptasen serian tachadas de reaccionarias por los elementos que dan más calor y que tienen más cariño á esta situación, y ellos mismos serian objeto de desconfianzas, de resistencia, y quién sabe si producirian una verdadera revolución.

    Pues bien, de la misma manera, yo no concibo que ocupe el Sr. Becerra el Ministerio de Ultramar , donde se necesita una persona de antecedentes poco radicales , poco , que no sean tan revolucionarios. Ya sé yo que el Sr. Becerra es monárquico definitivo ; ya sé yo que el Sr. Becerra ha defendido enérgicamente la conciliación, hasta el punto de hacerla, creo no estar equivocado, no sé si tengo buenas noticias, condición de su existencia en ese banco; pero á pesar de eso, páralos que no conocen al Sr. Becerra, aparece como tipo del ultraradicalismo, y así sus medidas más conservadoras son objeto de desconfianza por parte de los conservadores de las Antillas, y quién sabe si será objeto de hostilidad, y quién sabe si determinará una revolución de consecuencias irreparables para la Pátria.

    Así, pues, si el Sr. Becerra, en cualquier otro departamento ministerial, podía servir á la revolución de Setiembre, porque yo no puedo negar su talento, su patriotismo; si podía prestar en otro departamento ministerial grandes servicios á la revolución de Setiembre, en ese departamento es un peligro, es una amenaza constante para las Antillas y para los grandes intereses, para los intereses permanentes de la Pátria.
    Y así ha dado la organización que ha dado á su Secretaría; así tiene á su lado á una persona notable por su ilustración, por su talento, pero que viniendo á la situación monárquico-democrática que tenemos desde los campos socialistas, según creo, y de esto estarán más enterados en aquellos bancos; pero que, viniendo á la situación monárquico-democrática que tenemos desde los campos socialistas, en vez de contener al Sr. Ministro por los derroteros que toma, lo ha de empujar más y más en ellos, como quien dice, en esta cuestión ultramarina: lo que decía aquel médico de que habla Erasmo: facíamos experimenturn in corpore vili.
    Y no creáis, Sres. Diputados, por lo que llevo dicho, no creáis porque yo defienda el voto particular del Sr. Romero Robledo, no creáis que yo soy enemigo de las reformas en las Antillas. Yo sé que vivo en el siglo XIX, yo sé que vivo en medio de la Europa, yo sé que vivo en medio de sus corrientes, yo sé que las Antillas tienen la vecindad de los Estados-Unidos, yo sé que debemos estas garantías y esta satisfacción á nuestros hermanos de Ultramar, y yo sé otra cosa con la cual se salvan las naciones y se salvan los partidos y se salvan los poderes públicos, y sin la que se pierden las naciones y se pierden los partidos y se pierden los poderes públicos, es á saber: que nada hay á veces más conservador que la libertad, como á veces nada hay más favorable á la libertad que una política conservadora. Sin el atrevimiento liberal de Roberto Peel, aquel ilustre apóstata de las clases conservadoras inglesas, la Monarquía inglesa y las clases en que se apoyaba habrían sido arrolladas por la ola creciente de la democracia moderna. Si algo hubiera podido salvar la restauración en Francia habría sido la política liberal de Martignac si la restauración hubiera sido leal á esa política. Si algo hubiera podido salvar á Doña Isabel II hubiera sido la persistencia en el liberalismo del Duque de Tetuan, cuando reconocía el reino de Italia y planteaba la reforma electoral. El Conde de Beust, abrazándose con fé, abrazándose con entusiasmo á la libertad después de la batalla de Sadowa, ha evitado la disolución molecular del Austria y acaso la prepara para tomarse una revancha de Prusia en inmediato porvenir. Si algo puede salvar el imperio francés, si algo puede salvar la dinastía napoleónica, es la evolución liberal, francamente liberal y parlamentaria, que con admiración y simpatías universales está realizando en estos momentos el Ministerio Ollivier.
    Por consecuencia, yo sé que la libertad es eminentemente conservadora, como sé que á veces nada hay más favorable para la libertad como una política conservadora . Sin la moderación, sin la prudencia, sin la sensatez de los revolucionarios ingleses de 1088, la libertad de aquel gran pueblo se hubiera arrastrado de horror en horror, como una bacante, á las plantas de un nuevo Cromwell.
    Sin la moderación, sin la prudencia, sin la sensatez del Conde de Cavour, la libertad y la independencia de Italia habrían sufrido un nuevo calvario en el Quirinal con Cíaribaldi y Mazzini. Y para hablar de cosas más inmediatas, de cosas que nos atañen más de cerca, de cosas de nuestra Patria, siu la suspensión de las garantías cons
    titucionales decretada por esta Asamblea, cuando las dos últimas formidables insurrecciones, sin la energía del señor Conde de Reus, Ministro de la Guerra, del general Prim, y la decisión del Ministro de la Gobernación, señor Sagasta, esta sociedad hubiera sufrido un inmenso naufragio, y la libertad española como náufraga hubiera en él perecido.
    Porque la historia me enseña esto, yo como conservador, yo como hombre de antecedentes conservadores, para sal ver á las Antillas, quiero reformas liberales en las Antillas: como vosotros, como nosotros, revolucionarios de Setiembre, debemos pensar para salvar la revolución, en dar á todas nuestras soluciones políticas el asiento, la levadura y la base de los grandes principios, de los grandes intereses que andan comprometidos en esta sociedad tan agitada y confusa.
    Pero dirá el Sr. Ministro de Ultramar: ¿cómo si el señor Navarro y Rodrigo quiere reformas liberales en las Antillas se opone á la Constitución de Puerto-Rico? Porque las quiero con su cuenta y razón, como decía el otro dia contestando al Sr. Ministro de Ultramar; porque las quiero con cautela, con prudencia, con madurez, con precaución, con oportunidad, y la Constitución que ha presentado S. S. no obedece á ninguna de estas consideraciones.
    Yo creo, Sres. Diputados, que para emitir nuestra opinión en cuestión tan importante, que para no cometer un error, que, como he dicho antes, seria irreparable en las cuestiones de Ultramar, debíamos de estar antes ámplia, completa y abundantemente instruidos. ¿Lo estamos? ¿Lo está siquiera la comisión? ¿Lo esta al menos el Sr. Ministro de Ultramar? ¿Qué datos ha tenido presentes S. S.? ¿Es la información del tiempo del Sr. Castro? Casi la mayor parte de sus autores están entre los insurrectos. ¿Es el general Serrano? Pues aquí habéis visto que ha confesado noblemente su equivocación, y es público hoy, que sus amigos más íntimos, aquellos que le rodeaban en Cuba y á quienes calificaba después de víboras que albergaba en su seno, están entre los insurrectos. ¿Acaso el general Dulce? Recordad cómo pensaba en sus últimos días; recordad cómo calificaba á determinados reformistas de Ultramar, maestros en el innoble arte do la hipocresía, para ocultar entre sus ardientes, entre sus mentidas protestas de adhesión á España, su filibusterismo. ¿Acaso han ilustrado al Sr. Ministro los individuos que compusieron la junta que improvisadamente formó S. S. á su entrada en el Ministerio? Que respondan los que la compusieron y están aquí; que digan qué fué lo que hicieron, y se verá que no hicieron nada.
    Pues si todos los datos que tiene el Sr. Ministro de Ultramar son viciosos, ó son incompletos, ó son recusables; si entre los Diputados de Puerto-Rico hay cuatro que rechazan perentoriamente el proyecto por inoportuno y peligroso para los intereses de la Pátría; si de los cinco que quedan hay alguno ó algunos que no están conformes con el dictamen presentado; si todo esto ocurre, señores Diputados; si la cuestión es tan grave, ¿ por qué no ha consultarlo el Sr. Ministro de Ultramar con las autoridades de Cuba y de Puerto-Rico? ¿Por qué no ha consultado á los capitanes generales de las Antillas, á las corporaciones más respetables, á los jefes de los voluntarios y á otras autoridades? ¿Por qué no lo ha hecho? ¿Es sério, por ventura , el decir lo que ha dicho S. S. contestando á una petición de documentos hecha por el Sr. Romero Robledo; que S. S. no ha consultado á las autoridades, que no da á conocer su opinión porque no admite que se interponga el veto de nadie, ni el veto de ninguna autoridad, para suspender los pensamientos del Gabinete, para suspender las decisiones de la Cámara? Yo creo que esto será un recurso oratorio, una estratagema parlamentaria para interesar y decidir nuestro amor propio en favor do las opiniones del Sr. Becerra y en contra de las opiniones de aquellos capitanes generales. Pero lo que palpita en el fondo de esta cuestión, al menos lo que creo que se ve en esta cuestión, es un deseo de que fallemos á oscuras, de que fallemos deprisa, sin conocer la opinión de aquellas autoridades que pueden haber presentado sus objeciones, que pueden haber hecho sus observaciones al Gobierno, á quien han dicho la verdad, que el mismo Gobierno cree que le han dicho la verdad, que porque le han dicho la verdad las tiene en sus puestos, que para decirle la verdad las mantiene allí el Gobierno español j la Nación española, y que porque han dicho la verdad con arreglo á sus conciencias y al interés de la Patria, debemos nosotros conocerla de antemano para resolver también esta cuestión con arreglo á nuestras conciencias y al interés de la Pátria.
    Esta información de las autoridades de Cuba y de Puerto-Rico, de las corporaciones respetables y de los jefes de los voluntarios que operan en Cuba, y son representación de sus industrias y de su comercio y de su vida (que no es una colección de perdidos la emigración constante española, la emigración anual española, que va á las Antillas, sino un elemento de trabajo; no es una colección de perdidos que tengan desarrollado solo el órgano de la adquisividad, sino un elemento de trabajo, que enriquece y fertiliza aquel país, bien que forme capitales, bien que constituya fortunas por el camino más honrado y más puro, que es el trabajo, sea dicho esto de paso en desagravio-de nuestros hermanos de Ultramar y para ilustración de algunas personas que no dejan de tener también bastante desarrollado ese órgano de la adquisividad); esa información que yo solicito, esa información que yo deseo del Sr. Ministro de Ultramar, era tanto más conveniente, tanto más necesaria, tanto más patriótica, cuanto que tenemos la información abierta en tiempos del Sr. Castro, en la que los representantes de Ultramar pedían tales reformas, que antes que realizarlas íntegramente, fuera mejor reconocer su independencia. Esta información, iniciada con los fines más patrióticos; esta información, iniciada por un Ministro ilustre; esta información, iniciada por el Sr. Cánovas del Castillo, como prólogo de las reformas que nosotros pensábamos que el Gobierno á que pertenecía el Sr. Cánovas, en los tiempos á que me he referido, debia llevar á las provincias de Ultramar; esa información tuvo el inconveniente de que los que se podían considerar como representantes de las Antillas, pedían tales reformas, repito, que era preferible dejar antes que realizarlas á las Antillas abandonadas á sus propias fuerzas.
    Ya sé yo que hoy las autoridades que mandan en lasAntillas, los capitanes generales de Cuba y Puerto-Rico, las Audiencias y corporaciones más respetables, los jefes de los voluntarios, tendrán pretensiones exajeradas; ya sé yo que acaso no querrán hoy por hoy ninguna reforma; pero entonces, enfrente de estas pretensiones exajeradas, «parecería el Gobierno como mediador natural, y presentando al mundo una y otra información, la información de los delegados antiguos de Ultramar y las informaciones modernas de los elementes insular y peninsular, que pelean por la causa de España en Cuba, el Gobierno español podría introducir reformas en aquellas provincias en el órden económico, en el orden administrativo, en el órden político y en el social, que Jlevaran el sello augusto
    de la imparcialidad, de la moderación, de la equidad y de la justicia, cosas que no tienen los proyectos de su señoría, tal como han venido á la Cámara.
    Señores Diputados, lo que el Gobierno pretende de nosotros, ó por mejor decir, lo que el Sr. Becerra pretende de nosotros, no tiene ejemplo. Yo recuerdo que cuando tuvo lugar la revolución de Julio en Francia en 1830, también allí, como ahora aquí, se quiso llevar la libertad, cierta libertad á las colonias, y se presentó un proyecto de ley de acuerdo con las autoridades de aquellas posesiones y de acuerdo con la opinión de las personas más ilustradas.
    Aquel proyecto se llevó á la Cámara de los Diputados: allí se discutió largamente, se pidieron informes á los consejos generales, se pidieron informes privados á las mismas autoridades; pasó luego á la Cámara de los Pares; en ella fué ámpliamente discutido y ampliamente reformado, y después pasó á la sanción de la Corona; pero en todo esto se invirtieron tres años, y eso que las colonias estaban completamente tranquilas.
    De modo que aquí procedemos á oscuras; de modo que aquí no tenemos memoria de ninguna clase; de modo que aquí no sabemos cómo piensan los capitanes generales de aquellas provincias, que son la representación de la Pátria en aquellos países; de modo que aquí no conocemos nada; de modo que aquí no hay más que la voluntad y el entendimiento del Sr. Ministro de Ultramar; de modo que aquí el proyecto no ha de pasar por el crisol depurador de una segunda Cámara, y después á la sanción Real, á la sanción del poder moderador por excelencia; de modo que, estando aquellas provincias en combustión, y como si se tratase de una medida ligera y liviana, vamos á echar una tea encendida sobre un inmenso almacén de pólvora; que esta y no otra es la verdadera situación de nuestras Antillas en la actualidad. Grande es el talento del Sr. Becerra; lo reconozco, y reconozco que por él ejerce una gran influencia y tiene una gran autoridad en esta discusión; pero enfrante del talento del Sr. Becerra yo voy á colocar al varón justo, al patriarca del partido progresista español, al patricio insigne, al Sr D. Agustín Arguelles. Recordad cómo pensaba este ilustre varón en el año 20 al comenzar la emancipación de nuestras colonias; recordad la prudencia qué recomendaba á su partido; y si vosotros sois sus dignos herederos, recordad sus palabras, que son su testamento; recordad que se oponía á que tomaran asiento en las Córtes españolas los Diputados de Cuba y Puerto-Rico, y no acompañéis con tanta ligereza al Sr. Becerra en la política temeraria que quiere realizar en las Antillas.
    Yo colocaré enfrente de la autoridad y del talento del Sr. Becerra la autoridad augusta del tiempo, la autoridad augusta de la experiencia y de la historia, cuyo fallo, cuyas lecciones voy á presentar ante vuestros ojos; porque, después de todo, la historia, si no es una geometría inflexible, si no es una álgebra con fórmulas precisas (y este es un lenguaje que entiende admirablemente el señor Becerra), si no es un tratado de álgebra con fórmulas precisas, no es tampoco un centón de hechos inconexos sin lógica y sin enlace. El hombre es siempre el mismo, y por lo tanto se reproduce en la histeria; quite el Sr. Ministro de Ultramar los accidentes, los detalles, que son obra de las circunstancias, y verá que el fondo es siempre el mismo: el pasado es el espejo del porvenir.
    Estudiemos á grandes rasgos, estudiemos rápidamente ese pasado. Cuando tuvo lugar la inicua invasión francesa, nuestras colonias quisieron aprovechar aquella oporj tunidad para realizar sus sueños de independencia. Un elemento inquieto, un elemento belicoso, un elemento solapador, un elemento habilísimo, nacido de la colonización de las Américas, gritaba en todas partes |Viva Fernando VIII y gritaba así para proporcionarse un seguro hipócrita con que encubrir sus aspiraciones; pero en todas partes nombraba juntas locales para reemplazar las autoridades de la Metrópoli. Allí donde los vire jes fueron débiles, allí se hundieron; allí donde los virejes tuvieron entereza, allí se salvó la causa de España, allí se salvó la causa del derecho y allí se salvó la causa de la Patria. Sucumbió la causa de España en Chile por la debilidad de Carrasco; en Buenos-Aires por la debilidad de Cisneros; en Caracas por la debilidad de Emparan; en Quito por la debilidad del Conde Ruiz de Castilla; en Nueva-Granada por la debilidad de Amar; en todas partes por la debilidad de los vireyes. En Chile, en Buenos-Aires, en Caracas, en Quito, en Nueva-Granada, en todas partes, se gritaba ¡Viva Fernando VII! pero se gritaba al mismo tiempo ¡Abajo las autoridades españolas! ¡Abajo los virejes españoles! como en Cuba se quiso gritar también y se gritó ¡Viva la revolución! ¡Viva Prim! y se invitó al general Lersundi para constituir una junta popular que gobernase la isla; y cuando esto no dió resultado, se buscaron sus afinidades políticas para que se declarara independiente con Isabel II, porque á nuestros enemigos en América les es igual una ú otra causa política; lo mismo quieren á Isabel de Borbon que la república, con tal de realizar su infame propósito.
    A principios del siglo, en nuestras colonias se constituían esas juntas locales con el pretesto deslumbrador de ayudar á los españoles contra los franceses, y se hablaba contra las autoridades españolas diciendo que estaban vendidas al francés, como ahora se dice que se quieren muchas, muchas libertades para unir aquellas provincias con la madre Pátria; y se tacha á aquellas autoridades que piden las cosas con moderación, con prudencia y con patriotismo, de que son reaccionarias, ya que no se las calumnie vilmente, diciendo por lo bajo que son instrumentos de la restauración.
    Me dice el Sr. Ministro de Ultramar qué quiénes son los que lo dicen. ¿Cree S. S. que si yo lo supiera no se lo diria? ¿Cree S. S. que no vendría aquí á denunciarlos, cumpliendo un deber patriótico? Pero así como el poder de España sucumbió en todas partes donde los vireyes fueron débiles y celebraron transacciones con los naturales, así sobrenadó y salió incólume, allí donde no se celebraron esas transacciones,-como en el Perú, donde estaba de virey Abascal y el enérgico Goyeneche, delegado de la junta de Sevilla, y como ocurrió en Méjico. En Nueva-España, señores, si el inmoral y corrompido Iturrigaray, digna hechura de Godoy, quiso favorecer á los enemigos de España procurando proclamar la independencia de aquel país, los españoles, apoyados en la Audiencia, en lo que entonces se llamaba Real Acuerdo, depusieron á Iturrigaray, al cual aclamaban los naturales por su libertador, bien que fueran él, y su familia más, tipos de venalidad y de corrupción; y allí sin derramarse una gota de sangre, depuesto del poder Iturrigaray, pasó este poder desde el motín de la calle á las trémulas manos del octogenario Garivay, y en poco tiempo de las manos de Garivay pasó á la acción múltiple y peligrosa de la Audiencia, y de la Audiencia á las del bondadoso y vacilante Arzobispo Lezama. Todo esto se hacia sin que los criollos, sin que los que querían proclamarse independientes se atrevieran á iniciar, ni mucho menos emprender, ningún movimiento.
    Es decir, Sres. Diputados, que al principio del siglo,
    cuando la sangrienta batalla de Ocaña parecía ser para nosotros lo que la batalla del Guadalete, esto es, el fin de nuestra nacionalidad; cuando los ingleses favorecían á nuestras colonias para que no cayeran en poder del francés, y yo creo que para vengarse de nuestro generoso pero imprudente reconocimiento de la independencia de los Estados-Unidos; cuando los franceses hacían lo mis mo ayudando á nuestras colonias, para evitar que los recursos que nos enviaban favoreciesen á la Metrópoli; en aquellos momentos conservamos en la obediencia de España los dos grandes imperios de Méjico y del Perú, los do3 grandes imperios conquistados por el heroísmo del gran Pizarro y por el heroísmo del gran Cortés.
    ¿Sabéis por qué? Porque lo primero de que se cuidaron los españoles que los gobernaban, ó que en ellos vi vian, fué de conservarlos fieles y de continuarlos en la obediencia, sin pensar en si era un Borbon ó un Bonaparte el que ocupaba el palacio de Madrid (porque la Pátria está Bobre todas las dinastías del mundo); como antes en la guerra de sucesión que hubo en España á la muerte de Carlos II, aquellos vireyes y aquellos habitantes de las Américas se ocuparon en conservarlas fieles para España, sin detenerse ni pensar si era un Austria ó un Borbon el que ceñia la corona de San Fernando, y sin preocuparse de hacer prevalecer estos ó aquellos principios. Porque ya lo sabéis: cuando llegan ciertos momentos, hay que pensar, no en la magestad augusta del poder, no en la grandeza inmortal de la libertad, sino que hay que pensar en la grandeza y magestad de la Pátria, que en mi concepto son superiores é incomparables á toda otra grandeza y á toda otra magestad.
    Así, pues, cuando cayó Napoleón, cuando se pacificó la Península, cuando Fernando VII estuvo de nuevo sentado en el Trono, reconstruíamos el mundo colonial, que se nos iba de entre las manos. T estábamos á punto de realizar esta obra verdaderamente colosal y verdaderamente titánica, porque ya la bandera de la insurrección solo flotaba en Buenos-Aires, cuando tuvo lugar la insurrección del ejército destinado á la completa pacificación de las Américas; cuando tuvo lugar la sedición de las Cabezas de San Juan, sedición que muchos liberales consideran como la feliz culpa que dió lugar á nuestra redención de 1820, sedición que muchos absolutistas consideran como una página de vergüenza para el partido liberal, y cuyo autor y cuyo héroe trasmite á la posteridad su nombre esculpido en letras de oro en esas paredes, no sé si por la gloria de su vida, ó por el martirio de su muerte; no sé si como un trofeo inmaculado del liberalismo, ó como efeméride sangrienta, como acusación perenne del ódio, crueldad y venganza de los^bárbaros sentimientos de crueldad y de venganza que han acompañado siempre al absolutismo entre nosotros.
    Y ahora, oid, os ruego que me oigáis con atención, aunque mi palabra sea ingrata y premiosa; oídme con atención, porque voy á presentaros un paralelo de una enseñanza elocuentísima y de una oportunidad evidente á lo que hoy nos pasa en el archipiélago antillano.
    Ocurrida la sublevación de 1820, proclamada la Constitución de 1812, los liberales de entonces, adornados de un sincero patriotismo, como hoy lo está el Sr. Becerra, creyendo conservar las Américas, como hoy cree el Sr. Be¿ cerra salvar con su política liberal á Cuba y Puerto-Rico( juzgaron que el asunto era caso de honra, como hoy lo juzga el Sr. Becerra, y llevaron á las Américas todas las libertades consiguientes á la proclamación de la Constitución del año 12. En esta tarea ayudaban á los nobles, á los sinceros liberales de 1820 muchos americanos, y /
    hubo ano, hubo varios, pero hubo ano especialmente, que porque habia sufrido los rigores de la reacción del año 14, que porque habia sufrido áspera y dura prisión en Valencia, el eclesiástico Ramos Ariste, influía grandemente con e.1 Gobierno y le pedia muchas libertades, porque según él, de esa manera no renegarían los americanos de nosotros; y le pedia además que fueran separadas las autoridades que más se habían distinguido en la lucha contra los insurgentes, reclamando que fuese á Méjico un general liberal, muy liberal, O'Donoju, que disputaba al mismo Riego el primer rango en la popularidad de las lógias masónicas y de los cuarteles. La Constitución fué proclamada, las libertades fueron llevadas á América, v estas libertades fueron factores permanentes de anarquía y facilidades imprudentísimas proporcionadas á los amigos de la independencia para trabajar contra España.
    O'Donoju, aquel general que habia de servir de lazo de unión entre la nueva y la vieja España, lo primero que hizo al llegar á Méjico fué suscribir el acta de Córdoba, es decir, la independencia de Méjico, ó insultó á los españoles que no quisieron permanecer allí por no confundirse con los traidores; y poco después, aquel Ramos Ariste, que se agitaba y rebullía como Diputado entre los Diputados españoles, que con voz tímida y dulce, con voz mortecina y temblorosa hacia el largo y calumnioso proceso de nuestra dominación en América, que reclamaba al oido de los Ministros la separación de las autoridades leales, y que decia que Méjico jamás se habia de separar de España, aunque se separasen las demás colonias; aquel Ramos Ariste volvió á figurar en Méjico, ¿sabéis para qué? No para defender á España, no para defender á los españoles, sino para dar el ejemplo, él tan tímido, tan dulce y tan tembloroso en España, psra dar el ejemplo de una horrible matanza entre los españoles. Y ahora, oidme una observación. En 1812 se quiso plantear la Constitución en Méjico, y porque habia allí un general de gran carácter, de gran energía, de gran valor, que no temió arrostrar todas las responsabilidades por no publicar la Constitución, á pesar de que no tenia tropas, á pesar de que el cura Hidalgo estaba en posesión de las provincias más ricas, á pesar de que el cura Hidalgo acababa de amenazará la capital con 80.000 indios; porque estaba allí ese general, Méjico se salvó, la autoridad de España en Méjico se salvó; y en 1820, cuando teníamos allí hermosas y aguerridas tropas españolas, formadas en la titánica lucha de la Independencia, cuando Méjico estaba completamente tranquilo, Méjico se perdió, porque el Gobierno español de entonces estaba empeñado en llevar á toda costa la Constitución á Méjico, ó como decia aquí esta noche el señor Quintero, estaba empeñado en perder las colonias para salvar los principios, para salvar la estética, la regularidad y el radicalismo de los principios.
    En vano fué, señores, que el último virey de Méjico, el Conde del Venadito, hombre de grande patriotismo, general de marina, Ruiz de Apodaca, deudo inmediato del actual Sr. Ministro de Marina, quien podrá contar á sus compañeros de Gabinete la historia de su tio en Méjico, para que sepan qué significan ciertos elementos y ciertas libertades en América; en vano el Conde del Venadito decia al Gobierno de Madrid cuando supo la insurrección de Cabezas de San Juan: «Señor, aplicar la Constitución á Méjico es perder este imperio para España.» El Gobierno de Madrid no admitía vetos de nadie. En vano fué que un hombre de superior ilustración, que conocía muy bien el país, el fiscal Odoardo, cubano de nacimiento, dijerar «Señor, no se debe pensar en proclamar libertades mien
    tras dure este estado de cosas.» El Gobierno de Madrid, no sé si porque se consideraba la encarnación suprema de la sabiduría, no sé si porque cedia á un vértigo de popularidad, no sé si porque estaba bajo la presión de los americanos ó de otras influencias ocultas, no sé por qué, decia que el Gobierno no necesitaba consejos de nadie, que costara lo que costara, que pesara á quien pesara, era necesario plantear la Constitución en Méjico.
    La Constitución se planteó: ¿y qué resultados produjo? El general Dávila, que mandaba en Veracruz, cuando le pidieron que jurase la Constitución de 1812, dijo después de jurada: «ya hemos jurado la Constitución; ahora, españoles, preparáos á proclamar la independencia.»
    Un escritor ilustre, un escritor instruidísimo, testigo de mayor excepción en las cuestiones americanas, un escritor que ha sido Ministro de la república de Méjico en tiempo de la presidencia del general Bustamante, se expresa en estos términos al hablar de la independencia de Méjico:
    «España perdió por la revolución de Itúrbide, originada en la del ejército en la isla de León, toda la parte que le pertenecía en el continente de la América septentrional, con un ejército numeroso y grandes acopios de artillería y municiones: en los dos años siguientes perdió también, por la misma causa, lo que todavía poseia en el de la América meridional. Y así fué como una sedición militar y las ridiculas disposiciones de las Córtes destruyeron una dominación formada por la sabiduría de los siglos; pues aunque en los designios eternos de la Providencia divina entrase la independencia de las Américas, en el tiempo que debia verificarse, como los sucesos humanos se efectúan por medios también humanos, las causas expresadas fueron las que produjeron tan grandes consecuencias. En compensación de tan inmensa pérdida, sacó cuatro años de desórden y guerra civil, una invasión extranjera, cuyo enorme coste tiene que pagar, préstamos ruinosos que reconocer y el establecimiento de la autoridad absoluta del Rey por diez años más, lo que no cesó hasta la muerte de Fernando, -el cual con sus vacilaciones sobre disposición testamentaria y declaración de heredero de la Corona, legó á su Nación, por última calamidad de tan funesto reinado, una guerra de sucesión.»
    Es decir, que Alaman, el escritor mas juicioso de aquel país, reconoce que la independencia de Méjico fué debida á las indiscretas disposiciones de las Córtes. ¡Temed que otro Alaman del porvenir haga recaer sobre vosotros igual anatema!
    Todavía'tengo otro testimonio, también imparcial y verídico, el testimonio del autor de la independencia de Mágico, el testimonio de Itúrbide, que en sus Memorias dice «que el restablecimiento de la Constitución en España y las medidas que las Cortes tomaron, parecían revelar el empeño de los españoles en perder aquel país para siempre.»
    Señores, esta es la historia, la historia impaicial de lo pasado, que aunque no quiera el Sr. Ministro de Ultramar ¿ es espejo del porvenir, la historia escrita por personas imparciales, por extranjeros, por americanos; no la historia que fantasean á su placer los que se empeñan en llevar al Gobierno á un abismo.
    Así la independencia de Méjico se realizó, no por el esfuerzo de los naturales, sino por la imprudencia y las temeridades y las locuras del Gobierno de Madrid; empeñado en reformar todos los elementos que le eran hostiles en América, y en quebrantar, en destruir, en matar todos los que eran amigos, hizo lo primero, porque los chis, las logias masónicas y los periódicos eran un ariete formidable contra nuestra dominación, porque orecia la audacia de los criollos al compás que se desgastaban los resortes del poder público; y lo segundo, porque exasperaba al ejército negándole las recompensas debidas por la brillante y larguísima campaña que acababa de realizar contra los insurgentes, mientras que prodigaba escandalosamente las mercedes, gracias y honores al ejército de las Cabezas de San Juan; y porque tenia un gusto especial en perseguir en aquellas remotas regiones al clero, elemento moral en que se apoyaba allí nuestra dominación, como hoy se apoya en las islas Filipinas (sobre cuyo estado, y dicho sea de paso, me permito llamar la atención del Gobierno en general, y del Sr. Ministro de Ultramar en particular, no sea cosa de que también de allí el dia menos pensado nos vengan noticias muy desdichadas).
    Desconcertó también los elementos que nos eran favorables, como era el partido español; porque, exasperándolo y obligándole á aceptar una Constitución que repugnaba, le arrojó en brazos de Itúrbide, que ofrecía cierta moderación y proclamaba principios conservadores: de modo, que muchos, muchos españoles se fueron detrás de la independencia, porque la desesperación nos lleva á todos los abismos. Por eso yo considero muy natural que los españoles y cubanos leales, cuando oyen hablar de abandonar ó de ceder á Cuba, digan y repitan que antes que arriar la bandera en el castillo del Morro convertirán aquel fértil y bello país en un montón de ruinas africanas; y yo, que creo que las situaciones históricas se reproducen; y yo, que creo que la historia de lo pasado, en su conjunto, en sus grandes lineamentos, en su sentido íntimo, filosófico y humano, es la profecía cierta del porvenir, yo me dirijo, en nombre de la Pátria, al Ministerio en general, y en particular al Sr. Becerra, y les digo: no exasperéis á los españoles de Cuba, desoyendo sus votos y hablando con desden y con ironía del heroísmo de sus voluntarios en los campos de batalla, aplicando el escalpelo de una crítica literaria intempestiva á las peticiones reverentes que dirijen á estas Córtes; no los exasperéis, porque la desesperación conduce á todos los abismos.
    Y me dirijo también álos españoles y cubanos en Cuba, y les digo: tened en cuenta lo que pasó en Méjico, no imitéis la conducta de aquellos españoles; acordaos de la suerte de los generales Negrete y Echevarri, que tan heróicos servicios prestaron á Méjico; acordaos de las tripulaciones del navio Alia, y del bergantín Valiente, buques vendidos á los mejicanos porque estaban desatendidos por el Gobierno español; acordaos del rico Fagoaga y del sábio Monteagudo y de los míseros dependientes y pobres braceros de las casas de comercio y de las casas de campo españolas; todos perecieron, ó en el cadalso, ó en la emigración, ó en el destierro, ó de hambre y de frió en las vecinas comarcas de Nueva Orleans; unios estrechamente á las autoridades que representan á la Pátria; haced política de amor, porque los cubanos leales son hijos de la misma Pátria y hermanos nuestros, y tened confianza en el porvenir, porque los Ministros no son inmortales (dispense el Sr. Ministro de Ultramar que le entone este memento homo, bien que no sea para S. S. tan peligroso como el voto que á manera de espada de Damocles tiene pendiente sobre su cabeza un verdadero radical, un correligionario de S. S.), tened confianza en el porvenir, porque los Ministros no son inmortales, porque las faltas de un Ministro las corrige el mismo, avisado por la experiencia, ó si no algunos de sus sucesores que conozcan á fondo, que conozcan mejor los intereses verdaderamente españoles en América.
    Pero yo no eé por qué os fatigo recordando historia
    pasada, la historia de la independencia de algunas colonias en 1812 y en 1820, cuando tenemos una experiencia más fresca, más palpitante, que brota sangre, la experiencia del general Dulce: yo no os hablaré de esta experiencia, entre otras razones, porque lo ha hecho ya con magnífica elocuencia el Sr. Romero Robledo; yo sé que las libertades otorgadas por el general Dulce fueron, como en Méjico, fatales; proporcionaron á los insurgentes grandes medios de hostilizarnos, y dieron ocasión á sucesos como el del teatro de Villanueva, en que fueron atropelladas las autoridades españolas, y los autores de estos atentados, que fueron condenados á muchos años de presidio, que fueron enviados á la Península, llegaron á un puerto y fueron puestos en libertad; llegaron á Madrid y se pasearon libremente; se escaparon al extranjero, y publicaron infames libelos contra el nombre español, y luego fueron á New-York y hoy estarán con los insurrectos para asesinar á nuestros bizarros soldados á mansalva; todo lo cual, como comprenderá el Congreso, como comprenderá España entera y como comprenderán las Antillas, mal puede contribuir á pacificar las Antillas, á disminuir las dificultades con que luchan las autoridades á que los voluntarios no se tomen la justicia por su mano, inspirándoles confianza en el Gobierno de V adrid y en los Ministros de España que consienten tales escándalos.
    Pero el Sr. Ministro del ramo, el Sr. Becerra, me dirá: «yo no me ocupo de Cuba, en donde hay guerra; yo solo me ocupo de Puerto-Rico, que está tranquilo.» Y bien, pregunto yo: ¿está seguro el Sr. Ministro de no llevar la perturbación á la isla de Puerto-Rico y de no aumentarla en la isla que está en guerra? ¿No teme que auminte la insurrección? ¿No teme que tengamos que enviar nuevas fuerzas en hombres y en dinero? ¿Se han tranquilizado por ventura sobre este punto las autoridades de Puerto-Rico? ¿No teme que se reproduzcan los sucesos de Lares, que el Sr. Valdós Linares empequeñeció la otra noche, y son más grandes? Porque no cabe negarlo con la cabeza, sino con documentos, y sería bueno traer sobre la mesa la causa que á ellos se refiere. ¿Se han tranquilizado, digo, las autoridades de Puerto-Rico? Además, ¿no dice la Constitución que las reformas se entenderán para Cuba y Puerto-Rico? Y si mañana se pacifica Cuba, ¿habrá Constitución en Puerto-Rico y en Cuba no? ¿No se nos echará en cara esta disparidad inicua ó injusta? ¿No la explotorán nuestros enemigos?
    El Sr. Ministro de Ultramar, no en este debate, en otro que tiene analogía con éi, ha insistido en las diferencias que hay entre las dos islas, diciendo que ni siquiera difieren en mucho más que se parecen. Este era el lenguaje del Sr. Seijaa Lozano cuando el Sr. Seijas Lozano se oponía á introducir reformas en Ultramar, ocupando ese banco. Yo por mi parte, no voy á contestar á S. S.; voy sencillamente á leer lo que dice respecto de este punto un testimonio que no me rechazarán los americanos, el testimonio del gran publicista de Cuba, el testimonio del Sr. Saco. Decía así, á propósito de esta cuestión, escritor tan distinguido:

    «Grande, grandísima es la semejanza quo hay entre la condición de esas dos islas. Ambas tienen el mismo clima, ambas las mismas producciones, ambas los mismos elementos de población, ambas la misma lengua, religión, costumbres, y se han venido rigiendo por las mismas instituciones hasta el dia. Si puede haber entre esas dos Antillas alguna diferencia, es tan insignificante que en nada puede afectar los principios fundamentales de la libertad.
    Las islas de la Guadalupe y la Martinica tienen entre sí la misma analogía que las de Cuba y Puerto-Rico, y por eso en 1827 el Gobierno francés les dió, como á las demás islas de la primera, una organización política. Aun es más notable la diferencia entre esas islas fraucesas y la Guayamo que entre Cuba y Puerto-Rico; y muchísimo más todavía la que existe entre aquellas tres colonias y la isla de la Reunión ó Borbon, situada en los mares de la India cerca del África Oriental; pero esto no obstante, dióseles á todas ellas en 1833 la misma Constitución política. Hoy mismo, á pesar de los cambios profundos que ha sufrido la Francia y sus posesiones de Ultramar, aquellas tres islas están sometidas al mismo régimen político, sancionado por un senado-consulto.
    »Con tender la vista sobre la misma Península se descubre de golpe que entre algunas provincias de ella hay desemejanzas mucho más grandes que entre Cuba y PuertoRico, Cataluña, Valencia, Galicia y las Provincias Vascongadas ofrecen diferencias notables y profundas respecto á las Andalucías y otras partes de España. Habíanse en ellas idiomas y dialectos distintos; han existido bajo de fueros y leyes diferentes; sus usos y costumbres varían mucho entre sí; mas á pesar de esto, todas, todas viven bajo las mismas instituciones.»
    El Sr. PRESIDENTE: Señor Navarro, si V. S. piensa extenderse mucho, habrá que consultar al Congreso si se proroga la sesión.
    El Sr. NAVARRO Y RODRIGO: Señor Presidente, celebro que S. S. me haya llamado la atención en este momento, porque cabalmente iba á empezar á tratar ahora la cuestión bajo su aspeoto internacional; y por lo tanto, siendo ya la hora tan avanzada, ruego'á la Cámara se digne dejar esta cuestión para la próxima noche.
    El Sr. PRESIDENTE: Se suspende esta disensión.
    El Sr. PADIAL: Pido la palabra.
    El Sr. PRESIDENTE: ¿Para qué, Sr. Padial?
    El Sr. PADIAL: Para rogar al Gobierno de S. A. se sirva, á la vez que la causa de Lares, traer al Congreso los expedientes secretos desde el año 1864 á la fecha, y en particular á mi distinguido general, el Sr. Ministro de la Guerra, se sirva traer el que hace relación al que tiene la honra de dirigir la palabra al Congreso en este momento.»
    Las Córtes quedaron enteradas de que la comisión nombrada para dar dictámen sobre el proyecto de ley llamando al servicio de las armas 40.000 hombres para el reemplazo del ejército habia elegido presidente al señor Fernandez de Córdova y secretario al Sr. Ruiz Zorrilla (D. Francisco).
    Dióse cuenta de la siguiente comunicación, y se acordó quedase sobre la mesa, como asimismo los documentos á que se reñere, para conocimiento de los Sres. Diputados:
    «ministerio De Guacia Y Justicia.=Ecxmos. señores: De órden de S. A. el Regente del Reino remito á V. EE. todos los documentos que componen el expediente pedido por un Sr. Diputado sobre el juramento de flde lidad á la Constitución del Estado que ha de prestar el clero. Dios guarde á V. EE. muchos años. Madrid 28 de Marzo de 1870.=Eugenio Montero Rios.=Sres. Diputados Secretarios de las Córtes Constituyentes.»
    El Sr. PRESIDENTE: Órden del día para mañana: Discusión del dictámen sobre el proyecto de ley de órden público.
    Idem sobre el proyecto de Constitución de PuertoRico.
    Proyecto de ley de organización municipal y provin cial.
    Idem de ley electoral.
    Discusión del dictámen y votos particulares sobre la proposición relativa al nombramiento y separación de los Ministros del Tribunal de Cuentas.
    Idem del de empleados públicos.
    Idem declarando de cabotaje la navegación entre la Península y las Antillas.
    Idem suprimiendo el derecho diferencial de bandera en las provincias de Ultramar.
    Solevanta la sesión.»
    Era la una menos cuarto.
    Última edición por Michael; 10/04/2013 a las 16:58
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  17. #37
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Artículo 108 de la Constitución Española de 1869:


    "Art. 108. Las Cortes Constituyentes reformarán el sistema actual de gobierno de las provincias de Ultramar, cuando hayan tomado asiento los Diputados de Cuba o Puerto Rico, para hacer extensivos a las mismas, con las modificaciones que se creyeren necesarias, los derechos consignados en la Constitución."
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    Antonio Aparisi

  18. #38
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    Re: Cuba y Puerto Rico

    image.jpgimage.jpg

    Escudos de Cuba(izquierda) y Puerto Rico(derecha).
    Última edición por Michael; 15/04/2013 a las 08:45
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    Antonio Aparisi

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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Aquí esta la constitución de la primera autonomía que tuvo España: Cuba y Puerto Rico.

    Esta constitución data del 1897, como se puede ver ambas islas siguen unidas políticamente, con una misma constitución.


    Constitución Colonial de las islas de Cuba y Puerto Rico:

    EXPOSICION

    SEÑORA: Al abordar el problema de introducir en las islas de Cuba y Puerto Rico la autonomía colonial, empeño que con el de la pacificación del territorio cubano constituye los compromisos que el Gobierno tiene contraídos con la Nación, estiman los Ministros que las explicaciones detalladas y los comentarios de las complejas materias que abraza el proyecto deben ceder el paso á la exposición sobria, pero completa, de sus caracteres fundamentales, de las esferas de acción á que se extiende y de las consecuencias que, á su juicio, ha de engendrar el régimen que proponen á V. M. para la gobernación de las Antillas españolas.

    La crítica y el análisis esclarecerán bien pronto cuanto á los detalles se refiera; las ideas esenciales y la inspiración del decreto, sólo en este sitio y en este momento tienen lugar apropiado.

    Es esto tanto más necesario, cuanto que la primera y más esencial condición de éxito en esta clase de reformas es la absoluta sinceridad del propósito. Con ella ha procedido el Gobierno á estudiar la mejor fórmula de Constitución autonómica para las islas de Cuba y Puerto Rico, y de que la intención y los resultados han marchado de consuno, espera dar en estas observaciones demostración acabada.

    Propúsose, ante todo, sentar claramente el principio, desenvolverle en toda su integridad y rodearlo de todas las garantías de éxito. Porque cuando se trata de confiar la dirección de sus negocios á pueblos que han llegado á la edad viril, ó no debe hablárseles de autonomía, ó es preciso dársela completa, con la convicción de que se les coloca en el camino del bien, sin Ümitaciones ó trabas hijas de la desconfianza y del recelo. Ó se fía la defensa de la nacionalidad á la represión y á la fuerza, ó se entrega al consorcio de los afectos y de las tradiciones con los intereses, fortificado á medida que se desarrolla por las ventajas de un sistema de gobierno que enseñe y evidencie á las colonias que bajo ningún otro les sería dado alcanzar mayor grado de bienestar, de seguridad y de importancia.

    Esto sentado, era condición esencial para lograr el propósito, buscar á ese principio una forma práctica é inteligible para el pueblo que por él había de gobernarse, y la encontró el Gobierno en el programa de aquel partido insular, considerable por el número, pero más importante aún por la inteligencia y la constancia, cuyas predicciones, desde hace veinte años, han familiarizado al país cubano con el espíritu, los procedimientos y la trascendencia de la profunda innovación que están llamados á introducir en su vida política y social.

    Con lo cual ya se afirma que el proyecto no tiene nada de teórico, ni es imitación ó copias de otras Constituciones coloniales, miradas con razón como modelo en la materia, pues aun cuando el Gobierno ha tenido muy presentes sus enseñanzas, entiende que las instituciones de pueblos que por su historia y por su raza difieren tanto del de Cuba, no pueden arraigar donde no tienen, ni precedente, ni atmósfera, ni aquella preparación que nace de la educación y de las creencias.

    Planteado así el problema, tratándose de dar una Constitución autonómica á un territorio español poblado por raza española y por España civilizado, la resolución no era dudosa; la autonomía debía desenvolverse dentro de las ideas y con arreglo al programa que lleva ese nombre en las Antillas, sin eliminar nada de su contenido, sin alterar sobre todo su espíritu, antes bien, completándolo, armonizándolo, dándole mayores garantías de estabilidad, cual corresponde al Gobierno de una metrópoli que se siente atraída á implantarlo por la convicción de sus ventajas, por el anhelo de llevar la paz y el sosiego á tan preciados te

    lritorios, y por la conciencia de sus responsabilidades, no sólo ante la colonia, sino también ante sus propios vastísimos intereses que el tiempo ha enlazado y tejido en la tupida red de los años.

    Seguro así de la forma que mejor cuadraba á intento, no era difícil distinguir los tres grandes aspectos que ofrece el planteamiento de una Constitución autonómica. En primer término, los sagrados intereses de la Metrópoli, que alarmada y desconfiada por la conducta de muchos de sus hijos, y herida por la ingratitud de aquellos que fían más en el egoísmo del logrero, que en la afección del hermano, anhela ante todo que el cambio á que se halla pronta estreche y afirme el lazo de la soberanía, y que en medio de una paz bendecida, los intereses de todos sus hijos, que ni son opuestos ni contradictorios, aunque á veces sean distintos, se armonicen, compenetren y desarrollen por el libre acuerdo de todos.

    Después, las aspiraciones, las necesidades, los deseos de las poblaciones coloniales, ansiosas de ser tratadas como hijas desgraciadas en vez de ser destruidas como enemigas, atentas al llamamiento cariñoso y rebeldes como españolas á la imposición brutal de la fuerza exterminadora, que esperan de su Metrópoli una forma que moldee sus iniciativas y un procedimiento que les autorice á gobernar sus intereses.

    Y por último, ese vasto é interesante conjunto de las relaciones creadas, de los intereses desarrollados en ese largo pasado, que á nadie, y menos á un Gobierno, es lícito desconocer ni olvidar, y cuya conservación y desarrollo envuelve la realización del destino de nuestra raza en América y la gloria de la bandera española en las tierras descubiertas y civilizadas por nuestros antepasados.

    A estos tres órdenes de ideas responden las disposiciones fundamentales del proyecto sometido á la aprobación de V. M Al primero, ó sea al punto de vista metropolitano, pertenecen las cuestiones de soberanía confiadas á los más elevados organismos de la nacionalidad española.

    La representación y autoridad del Rey, que es la nación misma, el mando de los Ejércitos de mar y tierra; la Administración de la justicia, las inteligencias diplomáticas con América; las relaciones constantes y benéficas entre la colonia y la Metrópoli; la gracia de indulto; la guarda y defensa de la Constitución, quedan confiadas al Gobernador general, como representante del Rey, y bajo la dirección del Consejo de Ministros. Nada de lo que es esencial ha sido olvidado; en nada se disminuye ó aminora la autoridad del poder central.

    El aspecto insular se desenvuelve á su vez de manera tan completa y acabada como la pudieran imaginar los más exigentes, en la autonomía central, provincial y municipal; en la aplicación, sin reserva, equivoco ó doble sentido del sistema parlamentario; en las facultades de las Cámaras insulares y en la creación de un Gobierno responsable, á cuyo frente y forman do el lazo supremo de la nacionalidad, en lo que al Poder ejecutivo se refiere, aparece de nuevo el Gobernador general que, de una parte, preside por medio de Ministros responsables al desenvolvimiento de la vida colonial, y de otra la enlaza y relaciona á la vida general de la Nación.

    Y aquel tercer aspecto, en el cual viene á resumirse la historia de las relaciones entre las Antillas y la Metrópoli, y dentro del cual habrán de desenvolverse también su comercio, su crédito y su riqueza, se define en una serie de disposiciones de carácter permanente, que enlaza los dos Poderes ejecutivos, el insular y el nacional, y en ocasiones sus Cámaras de modo que á cada momento, y en las variadas solicitudes de la vida, se presten mutuo apoyo y se ayuden á desenvolver los intereses comunes.

    Y todo este sistema múltiple y complejo, aunque no complicado, se sanciona y se hace práctico por una serie de garantías, de enlaces, de constantes inteligencias y de públicas discusiones, que harán imposible, en cuanto á los hombres es lícito predecir el porvenir, los dilemas sin salida, las diferencias irreductibles, ei choque entre la colonia y la Metrópoli.

    Punto es éste de tal importancia, que á él hubiera subordinado en todo caso el Gobierno todas las demás cuestiones, si tal subordinación hubiera sido precisa, que ni puede serlo ni habría por qué temerlo desde el momento en que las bases del nuevo régimen se afirman sobre la harmonía de los intereses, el escrupuloso respeto de los derechos y el deseo en la Metrópoli de ayudar sin descanso al desarrollo, prosperidad y desenvolvimiento pacíficos de sus hermosas Antillas, á cuyo sentimiento ha de encontrar en ellas, no lo duda el Gobierno, una leal correspondencia.

    No es esto decir que no ocurran cuestiones, en las cuales se confundan las dos esferas de acción, y quepan dudas legítimas acerca de cual es el interés en ellas predominante, y nazca, tras de la duda la discusión, más ó menos apasionada. En ninguna colonia autónoma ha dejado de suceder eso; en ninguna se ha dado el caso de que el Poder central esté siempre y sistemáticamente de acuerdo con los actos del Poder colonial. Larga es la lista de las resoluciones legislativas del Canadá á que el Gobierno inglés ha puesto el veto, y curiosa y por demás interesante la serie de resoluciones judiciales que han ido definiendo las di versas jurisdicciones de sus Asambleas locales, ya entre sí, ya con sus Gobernadores, y eso que la gran descentralización, los antecedentes de la historia canadiense y la libertad comercial simplifican considerablemente las relaciones de ambos países.

    Pero la excelencia del sistema consiste en que, cuando semejantes casos ocurran, y más si han de ser frecuentes, la ponderación de poderes, tanto dentro de la constitución colonial, como en las relaciones con la Metrópoli, sea tal, que siempre quepa el remedio, que nunca falten términos de inteligencia, y que en ninguna ocasión deje de hallarse un terreno común en el cual, ó se armonicen los intereses, ó se resuelvan sus antagonismos, ó se inclinen las voluntades ante la decisión de los Tribunales.

    Si, pues, los derechos que la Constitución reconoce á los ciudadanos fueren violados, ó sus intereses dañados por los Ayuntamientos y Diputaciones, que son, á su vez, dentro del sistema, complemente autónomas, los Tribunales de justicia los defenderán y ampararán: si se exceden en sus facultades las Corporaciones, ó si, por el contrario, el Poder ejecutivo pretende disminuir lo que la Constitución del Reino ó las disposiciones de este decreto declaran atribuciones propias de los Ayuntamientos ó de las Corporaciones provinciales, el agraviado tiene recursos que entablar ante los Tribunales de la Isla, y en último término ante el Supremo, al cual corresponderá dirimir las competencias de jurisdicción entre el Gobernador general y el Parlamento colonial, cualquiera que sea el que las suscite; que ambos tendrán igual personalidad para acudir en queja y para buscar reparación legal á sus agravios.

    De este modo, cuantas dificultades nazcan de la implantación del sistema ó surjan de su ejercicio, serán resueltas por los Tribunales, cuya ha sido, desde la antigua Roma hasta la moderna Inglaterra, la fuente más progresiva de derecho y el procedimiento más flexible para armonizar las crecientes exigencias de la vida real y las lentitudes de la legislación.

    De esta manera, la Constitución autonómica que el Gobierno propone para las islas de Cuba y Puerto Rico, no es exótica, ni copiada, ni imitada; es una organización propia, por los españoles antillanos concebida y predicada, por el partido liberal gustosamente inscrita en su programa para que la Nación supiera lo que de él podía esperar al recibir el Poder, y que se caracteriza por un rasgo que ningún régimen coló nial ha ofrecido hasta ahora; el de que las Antillas puedan ser completamente autónomas, en el sentido más amplio de la palabra, y al propio tiempo tener representación y formar parte del Parlamento nacional. De suerte que, mientras los representantes del pueblo insular gobiernan desde sus Cámaras locales los intereses propios y especiales de su país, otros, elegidos por el mismo pueblo, asisten y cooperan en las Cortes á la formación de las leyes, en cuyo molde se forman y se van compenetrando y unificando los diferentes elementos de la nacionalidad española. Y no es esta pequeña ni escasa ventaja, menos aun motivo para extrañeza, como quizás alguno pudiera sentirla, porque esta presencia de los Diputados antillanos en las Cortes es un lazo estrechísimo de la nacionalidad que se levanta sobre todas las unidades que en su seno viven, solicitado hoy, como uno dé los mayores progresos políticos de nuestros días, por las có lonias autónomas inglesas, ansiosas de participar dentro de un Parlamento imperial de la suprema función de legisladores y directores del gran imperio británico

    Esta forma, pues, característica . del sistema que España adopta, al par que le da sentido propio, significa, sino un progreso de los que el tiempo engendra, una ventaja que las circunstancias nos deparan, en justa compensación de las inmensas tristezas que nuestra historia colonial registra.

    Reconoce el Gobierno francamente que para el éxito de su obra hubiera sido mejor la pública discusión en el Parlamento y el análisis de la opinión en la prensa, en la cátedra y en el libro; pero no es culpa suya, como no lo fué del anterior Gobierno, si la angustia de las circunstancias le obliga á prescindir de tan preciosa garantía. Pero si el partido que hoy sirve desde el Gobierno los intereses de la Corona y del país no vaciló un momento en aprobar en su día la iniciativa del partido conservador, ni en votarle la indemnidad que solicitó de las Cortes, hoy, que las circunstancias agobian con mayor pesadumbre, derecho tiene á esperar que la opinión apruebe hoy su conducta y que mañana la absuelvan las Cortes.

    Por esta razón no vacila en arrostrar la responsabilidad é intenta poner inmediatamente en ejercicio y llevar á la práctica las soluciones que implica el presente Decreto con fa misma sinceridad con que lo ha formulado y redactado, alejando hasta la sospecha de que pudiera haber indecisión en su conducta ó reserva en sus promesas. Que si el régimen hubiera de flaquear en la práctica por falta de buena fe en alguno, nunca será, tenemos orgullo en proclamarlo, por culpa de los hombres á quienes ante todo anima el noble deseo de pacificar la Patria.

    Con esto cree el Gobierno que ha dicho, cuanto era indispensable para que se conociera la génesis, la inspiración y el carácter del proyecto que, estableciendo en Cuba y Puerto Rico el régimen autonómico, somete á V. M. A los que están familiarizados con la lectura de la Constitución de la Monarquia, no les ofrecerá seguramente gran dificultad la del proyecto, - 12
    pues á su sistema orgánico, á la distribución de sus títulos y hasta á su redacción se ha ajustado el Gobierno en cuanto le ha sido posible. Las modificaciones de los artículos constitucionales son accesorias y circunstanciales: las adiciones responden á su especialidad y van encaminadas á la eficacia de sus disposiciones y á la facilidad de su ejecución.

    Seguramente algo quedará por hacer y algo necesitará reformarse: ya lo irán mostrando á un tiempo la defensa y la censura que de sus disposiciones se hagan, y ya se irá aquilatando lo que la una y la otra tengan de fundado, permitiendo incorporar lo bueno en el proyecto y descartar lo que no responda á sus ideas fundamentales cuando llegue el momento de recibir la sanción de las Cortes.

    Entiéndase, sin embargo, que el Gobierno no retirará de él, ni consentirá se retire nada de lo que son libertades, garantías y privilegios coloniales, porque pronto á completar la obra ó á esclarecer las dudas, no entiende que al presentarla á la sanción parlamentaria, puedan sufrir disminución las concesiones hechas, ni podría consentirlo si cuenta con la mayoría de las Cámaras.

    Pero si con lo dicho queda expuesto cuanto el Gobierno estima necesario para explicar las líneas generales del decreto, todavía juzga indispensable por razones fáciles de comprender, fijar el sentido de los artículos que se refieren á la autonomía arancelaria y á la deuda que pesa sobre el Tesoro cubano.

    El comercio de exportación de la Península á Cuba, que se cifra por unos treinta millones de pesos anuales, y que además da lugar á combinaciones de importancia para la navegación de altura, ha estado sometido hasta ahora á un régimen de excepción incompatible en absoluto con el principio de la autonomía colonial.

    Implica éste la facultad de regular las condiciones de su comercio de importación y exportación y la libre administración de sus Aduanas.

    Negárselas á Cuba ó á Puerto Rico equivaldría á destruir el valor de los principios sentados; tratar de falsearlas, sería incompatible con la dignidad de la Nación. Lo que al Gobierno toca, después de reconocer el principio en toda su integridad, es procurar que la transición se haga sin sacudimientos ni perjuicio de los intereses á la sombra del antiguo sistema desarrollados, y para ello preparar una inteligencia con los Gobiernos antillanos.

    Porque nunca han negado los defensores más acérrimos de la autonomía la disposición de aquellos países á reconocer en favor de lajndustria y del comercio, genuinamente nacionales, un margen que les asegurase aquel mercado. .

    Asi lo aseguraron siempre sus representantes en Cortes, y así continúan asegurándolo todos los partidos de la isla de Cuba, según manifestaciones que el Gobierno tiene por irrecusables. Las quejas provenían, no de la existencia de derechos diferenciales, sino de su exageración, que impedía á las Antillas asegurarse los mercados que necesitan para sus ricos y abundantes productos, y de la falta de reciprocidad. No existiendo, pues, dificultades invencibles, hay derecho á decir que la inteligencia, más que posible, es segura; sobre todo, si se tiene en cuenta que la importación peninsular en Cuba se hace en unos 50 artículos entre los 400 que tiene el Arancel, y que de aquéllos, muchos, por su carácter especial y por las costumbres y gustos de aquellos naturales, no pueden jamás temer la concurrencia de sus similares extranjeros.

    No deben, pues, alarmarse los industriales de la Península, y con ellos los navieros, ante la afirmación de una autonomía que, al modificar las condiciones en que se funda el Arancel, no altera los fundamentos esenciales de las relaciones económicas entre España y las Antillas. Habrá, sin duda, algunas dificultades para harmonizar ó compensar las inevitables diferencias de todo cambio de régimen mercantil; será preciso combinar de alguna manera ambos Aranceles; pero ni los intereses cubanos son opuestos á los peninsulares, ni está en el interés de nadie disminuir las relaciones mercantiles entre los dos países.

    Si, pues, estuviera ya constituido el Gobierno insular, y si con él hubiera sido posible convenir un sistema de relaciones mercantiles, no hubiera tomado esta cuestión proporciones que no tiene, ni habría por qué presagiar ruinas y desgracias; los hechos impondrían silencio á los suposiciones. A pesar de eso, ha creído el Gobierno que para calmar las alarmas debía adelantarse á los acontecimientos, y que en vez de dejar la resolución de la cuestión al funcionamiento natural de la nueva Constitución, convenía fijar desde ahora las bases de las futuras relaciones mercantiles. Y al hacerlo, y para alejar todo motivo de desconfianza, se ha adelantado á fijar un máximum á los derechos diferenciales que podrán obtener las mercancías peninsulares, ofreciendo, como era de equidad, el • mismo tipo á los productos insulares.

    Fija ya y determinada la base de la inteligencia, garantizado el principio de la autonomía, establecida de manera incuestionable la igualdad de facultades en el procedimiento que ha de seguirse, y conocido el espíritu que anima á aquellos insulares, la negociación será fácil y sus resultados provechosos á ambas partes.

    En cuanto á la deuda que pesa sobre el Tesoro cubano, ya directamente, ya por la garantía que ha dado al de la Península, y que éste soporta en forma análoga, está fuera de duda la justicia de repartirla equitativamente cuando la terminación de la guerra permita fijar su importe definitivo.
    Ni ha de ser éste tan enorme, así debemos esperarlo, que represente un gravamen insoportable para las energías nacionales, ni la Nación está tan falta de medios que pueda asustarle el porvenir. Un pais que ha dado en los últimos meses muestras tan gallardas de virilidad y de disciplina social; un territorio como el de Cuha que, aun en medio de sus convulsiones políticas y del apenas interrumpido guerrear de treinta años, ha producido tan considerable riqueza, aun cultivando tan sólo una pequeña parte de su feracísimo suelo, y que lo ha hecho por sus solas fuerzas; con escasas instituciones de crédito; luchando con los azúcares privilegiados; cerrado el mercado americano á sus tabacos elaborados, y transformando al propio tiempo en libre el trabajo esclavo, bien puede afrontar sereno el pago de sus obligaciones é inspirar confianza á sus acreedores.

    Por eso, á juicio del Gobierno, importa pensar desde ahora, más que en el reparto de la deuda, en el modo de satisfacerla, y si fuera posible, de extinguirla, aplicando los procedimientos económicos de nuestra época á las grandes riquezas que el suelo cubano asegura á los agricultores y el subsuelo á los mineros, y aprovechando las extraordinarias facilidades que al comercio universal ofrece la forma insular y la situación geográfica de la que no sin razón se ha llamado la perla de las Antillas. Si sobre estas cosas nada puede todavía legislarse, conviene tenerlas muy presentes y dedicarlas reflexión atenta, ya que á otros, que no pueden seguramente ser acusados de visionarios ni de ilusos, les ha ocurrido aprovechar tanto germen de riqueza, no ciertamente en beneficio de España, ni para sostener su soberanía; que cuando ellos lo hacen sería insensato no imitar su ejemplo, y no convertir en rescate del pasado y en garantía del porvenir lo que ha sido tal vez incentivo para la guerra y origen en gran parte de los males á cuyo remedio acudimos ahora con tanto empeño.

    Fundado en estas consideraciones, el Gobierno tiene la honra de someter á la aprobación de V. M. el adjunto proyecto de decreto.
    Madrid, 25 de noviembre de 189^
    SEÑORA:
    A L. R. P. de V. M.
    Práxedes Mateo Sagasta.

    RE^L DECRETO
    De acuerdo con el parecer de Mi Consejo de Ministros;
    En nombre de Mi Augusto Hijo el Rey D. Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino,
    Vengo en decretar lo siguiente:

    TÍTULO PRIMERO (*)

    Del gobierno y administración de las islas de Cuba y Puerto Rico

    Artículo 1.° El gobierno y administración de las islas de Cuba y Puerto Rico se regirá en adelante con arreglo á las siguientes disposiciones.

    (») NOTA EXPLICATIVA.
    Para facilitar la inteligencia de este decreto, y evitar confusiones en el valor legal de los términos en él empleados, deben tenerse presentes las siguientes equivalencias.

    Poder ejecutivo central: El Rey con su Consejo de
    Ministros.

    Parlamento español: Las Cortes con el Rey.

    Cámaras españolas: El Congreso y el Senado.

    Gobierno central: El Consejo de Ministros del
    Reino.

    Parlamento colonial: Las dos Cámaras con el Gobernador general.

    Cámaras coloniales: El Consejo de Administración y la Cámara de Representantes.
    z
    Art. 2." F.l Gobierno de cada una de las islas su compondrá de un Parlamento insular, dividido en dos Cámaras, y de un Gobernador general representante de la Metrópoli, que ejercerá en nombre de ésta la Autoridad suprema.

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    Antonio Aparisi

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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    La ciudad de Santiago de Cuba y sus títulos

    image.jpg

    M.Sc. Pedro Manuel Castro Monterrey
    Oficina del Historiador de la Ciudad - UNHIC Santiago de Cuba


    La villa de Santiago de Cuba, fundada en el verano de 1515 por el adelantado Diego Velázquez, ha atesorado a lo largo de sus ya casi cinco siglos de existencia una rica historia, marcada por la participación de sus conciudadanos en hechos de trascendental importancia en el acontecer del resto del país, e incluso más allá de sus fronteras.




    Como parte indisoluble de esta historia, debemos considerar los títulos honoríficos otorgados a la ciudad a modo de recompensa, situándola entre las más distinguidas de la isla de Cuba y del área caribeña.


    El primero de estos títulos conferidos a esta urbe es el de “MUY NOBLE Y MUY LEAL”, por Real Cédula fechada el 14 de febrero de 1712; galardón conferido por la Corona a los vecinos santiagueros, quienes comandados por Juan Barón de Chávez, a la sazón gobernador del Departamento Oriental, organizaron una expedición de ciento cincuenta hombres en 1704 para invadir y saquear las islas de Providencia y Siguatey, pertenecientes al archipiélago de las Bahamas y dominadas por Inglaterra, de donde trajeron a su regreso un rico botín, varios prisioneros y armas.


    El segundo de los títulos otorgados a Santiago de Cuba fue “HOSPITALARIA DE LAS AMÉRICAS “, en mayo de 1822; en esta ocasión fue por iniciativa de los miles de emigrados que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, arribaron a las costas de la ciudad, procedentes de Saint-Domingue, luego de la revolución haitiana, y un poco más tarde de la América continental. Estos emigrantes encontraron un espacio donde insertase y contaron con el apoyo incondicional de muchos de sus habitantes.

    Años más tarde, en marzo de 1874, justo en los momentos en que la Guerra de los Diez Años atravesaba por momentos cruciales, le fue conferido el tercer título a la ciudad por Real Orden, a partir de la cual el Ayuntamiento santiaguero debía mostrar con orgullo el galardón de “FIEL CIUDAD “, como evidencia de la fidelidad demostrada a la Corona en diferentes momentos históricos, lo que tuvo la intención de ganar la aceptación y simpatía hacia el gobierno español de sus habitantes.


    Por acuerdo de los delegados al Primer Congreso Iberoamericano-Filipino de Municipios, celebrado en Madrid en 1955, le fue otorgado a Santiago de Cuba el título de “MUNICIPIO BENEMÉRITO DE LAS AMÉRICAS”, el que figuró como membrete en la papelería utilizada por las oficinas municipales e incluso se llegó a instrumentar un presupuesto especial y se diseñó una placa contentiva de dicho título, para ser colocada en la entrada del Palacio Municipal.
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    Antonio Aparisi

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