César Vidal es un spammer literario

Y ésto ocurrió con los nativos de Tasmania:

Genocidio en Tasmania

Los aborígenes de Tasmania, habiendo perdido las habilidades para coser, pesar y hacer fuego, vivían en un espato mucho más primitivo que sus vecinos los aborígenes australianos. Cuando los primeros europeos llegaron a Tasmania en 1772, los indígenas no parecieron notarlos. Incapaces para ver lo que lo que nadie les había preparado para ver, no hacían caso de estos recién llegados, como si no existieran. Pero existían, para su desgracia. Para mediados de 1830 la población autóctona, gracias a los esfuerzos diezmadores de los cultos europeos (anglosajones para más señas) paso de unos 5.000 a 72. Durante esos años habían sido utilizados como esclavos, tanto laborales como sexuales, así como torturados y mutilados por oponerse a convertirse a la fe de la bondad y la caridad. Fueron, además, cazados como gusanos y sus pieles vendidas como botín de los gobernantes. Cuando se mataba a un hombre casado, la mujer superviviente se la dejaba suelta con la cabeza de su hombre colgada del cuello. Los hombres que no eran asesinados, eran castrados. Los niños eran apaleados hasta morir. Todo en nombre de la civilización (anglosajona, insisto). Cuando el último hombre nativo de Tasmania murió en 1869, su tumba fue abierta por un miembro de la Royal Soceity de Tasmania, el doctor George Stokell, que con su piel se confeccionó una bolsa para el tabaco. Cuando la última mujer de sangre indígena murió unos años más tarde, el genocidio se había completado. En nombre de la civilización. ¡Malditos bastardos!
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