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Tema: La mente colmena y la muerte de la religión

  1. #61
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    “O regulamos las tecnológicas o seremos sus subempleados”

    Entrevista a Jesse Hirsh, investigador de la tecnología digital cognitiva en la Universidad de Ryerson

    — Espero que no le haya afectado la huelga de taxis.

    En todo caso, los taxistas lo van a pasar peor que yo.

    — También hacen huelga estos días los repartidores de comida de una plataforma digital.

    Porque cobran una miseria sin ninguna garantía ni derecho. Ni siquiera llegan a ver a sus empleadores. Es una explotación feudal.

    — Un amo sin rostro, pero con mucha cara.

    Vivimos una revolución global, acelerada y despiadada. Además de Uber, Airbnb está vampirizando la vivienda ciudad a ciudad; Amazon, el comercio; y Google y Facebook, los contenidos. Y otras plataformas globales, todos los sectores, por ejemplo la banca, a punto de masificarse para liquidar empleos.

    — ¿No es inevitable destrucción creativa?

    De momento, es destrucción de empleos y sectores enteros y de la protección de los trabajadores y de sus derechos y pensiones.

    — Destruyen, pero crean otros empleos.

    Los que ofrecen son de peor calidad que los que destruyen, porque estas plataformas deslocalizadas suelen eludir las obligaciones que los empleadores locales sí se ven obligados a cumplir. Y además eluden impuestos.

    — ¿Qué se puede hacer?

    Lo que ya ha empezado a hacer Bruselas, pero tarde y poco: hay que obligar a todas esas plataformas de la mal llamada economía colaborativa a cumplir las leyes que ya obedecen todas las empresas europeas: laborales, fiscales y de protección del consumidor.

    — ¿Por qué no se les aplica la Sherman Act y demás legislación antimonopolio?

    Google, Facebook y Amazon ya son hoy los monopolios más poderosos de la historia con el mayor valor bursátil que jamás ha tenido empresa alguna y un poder omnímodo.

    — Por eso deberían desmontarlos.

    No se engañe: ha sido EE.UU., el propio Gobierno federal, el que los ha ayudado a ser lo que son hoy con montañas de dinero público, subvenciones, exenciones fiscales y apoyo diplomático y logístico.

    — ¿Por qué?

    Porque son el brazo neocolonial del poder americano. Hemos celebrado internet, un descubrimiento del ejército de EE.UU., como el advenimiento de más democracia y de una economía participativa, cuando el resultado es que las plusvalías se van a California y a aumentar el poder estadounidense. No es la tecnología la que impone su ley. Es la política neocolonial.

    — ATT fue dividida en 1982 porque Washington la consideró un monopolio.

    Las leyes antimonopolio protegían a los ciudadanos del abuso de las megacorporaciones; pregúntese ahora por qué han dejado de aplicarse si cualquiera de ellas es mucho más grande, rica y potente que ATT, una mera unión de telefónicas al fin y al cabo.

    — La ciudadanía aún es benevolente con esas compañías, porque abaratan su vida.

    Y los políticos europeos o han sido comprados o aún viven en la inopia tecnooptimista. Cuando les pregunto cómo van a regular Facebook, aún responden: “Pero si es estupendo y gratis”. Y ahora va a retransmitir la Champions arrebatando empleos cada vez más deprisa a las televisiones europeas que sí los creaban.

    — La digitalización te obliga a correr mucho para no moverte del mismo sitio.

    Es lo que llaman la gran curva del aprendizaje en internet. Y deja marginada a muchísima gente, que es incapaz de seguirla. En resumen, nos encontramos en una situación muy parecida a la irrupción de los telares mecánicos en Manchester... Y yo no soy un ludita. Estoy a favor de la tecnología, pero también de regularla.

    — Al final el mundo se adaptó y progresó.

    Pero a costa de un enorme sufrimiento, injusticias, guerras y revoluciones sangrientas. La tecnología debe usarse para hacernos más humanos o debe regularse. Y tenemos el poder y la capacidad de decidirlo.

    — ¿Cómo?

    Ustedes se quejan de la masificación turística de Barcelona y de cómo Airbnb está distorsionando el mercado de un bien básico como es la vivienda expulsando a los residentes que no pueden pagar su precio y enriqueciendo a quienes especulan con ella.

    ¿No proporciona también ingresos a familias que no los tenían?

    Eso podría hacerse con plataformas digitales locales y reguladas. Pero lo que pasa no sólo aquí, en Barcelona, sino en todo el planeta es que una oligarquía tecnológica de California localiza ciudades y se abalanza sobre ellos con sus algoritmos y sin ningún respeto por las leyes e impuestos locales, chupa todo su valor local, sean dinero o datos, y lo envía a EE.UU.

    El Ayuntamiento de Barcelona intenta reaccionar con nueva normativa...

    Es un paso en la buena dirección, pero sólo la Unión Europea puede frenar a esos monopolios y salvar de la precarización nuestras viviendas, empleos y vidas. Si no los obligamos a cumplir nuestras leyes, nos convertirán en neoproletarios de su paleocapitalismo digital.

    — Por ejemplo.

    En Toronto, muchos vecinos están siendo desahuciados, porque ya no pueden pagar los alquileres que se han disparado por el auge de Airbnb y otras plataformas. Muchos tienen empleos en la nueva economía digital, pero no les permiten vivir donde vivían cuando tenían empleos de los de antes.


    El dilema del cruce

    Un coche sin conductor llega a un cruce y un niño lo atraviesa por sorpresa en la carrera: ya no puede frenar, pero podría esquivarlo de un volantazo... si una anciana no caminara por el otro lado del carril . Por el de sentido contrario se acerca un camión: ¿a quién salvará: al crío, a la anciana o a su pasajero? Lo decidirá el programador de la inteligencia artificial de ese vehículo, pero ¿cuál comprará usted, el que los salva a elloso el que opta por usted? Hirsh analiza dilemas como el del cruce, porque ya no son teóricos, sino el día a día de los ingenieros de los coches autónomos. Aún parecen una realidad lejana, advierte, como todas las innovaciones digitales cuando estána punto de convertirseen cotidianas.



    FUENTE: O regulamos las tecnológicas o seremos sus subempleados - La Vanguardia
    Última edición por Kontrapoder; 06/07/2017 a las 20:10
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  2. #62
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Wired Muscle permite utilizar los músculos de otra persona (contra su voluntad)

    Por Nacho Palou — 27 de Junio de 2017

    Wired Muscle es un inquietante a la par que interesante proyecto de los investigadores Jun Nishida y Kenji Suzuki de la Universidad de Tsukuba en colaboración con Shunichi Kasahara del laboratorio de ciencias de la computación de Sony, que interconecta los músculos de una persona con las de otra.

    Wired Muscle conecta las actividades musculares de dos personas utilizando un electromiograma (EMG) [detecta la actividad eléctrica en los músculos mediante un electrodo] y la electroestimulación muscular (EMS) [una forma de estimular los músculos mediante corrientes eléctricas externas] para provocar movimientos musculares en menos tiempo que aquellos generados por el proceso de información basado en la vista. El sistema detecta la actividad muscular en una persona a través del EMG y provoca que el EMS de la otra produzca un movimiento como respuesta. En el estudio el tiempo de reacción de la persona controlada se redujo a 60 ms.

    El tiempo de reacción habitual de los músculos cuando son estimulados por el proceso de información basado en la vista y procesado por el cerebro es de 250 milisegundos. Ese tiempo es que el los investigadores han recortado a una cuarta parte (60 ms) “sacando el cerebro de la ecuación”, dicen en Co.Design. “Lo más increíble de esto es que Wired Muscle hace que tu cuerpo reaccione de forma involuntaria, como si fueras una marioneta movida por hilos invisibles.” Según Jun Nishida, “es como si alguien dentro de tu brazo lo moviera directamente.”

    Los investigadores han demostrado el funcionamiento de Wired Muscle (ver vídeo) provocando que cuando una persona suelta un pequeño bastón otra persona lo coja la instante. El movimiento muscular que lo captura no se produce como una reacción voluntaria de uno, sino que es una reacción provocada por la acción de los músculos que actúan para soltar el bastón.

    Este sistema —dicen los investigadores— permitirá la conexión directa en experiencias cinestésicas entre varias personas y como base para un nuevo modo de aprendizaje motor. “Imagina que puede aprender a jugar al golf golpeando la bola con los mismos movimientos que Tiger Wood.”
    Eso sí, por ahora la conexión entre ambas personas se realiza de forma directa por cable, no de forma inalámbrica ni remota, algo que sería posible, “porque si la comunicación entre ambas personas se ve comprometida por una tercera perderías el control de tu cuerpo”, dice Nishida.



    FUENTE: Wired Muscle permite utilizar los músculos de otra persona (contra su voluntad) | Microsiervos (Tecnología)
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  3. #63
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Elogio al libro de papel

    La innovación disfruta de un prestigio inmerecido. Se nos pide que rindamos pleitesía a lo que aparece como novedad, pero nuestra obligación intelectual es hija del viejo escepticismo. Seamos críticos. Mejor recelar de todo aquello cuyas consecuencias no han sido calculadas.El ebook (dejemos que en su esperada agonía lleve su nombre en inglés) constata la ingenuidad de una sociedad dispuesta a aplaudir la innovación como si los productos mercantiles de la tecnología pertenecieran a la redención del género humano.

    Esta confusión (entre tecnología y cultura, novedad y progreso, invento y curación…) es el síntoma del fetichismo supersticioso que gobierna a una sociedad falsamente moderna.

    El ebook irrumpió en el escenario entre anuncios, focos y aplausos.

    Ya se sabe: las campañas de publicidad que seducen a los sentidos y excitan la candidez.

    Afortunadamente, su efecto hipnótico se agota.

    El declive del ebook procede de una más que evidente insatisfacción: una vez superado el ciclo del esnobismo –una epidemia de contagios imitativos-, los usuarios crédulos, finalmente comprenden. Y despiertan.

    Súbitamente se dan cuenta y con la pantalla en la mano llega un día en que se preguntan “¿para qué quiero yo esto?”.

    El ebook es un problema político. Si triunfara, destruiría la cadena de producción del libro de papel: sus artesanías, oficios e industrias. Incluyendo aquí al destinatario último de un invento humanista: el lector autónomo.

    Resulta lamentable que no se hayan encendido las luces de alarma ante los peligros de la dependencia entre “usuarios” y “servidores”. ¿Los servidores? ¿Los servidores de quién?

    Esta perversa designación ya debería habernos alertado.

    Estamos obligados a preservar el grado de autonomía individual conquistado en la Galaxia Gutenberg y a recelar de las “innovaciones” que atrofian nuestro campo de decisión.

    Además de ser una operación mercantil ruinosa (¿cuántas veces tendremos que pagar para leer los libros de “nuestra” biblioteca? Caducan los programas de nuestro ordenador, las aplicaciones, los terminales… hay que pagar constantemente la conexión a las operadoras telefónicas, a las eléctricas…); resulta que el acceso a “nuestro” libro, que nadie sabe dónde está, depende de llaves que no nos pertenecen.

    Resulta absurdo creer que esta “innovación” mejora nuestra autonomía de ciudadanos libres.

    Consentir que se hurgue en los hábitos de nuestra privacidad hasta el punto de que “alguien” sepa qué libros estamos leyendo y qué fragmentos estamos subrayando, me parece un error ridículo. Ser vigilado, computado, censado o rastreado por un algoritmo no es menos inofensivo que serlo por un inquisidor.

    El control de los hábitos lectores es una intromisión política en el territorio de la intimidad: nuestra obligación es preservarla con celo.

    Y otra cosa a tener en cuenta: si triunfaran los deseos de los fabricantes del libro electrónico, cualquier libro impertinente o molesto podrá desaparecer de los “servidores” cuando sus propietarios así lo deseen.

    Con una sola tecla, sin hogueras, humos y cenizas, pero con el mismo efecto
    .

    La facilidad con que en el futuro podrá ejecutarse un índice de libros prohibidos es pasmosa.

    El éxito político del ebook no ha sido su implantación, tan renqueante, sino la credulidad militante de los que han ensalzado la supremacía del artefacto. Estas redes de complicidad espontánea (no necesariamente interesadas) permiten a los emprendedores, siempre legitimados por el prestigio de la innovación, poner a la venta artificios tecnológicos que deterioran nuestra soberanía.

    Admiro el ingenio de los emprendedores californianos, pero, francamente, nuestra obligación es preguntarnos si sus innovaciones nos convienen.

    [Publicado el 08/5/2017 a las 11:08]

    FUENTE: Elogio al libro de papel · El Boomeran(g)
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  4. #64
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    ¿Por qué es más útil producir ‘smartphones’ que violines?


    • Los saberes ‘inútiles’, que tantos quieren fuera del currículo, son la columna vertebral de la escuela
    • No hace falta ser Aristóteles para sospechar que existen demasiadas ciencias que no lo son


    FERNANDO MUÑOZ, 14 JUL 2017 - 09:17

    Con una soberbia displicente se exige a la escuela que proporcione saberes útiles frente a saberes que podríamos llamar ornamentales. Uno pensaría ingenuamene que la distinción se funda en la verdad, tratándose en un caso de saberes verdaderos, por humildes que sean, frente a saberes acaso válidos pero nunca demostrativos y, por tanto, siempre sujetos a polémica. Pero está lejos de resultar evidente la presunta implicación de verdad y utilidad. En cualquier caso, bajo el signo de la utilidad se estaría señalando a las ciencias positivas y sus tecnologías asociadas.

    Ahora bien, no hay saber –por discutible que sea su estatuto– que no se arrope hoy con el manto de la ciencia: el derecho es ciencia jurídica, el periodismo ciencia de la información e incluso se presentan como ciencias de la seguridad las técnicas de los servicios privados de policía y vigilancia...

    No hace falta ser Aristóteles para sospechar que hay aquí demasiada ciencia que no lo es. La cuestión es compleja y el objetivo es oscuro: ¿Se trataría de reducir no sólo las instituciones educativas, sino la integridad de la vida social a la dimensión de las ciencias estrictas, signifique esto lo que signifique?

    En ocasiones la llamada a la utilidad de los saberes parece definirse por la demanda socioeconómica.
    En tal caso se llamaría útil a los saberes que –en cada momento– reclama el mercado laboral. Pero el mercado laboral no es una entidad natural cuya estructura fuera ajena a la acción humana y sus fines. El mercado laboral puede demandar saberes muy problemáticos: telefonistas de líneas calientes, astrólogos o prostitutas, vendedores y publicistas expertos en inducir fantasmáticas necesidades, expertos en seguridad y agentes fiscales, actores pornográficos, bomberos o sacerdotes... Contribuir a la apoteosis del mercado, elevándolo a criterio de definición de los saberes que la escuela debe proporcionar significa ignorar –interesadamente o no– su calidad de producto humano, demasiado humano.

    Frente a las demandas del mercado laboral se pueden oponer principios alternativos que luchen por la abolición de unas u otras demandas del mercado.
    Así habrá quienes juzguen intolerable la demanda laboral de prostitutas y quiénes juzguen inaceptable que el mercado laboral demande sacerdotes. Unos y otros imponen al mercado principios que lo trascienden y ponen así en entredicho la reducción de la utilidad a las llamadas salidas laborales del saber del caso.

    ¿De qué hablamos cuando hablamos de utilidad?
    ¿Por qué es más útil producir teléfonos móviles que violines? ¿Por qué es más útil la programación informática que la danza? Si se trata de tocar el violín parece que un violín es algo realmente útil.

    Un minuto basta para reconocer la turbia atmósfera ideológica que exhala la constante apelación a la utilidad y, acaso por ello, se ha convertido en una idea-fuerza fundamental de la modernidad.
    El utilitarismo fue quizás la más grosera de las formas que adquirió esa demanda de utilidad en su esfuerzo por dotarse de una figura sistemática. Pero subyace a la práctica totalidad de las ideologías de nuestro tiempo, de modo más o menos expreso o advertido. Desde luego está en el núcleo de la concepción antropológica del liberalismo y del marxismo y se puede escuchar en la voz de personas formadas o deformadas por un sistema educativo centrado en esa oscura utilidad.

    La idea es de estirpe burguesa, léase la definición de la ciudadanía por la utilidad económica en el primer programa de la gran revolución francesa
    : el opúsculo del abad Sièyes (¿Qué es el tercer estado?), pero léase también la prolongación de esa misma concepción de la ciudadanía por la utilidad, aunque atribuida ahora a la clase obrera (el pueblo) frente a unos inversores ociosos (clase privilegiada), en la obra de Volney, ya en 1791.

    Esa angosta y asfixiante noción de utilidad mutila la vida hasta someterla al rendimiento económico según lo han definido comerciantes, industriales y financieros, o bien los autoproclamados representantes de los trabajadores.
    Burgueses o trabajadores, es decir, esa ciudadanía útil que se erige en sujeto activo de las sociedades modernas, las dos clases socioeconómicas resultado de la polarización meramente económica de las sociedades atomizadas de individuos, liberados o aislados, dotados de soberbios egos que se pretenden autónomos dueños de sí mismos.

    Esa apoteosis de la utilidad nos ha convertido es expertos en medios, pero en perfectos ignorantes de los fines de la vida humana.
    Pero ignorantes soberbios, que ignoran su ignorancia. Cada uno de esos individuos responde como puede a la cuestión por los fines de su propia vida y la respuesta siempre se reduce a una u otra forma del ande yo caliente, ríase la gente; donde cada uno entiende como puede su fuente de calor.

    Basta preguntarse para qué sirve una persona para comprender la miserable reducción que esconde toda respuesta que identifica la persona con su rendimiento económico.
    La persona no vale para nada, porque es la fuente misma del valor.

    Los saberes inútiles, que tantos quieren fuera de la escuela, fueron siempre su columna vertebral porque se orientan a defender la fuente misma del valor.
    No debieran figurar como una disciplina junto a otras, sino como la atmósfera en que toda disciplina respira. Pero hemos querido limpiar el aire de miasmas metafísicas y religiosas, y lo hemos depurado tanto que lo hemos hecho, simplemente, irrespirable.

    Fernando Muñoz
    es profesor del departamento de Sociología V de la Universidad Complutense de Madrid

    FUENTE: https://cincodias.elpais.com/cincodi...15_484639.html
    raolbo, Vainilla y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  5. #65
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Cinco nuevas palabras en inglés que nos quieren colar para que vivamos peor

    Nuevos términos como 'nesting' o 'friganismo' intentan convencernos de que prácticas preocupantes como rebuscar en la basura para comer están de moda. Y, ojo, que llegan las 'trabacaciones'

    No son mendigos, son 'freegans'. (Reuters)

    Paula Cantó, 19.07.2017 – 05:00 H. Tiempo de lectura7 min

    Corría el año 2006. El Gobierno de Zapatero tenía un plan para facilitar el acceso de los jóvenes a la vivienda, y el gancho para darlo a conocer se agarraba a la máxima infalible de 'si se dice en inglés, es que es bueno'. Nacieron así las gloriosas 'Kelyfinder', unas zapatillas para sugerir en clave de humor que lo mejor para encontrar casa era algo que nadie habría pensado: pegarse un paseo por la ciudad.


    Ministerio de Vivienda, Gobierno de España.

    Poco después llegó la crisis, y aunque ya no había ganas de bromas, la veda de los anglicismos milagrosos estaba abierta. A finales de 2011, el BCE y la CEOE hablaban maravillas de los 'minijobs'. Eran empleos precarios de pocas horas de trabajo con remuneraciones que no superaban los 400 euros al mes... pero, eso sí, lo hacían en Alemania.

    ¿Nostalgia de tiempos pasados? Bueno, no hay de qué preocuparse, porque ahora los anglicismos chungos parecen estar de oferta y han brotado como champiñones para explicar los abusos que sufrimos cada día. ‘Nesting’, ‘coliving’ y sus amigos han llegado para hacernos ver que, en realidad, nuestra vida de mierda mola y que ser pobre está de moda.

    'Freegans'



    Buscando la cena (foto: Wikimedia / Wei Tchou)

    ¿Qué es?

    El ‘friganismo’ procede del inglés ‘freeganism’, que viene de la contracción de 'free' (gratis) y 'vegan' (vegano). Aunque se considera un movimiento que nació a mediados de 1990 junto a los ecologistas y a la antiglobalización, ahora ha vuelto para recuperar su protagonismo.


    ¿Cómo lo venden?

    “Es la última moda en dietas” o “es una nueva tendencia sostenible” son algunas de las definiciones que alaban al friganismo como la solución a nuestros problemas menores, como comer para poder vivir, por ejemplo. Rebuscar en los contenedores de basura del propio bloque de vecinos o incluso del supermercado tiene ya hasta nombre propio, como un 'hobby': ‘dumpsterdive’.

    ¿Qué es realmente?
    Lo llaman ‘dumpster dive’ porque 'bucear en la mierda' no sonaba tan comercial. Intentar convertir en tendencia la práctica de rebuscar en la basura por pura necesidad o por ahorrar dinero huele a podrido, y no solo literalmente. Básicamente, lo que se ha puesto de moda es sobrevivir. Dar consejos sobre qué vertedero es el más delicioso y asumir que la solución para el mileurista es salir de noche a buscar algo de basura para cenar parece sacado de un 'sketch' de los Monty Python. Un 'sketch' de los jodidos.

    'Doers'



    ¿Qué es?
    Derivado del inglés (‘to do’ significa 'hacer'), son los hacedores. Los que hacen cosas. Un 'doer', en general, se define como “una persona apasionada en hacer realidad lo que piensa sin importar que sacrifique su comodidad o seguridad”.

    ¿Cómo lo venden?
    El 'doer' es un luchador que consigue lo que quiere y no le importa sacrificarse hasta límites insospechados porque su meta es lo primero. Lo resuelve todo, lo logra todo y lo más importante, llega a fin de mes.

    ¿Qué es realmente?
    ¿Te encanta morirte de sueño y depender del café para poder aguantar haciendo un trabajo por el que te van a pagar menos de lo que te costó ese café? ¡Enhorabuena! Eres un 'doer'. El nuevo héroe de la clase trabajadora con, seguramente, el poder de la inmortalidad, porque aguantar sin dormir y a base de cafeína parece solo digno de un dios. ‘Doer’ es una palabra creada para definir un estilo de vida en el que se trabaja como si se fuera el dueño de la empresa, pero se cobra como un becario. Una forma de convertir la explotación y la pobreza en una manera de superarse a sí mismo. Una maravilla, vamos.

    'Nesting'


    El 'nesting' consiste en no hace nada.

    ¿Qué es?

    Su nombre actual viene de la palabra en inglés ‘nest’ (nido), pero su origen se remonta a años atrás, a los noventa, cuando la tendencia de socializar cada vez menos pasó a acuñarse como ‘cocooning’.

    ¿Cómo lo venden?

    La última tendencia en moda es quedarse en casa. Dedicar momentos a uno mismo y desconectar de la rutina para desestresarse es en lo que se basa el 'nesting'. Un pro-hacer el vago y una oda al ostracismo.

    ¿Qué es en realidad?
    No tener dinero y no poder salir de casa los fines de semana es sin duda lo mejor para tu vida social y tu salud mental. Menos mal que se ha puesto de moda encerrarse en casa, porque por fin tendrás tiempo para regar tu cactus, comer pizza y ver la tele tirado en un sofá en un estilo de vida que, a la larga, seguro que es supersano. ¿Es una conspiración para que compremos muebles bonitos, o para convencernos de que si no salimos no es por la crisis sino 'porque queremos'? Igual un poco de cada.

    'Wardrobing'


    Comprar y luego devolver la ropa, el truco de moda de los pobres.

    ¿Qué es?
    El ‘wardrobing’ es una práctica que se basa en comprar un artículo, usarlo y después devolverlo para recuperar el dinero. Proviene del inglés ‘wardrobe’ (guardarropa).

    ¿Cómo lo venden?
    Es el 'deporte de moda', definido incluso como un 'arte' decomprar ropa y devolverla después de haberla usado. Una forma además de ponerse cada día un modelito distinto, con su correspondiente foto para publicar en Instagram.

    ¿Qué es en realidad?
    Un tipo de fraude encubierto. Eso de devolver un bolso o un vestido de fiesta pasado el evento en cuestión ha evolucionado y se ha convertido en 'algo que practicar'. Una vez más, es la moda de no tener dinero y rapiñar de donde se pueda para que no se note que hace años que no podemos renovar el vestuario.

    'Coliving'


    Foto: Facebook Coliving.org

    ¿Qué es?
    El 'coliving' (‘living’ en inglés significa vivir) es una forma de compartir piso que se ideó en Silicon Valley, cuando los trabajadores no podían encontrar casas debido a la alta demanda y decidieron compartir espacio de vivienda y de trabajo.

    ¿Cómo lo venden?
    “Una forma de vida moderna y urbana que valora el compartir y colaborar”, explican en coliving.org. “El propósito del 'coliving' es crear un ambiente que inspire a sus residentes a ser activos y participantes en el mundo que les rodea”.

    ¿Qué es en realidad?
    No tienes dinero para pagarte un piso a tus 40 años y seguramente nunca lo vayas a tener, pero menos mal que se ha vuelto a poner de moda compartir piso, como si fuera una comuna que mezcla ocio y trabajo. La moda como sinónimo de necesidad encubierta.

    Bola extra: las 'trabacaciones'



    Pero no todo el mal viene en forma de palabras en inglés. Los monstruos de Frankenstein de palabras combinadas para generar un nuevo horror ya están llegando en español y las ‘trabacaciones’ son su primera creación.

    ¿Qué son?
    Aunque lo hemos oído más en su forma españolizada, el concepto original es el anglosajón de ‘workation’ o ‘workationers’. Se trata decombinar el tiempo libre con el trabajo.

    ¿Cómo lo venden?
    Ahora los profesionales deben gestionar su tiempo también en verano. Por eso las 'trabacaciones' aparecen como la nueva moda y como la solución definitivapara los que 'aman su trabajo'.“Las vacaciones entendidas como un periodo de desconexión absoluta ya son cosa del pasado”.

    ¿Qué es en realidad?
    Las ‘trabacaciones’ son poder escaparte unos días a Benidorm, encontrar sitio en la playa, bañarte y tumbarte en la toalla mientras abres el portátil para contestar todos los 'mails' que te han enviado mientras tanto. No son vacaciones, desde luego, es una forma invasiva de teletrabajo que no permite descansar correctamente. O lo que permita descansar Benidorm.

    FUENTE: Cinco nuevas palabras en inglés que nos quieren colar para que vivamos peor. Noticias de Alma, Corazón, Vida
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    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  6. #66
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Dejo algunos artículos y noticias atrasadas sobre temas tecnológicos.
    _____________________


    Amazon está comprando los centros comerciales abandonados que ayudó a hundir




    14 Octubre 2017 - Actualizado 18 Octubre 2017, 07:03 Raúl Álvarez @Lohar

    Randall Park Mall
    fue considerado en la década de 1970 todo un templo al consumismo estadounidense, un centro comercial que incluso obtuvo el título al "más grande del mundo". Un centro comercial que hoy ha sido adquirido por Amazon, esto después de haber cerrado sus puertas en 2009 ante el duro embate del comercio en línea.

    Sí, mientras Amazon está creciendo de forma impresionante, algunas tiendas minoristas, sobre todo en los Estados Unidos, están atravesando su peor momento ante las bajas ventas. ¿Por qué? Fácil, el usuario ya no sale de compras como antes, la gran mayoría de la gente compra en línea gracias a las agresivas estrategias no sólo en precios, sino también en envíos y garantías. Vamos, la desconfianza que alguna vez supuso el comprar en un sitio web está desapareciendo y Amazon lo está explotando de forma magistral.

    Amazon ya tiene 105 bodegas y 35 en planificación

    Las cifras de Amazon son brutales. Durante su último reporte trimestral mostraron que habían tenido un crecimiento del 25% respecto al año anterior, pero lo verdaderamente importante aquí es que sus Centros de Reparto (Fulfillment by Amazon o FBA) presentaban un incremento del 40% respecto al año anterior, lo que significa que Amazon necesita más espacios físicos donde almacenar todo lo que vende. En resumen: Amazon cada vez vende más.

    El programa FBA es uno de los más importantes en Amazon al ofrecer una opción a los vendedores para almacenar sus productos y así puedan formar parte del programa Prime de entrega en sólo unos días e incluso horas. Los ingresos de este programa se incrementaron en un 38% comparados con los resultados del año pasado, es decir, casi 7.000 millones de dólares más.



    Se trata de un ganar-ganar para Amazon y sus vendedores, ya que entre más usuarios se inscriben en Prime, más vendedores se apuntan a FBA ante el incremento en las ventas y esa necesidad de tener una ventaja competitiva, ya que Amazon ha demostrado que un usuario Prime compra más que un usuario que no está inscrito, además de que los productos bajo estos beneficios aparecen primero en las búsquedas.
    Ante este incremento en las ventas y en la demanda de FBA, Amazon ya tiene a día de hoy 105 Centros de Reparto y 35 en planificación, donde lo realmente curioso de esto, es que 25 de los 35 son centros comerciales abandonados o que cerraron ante las bajas ventas.

    Derribando el imperio offline


    El más reciente proyecto de Amazon es transformar el viejo y abandonado Randall Park Mall en su nuevo centro de reparto, que una vez terminado será uno de los más grandes de la compañía dentro de los Estados Unidos. La zona está ubicada en una región privilegiada en North Randall, Ohio, lo que lo coloca a las afueras de Cleveland y a unos cuantos kilómetros de Pittsburgh, Detroit y Columbus. Lo que significa el acceso a más de tres millones de nuevos clientes para ofrecerles las membresía Prime.

    El terreno de este viejo centro comercial es de 280,000 metros cuadrados incluida la zona de aparcamiento, lo que lo hace ideal para los planes de Amazon. Sin embargo, la compañía estima que tendrán que pasar al menos tres años para que las instalaciones estén completas y en total operación.

    Este proyecto le costará a Amazon poco más de 177 millones de dólares, y en él operarán sus ya famosos robots que ahora mismo están presentes en sólo 25 centros de reparto, con la estimación de que la compañía tiene más de 80.000 de estos robots desplegados.

    Ahora mismo lo que busca Amazon es tratar de ser más eficiente en las entregas y en la implementación de estos centros de reparto, ya que según la compañía no están siendo lo suficientemente rápidos para ponerse al día con el crecimiento de la demanda. Pero vamos, si lo comparamos con las última cifra de cierres de centros comerciales en Estados Unidos, que ya supera los 400, entonces Amazon está en una posición privilegiada donde incluso no hay nadie a día de hoy que siquiera se le acerque.

    FUENTE: https://www.xataka.com/empresas-y-ec...ayudo-a-hundir
    Pious dio el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  7. #67
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Silicon Valley no es tu amigo

    Por Noam Cohen, 19 de octubre de 2017


    A fines del mes pasado, Mark Zuckerberg publicó un breve mensaje en Facebook al finalizar Yom Kippur. En él, les pedía a sus amigos que lo perdonaran no solo por sus errores personales, sino también por los profesionales, sobre todo por “las maneras en que mi trabajo se utilizó para dividir a las personas en vez de unirnos”. Estaba siguiendo la tradición judía del Día del Perdón, que consiste en reflexionar sobre el año anterior, y juró que se “esforzaría por ser mejor”.

    Esa declaración tan autocrítica y sombría no es habitual en Zuckerberg, que generalmente es muy alegre y alguna vez exhortó a sus empleados de Facebook a “moverse rápido y romper cosas”. En el pasado, ¿por qué motivo Zuckerberg, o cualquiera de sus contemporáneos, podría haber sentido la necesidad de arrepentirse por lo que habían hecho en la oficina? ¿Por hacer sitios web increíblemente geniales que conectan en forma directa a miles de millones de personas con sus amigos y con un almacén global de conocimiento?

    Sin embargo, últimamente, los pecados de la disrupción encabezada por Silicon Valley se han vuelto imposibles de ignorar.

    Facebook ha lidiado con una ráfaga de revelaciones en torno a los intermediarios rusos que utilizaron su plataforma para influir en la elección presidencial de 2016 atizando la furia racista. Google tuvo un papel similar al transmitir mensajes incendiarios dirigidos a un tipo específico de usuarios durante la elección presidencial en Estados Unidos y, este verano, pareció ser el villano cuando un importante grupo liberal de expertos, New America, rompió vínculos con un prominente académico que critica el poder de los monopolios digitales.

    Algunos dentro de la organización cuestionaron si lo habían despedido para aplacar a Google y a su director ejecutivo, Eric Schmidt, ambos donantes del grupo desde hace tiempo, aunque el presidente ejecutivo de New America y un representante de Google negaron esa conexión.

    Mientras tanto, Amazon, con su compra de la cadena de supermercados Whole Foods y la construcción de tiendas convencionales, va tras la impresionante estrategia lucrativa de extender su monopolio en línea a uno que también tenga presencia física.

    Estos cambios amenazantes han sido muy desconcertantes para el público y se oponen a todo lo que Silicon Valley había expresado de sí mismo. Google, por ejemplo, dice que su propósito es “organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil”, una misión que podría describir tanto a tu biblioteca local como a una empresa en la lista Fortune 500.

    De manera similar, el objetivo de Facebook es “darle a la gente el poder de generar comunidades y unir más al mundo”. Incluso Amazon vio más allá de sí misma para convertirse, en palabras de su fundador, Jeff Bezos, en “la empresa más obsesionada con el cliente que jamás haya existido en la Tierra”.

    Casi desde su nacimiento, internet produjo ansiedad pública —tu computadora estaba conectada a una red más allá de tu entendimiento que podía enviar gusanos, virus y rastreadores hasta donde te encontrabas—, pero de cualquier manera decidimos darles a estos innovadores el beneficio de la duda.

    Estaban de nuestro lado en el tema de hacer más segura y útil la red, por lo tanto fue fácil interpretar cada error como un accidente desafortunado en el camino hacia la utopía digital en vez de como una trampa con el objetivo de asegurar la dominación del mundo.

    Ahora que Google, Facebook y Amazon se han convertido en dominadores mundiales, hay dos preguntas pertinentes: ¿la gente podrá llegar a ver a Silicon Valley como la bola de demolición que es? ¿Aún tenemos las herramientas regulatorias y la cohesión social necesaria para limitar a los monopolistas antes de que destruyan la base de nuestra sociedad?

    Según se dice, estos programadores convertidos en emprendedores creían en sus palabras nobles y al principio se mostraban indiferentes a enriquecerse con sus ideas. En un artículo de 1998 escrito por Sergey Brin y Larry Page, entonces egresados de la carrera de ciencias de la computación en Stanford, enfatizaron los beneficios sociales de su nuevo motor de búsqueda, Google, que estaría abierto al escrutinio de otros investigadores y no estaría impulsado por publicidad. La gente necesitaba que le aseguraran que las búsquedas no estaban corrompidas, que nadie había puesto el dedo en la balanza por razones comerciales.

    Para ilustrar lo que decían, Brin y Page presumieron de la pureza de los resultados que su motor de búsqueda arrojaba para las palabras “teléfono celular”: casi al principio aparecía un estudio en el que se explicaba el peligro de conducir mientras se habla por teléfono. El prototipo de Google todavía estaba libre de publicidad pero, ¿qué decir de los otros buscadores, que sí la tenían? Brin y Page plantearon sus dudas: “Creemos que los motores de búsqueda financiados mediante publicidad estarán inherentemente sesgados hacia sus anunciantes y se alejarán de las necesidades de los consumidores”.

    Había una necesidad crucial de un “motor competitivo de búsqueda que fuera transparente e inmerso en el mundo académico”, y Google estaba destinado a ser esa herramienta de internet, esa torre de marfil. Por lo menos hasta que Brin y Page fueron arrastrados por el emprendimiento generalizado de Stanford: una reunión con un profesor los llevó a una reunión con un inversionista, que les dio un cheque de 100.000 dólares antes de que Google siquiera fuera una empresa.

    En 1999, Google anunció una inversión de 25 millones de dólares en capital de riesgo mientras insistían en que nada había cambiado. Cuando los reporteros le preguntaron a Brin cómo tenían planeado que Google generara dinero, respondió: “Nuestra meta es maximizar la experiencia del motor de búsquedas, no maximizar los ingresos que se obtienen a través de él”.

    Mark Zuckerberg adoptó una postura similar durante los primeros días de Facebook. Una red social era demasiado importante para ensuciarla con el comercio, le dijo a The Harvard Crimson en 2004.

    “Es decir, sí, podemos hacer mucho dinero, pero esa no es la meta”, dijo acerca de su red social, que en ese entonces todavía se llamaba thefacebook.com. “Cualquiera que venga de Harvard puede conseguir un empleo y ganar mucho dinero. No todos en Harvard pueden tener una red social. Valoro eso más como un recurso que como cualquier cantidad de dinero”. Zuckerberg insistió en que no se rendiría ante los cazadores de ganancias; Facebook seguiría siendo fiel a su misión de conectar al mundo.

    Siete años después, Zuckerberg también había sucumbido ante el capital de riesgo de Silicon Valley, pero parecía haberse arrepentido. “Si estuviera comenzando en este momento”, le dijo a un entrevistador en 2011, “solo me habría quedado en Boston, creo”. Y añadió: “Hay aspectos de la cultura de aquí que aún me parecen enfocados al corto plazo de una manera que me molesta. Ya sabes, es la gente que quiere comenzar empresas solo por hacerlo, sin saber lo que quieren para poder, no sé, hacer un cambio”.

    A la larga, los fundadores de Google y Facebook enfrentaron un día de rendición de cuentas. Los inversionistas no estaban ahí por caridad y exigían una respuesta. Al final, Brin y Page acordaron, bajo presión, desplegar publicidad junto con los resultados de búsqueda y terminaron por permitir que entrara un director ejecutivo externo: Schmidt. Zuckerberg acordó incluir los anuncios dentro del canal de publicaciones de Facebook y transfirió a uno de sus programadores favoritos al negocio de la publicidad móvil. Le dijo: “¿No sería divertido construir un negocio multimillonario en seis meses?”.

    Resulta que había fortunas multimillonarias que podían generarse explotando la relación opaca entre los usuarios y las empresas tecnológicas. Todos sabíamos que nada era gratis, una idea memorablemente encapsulada en 2010 por alguien que hizo un comentario en el sitio web MetaFilter: “Si no lo estás pagando, no eres el cliente: eres el producto que se vende”. Pero, en realidad, ¿cómo podemos darnos cuenta? Gran parte de lo que sucede entre los usuarios y Silicon Valley está fuera de la vista: algoritmos escritos y controlados por magos que son capaces de extraerle valor a tu identidad de maneras en las que tú jamás podrías hacerlo por ti mismo.

    Una vez que Brin, Page y Zuckerberg cambiaron de parecer respecto de ir tras las ganancias, advirtieron algo extraño: a los usuarios no parecía importarles. “¿Quieren saber cuál es la pregunta más común al respecto?”, dijo Brin en 2002 cuando le preguntaron sobre las reacciones por la adopción de la publicidad por parte de Google. “Nos dicen: ‘¿Qué anuncios?’. La gente no hace búsquedas que le muestren anuncios o no los nota. La tercera posibilidad es que los usuarios sí realizan búsquedas que generan anuncios y sí se percatan de ellos, pero los olvidan. Creo que este es el caso más probable”.

    El crecimiento se convierte en la motivación dominante: algo atesorado por el propio beneficio, no por lo que aporta al mundo.

    Siempre se supo que las interacciones entre las personas y sus computadoras iban a ser confusas y que sería fácil que los programadores explotaran esa confusión. John McCarthy, el pionero de la computación que educó a los primeros hackers del Instituto Tecnológico de Massachusetts y después encabezó el laboratorio de inteligencia artificial de Stanford, se preocupaba por el hecho de que los programadores no entendieran sus responsabilidades.

    “Las computadoras terminarán presentando la psicología que es conveniente para sus diseñadores (y serán bastardas fascistas si esos diseñadores no lo piensan dos veces)”, escribió en 1983. “Los diseñadores de programas tienen una tendencia a pensar que los usuarios son idiotas y necesitan ser controlados. Más bien deberían pensar que su programa es un sirviente que debe poder ser controlado por su amo, el usuario”.

    Llamémoslo el problema Eliza. En 1966, Joseph Weizenbaum, un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, exhibió un programa de computadora, Eliza, que imitaba a un psicoterapeuta. Mediante una rutina, preguntaba acerca de lo que sientes respecto de tus padres o intentaba que hablaras al reformular lo que decías en forma de pregunta. Este programa provocó una fuerte reacción de inmediato y, para sorpresa de Weizenbaum, se convirtió en un fenómeno nacional. The New York Times, por ejemplo, quedó extasiado: “Le enseñan a una computadora a entender el inglés”.

    En realidad, Eliza no entendía nada, y jamás pudo llegar a tener alguna idea compartida con un “paciente”. Eliza respondía de manera mecánica a lo que aparecía en pantalla. Una sesión típica de terapia pronto se convirtió en una escena graciosa de Monty Python. Paciente: No eres muy agresiva, pero creo que no quieres que me dé cuenta de eso. Eliza: ¿Qué te hace pensar que no soy muy agresiva? Paciente: No discutes conmigo. Eliza: ¿Por qué crees que no discuto contigo? Paciente: Tienes miedo de mí. Eliza: ¿Te complace creer que te tengo miedo?
    Imaginen la sorpresa de Weizenbaum cuando su secretaria alzó la vista desde su computadora e interrumpió sus intercambios con Eliza para decirle: “¿Podría irse de la habitación, por favor?”. ¡Quería privacidad para tener una conversación con una máquina! Weizenbaum, consternado, de repente vio el potencial de engaño por parte de los programadores capaces de manipular a las computadoras y, potencialmente, al resto de nosotros. Pronto cambió el rumbo y dedicó sus años restantes a protestar contra lo que consideraba la amoralidad de sus colegas de la computación, a menudo haciendo referencia a sus experiencias como joven refugiado de la Alemania nazi.

    En Computer Power and Human Reason, su épica obra contra la inteligencia artificial publicada a mediados de la década de 1970, Weizenbaum describió la escena que se podía ver en los laboratorios informáticos. “Inteligentes jóvenes de apariencia desgarbada, a menudo con ojos hundidos y brillantes, se pueden ver sentados frente a consolas de computadoras, con los brazos tensos y esperando el momento de atacar con sus dedos los botones y teclas en los que su atención parece estar tan concentrada como la de un apostador en los dados que giran”, escribió. “Existen, por lo menos cuando están tan absortos, solo a través de las computadoras y solo para ellas. Son buenos para nada informáticos, programadores compulsivos”.
    Le preocupaba que fueran jóvenes estudiantes sin perspectiva de la vida, y también que esas almas atormentadas pudieran ser nuestros nuevos líderes. Aunque era difícil de ignorar, ni Weizenbaum ni McCarthy mencionaron que esa generación ascendente consistía casi en su totalidad de hombres blancos con una fuerte preferencia por gente igual a ellos.

    En una palabra, eran incorregibles, acostumbrados al control total de lo que aparecía en sus pantallas. “Ningún dramaturgo, director de escena ni emperador, sin importar cuán poderoso haya sido”, escribió Weizenbaum, “jamás ha tenido una autoridad tan absoluta para controlar un escenario o un campo de batalla, y para disponer de tropas o actores tan devotos”.

    Bienvenido a Silicon Valley, 2017.

    Como lo temía Weizenbaum, los actuales líderes de la tecnología han descubierto que la gente confía en las computadoras y se les ha hecho agua la boca solo de pensar en las posibilidades. Los ejemplos de la manipulación de Silicon Valley son demasiados para enlistarlos: notificaciones automáticas, aumento de precios, amigos recomendados, películas sugeridas, las personas que compraron este producto también compraron este otro
    . Muy al inicio, Facebook se dio cuenta de que había un índice mínimo necesario para hacer que la gente permaneciera conectada.

    “Nos topamos con un número mágico: necesitabas encontrar a diez amigos”, recordó Zuckerberg en 2011. “Y una vez que tenías diez amigos, tenías suficiente contenido en tu canal de noticias como para que hubiera cosas durante un buen intervalo de tiempo y valiera la pena regresar al sitio”. Facebook diseñó su sitio para recibir nuevos usuarios, así que todo se trataba de encontrar amigos a quienes agregar.

    La regla de los diez amigos es un ejemplo de la manipulación de las empresas tecnológicas, el efecto de la red. La gente utilizará tu servicio —por malo que sea— si otros usuarios usan tu servicio. Este era un razonamiento tautológico que, de cualquier modo, resultó ser cierto: si todos están en Facebook, entonces todos están en Facebook. Tienes que hacer lo que sea necesario para mantener conectada a la gente y, si surgen rivales, debes aplastarlos o, si se rehúsan a desaparecer, adquirirlos.

    Debemos desintegrar estos monopolios en línea porque si unas cuantas personas toman todas las decisiones respecto a cómo nos comunicamos, compramos, nos enteramos de las noticias, repito, ¿somos nosotros quienes controlamos nuestra sociedad?

    El crecimiento se convierte en la motivación dominante: algo atesorado por el propio beneficio, no por lo que aporta al mundo. Facebook y Google pueden apuntar a una mayor utilidad que viene con ser el depósito central de la información de todas las personas, pero semejante dominio del mercado tiene desventajas evidentes, y no solo la falta de competencia. Como lo hemos visto, la extrema concentración de riqueza y poder es una amenaza a la democracia cada vez que permite que algunas personas y empresas no rindan cuentas.
    Además de su poder, las empresas tecnológicas tienen una herramienta con la que otras industrias poderosas no cuentan: los sentimientos generalmente benignos de la gente. Oponerse a Silicon Valley puede lucir como oponerse al progreso, aunque el progreso se haya definido como monopolios en línea; propaganda que afecta elecciones; vehículos autónomos y camionetas que amenazan con acabar con los empleos de millones de personas; una vida laboral uberizada, en la que cada uno de nosotros debe defenderse solo en un mercado despiadado.

    Como se está volviendo evidente, estas empresas no se merecen el beneficio de la duda. Necesitamos mayores regulaciones, aunque eso impida la introducción de nuevos servicios. Si no podemos detener sus propuestas —si no podemos decir que los vehículos autónomos quizá no son una meta encomiable, solo por dar un ejemplo—, ¿estamos entonces en control de nuestra sociedad? Debemos desintegrar estos monopolios en línea porque si unas cuantas personas toman todas las decisiones respecto a cómo nos comunicamos, compramos, nos enteramos de las noticias, repito, ¿somos nosotros quienes controlamos nuestra sociedad?

    Por pura curiosidad, el otro día busqué “celulares” en Google. Antes de encontrar un artículo siquiera ligeramente crítico acerca de los celulares, pasé por una serie de anuncios de celulares y listas de teléfonos en venta, guías para comprar celulares y mapas con direcciones de tiendas que los venden, unos 20 resultados en total. En alguna parte, un par de exegresados idealistas deben estar diciendo: “ ¿Ven? ¡Se los dije!”.


    Noam Cohen es autor de “The Know-It-Alls: The Rise of Silicon Valley as a Political Powerhouse and Social Wrecking Ball”, libro del que se adaptó este ensayo.

    FUENTE: https://www.nytimes.com/es/2017/10/1...gtype=Homepage
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  8. #68
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Artículo a coger con pinzas en lo que respecta a las alusiones sensacionalistas a la industria pornográfica. Pero es aplicable al resto de industrias.
    _______________________

    Dos grandes ejemplos de por qué la gente trabaja más y gana menos

    Dos sectores en apariencia tan distintos comparten algunos rasgos que nos permiten entender cuál será el futuro de determinados sectores profesionales. Y no parece bueno

    Este es el futuro. ¿Quién sale perdiendo? (iStock)

    Héctor G. Barnés
    Tiempo de lectura7 min
    13.10.2017 – 05:00 H.

    A menudo se ha utilizado la industria pornográfica, una excepción significativa dentro de las culturales, como un buen ejemplo de lo que nos depara en el mundo laboral. Su carácter 'sui generis' ha provocado que muchos de los cambios en las tendencias laborales hayan sido adoptados antes por ella. De ahí que desde hace años se hable de una crisis de sueldos y de estructura de producción y distribución que desde entonces se ha agravado, y donde influyen factores que terminan afectando tarde o temprano a otros sectores. Por decirlo de otra manera, Pornhub ya hizo con las productoras porno lo que Amazon ha hecho con las tiendas.

    Lo sintetiza muy bien el escritor y periodistaJon Ronson, autor de 'Humillación en las redes' (Ediciones B), en una entrevista en 'Vox' a propósito de su nuevo proyecto: una serie de podcasts llamada 'The Butterfly Effect' en el que habla “sobre porno, pero también sobre otras cosas”. En principio, la serie parte de una suculenta idea –uno puede enriquecerse con muy pocos medios haciendo porno–, pero también ofrece un correlato más negativo, que implica que para que unos tantos puedan aprovechar este nuevo contexto, otros (una cantidad probablemente mayor que la de los nuevos ricos) han de salir perdiendo.

    Un montón de gente está ganando mucho menos dinero y trabajando mucho, mucho más para poder cobrar”, explica a propósito del significativo declive de ingresos que ha experimentado la industria en los últimos años. “Al mismo tiempo, la gente que está al cargo de Porhub están ganando tanto dinero que no saben qué hacer con él”. El cambio de paradigma es semejante al de otros entornos como el del taxi (Uber), el alquiler de pisos (AirBnb) o el comercio online (Amazon). Los que se están enriqueciendo son “los que no han puesto un pie en un plató en sus vidas”, que se dedican a diseñar los algoritmos y mantener la plataforma. Una “gente respetable” que no tiene nada que ver con el producción de contenidos y, que, por lo tanto, tampoco tiene que aguantar el estigma asociado a él.

    Ronson apunta hacia la desaparición de una industria en la que cada vezresulta más difícil la profesionalización, y que cada vez produce menos nuevos contenidos. “Muchos actores porno han tenido que recurrir a la prostitución para pagar el alquiler”, recuerda el escritor. “Cada vez más productores tienen que cerrar el negocio”. El panorama que pinta es poco halagüeño a medio plazo, tanto para unos como para otros. Para los antiguos creadores de contenidos, porque han tenido que bajar el listón para poder seguir manteniéndose, y para el resto, porque acaparar la distribución puede servir durante un tiempo, pero que necesitan nuevos productos para conseguir que la máquina siga corriendo. ¿O quizá no?

    Ikea: externalizar, comprar, subcontratar

    La respuesta puede encontrarse en otra industria muy diferente. La de los muebles, que ha sido acaparada por el gigante sueco Ikea durante las últimas décadas. El secreto de su éxito ha tenido poco de secreto, valga la redundancia. Como ocurre más o menos con otras firmas que han arrasado como Zara, ofrecediseño de primer nivel a precios bajos, algo que solo es posible gracias a una estrategia 'low cost' en la que el cliente es el que ensambla los muebles. Esta fórmula 'do it yourself' permite abaratar los costes de producción y acostumbrar al comprador a asumir un trabajo que hasta entonces no tenía que hacer. Al fin y al cabo, su lema siempre ha sido “juntos ahorramos dinero.

    Así visto, la última decisión que la cadena sueca ha tomado podría parecer un paso atrás, ya que consiste en adquirir TaskRabbit, una startup de Silicon Valley que conecta al cliente con trabajadores “manitas” que se ofrecen a solucionar problemas cotidianos, entre los que se encuentra, cómo no, montar los muebles adquiridos en Ikea. Pero hay un factor sustancial que marca la diferencia. Ikea no ha creado un departamento de ensamblaje, sino que ha diversificado su negocio introduciendo la posibilidad de que el comprador pueda disponer de forma externa de los servicios de los 60.000 autónomos apuntados a TaskRabbit en 40 ciudades de EEUU.

    En otras palabras, es una zambullida en la 'gig economy' de tal manera que al final se obtiene lo mismo, pero de otra manera (más barata para la empresa y peor para el trabajador). Si antes el fabricante de muebles debía montar el producto y proporcionar asistencia desde su estructura fija, ahora el negocio es doble. Por una parte, producir el mueble y, por otra, ofrecer la posibilidad de montarlo a través de un tercero que, para más inri, no disfruta de los beneficios de ser un empleado convencional de la compañía. Como recordaba 'The Wall Street Journal', esta es una importantísima ventaja competitiva para Ikea, que debido a su posición acapara este nuevo mercado.

    La nueva estrategia del gigante azul y amarillo. (Reuters/Neil Hall)

    Hay un último factor decisivo en este movimiento, y es que TaskRabbit permite conocer muy bien al cliente que solicita sus productos, algo que Ikea desconoce en lo que respecta a los servicios asociados con las tareas del hogar. Es algo similar a lo que ocurre con Pornhub, cuya ventaja competitiva respecto a las productoras es que, por su propia naturaleza, es capaz de conocer mucho mejor los gustos de los visitantes de la página gracias a la información que recaban, por lo que resulta más fácil ofrecer un producto a su medida. Si, como asegura Ronson, las alternativas son o desaparecer o “desplazarse hacia gustos y fetiches de nicho”, quien tiene la capacidad de personalizar sus servicios porque conoce al cliente tiene el poder.

    Los cinco jinetes del Apocalipsis

    Un reportaje publicado en 'Alternet' hace unos años recordaba que la mayoría de expertos coincide en cinco factores que explican la crisis de la industria pornográfica. Desde entonces hemos visto cómo muchos de ellos podían aplicarse a otros sectores, no tan solo de la industria del entretenimiento. Es posible, por ejemplo, que los problemas del 'copyright' o la abundancia de páginas “gratis” tan solo afecte a estas (aunque también debemos recordar que muchas firmas de moda explotan, cuando no directamente plagian, los diseños de otras más caras), pero otros tienen su eco en otros ámbitos.


    Se trata de la pérdida de poder adquisitivo a nivel global y, junto a ella, el boom de las alternativas 'low cost' que ofrecen productos un poco peores a un precio mucho más bajo. Desde Ryanair a Primark, estas alternativas han funcionado en el corto plazo aprovechando las necesidades económicas del consumidor. Como recordaba el periodista, es muy difícil (o imposible) competir con algo que es gratis, puesto que el argumento esgrimido –“perjudicas a los trabajadores”– suele ser inútil. Una de las chicas aficionadas al porno que entrevistó dijo que nunca se aprendía los nombres de los actores porque “es como cuando matas a un ciervo, si le pones nombre luego no puedes comértelo”.

    Aún más llamativo es lo que el reportaje identificaba como “la facilidad de producir vídeos DIY ('do it yourself') amateur”, en cuanto que utiliza la misma terminología que la propia Ikea. El primer paso, por lo tanto, es hacer desaparecer la frontera entre cliente y creador; si en la tienda de muebles el comprador ha de asumir una parte del proceso de la que tradicionalmente se había encargado la propia empresa, en el porno es el propio espectador quien se convierte en creador de contenidos. Como recuerda Ronson, lo que ocupará el espacio de esos contenidos en desaparición es “porno amateur en teléfonos móviles”. El segundo paso es más peligroso para millones de personas: la asunción por parte de no profesionales o trabajadores precarios de ese trabajo, ya sea hacer el amor delante de la cámara o interpretar el rol de manitas.

    FUENTE: https://www.elconfidencial.com/alma-...abajo_1457949/
    raolbo dio el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  9. #69
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    La historia de cómo CAPTCHA y ReCAPTCHA mejoraron a Google

    Por Paloma Beamonte 21/10/17 - 10:00

    Estas letras ilegibles permitieron digitalizar toda la hemeroteca del 'The New York Times' y los libros en Google Books; ahora sirven para mejorar Google Maps.



    Giphy

    ¿Quién no ha tenido que traducir esas letras onduladas para demostrar que no es un robot?
    Estas letras cuasi ilegibles nos han dejado mucho más beneficios de lo que podríamos haber imaginado.

    Quizás el más trascendental es que permitieron digitalizar toda la hemeroteca del The New York Times y los libros en Google Books. Más recientemente, Google Maps las usa para corregir direcciones y señales, pues ayuda a entender los letreros de puertas, tiendas o coches en calles. Sin embargo, como casi todas las cosas en sus inicios, aún tenía un largo camino por recorrer antes de convertirse en lo que llegaría a ser.

    El CAPTCHA original, ese que te pide que escribas en un recuadro las letras distorsionadas que aparecen en una imagen con un sombreado oscuro o a veces junto con una secuencia de números o ambas, fue inventado en 1997 por dos grupos que la desarrollaron en paralelo. Esto, como era de esperarse, suscitó cierta controversia.
    Por un lado, Mark D. Lillibridge, Martín Abadi, Krishna Bharat y Andrei Broder, lo hicieron para AltaVista con el fin de evitar que robots agregaran su URL a su motor de búsqueda web, pero su patente era de 1998. Por otro lado, Eran Reshef, Gili Raanan y Eilon Solan, quienes trabajaban para Sanctum en Application Security Firewall, se quedaron con la autoría debido a que hicieron la solicitud de la patente en 1997.
    CAPTCHA significa prueba de Turing completamente automática y pública para diferenciar ordenadores de humanos. El término fue acuñado hasta el 2003 por el guatemalteco Luis von Ahn, el venezolano Manuel Blum y el estadounidense Nicholas J. Hopper de la Universidad de Carnegie Mellon junto con John Langford de IBM.

    En un principio, el sistema de verificación humana era comúnmente utilizado antes de enviar un correo electrónico, publicar un comentario, comprar un boleto de avión en línea o incluso para ingresar a un sitio web. Pero probablemente era más fácil para un ordenador, o los mismos bots contra los cuales protegía, que para una persona poder distinguir entre una "i", una "l" o "L" en aquél entonces. Por eso los CAPTCHA originales pasaron a la historia como esa colección de letras aplastadas, estiradas, garabateadas, corrugadas o con manchas de color, que te hacían creer que tal vez lo que necesitabas eran unas gafas con mayor aumento.


    Matthew Oliphant


    Con el tiempo, los piratas informáticos consiguieron que sus bots burlaran la entonces avanzada tecnología del CAPTCHA. Así que las ya de por sí engorrosas letras tuvieron que irse haciendo cada vez aún más intrincadas.

    Entonces, von Ahn y su equipo se pusieron nuevamente manos a la obra, esta vez junto con la ayuda de Ben Maurer, Colin McMillen y David Abraham, para desarrollar la siguiente fase de este sistema de verificación que nació en el 2009: el reCAPTCHA, el cual funciona de la misma manera que su antecesor, pero añade una segunda palabra que parece sacada de un libro antiguo y que usualmente es mucho más fácil de leer que la otra. La prueba de fuego fue que un escáner computarizado no consiguió leerlo correctamente.

    vlima.com


    Una persona tarda en promedio 9 segundos en resolver un reCAPTCHA. Esta segunda palabra no hizo más fácil descifrar el CAPTCHA. De acuerdo con Von Ahn, una persona tarda en promedio nueve segundos en resolver un reCAPTCHA con una tasa de éxito del 92%, mientras que la tasa de éxito era del 97% en el 2000. Sin embargo, una de las mejoras es que conforme el sistema de verificación detectaba que menos bots intentaban acceder, las letras se iban distorsionando menos.
    reCAPTCHA y la digitalización de textos

    Que reCAPTCHA usara palabras que parecían sacadas de un libro no fue mera coincidencia, ya que comenzaba el auge de la digitalización de textos. En el proceso para escanear y digitalizar libros y otros materiales impresos, aproximadamente un 20% de las palabras parecían intrínsecamente distorsionadas, siendo ilegibles para los programas de reconocimiento óptico de caracteres (OCR, por sus siglas en inglés). Entonces, reCAPTCHA entró en acción.

    El sistema de verificación humana aprovecha dicha falla en el proceso de digitalización
    , pues cada imagen se construye utilizando una de estas palabras intrínsecamente distorsionadas como punto de partida. La imagen se distorsiona aún más añadiendo líneas y deformaciones aleatorias. Finalmente, reCAPTCHA junta esta imagen con otra imagen de la palabra distorsionada también tomada de algún material impreso. El resultado final es un CAPTCHA que, aunque legible y descifrable por humanos, es más complejo y más difícil de leer para los ordenadores.

    via GIPHY


    reCAPTCHA transcribió el equivalente a 17.600 libros en su primer año. El tiempo humano colectivo y la energía mental empleada por millones de usuarios cibernéticos para resolver y escribir CAPTCHA fue conceptualizado por von Ahn como computación humana. Tan solo en el primer año luego del lanzamiento de reCAPTCHA, fue usada para descifrar y transcribir correctamente más de 440 millones de palabras, aproximadamente el equivalente a 17.600 libros, con una precisión del 99.1%.

    La adquisición de reCAPTCHA por Google


    En septiembre de 2009, el gigante tecnológico adquirió reCAPTCHA con el objetivo de digitalizar todos los libros disponibles en su biblioteca: Google Books. Asimismo, como mencionamos al principio, uso el sistema para digitalizar toda la hemeroteca del The New York Times.

    En 2014, Google creó un algoritmo capaz de resolver sus propios CAPTCHAS con una precisión del 99.8% y lo utilizó para analizar automáticamente los signos y números de casa fotografiados por las cámaras de Street View. Es así como logró que las imágenes encajaran con mayor precisión con las locaciones en Google Maps. Sin embargo, el nuevo sistema de análisis sólo consiguió identificar un 90% de los textos y un 96% de los números en las imágenes obtenidas.

    CAPTCHA reCAPTCHA analiza el comportamiento en línea de las personas y sólo pide responder 'No soy un robot'. Así que Google desarrolló el No CAPTCHA reCAPTCHA, el cual analiza el comportamiento de las personas en línea antes de llegar al punto de control de seguridad que emplea el sistema de verificación humana. Mientras tú navegas una página, este algoritmo invisible monitorea cómo interactúas con el contenido para determinar si eres un humano o un robot. En vez de pedirte que escribas las palabras en la imagen mostrada, simplemente te pide responder dentro de una casilla: "No soy un robot".

    via GIPHY


    Si el programa cree que eres un humano, al marcar la casilla te permite continuar, pero si sospecha que se trata de un spambot, marcar la casilla no será suficiente. En estos casos, se abrirá un nuevo desafío, como identificar a todos los gatitos en una matriz de fotografías.

    Sin duda, No CAPTCHA reCAPTCHA será superado eventualmente por los hackers detrás de los spambots. Pero no hay nada de que preocuparse, todo apunta a que en el futuro Google tendrá un nuevo método de verificación que lo más probable tenga que ver con la inteligencia artificial, como el deep learning. ¿Cómo crees que derive la evolución del sistema de verificación humano? Estamos ansiosos por descubrirlo.

    FUENTE: https://hipertextual.com/2017/10/his...joraron-google
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    El hombre que intenta protegernos de la manipulación y la falta de ética de las redes sociales

    Tristan Harris está convencido de que Facebook, Google, Twitter y el resto de plataformas sociales están diseñadas para persuadir al usuario hacia sus propios objetivos en lugar de intentar que el mundo sea un lugar mejor y las personas se acerquen a sus objetivos vitales


    • por Rachel Metz | traducido por Patricia R. Guevara
    • 23 Octubre, 2017


    Si usted, como casi todo el mundo, posee un teléfono inteligente, es posible que tenga la sensación de que las aplicaciones de la era del ordenador de bolsillo están diseñadas para acaparar su atención durante el mayor tiempo posible. Pero puede que no sea consciente de que lo hacen cada vez que teclea, que desliza la pantalla o que recibe una notificación.

    Tristan Harris cree que eso es justo lo que está sucediendo con los billones de personas que usamos redes sociales como Facebook, Instagram, Snapchat y Twitter, y se ha propuesto ofrecernos posibles soluciones o, al menos, hacernos ver que esta manipulación ya está en marcha.

    Harris, que anteriormente fue gerente de productos reconvertido en especialista de diseño de Google, dirige una organización sin ánimo de lucro llamada Time Well Spent (Tiempo Bien Invertido). El organismo se centra en la naturaleza adictiva de la tecnología y en cómo las aplicaciones pueden diseñarse mejor, persigue la promoción pública y respalda estándares de diseño que tienen en cuenta lo que es bueno para la vida de las personas, en lugar de limitarse a maximizar el tiempo que pasamos en la pantalla. Aunque últimamente se está alejando de Time Well Spent hacia una nueva iniciativa (todavía sin nombre), para tratar de que la industria tecnológica asuma la responsabilidad de la forma en la que nos convence de pasar el mayor tiempo posible conectados, con tácticas que van desde snapstreaks de Snapchat a vídeos de reproducción automática en sitios como YouTube y Facebook.

    Harris alerta: "Lo que nos estamos haciendo es invisible. Pero es como una crisis de salud pública. Como los cigarrillos, excepto porque se nos brindan tantos beneficios que la gente no puede ver y admitir la erosión del pensamiento humano que está ocurriendo al mismo tiempo".


    Defiende que, dado que los modelos de negocio de las empresas de tecnología dependen en gran medida de los ingresos por publicidad, su mayor interés no es instarnos a cerrar las redes sociales y salir con amigos. No está diciendo que Facebook (o cualquiera de sus semejantes) sea malo, ni que debamos dejar de usar nuestros teléfonos inteligentes. Pero después de pasar años dentro de la industria tecnológica (se unió a Google en 2011 cuando compró la start-up que él cofundó, una compañía de búsqueda en páginas web llamada Apture), sostiene que son las máquinas de persuasión social más poderosas jamás construidas, y está preocupado acerca de cómo las estamos utilizando. O, para ser más exactos, de cómo nos están utilizando.

    Es una preocupación cada vez más real. Pese a todas las grandes cosas que la tecnología móvil permite, un creciente campo de investigación sugiere que el uso de redes sociales como Facebook, Instagram, Snapchat y Twitter puede tener consecuencias negativas, como aumentar las posibilidades de depresión o aislamiento social. De hecho, simplemente el hecho de tener su teléfono alrededor podría reducir su capacidad cognitiva.

    Para difundir su mensaje, Harris está trabajando con colegas, incluido el inversor de capital riesgo y primer inversor de Facebook y Google, Roger McNamee, que recientemente afirmó que se arrepentía de haber hecho estas inversiones.

    También se está convirtiendo en experto en hablar en público:la charla TED que dio en abril tiene aproximadamente 1,5 millones de reproducciones. Cuando le vi por primera vez frente a una sala de conferencias repleta en la Universidad de Stanford (EEUU) en una noche de otoño, Harris parecía estar en su salsa. Estaba dando una clase sobre inteligencia artificial y sociedad con una presentación titulada Construyendo una inteligencia artificial para la atención humana. No era el escenario más glamuroso. Mientras que Stanford es un bastión frondoso, expansivo y costoso del conocimiento de Silicon Valley (EEUU), ésta sala de conferencias en particular no tenía ventanas y los pupitres eran viejos e incómodos.

    Pero si la historia es un indicador, éste es uno de los mejores lugares para llegar a la gente con la que Harris espera conectar: estudiantes brillantes que bien podrían ser los líderes tecnológicos del mañana (eso era algo que debía saber, ya que él mismo había sido alumno de Stanford y cuenta entre sus amigos a algunos famosos graduados en tecnología de la institución, como los fundadores de Instagram Kevin Systrom y Mike Krieger).

    Incluso en ese escenario, Harris era carismático y su mensaje, inquietante pero mesurado.Durante más de una hora, mantuvo la atención de los estudiantes mientras hablaba sobre la carrera de la industria tecnológica para atraer la atención y sus técnicas para enganchar a los consumidores, recitando estadísticas como que ahora hay más personas en Facebook que musulmanes en el mundo.

    "La pregunta es: una vez que comienzas a monopolizar el pensamiento de las personas, ¿de verdad eso es bueno para la sociedad? ¿A qué puede ser vulnerable? ¿Qué podría salir mal?", preguntó.

    Me surgieron algunas preguntas después de oírle hablar. Al principio, me pareció que la retórica de Harris era interesante pero innecesariamente alarmista. Por supuesto, llevo años usando Facebook, Twitter, Instagram y Google. Dependo de ellos por lo mucho que colecciono y disemino información cada día (buscando consejos e historias, manteniéndome en contacto con amigos y familiares, publicando bonitas fotos y vídeos de mi bebé, leyendo noticias, etcétera). Me preguntaba, ¿realmente es tan malo? ¿Realmente estoy siendo controlada o influenciada de alguna manera?

    Pero después de la charla de Harris en Stanford, comencé a pensar mucho más sobre cómo me obsesionan los anuncios que se reproducen automáticamente de sujetadores y zapatos que quiero comprar. Y sobre cómo me siento cuando recibo una notificación en mi smartphone de que alguien me ha dado un me gusta o ha retuiteado una de mis publicaciones en Facebook, Instagram o Twitter. Definitivamente, hay una pequeña descarga en mi estómago y un ¡plim! en mi cerebro, y la verdad es que me gusta. Lo anhelo. Incluso, después de poner una foto de mi bebé particularmente adorable o una actualización de estado inteligentemente redactada, obtener una de estas notificaciones inevitablemente me induce a abrir la app para ver lo que está sucediendo. ¿Voy a seguir dando me gusta a las fotos en Facebook, retuiteando chismes divertidos en Twitter y alimentando la inteligencia artificial que dirige estas redes hasta que me desplome y muera?

    Al día siguiente, me reuní con Harris y hablé con él acerca de todo esto durante un almuerzo. No tenía ninguna solución fácil para mitigar mis miedos, pero sí me ofreció su visión sobre cómo podrían ser los sitios como Facebook si no estuvieran diseñados para captar la atención del usuario, sino para servir a la sociedad (que, si lo piensas bien, suena en concordancia con la visión original del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg).

    El Facebook que tenemos ahora ha ayudado a muchas personas a conectarse y comunicarse de manera positiva, pero también ha provocado otras cosas, como la intervención rusa en las últimas elecciones presidenciales de EEUU. "El problema es que éstas son las consecuencias no deseadas de unas estrategias bien intencionadas", dice McNamee, quien se describe a sí mismo como el "copiloto" de Harris.

    Harris se pregunta qué pasaría si el contenido que se ve en Facebook incluyera formas de hacer que el mundo, o al menos su comunidad, fuera mejor o mejorara su vida. Según su visión de una red social con una especie de persuasión ética incorporada,Facebook podría hacer cosas como sugerir varias formas específicas en las que puede ayudar con el cambio climático, como bajar la temperatura base de su calentador unos pocos grados o instalar paneles solares en su techo. Tal vez te alentaría a reunirte con gente de Facebook en persona para hablar sobre política en directo.

    "Todo esto es muy difícil de imaginar porque lo que aparece en el muro de las redes sociales es, básicamente, lo que el usuario consume, otros artículos que puede leer o vídeos que puede ver, en lugar de cosas que podría hacer para acercarse a la vida que quiere vivir", dice.

    Y aunque podría decirse que la gente ya hace lo que quiere en Facebook, Twitter, Instagram y otras redes sociales, y representa sus preferencias mediante clics y sus elecciones con las personas y las fuentes de noticias que sigue, Harris no cree que poseamos el control de las redes sociales tal y como son ahora.
    Su argumento continua: "Todo lo que [Facebook] sabe sobre mí puede usarse para persuadirme hacia un futuro objetivo. Eso es muy poderoso: sabe exactamente qué me convencería, porque ya lo ha hecho en el pasado".

    En particular, las herramientas de persuasión pueden ser aún más poderosas para los anunciantes: según algunos informes, Facebook está dejando que algunas marcas intenten filtrar en publicaciones y comentarios públicos (sin sus nombres de usuario) para ayudarlas a orientarse en sus usuarios.


    Me puse en contacto con Facebook para saber si estaba trabajando en algún proyecto relacionado con la persuasión ética; no respondió.


    No obstante, Harris no está esperando a ver lo que hace Facebook. Junto a McNamee, trabaja en la defensa política para hacer que la sociedad sea más consciente del control que tienen las grandes empresas tecnológicas sobre los usuarios. McNamee explica que su misión consiste en "estimular la conversación" sobre el papel apropiado de los monopolios de la plataforma de internet en la sociedad, y que han estado hablando con personas, pero no dirá nombres. Harris también espera que los empleados de las empresas de tecnología se interesen más por su trabajo. Eso ya ha ocurrido en algunos casos, especialmente una vez que las personas dejan sus puestos.

    "Las empresas no van a cambiar solas", concluye.

    FUENTE: https://www.technologyreview.es/s/96...a-de-las-redes
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Este artículo titulado "Internet contra la democracia" me ha parecido interesante. No estoy de acuerdo con la crítica a internet por poco democrático. De hecho, el problema de internet es que es demasiado democrático y da voz a demasiada gente. Luego eso lo aprovechan los demagogos para manipular y dirigir a las turbas, pero como suele ocurrir en las democracias liberales. Tampoco estoy de acuerdo con el tono optimista que adopta el artículo. Pero creo que es un artículo a tener en cuenta. Cito un fragmento en el que enumera los inconvenientes de la digitalización:

    Inconvenientes de la digitalización

    La mediatización de las sociedades refuerza la sujeción de la democracia a la ley de los grandes números: en la esfera pública digitalizada tiene lugar una guerra de significados y quien consigue imponer los suyos –al definir el patriarcado, evaluar la Transición española o explicar la crisis– obtiene un capital político traducible en votos o influencia. Perception is king. Por tanto, los efectos negativos de las redes sociales sobre la conversación pública cuentan debido a su escala: si diez vecinos creen una noticia falsa, no tiene importancia; si lo hacen diez millones, es otra cosa. A grandes rasgos, esos efectos son los siguientes:

    1. Balcanización: tendencia a consumir noticias modeladas con arreglo a preferencias políticas preexistentes. Los ciudadanos habitan burbujas cognitivas donde consumen información y se relacionan con personas alineadas ya con sus creencias. Esta estructura comunicativa tendría la consecuencia de reforzar la tendencia natural del sujeto al tribalismo moral, o adhesión irreflexiva al propio grupo.

    2. Posfactualismo: tendencia por la cual los hechos han perdido fuerza persuasiva frente a las emociones y las creencias, que tendrían así más fuerza para determinar las decisiones políticas de los individuos. Los algoritmos empleados por los grandes agregadores de noticias, de Google a Facebook, habrían reforzado este efecto al primar nuestra exposición a las noticias provenientes de medios o usuarios afines. El sesgo de confirmación que nos hace sentir bien cuando leemos algo con lo que estamos de acuerdo opera aquí, pues, a pleno rendimiento.

    3. Fake news/conspiracionismo: la horizontalidad de la comunicación digital estaría facilitando la circulación de noticias falsas y teorías conspiratorias, que se difunden –sin pasar por ningún filtro epistémico o arbitral– entre personas o grupos interconectados que comparten un mismo sistema de creencias o preferencias electorales.

    4. Poscensura: restricción no reglada de la libertad de expresión que tiene lugar debido a la agresividad con que muchos usuarios se conducen en las redes sociales, procediendo a sofocar de manera espontánea las opiniones con las que discrepan. Es lo que Byung-Chul Han denomina “democracia de enjambre”. Aunque no es censura en sentido estricto, pues esta última solo pueden ejercerla las autoridades, esta falta de civilidad restringe de facto la libertad de palabra y convierte las redes sociales en el imperio del exaltado.

    5. Desintermediación: decadencia de las instituciones que solían controlar o filtrar la información que llegaba hasta los ciudadanos en la fase horizontal de la comunicación de masas, desde los partidos políticos a los críticos gastronómicos. Los mediadores tradicionales están perdiendo terreno frente a una nueva forma de relación entre el ciudadano y el líder político, como podemos ver en el caso Trump, o entre el ciudadano y otros ciudadanos (ya sean tuitstars, blogueros u opinadores que vierten sus juicios en plataformas ad hoc). Esta desintermediación se manifiesta también en la crítica a los mecanismos representativos y la condigna defensa de una participación más directa por medio de procedimientos asamblearios o plebiscitarios.

    6. Personalización electoral: como si fuera el reverso del Daily Me que para Nicholas Negroponte permitiría a cada lector personalizar su consumo diario de noticias, los estrategas electorales han empezado a usar los datos masivos y las comunicaciones digitales para personalizar el mensaje que dirigen a grupos sociales particulares (madres solteras, divorciados sin empleo, hipsters urbanos). Se acentúa con eso la fragmentación del cuerpo social que parece marca de fábrica de la democracia en la era digital.

    Puede así apreciarse que, como sugiere el Oxford Internet Institute, las redes sociales no son meras fuentes de información, sino que proporcionan la nueva estructura de la conversación política. Se trata de tecnologías que fomentan nuestros instintos más tribales, reduciendo la diversidad de opiniones a las que nos vemos expuestos, facilitando la “exposición selectiva” a las noticias y puntos de vista que encajan con los nuestros.


    Aunque se plantea como una crítica al Papa Francisco, este artículo sobre "La herejía de la imagen" publicado en Adelante la Fe también aborda cuestiones interesantes:

    La herejía de la imagen, como pretende el título, daría la razón al discutible axioma de que una imagen vale más que mil palabras, muy utilizado por propios y ajenos cuando la imagen utilizada es casi unívoca en su interpretación. Sin embargo, la experiencia se opone. La experiencia de los últimos cincuenta años bajo el despotismo de la pantalla (o de las Redes, como se llaman hoy a las pseudo-comunicaciones, pseudo porque carecen del criterio en su emisión o recepción), me refiero, donde la imagen puede distorsionar tanto la realidad de las cosas que ni con mil palabras logro cambiar la direccionalidad de la sensación.

    Miremos un ejemplo en dos partes. Primera parte: cuando la gente vio la película “Pena de Muerte” con Sean Penn y Susan Sarandon, enseguida los públicos se instalaron en la vereda contraria de tal castigo extremoso alegando el arrepentimiento del violador y asesino, la dulzura de la cuasi-monja con la Biblia en la mano llevando el arrepentimiento y el amor mutuo al condenado, y sobre todo, viendo el momento en que le inyectan los venenos letales. La imagen fuerte los hizo pensar en contra de la pena de muerte.

    Segunda parte del ejemplo: cuando a fines de los 90 se estrenó A time to kill –Tiempo de matar- con Sandra Bullock y Samuel L. Jackson, ninguno de los argumentos que el Director intentó esgrimir contra la pena de muerte surtieron efecto debido al terrible hecho (y con todo, evitado en las imágenes), de la violación y muerte de la nietita del negro de sólo nueve añitos por los skinhead –cabezas rapadas- racistas. Todos clamaban por la pena máxima para los autores y no para Samuel Jackson que vengó a su nieta. La imagen fuerte los hizo pensar a favor de la pena de muerte.

    Es decir, las mismas audiencias que se oponían a la pena de muerte por la belleza de la imagen, fueron las mismas audiencias que estuvieron a favor de la pena de muerte por las terribles imágenes. Conclusión: imbéciles, etimológicamente (sine báculo), gente sin apoyo crítico, audiencias sensuales y sensibilizadas que suplen el criterio por la emoción, generalizando. No importan los argumentos, importan los estímulos que pinchan las pasiones. Y, como furgón de cola, la inteligencia viene a asumir que lo sentido, lo sensado, lo sensualizado es la realidad de las cosas. Si me cae bien y me gusta, entonces es verdadero; si me cae mal o es feo, luego es mentira, es imposible, no es humano. El placebo sustituyendo al medicamento.

    ¿Y esto será así sólo en el orden del consumismo cinético? Vemos que no. Vemos que se vende el error de crimen sin castigo y castigo como venganza impregnados de azúcar o de vinagre, según convenga. Pocos “verifican” la imagen, la mayoría la traga. Compran una pasta dentífrica porque “contiene frescura” y rechazan a un político porque las imágenes lo dibujan con ropas hitlerianas (caso Sadam Husein). Amalgama publicitaria para evitar que la gente piense. Si el político aparece con un bebé en brazos, luego es un hombre paternal y amable. Pero si otro político aparece con bigotitos nazis, dibujados por el fotoshop, pasa automáticamente a ser un político malo en la apreciación de las masas. ¿Y la verificación? Bien, gracias.

    Es decir, la imagen sí contiene mensaje distorsionante de la realidad cuando no es contextualizada, explicada por la palabra (luego no vale más que ésta); palabra que debería exigir el criterio en el receptor para consumir dicha imagen, sea cual fuere la imagen, porque hasta la más sana puede ser percibida malignamente por el receptor y hasta, a veces no debería usarse (como ejemplo espantoso, recuerdo la imagen más preciosa con la que los seres humanos sanos solemos enternecernos , la de los niños, y cómo los depravados que utilizan internet para el tráfico de pedofilia ven otra cosa; los papás desprevenidos –sine báculo- no caen en la cuenta del peligro cuando suben fotos de sus hijitos).

    No es cierto que la imagen valga más que mil palabras, salvo que yo desee que la gente “compre” dicha imagen sin pensar. Entonces soy manipulador (manus) de las libertades como el mago de circo –ejemplo inocente- que señala el sombrero mientras esconde el truco con la otra mano, y no un comunicador de realidades complexivas que ayudan al juicio crítico.

    ARTÍCULO COMPLETO: La herejía de la imagen. A mayor necedad, mayor manipulación - Adelante la Fe


    Creo que es preferible citar fragmentos cortos antes que artículos enteros, salvo que estos sean redondos. A partir de ahora procuraré hacerlo así.
    Última edición por Kontrapoder; 07/11/2017 a las 23:22
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    El expresidente de Facebook: "Dios sabe qué están haciendo con el cerebro de nuestros hijos". (Negritas originales).

    El expresidente de Facebook: "Dios sabe qué están haciendo a los cerebros de nuestros hijos" - 20minutos.es


    Sean Parker, expresidente de Facebook y uno de los fundadores de la red social por excelencia, ha expresado sus temores acerca de la consecuencias que el uso de esta red social puede tener en sus usuarios: "Dios sabe qué está haciendo a los cerebros de nuestros hijos", recoge The Guardian.

    Parker, que se hizo millonario con la compañía y ahora dirige el Instituto Parker de Inmunoterapia contra el Cáncer, participó esta semana en un evento en Philadelphia esta semana. En esta cita, explicó que los fundadores de Facebook eran plenamente conscientes de que estaban creando algo adictivo.

    El millonario relató cómo en los primeros días de Facebook, algunos críticos decían que la gente preferiría las relaciones personales a las digitales. "Yo les decía, 'ok, pero sabes qué... al final estarás". "No sé si entendía realmente las consecuencias de lo que decía", explicó Parker.

    (Facebook) literalmente cambia tu relación con la sociedad. Probablemente interfiere con tu productividad de maneras extrañas. Solo Dios sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos", añadió. Según Parker, durante el desarrollo de Facebook tenían como objetivo "conseguir que consuman tanto tiempo y atención consciente como sea posible". Para eso crearon el botón de 'Me gusta', que según él, ofrece al usuario "un golpe de dopamina" que le empuja a compartir más contenidos.
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    Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)

  13. #73
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    La máquina de escribir de Nietzsche

    Publicado por El Librero Callejero el 24 octubre, 2017



    En 1882 el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, harto de batallar con unos dolorosos problemas de vista que amenazaban la continuación de su obra, adquirió una máquina de escribir esférica Malling-Hansen. Tecleando al tacto, con los párpados cerrados -pensó-, sus ojos encontrarían descanso. Y así fue. Pero lo que el autor de Así habló Zaratustra no podía sospechar entonces era que su forma de escribir se vería sensiblemente modificada por la introducción de la mecanografía. “Bajo el influjo de la máquina -señala el literato experto en comunicación y tecnología Friedrich A. Kittler- la prosa de Nietzsche cambió de argumentos a aforismos, de pensamientos a juegos de palabras, del estilo retórico al telegráfico”. Un compositor amigo de Nietzsche -Heinrich Köselitz- se dio cuenta de este cambio de estilo. “Puede que con este nuevo instrumento te adaptes a nuevos giros idiomáticos”, le escribió al filósofo en una carta. Y le hizo notar que de acuerdo a su propia experiencia, cuando escribía o componía música, sus ideas solían depender de la calidad de la pluma y el papel. “Tienes razón -le contestó Nietzsche-, nuestros instrumentos de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos“.

    En su obra de culto 1984, George Orwell describe una sociedad futura en la que un poder centralizado controla las vidas y pensamientos de todos los ciudadanos. Y una de las medidas para lograrlo es la implantación oficial de la neolengua, una lengua artificial -abreviada, podada, simplificada y desprovista de matices- creada para el uso cotidiano de la población. “La finalidad de la neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable”, profetizaba Orwell en las páginas de su novela.

    Hoy en día, la costumbre nos ha habituado a leer y visualizar únicamente pequeños fragmentos aislados de información: textos, vídeos, imágenes y archivos de audio inconexos que aparecen y desaparecen de nuestra vista a toda velocidad, sin dejar ni rastro, sin conceder el menor respiro para una contemplación sosegada, y menos aún para una reflexión posterior que nos permita asimilar adecuadamente todo aquello que hemos deglutido. Todo en los entornos virtuales en los cuales nos desenvolvemos diariamente está configurado así: las noticias de los diarios digitales no sobrepasan la categoría de breves bocados de información subdesarrollada; las aplicaciones de mensajería instantánea (WhatsApp, Telegram, Messenger) reducen las conversaciones a frases telegráficas y emoticonos que pretenden ‘resumir’ gráficamente nuestro complejo sentir en un momento dado; entornos universalmente extendidos como Facebook o Twitter están concebidos precisamente como una vía de expresión abreviada al mínimo posible, limitación de caracteres incluida.

    Con estos y otros ladrillos de similar calidad estamos construyendo nada menos que la estructura de nuestro ‘nuevo pensar’. Los resultados saltan a la vista: una mente incapaz de concentrarse, incapaz de afrontar la lectura de un vulgar libro, incapaz de permanecer tranquila en un simple estado de espera.
    —–
    Extraído del libro Sal de la Máquina.
    Artículo relacionado: ¿Están los smartphones volviéndonos estúpidos?

    FUENTE: https://saldelamaquina.wordpress.com...-de-nietzsche/
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    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    “Un smartphone para gobernarlos a todos…”

    Publicado por El Librero Callejero el 19 septiembre, 2017

    “No se puede negar que el ser humano moderno -nos referimos al nacido y criado en la sociedad de consumo- presenta una clara tendencia a la compulsión. Justo es reconocer que todo en nuestro ambiente confabula para convertirnos en adictos. La doctrina del ‘Consume hasta morir’, instaurada en la década dorada de los años cincuenta y propagada sin descanso en cada hogar del mundo desde ese nuevo altar doméstico que fue la televisión, se ha incrustado de tal forma en nuestra mentalidad que a estas alturas obedecemos sus dictados instintivamente, como movidos por un impulso genético. La publicidad de masas se cuida de recordárnoslo miles de veces al día: sal y cómprate ahora mismo algo “un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”.

    La hiperactividad es el sacramento capital del credo consumista, y sus fieles lo practican con fervor. Cada tres minutos un nuevo producto entra en el mercado. No hay tiempo para detenerse: millones de artículos esperan su turno, rifándose nuestra atención, incitándonos a que les demos uso. A veces se dan las circunstancias propicias para que uno de estos productos pase al primer plano de los escaparates y conquiste rápidamente el favor del público. En nuestra era postindustrial, las más de las veces el podio se lo disputan los más recientes ingenios electrónicos. Y durante una larga temporada, que en ocasiones llega a prolongarse durante años, decenas de millones de consumidores se entregan a un uso frenético del último dispositivo de moda.

    Reentroncando con el tema que nos ocupa, en el teléfono celular hallamos un caso verdaderamente paradigmático de cuanto venimos exponiendo. Se cumplen ya veinte años largos de hegemonía de los móviles en nuestro país y el fenómeno no presenta síntomas de agotamiento. Es interesante recordar cómo ya en la década de los noventa nos manteníamos permanentemente apegados a nuestros viejos teléfonos celulares, enviando cientos de mensajes de texto a golpe de pulgar, anunciando telefónicamente nuestra inminente llegada en autobús o alimentando aquella maniática costumbre de hacer ‘llamadas perdidas’ a conocidos y familiares, como gesto de saludo en la distancia. Los nuevos smartphones simplemente han llevado esta tendencia adictiva al paroxismo. Todas las posibilidades convergen ahora en el mismo terminal, todo aboca a la constante contemplación de la pantalla, manteniéndonos así enganchados a la Máquina de manera permanente.

    Cada idea, cada apetencia, cada transacción puede ser encauzada a través de la app (aplicación) correspondiente, creada para ese fin y para todos los otros fines imaginables. Esto multiplica hasta el infinito el número de ocasiones propicias para agarrar el terminal y consultar su pantalla. Siempre y en todo momento hay algo que se puede hacer, mirar, comunicar, recibir o comprobar vía app. Y si por casualidad entramos en punto muerto, cabe recurrir a una última opción practicada por muchos: deslizar distraídamente el dedo por el menú inactivo del WhatsApp, mirando pasar en scroll las imágenes del perfil de los distintos contactos, revisando sin interés conversaciones ya leídas, hasta que un nuevo mensaje aparezca en pantalla y nos invite a continuar tecleando. No cabe imaginar un caldo de cultivo más propicio para el phubbing“.
    Extraído del libro Sal de la Máquina.

    FUENTE: https://saldelamaquina.wordpress.com...arlos-a-todos/
    Vainilla y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Una imagen NO vale más que mil palabras

    Publicado el 4 octubre, 2017 por Pepe Boza


    La validez e idoneidad de la imagen como medio de expresión artística a través de la fotografía, el cine, la pintura, etc… es incuestionable: del mismo modo que el lenguaje poético supera los límites de lo verbal para llegar donde las palabras no llegan, también en lo icónico la imagen artística va más allá de los límites de lo figurativo para expresar el misterio que se esconde detrás de la mirada.

    Sin embargo, la hegemonía de la imagen como instrumento generalizado de comunicación, expresión e información a lo largo del siglo XX a partir de la fotografía, el cine y sobre todo la televisión (y de la que el mundo digital se ha adueñado corrigiendo y aumentando su presencia social y su potencia de impacto) ha supuesto un enorme empobrecimiento intelectual y social siendo uno de los ingredientes básicos del pensamiento débil, de la postmodernidad, de la licuefacción de la discusión pública, de la emotivización de las relaciones, de la desinformación y, en fin, de la denominada postverdad, que es el eufemismo con el que se nombra la mentira institucionalizada que se genera, circula y amplifica en las redes sociales.

    Y es que las características de ambos medios de aproximación a la realidad para entenderla son radicalmente distintas. Compartiendo únicamente su carácter de manifestaciones exclusivamente humanas, la palabra pertenece al ámbito del pensamiento, de la racionalidad, del análisis, de la comprensión, de la profundización, de la prudencia, del alejamiento crítico y objetivo; desarrolla habilidades mentales relacionada con la concreción, la síntesis. El lenguaje verbal –oral o escrito- facilita el razonamiento, la fuerte articulación del pensamiento, la clasificación. Pero la palabra es densa, difícil: el lector, el escritor, el oyente o el hablante se enfrentan a un universo abstracto y estático, a signos alejados de la realidad visible, signos áridos cuya descodificación exige complejas operaciones mentales. Lo agradable del texto oral o escrito no está en lo que se ve, sino en su significado. El lector y el oyente se ejercitan en la paciencia, porque se les exige un placer postergado, que se alcanzan sólo a partir del esfuerzo. La lectura y el discurso exigen renunciar a una satisfacción inmediata por una satisfacción más lejana.

    En cambio, la imagen es el reino de la sugerencia, de la emoción, de la intuición. Se mide por su punch, por su capacidad de impacto. Se mueve en el reino de la emoción, la irracionalidad, la subjetividad, lo epidérmico y superficial. Ante ella, el espectador se enfrenta a signos concretos cercanos, materiales, gratificadores, que dan recompensa sin apenas esfuerzo y potencian un sentimiento de inmediatez e impaciencia. La imagen nos presenta un universo concreto y dinámico: el espectador, ante la pantalla, se somete a una hiperestimulación sonora y visual cada vez más trepidante para mantener su interés, de modo que esa vorágine de sensaciones acaba por hacerle aburrido todo aquello que es abstracto y estático como la lectura, pero no sólo como la lectura.

    Es cierto que el lenguaje es susceptible también de convertirse en un instrumento de manipulación, de reducirse a la simplicidad del slogan, de expresar mentiras que repetidas muchas veces acaban teniendo apariencia de verdad. Es precisamente el hecho de que nos apropiamos de la realidad conviertiéndola en signo lingüístico lo que hace que la manipulación de los significados permita cambiar la realidad a partir del cambio de significado de los términos que la nombran. Pero si esto nos puede suceder con la herramienta más idónea para el entendimiento, la capacidad de distorsión de la realidad a partir de las imágenes va casi implícita en su naturaleza y es inconmensurablemente mayor.

    Frente al optimismo visual que provocó en su día la televisión -esa ventana al mundo que nos “mostraba” realidades lejanas- y que de nuevo el mundo digital no ha hecho sino fortalecer, la preeminencia de la imagen no nos ha acercado a la realidad, sino que ha terminado creando una realidad mediática paralela que nada tiene que ver con ella. No es lo mismo ver que comprender. Ser testigo de lo que ocurre no es suficiente. Contemplar “en vivo y en directo” un acontecimiento no contribuye por sí mismo a explicártelo. La comprensión nos exige ir más allá de lo visto para analizar sus causas y consecuencias, contextualizarlo, proveerlo de datos, … pensarlo, en suma. Les suelo hacer ver a mis alumnos de secundaria la complejidad que se esconde en los veinte segundos que dura un spot publicitario y cómo es tan fácil de consumir como difícil de comprender: para dejarse influenciar por él no tenemos que hacer más esfuerzo que mirar. Comprenderlo, es decir, hacerlo nuestro, nos exige el trabajo de analizar su duración, el número de planos, la música y los textos verbales y escritos que contiene, el ritmo, el casting de los acotores que lo interpretan, el target al que va dirigido, los colores utilizados, los valores integrados para provocar nuestra identificación o nuestra empatía y que constituyen su significado… Finalmente necesitaremos seguramente más de mil palabras para poder convertir esos veinte segundos en pensamiento crítico y reflexivo que nos permita la libertad no de consumirlo, sino de entenderlo.

    Dejar de ser ciudadanos para convertirnos en espectadores nos hace especialmente vulnerables a todo tipo de burdas manipulaciones. Por eso la imagen es el elemento preferido de los creativos publicitarios, de la videopolítica, de los videomítines, de los videovalores transmitidos a través de la ficción y el entretenimiento visuales. Por eso su hegemonía se ha convertido un un verdadero problema y sus efectos han dado como resultado una verdadera patología social que daña la convivencia.

    Es paradigmático lo sucedido el día 1 de octubre en Cataluña que se puede resumir de este modo: no han sido los hechos lo que nos ha llegado a través de los medios visuales, sino sus imágenes. Los hechos necesitan de un discurso que los desarrolle, contextualice y explique; no son fotografiables; la imágenes “hablan” por sí solas, pero sólo de sí mismas.

    Una imagen NO vale más que mil palabras. Solo adquiere ese valor cuando somos capaces de decir mil palabras sobre ella.

    Referencias


    A propósito de “una imagen vale más que mil palabras”
    Verdu vs Sartori
    Videopolítica
    Post etiquetados como Palabra vs imagen


    FUENTE: http://www.medioambientesimbolico.as...-mil-palabras/
    Última edición por Kontrapoder; 11/11/2017 a las 23:33
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Tanto en periodistas como en lectores la sobrecarga informativa daña el periodismo reflexivo; la marea, la vorágine va en detrimento de los matices, de la contextualización, de la profundización, del análisis y, por lo tanto, de la comprensión.

    «¿Quién tiene tiempo de sopesar las palabras si, además de escribir, tiene que estar activo en Twitter y emitir vídeos en directo a través de Facebook Live?», observa Elizabeth Jensen, defensora del oyente de la radio NPR.

    Los antes lectores, han devenido en gallináceas: picotean mucho y leen muy poco; y sufren, además, las consecuencias psíquicas y físicas del durísimo y continuo empeñarse y despeñarse en el no perderse nada («Al hambre de clics de los medios se suman las ganas de comer de los lectores: siempre hay algo a lo que prestar atención. Se empieza por el picoteo de titulares y se acaba en el empacho informativo, alimentado por una amalgama de datos masivos, algoritmos, newsletters, feeds, likes, retuits»); llegar a todo, sin entender nada a fondo, una tensión ideológica, en palabras de Víctor Lapuente de El País, provocada por la exposición permanente y sin descanso a un “vendaval de estímulos informativos” que nunca descansan porque los llevamos a todas partes en el bolsillo y que, además, no nos ponen en contacto con diferentes versiones de la realidad, sino que nos radicalizan cada vez más en nuestras convicciones tal y como mostró Pariser en su libro El Filtro Burbuja que ya comentamos en este blog. Y nuestra radicalización es la de la sociedad. No basta con captar el escasísimo bien de la atención del lector, sino que hay que mantenerla enganchada, por lo que los medios tradicionales ya no median entre la realidad y sus lectores, sino que obsesionados por ofrecerles lo que piden son estos con sus clics lo que gobiernan la orientación de la información.

    «Internet nunca dice: vale, ya has tenido bastante; ahora, márchate», dice Nir Eyal, por lo que es imprescindible dominarlo personalmente: desinstalar Facebook y Twitter del móvil pasándolos al ordenador que no va con nosotros, sino al que hay que acudir para su consulta, y obligarse a leer un periódico en papel al día. Volver a la calma del papel, de la columna, del artículo, del reportaje, del cruce de opiniones.

    Del mismo modo que aumentan movimientos en contra de la comida rápida cada vez son más los que, como Dan Gillmor recomiendan un distanciamiento de la esclavitud de la última hora: «Llámenlo noticias lentas. Llámenlo pensamiento crítico. Llámenlo como quieran. Pero consideren practicarlo en su consumo de noticias y en su producción».

    ARTICULO COMPLETO: http://www.medioambientesimbolico.as...-sobrepasados/


    Otros lo ven de manera diferente. "Las redes sociales y, en general, las empresas de internet, no pueden reconocer mucha responsabilidad en materia de información política. Porque, si lo hacen, entran en una carrera cuesta abajo ya que se les va a exigir responsabilidad por muchas cosas, desde violación de los derechos de propiedad intelectual hasta pornografía infantil", explica uno de los responsables de una organización involucrada al máximo en la controversia de la trama rusa de Donald Trump y que no puede dar su nombre por consejo de sus abogados.

    Otro asunto es que gran parte del modelo de negocio en internet se basa en no tener empleados y dejar que los algoritmos decidan. El problema es que, por muy sofisticado que sea un programa informático, éste siempre es consecuencia de las personas que lo han hecho y, también, reflejo de los contenidos de la propia Red que, a su vez, son realizados por miles de millones de individuos. Pero al final, siempre, están las personas.

    ARTÍCULO COMPLETO: Cómo internet se convirtió en una amenaza para la democracia | Papel | EL MUNDO

    Y sin embargo, en cierto modo, la profecía no estaba equivocada. Facebook murió en algún momento, pero no nos dimos cuenta. De hecho, hasta es posible que haya muerto varias veces.

    Primero cuando pasó de ser un gigantesco repositorio de contactos a un negocio, porque ese fue el inicio de todo. Es evidente que en el mundo en que vivimos, cuando no pagas por un producto es que el producto eres tú. Y en Facebook, que de tontos no tienen un pelo, vieron rápidamente el modelo que seguir: tenían entre mano un gigantesco catálogo de datos personales que los usuarios les estaban regalando sin pensárselo.

    [...]

    Pronto llegaría la segunda muerte de Facebook: el algoritmo. Se trata de una operación matemática que decide, en base a criterios desconocidos, qué contenido enseñar. Nada de esto es nuevo: la base del éxito de Google es su algoritmo de búsqueda, es decir, cómo criba los resultados (porque no, Google no lo enseña todo, ni mucho menos) y cómo los jerarquiza.

    Desde su implantación, el contenido que aparece en tu muro ya no es cronológico, y su permanencia dependerá de muchas cosas. Así, hay contactos a los que ves siempre, y contactos a los que no ves nunca y quizá ni sabrías que tienes añadidos. Y no es porque tengan su perfil cerrado para que no veas cosas que publican: sencillamente, Facebook elige qué te muestra.

    La tercera muerte, que fue la que empezó a escamar a las empresas, fue la de condicionar no solo qué se veía por criterios desconocidos —interacciones, repercusión, lo que fuera—, sino también por formatos. Aparecieron los vídeos con autoplay silenciados, que solo se volvían sonoros si los tocabas. Los timelines empezaron a parecer discotecas con movimiento por todas partes: únicamente los vídeos eran visibles, básicamente porque la publicidad en ellos se vendía mejor.

    Sin embargo, no todos los vídeos valían. Si compartías el enlace a un vídeo externo no funcionaba de la misma manera que si subías el vídeo directamente a la plataforma. De hecho, hasta firmaron acuerdos con proveedores de contenido para que empezaran a volcar su contenido directamente en Facebook. El mensaje estaba claro: si quieres ser visible, danos tu contenido.

    La cuarta muerte, la más reciente, ha consistido en cerrar las puertas a todo. Ahora las empresas solo serán visibles si pagan por serlo. En el fondo, tiene sentido. Facebook ha montado un freemium gigantesco: tiene la mayor sala del mundo y la tiene hasta arriba de gente. Si quieres entrar, paga; si no, serás invisible.

    Haz la prueba: comparte algún comentario con enlace y caerás en la mayor de las irrelevancias; comparte un vídeo que subas en la plataforma, o quizá incluso una foto, y alguno te verá. Haz lo anterior y paga y llegarás a miles de personas. En The Oatmeal daban en el clavo contándolo hace unos días.

    ARTÍCULO COMPLETO: Facebook cierra su coto privado: si quieres ser visto, tendrás que pagar - Yorokobu


    Otros artículos interesantes:

    Google: Acusan a YouTube de permitir vídeos de violencia extrema que traumatizan a niños. Noticias de Tecnología
    (Es un resumen de este extenso artículo publicado en inglés: Something is wrong on the internet – James Bridle – Medium)

    La tecnología para manipular contenidos amenaza con devolvernos a las noticias del siglo XX | MIT Technology Review en español

    Noticias de China: El carné por puntos que prepara China para distinguir entre buenos y malos ciudadanos . Noticias de Mundo


    Es interesante también lo que dijo un antiguo forero en Twitter:

    Irrintzi irredento‏ @IrrintziAlaves

    Antaño Dios, las animas, los espíritus se nutrían del rezo.Hoy en la imitación mecánica del mundo animado, Google se nutre de nuestros datos

    Cuantos más datos proporcionemos a los algoritmos, los nuevos oráculos, más poder, omnisciencia y autoridad adquieren sobre nuestras vidas.


    11:37 - 1 nov. 2017

    FUENTE: https://twitter.com/IrrintziAlaves/s...93847111806976
    Última edición por Kontrapoder; 11/11/2017 a las 23:32
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    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Sexo barato: tres elementos tecnológicos que han reducido su “precio”

    Publicado el 1 noviembre, 2017 por Pepe Boza



    El sociólogo Mark Regnerus, profesor asociado en la Universidad de Texas, desarrolla en su libro Cheap Sex un análisis de varios estudios sobre las prácticas y preferencias de los jóvenes norteamericanos de 25 a 34 años. En él se confirman los pronósticos hechos en 1992, en la era pre-Internet, por Anthony Giddens en La transformación de la intimidad: la desaparición de la exclusividad sexual; el florecimiento de múltiples expresiones e identidades sexuales; el incremento de las relaciones de muy corto recorrido y la “fobia” al compromiso. «Para muchos jóvenes estadounidenses –apunta Regnerus–, todas estas son realidades obvias, el modo normal de ser de las cosas». Así lo expresa un joven de 24 años que a la pregunta de si se casaría responde que sí, que algún día, pero no pronto, pues «no soy tan estúpido. Todavía puedo salir y tener sexo con millones de chicas».


    A pesar de que en las encuestas el matrimonio sigue siendo muy valorado de los 18 a los 24 años, la proporción de jóvenes casados se ha invertido desde el año 2000 hasta ahora: los no casados sobrepasaban a los casados por 53% vs. 40%.


    Se ha producido un paulatino cambio de modelo en buena parte de la población: del “amor romántico” enfocado a la pareja y que con altos y bajos está orientado hacia la familia, a la “relación pura” de Giddens, mucho más individualista y frágil y que tiene su barómetro en la emoción y el gusto, concede importancia vital al descubrimiento y busca no interferir jamás en la voluntad del otro.


    «Para los hombres estadounidenses, el sexo se ha vuelto barato. Si comparamos con el pasado, hoy muchas mujeres esperan poco a cambio del sexo en términos de tiempo, atención, compromiso o fidelidad. Ellos, por su parte, no se sienten obligados como antes a suministrar esos bienes. Es la nueva norma sexual para los norteamericanos, hombres y mujeres por igual, de cualquier edad».


    El investigador señala tres elementos tecnológicos «supresores” del precio, que han alterado significativamente las dinámicas del mercado de emparejamiento, a menudo de modo invisible para las personas».


    1) La amplia difusión de las píldoras anticonceptivas que han extendido la mentalidad de que el sexo es “naturalmente” infértil, disociando el sexo de la posibilidad de embarazo y de la crianza de hijos, y han hecho que «Las relaciones sexuales les cuesten a los hombres, en promedio, menos que antes. […] Como el riesgo de embarazo ha decrecido radicalmente, el sexo ha aparcado muchos de los costos personales y sociales que una vez animaron a las mujeres a esperar».


    2) La producción a gran escala de pornografía y el aumento disparatado de su consumo on line: un 46% de los varones menores de 40 años, consumen pornografía –30 puntos más que las mujeres– cerrando la brecha entre sexo falso y sexo real, provocando que un 15% de los hombres se abstengan de buscar pareja y entrar en el mercado matrimonial. «Un portátil nunca dice no, y para muchos hombres, las mujeres virtuales son una genuina competencia a las parejas reales.»


    3) Las webs o apps de citas, que hacen descansar la búsqueda de pareja informal en algoritmos que se hacen cada vez más eficientes al efecto, provocando relaciones más fáciles y paradójicamente, como con la pornografía, un ascenso de la apatía sexual.


    Hoy el sexo sale barato y las víctimas de este “bajo costo” seríamos todos, pero, sobre todo, las mujeres que quieren casarse tempranamente y, por supuesto, los hijos que experimentan sin saberlo menos estabilidad familiar.


    Anticonceptivos, pornografía y date Apps: tres tecnologías que inciden en nuestra escala de valores sociales y en nuestro modo de ver el mundo. Lo hacen de modo evidente por flagrante, pero a la vez -y eso es lo malo y peligroso- paradójicamente invisible.

    Visibilicémoslo. Como dice Regnerus, lo primero para resolver un problema es darse cuenta de que existe.


    Referencias

    Reseña de Aceprensa (solo para suscriptores)
    Cheap Sex en Amazon


    FUENTE: http://www.medioambientesimbolico.as...ido-su-precio/
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    El daño que está haciendo, y hará, que toda clase de contenido pornográfico esté al alcance de cualquier joven occidental a un solo golpe de ratón, no tiene nombre. Cuando hablamos de pornografía nos referimos, nada menos, a un veneno para el alma y también para el cuerpo. Lo curioso es que al que pone los efectos muy perjudiciales de la pornografía sobre la mesa se le considera una especie de fanático, cuando éstos han sido perfectamente identificados por médicos y psicólogos, los que se han atrevido a tocar el tema. Además de embotar la sensibilidad e introducir toda clase de elementos corruptores del alma, la pornografía destruye la virilidad del hombre que la ve, acabando por convertir al consumidor compulsivo en un pingajo sin sangre en las venas incapaz de relacionarse normalmente con una mujer. Cualquiera espera que, ante eso, haya un aumento de la natalidad. La juventud sana y vigorosa del futuro sólo será si se proscribe la pornografía, pues si bien es cierto que los efectos más extremos sólo se perciben en los consumidores más adictos, es netamente imposible que a nadie le haga ningún bien ver pornografía. Tengo el convencimiento que todos seríamos mejores personas si nunca hubieramos siquiera oído hablar de pornografía.

    Ante estas circunstancias, me es imposible entender el optimismo tecnológico en parte de la derecha. Me es imposible entender que no se admita que lo que se puede ver en Internet debe estar controlado por el Estado. Me es imposible entender, en definitiva, las apelaciones a la "libertad de expresión" y contra la censura que se han puesto de moda en la derecha en los últimos tiempos, como si todas las opiniones valieran lo mismo y no las hubiera dañinas, principio cuya práctica lleva precisamente a la preeminencia de la opinión, generalmente inducida, de la masa. Frente a eso, pienso que hoy, más que nunca, urge recuperar a Platón y a su defensa de la aristocracia, del Estado dirigido por la verdadera aristocracia, frente a la perversión sofística-democrática.
    Última edición por raolbo; 12/11/2017 a las 00:31
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Cita Iniciado por raolbo Ver mensaje
    El daño que está haciendo, y hará, que toda clase de contenido pornográfico esté al alcance de cualquier joven occidental a un solo golpe de ratón, no tiene nombre. Cuando hablamos de pornografía nos referimos, nada menos, a un veneno para el alma y también para el cuerpo. Lo curioso es que al que pone los efectos muy perjudiciales de la pornografía sobre la mesa se le considera una especie de fanático, cuando éstos han sido perfectamente identificados por médicos y psicólogos, los que se han atrevido a tocar el tema. Además de embotar la sensibilidad e introducir toda clase de elementos corruptores del alma, la pornografía destruye la virilidad del hombre que la ve, acabando por convertir al consumidor compulsivo en un pingajo sin sangre en las venas incapaz de relacionarse normalmente con una mujer. Cualquiera espera que, ante eso, haya un aumento de la natalidad. La juventud sana y vigorosa del futuro sólo será si se proscribe la pornografía, pues si bien es cierto que los efectos más extremos sólo se perciben en los consumidores más adictos, es netamente imposible que a nadie le haga ningún bien ver pornografía. Tengo el convencimiento que todos seríamos mejores personas si nunca hubieramos siquiera oído hablar de pornografía.

    Ante estas circunstancias, me es imposible entender el optimismo tecnológico en parte de la derecha. Me es imposible entender que no se admita que lo que se puede ver en Internet debe estar controlado por el Estado. Me es imposible entender, en definitiva, las apelaciones a la "libertad de expresión" y contra la censura que se han puesto de moda en la derecha en los últimos tiempos, como si todas las opiniones valieran lo mismo y no las hubiera dañinas, principio cuya práctica lleva precisamente a la preeminencia de la opinión, generalmente inducida, de la masa. Frente a eso, pienso que hoy, más que nunca, urge recuperar a Platón y a su defensa de la aristocracia, del Estado dirigido por la verdadera aristocracia, frente a la perversión sofística-democrática.
    Pues lo has explicado de manera magistral. Con pornografía hasta en la sopa no puede haber una sociedad sana. De hecho, parece que esta proliferación pornográfica podría influir negativamente en la natalidad, lo que lleva a la muerte física de las sociedades.

    Por lo tanto, no se entiende el rechazo que causa la palabra "censura" en ámbitos patrióticos y católicos. No se entiende esa glorificación de la libertad de expresión, tratando la libertad como si fuera un fin en vez de un medio. Y no se entiende el optimismo tecnológico, pues esta proliferación de la pornografía y de discursos demenciales es inherente a internet. Es decir, el diseño de internet conduce inevitablemente a eso y, por otra parte, el modelo de negocio de las grandes compañías pasa por la mayor automatización posible, con lo que les resulta enormemente molesto tener que contratar a alguien que revise los contenidos. Mientras no se solucionen estos problemas estructurales, no veo la razón para ser optimistas, incluso dando por sentado que el medio digital nos permita a los patriotas una mayor libertad para expresar nuestras ideas. Si el precio para que yo exprese mis ideas con total libertad es que se vaya al garete la sociedad, me deja de interesar.
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    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
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  20. #80
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    LA DEMOCRACIA TUITERA
    por Juan Manuel de Prada

    (ABC, 2 de diciembre de 2017)

    Las viejas religiones nos enseñaban que también puede pecarse de pensamiento. La democracia, en su combate con las viejas religiones, ha distinguido entre pecado y delito, hasta lograr que todos los pecados sean inocentes y todas las virtudes delictivas. Así ha hecho realidad el designio paternalista del Gran Inquisidor de Dostoievsky: «Nosotros les enseñaremos que la felicidad infantil es la más deliciosa. (…) Incluso les permitiremos pecar, ya que son débiles, y por esta concesión nos profesarán un amor infantil. Y ellos nos mirarán como bienhechores al ver que nos hacemos responsables de sus pecados. Y ya nunca tendrán secretos para nosotros».

    Pero la democracia, como sucedáneo religioso que es, no ha renunciado a penalizar sibilinamente los pensamientos. Tocqueville lo explicaba en "La democracia en América": «Los tiranos habían materializado la violencia; pero las repúblicas democráticas de nuestros días la han hecho tan intelectual como la voluntad humana que quieren reducir. El despotismo, para llegar al alma, golpeaba vigorosamente el cuerpo; y el alma, escapando a sus golpes, se elevaba gloriosa por encima de él. Pero en las repúblicas democráticas la tiranía deja el cuerpo y va derecha al alma. El amo ya no dice: “Pensad como yo o moriréis”, sino: “Sois libres de no pensar como yo. Vuestra vida, vuestros bienes, todo lo conservaréis, pero a partir de ese día seréis un extraño entre nosotros. (…). Os dejo la vida, pero la que os dejo es peor que la muerte”».

    Para lograr este objetivo, la democracia no violenta las almas, sino que las moldea a su gusto mediante métodos de control social, para que nadie tenga la impresión de estar obedeciendo, sino abrazando (¡con auténtico fervor democrático!) sus directrices. Hasta hace poco, tales métodos de control social, aunque muy sutiles, actuaban desde instancias externas a nuestro pensamiento. Con Twitter, sin embargo, la democracia ha logrado controlar los (pido perdón por la hipérbole) pensamientos de la llamada “ciudadanía” desde dentro; pues --como ha escrito Santiago Alba Rico-- «nuestra cabeza es ya la red misma, pensamos directamente en Twitter, sin pasar por nuestro propio cerebro». De este modo, la democracia alcanza su apoteosis: puede generar pensamiento uniforme haciéndonos creer que somos más libres que nunca (y la máxima expresión de esta libertad uniformizada sería el retuiteo, ese regüeldo automático del pensamiento); y, a la vez, puede fiscalizar de manera instantánea todos nuestros pensamientos mediante algoritmos, de tal manera que ya no haya secretos para el Gran Inquisidor. Gracias a Twitter, todos nuestros pensamientos automáticos (todos nuestros pensamientos democráticos) están controlados por un nuevo Sauron, que al fin dispone de aquel Anillo Único «para gobernarlos a todos, para encontrarlos a todos, para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas».

    En esta democracia tuitera que ha culminado la tiranía del alma profetizada por Tocqueville aparece de vez en cuando un pobre psicópata deseando la muerte a un ministro, o la violación en manada de una diputada. Pero la democracia debe ser comprensiva e indulgente con estas expansiones, tan propias de esa felicidad infantil que procura la abolición del pecado, del mismo modo que las viejas religiones eran comprensivas con los sueños de naturaleza lasciva. A fin de cuentas, a cambio de unos pocos sueños húmedos en forma de exabruptos, Twitter proporciona el instrumento más sofisticado de control social jamás urdido, la fiscalización plena del pensamiento… ¡la auténtica parusía democrática!
    Pious dio el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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