Pero el problema es que los nudos y simples
hechos no constituyen por sí solos la verdad sobre una persona, sino que es necesaria una interpretación o explicación de la misma que dé el sentido correcto a dichos hechos: es ahí en donde entran los historiadores (y es ahí donde yo me acojo a los historiadores y pensadores católicos tradicionalistas como, por ejemplo, M. de Santa Cruz, mientras que ALACRAN prefiere acogerse al pseudohistoriador marxista Clemente, él sabrá por qué).
Esto que digo de los hechos y de la interpretación no es algo gratuito. Usted mismo, DOBLE ÁGUILA, por ejemplo, en un mensaje anterior afirma lo siguiente: "
Estaría bién colgar, si se encuentra disponible en la red, alguna de las cartas que le mandó don Javier a Franco allá por los años 50 en un intento de atraerselo. Estarían al mismo nivel de credibilidad que los discursos aquellos de tono "tradicionalista" que hizo don Juan a ciertos oficiales del requeté en los años 60; tengo por casa algún pequeño libro (ilegal por entonces) que le regalarían a mi padre o a mi abuelo donde aparecen; a ver si lo encuentro y lo pongo. Son muestras de a lo que podían llegar entonces los "candidatos", con tal de ganar apoyos dentro del régimen." O sea, que un
hecho en sí mismo no vituperable como es el escribir cartas amigables para una colaboración política conforme al espíritu del 18 de Julio (dentro del marco de la nueva política de "mano tendida" o suavización de la oposición iniciada a partir de mediados de los `50) usted lo convierte, en virtud de la
interpretación que usted le da, en algo vituperable. Por supuesto, la interpretación correcta es la continuación ideológica ortodoxa de Don Javier en coherencia con la misma línea doctrinal seguida desde su juramento ante el cadáver de Don Alfonso Carlos hasta entonces, pero con la diferencia de cambiar de estrategia o táctica política (la cual se podrá calificar de acertada o errónea, pero no de "oportunismo" por parte Don Javier o algo parecido equiparándolo arbitrariamente con el comportamiento de Juan Battemberg, completamente distinto y, éste sí, vituperable).
Como diije antes, simplemente pongo este ejemplo a modo ilustrativo para hacerle ver que sí se trata de un problema de tendencia historiográfica, es decir, de
interpretación (correcta o falsa) de los
hechos. Pero aprovecho también, ahondando en ello, para comentar los dos ejemplos puestos por ALACRAN: el de la entrevista con Santiago Carrillo y el de la utilización del Castillo de Ligniéres por Carlos Hugo y sus amigos para sus tareas políticas revolucinarias.
1º Ejemplo: En lo que se refiere a la entrevista con Santiago Carrillo, el pseudohistoriador Clemente da a entender que ya a partir de ahí Don Javier y Santiago Carrillo se convierten en poco menos que gemelos del alma.
Situémonos primero en los hechos. Parece ser, según dice María Teresa de Borbón, que Santiago Carrillo se vio una única vez con Don Javier:
Lignières, nuestro castillo, muchos años después: Santiago Carrillo acompañado de Simón Sánchez Montero y de otro compañero en la única entrevista que tuvo con mi padre (…)
(Fuente: “Así fueron, así son”. María Teresa de Borbón Parma. Editorial Planeta. 2009. Página 74).
La propia María Teresa nos cuenta que la entrevista tuvo lugar la
víspera del bautizo de Carlos Javier, es decir, el 21 de febrero de 1970.
La víspera [del bautizo de Carlos Javier de Borbón en Lignières el 22 de febrero de 1970], don Javier, acompañado de don Carlos, se ha entrevistado con personalidades políticas españolas, Santiago Carrillo, Simón Sánchez Montero, (…)
(Fuente: “Así fueron, así son”. María Teresa de Borbón Parma. Editorial Planeta. 2009.
Página 135).
Es decir, que los hechos son que Don Carlos Hugo invita a casa y presenta a su Padre al nuevo amiguito que acaba de conocer en los contactos políticos que ha hecho en el extranjero dentro de su nueva política revolucionaria, conversan un poco Don Javier y Carrillo, y de ahí Clemente, aunque ciertamente no lo diga explícitamente pero lo da a entender, interpreta que la mentalidad de Don Javier viene a coincidir prácticamente con la de Carrillo.
Pues bien. Yo también podría traer otros hechos acaecidos en ese mismo año 1970 que abogan por una interpretación distinta en lo que a la verdadera mentalidad de Don Javier se refiere acaecidos en ese año.
Podemos, empezar, por ejemplo, con la carta que, como un año más, amablemente le remite Jean Ousset a Don Javier para su invitación un año más al Congreso de Lausana, en donde, recordamos, se iban celebrando esos últimos años la reunión internacional más importante de personalidades en defensa de la doctrina político-social católica tradicionalista:
Office International des oeuvres de formation civique et d´action culturelle selon le droit natural et chrétien
Secretariat des congreso: 49, rue Des Renaudes – 75 – Paris 17
e – Tél. 924-77-87
OOF.JO.FC. París, le 22 Janvier 1970
A Son Altesse Royale le Prince Xavier de BOURBON PARME
Château de Bost
03 –
BESSON
Monseigneur,
En adressant ci-joint à Votre Altesse Royale le Programme de notre 7ème Congrè international qui se tiendra à Laussanne, les 3, 4, 5 Avril prochaine, nous tenons à lui dire combien nous serions heureux l´accueillir à ces Journées, tout entières consacrées au développement d´un esprit d´unité doctrinale, à l´accroissement des liens d´amitié et à une meilleure synchronisation entre organismos dévoués à la restauration d´un ordre social chrétien.
Daigne Votre Altesse Royale agréer l´expression de notre profond et respectueux dévouement.
Le Président
Jean Ousset [firmado]
Traducción
Monseñor,
Adjunto se envía a Vuestra Alteza Real el programa de nuestro séptimo Congreso internacional que tendrá lugar en Lausana, los días 3, 4, 5 de Abril próximo, nos gustaría decirle cuánto estaremos encantados de darle la bienvenida a estas jornadas, todas enteramente consagradas al desarrollo de un espíritu de unidad doctrinal, al aumento de las amistades y a una mejor sincronización entre los organismos dedicados a la restauración de un orden social cristiano.
Dígnese su Alteza Real a aceptar la expresión de nuestro profundo y permanente devoción.
El Presidente
Jean Ousset
(Fuente:
ARCHIVO FAMILIA BORBÓN PARMA)
O si se prefiere, cotéjese la correspondencia y documentos personales de Don Javier de este año de 1970 con las distintas organizaciones católicas tradicionalistas a las que pertenecía o de las que era colaborador y/o simpatizante. A voz de pronto, podemos citar: RENOVATION DE L´ORDRE CHRETIEN (cuyo Presidente era el conocido publicista tradicionalista Almirante Penfentenyo); L´ORDRE DES CHEVALIERS DE NOTRE DAME POUR L´AIDE AUX PRISONNIERS; LE “COMBAT DE LA FOI” CATHOLIQUE (publicación católica tradicionalista, 1º de marzo de 1970); ORDEN ECUESTRE DEL SANTO SEPULCRO; ISTITUTO SACRO-CUORE TRINTÀ DEI MONTI; CONGRÉGATION DES SACRÉS-COEURS (PICPUS), etc...
Resulta importante el caso particular de este año de 1970 porque la mayoría de estas organizaciones se centraron (junto con Don Javier) en el que era el tema "estrella" de aquel entonces: la defensa de la Misa Tradicional ante la reciente implantación
manu militari del Novus Ordo Missae. En este sentido, encontramos en el Archivo de Don Javier el siguiente borrador de carta hecho a máquina:
Très Saint-Père
C´est avec une profonde tristesse que nous voyons disparâitre la Messe de Saint Pie V, qui fut notre nourriture spirituelle et celle de nos ancêstres, source de doctrine catholique.
Il nous est incompréhensible que cette forme liturgique précise et traditionnelle se voit remplacer par une formulation moins exacte, et contenant des expressions pouvant favoriser de graves déviations doctrinales.
Si des transformations liturgiques s´avéraient nécessarires, c´etait bien dans le sens opposé. Les deviations doctrinales actuelles rencent en effet, urgentes et necessaries un réaffermissement des verités dogmatiques. L´authenticité de la Présence réelle, le rôle imparti aux Anges et aux Saints la notion d´Offrande et de Sacrifice, notamment devraient se voir réaffirmer afin d´augmenter le sens du surnaturel et de rappeler que la Messe constitue bien une reproduction du Sacrifice de la Croix.
Humblement prosternés aux pieds de Votre Sainteté nous osons demander comme une mesure urgente apte à stopper l´auto-destruction de l´Iglise, -conséquence de tant d´innovations,- que la Messe de Saint Pie V soit conservée, le nouvel Ordo Missae abrogé.
Traducción
Querido Santo Padre
Es con una profunda tristeza que vemos desaparecer la Misa de San Pío V, que fue nuestro alimento espiritual y la de nuestros ancestros, fuente de la doctrina católica.
Nos es incomprensible que esta forma litúrgica precisa y tradicional se vea reemplazad por una formulación menos exacta, que contiene expresiones que pueden facilitar graves desviaciones doctrinales.
Si se necesitaban transformaciones litúrgicas, éstas eran en la dirección opuesta. Las desviaciones doctrinales actuales hacen, en efecto, urgentes y necesarias una reafirmación de las verdades dogmáticas. La autenticidad de la Presencia real, el papel asignado a los Ángeles y a los Santos en la noción de Ofrenda y de Sacrificio, debe ser reafirmado con el fin de aumentar el sentido de lo sobrenatural y de recordar que la Misa constituye de hecho una reproducción del Sacrificio de la Cruz.
Humildemente postrado a los pies de Su Santidad, nos atrevemos a demandar como una medida urgente apta para detener la autodestrucción de la Iglesia, -consecuencia de tantas innovaciones-, que la Misa de San Pío V sea conservada, y el Novus Ordo Missae derogado.
(Fuente:
ARCHIVO FAMILIA BORBÓN PARMA)
En fin, ¿para qué seguir? Lo que quería poner en claro, en definitiva y una vez más, es esa dicotomía entre la presentación de un
hecho, y la
interpretación que se pueda hacer del mismo en orden a identificar el verdadero y genuino pensamiento de Don Javier (en el caso del pseudohistoriador Clemente, lo interpretará como un dato a favor del supuesto cambio de mentalidad de Don Javier a terrenos revolucionarios, mientras que un historiador católico, por ejemplo M. de Santa Cruz, no lo interpretaría de esa forma, sino más bien como una más de las barrabasadas de Carlos Hugo para con su Padre).
2º Ejemplo: El de la utilización del Castillo de Lignieres en 1974 por Carlos Hugo y sus amigos, lo cual es interpretado por Clemente (y le sigue en ello ALACRAN) como una aquiescencia y aprobación por parte de la legítima dueña de la propiedad, esto es, Doña Magdalena (y no Don Javier y Doña Magdalena como afirma mintiendo Clemente), a las actividades políticas desempañadas dentro de sus muros (con "caviar y champán", eso me temo que no sabría confirmarlo).
Aquí la
interpretación verdadera del
hecho resulta aún más sencilla, y es de agradecer que DOBLE AGUILA implícitamente la abogue cuando afirma que: "
De todas maneras, su mujer doña Magdalena no tiene nada que ver en estos desmanes, y según me consta siempre fue una princesa católica intachable."
En efecto, Doña Magdalena, harta ya por la acumulación de idioteces que hacía su hijo Carlos Hugo, decide finalmente poner fin a este "cachondeo" de utilizar su casa para este tipo de actividades políticas revolucionarias, y desde entonces el Castillo de Ligniéres pasó a ser lugar de reunión de actividades políticas tradicionalistas, abriendo sus puertas a todos los sectores y grupos católicos tradicionalistas (tanto en el ámbito religioso -especialmente sacerdotes de la HSSPX- como del ámbito político) marginados de la sociedad actual; situación que continuó y ha continuado, por supuesto, con su digno hijo y heredero de la propiedad Don Sixto Enrique de Borbón (aunque no sé si "con caviar y champán"; eso es algo que dejo a la investigación de ALACRAN).
No. Los desmanes
públicos de Carlos Hugo no comienzan hasta principios de los años ´70. A lo que usted se refiere es a lo que empezaba a asomar desde principios de los ´60 en alguna que otra conversación
privada con Carlos Hugo (y que algunos conspicuos pensadores tradicionalistas empezaban, temerosamente, a vislumbrar como un tipo de mentalidad heterodoxa); pero en el ámbito político-público Carlos Hugo se adhería (luego, cuando se quitara la máscara, se vería que por puro oportunismo) a la política oficial que Don Javier y José María Valiente llevaban a cabo entonces de presentarse públicamente como la Dinastía del 18 de Julio (suavizando su oposición a Franco), política a la cual se ajustó,
en su comportamiento público, Carlos Hugo, presentándose como Príncipe del 18 de Julio. Por lo tanto no tenía sentido, en aquel entonces, ninguna reconvención o desautorización pública contra su hijo, el cual mostraba en público un comportamiento doctrinalmente ortodoxo.
Otra cosa distinta es cuando, a principios de los ´70, se produce el cambio ideológico público de Carlos Hugo; ahí sí que tendría sentido hablar de reconvención o desautorización pública de Don Javier que, efectivamente, como usted dice, no se produjo. Pero aquí de nuevo entra en juego lo que dijimos antes de diferenciar entre
hecho (esto es, en este caso, la no realización de la desautorización pública de su hijo) e interpretación de ese hecho.
Sin perjuicio de acogerme a la Conclusión Nº 3 del historiador católico Manuel de Santa Cruz de su artículo reproducido en un mensaje anterior, voy a traer aquí el texto del Testamento de Don Javier de 6 de diciembre de 1970 (que es el último que hizo), el cual sería ratificado, a nivel doctrinal, en la famosa Declaración de 4 marzo de 1977. ¿Por qué lo traigo a colación? Porque se podría decir que, si bien no hubo desautorización
explícita de Don Javier a Carlos Hugo, se podría decir que sí la hubo
implícita, pues en ese documento de 1970 Don Javier establece el carácter
condicional de la verdadera adhesión a él al respeto de los mismos principios que él juró defender ante el cadáver de Don Alfonso Carlos (este argumento no es baladí, pues precisamente se sirvieron de él grupo representativo de legitimistas que enviaron las cartas a Carlos Hugo reconociéndole incurso en ilegitimidad política de ejercicio por no cumplir esa obligación condicional, y cuyos textos he reproducido en un mensaje anterior).
Testamento de don Javier
6 de diciembre de 1970.
Para la hora en la que Dios Nuestro Señor me llame a rendir cuentas de mi larga vida y de los grandes deberes y responsabilidades que me impuso en sus designios, quiero dejar consignada en este Testamento Político, ante mi sucesor, mi familia, mis amados Carlistas y el pueblo español, sin lugar de dudas, la incontestable y doble legitimidad de la sucesión de nuestra dinastía, que se refiere tanto al orden sucesorio legítimo de la Corona de España como al mando supremo del Carlismo.
La legitimidad histórica de la Monarquía Española, la encarnó durante más de un siglo la Dinastía Carlista y por rigurosa aplicación de las leyes sucesorias recayó en mi persona a la muerte de mi Augusto Tío Don Alfonso Carlos, quien reiteradamente lo declaró así en solemnes documentos desde el año 1934.
A mi muerte, mi querido hijo y heredero, el Príncipe Don Carlos Hugo, será mi único sucesor legítimo y después de él, el Infante don Carlos Javier Bernardo y los demás hijos y descendientes varones legítimos que Dios le otorgue. Si llegaran a faltar éstos, sucederá mi segundo hijo el Infante Don Sixto Enrique y sus descendientes varones legítimos. Recuerdo que es deber de todos los Infantes y demás miembros de la Familia Real que tengan siempre como el mayor honor el reconocimiento y sumisión de los Infantes al Rey, que deben al Jefe de la Familia por ser su Cabeza y Rey legítimo. Esta sumisión de los Infantes al Rey es tan importante que nuestras leyes tradicionales castigan a los rebeldes y desleales con la pérdida del derecho de sucesión al trono para ellos y para sus descendientes. Pero esta legitimidad de nada serviría si no hubiera estado, y continuara estando, revalorizada en todo momento por el servicio al bien común, en constante renovación de antiguo Pacto de la Corona con la Nación. Sin ese servicio permanente de la dinastía a las libertades y derechos del pueblo, a cuya defensa vivimos consagrados, a costa de los mayores sacrificios personales, la Monarquía en sí carecería de sentido.
Esta aceptación del Pacto la he ratificado solemnemente ante el cadáver de mi Tío el Rey don Alfonso Carlos (***), en 1936; posteriormente con el Juramento que empeñé bajo el Árbol de Guernica en 1936; y en 1952 en Montserrat, de mantener, respetar y defender los Fueros y libertades de todos los Pueblos de las Españas, así como con mi entrega total y la de mis hijos al servicio de la Causa de España. Mi solemne Juramento, renovación del que hicieron siempre los Reyes de las Españas, obliga a mis sucesores legítimos y en primer lugar a mi hijo Carlos. La necesidad de revisar, adaptar y poner al día los grandes principios Carlistas es constante obligación y responsabilidad de los Reyes de nuestra dinastía, en su natural y legítima evolución de acuerdo con las necesidades de los tiempos. Así también os he dejado ya consignada por escrito en documentos anteriores más extensos, y muy especialmente en el que doy con esta fecha misma, las grandes líneas de mi pensamiento doctrinal, como antes que yo lo hicieron los Reyes, mis predecesores. A este documento me remito, pues, en cuanto a la línea política que señalo a todos.
Doy gracias a la Reina, compañera de mi vida, cuya inalterable voluntad de servicio y de sacrificio me sostuvo en los momentos más difíciles.
El Príncipe de Asturias, mi fiel colaborador, que juntamente con Irene ha sacrificado tantas cosas con amor y generosidad, asegurando la continuidad directa de nuestra Dinastía en el Infante don Carlos Javier mi nieto primogénito.
Al Infante Don Sixto Enrique, que sirvió bajo la bandera española, la cual juró en Melilla en el tercio Gran Capitán de la Legión, a las Infantas que recorrieron palmo a palmo España entera ante mil dificultades, dando el testimonio de la dinastía.
A todos aquellos otros que sin militar en el Carlismo, y aun militando en otros campos, han colaborado con su voluntad de servicio al bien de la justicia y de la libertad, aportando su trabajo y lealtad.
En fin, a todos vosotros, mi queridos Carlistas cuya tarea sigue firme para llevar a cabo la construcción política de España. Os doy a todos y a cada uno de vosotros las gracias por vuestra constancia, vuestros inmensos sacrificios, vuestra fidelidad y amor que han sido mi gran apoyo en tantos momentos difíciles de nuestra vida.
Como habéis sido leales a mi y a los Reyes que me precedieron en el trono, o en el destierro, lo seréis a mi hijo Carlos y a sus herederos legítimos en su alta y difícil misión con la más completa disciplina y total acatamiento a su persona.
A vosotros, mi queridos Carlistas, os está confiada la tarea de ser fermento de una sociedad nueva de intensa participación y constante compromiso político. Que Dios os guarde a todos y bendiga vuestros trabajos y nuestras Esperanzas.
En mi residencia de villa Valcarlos (Arbonne), día seis de diciembre de mil novecientos setenta.
FRANCISCO JAVIER
Éste, mi Testamento Político, forma seis páginas y media manuscritas, numeradas y firmadas por mí.
(Fuente: “Así fueron, así son”. María Teresa de Borbón Parma. Editorial Planeta. 2009. Páginas 225-228).
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(***)
Juramento de Don Javier de Borbón Parma ante el cadáver de Don Alfonso Carlos (3 octubre 1936)
En solemne y público cumplimiento de la promesa que hice a V.M. nuestro bien amado Rey D. Alfonso Carlos, vengo en este momento inolvidable a renovar mi juramento de ser el depositario de la Tradición legitimista española y su abanderado hasta que la sucesión quede regularmente establecida. Mi juramento de sostener y guiar a la Comunión Tradicionalista Carlista española, debe cumplirse en la época más grave de su gloriosa existencia; pero así como la vida del Rey que lloramos nos estuvo consagrada hasta su último trágico suspiro, así lo estará la mía hasta que Dios me otorgue la merced de terminar la misión de que estoy investido, tal como lo hubiera hecho el mismo Rey, Alfonso Carlos.
Al tomar la bandera que el Augusto finado ha puesto en mis manos, me dirijo a todos, recordando que la Comunión Tradicionalista es católica antes que nada, patriótica en la unidad intangible de las variedades regionales, y esencialmente monárquica a través del curso fecundo de una historia milenaria y auténticamente española.
La sangre de nuestros mártires de otros días ha hecho brotar generosa la de una muchedumbre de nuevos mártires que, ante el mundo desequilibrado de nuestros días, han mostrado a España levantándose en un arranque admirable de abnegación. La España que salvó a Europa rechazando a los moros; la misma que llevó a América la cruz y la civilización; la que impidió el dominio turco, en la memorable ocasión de Lepanto. La misma que hoy llama con magnífico ejemplo a toda Europa para batir las hordas de los sin Dios y de los sin Patria, que intentan el asalto y la destrucción de la civilización y de la Cristiandad.
Vuestros gritos, «Dios, Patria y Rey», han unido a todas la fuerzas saludables en colaboración con el Ejército; unión que, por la fe y el valor de los requetés, tendrá ya bastante garantía de no romperse jamás, restaurando, por la amistad inquebrantable de los combatientes, la armonía más fuerte que la vida, que es base de la justicia y sagrada unidad del Ejército y cimiento de la verdadera vida de las naciones.
Subyuga el honroso ejemplo de energía de la joven generación, ahora en armas, queriendo, con plenitud de viril voluntad, reconstruir la inmortal España creyente en Dios y en sus destinos universales, sobre las bases inconmovibles de la justicia, del orden moral y material y de la seguridad de todo bien en prosperidad de la Patria común.
El llamamiento del Rey el mío se dirige a todos, y espero que sea escuchado más allá de las trincheras y de los odios.
De todos modos, por duros que puedan ser los combates futuros, venceremos. Diríase que sólo cuando ya ha visto que la aurora de la victoria dora las cimas de la Patria, ha conseguido tomar descanso en la tumba el Augusto anciano cuyo cuerpo tenemos aún presente y que fue el último vástago directo de la gran dinastía carlista de los legítimos Reyes de España. La victoria es ya segura, y sobre ella se asentará la paz fecunda; el porvenir está asegurado, y no tardaremos a volver a este lugar para decir ante el sepulcro de V.M., presentando armas: Señor, os hemos obedecido; la victoria está acabada. Os damos gracias porque habéis sido el padre vigilante y el guía prudente que nos ha preparado esta victoria. La Dinastía Carlista, primera rama de la Casa de Borbón, al extinguirse directamente, ha dejado cumplida su misión de salvar a la España eterna.
Al ascender al seno de Dios, no dejará V.M. de continuar guiando a España.
(Fuente: “In memoriam. Manuel J. Fal Conde”. Ana María Fidalgo – Manuel M. Burgueño. Editorial Católica Española, S.A., Sevilla, 1980).
La lectura de la correspondencia y documentos privados de Don Javier me llevan, en principio, a suscribir (por lo menos para los primeros años siguientes al cambio ideológico público de Carlos Hugo de principios de los `70) esto que usted dice en este párrafo.
Es posible que al principio la razón de que Don Javier no se opusiera a su hijo Carlos Hugo fuera el convencimiento de la buena fe que Don Javier presumía en su hijo Carlos Hugo, cuando éste le explicaba que ese lenguaje nuevo que se estaba utilizando era una simple táctica lingüística didáctica para llegar mejor a la gente de su tiempo, pero que no suponía menoscabo ninguno a los principios doctrinales políticos que Don Javier juró defender ante el cadáver de Don Alfonso Carlos. Es posible que esta explicación tranquilizara, temporalmente, la conciencia del anciano Rey y, por ello, confiara cándidamente en su hijo Carlos Hugo y en los amigos de éste (Clemente, etc...).
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