ALABANZAS DE ESPAÑA
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
LOS ESPAÑOLES:
258
“Son también casi todos los españoles asaz hábiles e inclinados a aprender ciencias y otras muchas cosas, por donde fácilmente aprenden las artes liberales y mecánicas y ejercitan las fuerzas de los ingenios y dones de la naturaleza y virtudes del ánimo.
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Pero volviendo a los españoles, de los cuales los que se aplican al estudio de las letras, no por el interés por saber y proseguir el camino que comenzaron, volando cada día más alto, llegan a subir hasta el cielo y con la memoria de sus trabajos que nunca mueren, dejan muriendo cierto testimonio de la vida que hicieron”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’
259
“Los hombres de esta nación son de carácter sombrío y de aspecto adusto, de color moreno y baja estatura; son orgullosos y creen que ninguna nación puede compararse a la suya; cuando hablan, ponderan mucho sus cosas y se esfuerzan en aparecer más de lo que son; agradánle poco los forasteros y son con ellos harto desabridos; son inclinados a las armas, acaso más que ninguna otra nación cristiana, y aptos para su manejo por ser ágiles, muy diestros y sueltos de brazos; estiman mucho el honor, hasta el punto de que, por no mancharlo, no se cuidan generalmente de la muerte”.
FRANCISCO GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Ricordi’.
ALABANZAS DE LOS ESPAÑOLES:
260
“De los grandes loores que los españoles de nuestro tiempo han alcanzado por las armas.
Si quisiese por extenso escribir las hazañas que en la guerra han hecho los españoles en nuestra edad y otras cosas dignas de memoria, a la verdad haría mayor volumen mi obra que la de Tito Livio y de otros muchos, así griegos como latinos, que escribieron de las grandes hazañas de los romanos. Porque, a la verdad, ni Salustio ni Valerio Máximo, ni Suetonio Tranquilo, que en pocas palabras comprendieron muchas y grandes cosas, bastarían para comprender, no digo en pequeños volúmenes, más en muy grandes, las excelentes virtudes y cosas dignas de memoria y gran alabanza que los españoles de nuestro tiempo han hecho y hacen cada día.
Porque ¿a qué escritores no fatigarían, a qué poetas no espantarían, a qué ingenio, por muy vivo y alto que fuese, no sobrepujaría el número y la grandeza de las cosas maravillosas y de gran esfuerzo que los españoles de nuestra edad han hecho en sus reinos y fuera de ellos? ¿Quién podrá contar los capitanes de grande ánimo, los caballeros nunca vencidos, la gente de guerra muy diestra y esforzada de España, que vimos pelear tan fuertemente en la guerra de Granada contra los moros, muy feroces y crueles enemigos de Nuestra Santa Fe, o quién podrá enteramente loar a aquellos que con la victoria de tan valientes enemigos merescieron gran triunfo y alcanzaron tanta honra y fama? ¿Quién demás desto podrá escrebir las grandes y muchas victorias que han habido de los franceses, gente tan belicosa, así en la Italia como la gran Grecia y en otras partes?
Como siempre han sido naturalmente los españoles muy inclinados a las armas y peleas; los cuales de su niñez son más inclinados al ejercicio de la guerra que a otras artes u oficios algunos, por lo cual, como Don Francisco, rey de Francia, caminase por España y viese los mancebos de poca edad y sin barbas ningunas, y ceñidos todos sus espadas, dijo: ‘Oh, bienaventurada España, que pare y cría los hombres armados!’ Por cierto, habló como hombre que había experimentado las fuerzas y los corazones de los españoles. A los cuales deleita en gran manera el uso de las armas y aguza y enciende el sonido de las trompetas en tiempos de las batallas. Por lo cual, a lo que a mí me parece, y a otros muchos, los españoles tienen ventaja en el esfuerzo y arte de guerra a todas las otras naciones del mundo, como hombres que no solamente pueden mucho con las fuerzas y ligereza del cuerpo, mas con la fortaleza grande del ánimo y con el sufrimiento de muchos trabajos y hambres y otras necesidades, y allende de esto tienen muy prudentes consejos, de los cuales se suelen aprovechar los muy buenos capitanes”.
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
VIRTUDES DE LOS ESPAÑOLES:
261
“Es admirable la virtud de los españoles y su templanza, muy digna de loar, así en las otras cosas como en comer y beber. Porque habiendo yo morado y conversado entre ellos casi por espacio de cincuenta años, en todo este tiempo nunca vi en España un hombre beodo, mas antes conocí muchos aguados y casi la mayor parte de las mujeres no beben vino. Por donde se confirma más nuestra opinión de haber traído los españoles origen de los romanos, los cuales antiguamente tenían ley que la mujer que bebiese vino muriese por ello. Una cosa no quiero dejar de decir, y es que la mayoría de los españoles tienen mucho cuidado de vestirse y ataviarse muy bien, como personas que gastan más en vestidos y otros atavíos del cuerpo que en el mantenimiento ni en otras cosas, por muy necesarias que sean. Lo cual, aunque parezca mal a algunos hombres saturninos, yo no puedo dejar de loar, principalmente en los que lo pueden hacer sin perjuicio de nadie y sin presunción, sino por causa de honrarse y mostrarse su liberalidad.
Agradanme mucho las costumbres de los españoles, satisfáceme su condición y tengo por bueno su hábito, por lo cual siempre he buscado su conversación y seguido su manera de vivir. Porque no con menos diligencia y cuidado miran las cosas de Dios y la salud de sus almas que las riquezas y pasatiempos del mundo. Verdaderamente, muy grande es el día de hoy la religión de los españoles, grande es el temor y acatamiento que tienen cerca de la honra de Dios, gran cuidado de las almas los sacerdotes, los cuales no solamente celebran sus misas y horas canónicas, mas instruyen también los pueblos que tienen a su cargo con muchos sermones y buenos ejemplos. Y de los seglares, no solamente los nobles y los letrados, mas aun los comunes y sin letras sirven con mucha obediencia a los mandamientos de Cristo y de la Iglesia. Porque vemos que unos se confiesan a lo menos una vez al año y otros dos veces, y algunos tres y muchos cuatro, no solamente viejos, mas aun mancebos que se confiesan diez veces en el año y aun cada mes a sus propios curas y sacerdotes. Por lo cual a mí me parece que no hay gente en todo el mundo hoy en día tan cristiana como la española”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
VALENTÍA DE LOS ESPAÑOLES:
262
“Los franceses demandaron campo a los españoles que se matasen doce por doce hombres de armas sobre el derecho del reino porque Dios mostrase su justicia, e los que fuesen vencedores pareciese que su rey tenía mejor justicia y acción al reino; e así fueron señalados de cada parte doce, e salieron al campo, e eligieron de cada parte uno para jueces, e pelearon once por once, los cuales pelearon nueve horas, en que descansaron e se apartaron diversas veces, e después de los primeros encuentros cayeron a tierra cuatro franceses e un español, e de los franceses murió uno, e de los que quedaron a caballo se rindió uno, e los tres que quedaron a pie se rindieron; murieron nueve caballos de los franceses, de los cuales ficieron reparto dentro del cual se pusieron que nunca de allí quisieron salir; de manera que cuando querían llegar los españoles a afrontarlos, se espantaban los caballos de los otros caballos muertos; e ansí estuvieron todo aquel día fasta que la noche los desparció, e todos los españoles rompieron sus lanzas, e en los franceses había nueve lanzas cañas.
Dentro del tercero día el español que se rindió desafió al francés rendido, diciendo que él tuvo muy mayor causa para rendirse que no él, porque él se había rendido caído en el suelo a tres hombres armados que sobre él cargaron, e él se había rendido estando a caballo a otro caballero solo como él. Concertóse el desafío para día señalado: el español salió al campo e esperó en el campo todo el día, e el francés no osó salir, e el español fizo allí todas sus diligencias, e volvióse del campo con mucha honra.
E acaeció que el Gran Capitán envió cierta gente a sacar cierto ganado que estaba herbajeando, que era en asaz cantidad, e era dentro de donde había gente gruesa de los franceses, e iban hasta ochenta de a caballo corredores para tomar el ganado a la parte donde estaba la gente francesa, de manera que fuesen vistos, e saliesen a ellos. E el Gran Capitán púsose en celada con quinientas lanzas, e los franceses salieron con hasta quinientos hombres de armas a los españoles corredores; e ansí viendo que huían los corredores, salió el Gran Capitán con la celada e desbarató los franceses, donde fueron presos doscientos hombres de armas, e truxeron el despojo, e treinta mil cabezas de ganado poco menos, e volviéronse con su victoria; e esto fua a diez de diciembre del año de 1502.”
ANDRÉS BERNÁLDEZ, “el cura de los Palacios’ (1450-1513) ‘Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel’.
CARIDAD:
263
“No es tolerable que en una ciudad, no digo ya de cristianos, pero ni aun de gentiles que vivan según normas humanas, ocurra que mientras unos rebosan de riquezas y gastan millones en un sepulcro o torre o en un vano edificio o en banquetes y ostentaciones, peligre por falta de cincuenta o cien florines la castidad de una doncella y hasta la vida de un probo, y un marido se vea en el triste lance de desamparar a su mujer y a sus pequeñuelos”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Tratado del socorro de los pobres’
264
“...¿De qué te sirve tan gran carga de oro, que parece vas a probar tu resistencia? ¿Serás tenida por mejor o por más hermosa o por más sabia, viéndote cargada de tanto metal?... Tu cuello está agobiado de un oro inútil y niegas una moneda a tantos hambrientos como hay en torno a ti. Despojas a tus vecinos, a tu familia quizá, a tus hijos, a tu propio marido, para que el brillo del oro y de las gemas te atraiga las miradas de cuantos halles en tu camino. ¿Tantas gentes sin vestido, y tú con tanto atavío inútil? ¿Es esta tu caridad cristiana? ¿Este tu juramento en el bautismo de renunciar a Satanás y a sus pompas? ¿Acaso no andas tras ellas y las retienes con mayor tenacidad y prolijidad que las mismas hembras gentiles?
Examínate bien de pies a cabeza, y reconócete un satélite del demonio. ¿Tú en tu casa hartándote de manjares exquisitos, eructando capones, perdices, faisanes..., entre tantas gentes que se mueren de hambre? ¿Tú en el ocio, entretenida en juegos y placeres, entre tantos sudores del prójimo? ¿Tú exhibiéndote vestida de seda y finísimo lino, entre tantos desnudos? ¿Tú con tanto oro y plata y piedras preciosas a la vista de tanto mendigo? ¿Crees que así eres discípula de Cristo? ¿O no lo eres más de Plutón?”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Instrucción de la mujer cristiana’.
EL HONOR:
265
“El honor, si no nace de la virtud, es dañoso; y si de ella nace, la virtud de suyo desdeña los honores; no sería verdadera virtud la que obrara por el honor. El honor es consecuencia, no afán.
Las dignidades, ¿quién podrá llamarlas tal, cuando recaen también en hombres indignos, cuando son buscadas mediante el fraude y la ambición y el favor y las peores artes?”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Introducción a la Sabiduría’.
LA NOBLEZA:
266
“La verdadera y sólida nobleza nace de la virtud. Necedad es gloriarte de un padre noble, si tú eres vil y mancillas con tu torpeza la hermosura de aquel linaje. A la verdad, todos estamos formados de los mismos elementos y el Dios único es el padre de todos. Menospreciar por humilde un linaje es renegar de Dios, autor de aquella vida”.
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Introducción a la Sabiduría’.
LA LIBERTAD:
267
“Precisamente la suma libertad está en someterse de grado a las leyes y a las autoridades legítimas y mostrarse buenos y moderados ciudadanos, prontos a la voz de las autoridades y las leyes, dispuestos a obedecer con todo ardor. Más aun: la verdadera libertad sólo puede ser ésta de querer vivir como es debido, es decir, limpio de vicios y señor de las pasiones y afanes que tratan de tiranizarnos; porque la de las pasiones sí que es servidumbre, que ni los reyes mismos pueden llamarse libres si andan a remolque de ellas.”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Condición de vida de los cristianos bajo el turco”.
ESTOICISMO:
268
“Podía seguir contando otros casos lamentables que han acaecido en España estos últimos años y han cubierto de luto a muchas familias ilustres, en las cuales hemos podido admirar la exquisita prudencia y la invicta fortaleza, no sólo de los varones, sino de las mismas mujeres, pues como los españoles, en general casi todos, son gente allegada a la razón y se gobiernan por la virtud, a ella subordinan todos los acontecimientos humanos, todos los cambios de fortuna, y así se han acostumbrado a sufrir con ánimo invencible todos los golpes, por duros que sean, y todas las desgracias que no se pueden evitar; con lo cual procuran, como sabios, la salud del cuerpo y la del alma, y se someten a la voluntad de Dios, imitando los ejemplos que han dado últimamente el rey y la reina, los cueles, habiendo perdido en Salamanca a su hijo el príncipe don Juan, no mostraron la menor flaqueza de ánimo, y poco después cuando murió su hija doña Isabel, la reina de Portugal, dieron orden de que nadie vistiera de luto ni diera señales de tristeza.
Y habiendo perdido en poco tiempo dos hijos, dos yernos y dos nietos, todo lo llevaron con suma fortaleza y con una prudencia verdaderamente sobrenatural, para que viéramos lo que son y en lo que vienen a parar las cosas de esta vida”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘Carta a Lucas Pullastra, de Sicilia’ (1502)
269
“No es necesario agora
Hablar mas sin provecho,
Que es mi necesidad muy apretada;
Pues ha sido en un hora
Todo aquello deshecho
En que toda mi vida fue gastada.
¿Y al fin de tal jornada
Presumen de espantarme?
Sepan que yo no puedo
Morir sino sin miedo;
Que aunque nunca temer quiso dejarme
La desventura mía,
Que el bien y el miedo me quitó en un día”
GARCILASO DE LA VEGA (1497- 1536), ‘Canción’.
270
“Porque al fuerte varón no se consiente
No resistir los casos de fortuna
Con firme rostro y corazón valiente.
Y no tan solamente, esta importuna,
Con proceso cruel y riguroso ,
Con revolver del sol, del cielo y luna,
Mover no debe un pecho generoso,
Ni entristecello con funesto vuelo,
Turbando con molestia su reposo
Mas si toda la máquina del cielo
Con espantable son y con ruido
Hecha pedazos, se viniera al suelo,
Debe ser aterrado y oprimido
Del grave peso y de la gran ruina
Primero que espantado y conmovido.
Por estas asperezas se encamina
De la inmortalidad al alto asiento
Do nunca arriba quien de aquí declina.”
GARCILASO DE LA VEGA (1497- 1536), ‘Églogas’.
FUGACIDAD DE LO TERRENO:
271
¿Qué otra cosa es esta vida, sino una muerte continua que se consume cuando el alma queda del todo libre de este cuerpo? Cuando nacemos –dijo alguien-, morimos, y nuestro acabamiento pende ya de nuestro mismo principio.”
LUIS VIVES (1492-1540), ‘Tratado del socorro de los pobres’.
LOOR DE LOS REYES CATÓLICOS:
272
“AL REY E REINA.
O rey Don Hernando e Doña Isabel;
En vos començaron los siglos dorados;
Serán todo tiempo los tiempos nombrados
Que fueron regidos por vuestro nivel;
Tenéis él e vos e assí vos como él
Con Dios tanta fe, que sus deservicios
Avéis destruído e todos los vicios
E alguno si queda daréis cabo dél.
Biváis muchos años acá en este suelo,
Reinando e saliendo con cuanto quisierdes,
Mas ya Dios, queriendo después que partierdes,
Coronas de reyes avréis en el cielo;
Avréis con los santos su mismo consuelo
Gozando en presencia la vista de Dios,
Y el príncipe acá después ya de vos
Los reinos seguros terná sin recelo”.
JUAN DEL ENZINA (1468-1529) ‘Traducción de la Egloga IV de Virgilio. Proemio’
RETRATO DE LA REINA ISABEL:
273
“Cuanto toca a la estatura de su cuerpo y hermosa composición de sus miembros y persona, todo se puede decir de ella lo que del rey dijimos. Porque todo lo que había en el rey de dignidad se hallaba en la reina de graciosa hermosura, y en entrambos se mostraba una majestad venerable, aunque a juicio de muchos la reina era de mayor hermosura, de ingenio más vivo, de corazón más grande y de mayor gravedad.
Fue ella excelente reina, gran amadora de la virtud, deseosa de grandes loores y fama. Fue abstemia, que vulgarmente decimos aguada, la cual no solamente no bebió vino, más aún, no lo probó jamás. Amaba en tanta manera al rey su marido, que andaba sobresaltada por celos por ver si él amaba a otras y si sentía que miraba a alguna dama o doncella de su casa con señal de amores, con mucha prudencia buscaba medios y maneras con que despedir a aquella tal persona de su casa con mucha honra y provecho. Tenía consigo muchas damas nobles de linaje y señaladas virtudes, y gran número de doncellas, a las que trataba con humanidad y les hacía muchas mercedes. Asimismo criaba en su palacio muchos hijos de grandes señores con grandes gastos y a las doncellas mandaba guardar con mucha diligencia, y después de crecidas, magníficamente las casaba y con ricos dotes honradamente las enviaba a sus casas y especialmente a las que casta y honestamente habían vivido.
Hablaba el lenguaje castellano elegantemente y con mucha gravedad, la cual, aunque no sabía lengua latina, holgaba en gran manera de oír oraciones y sermones latinos, porque le parecía cosa excelente el habla latina bien pronunciada, por cuya causa, siendo muy deseosa de saberla, acabadas las guerras en España (aunque estaba en grandes negocios ocupada), comenzó a oír lecciones de gramática, en la cual aprovechó tanto que no sólo podía entender a los embajadores y oradores latinos mas pudiera fácilmente interpretar y transferir libros latinos en lengua castellana.
En las cosas del culto divino no se puede fácilmente juzgar si más era diligente que liberal, porque en estas dos virtudes tenía gran perfección. Tenía gran número de capellanes cantores. Escogía los sacerdotes muy sabios y diestros en las cosas sagradas y ceremonias de la Iglesia, asimismo tenía mozos de capilla, para los cuales tenía maestros en letras y de canto muy doctos que les enseñasen, a los cuales daba beneficios eclesiásticos y hacía otras grandes mercedes. Para los pajes que le servían a la mesa, de noble linaje, porque no se ensuciasen en juegos y otros vicios estando ociosos mandaba también que fuesen enseñados en letras y buena crianza. Demás desto tenía también por costumbre que cuando había de dar alguna dignidad u obispado, más miraba en virtud y honestidad y ciencia de las personas que las riquezas y generosidad, aunque fuesen sus deudos. Lo cual fue causa que muchos de los que hablaban poco y tenían los cabellos más cortos que las cejas, comenzaron a traer los ojos bajos, mirando al suelo y andar con más gravedad y hacer mejor vida, simulando por ventura algunos más la virtud que ejercitándola.
Era gran amadora y hacía mucha honra a las personas graves, modestas y caladas y constantes en la virtud y asimismo aborrecía a los hombres livianos, parleros importunos y mutables. No quería ver ni oír a los hombres mentirosos, vanos, truhanes, adivinos, hechiceros, embaucadores, ni a los que miran en las líneas de la mano la buena o mala ventura, ni volteadores, ni trepadores, ni otros chocarreros engañadores”.
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
274
“Todos convienen en atribuirle la mayor parte de estas cosas porque los negocios pertenecientes a Castilla se gobernaban principalmente por su mediación y autoridad. Despachaba los más importantes, y en los ordinarios no era menos útil
persuadirla a ella que a su marido. Ni esto se puede atribuir a falta de capacidad del rey, pues por lo que hizo después se comprende fácilmente cuánto valía, por cuya razón o hay que decir que la reina fue de mérito tan singular que hubo de aventajar al mismo rey, o que siendo suyo el reino de Castilla, su esposo, con algún fin loable, lo dejase encomendado a su gobierno.
Cuéntase que la reina fue muy amante de la justicia, muy casta y que se hacía amar y temer de sus súbditos; muy ansiosa de gloria, liberal y de ánimo muy generoso; de modo que se la puede comparar a cualquiera otra señora distinguida de cualquier época. Dicen también que aunque el rey fue naturalmente inclinado al juego, sin embargo, por respeto a ella, sólo jugaba pocas veces, y a juegos comunes, lo cual acreditaba con la circunstancia de haberlo hecho muchas veces después de su muerte y a juegos arriesgados y no honrosos, gastando en este vicio más tiempo del que conviene a un príncipe que tiene a su cargo el gobierno de tantos reinos”.
F. GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Ricordi’.
RETRATO DEL REY DON FERNANDO:
275
"Era el Rey don Fernando de mediana estatura, tenía los miembros muy bien proporcionados. En la color era blanco con muy gracioso lustre. Tenía el gesto alegre y resplandesciente, los cabellos llanos y de color casi castaño claro, la frente serena pero calva hasta la media cabeza. Las cejas del mismo color de los cabellos y apartadas una de otra; los ojos claros y casi risueños, la nariz pequeña y bien colocada y conforme a las otras facciones del gesto, las mejillas de color
de rosas coloradas, la boca pequeña y agraciada, los labios colorados y semejantes al coral, los dientes blancos, ralos, y pequeños, la barba venerable y de mucha autoridad, la cerviz ni gruesa ni delgada ni luenga ni breve; la voz tenía aguda, la lengua desenvuelta, y en el hablar gracioso, de ingenio muy claro, y buen juicio, de ánimo benigno y liberal, en consejo muy prudente, en las
costumbres afable sin ninguna pesadumbre; en el andar y en todos los otros movimientos de su cuerpo tenía meneo de gran señor y verdadero rey.
Era muy grave en todos sus hechos y dichos, cuya presencia representaba maravillosa dignidad. Por maravilla le vinieron jamás airado ni triste. Era muy templado en el comer y en el beber, porque ni comía muchas viandas, ni bebía comiendo más de dos veces y asimismo cenando. Jamás comía (aunque fuese de camino) sin haber primero oído misa y siempre un prelado o sacerdote bendecía su mesa y daba gracias a Dios después de comer y cenar. En todas las cosas era muy curioso de la limpieza. Usaba ropas honestas y algunas veces, especialmente los días solemnes y grandes fiestas, traía collar o cadena de oro engastado en perlas y otras piedras preciosas. Holgaba mucho con los caballos encubertados y con los jinetes, porque desde su niñez fue muy buen caballero de la brida y de la jineta, ejercitándose en justas y juegos de cañas, en los cuales sobrepujaba, y aventajaba a muchos otros caballeros fuertes y ejercitados en aquel oficio de caballería, porque era gran bracero y bien ejercitado en el
arte militar. Sufría sobremanera los trabajos, así de la guerra como de los negocios, favorecía la justicia y demandaba muy estrecha cuenta a los que la ejercitaban, preciabase de la clemencia y humanidad cerca de los afligidos y miserables. Era también muy gracioso y afable con las mujeres e hijos que tuvo. Quería mucho y honraba a los hombres sabios y virtuosos, y tomaba de buena
gana sus consejos y no menos amaba los caballeros, en especial a los de su casa. Diose siendo mancebo al juego de la pelota y ajedrez, y también al fin de sus días al juego de las cartas. Fue también inclinado a la caza y recibía en ella gran deleite, pero más en la caza de las aves que de montería."
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
276
“Sus acciones, sus palabras y hábitos y la opinión común que existe hoy, prueban que es un hombre muy prudente y muy reservado, no hablando de los asuntos importantes sino cuando hay necesidad de ello, tampoco puede ser más paciente; vive con mucho orden, y así aprovecha su tiempo; conoce todos los asuntos graves o insignificantes del reino y todos pasan por su mano, y aun cuando aparente oír de buen grado los pareceres de todos, él es quien los resuelve y todo lo dispone. Se le cree vulgarmente avaro, lo cual no sé si procede de su natural condición, o porque sus grandes gastos y asuntos importantes, compatados con sus ingresos escasos, lo hacen parecer así; pero se piensa que procede con cordura y que reduce sus gastos cuanto puede.
Es diestro en las armas, y así lo ha mostrado antes y después de ser rey; parece ser muy religioso, hablando con gran reverencia de las cosas de Dios y refiriéndolo todo a Él, manifiesta gran devoción en los oficios y ceremonias divinas, lo cual es, por cierto, común a toda la nación. Es iliterato, pero muy urbano; es fácil llegar hasta él, y sus respuestas son gratas y muy atentas, y pocos son los que no salen satisfechos, a lo menos de de sus palabras. Pero dice la fama que en sus obras se aparta muchas veces de sus promesas, o porque las hace con ánimo de no cumplirlas, o porque cuando los sucesos que ocurren le hacen mudar de propósito, no tiene en cuenta lo que prometiera.Me consta que sabe disimular, pero no sé si el defecto indicado es o no verdadero... En una palabra, es un rey muy notable y con muchas y grandes prendas; y sólo se le acusa, sea o no cierto, de no ser liberal ni buen guardador de su palabra; en todo lo demás brilla su urbanidad y consideración. No es jactancioso, ni sus labios pronuncian nunca sino palabras pensadas y propias de hombres prudentes y rectos”.
F. GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Ricordi’.
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