Fuente: ¿Qué Pasa?, Número 280, 10 de Mayo de 1969, página 21.
ENSEÑANZAS DE LA HISTORIA
Los que fueron a Estoril.– ANTECEDENTES
Por Zortzigarrentzale
No comprendemos cómo por algunos se mantiene la afirmación de que la Rama Liberal ha heredado a la Legítima, al extinguirse con Don Alfonso Carlos los varones de la misma.
El sentido común dice que no puede alegarse en beneficio propio un derecho que se ha conculcado y combatido. Por eso estimamos que ambas Ramas obraron con lógica al declarar inhábiles para suceder a los miembros de la otra.
Por parte liberal, en plena guerra, las Cortes privaron de todos sus derechos a la Corona a Don Carlos V y sus hijos.
Por parte carlista, los Jefes Regionales y Señorial dieron un Manifiesto en fecha 20 de Mayo de 1930, que fue aprobado por Don Jaime I el 30 del mismo mes, en el que se dice que la sucesión en la Monarquía se fundamenta en «la ley de Felipe V, de 1713», con exclusión, si se «extinguieran las líneas de Don Carlos V», de toda otra rama autora «o cómplice de la Revolución liberal» [1].
Como detalle curioso apuntaremos que dicho Manifiesto está firmado por un hombre de cada Región histórica, el Jefe, excepto por Navarra, que firman dos: uno de ellos es el Conde de Rodezno, quien después sería el primero en tomar el camino de Estoril. Esto es una prueba de lo que valen ciertas firmas y promesas.
Ambas Ramas, al obrar así, no hacían más que poner en práctica la Ley 2.ª del Libro XII, del Título VII, de la Segunda Partida, vigente en la Novísima Recopilación de Carlos IV, que se ocupa de la traición, sus especies y penas, y priva de sus derechos a suceder en la Corona a quienes han cometido deslealtad con el Rey Legítimo y a sus descendientes.
UN PACTO QUE NO EXISTIÓ
En la Primavera de 1954 murió Don Restituto Fernández, castellano, de Nava del Rey, criado y ayuda de cámara y hombre de confianza de Don Jaime I. Fue él quien introdujo a Don Alfonso a presencia de Don Jaime I cuando aquél fue a visitarle a éste en París. No estuvo presente en la entrevista, pero entró y salió varias veces en el salón donde se celebraba, y pudo captar frases que en ella se pronunciaron.
Fue «Resti», como familiarmente le llamamos todos los carlistas, incluso los que no hemos tenido la dicha de conocerle, quien aseguró a los leales de Vizcaya que acudieron a los funerales del Rey, que entre éste y Don Alfonso no se había llegado a Pacto alguno.
Fue «Resti» quien, según testimonio de Don Carmelo Paulo Bondía, sacó de un cajón del despacho de Don Jaime y mostró al Marqués de Villores unas cuartillas que Don Jaime había recibido de un personaje alfonsino, en las que se contenía un Proyecto de Pacto y que el Rey tenía que estudiar.
Pues bien (probablemente fuera una casualidad), unos meses después del fallecimiento del leal castellano, cuando ya no podía prestar su testimonio en defensa de su amado Rey, se publicó un libro en el que se fotocopiaba un documento firmado por Don Jaime I y Don Alfonso en que ambos llegaban a un acuerdo.
El contenido del documento era el mismo que el de las cuartillas que «Resti» mostró al Marqués de Villores y a Don Carmelo Paulo.
Al principio nos dejó perplejos tal descubrimiento. Después pensamos en la posibilidad de una falsificación. ¿No comenzaron por promulgar una Ley en la que se invocaba otra que no existió? De que era falso nos convenció un trabajo de Don Baltasar Guevara, que apareció en el boletín titulado «¡Firmes!», que se publicaba en Barcelona. Nuestro amigo, hijo del que fue Jefe Regional Jaimista de León, razonaba así: «De haber sido auténtico tal documento, hubiera aparecido en primer lugar la firma de Don Jaime I y no la de Don Alfonso. Hay que tener en cuenta que éste guardaba a aquél la consideración que le debía como Jefe de la Casa de Borbón. Además, Don Jaime era de más edad».
Si las razones citadas no fueran bastantes, ahí está el Conde de Melgar, que en su libro «El noble final de la escisión dinástica» niega la existencia de tal Pacto (pág. 110). El Conde de Melgar ocupa un puesto importante en la organización del pretendiente liberal. A confesión de parte…
JUANISMO INFILTRADO EN EL CARLISMO
La República trajo al Carlismo a muchos españoles apolíticos, igual que lo había hecho la Revolución de Septiembre, ahora hace un siglo. Entre tantos que vinieron animados de los mejores deseos, no faltaron los políticos alfonsinos que buscaban unas huestes que acaudillar, ya que las suyas habían mostrado su «eficacia» el 14 de Abril.
Abusando de la buena fe de los leales y aprovechándose de las ventajas que les daban su fortuna personal, su nombre ilustre o sus relaciones, fueron apoderándose de puestos clave de la organización carlista.
En su labor les ayudaron algunos renegados que, carlistas aparentes durante toda su vida, habían estado esperando el momento de poder ofrecer sus servicios a la usurpación.
Les favoreció la circunstancia del fallecimiento de Don Jaime (2-X-1931) y el acceso a la Jefatura del Carlismo de Don Alfonso Carlos, hombre profundamente cristiano, pero que había vivido toda su vida un tanto al margen del Carlismo (quedaban ya muy lejos sus hechos en el frente catalán). Para colmo de males, su sordera y sus ochenta y tantos años le ponían en peores condiciones de resistir al cerco que se le tendió.
No podríamos creer las cosas que con él se hicieron en San Juan de Luz y Ascain si no nos las hubiesen relatado quienes las presenciaron: D. Rogelio Marcilla (q. e. p. d.), chófer del Rey; Doña Julia Albizúa de Marcilla, esposa del anterior; y Don Sabas Echarri. Estos dos últimos aún viven (y por muchos años) y no nos dejarán mentir.
El «factótum» de aquella pequeña Corte era uno de los firmantes del Acta de Estoril. La Vizcondesa de La Gironde, dueña del chalet donde el Rey se reunía con las Comisiones que iban a verle desde España, tenía unos retratos de Don Alfonso dedicados, y era alfonsina hasta los tuétanos.
Sabas Echarri había pasado la frontera clandestinamente. Fue entregado a la policía francesa cuando denunció a sus compañeros de Pamplona los pasteles que allí se cocían.
Hubo un personaje, antiguo alfonsino también, y firmante del Acta de Estoril, que maltrató al Rey de palabra y hubo de sufrir una seria advertencia de Marcilla por ello.
Así, no es extraño que en la Junta Suprema del Carlismo tuvieran lugar alfonsinos de víspera que no ocultaban sus simpatías por la Rama usurpadora.
Que el Rey recibiera con todo cariño a los de «El Cruzado Español», y llorase de emoción ante ellos, y a su regreso a Madrid se encontrasen éstos con su expulsión de la Comunión firmada por el mismo Rey.
Que jamás se pusiera en práctica la decisión adoptada en Junta presidida por el Rey el 2 de Junio, en Toulouse, de convocar una Asamblea que estudiase la Ley y designase un sucesor a Don Alfonso Carlos…
Éstos fueron los antecedentes del Acta de Estoril.
COMPROMISO, NO; CLAUDICACIÓN
El Documento que Don Juan firmó en Estoril, y que exhiben sus seguidores como una gran victoria, a nada le compromete. Nada podemos decir contra Don Juan respecto a cómo guarda la palabra dada. Pero nos permitirá cierta prevención a las promesas. Es lógico que desconfiemos antes de que nos veamos burlados como se vieron quienes confiaron en sus predecesores. No queremos arrepentirnos tardíamente, como lo hizo Pío IX, que envió un Nuncio a la Corte de Madrid mientras en el Norte aún luchaban los buenos católicos en defensa de la unidad de la Fe, y luego se encontró con la libertad de cultos en la Constitución de 1876.
No. Nosotros somos más desconfiados. No nos faltan razones para ello.
Y es que el Documento de Estoril no compromete nada a Don Juan. Así lo creen, con nosotros, los miles de republicanos, socialistas, separatistas, etc., etc., que acogen complacidísimos sus regias pretensiones.
La Historia se repite. Los que le echaron a su padre en 1931 quieren traerle hoy, como los que echaron a su bisabuela en 1868 trajeron a su abuelo en 1876.
En el Acta de Estoril no creen ni los mismos que la firmaron. Ante nuestros ojos la exhiben, queriéndonos hacer ver que no son ellos quienes se han hecho juanistas, sino Don Juan quien se ha «convertido» al Tradicionalismo.
Los hechos demuestran que no han logrado, como presumen, incluir a Don Juan en la Dinastía Legítima. Se han limitado a reconocerle por Rey como ya lo hicieron con sus antepasados Cabrera y Maroto. Y al acatar a Don Juan han reconocido a todos sus antecesores.
Dicen que han ido a Don Juan siguiendo la línea de Don Francisco de Paula y Don Francisco de Asís. No es cierto. En tal caso habrían llegado a Don Jaime, que está antes que Don Juan. No sirve que aleguen la renuncia de aquél, ya que carece de valor legal por no haber sido aceptada por el Rey Legítimo. La aceptación de Don Alfonso, que no es nadie para los carlistas, no juega ningún papel en este caso.
Dicen que reconocen a Don Juan como heredero de Don Alfonso Carlos. Falso. En tal caso seguirían la cronología carlista y le denominarían Juan IV. Pues ya en nuestra Rama hubo un Juan III, que, por cierto, no dejó muy buena memoria.
Resumiendo: de los que fueron a Estoril, algunos no han sido carlistas en su vida, aunque durante la República se acercaron a la Comunión. Unos pocos fueron carlistas, pero más nos hubiera valido que no lo hubieran sido. Los demás son personas bien intencionadas, a quienes les ha faltado la fe en los destinos del Carlismo, y, en su desconcierto, han optado por una solución absurda que ahora pretenden vestir con vistosos ropajes.
[1] Para la lectura de ese Manifiesto, véase El Cruzado Español, 23 de Mayo de 1930, páginas 1 – 3.
Manifiesto Jaimista, 20 Mayo 1930 (El Cruzado español-23.05.1930).pdf
[Nota mía. El grupúsculo de firmantes del Acta de Estoril, en virtud de la cual acataban a Don Juan como su rey, estaba conformado por las siguientes 44 personas: Rafael Olazábal; Carlos Sanz; Tomás Dolz de Espejo, Conde de la Florida; Antonio Pérez de Herrasti y Orellana, Marqués de Albayda; Juan Durán García Pelayo; Enrique Jorge Gómez Comes; José María Melis Saera; Carlos de Sabater y Gaytán de Ayala, Conde de Camprodón; Juan Ángel Ortigosa; Benito Fernández Lerga; Javier Agudo; Joaquín Dávila Valverde; José María Comín Sagües; José de Contreras y González de Anleo; Carlos Arauz de Robles; Jesús Elizalde; Francisco Melgar Trampus, Conde de Melgar; José María Dávila Valverde; Lucas María de Oriol; Miguel de Valeriano y Finat, Marqués de Baides; Luis Arellano; Ignacio de Urquijo y Olano, Conde de Urquijo; Tomás Perosanz; Eloy Ruiz Aramburu; Luis Villamor; José Manuel de Oraá y Mendía, Duque de la Victoria de las Amezcoas; Bernardo de Salazar; Alejandro Ruiz de Grijalba y Avilés, Marqués de Grijalba; Fermín Erice, Párroco de Añorbe (Navarra); Luis Alonso Fernández; Eduardo Ortega Gómez; Alejandro de la Cruz Requena; José Argudo Sánchez; José María Aguilar; Miguel Miranda Mateo, Conde de Riocavado; Jesús Ruiz Manzanos; José María Ochoa; Constancio López Barco, Presbítero; Narciso San Baldomero; José María Gaytán de Ayala y Garmendia, Conde de Rodezno; Eduardo Aguirre; Ignacio de Acha Sánchez Arjona; José Joaquín de Olazábal; José María Arauz de Robles].
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