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Tema: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

  1. #61
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    LA ESPAÑA TRADIClONAL

    31-III-1937

    JESÚS DEL GRAN PODER

    Cuántas veces, habremos escrito sobre los cubiletes de la imprenta. Tantas como lo impuso la rapidez de la información, del acontecimiento o del suceso que esperaba el público con ansiedad una hora después. Esto, al fin traslado desde el block de notas tomadas en las manos, sin otro apoyo, no era tan difícil como la crónica o el artículo, impresión momentánea de lo acaecido, que acertara a interpretar el sentir de la opinión, complaciéndola.

    Recuerdo, entre tantos, que en este vértigo reclamaron nuestra pluma, el del homenaje que rindió Avila a su hijo preclaro el capitán aviador Jiménez por el éxito de su vuelo transatlántico en El Jesús del Gran Poder. Una tarde apacible de junio de 1929 esperaba Avila, ebria de entusiasmo, su llegada entre una escuadrilla de aparatos de nuestra gloriosa Aviación militar. En la imprenta de “El Diario de Avila” estábamos sujetos a la información del acontecimiento, que el público habría de leer una hora más tarde. La imprenta está instalada en un edificio que remata sobre sus tres pisos un trozo de azotea, junto al alero del tejado. Algo así como un paso de cortina de muralla limitado por las almenas.

    A éste subimos ganosos de otear el espacio por donde habrían de venir los aviones, sin distanciarnos de los cajistas, con el trabajo activo de la información en marcha. Y celebramos haber subido, porque desde la altura dominábamos a la población, enhiesta sobre los adarves de la muralla, que tantas horas emocionantes atalayaron en gestas de gloria para la España tradicional.

    La del instante que vivíamos, era una más que agregar a su Historia eximia. La había conquistado la intrepidez de nuestra Aviación militar, añadiéndola al prestigio del Ejército español, que en las murallas abulenses tuvo sus orígenes con las hazañas victoriosas de los heroicos caballeros cruzados. Ahora que la España tradicional no había obtenido este éxito en liza guerrera. En alas del Jesús del Gran Poder, título del Dios que adora Sevilla, y es el de la España entera que fué grande, el hijo de Avila, capitán Jiménez, y su ilustre compañero Iglesias realizaron un atrevido salto que asombró al mundo. Fué un resonante acaecimiento de los nuevos caballeros del aire, herederos de los cruzados de la fe, que al mundo asombraron en el transcurso del tiempo con sus andanzas aventureras, sus conquistas bélicas y sus misiones civilizadoras, aquende y allende los mares.

    Y aquella tarde plácida de junio, la imaginación, desde el trozo de azotea, en la limpidez de la atmósfera llena de pájaros, que libremente iban y venían con trinar alborozado, corrió por el horizonte enloquecida por las glorias de la España tradicional. Y ocurrió algo inesperado. Cuando asomaron los aviones y se fueron acercando, subiendo el entusiasmo de un pueblo que era feliz, con trabajo abundante, con bienestar, con amor fraterno, uno de los aparatos pasó sobre nuestra cabeza tan al ras que pudimos contestar al saludo que nos dirigió el piloto gritando: ¡Viva España! ¡Viva nuestra gloriosa Aviación militar!

    La aclamación fué el tema de una crónica que sobre los cubiletes de la imprenta escribíamos diez minutos después, con el título "Un viva desde el alero". Era la síntesis del triunfo trascendental de los nuevos caballeros del aire de la España tradicional. La impresión que acertó a interpretar el sentir de la opinión enardecida, complaciéndola. Había triunfado nuestra gloriosa Aviación militar con el Jesús del Gran Poder, el nombre del Señor que adora Sevilla, y es el de España entera. Mas por este y otros triunfos de esta España que comenzaba a ser grande, alguien nos acechaba, envidioso y satánico, desde el extranjero. Quería empequeñecemos, aniquilarnos. Y nos trajo una republiquita y un caos, donde tuvieron realización sus diabólicos planes. Al cabo de siete años, otra tarde de julio, entristecido el pueblo por la carencia de trabajo, desasosegado, con el odio entre los hermanos, buscaba los hediondos refugios de los sótanos ante el anuncio de una escuadrilla de aparatos de nuestra Aviación militar. No se había podido apuntar ésta en estos siete años de "fango, sangre y lágrimas", más que contratiempos, y pérdidas dolorosas en vuelos transatlánticos.

    La escuadrilla de aviones que llegó esta otra tarde de julio, asustando a los pájaros, que poco antes iban y venían libremente, con trinar alborozado, sembró el pánico y la desolación en Avila, arrojando bombas, criminal y cobardemente, a la población abierta. Era ya la Aviación de los hombres de los diabólicos planes. De casualidad estábamos en el sótano de la imprenta, comparando días con días. ¡Esos hombres... nos habían hundido! Olvidaron al Jesús del Gran Poder, que la Historia registra apoteósicamente. Y sin El, sin el Dios que Sevilla adora y es el de España entera, van muchos huidos ahora en viajes transatlánticos, con el sonrojo y la vergüenza de haber destrozado una España tradicional, que los llevará a la Historia con la vindicta de su maldición eterna.

    J. MAYORAL FERNANDEZ.


    Última edición por ALACRAN; 16/08/2021 a las 14:57
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #62
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    ARQUITECTURA HERMOSA DE LAS RUINAS

    Agustín de Foxá

    Necesitamos ruinas recientes, cenizas nuevas, frescos despojos; eran precisos el ábside quebrado, el carbón en la viga y la vidriera rota para purificar todos los salmos.

    Ambicionábamos ofrecer claustros y columnas truncados, yesos y molduras caídos. Y era que España dormitaba.

    Eran ya muchos años de vistas panorámicas, demasiados kodaks turísticos contra la arquitectura militar de nuestros alcázares, excesivas palomas pacíficas en la cornisa de nuestros palacios.

    Se helaban de tedio en El Escorial los cadáveres de los reyes, se cansaban de cristal de vitrina los códices miniados y las casullas bordadas y Toledo, picudo de torres como el diagrama de una fiebre, sólo entregaba reliquias hasta el siglo XVI.

    Así nos querían los ciudadanos ricos de los países fuertes. Así nos amaban, en folklore desmayado de decadencias, los hombres felices, ricos en escuadras de acero y en islas de canela.

    España pintoresca; fin de semana para el álbum de fotografías, bailando flamenco, inmolando toros o cimbreando el talle de sus bailarinas ante los hombres rubios del Norte, con gesto generoso de conquistador.

    Pero ya está Toledo derruido; es decir edificado.

    España varonil, desvelada, inesperada, tiende sobre la mesa sus planos de ciudades en ruinas, exalta la arquitectura heroica de sus fortalezas minadas.

    Nuevo trabajo a los futuros cicerones; ya no habrá que detenerse ante el lívido conde de Orgaz cadavérico de aceites eléctricos, ni ante la Biblia de San Luis, granizada de gotas de oro, ruborizada de diminutas vírgenes con manzanas, sino que habrá que subir por escombros y polvo, habrá que visitar las catacumbas de la epopeya nueva, recorrer las galerías contemporáneas y evocar magníficos héroes de romancero que andan en tranvía por nuestras ciudades, que tienen novias en nuestras familias y nos sonríen y nos tienden la mano.

    No os asusten camaradas, los jeremías aburguesados, los marxistas de la derecha, los agoreros tripudos y egoístas.

    Es mentira que España esté en ruinas; nunca Toledo ha estado más completo.

    El peligro de la ciudad histórica, de una patria con abolengo no está en las ruinas sino en los museos.

    Más pena que esos Cristos quemados por la barbarie roja, más espanto que esas vírgenes y esos arcángeles decapitados en las eras de los pueblos deben producirnos las imágenes de marfil en las vitrinas con un número de catálogo y un cordoncito de seda roja para que no nos acerquemos a ellas.

    Benditas las ruinas porque en ellas están la fe y el odio y la pasión y el entusiasmo y la lucha y el alma de los hombres.

    Este Alcázar en ruinas pone en circulación caliente todos los vetustos tesoros.

    Por ese arco entraron Alfonso VI con sus mesnaderos, pero también el general Varela con sus soldados y milicias. Así nos unimos definitivamente a los muertos, y los resucitamos con nuestra muerte.

    Con la alegre primavera de la Falange ya viene el deshielo de las vitrinas. Ya corre en manantial vivo los cálices y las espadas, congelados antaño en medio de una raza morena con los ojos entornados.

    No queremos Merimées que vengan en cascabeleras diligencias a escribir «cosas de España», Cármenes y Escamillos de exportación.

    Así, como es, queremos a España; con la fe intacta aunque ardan todas sus iglesias románicas con la sangre heroica aunque se derrumben todos sus alcázares.

    Esta España empobrecida, pero gloriosa, es la nuestra.

    Y es que preferimos la España sin oro pero rica en espíritu, porque en cada alcoba familiar vaga un pálido fantasma ausente a la España fenicia de la guerra y de la postguerra que vendía muías y mineral de hierro mientras caían con los ojos parados de espanto todos los rubios muchachos de Europa.

    Porque hemos conocido el dolor, sabemos ya de la hermosura de la ruina.

    Agustín de Foxá

    (“Vértice”, número 1, Abril, 1937)



    Última edición por ALACRAN; 31/08/2021 a las 14:15
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    TRIUNFO DEL HÉROE

    4-IV-1937

    La victorial presencia de Benito Mussolini en Libia y Cirenaica, su regreso magnifico a Roma, la grandeza imperial del Duce, amigo insigne de España, me recuerdan la excelsitud de la palabra Triunfador. Sus alocuciones maravillosas , sus fervientes arengas en la extensión de las nuevas provincias, en la creada majestad de los flamantes virreinatos , el saludo cordial de soberanía civilizadora a los musulmanes de Tripolitania, el glorioso vencimiento de los etíopes, el gran día africano y la espléndida noche italiana, de conquistas y homenajes, exaltan hoy más que nunca mi entusiasmo por el poderoso genio de Benito Mussolini : Benito, nombre del pueblo que le dio entre sus santos el lenguaje de Castilla ; Mussolini , apellido racial que le otorgó en el nacimiento su amada Italia ; el Triunfador , sublime adjetivo de la aurora del Fascio que le señaló, para siempre, la Providencia Divina en la historia del mundo. ¡Felicidad de una Patria nueva! ¡Qué elegante armonía del concepto en las fiestas, alabanzas y regocijos que la Ciudad Eterna le tributa!

    No hay comentario más bello para su figura, nacionalmente, que la página antigua en el libro de un escritor clásico español, un fraile agustino, ejemplar y norma de religiosas virtudes, de sabiduría teológico-moral y de verdadero arte literario, el docto padre Miguel Salón. Del último capítulo continuado de su obra castellano-valenciana son estas palabras admirables, que parecen hechas para describir la entrada de Mussolini en Roma. Tiene la actualidad de la forma y del espíritu, evocando la profunda estilización del alma italiana. Yo cuando las leo, emocionadamente, pienso en la grandeza inaugural del Duce y en las históricas manifestaciones de su legendaria nación, premiando servicios y merecimientos de los Héroes.

    "Cuando Roma tenia el Imperio de todo el Orbe, solía honrar a sus capitanes, que, o por defender o por extender la Monarquía, peleaban valerosamente y vencían a sus enemigos, con la célebre solemnidad, que llamaban triunfo, para que en un mismo acto fuese honrada la virtud y gloriosamente excitados los hombres a imitarla. Era este triunfo el mayor honor que podía dar Roma a sus soldados. Reducíase a que en una magnífica carroza, rodeada por todas partes de los soldados prisioneros, hacía su entrada por aquella gran ciudad el Triunfador. Salíale a recibir un gran trecho fuera de la ciudad el majestuoso Senado romano, aumentando sus glorias con el esplendor lustroso de la toga. Erigíase un arco, en el cual echaba todo el resto la arquitectura, delineando en él con el mayor primor todo el orden de la batalla y felicidad de la victoria, que dio ocasión al triunfo. Pasaba debajo de él con magnífico aparato, resonando en dulce armonía los clarines y las cajas, acompañadas con otros muchos instrumentos, entre repetidos vítores del pueblo, el triunfante Capitán. Y habiendo entrado en Roma hasta el sitio más acomodado y capaz para la multitud, en presencia de todos, publicaba uno de los elocuentísimos Romanos Oradores el valor, la destreza, la gloria y felicidad del Triunfador. Era este el día más célebre en Roma."

    ¡Era este el día imperial del Duce, regresando de las provincias ganadas, de las hermosas Tierras coloniales, en marzo del año 1937! ¡Para honor de la civilización de Europa y ventura de la cristiandad!

    Y ahora, mi recuerdo de los libros del gran erudito Rodrigo Caro, donde he visto alguna vez referencias a la costumbre romana del Triunfo y el ritual de sus ceremonias famosísimas. Textualmente la opinión en uno de sus viajes, como visitador del Arzobispado, de Rodrigo Caro, es la que sigue: "El mismo sitio de la villa de Lebrija da a entender su mucha antigüedad, y un arco que llaman triunfal, que está en la plaza, bien es verdad que en llamarle así se engañan, porque arcos triunfales sólo en Roma se hacían, donde, y no en otra parte, se daba el triunfo. Es cierto este arco cosa antiquísima y fué, sin duda, ilustre trofeo de alguna vitoria; no se ve en el letrero ninguno, porque uno que allí está cerca de una Estatua de Mármol, a un lado deste arco, fué traído de otra parte." En el sentir del sabio historiador utrerano, como vemos, el Triunfo era un acto privativo, reservado a la capital del mundo, que se concedía imperialmente sólo en la Ciudad Eterna y en muy raras ocasiones.

    Pero además puedo añadir, y es curiosísimo, porque está en unas crónicas de la Edad Media , que Sevilla realizó un año la gloriosa fiesta, expresando el narrador del hecho que fué una sorprendente imitación de Roma , un homenaje de alegría inmensa, al estilo propio de las maravillas públicas de Italia. Creo que fué algún tiempo después de haber regresado de la conquista de Granada el duque de Medinasidonia y conde de Niebla, don Juan de Guzmán, el que ganó, reedificó y pobló la ciudad de Melilla; el de los tres cercos de Gibraltar, porque su abuelo la había ganado a los moros, y que era llamado entonces "por las simpatías de todas las clases sociales de nuestra ciudad el Duque de Sevilla , el señor más rico de Andalucía, dueño con sus naves del litoral turdetano, aquel duque tan valeroso y deseoso de servir a Dios , el de los altos pensamientos de varón magnánimo, el esforzado Príncipe, según la tradición añeja. Y se celebró la entrada hispalense del joven héroe militar—¡momentos de 1492, en que volvía de ganar prez y renombre en la guerra! — con una apoteosis popular y oficial, por los vecinos de las collaciones y los magnates de los palacios, que conmovió audazmente a Sevilla, y quedó en la crónica con el primor suntuario de un Triunfo de Italia. ¡Cómo vibraron en aquellas horas extraordinarias las calles y plazas, el corral de los olmos, el río, el puerto y los barrios de la ciudad, con la viveza y vehemencia de imaginación que es propia de los sevillanos, y más viendo los caballeros y los oficiales que emulaban en el estilo a la grandeza única de Roma!

    Magníficas memorias españolas del tiempo viejo de nuestra Católica Monarquía, que yo saco hoy a luz circunstancialmente, como un motivo providencial, para mostrar lleno de sincera fe la admiración presente de toda España y la más fina gratitud a Benito Mussolini y a su Nación.

    ¡¡Por debajo del arco de Constantino pasa la antigua vía del Triunfo del Héroe!!

    Y quede aquí también el sabor literario de la relación de los testigos que consulté de la época—el de la crónica real y el de las ilustraciones ducales—entregirando, por fin, las noticias de mis rápidas lecturas, para regusto personal del comentador, como un breve destello del idioma castellano en su victoria de siglos de expresión augusta, la sencillez y la magnificencia definitivas: "Entró el Duque en Sevilla la mañana de San Juan, con gran triunfo de trompetas, atabales e ministriles altos, e muchos alabarderos delante de sí, vestidos de una librea, al uso de Italia, en Junio del año 1507... Fué este Duque tan valeroso señor e tan amigo de sus amigos, tan liberal e gracioso a todos, que tornó a cobrar en Sevilla todos los partidarios de la casa de Niebla e a tener tanto poderío en la ciudad como sus pasados tenían, e ansí tanto el llanto, el pesar y el dolor que todos los vecinos de Sevilla y del estado de Medina Cidonia y condado de Niebla, e todos los del Andalucía, lo sintieron en gran manera cuando murió..."

    —F. CORTINES MURUBE
    .

    Última edición por ALACRAN; 31/08/2021 a las 15:08
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    ORACIÓN DEL PAN COTIDIANO

    6- Abril-1937

    De tanto comerlo y manosearlo, el pan se convierte en la cosa familiar que carece de emoción y de importancia. Pero ahora el pan ha adquirido en España una significación como nunca trascendente. Hoy España se divide en dos zonas representativas: la que come el pan blanco de harina gustosa y olorosa, y la que masca un pan de guerra y de privación que es un conglomerado de todos los fraudes, de todas las mentiras comestibles. Se dice que en el territorio rojo las imaginaciones se nutren con mentiras; más pesada, más indigesta, más triste es la mentira bajo el nombre hiperbólico de pan con que se atiborran el estómago las gentes del lado de allá de nuestras trincheras.

    Al rezar el Padrenuestro cotidiano, los labios pronuncian tal vez maquinalmente y sin demasiada emoción la frase culminante: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy". Es verdad; estamos familiarizados con el pan que cada día nos entrega en la puerta de casa el mandadero y no le concedemos mayor interés. Pero el pan ha vuelto a hacerse sagrado en España. El pan ha recuperado en España el significado de una verdadera bendición de Dios. Y el santo simbolismo de una divina justicia que reparte a derecha y a izquierda los premios y los castigos. Para los nacionales, la dicha y el premio del pan gustoso y oloroso; para los marxistas y los separatistas vascongados, el bodrio nauseabundo que recuerda la obra y el castigo infernales.

    Los que no han vivido bajo la tiranía del Frente Popular, no pueden comprender lo que representa la sustitución del buen pan cotidiano por una especie de pasta indefinible, que sabe a materias misteriosas y que hay que comer como quien se resigna a un suplicio. Yo he comido ese pan de tristeza y de condenación. Yo lo he llevado a la boca haciendo un esfuerzo mental de austeridad y pensando en el estoicismo de los ascetas; he tratado de hacerlo accesible tostándolo al horno: no conseguía nada. El pan aquel seguía siendo un bodrio y un castigo. El forzoso castigo que la alta Justicia me imponía por el pecado de hallarme en la zona roja. Y el caso es que yo no tenía la culpa.

    ¡Cómo me acordaba entonces de mi madre, que en su virtud y sus preceptos antiguos, si alguna vez yo despreciaba y dejaba caer un cacho de pan al suelo, ella se apresuraba a levantarlo y besarlo, porque, me predicaba, el pan es santo y nos lo regala el propio Dios! Sí; el pan es el fruto de la santidad, la ofrenda y la gracia del cielo, el premio divino para las criaturas de buena voluntad. Por eso el pan blanco y sabroso y oloroso se nos concede a los que luchamos por la Patria y el honor, mientras a los otros condenados se les castiga con esa infecta pasta de todos los demonios. Yo recomiendo a los lectores que mediten bien sobre esto, porque hay un simbolismo providencial que misteriosamente coloca en las dos clases de panes españoles la revelación del fondo del problema. Los que están en gracia de Dios (es decir, los que reciben el sabroso pan de cada día), y los otros, los condenados, los que no tienen acceso a lo que inspiradamente se llama el cuerpo de Cristo.

    Una familia honrada logra evadirse de Asturias en un buque. Desembarcan en San Juan de Luz, corren a un restaurante y piden un amplio desayuno. Una cesta llena de panecillos tiernos alegra la mesa con su perfume. Pero a los pocos momentos no ha quedado ni un trozo de pan a la vista. ¿Qué ha podido pasar? Entonces la madre investiga, y ve que los hijos pequeños, en silencio y con un recato de ladrón, han ido apoderándose de todo el pan que podían y lo han ocultado en los bolsillos, en el pecho, dentro de la gorra. Los pobres chicos, que habían padecido tanta hambre de pan, se figuraban que de allí tendrían que volver al tormento de Asturias, y robaban…

    Una mujer se escapa de Bilbao; pasa la frontera, llega a San Sebastián, y al ver el escaparate de una panadería, al contemplar la opulencia de los tiernos y dorados panes, allí mismo, conmovida de contento y gratitud, se echa a llorar...

    No hay que mirar los campos que ahora verdean con la indiferencia del frívolo turista. En ellos está celebrándose el misterio de la fecundidad y de la continuidad de la Patria, y tiene hoy más que nunca, efectivamente, el sentido de un rito el ademán de los labradores esparcidos por las anchas tierras de Castilla. Así veo yo, desde el automóvil que me lleva veloz, a las innumerables yuntas de bueyes que trabajan en las altas y despejadas tierras de Salamanca; como rituales, formas de un culto que no se ha interrumpido desde la remota hondura de los tiempos. Y en esto aparece, sobre el escarpe que domina la vega, la villa famosa de Madrigal; aquella Madrigal de las Altas Torres que sirvió de cuna y de amparo a Isabel la Católica. Ella sabía de veras lo que vale el pan; ella se impuso el deber de asegurar el pan cotidiano a todos sus súbditos.

    Después, con una ideal gallardía, llevó a España a la mayor grandeza.

    —CAPITÁN NEMO .

    Última edición por ALACRAN; 14/09/2021 a las 14:57
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    EL PATRIMONIO ARTÍSTICO NACIONAL

    7-IV-1937


    En realidad, el título que encabeza las presentes líneas, lejos de ser el seco y escueto que las precede, debiera ser muy otro.

    Algo parecido al que, siguiendo la usanza seiscentista, podría hallarse concebido en los siguientes términos: De cómo una nación hermana señala un camino para salvar los tesoros artísticos españoles. Razones de índole tipográfica lo impiden, pero ya sabe a qué atenerse el que leyere.

    Efectivamente, con una delicadeza que nunca podremos agradecer bastante, guiándose por una previsión muy en su punto en los momentos actuales y con un amor de espiritualidad que dice muy bien de los vínculos raciales, geográficos e históricos que nos unen, Portugal—país de sentimiento y de saudades—, acaba de dictar una disposición que, si todavía no ha visto la luz en el Diario do Governo, acaso la vea cuando estas líneas se publiquen, y en la cual, de una manera digna, con toda la arrogancia que presta la honradez de intención, se repudia, se persigue y se castiga a los chamarileros codiciosos, a los ladrones descarados y a cuantos por medios tortuosos e ilegítimos traten de enriquecer el patrimonio artístico lusitano con objetos de procedencia dudosa.

    No lo dice el decreto en cuestión, pero claramente se puede leer entre líneas que de lo que se trata es de establecer una rigurosa aduana para los tesoros de que están siendo despojados por el Canalla Desconocido en nuestros Museos, nuestras Catedrales, nuestras bibliotecas y las pinacotecas y las colecciones particulares de las casas ilustres españolas.

    Un largo y minucioso preámbulo precede a la parte dispositiva, y en él se examinan todas las disposiciones de análoga naturaleza existentes en los diversos Estados, así como su alcance, que, solamente hasta el momento presente, tenían como finalidad la orientación lógicamente egoísta de evitar el que tales tesoros saliesen de los países respectivos.

    Tal espíritu de conservación de los patrimonios artísticos nacionales alienta ya en la administración romana, allá en los albores de la era cristiana y más tarde en los Edictos y en las Ordenanzas de los Estados italianos, en la Edad Media y en la Edad Moderna, tanto en Roma como en Florencia y lo mismo en las Ordenanzas pontificias de Martín V y de Paulo III, en 1425 y en 1534, confirmadas por Inocencio X, en 1646, y reflejadas de una manera más precisa en la Ordenanza toscana de 1571, después ratificada por el gran duque Leopoldo. Es claro que se trataba de Italia, depósito en aquellas edades de todas las riquezas del orden espiritual, acumuladas por sus artífices, por sus pintores, por sus cinceladores, por sus editores, por sus miniaturistas y por sus orfebres.

    Avanzaron los siglos, difundiéronse los referidos tesoros a otras naciones, algunas — y entre ellas España—los crearon a su vez con lozanía pujante y la legislación en tal sentido encaminada creció con frondosidades de floresta, para salvaguardar el codiciado peculio.

    Así, Italia en 1912, en 1913, en 1922 y en 1927; Bélgica, en 1835 y en 1930; Inglaterra, en 1882, en 1900, en 1913 y en 1931; Francia, en 1913; los Estados Unidos, en 1906 y en 1935; Polonia, en 1918 y en 1928; Austria, en 1918 y en 1923; Méjico, en 1934; Portugal, en 1686, en 1731, en 1755, en 1911; en 1924, en 1926, en 1931, en 1934 y en 1935, y España, en 1908, aparte de otras disposiciones en los citados y en otros países dictaron normas, regulando la venta y la adquisición de los objetos de arte, restringiendo con tales medidas todo lo que pudiera significar su enajenación definitiva y su salida del territorio nacional, estableciendo al propio tiempo graves sanciones para los contraventores.

    A Portugal le ha cabido la gloria, dentro de su altruismo y de su generosidad, de iniciar una senda distinta, en vista de las depredaciones y de saqueos realizados en España por los marxistas indígenas y por las hordas extranjeras que actúan bajo el látigo moscovita.

    Son nulas y sin ningún efecto—reza el decreto, ya publicado o próximo a publicarse—las transacciones realizadas en territorio portugués de objetos de valor artístico, arqueológico, histórico y bibliográfico procedentes de país extranjero, cuando se realicen con infracción de la respectiva legislación interna, reguladora de su enajenación o exportación.

    Establécense en otros artículos los castigos que han de aplicarse a los infractores y las salvedades consiguientes en los contadísimos casos en que haya existido buena fe.

    Se estatuye igualmente que los objetos de referencia queden confiscados provisionalmente hasta que sea llegado el momento de poder realizar la debida restitución al país al que se demuestre que en realidad pertenecen.

    Por el último artículo se expresa que el decreto-ley del Ministerio de Educación Nacional (que tal es el órgano ministerial que lo refrenda) entrará inmediatamente en vigor y que será aplicable en relación con aquellos países cuya legislación adopte un régimen de reciprocidad con la portuguesa.

    No cabe mayor alteza de miras y la labor callada, pero perseverante y metódica de Oliveira Salazar, el gran estadista lusitano, el forjador del Estado Nuevo de la nación vecina y cuyas iniciativas dicen tanto en el aliento y en el afecto a la España sana, que lucha con denuedo contra las hordas que quieren abatir nuestra idealidad secular, ha tenido su coronación en esa medida que seguramente será acogida como corresponde por nuestros gobernantes.

    Es indudable que el ilustre político ha tenido presente al dictarla la visión de lo sucedido en Toledo, en el Museo del Prado, en los templos españoles y en nuestros Museos de arte.

    Muy recientemente publicábamos en estas páginas la fotografía del paso de unos camiones por Perpignan, transportando los cuadros robados en el Museo del Prado... ¡No cabe mayor vergüenza !

    ¿Imitarán la noble conducta de Portugal el Gobierno francés y otros Gobiernos europeos?

    Entiéndase bien, que los tesoros crematísticos se pueden reponer; pero, en cambio, los de índole artística, una vez destruidos no pueden rehacerse. Por ello es más de alabar la determinación de Portugal, no igualada hasta ahora y ante la cual deben rendir su más emocionada y reverente pleitesía los buenos españoles.

    La grandeza de los hombres no se mide por su estatura, decía Napoleón—el petit caporal—, y del mismo modo Portugal —pueblo pequeño—acaba de dar una lección de grandeza y de hidalguía a las naciones civilizadas, a las que calificamos de grandes potencias

    — JUAN DE CASTILLA .



    Última edición por ALACRAN; 14/09/2021 a las 15:08
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    LOS ÚLTIMOS CHEQUES

    7- Abr-1937

    Rueda la tormenta marxista quemando con sus rayos de odio cuanto supone un valor. Se fuerzan los cajones y a puñados se arrebatan las joyas familiares, calientes de lágrimas de recuerdos o de besos de apasionada gratitud; arden los ajuares domésticos, los amados libros, los modestos lujos, las reliquias del arte. Se derrumban los templos seculares, se roban los Museos, se talan los viejos castaños de la plaza... En las madrugadas, grises y frías, llora el alba sobre las vidas segadas. Alumbra el sol campiñas desoladas, casitas cortijeras mudas de terror. Arden, crepitando, los bosques y las mieses.

    Todo en la tierra, en el mar y en el aire, vibra de encono.

    Las iglesias y los palacios, aún en pie en las ciudades recién reconquistadas, abren sus desdentados portalones, vertederos de mugre y de carroña.

    iQué horror! ¡Qué espanto!

    ¡Todo arrasado! ¡Todo demolido! ¡Nada sirviendo al fin para que fué creado!

    —Aguarda :

    En esta ciudad triste y enlutada; rezumante de lágrimas y de dolor, abrían sus fauces cinco entidades bancarias: El Banco de Crédito Agro-Pecuario, el Hispánico Colonial, el Centrífugo, el Cántabro-Gascuñano y el Banco Nacional. Entremos, al azar, en uno de ellos: En el Banco Centrífugo. Radica su domicilio social en una casa grande y moderna, enclavada precisamente en la parte más batida de la ciudad. En su derredor, ruinas por incendios y explosiones. Entre los escombros, un caminito limpio y de infantil anchura nos conduce a su portada. Es una veredita de recua; como esas que apisonan las cabras en las agrias serranías, en su ir y venir del desordenado pastoreo al arroyuelo en que abrevan.

    En el zaguán, luce el recuadro standard de cristal negro, en el que destaca la dorada y fabulosa cifra del capital de fundación. Es casi un motivo decorativo en ininterrumpida greca de a tres ceros. Debajo del guarismo, unos nombres de inconmovible respetabilidad.

    Todos andamos metidos en el Arca de nuestra pena, aguardando a la palomica con el ramo de oliva; pero también hay quienes desdeñan las apreturas, porque el mundo es grande y siempre queda en él un pedazo de civilización que escapa a las iras de Jehová.

    La puerta giratoria, de cristales y caoba, rueda muellemente, frenada por su propia solidez.

    Dentro, todo es orden y equilibrio. Picotean las máquinas de escribir; brillan las maderas y los bronces pulidos; asaetean la luz cenital las mismas indicaciones cabalísticas y terminantes desde las rotuladas ventanillas, y ante la prolija y monumental puerta de la Dirección, el mismo ordenanza uniformado y lacónico... De cuando en cuando, el moscardoneo de un timbre, y siempre un discreto olor a barniz y a tabaco americano.

    ¡Por vida de...! ¿Estamos soñando?

    Hemos visto la Catedral, y es un basurero. Las calles trágicas y palpitando de miseria. Las tiendecitas saqueadas; los palacios destruidos; los jardines devastados. ¿Cómo aquí todo es paz, quietud y equilibrio ?

    —Ahí tienes, amigo.

    En ésta, y en las otras cuatro entidades bancarias, también entraron los milicianos, chorreantes de abigarrada ordinariez, y también despertó su codicia las entrañas del inmueble barroco; pero el despojo se hizo aquí con meticulosidad oficinesca. Presentaban el cheque, se le cortaba el pico, se confrontaba la firma..., un poco temblona tal vez..., y se abonaba religiosamente la cantidad demandada, dejando sentada la sustracción en el libro de cuentacorrentistas. Cuando con el último talón se retiraba el saldo, también se perdía para siempre el cliente, que, cara a la fría luz de la aurora, trazaba con todo su cuerpo la rúbrica postrera sobre el blanco sucio de una tapia.

    A estos últimos cheques, también se les ha cortado el pico. Son cantidades de justicia social las que en ellos se demanda y a la Madre España le sobran caudales para hacer honor a las trágicas firmas de todos sus hijos.

    —JOSÉ CARLOS DE LUNA

    Última edición por ALACRAN; 27/09/2021 a las 14:42
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    (relativo al evento de la entonces próxima coronación del rey Jorge VI de Inglaterra)


    FORAJIDOS EN LA CORTE

    8 Abril 1937


    La diplomacia suele jugar sus dados con sarcasmo. Y a veces el sarcasmo le devuelve la partida con usura, resultando así cumplida la ley humana de las compensaciones. Lo decimos a cuenta del contraste, que ya nos imaginamos, entre la corrección engolada de la Corte más Corte y la actitud que adopten asesinos y salteadores profesionales, a quienes el hado burlesco de la diplomacia ofrece ocasión de comparecer ante la Majestad nada menos que en el supuesto nombre de un pueblo que, o no es nada en la Historia o tiene todo su destino vinculado a la tradición mayestática de una Corte que fué casi ecuménica.

    Será de ver, en efecto, a los comisarios de la consabida horda entre las solemnes y reverenciales ceremonias de la refulgente Corte en el trance más genuino de un régimen; a saber, en el trance de renovar la continuidad histórica de un pueblo mediante la consagración de la soberanía que ha de regirle.
    Allá estarán, cetrinos por el hastío de tanto crimen, siniestras manchas negras entre el colorido brillante de las casacas y de las dalmáticas, los representantes del Estado-despojo, del Estado-mentira, del Estado-delincuencia. Demasiado saben en la Corte que esos aventureros no tienen tras de sí más que una turba de forajidos, de la que ellos son la cuajada hez. Pero la realidad se burla de la diplomacia y nos presenta el lance de que, mientras la Corte llama a sus solemnidades a la representación forajida, en la Prensa , que es como la conciencia escrita del pueblo encarnado en aquella Corte, reclama porque las relaciones diplomáticas con el Estado-horda cesen y se establezcan, en cambio, las negociaciones oportunas con el auténtico Estado , que es el pueblo mismo, aquel pueblo cuyo destino histórico se interrumpió al perder su Institución secular y genuína.

    Y, ¿a quién engañarán los convencionalismos de la diplomacia protocolaria? A la Corte, no; porque la Corte está informada de que sus invitados son los verdugos de cuanto representaba, en el pueblo amigo, cultura, que en este pueblo es tradición. Tampoco se engañarán los indeseables huéspedes de la Corte por mucho que les deslumbre el halago de los oficios y cartulinas de invitación; saben con directo conocimiento cómo la Embajada de la Corte tuvo, al igual de todas las demás, que proteger a cientos, a miles de seres inocentes, contra la persecución salvaje de la horda de que ellos son serviles mandatarios; saben que la personificación de la diplomacia, que no es un ente de razón, sino funcionarios de carne y hueso en peligro, tuvo que asegurarse con mil arbitrios contra la turba, no incontrolada, como ahora se dice, sino contra la turba que era instrumento y mandante a un tiempo del Estado-anarquía.

    En las solemnes ceremonias que más gratas pueden ser a un pueblo forjado a través de la serie gloriosa de las coronaciones, este pueblo sólo se sentiría representado por hombres del signo nacional, bajo el cual se reanuda la marcha hacia un destino tradicional. En cambio, la presencia allí de los forajidos tiñe con lúgubre nota el carácter de la conmemoración. Y aunque una proverbial perfección policíaca contenga los instintos criminales de los embajadores de la horda, duchos en el asesinato aleve, no creemos tan coercible la aptitud de los forajidos para el saqueo. Grandes damas y magnates opulentos de la Corte deben prevenirse contra los especialistas en el robo y en el desvalijamiento, que van a ser sus huéspedes y sus vecinos en el banquete.




    Última edición por ALACRAN; 27/09/2021 a las 15:01
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    En Varsovia (Polonia)



    A B C EN VARSOVIA

    Lejos y cerca

    10-04-1937


    Las inquietudes, los dolores que sentimos los españoles siguiendo al día—al minuto digo sin exageración—la lucha con los invasores rojos, los soportamos porque nuestra fe en la victoria definitiva nos alienta. Además, cada jornada de gloria nos da fuerza y valor para soportar la ausencia de la Patria. Lo más duro es ver y palpar cada momento la infamia de nuestros enemigos, que en cerco de calumnias, de intrigas, de insospechadas perfidias ensáñanse contra España.

    En esta católica Polonia de todas las libertades, menos la política, se anudan los cordajes de la red echada en todas las aguas para la pesca del oro de los rojos; el oro del robo y de la sangre españoles, a cambio de armamento y víveres. Los masones y los judíos tienen aquí sus agentes traficando sin trabas, y en el puerto de Gdinia y en el de Dantzig salen desde hace meses barcos con cargamento de pertrechos de guerra para los asesinos de Calvo Sotelo. Todos los puertos del Báltico tienen líneas para surtir de cuanto necesitan los rojos, y Gdinia, Dantzig, Riga, Talín, son lugares de la mascarada grotesca: el cambio de banderas y hasta de nombres, de los barcos que con falso itinerario van seguros camino de España. ¡Ah! Seguros, no; porque nuestra denodada Marina les sale al encuentro y los destroza o los copa como viles corsarios.

    Polonia se interesa por la guerra, pero muy dividida de opiniones. Los católicos nos compadecen y sólo los nacionalistas están incondicionalmente con nosotros. El resto de la población, fría y apática, se impacienta de que dure tanto la "matanza" de España. La ignorancia y la imbecilidad no tienen límites aquí y fuera de aquí. Sólo los negros logreros y los rojos se alegran de que dure la guerra, y, émulos de la espiritual Francia de Blum, se esfuerzan por prolongarla... Y no comprenden los franceses que su ayuda a los rojos contra España va a costarles mucho. Han metido en casa al incendiario y va a volarles la casa.

    La indignación que sentimos por las infamias máximas es fuerza moral, porque sabemos que serán justicieramente castigadas en lo humano y en lo divino. Pero hay una categoría de maldades y de perfidias que nos irritan y que quisiéramos patear, aplastar como al insecto venenoso en un camino.

    Es en la "buena" Prensa de los burgueses simples y de los judíos bautizados, donde a diario nos muerden gacetillas cual ésta: "Cortés y Pizarro eran corsarios y piratas de su época", y un muy leído publicista polaco comenta con gusto la afirmación de un escritor católico francés, de que "el catolicismo español es de oportunidad y carece del verdadero espíritu católico".

    Yo anoto con agradecimiento cada acto de piedad y de simpatía de los niños y de las mujeres polacas hacia España y archivo también la historia de la maldad armada contra nosotros. Mañana, el día glorioso de la España grande, recordaremos a todos y negaremos el saludo y la mano amistosa a los ruines detractores de hoy.

    —SOFÍA CASANOVA

    Última edición por ALACRAN; 12/10/2021 a las 15:05
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    ESPAÑOLES EN ESPAÑA

    10-abril-1937


    La Santa guerra que sostiene España contra la revolución determina el éxodo de los naturales de unas regiones a otras. Hay un continuo desplazamiento de las gentes, desde sus habituales residencias a otras provincias, motivado por las especiales necesidades del momento en que vivimos y, en gran parte, por la corriente emigratoria que forman los compatriotas fugitivos del terror rojo. Nunca, como ahora, los caminos hispánicos se vieron transitados por tantas gentes nacionales, que al trasladarse de su región natal a otras regiones están haciendo, para sí mismas, el descubrimiento de la España que ignoraban. Castellanos, gallegos, andaluces, extremeños, catalanes, valencianos, ¡cuántos habrá que hasta ahora no conocieron otra región que la suya!, ¡y cuántos que, aun conociendo España, pasaron por ella con la frivolidad de un turista, sin profundizar en el alma de la región que visitaban!... Ahora, en cambio, la larga permanencia de muchos españoles en regiones que no son la suya nativa les permite una compenetración íntima con la ciudad adoptante y un recíproco conocimiento que ha de engendrar amor entre las diversas provincias de España.

    Queremos singularizar la tesis con respecto a nuestros hermanos los catalanes, porque es notorio que Cataluña representa en el éxodo de los fugitivos de la España trágica el porcentaje más subido. Sea por la proximidad a la frontera francesa, sea por las facilidades mayores que dan los puertos de mar, en Cataluña han podido liberarse de la tiranía roja muchas más personas que en otras regiones de España, lo que ha determinado que el contingente de refugiados catalanes en las demás provincias sea, con gran diferencia, el más numeroso. Esto lo puede atestiguar quienquiera se haya asomado a cualquier vestíbulo de hotel, a cualquier café u otro sitio público. Son miles y miles los catalanes que han buscado en la fraterna hospitalidad de Castilla, Andalucía, Galicia, Extremadura, y lo han hallado generoso, el refugio que les era indispensable en su huida de la región en donde la anti España mantiene uno de sus reductos más trágicos. Esos miles de catalanes se han acogido al regazo de la madre España, para quien todas las regiones son florones igualmente preciosos y esenciales de su corona histórica. Y esta hermandad entre todos los españoles, por encima de los matices que diversifican la unidad nacional, es la que ahora tiene ocasión de estrecharse mediante el recíproco conocimiento y el amor mutuo.

    Porque así lo entendemos y así lo deseamos, ha de sernos permitido que con sincera cordialidad exhortemos a muchos de los catalanes que se hallan refugiados en diversas provincias de España, mientras Cataluña es una región inhabitable, a que no desdeñen ocasión de mostrar su españolismo en un momento como éste, en el que España lucha con heroísmo y con martirio, palpitante de una emoción patriótica, bajo un signo evidente; y con un claro destino de unidad nacional histórica.

    Hemos visto en las solapas de casi todos esos hermanos catalanes el emblema sagrado de España, la gloriosa bandera de la Patria grande y unida. Quisiéramos también oír en sus labios cuando hablen en sitios públicos, el idioma en que la unidad y la grandeza de España se han expresado siempre. Son españoles que por España caminan y en las ciudades de España gozan de la tranquilidad que eI separatismo les hizo perder en su región; viven entre españoles en un momento en que la unión de todos los hijos de España se acrisola en el fuego, de una guerra santa. ¿Por qué marcar con signos de diferenciación, que pueden parecer de disidencia, la accidentalidad de haber nacido en un pedazo ó en otro de esta tierra española?

    Tenemos por seguro que hay en el uso del dialecto regional un motivo puramente consuetudinario y no otra razón; pero se nos ocurre—insistiendo en la cordial exhortación—preguntar si no sería ésta una excelente oportunidad de acostumbrarse a lo contrario, a emplear habitualmente, la lengua de la unidad de España, la lengua ecuménica de nuestra hispanidad. Con lo que, después de reconquistada Cataluña por España y para España, los catalanes que allá volviesen podrían restituir, no sólo en la vida de relación, oficial y de los tratos mercantiles con el resto de las provincias, sino en el sagrado del hogar, el uso de la lengua genuina de España. Sería la mejor reliquia, y la más fecunda; que los catalanes — españoles en España — podrían conservar de estos meses de convivencia con sus compatriotas de Andalucía, de Castilla, de Galicia. Sería el mejor homenaje que podrían rendir a España, en gratitud a la acogida que España, representada por la diversidad de las provincias, ofrece a sus hijos catalanes.
    Última edición por ALACRAN; 12/10/2021 a las 15:12
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    "La disputa de las lenguas y los dialectos"



    LA DISPUTA DE LAS LENGUAS Y LOS DIALECTOS

    24-IV-1937


    Sería sensible que en esta hora capital se agravase indiscretamente la disputa de los idiomas y los dialectos. Y aquí voy a declarar que nunca me he explicado la opinión de' nuestros federalistas y estatutistas, los cuales aseguran que España es una nación en la que las diferencias regionales se acusan con un radicalismo sin igual. ¿Es una rara excepción España en este sentido? ¿Es tan extraordinario el número de dialectos o de lenguajes comarcales que dividen nuestra nación?

    Sí, hay en España hondas diferencias geográficas; ¿pero son mayores que, por ejemplo, las de Italia? Entre un italiano del Norte y otro del Sur media un abismo, y el piamontés grandote, laborioso y aplicado que baja a las tierras de Nápoles y Sicilia, con sus gentes morenuchas, indolentes y despreocupadas, se encuentra realmente como en el extranjero. Hay en Italia provincias con matices raciales que recuerdan directamente a los rubios eslavos y al tipo helvético o centro europeo, mientras la población meridional de la península parece una prolongación de la humanidad levantina y norteafricana . En Francia también es muy grande la diferencia que separa al Norte y el Sur; un normando, un flamenco o un alsaciano, trasladados a la Provenza o a Córcega, se sienten en un mundo extraño, en un clima y un paisaje desconocidos, en medio de jergas lingüísticas que ignoran completamente.

    ¿Cuántos lenguajes distintos se hablan en España ? Realmente, muy pocos. Catalán, valenciano, vascuence y gallego; ahí termina la cuenta. Con ligeros matices de "acento", como el andaluz, el asturiano, el aragonés, resulta el castellano una lengua única en Europa por su carácter unificador; después que se habitúen a la extrañeza del acento y a la particularidad de ciertos giros locales, un hombre del pueblo de la Montaña, un navarro, un murciano, un sevillano, pueden entenderse sin la menor dificultad y andar tan amigos. Esto es lo que no ocurre en otras naciones europeas.

    Las variedades dialectales son en Italia exageradamente numerosas, y el uso de dialectos es tan general, que la mayoría de los reclutas llegan allí al cuartel sin conocer la lengua italiana. Hay los grandes dialectos siciliano, napolitano, genovés, piamontés, lombardo, veneciano, y muchos subdialectos; con la particularidad de que en la Toscana, cuna del idioma oficial italiano, se habla dialecto, y en Roma, sede de la capitalidad nacional, también existe un dialecto. Esto es lo que no debieran olvidar los españoles que, impulsados por un puritanismo idiomático tal vez un poco ingenuo, se alarman cuando en la mesa de al lado del café oyen hablar en catalán.

    Les franceses, casi tanto como los italianos, están habituados a escuchar toda clase de jergas y dialectos. Tienen allí el bretón, el flamenco, el picardo, el germano de Alsacia, el vascuence de los Bajos Pirineos, el italiano de Córcega y Niza, y sobre todo la lengua de oc, el popular "patois", que ocupa casi por entero media Francia y que se habla universalmente desde la Auvernia hasta la Gascuña y la Provenza; tienen además el catalán del Rosellón y la Cerdeña.

    El francés de la Isla de Francia cuando oye hablar a uno del "Midi" se muestra escandalizado y horrorizado. Lo considera como un hombre incivil, como un bruto. Pero lo deja. Y es que antes, en la disciplina casi militar del colegio, se ha asegurado al muchacho dialectal imponiéndole una rigurosa y sistemática saturación de la gramática, la literatura y la historia francesas. Lo ha sellado, lo ha hecho francés para siempre. Esto es lo que debe hacerse en España. Si esto se hace bien, luego puede dejarse sin miedo que el catalán use su idioma libre y ampliamente. Es lo que más le gusta. Se siente dichoso pronunciando con voz robusta, con la voz de bajo de orfeón en él peculiar; su habla vernácula, y sería, sobre injusto, desatinado el querer coartarle.

    Vale mejor decir: todo lo que es español, es nuestro. Son nuestros todos los paisajes españoles, todos los acentos y costumbrismos provinciales, toda la variedad de modalidades y dialectos. Siempre que previamente se haya realizado una saturación profunda de españolismo, sin olvidar por un instante, la vigilancia de las manifestaciones regionales, para impedir que incurran en la exageración de los nacionalismos separatistas. Y esto requiere un gran tacto.

    Está bien que el catalán sea hablado libremente, numerosamente, entre el respeto y la complacencia de todos; pero no debe consentirse de ninguna manera que se convierta en un idioma "político"', en un arma de rebeldía, en una provocación insoportable: no puede tolerarse que el catalán pase a ser el lenguaje "oficial" en la vida pública de Barcelona, como sucedió en los últimos años con la complicidad de todos los traidores de Madrid, mientras el castellano, estaba allí poco menos que "consentido" y en un lugar subalterno y humillante. Nada de segunda enseñanza en catalán; nada de Universidad catalana: todo eso ha terminado y no tiene que repetirse jamás.

    Está bien que el cura confiese en vascuence, que predique en vascuence en las iglesias de los pueblos, que hable y aconseje a sus feligreses en su lenguaje familiar; pero no ha de consentirse ya nunca que el Seminario de Vitoria se convierta, como se había convertido, en un vivero de sacerdotes separatistas que se diseminaban por los pueblos vascongados a predicar el desamor a España y la teoría de que el castellano es una raza inferior. Esto no tiene que repetirse jamás. Y del tacto, inteligencia y energía con que se trate el problema de los localismos, dependerá en grandísima parte el sesgo que tome el porvenir de España.

    CAPITÁN NEMO.

    Última edición por ALACRAN; 02/11/2021 a las 15:37
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    "Historias del frente"


    HISTORIAS DEL FRENTE

    (24-IV-1937)

    La guerra de los milagros y de las maravillas llamaría yo a esta Cruzada redentora por la que España maravilla al mundo, obrando el milagro de su salvación: Por ella, esta raza española de privilegio, despreciada por todos y escarnecida por todos, vive su prueba de grandeza en el palenque de su propio suelo ante los ojos abiertos al asombro de todo un mundo.

    Y ese mundo que codiciaba nuestras viejas glorias, precisamente por viejas, por su valor histórico, porque habían sido y no podían ser; como se cotiza una antigua obra de arte, cuyo autor ya no existe, se han encontrado, estupefactos, con que el autor, la raza, no sólo no ha muerto, sino que sigue produciendo maravillas de asombro como en sus mejores tiempos.

    Y es que nuestra raza, la raza española, elegida de Dios para sus grandes, realizaciones redentoras de la humanidad, no pude morir jamás; vive sus decadencias en el letargo de su propia solera, pero renace en floración triunfal a impulsos de su destino histórico cuando el mundo necesita de ella para sus trances decisivos. Y en este renacer de hoy, uno de los más grandiosos de su Historia, hay toda la magnificencia de sus mejores edades, belleza sublime en la forma y nobleza solemne en el fondo, heroísmo y gracia, grandiosidad y estilo insuperable.

    Como antaño, del fondo glorioso de los heroísmos anodinos, destacan con perfiles extraordinarios figuras de primer plano, para que el amor popular, meciéndolas en el regazo de su admiración, las inmortalice y las conserve en el tesoro de sus héroes, legendarios, guardadas con llaves de romance. Y como entonces también, si se escudriña ese fondo anónimo, si se le estudia con amor y detenimiento, se ve que está hecho de la superposición de figuras de una belleza incomparable.

    Yo he podido percatarme de todo esto en mi reciente visita al frente de Guadalajara; he recorrido toda la línea de fuego del brazo del general Moscardó; y en las horas vividas en comunión continua de verdad con los brazos que forman allí el baluarte de nuestra salvación, he captado de cerca todo el prodigio maravilloso de matices que atesora su retablo de reconquista.

    A Moscardó, a quien aureola ya una fama que es antesala de inmortalidad, le admira España y todo el mundo; recortando su figura, de una bizarría extraordinaria, sobre el fondo épico de la estampa del Alcázar toledano, relicario en piedra vieja de nuestro mejor perfume de heroísmo, pero es necesario ir a las trincheras con él y verle repartir el rancho con nuestros soldados en el picacho de nuestras avanzadillas, y subir pecho alante los altozanos que puntean nuestra línea de fuego para recoger paternalmente los afanes de su tropa, y permanecer hierático apoyado en la cureña de un cañón con serenidad imponente, después de haber mandado cuerpo a tierra en pleno fragor de metralla, para valorar toda la belleza extraordinaria de matices de su figura de héroe del más puro estilo señero español.

    Como es necesario también vivir afanes e inquietudes con nuestros valientes de primera línea y rezar con ellos el rosario de horas de parapeto de cada día, pulsando su espíritu y escuchando sus cantos y sus historias para saber a qué extremos inconcebibles de heroísmo y sacrificio llega su amor a España. Heroísmos anónimos y maravillosos, que salen y cantan las gentes de guerra, pero que ignora España y el mundo. Heroísmos que están escribiendo la página más gloriosa de la Historia, de nuestra raza y que esperan el linaje de aquellos que la hicieron famosa y temida en todo el orbe.

    Yo recuerdo entre muchas una de estas historias de asombro y de prodigio que me contó en una trinchera de nuestra avanzadilla de Alaminos un soldado gallego, que sin perder de vista la línea enemiga, que estaba a unos doscientos metros, charlaba conmigo al pie de su ametralladora. Dice así': ..."el primer tanque ruso que vimos nos fuimos a él, y mi capitán, entre una lluvia de balas, dio un salto, se montó encima, y con la pistola disparaba a los de dentro por la mirilla; estando en esta situación vio que del depósito de gasolina del tanque salía un chorro por haberlo perforado una de las balas. ¿Y a qué no sabe usted lo que se le ocurrió? Pues sacar el encendedor y prender fuego a aquel chorro que hizo explotar el tanque..."

    España y nada más que España; la labor rusa de veinte años para hacer sus tanques invencibles, vencida en unos segundos por un brillo de la genialidad de nuestra raza; de nuestra raza la primera del mundo por los siglos de los siglos; elegida de Dios para sus grandes realizaciones.


    F. BONMATÍ DE CODECIDO




    Última edición por ALACRAN; 11/11/2021 a las 18:49
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  12. #72
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    Sobre la "pérfida Albión"


    ELLA ES ASÍ

    27- IV 1937


    —¿La rubia Albión? ¿La pérfida Albión? ¿Rubia por pérfida? ¿Pérfida por rubia?

    —Tópicos manidos. Ni una cosa ni otra. Simplemente práctica y gris.

    Práctica en sus industrias, en su comercio, en sus colonizaciones...

    Gris en sus acorazados, en su emotividad, en sus nieblas.

    Mimada y gruñona, se echó a la calle con su shockyng lapidador a flor de labio, y el áureo brillo de sus libras esterlinas a oportunidad de empréstitos.

    En el siglo XVIII sembró los mares de bergantines, abanderados con tibias y calaveras, con sus capitanes bull-dog, en un sutil presentimiento del futuro. Y, como contrapeso, surgen también de su alquimia política los enmarañadores "economistas".

    Del brazo, trillan luego los caminos del mundo el colonizador con su rifle y el viajante de la Sociedad Bíblica con su convencional Pentateuco en ediciones baratísimas.

    Paladea, por fin, las mieles de una madurez respetable, entre el brillo marcial de sus pulidas armas, siempre con tiempo para un poco de sport una ''estirada partida de naipes.

    Si alguien, dijo que un país no es rico hasta que todos sus habitantes comen carne y beben vino diariamente, Inglaterra supera la perogrullada con la liturgia para el cumplimiento del grato menester, vistiendo con smoking a todos sus súbditos y uniformando a todas sus súbditas con un claro vestido vaporoso y reglamentarios zapatos dorados con purpurina.

    Con bien sentido orgullo, muestra ostentosamente sus tres productos nacionales: La Diplomacia, el carbón de Cardiff y los caballos de carreras.

    Grande y temida, pisó firme donde le vino en gana. Y si "el fin justifica los medios", no hubo en la Historia de la humanidad una actuación más cumplidamente justificada.

    Si de todos era admirada con un poco de envidia, en. nosotros demodó al empachoso afrancesamiento, y nuestras altas clases sociales olvidaron hasta la papilla—símbolo del destete nacional—para adoptar el porrydge, y sudaron la vulgaridad del romadizo con el íntimo consuelo de un médico, zumbón y mundano, que ladinamente lo diagnosticó como Piccadilly-fever.

    Poco interesaba a la nación poderosa el ridículo sometimiento en lo que tenía de culto externo. Sonreía sintiéndonos andar en putillas para no turbarle el sueño y contemplándonos, cuadrados a las puertas de su cámara, con un melifluo good morning en los labios y siempre aguardando los imperativos de sus últimas elucubraciones.

    La romana internacional se exhibía en perfecto equilibrio porque eran su fiel y su pilón, el Reino Unido y el Imperio de sus Dominios.

    Si alguien, cansado del forzado estatismo, hurga en la pesa, Inglaterra, erguida entre un coro de ensayadas lamentaciones, alarga su mano—grande y fuerte, un poco dorada de vello y pecas—para restituir el pilón a la muesca de su acomodo, sin presentir la posibilidad de un badilazo en los nudillos.

    Todo en ella parece presidido por una tramoya perfectamente estudiada. No hay, por tanto, que tomar muy a pechos las apreciaciones que de allá nos llegan.

    Casi estoy por decir que a algunas cabría tomarlas a risa si no fuera tan grande nuestra tragedia. Pero, con pena en el alma, la risa no puede sonar a cascabel.

    ¿Odio hacia nosotros?

    Yo creo que ni siquiera malquerencia.

    Glosemos cosas de estos últimos días:

    La Comisión que, presidida por el deán de Canterbury, visita la zona roja de España, afirma que en ella la Iglesia Católica es profundamente respetada, amados sus sacerdotes y el culto celebrado con normalidad absoluta.

    Añade, como prueba, que han visto comulgar en Bilbao a no sé cuantos miles de fieles. Y pasan por alto que, a su vera, en Amorabieta, los marxistas dieron a comer a un asno las Formas Consagradas.

    ¿Cabe mentir con mayor desvergüenza?

    Pues por ¡os mismos días que en Londres se comenta el dictamen oficioso de la despreciable Comisión, el arzobispo de Westminster condena públicamente el comunismo como enemigo de la Religión de Cristo.

    ¿Cabe más patente contradicción?

    Un respetable general inglés, perfecto caballero, nos visita en viaje particular y se hace lenguas de la paz y armonía en la zona nacionalista, así como de la disciplina, organización y espíritu de nuestro Ejército, sin poner otra tacha a la actuación del Generalísimo que el descuido de la propaganda.

    ¿Cabe nada más adorablemente ingenuo?

    Parte de la respetable Prensa británica aboga por el gobiernillo de Valencia porque lo estima legalmente constituido. Y no se horroriza de los crímenes monstruosos que se cometen al amparo de esa presunta constitucionalidad.

    ¿Cabe más solapada hipocresía?

    Pues la misma Prensa, y a renglón seguido, nos dice que en la Cámara de los Comunes se aprobó el proyecto de ley encaminado a impedir que los animales se amaestren para explotarlos luego exhibiéndolos; velando así por los principios de la Sociedad Protectora de animales.

    ¿Cabe sensiblería más cómica?

    ¡Psss...! Inglaterra. Ella es así: Ingenua y aparatosa. Engolada y marrullera. Muy pagada de su epicentrismo...; muy maestra de ceremonias; pero... un poco intrigada con esta España que se despereza, tras un enfermizo enervamiento cargado de whisky, de Chester-cheese, de tabaco Capstan y ... de garbanzos de Fuentesaúco y calabazas de Rota. (...)

    JOSÉ CARLOS DE LUNA

    Última edición por ALACRAN; 11/11/2021 a las 18:49
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    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  13. #73
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    Del Madrid rojo a Suiza


    DEL MADRID ROJO A SUIZA

    27-4-1937


    En la trágica estafeta de la guerra civil, la carta que publico a continuación sin conocimiento ni aprobación de su autor, constituye un trozo de realidad vivida, que da, sin detalles espeluznantes, toda la medida de la barbarie roja. Mi remitente es un valor acrisolado de la música española, un intelectual auténtico y el verdadero embajador, a lo largo de años y años, del pentagrama nacional en la capital de Francia. La guerra le sorprendió en las estribaciones del Guadarrama, cuyo clima convenía a la salud quebrantada de su esposa. Pero veamos cómo reacciona la sensibilidad de un español eminente que jamás había intervenido en-política frente al drama universal de la guerra española.

    "Salí de Torrelodones, después de haber pasado no pocas angustias, en septiembre. Mi mujer, sin asistencia médica y aislados en nuestro hotelito, a ciento cincuenta metros del de Ricardo León, sobre; el cual ondeaba la bandera roja que le impusieron por escarnio. Ni podía retirar dinero del Banco, ni legalmente podía salir. Los milicianos, en casa todos los días. Recurrí, cuando supe que estaba en la lista negra, a un antiguo amigo mío. El nos salvó. Excuso decirle que tuve que abandonar mi coche, todo el ajuar de la casa, cinco baúles llenos de cosas preciosas para nosotros, toda nuestra vestimenta, música, piano, todo... ¡Qué importa comparado con lo que de sagrado, divino y humano, estamos perdiendo! De nuestro glorioso patrimonio, ¿qué dejarán esos virtuosos del crimen, del saqueo, del asesinato, del robo? De Burgos recibí un periódico, donde Ángel María Castell firmaba un artículo sobre música. Aquí hago propaganda: encarecer la música española, hablar de la España nacional, en audiciones, en conferencias, por radio. Ahora organizo dos festivales a beneficio de los suizos repatriados de España. Desde la semana próxima donaré cien francos suizos para nuestros soldados. Al llegar a Marsella desde Alicante, vi de nuevo puños en alto, martillos, hoces, todo ello sazonado con la cursi Internacional. Yo fui francófilo decidido durante la guerra del 14. Sé lo que hicimos entonces casi todos los españoles residentes en Francia. ¡Y que sean ahora francesas las balas que maten a nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros soldados! Aquí, no. Toda Suiza está con nosotros. No pasa semana sin que nos alcance algún ramo de flores, siempre rojas y amarillas. La actitud de las derechas francesas es noble, pero estática. Y ningún pretexto puede justificar la inercia. Segovia está hecho una fiera contra los rojos. Casals, en cambio, ha capitulado."

    La actitud de este ilustre artista debiera servir de norma y ejemplo. Mi remitente no debía nada al Estado, ni al monárquico, ni al republicano. Tiene, además, una posición independiente que hubiera podido ajenarle a la tormenta. Pero como en otro lugar del texto me dice "no caben capitulaciones, ni resistencia, ni indecisiones, ni compromisos".

    MARIANO DARANAS.

    París, abril 1937.
    Última edición por ALACRAN; 26/11/2021 a las 14:31
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  14. #74
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    DEO GRATIAS

    28-4-1937


    Con la liturgia militar ha vuelto el esplendor de la idea de Patria, que es en el Ejército donde encuentra su máxima representación. En cuanto los hombres de espada al cinto volvieron a estar mandados, en cuanto notaron sobre sus hombros el peso fraternal y autoritario de la mano de un jefe sin mediatizar, desde el mismo instante en que sintieron ondear al viento libre y puro la bandera nacional, y más todavía, desde que les fué dado escuchar las notas de un himno que no recordaba traiciones, sino que sangraba nostalgias de historia, volvió a haber España, y España tornó a disponer de soldados. Lo que han hecho esos soldados no hace falta recordarlo. Han instalado a Dios en los altares y han logrado que la vida de relación de los españoles—antes esquinada, suspicaz y recelosa— se ajuste en una explosión cordialísima y fecunda a esa trilogía de principios que en fecha memorable citó el Generalísimo y que no son otros sino aquellos que el genio hispánico de Maeztu opuso a los falsos dogmas de la revolución: servicio, jerarquía y hermandad. Y de la mano del saludo, de la disciplina y del sacrificio castrenses, paralelas al reverdeo del honor profesional y de todo un ceremonial en desuso o que se cumplía como una supervivencia inútil de un pasado por extinguir del todo, han llegado la cortesía ya olvidada y la corrección del lenguaje tenida como síntoma de relajamiento masculino y esa exquisita observancia de prácticas que, como la bendición de la mesa, hoy realizada con unanimidad en las líneas de combate, corrigen la rudeza material de una vida que sólo por un triunfo del espíritu se puede soportar con hidalguía y heroísmo a la vez.

    Hace pocos días, en el frente de Madrid, antes de sentarnos a la mesa del coronel Tella, medio enterrados entre sacos terreros y la ladera caliza y ardorosa, fué espectáculo no fácilmente olvidable el ver al esforzado jefe y a sus bravos oficiales hacer el coro de la oración ritual. Como lo era también al fin de la comida, el contemplarlos otra vez de pie y en impecable posición de firmes, mientras el gramófono dejaba escuchar su Marcha Real, y allá, en la lejanía brumosa de Madrid, sonaba la sinfonía heroica de las explosiones. Este renacimiento religioso, este volver a la superficie de las corrientes ideológicas soterradas por la subversión republicana, es, si bien se mira, un fenómeno ecuménico, un signo de los tiempos, contrapartida del universal ahogo revolucionario. ¿Qué otra cosa significaría la imposición de Vorochiloff prohibiendo en la Pascua pasada la acostumbrada procesión anticlerical del año? "Agrade o no—ha venido a decir el mariscal soviético—, la mitad de mis soldados van a misa en ese día".

    No es, pues, hacer literatura tendenciosa el afirmar que vuelve íntegramente la tradición española y que vuelve de la mano de nuestro resurgimiento militar. No es hacer literatura el hablar del heroísmo y de la abnegación de nuestros soldados. Yo he visto salir de Casa Gozque una bandera del Tercio cantando sus himnos y oído brotar la polvareda de la columna por entre la que rebrillaban los calientes colores de los guiones de combate—esos gritos de "Viva la Muerte", qué iban a perderse en la serenidad calina de la tarde.

    ¡Dios ha tornado a España! Y esto era lo esencial y lo urgente. Porque como escribió, hará unos dos lustros, el obispo de Montauban, la ausencia divina nos mataba a los españoles también. "Llamemos a Dios —escribía el ilustre prelado—, que después veremos claramente si debemos ser republicanos o monárquicos. Si Dios confirmase la República, diríamos: ¡Fiat voluntas tua! Pero si El nos trajese la Monarquía, exclamaríamos: Deo gratias".

    EL MARQUES DE QUINTANAR.
    Última edición por ALACRAN; 26/11/2021 a las 14:37
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    Guerreros de la fe

    LOS GUERREROS DE LA FE

    28-IV-1937

    No quedaba ya ningún soldado rojo en la ciudad rendida, y el último buque, abarrotado de fugitivos, elevaba el ancla y huía mar adentro. La ciudad quedó en silencio, desposeída de toda, autoridad, en una medrosa expectación. De pronto, desde el balcón de mi casa, descubrí al extremo de la calle el movimiento de gente que corría. ¿Correr? Durante dos meses habíamos contemplado el triste espectáculo de los transeúntes en fuga ante los habituales peligros de muerte; pero esta vez no era el miedo el que empujaba a la gente. Era la anhelante curiosidad por conocer los hombres que tanto tiempo habían mantenido la expectación de los habitantes de San Sebastián: los requetés navarros; los voluntarios y defensores de la Tradición. ¡Ya estaban allí! A la distancia alcancé a ver un grupo de boinas rojas, un montón de muchachos materialmente estrujados por la multitud clamorosa. En medio del haz de gente, extendida sobre las cabezas de los soldados, una gran bandera española de los viejos tiempos ofrecía a la luz meridiana sus dos únicos colores, encarnado y amarillo, como una reintegración tardía e inesperada.

    No era más que un pelotón de cuarenta guerreros, al mando de un capitán; una avanzada que traía el encargo de tomar formalmente posesión de la plaza rendida. Uno de los muchachos, asomándose al balcón del Gobierno civil, izó la bandera y profirió el grito ritual: "¡Viva España!". Y abajo la muchedumbre repitió, como un gran eco, el grito entusiasta. Yo estaba allí... Y entonces me sacudió una indescriptible emoción al comprender que ante mi mirada estaba consumándose un profundo hecho histórico; que en aquel momento asistía yo a un dramático y transcendente cambio de la vida española. Era la jugada atrevida de un juego sin remisión, en el que se apostaba todo, o sea el porvenir de España.

    Viendo pasar los requetés, con una cruz prendida al pecho y la boina colorada sobre la oreja, me pareció que alguna suerte de desvarío se había apoderado de mi imaginación y que estaba viviendo una vida de novela. Era el pasado que volvía. El retorno espectral, pintoresco y romancesco a las campañas carlistas del siglo XIX. El vizconde de Chateaubriand se hubiera encontrado allí como el más conmovido y lógico de los espectadores. Pues los aldeanos de la Vendée cuando iban tras las banderas de la tradición a combatir contra las tropas jacobinas, pronunciaban, a un siglo y medio de distancia, el mismo ademán intransigente y valeroso de estos improvisados y temibles soldados de la enérgica Navarra. Vieja estampa romántica que el destino del tiempo me permitía contemplar.

    Lo cierto es que los requetés acababan de conseguir lo que sus abuelos carlistas no pudieron lograr. La ciudad de San Sebastián, sitiada y cañoneada en las guerras civiles, se libró siempre de caer en manos de los carlistas; y ahora, cuando parecía que el carlismo estaba enterrado y no era más que un recuerdo anacrónico, ahora precisamente se hacía dueño de la ciudad roja y separatista un puñado de requetés. Estas vueltas que da la fortuna histórica, estos altibajos y rectificaciones del gran juego político, son los que debieran hacernos humildes y evitarnos el fracaso de las demasiado arrogantes convicciones.

    Los que sabemos desde niños, desde la misma cuna, lo que significa el carlismo, todos estos fenómenos de la hora presente, nos impresionan con particular interés. Si hablamos de ideas y de doctrinas, con eso no habremos explicado nada; el carlismo es más que una idea o una doctrina, y mucho más que un simple programa de partido; es, si vale la palabra, una región. Es la cosa ideal que se transmite de padres a hijos como un sagrado legado familiar. Es una especie de historia aparte, una especie de crónica heroica que los viejos refieren a los muchachos, y en la cual se cuentan las gestas gloriosas de los grandes capitanes de la causa, de los batallones, de las batallas memorables. A ellos nada les importa lo que cuenten los historiadores; ellos tienen su historia, la suya, la que narra los hechos según la verdad que ellos saben es la verdadera. Y esta tradición guerrera es la que inspira al carlismo una enorme fuerza de supervivencia viril y de continuidad, que ahora ha revelado con tan extraordinario vigor.

    En los últimos años, la Geografía del carlismo tuvo considerables mermas. Se había retirado en gran parte de Cataluña y Valencia, y en las Provincias Vascongadas fué casi absorbido por la peste separatista o estatutista. Pero Navarra mantenía la integridad de la fe con una fiereza insobornable. Así fue de súbita e impetuosa su entrada en la guerra. ¡Como un sólo hombre! Los que presenciaron el levantamiento de Navarra no olvidarán nunca aquel espectáculo grandioso, semejante al impulso de un pueblo que se une y aglomera para marchar a una Cruzada. Era porque Navarra conservaba intacto el espíritu antiguo, y porque en ella no se había empañado la memoria de la epopeya carlista; aunque el pleito dinástico del siglo XIX hubiera perdido parte de su fuerza, quedaba incólume el motivo esencial y profundo, y sobre todo perduraba el aliento, la emoción, la especie de rebelión mesiánica contra el espíritu disgregador y disolvente de la época. La Tradición por encima de todo. ¡Y más allá de todo, España; la eterna y gloriosa España!

    Cambian los tiempos, varían los matices de las ideas, se mudan las formas a instigación de las conveniencias del instante; sin embargo, una nación puede llamarse afortunada cuando acierta a conservar reservas de fe y de pasión con las que sabe que totalmente cuenta en los grandes momentos de peligro. El carlismo y Navarra son de esta clase de reservas supremas, prontas siempre a ofrecerse al servicio de España en el sitio de mayor riesgo de su frontera.

    CAPITÁN NEMO



    Última edición por ALACRAN; 10/12/2021 a las 14:44
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    ¿Y POR QUE HABRÍAN DE SER VALIENTES?

    29-Abril-1937


    "No hay que menospreciar al adversario —oí decir más de una vez en los propios medios nacionalistas— se trata de españoles, y españoles animosos, cuyo valor no cede al nuestro." Habría, ante todo, que buscar la raíz no etimológica, sino moral, o si prefería psicológica, del valor. Habría que cerner y definir la entidad valor, no en cuanto vocablo sino en cuanto concepto susceptible no de una, sino de varias y aun muchas acepciones. El valor, por ejemplo, de quien pudiendo zafarse al cíngulo de un dilema y asirse al statu que arriesga todo —la vida no es bastante— señala el máximo diapasón del destino humano. Otro es el caso de quien por vocación o profesionalmente jugó siempre en la cuerda floja que separa la vida de la muerte. El minero, el aviador, no sugieren potencialmente o en principio la imagen del heroísmo, como el individuo que por determinación libérrima renuncia a una existencia muelle en aras de un presunto beneficio nacional o colectivo que en la mejor de las coyunturas no redundará en su provecho.

    En el voluntariado nacionalista se trata de una circunstancia—llamémosla hermanos Miralles—no sólo frecuente, sino distinta. Con referencia a la Historia contemporánea, el máximo signo del valor español encarnó en aquellos adolescentes que habiendo abrazado una carrera denostada por la intelectualidad y en cierto modo impopular pedían, apenas destetados de la Academia, un puesto en Marruecos, Tercio o Regulares. Recuerdo a media docena de ellos, imberbes y pueriles, desnudo el flaco torso, herencia de una generación egoísta, holgazana y liberal. Era en el campamiento del coronel Franco, el día de Malmusi, y aquellos tenientes jugaban, al toque de diana, a cuál de ellos recibiría el agua de una jofaina en los ojos adormilados. Dos solamente los conservaban abiertos después de la batalla.

    No, la equivalencia de este valor no existe en el campo enemigo. ¿Por qué habría de existir? ¿Cómo existiría? Su moral, la moral que aprendieron y predicaron, la moral de que inclusive se ufanan, rectifica y recusa el ejemplo de los marinos de Santiago. Asimila, al revés, la frase de Méndez Núñez. La honra es una virtud burguesa y los barcos un bien material que la ortodoxia de la doctrina ordena no arriesgar si no se posee la seguridad del triunfo. Leed los programas y mandamientos de la lucha de clases. No contienen una sola recomendación o cláusula que encarezca el don de la propia vida por la idea. Si en el anarquismo nihilista, concepción eslava, la existencia del militante no cuenta, en el marxismo revolucionario, concepción judaica, la economía vital constituye un tesoro, cuya ofrenda sería operación superflua y aun ruinosa o contraproducente. Bueno para el sabotaje, la nocturnidad, la alevosía, la superioridad numérica, el marxismo aborrece en teoría y tácticamente, la lucha a pecho descubierto y en condiciones de equidad. El Poder se obtiene o se conserva, dicen su código y su propaganda, por la violencia. Mas se trata de una violencia exacerbada por una reserva indeclinable: la de desarmar previamente al adversario, con perfidia o con traición.

    De ahí que pedagógicamente no quepa atribuir valor colectivo y militar a la España roja. La cura soviética ha soterrado o mordido la veta española. Resta el valor individual que surge aquí o allá: el sencillo, el iluminado —nacionalista sin saberlo— que no tuvo aún tiempo de trasegar su sensibilidad generosa en el vaso vil de la educación marxista; el aventurero cuyo destino cotidiano es jugarse el alma a cara o cruz. En definitiva; si es verdad que existe ya un Ejército rojo, ese Ejército no fué creado por el fundente de un ideal sino por el denominador común de circunstancias que, aunque episódicas, no dejan de ser imperativas: el miedo a ser fusilado por la espalda, la certidumbre de que el enemigo victorioso no podrá perdonar determinadas fechorías... Frente a una suma de heroísmo es posible que haya cristalizado un conglomerado de intereses.

    MARIANO DARANAS.



    Última edición por ALACRAN; 10/12/2021 a las 14:54
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    "Emboscados"



    EMBOSCADOS

    30-Abril-1937


    Desde París a nuestra frontera se ven españoles por todas partes. Gente joven en su mayoría, incluidos, sin duda ninguna, en los llamamientos militares del Gobierno nacional. Casi todos proceden de la zona ocupada por los rojos, y es de presumir que escaparon de ella porque se sentían en ella inseguros o incómodos. No son nuestros, sin embargo. La F. A. I., resumen de todas las furias homicidas, puso en fuga a muchas gentes que habían sido hasta entonces, en cierto modo, sus aliados. Separatistas o simplemente catalanistas; izquierdistas de tipo burgués, socialistoides con cuentas corrientes en varios bancos... Muchas de estas gentes habían coqueteado con la revolución, habían subvencionado su Prensa directamente o por medio de los presupuestos de publicidad de sus casas comerciales o industriales; se manifestaban como hombres de ideas "progresivas", avanzadas... Creyeron así establecer una especie de Seguro contra los riesgos de la revolución, y cuando se les hablaba de los peligros y los estragos de la catástrofe próxima sonreían picarescamente, con la confianza de quien se sabe a cubierto de complicaciones. A veces estos sujetos reconocían que los temores de los que anunciábamos y dábamos ya por irremediable el establecido revolucionario, no eran vanos.

    -Es posible que esos peligros sean verdad. Pero, la revolución en España será una cosa pasajera. Tres meses de agitación y después todo volverá a su cauce. Y el problema está en poder pasar esos tres meses— decían.

    En Cataluña, el estado de espíritu de la mayor parte de la burguesía era aún más contradictorio, pues por un lado deseaba una revolución que podía llevar al catalanismo a la conquista, de mejores posiciones, tal vez al triunfo de la aspiración separatista, mientras, por otra parte, temía los riesgos sociales de la revuelta.

    En estas circunstancias se produjo el cataclismo, y las hordas armadas no se detuvieron en sutilezas. Para ellas no hubo más que amigos y enemigos; burgueses y proletarios. Se negó al aliado, si era burgués, el trato de preferencia que esperaba, y el que se confió pagó con la vida su descuido.

    Así se pobló Francia—y un poco también Italia y Alemania—de gentes huidas de la España cautiva que no habían escapado por su adhesión a la España nacional, iniciadora de la reconquista, sino porque su condición burguesa era considerada por la horda revolucionaria incompatible con el "Estado antifascista". A estas gentes pertenecen los emboscados que todavía corren por Francia o que se acomodaron ya en rincones sosegados y confortables. Muchos de ellos, casi todos, están entregados a la tarea fácil de expresar, desde lejos, grandes fervores por la España nacional. Todos ellos dicen que quieren que gane Franco y lanzan contra los rojos—que tan mal pago dieron a sus servicios—las invectivas más tremendas. Pero son pocos los que vienen a empuñar un fusil y a ocupar su puesto de honor en el frente o envían a sus hijos, en el caso de que la edad les haya relevado de este deber honroso. No; a esto ya no llegan. El rescate de los bienes incautados y la venganza de los agravios sufridos lo confían a otros españoles que en ir precisamente a luchar a las avanzadas cifran su afán más vivo. "Ellos—se atreven a decir a veces—ya cumplen en el extranjero haciendo propaganda del movimiento." En ocasiones también pretenden cohonestar su ausencia y el fingido fervor nacionalista de que hacen alarde, prestando inútiles e imaginarios servicios "desde fuera".

    Cuando ciertos individuos vienen, ahora que la guerra está ya en su fase triunfal a pedir que se le deje atravesar nuestra frontera, más que exigirles cuentas por su conducta pasada, habría que preguntárseles: ¿Y sus hijos? ¿En dónde se ha dejado a sus hijos? Porque por todas partes se ven estos días personajes que dejaron a sus vástagos bien al abrigo de los riesgos del frente en el hotel de cualquier población francesa, mientras ellos se han venido a España a hacer alardes de un patriotismo demasiado espectacular y activo para ser sincero.

    La conducta de estos compatriotas ha de ser en su día enjuiciada con severidad, aunque ahora parezca que nos olvidamos de ellos. Porque si algo hemos de tener en lo sucesivo, para evitar que la tragedia se repita, es una despierta y agilísima memoria.

    Estamos edificando sobre el sacrificio de media nación la obra grandiosa, que es la España futura. Una España para todos los españoles, como ha dicho con acierto magnífico el Generalísimo, pero también en la que todos los españoles habrán de entrar, con el alma rendida a la justicia, en el reparto de mercedes y responsabilidades. Que lo tengan en cuenta los emboscados de hoy.

    A. MARTÍNEZ TOMAS

    Última edición por ALACRAN; 21/12/2021 a las 14:58
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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil


    PRIMAVERA DE HEROISMOS

    30-IV-1937


    En el cogollo de Zaragoza, centro de la ciudad, raíces soterradas de la vieja Cruz del Coso, la primavera ha florecido con empujes briosos, testimonio vivo de un riego de sangre, pródigo en derroches de fecundas savias heroicas. En torno al monumento de los Mártires de la Religión y de la Patria, los retorcidos troncos desesperezados de cuatro glicinias, que enroscan sus brazos flexibles por buscar el grato calor de unas lámparas eléctricas, hanse adornado de racimos violetas que, a manera de incensarios, pueblan el aire de aromas perfumados.

    A manera de un centro de mesa, formado en torno a un pedestal de rojas piedras, cuya labra arquitectónica recuerda las torres del ajedrez, hay un ángel, apoyado en una cruz, con las alas abiertas, como presto a iniciar el vuelo, en recadero de las almas, camino de lo alto.

    La vida ciudadana, el ir y venir de las muchedumbres manifestantes, desfila sin particular atención por junto a este monumento, donde la primavera ha florecido, erigido sobre el solar del desaparecido Humilladero; cruzan ajenas del recuerdo en semejante suelo perdurable, por haberse desvanecido hasta en la memoria de los indígenas el hecho de haber sido allí donde corrió en el siglo IV de nuestra Era la sangre de los mártires, cuya gesta cristiana cantara en líricos versos latinos nuestro gran poeta Aurelio Prudencio. Más reciente el heroísmo de nuestros abuelos, solera brava de 1808 y 1809, el vaho de los años consiguió empañar el brillo de las lápidas conmemorativas, el vaho de los años y la incuria de los descendientes, favoreciendo así se enmoheciese la memoria de aquellas hazañas que dieron definitiva universalidad al nombre de Zaragoza.

    Hogaño, en esta segunda Guerra de la Independencia que sigue marcha triunfal, el monumento fué en su día testigo mudo y agradecido del alzamiento de nuestra Acción Ciudadana, como vio pasar los solemnes desfiles donde se canalizara ora la protesta contra el vil atentado sufrido impertérrito por el templo del Pilar, ora los alborozos sentidos al consumarse algunas de las más importantes etapas de nuestra gloriosa nueva Reconquista.

    En el cogollo de Zaragoza este monumento donde acaba de florecer la primavera, fué, ha sido y, será siempre hito de gloria levantado sobre una tierra regada con sangre... Sangre de mártires, defensores de su fe contrariada y perseguida, de su voluntad de creer obstaculizada; sangre de héroes, defensores de su patria atacada, en el empeño resuelto y firme de acabar con cuantos la traicionaron; sangre liberalmente entregada, generosamente ofrecida sin regateo, en sacrificio voluntario por los más altos ideales que es capaz de sentir la naturaleza humana.

    En torno al monumento se congregan ahora, diariamente, camiones henchidos de una juventud alborozada, soldados y milicianos que, dominados por las más nobles ansias de redención hispánica, encamínanse llenos de júbilo hacia los frentes aragoneses, donde son nuestros pueblos apoyos de una línea infranqueable, que ha permitido silenciosamente, al no rebla, atender a objetivos más apremiantes que, sucesivamente, se van todos logrando.

    Contra ese muro aragonés, construido con la dura mampostería de los corazones baturros, vienen asestando inútilmente sus fieros aguijones los tábanos rojos enviados por una Cataluña desagradecida y rebelde; con dura y tenaz perseverancia insisten y renuévanse en sus ataques, pero los aragoneses no ceden, han dicho que el enemigo no pasará, y ahí está bien elocuente el resultado: no pasa.

    Huesca y Teruel, baluartes admirables de la resistencia aragonesa, se han convertido en pesadilla para sus atacantes, pesadilla diabólica, pues contra el muro aragonés se van sucesivamente agotando en forcejeo inútil las energías combatientes, de una constante renovación de columnas y más columnas, que regresan considerablemente disminuidas al punto de origen, cuando no se quedan sobre el campo para dar testimonio del valor aragonés, de nuestra tenacidad tradicional.

    Por eso un día, que Dios haga no tarde en llegar, cuando la gesta heroica se haya rematado, a este monumento que hay en el cogollo de Zaragoza, centro de la ciudad, raíces soterradas del viejo Humilladero, donde acaba de florecer la primavera, habrán de añadírseles sendas inscripciones, donde la Zaragoza de los mártires cristianos y de los patriotas de los Sitios rendirá homenaje de admiración y testimonio de gratitud a los valerosos defensores de Huesca y de Teruel en la segunda Guerra de la Independencia.

    PABLO ARAGONÉS




    Última edición por ALACRAN; 21/12/2021 a las 15:14
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Textos de periodistas e intelectuales del bando nacional durante la Guerra Civil

    "El primero de Mayo"


    EDITORIAL


    EL PRIMERO DE MAYO

    1-V-1937


    En el memorial del quinquenio nefando, esta fecha del I de mayo es el signo evocativo de una de las mayores abyecciones de que estuvo transido el vivir español. No nació para España en 1931 ciertamente la conmemoración que en esa fecha se celebraba, pero fué en 1931 cuando la República, vertedero en el que vinieron a vaciarse como en vaso condigno del contenido-, todas las inmundicias de la revolución, estatuyó como fiesta nacional de España ésta llamada Fiesta del Trabajo.

    Parece que lo estamos viendo, y aun en efigie, lo tenemos presente ahora mismo en las páginas de nuestra colección. Hacía sólo quince días que la República había asaltado el alcázar del Poder español genuino; ya las ciudades y los pueblos de la España envilecida por aquel Gobierno y aquel régimen provisional se ensangrentaban con las primeras discordias civiles, pero todavía los progenitores del híbrido monstruo se ufanaban de la "emoción civil " con que España asombraba al mundo al hacer tan modosamente una revolución; la "Gaceta", lugar geométrico de todas las villanías de lesa patria, articulada en colaboración por los retóricos, los leguleyos y los sicarios de la República no cesaba de vomitar las heces de estos resentidos o malvados. Hacía sólo quince días, cuando en aquel primero de mayo se asomaban a los balcones de la Presidencia del Consejo de ministros, en La Castellana, los progenitores de la República de obispos, banqueros y ursulinas, no mezclados, sino fundidos con los auténticos y definitivos amos de la República soviética y separatista que aún proyectan hoy los estertores de su perfidia sobre las pobres provincias de la España irredenta.

    Lo vemos, en efecto, reproducido en las fotografías que ilustran la efemérides: "Ahí flota sobre la multitud de "visibles" cabezas apiñadas el dialéctico dedo engarabitado y el grotesco puño postizo del funesto personaje defraudador y defraudado de la República conservadora y clerical. Le rodean los que ahora forman el Gobierno auténtico de la auténtica República que allí estaba viva, bajo la catarata de la oratoria aduladora de la plebe. El programa social de la República, ya iniciado en la 'Gaceta", tenía en aquella fecha su retórica más lograda. Y abajo, en la calle, la multitud, que adivinaba, con instinto certero, dónde están los autómatas y dónde los manipuladores de la tramoya, prorrumpía en las vociferaciones precursoras de la revolución social que se estaba fraguando. Así nació en la República la conmemoración del primero de mayo, claro indicio de lo que había de ser en les cinco años restantes y sobre todo de la obra que podían prometerse los malvados o los imbéciles, que el 12 de abril habían "querido darse" más que un régimen la inconfesable expansión de sus rencores o de sus simples antipatías personales.

    En los años siguientes, la conmemoración del primero de mayo fué acrecentando en España el presagio siniestro, que, como pregón y gran parada de guerra contra la sociedad, sugirió desde que fué instituida por el marxismo internacional. ¿Quién no recuerda aquel espectáculo infamante de las ciudades, cuya parálisis en tal día era sólo sacudida por las descargas de los amotinados, en disturbios que teñían de sangre la crónica de la jornada? Ni siquiera durante el bienio lila, de la morfina y del bien posible, supo la República reaccionar contra la abominable y envilecedora tiranía del marxismo, amo de la calle y dictador supremo de los españoles. Algunos temerosos amagos de dignidad en los efímeros temporeros del Poder republicano, frente a las hordas de los tiranuelos, quedaban desvirtuados esencialmente por la subsistencia, ni un solo año interrumpida, de la oficialidad de la conmemoración. Paro absoluto, generalizados desmanes de la turba ensoberbecida, crímenes y delitos contra las personas y la propiedad; esto fué durante el quinquenio inolvidable la Fiesta del Trabajo. Y para que no le faltasen pintorescos matices, ni soeces sombreados, allí había en la cuchipanda de por la tarde, entre el vinazo y las blasfemias, el extravío de docenas de pobres criaturas y los idilios republicanotes, que se revolcaban por las praderas arrasadas de la Casa de Campo. "Emoción civil " también, que enternecía a los intelectuales y a los poetas de la República.

    Fiesta del Trabajo se ha llamado a esta jornada del odio, a esta agresiva conmemoración de lo que no puede jamás vestirse con las galas de una fiesta: la lucha de clases. Así, como exaltación de la guerra social y no como glorificación de la pura y noble condición trabajadora, instituyó esta fecha el marxismo. Así la han entendido siempre los caudillos políticos de la revolución internacional. No tiene otra interpretación auténtica, ni hay que buscarle otros cauces al significado de la jornada. Así lo entendía en España el cacicato socialista, desde Pablo Iglesias, y así lo fundió la República en el molde esencialmente revolucionario y demagógico de su forma de Gobierno. Aventarla hasta en sus más imperceptibles cenizas es tarea propia de una Cruzada que quiera reparar profunda y substantivamente los daños de esa revolución. Y cuanto más orientada esté la Cruzada hacia un reconocimiento y una consagración de la justa y noble jerarquía que en el nuevo Estado ha de tener el trabajo, más disipada y maldita debe quedar la memoria aciaga de una fiesta instituida no para exaltar las virtudes del trabajo ni para honrar a los trabajadores, sino para excitar en éstos las peores pasiones de sentido negativo y destructor.

    En la nueva España que estamos acrisolando, el recuerdo del primero de mayo vivirá asociado a la evocación siniestra de una guerra social, que ha costado al país millares de vidas y la ruina de su economía. Para que el estrago que pudiese traer aparejado ese recuerdo se repare también; para que en el nuevo Estado, que ha de erigirse sobre la base de la paz social, que en España es sencillamente hermandad cristiana, tiene la tarea que en este sentido le incumbe, las discordias y los odios que esa mal llamada Fiesta del Trabajo creó entre los españoles, han de ser abatidos por los principios de justicia y de amor entre los mismos. Que a los disturbios sangrientos en que solía degenerar la fiesta consabida, el nuevo Estado opondrá de seguro actos de amor y de justicia para una clase social, que ha venido siendo, a través de la infame revolución internacional, la triste gleba sobre la que han especulado criminalmente los aventureros y los parásitos, cuya vida es un escarnio triunfante y provocativo, erigido sobre el pavés de los auténticos trabajadores.


    Última edición por ALACRAN; 14/01/2022 a las 14:55
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    "Nada mas que un hombre muerto"


    NADA MAS QUE UN HOMBRE MUERTO

    2- Mayo- 1937

    Entre el innumerable material fotográfico que prueba una vez más a los ojos que no quieren ver las monstruosidades cometidas por los asesinos de españoles—¡los asesinos de España!—, he visto una que he separado para mí.

    Quizás sea la instantánea del terror rojo menos espectacular, menos truculenta de todas las que he visto.
    Tengo, sobre la mesa, un montón de fotografías : cadáveres bárbaramente mutilados, momias de religiosas desenterradas y expuestas al sarcasmo de unos salvajes que ponen cigarrillos en las bocas horribles y sombreretes de papel en las cabezas ungidas por la colaboración de la muerte y del tiempo; imágenes sagradas arrastradas a lo largo de las calles por jovenzuelos sombríos y por muchachas que, por lo visto, no tenían bastante con la prostitución de su cuerpo, necesitando así prostituir los últimos rincones de la conciencia ; masas informes de desgraciadas mujeres violadas , asesinadas, martirizadas en su honor y en el dolor material de la carne herida con una voluptuosidad pavorosa e incomprensible; niños que aparecen con una pierna de menos o con un bracito amputado o con los ojos ciegos. ¡Pobres pupilas mudas que apenas han podido ver en la vida otra cosa que la máscara roja del odio salvaje para no mirar ya nada más que el hondo abismo de sombras al que la criminalidad sin perdón ha condenado bárbaramente por el pecado burgués de la inocencia!...

    Pero en esta galería de sueño terrible yo elegí la fotografía menos espectacular, que era, al mismo tiempo, la que más cosas me decía. Un hombre muerto en medio de una calle, al borde de no sé qué escalinata pública, al que un sol lívido de madrugada le sirve de sudario.

    Nada más ni nada menos que eso representa la fotografía: sólo un hombre solo en medio de la calle sola.

    Solo, al sol.

    *****

    ¿Quién era este hombre muerto entre los millares de hombres muertos que nadie ha sabido quiénes eran?

    ¡A dónde iba, de dónde venía, cara a qué, de espaldas a qué cosa, huyendo de la muerte, corriendo hacia la muerte, con los ojos clavados igual que garfios en la angustiada esperanza de una calle sin salida?

    Parece, en la fotografía, un hombre fuerte, grande, joven aún. Se podría decir un hombre muerto que está lleno de vida. A su lado una boina refleja ese terror fantástico de los objetos inanimados que acompañan a un hombre que ha dejado de ser.

    Pocas veces he visto nada más patético que esta figura grande caída así, en la calle, como una bestia cazada, como esos perros vagabundos que encuentran los basureros del alba con los ojos crispados aún abiertos, como buscando un amo imposible, una mano caliente de ternura, una ráfaga de aire cordial.

    Podía ser un obrero, uno de esos desgraciados obreros que han pagado con la muerte y el martirio el crimen de no haberse inscrito en los partidos anarquistas o comunistas. Podía ser un patrono que merecía ser clavado a balazos por el delito atroz de haberse pasado una existencia entera trabajando día y noche par a sacar adelante una familia y para pagar los jornales de los obreros que diariamente le amenazaban con la huelga o le saboteaban un taller modesto, pagado a plazos, con el sacrificio de todo un hogar de niños tristes y de mujeres pobres.

    Podía ser un empleado, uno de esos empleados de la pequeña burocracia, que ganaban al mes lo justo para irse muriendo de hambre y que han sido perseguidos y acosados con palos y con hachas, viendo morir a sus hijos que, según el chiste macabro de los rojos, eran "crías de burgués".

    Nada importa quién era. No era de ellos, y eso bastaba. No era de los españoles que habían hecho méritos saqueando una casa, incendiando una iglesia, cortándole las manos a un viejo, embarcando criaturas a Rusia, delatando a una señora, fusilando a los presos, violando las sepulturas, destrozando a pedradas las cruces de los caminos, vendiendo a los extranjeros los cuadros de los Museos, marchando hacia la línea de combate con una pistola rusa en la nuca en garantía de su valor...

    No, no era de ellos, y esto bastaba para cazarlo en medio de la calle y emplomarle a balazos en nombre de la Libertad.

    ***

    Ni en la Historia, ni en el periodismo—contribución de la Historia—, tiene un puesto éste muerto desconocido, uno de los miles y miles asesinados en España. ¡Pero qué novela más honda, qué terrible y agudo drama, Dios mío!

    Una tarde, este hombre salió de su casa... y no volvió a ella.

    ¿Qué ojos de mujer le han llorado durante las noches viudas y largas bordadas de descargas y de lamentaciones? ¿Qué niño pequeñín, sentado en su cama, sin defensa, ha preguntado: “¿Por qué no viene papá?" ¿A qué madre le han amputado este hombrón muerto en la calle? ¿Es la misma madre que ha visto asesinar delante de sus ojos al compañero de toda su vida, la misma que ya no tiene lágrimas para llorar al hijo menor a quien sabe luchando, brutal y forzadamente, contra aquellos que llevan en sus corazones sus propios ideales?

    Así—poco más o menos—han muerto, sólo en Madrid, 62.000 personas. Así se han quedado sin hombres pueblos enteros de nuestra patria. Así querían esos forajidos asesinar a España, dejándola lo mismo que a este desconocido, anónima y muerta, en medio de la gran calle del mundo, para que los cuervos del comunismo y de la Masonería internacional vinieran a administrar a picotazos su cadáver.

    Ese muerto desconocido es un símbolo atroz de la inmensa tragedia española. Como es un símbolo nuestra juventud arrolladora puesta en pie y con el brazo en alto. Bajo el cielo limpio e intacto de la Victoria que nadie puede ya evitar, veo la ceremonia augusta frente al crimen infame.

    Son las juventudes de España. Los altos cipreses presentan armas. Clarines angélicos contestan, cerca de Dios, a nuestros Himnos. Seca su llanto la mujer y tiembla de juventud el viejo y arde de hombría el niño y es España liberada una Primavera surgida de la sangre y la tierra, dura y profunda, conmovedora y simple, aldeana e imperial.

    Y veo llegar a los hombres libres de los gremios sagrados del Estado. A los marineros del mar, del Mare Nostrum, que en fiesta y júbilo abren sus velas, embriagadas de azul al verde de la esperanza. Y veo a los campesinos de tierra adentro, aquellos que aran de puntillas sobre el arado duro, sobre la espiga rubia, la fiesta y la orquesta, la gloria y la historia del mar.

    Y los antiguos gremios con el honor augusto de sus símbolos. El yunque que viene con la canción del hierro, de la fuerza y la chispa. Y los toneleros de tierra arriba y los que llenan los toneles, tierra abajo. Y los telares donde se pasa el hilo fino de la vida fuerte. Y los armeros que templan la espada en el tiempo florido y risueño de la paz. Y los plateros que ponen a la luna de su plata la ilusión de los sueños soleros. Y el zapatero que, alegre, ensaya las botas de las siete leguas. Y el tornero, escultor de la creciente carne de la Tierra. Y los filigraneros a quienes Dios les ha dado la misión poética del artífice, los endecasílabos del oro y de la plata. Y los albañiles, ángeles del andamio que se eleva sobre la muchedumbre y que tiene una ambición babélica de estar cerca del cielo...

    Así iba mirando en mi sueño de España, entre el clarín del ángel y la muestra del hombre, la intacta poesía de los gremios unidos en un fervor colectivo y humano, heroico y tierno, secular y moderno.

    Y entonces—sólo entonces— oí, bajo los cielos limpios, una voz permanente, estirada y augusta que, enfrentándose con el crimen infame, recogiendo toda la emoción, larga y ancha, que sugiere un solo hombre muerto en medio de la calle, decía así a un pueblo sobrecogido de divina y humana emoción:
    — ¡Camarada desconocido! ¡Héroe anónimo caído en una calle cualquiera! ¡Pobrecito de Dios, asesinado en loor de humildad y de pobreza!

    Y oigo un coro que del corazón de España sube hasta el cielo. Un grito de una sola palabra que ronca de razón, dice :
    —¡Presente!...

    CESAR GONZÁLEZ-RUANO



    Última edición por ALACRAN; 14/01/2022 a las 14:57
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    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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