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Tema: La mente colmena y la muerte de la religión

  1. #81
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Nuestro romance con lo digital se ha terminado

    Por David Sax
    25 de noviembre de 2017



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    Hace una década compré mi primer teléfono inteligente: un pequeño y torpe BlackBerry 8830 que tenía una elegante funda de piel. Me encantaba ese celular. Adoraba la manera en que fácilmente entraba y salía de su funda, me encantaba la suave vibración que emitía cuando llegaba un correo electrónico, amaba el sonido silencioso de su rueda de desplazamiento mientras jugaba Brick Breaker en el metro y la sensación de sus pequeñas teclas bajo mis pulgares gordos. Era el mundo en mis manos y cuando lo apagaba me sentía solo y ansioso.

    Como la mayoría de las relaciones en las que nos involucramos con el corazón agitado, nuestro romance con la tecnología digital nos prometía el mundo: ¡Más amigos, dinero y democracia! ¡La música gratuita, las noticias y el envío de toallas de papel el mismo día! Una risa por minuto y una fiesta constante en la punta de nuestros dedos.

    Muchos de nosotros nos tragamos la fantasía de que lo digital mejoraba todo. Nos rendimos ante esta idea y confundimos nuestra dependencia con el romance, hasta que fue demasiado tarde.

    Hoy, cuando mi celular está prendido, me siento ansioso y cuento las horas que faltan para que pueda apagarlo y relajarme de verdad. La aventura amorosa que alguna vez disfruté con la tecnología digital se acabó. Y sé que no soy el único.

    Diez años después de que el iPhone nos sorprendiera por primera vez, es inevitable el aumento de la desconfianza en las computadoras, tanto en nuestras vidas personales como en la sociedad en general. Esta temporada de publicaciones está llena de libros que nos advierten sobre los efectos perjudiciales de la tecnología digital en nuestra vida: lo que los teléfonos inteligentes les están haciendo a nuestros niños; cómo Facebook y Twitter están erosionando nuestras instituciones democráticas; los efectos económicos de los monopolios de la tecnología.

    Una encuesta reciente del Pew Research Center señaló que más del 70 por ciento de los estadounidenses estaban preocupados por el impacto de la automatización en los empleos, mientras que solo el 21 por ciento de quienes respondieron una encuesta de Quartz dijeron que le confían a Facebook su información personal. Casi la mitad de los milenials se preocupa por los efectos negativos de las redes sociales en su salud física y mental, de acuerdo con la Asociación Psiquiátrica Estadounidense.

    ¿Y ahora qué?

    Por mucho que fantaseemos al respecto, quizá no borraremos nuestras cuentas de las redes sociales ni vamos a echar a la basura nuestros celulares. Lo que podemos hacer es recuperar un poco del sentido de equilibrio en nuestra relación con la tecnología digital, y la mejor manera de hacerlo es con lo analógico
    : el ying del yang digital.

    Afortunadamente, el mundo análógico aún está aquí, y no solo está sobreviviendo, sino que en muchos casos está prosperando. Las ventas de los libros impresos tradicionales están aumentando por tercer año consecutivo, de acuerdo con la Association of American Publishers, mientras que las ventas de libros electrónicos han disminuido. Los discos de vinilo han tenido un auge de popularidad que ya lleva una década (más de 200.000 discos se venden cada semana en Estados Unidos), mientras que las ventas de cámaras de fotografías instantáneas, cuadernos de papel, juegos de mesa y boletos para espectáculos de Broadway están creciendo de nuevo.

    Este sorprendente cambio de suerte para tecnologías analógicas aparentemente “obsoletas” a menudo se califica como una nostalgia por la época predigital. Pero los consumidores más jóvenes que jamás tuvieron una bandeja para escuchar discos de vinilo y tienen pocos recuerdos de la vida antes de internet son responsables de gran parte del interés actual en lo analógico, y a menudo este segmento abarca a quienes trabajan en las empresas más poderosas de Silicon Valley.

    Lo análógico, aunque es más incómodo y costoso que sus equivalentes digitales, proporciona una riqueza sensorial que no tiene equivalente con nada de lo que se vive a través de una pantalla
    . La gente está comprando libros porque estimulan casi todos los sentidos, desde el olor del papel y el pegamento hasta la vista del diseño de la cubierta y el peso de las páginas leídas, el sonido que hacen al cambiarlas e incluso el sutil sabor de la tinta en la punta de tus dedos. Un libro puede comprarse y venderse, darse y recibirse, y también se puede mostrar en un estante para que todos lo vean. Puede detonar conversaciones y cultivar romances.

    Los límites de lo análógico, que alguna vez se consideraron una desventaja, cada vez más se convierten en uno de los beneficios a los que la gente está recurriendo como un contrapeso para la fácil manipulación de lo digital. Aunque una página de papel tiene los límites de su tamaño y la permanencia de la tinta que lo marca, hay una eficiencia poderosa en esa simpleza. La persona que tenga una pluma mientras lee esa página tiene la libertad de escribir, hacer dibujitos o garabatear su idea como lo desee entre esas fronteras, sin las restricciones ni las distracciones que impone el software.

    En un mundo de interminables cadenas de correos electrónicos, conversaciones grupales, mensajes emergentes o documentos e imágenes con miles de modificaciones, el jardín amurallado de lo analógico nos ahorra tiempo e inspira la creatividad. A los diseñadores web en Google se les ha pedido que utilicen papel y pluma como un primer paso cuando proponen ideas para nuevos proyectos durante los últimos años, porque eso da como resultado mejores ideas que las que comienzan en una pantalla.

    En contraste con las “comunidades” virtuales que hemos construido en línea, lo analógico verdaderamente contribuye con los lugares reales donde vivimos. Me he hecho amigo de Ian Cheung, el dueño apropiadamente necio de June Records, que vive al final de la calle donde se ubica mi casa en Toronto. No solo me beneficio de los ingresos fiscales que June Records contribuye como negocio local (pavimentar las carreteras, pagarles a los profesores de mi hija), sino también de vivir cerca. Al igual que la ferretería, la tienda de productos italianos y el carnicero en la misma cuadra, la presencia física de June le agrega a mi vecindario un sentido de lugar (como, por ejemplo, un lugar con una selección genial de Cannonball Adderley y álbumes independientes locales) y me da una sensación de pertenencia. Tampoco dudo que, a diferencia de lo que ocurre en Twitter, Ian de inmediato echaría a cualquier nazi o misógino delirante que comenzara a despotricar dentro de su tienda.

    Lo analógico es perfecto sobre todo a la hora de animar la interacción humana, lo cual es crucial para nuestro bienestar físico y mental. La dinámica de un profesor que trabaja en un salón de clases lleno de estudiantes no solo ha comprobado ser resiliente, sino que una y otra vez se ha desempeñado mejor que los experimentos de aprendizaje digital. Lo digital podría ser extremadamente eficaz a la hora de transferir información pura, pero el aprendizaje ocurre de mejor manera cuando nos basamos en las relaciones entre estudiantes, profesores y compañeros.

    No enfrentamos una simple decisión entre lo digital o lo analógico. Esa es la lógica falsa del código binario con el que las computadoras están programadas, la cual ignora la complejidad de la vida en el mundo real. En vez de eso, estamos ante una decisión de cómo lograr el equilibrio adecuado entre ambos. Si tenemos eso en mente, estamos dando el primer paso hacia una relación saludable con toda la tecnología y, lo más importante, entre nosotros.

    David Sax es el autor de “The Revenge of Analog: Real Things and Why They Matter”.

    FUENTE: https://www.nytimes.com/es/2017/11/2...ogico-regreso/
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  2. #82
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Los gigantes de internet tienen mil formas de engañarnos para que les cedamos nuestros datos o nuestra privacidad. Son expertos en ingeniería social.

    Ahora Facebook exige un selfie si queremos seguir usando sus servicios:
    Facebook está obligando a algunos usuarios a subir un selfie para poder seguir usando la red social

    O sea, que quieren nuestra foto a toda costa. Necesitan identificarnos. Y también quieren nuestras fotos en pelota picada. Como en principio nadie aceptaría una exigencia tan peregrina, se han inventado que necesitan las fotos comprometedoras justamente para combatir su difusión:
    Por qué Facebook necesita tus fotos comprometedoras para combatir la porno venganza - Infobae

    Es decir, si no quieres que se publiquen tus fotos íntimas, mándanoslas primero a nosotros, que las pondremos a buen recaudo. La idea es de locos, pero si la plantean es porque mucha gente está dispuesta a picar el anzuelo. A tal punto llega la idiotización digital.

    Pero la palma del cinismo se la lleva Google, que nos dice que, si no queremos que nos espíen por encima del hombro lo que escribimos, debemos darles acceso completo a la cámara de nuestro móvil, para que así nos graben las 24 horas del día:
    Google pretende acabar así con quienes cotillean tu móvil | Teknófilo

    Hasta reconocen que nos tienen localizados aunque hayamos marcado las opciones de privacidad:
    Google lo admite: tu teléfono Android siempre sabe dónde estás, aunque tengas la localización desactivada

    Se ríen en nuestra cara y se lo consentimos.


    * * *


    Sobre manipulación en las redes sociales con fines comerciales y políticos, cuatro artículos interesantes:

    Los pioneros de Facebook critican su deriva hacia la manipulación masiva | Ciencia | EL PAÍS

    *Tema mítico* : Los mecanismos actuales de creación de opinión en los foros de internet - Burbuja.info

    La gran cizaña de los cíborgs | Tecnología | EL PAÍS

    Big b(r)ot(her) | Opinion Home | EL MUNDO

    Este último lo pego completo, pues creo que es importante la explicación que ofrece sobre la necesidad de mediación:

    Puede que sea una exageración decir que las redes sociales nos han hecho peores pero lo que ya es evidente es que sus promesas de liberación -¡de empoderamiento!- eran una patraña. La actualidad necesita de un editor aunque sólo sea para que los happenings de Rufián en el Congreso o los brindis a la muerte del fiscal general del Estado ocupen el lugar que les corresponde. Por su escasa representatividad y por su interés meramente psicopatológico. Estas anomalías se comparten porque indignan y como indignan mucho, se comparten mucho y así lo indignante termina por confundirse con lo relevante y trastoca nuestra percepción del mundo y llegamos a creer -aunque sólo sea por unos minutos- que habitamos un inmenso manicomio que celebra de forma masiva la muerte de un torero en la plaza.

    Se habla hoy mucho de la influencia de los bots de Twitter y Facebook. Se suele confundir cuál es su papel en el ecosistema informativo: no es crear mentiras, que esas las crean los humanos, sino propagarlas e intimidar a los que las combaten. Una marabunta virtual que manipula los mecanismos de autorregulación de las redes y amilana a sus usuarios. Periodistas entre ellos.

    Al final, lo que de verdad está en crisis es la mediación, se ejerza en el parlamento o en las redacciones. El hashtag es a la libertad de expresión lo que la asamblea a la democracia. Desde el nacimiento de los periódicos, una parte considerable del esfuerzo intelectual de una redacción está destinado a ordenar el mundo. Cada vez menos gente está dispuesta a pagar por una mediación que hoy es más necesaria que nunca. El usuario, que ya no lector, se siente liberado de la manipulación de las élites y se fía de invertebrados de los cuales no conoce ni su nombre. Como para saber quién les paga los trinos.

    The New York Times publicó en mayo un reportaje que explicaba cómo se puede manipular Twitter con el objetivo de desinformar. Allí Samuel Wolley, que dirige una investigación para la Universidad de Oxford, explica que los bots son un megáfono que permite amplificar el volumen del mensaje: «Lo hacen mediante lo que yo llamo la 'manufactura de consensos' o construyendo la ilusión de popularidad de un candidato o una idea particular». Allá donde no hay mediación el volumen lo es todo, como sabe cualquiera que haya asistido a cualquier manifestación de la vociferante democracia directa.

    Huyendo de la dictadura de las élites, hemos caído en la dictadura de la muchedumbre. Manipulada por las élites. Menuda liberación.

    * * *

    Otras informaciones interesantes.

    Después de deslocalizar muchos trabajos informáticos en países del Tercer Mundo, se plantean una automatización completa:
    El duro golpe de la automatización del trabajo en la India: una historia sin final feliz | MIT Technology Review en español

    El esclavismo que promueve Amazon, similar al de Uber:
    Última edición por Kontrapoder; 04/12/2017 a las 05:04
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    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
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  3. #83
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Me parece interesante este símil que planteó en Twitter un antiguo forero:

    Tratar de entender la experiencia consciente a través de cambios electroquímicos cerebrales es como tratar de entender el Sistema Operativo Windows (o una APP) estudiando cables, silicio y microprocesadores. La información es lógicamente independiente de su soporte físico.

    Nunca sabrás prácticamente nada de Windows, salvo cuatro correlaciones, abriendo un ordenador y tocando los componentes materiales sobre los que se asienta Windows y viendo que cambios provocan estas alteraciones del hardware en la información visual de la pantalla del ordenador.

    FUENTE: https://twitter.com/IrrintziAlaves/s...21980284522499
    No me suelen hacer mucha gracia los símiles de mente humana y ordenador, pero en este caso creo que el símil es adecuado para rebatir a los deterministas que explican nuestros procesos mentales como exclusivo producto de nuestra configuración física y de las reacciones químicas que tienen lugar en nuestro organismo.
    ReynoDeGranada y raolbo dieron el Víctor.
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  4. #84
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Una perla en el lodazal de Burbuja:

    Hoy pensaba en el daño que va a hacer a esta sociedad el "compartir".

    Yo he dejado de compartir información públicamente, antes colaboraba compartiendo mis conocimientos profesionales, pero me he dado cuenta que, en este mundo global e interconectado, no estaba compartiendo, si no, dejándome robar mi esfuerzo y mi experiencia.

    Es muy diferente de cuando, grupos o sociedades pequeñas y lejanas entre ellas, compartian la información entre sus miembros.Eso fortalecia esos grupos frente a los otros.

    Google y otros utilizan los conocimientos que yo comparto para sacar beneficios. Mis conocimientos pierden todo valor, porqué son públicos y son utilizados en mi contra para devaluar mi trabajo y crear nueva competencia. Infinidad de boots estan registrando y "aprendiendo" de la información que compartimos y en ningún caso obtenemos mas que pequeñas migajas del total de la información, que utilizamos inconscientemente para destruirnos entre nosotros. Todo disfrazado de buen rollo y buenismo social.

    Es como cuando un mago explica el truco. Todo deja de tener valor, mas bien nos decepciona y el mago deja de ser valorado.

    Google y muchos otros nos obsevan, y nos emborrachan con aguardiente para robarnos nuestro oro.

    FUENTE: Burbuja.info - Foro de economía - Ver Mensaje Individual - Google es el Gran Hermano
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  5. #85
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión




    "La cultura contemporánea requiere autómatas. Una cosa es muy cierta, la esclavitud del hombre crece y aumenta. El hombre se ha convertido en un esclavo voluntario que ya no necesita cadenas. Él comienza a encariñarse con su esclavitud y hasta a estar orgulloso de ello; esto es lo más terrible que puede sucederle a un hombre ".


    -G. I. Gurdjieff


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  6. #86
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Robots




    Juan Manuel De Prada




    No hay telediario sistémico que se precie en el que no se incluya un reportaje, siempre bien rebozadito de azúcar, donde se glosan las simpáticas bondades de tal o cual robot que nos hará la vida más fácil. Toda esta cochambre propagandística pretende presentar la galopante robotización de los trabajos como una nueva conquista de la ciencia y la tecnología, en su esfuerzo por ayudar al hombre (o, dicho más prometeicamente, por declarar abolido aquel castigo divino que nos obliga a ganarnos el pan con el sudor de la frente), cuando lo cierto es que pretende condenar al hombre con la peor de las condenas, que es hacerlo fácilmente sustituible y, por lo tanto, inservible, prescindible y superfluo.

    Naturalmente, en todos estos abyectos reportajes se nos presentan robots que hacen las tareas más aniquiladoras e ingratas, esos trabajos que nadie quiere o sólo quieren los que no tienen otras opciones mejores. Y se engolosina a las masas cretinizadas, haciéndolas creer que sus hijos podrán dedicarse a trabajos fastuosamente remunerados que, además, les permitirán cultivar el espíritu. O se las engaña maliciosamente con la promesa de un paraíso para emprendedores cualificados. O, mejor todavía, se les asegura que ni siquiera tendrán que preocuparse de trabajar, porque habrá robots que les harán el trabajo, mientras sus hijos se consagran al ocio; porque los robots se encargarán de cotizar a la Seguridad Social por ellos; porque los robots, en fin, generarán tanta riqueza que podrá repartirse de bóbilis bóbilis un sueldo vitalicio entre todos los ociosos del planeta. Pero lo cierto es que la robotización del trabajo destruirá empleos en todos los oficios y profesiones, no sólo en lo que antaño se llamaban artes vulgares, sino también en las liberales; pues la robotización, antes que fuerza mecánica, es inteligencia artificial (aunque la propaganda sistémica prefiera que los robots aparezcan en nuestro imaginario como serviciales mascotas o risueños esclavos). Por no mencionar que los hombres entregados al ocio terminan casi siempre siendo bestias entregadas a los vicios más embrutecedores.

    Por lo demás, ya son muchos los trabajos que antaño requerían un concurso humano y hoy están siendo realizados por máquinas. ¿Cuánto están cotizando esas máquinas? ¿Dónde ha ido a parar el sueldo que nadie les paga? ¿Por qué no se cubre, por ejemplo, la subida de las pensiones que reclaman los jubilados con el dinero que estas máquinas ahorran en los costes de producción? Pero el cretinismo ambiental no se detiene a considerar estas evidencias desoladoras. El cretinismo ambiental prefiere soñar con una utopía grotesca en la que, cuando los robots hagan nuestro trabajo, la ambición humana declinará como por arte de ensalmo; y donde el capital apátrida que hoy defrauda el jornal al trabajador se pondrá a remunerar generosamente al ocioso. Y, mientras aguarda el advenimiento de esa utopía grotesca, el cretinismo ambiental ejecuta sin rechistar (¡qué digo sin rechistar, con ferviente entusiasmo!) las consignas sistémicas que interesan a los promotores de la robotización, apuntándose a todos los ofertones del supermercado de los derechos de bragueta. Cuya finalidad última no es otra sino enviscar a hombres contra mujeres y disuadirlos de la procreación; pues cuando la robotización finalmente se imponga sobrarán muchos cientos de millones de seres humanos. Y esos cientos de millones de seres humanos no van a recibir ninguna pensión para ociosos (o, si la reciben, será una limosna miserable obtenida a costa de ordeñar atrozmente a los que todavía trabajen). Mucho más probable será que se trate de eliminar muy digna y humanitariamente a los ‘ineficientes’, con formas entrañables de suicidio asistido y modalidades de eutanasia tan divertidas como un parque de atracciones… todas ellas, por supuesto, atendidas por robots. Y, mientras nos apiolen, sonreiremos bobaliconamente; tan bobaliconamente como ahora nos tragamos todas las consignas sistémicas.

    Entretanto, ¿qué medidas de resistencia plantean nuestras oligarquías políticas y nuestros sindicatos? Ninguna, salvo contribuir al engaño, con promesas de rentas básicas universales y otros engañabobos limítrofes. O poner toda la carne propagandística en el asador de iniciativas sistémicas tan exitosas como la llamada ‘huelga feminista’, experiencia piloto en la que quedó demostrado que se puede prescindir de muchos puestos de trabajo sin que la actividad económica se resienta lo más mínimo. Somos corderos llevados al matadero por lobos disfrazados de pastores.

    FUENTE: Juan Manuel de Prada. Robots
    ALACRAN, Hyeronimus, raolbo y 2 otros dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  7. #87
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Pretende ser un movimiento de liberación para el siglo XXI

    Albert Cortina: «El transhumanismo parte de una cosmovisión cientificista, materialista y atea del ser humano»

    Javier Navascués ha entrevistado para InfoCatólica a Albert Cortina, experto en transhumanismo, ideología emergente que acompaña a la globalización tecnológica y a la actual Revolución digital o Revolución de la inteligencia.

    3/05/18 9:18 AM
    (Javier Navascués/InfoCatólica) Albert Cortina es abogado y urbanista. Promueve un humanismo avanzado para una sociedad en que las biotecnologías emergentes estén al servicio de las personas y no al revés. Cree que conectar el cerebro con el corazón es un magnífico camino a recorrer. Se dedica a capacitar a las personas en la responsabilidad tecnológica, ambiental y social mediante los principios de una ética universal aplicada a los desafíos del futuro. Le gusta gestionar de forma integral ideas, valores y proyectos. Como director del Estudio DTUM se dedica desde hace más de 25 años a la ordenación de la ciudad y del territorio, a la preservación de los espacios naturales y a la intervención y gestión del paisaje. Aboga por una conversión espiritual del corazón. Actualmente focaliza su atención en la preservación de la condición humana.

    Coautor y coordinador, junto con el científico Miquel-Àngel Serra, de la trilogía de libros ¿Humanos o posthumanos? Singularidad tecnológica y mejoramiento humano (Fragmenta Editorial, 2015), Humanidad ∞. Desafíos éticos de las tecnologías emergentes (EIUNSA, 2016) y Singulares. Ética de las tecnologías emergentes en personas con diversidad funcional (EIUNSA, 2016). Autor del libro Humanismo avanzado para una sociedad biotecnológica (Ediciones Teconté, 2017).

    ¿Qué es el transhumanismo?


    Según la Wold Transhumanist Association podemos entender el trasnhumanismo como una manera de pensar en el futuro basado en la premisa de que la especie humana en su forma actual no representa el final de nuestro desarrollo sino más bien una etapa relativamente preliminar.

    El filósofo Nick Bostrom de la Universidad de Oxford ha definido formalmente el transhumanismo como un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar biotecnológicamente las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y aplicar al hombre las tecnologías emergentes (nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información, ciencia cognitiva, inteligencia artificial, robótica, realidad virtual, transferencia mental, criónica...), a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana: el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la condición mortal.

    ¿Es por tanto únicamente una corriente de pensamiento científico?

    Desde mi punto de vista, es algo más. El transhumanismo es la ideología emergente que acompaña a la globalización tecnológica y a la actual Revolución digital o Revolución de la inteligencia. Esta ideología se ve a sí misma como un nuevo movimiento de liberación para el siglo XXI. La liberación del hombre de su condición humana natural y sobrenatural.

    El transhumanismo tiene su fundamento en una cosmovisión cientificista, materialista, reduccionista y atea del ser humano. No obstante, curiosamente está confluyendo con las nuevas corrientes gnósticas y New Age, conformando de este modo una especie de tecno-religión con pretensiones hegemónicas en el Nuevo Orden Mundial que tiene el claro objetivo de sustituir la cosmovisión cristiana sobre la persona y la creación por otra cosmovisión universal posthumana.

    Así pues, no es de extrañar que el transhumanismo haya sido descrito por Francis Fukuyama como «la idea más peligrosa del mundo».

    ¿Cuál es el origen de este movimiento filosófico y científico?

    Impulsos trascendentalistas parecidos al transhumanismo se han expresado al menos desde los orígenes de la humanidad en la misma búsqueda de la inmortalidad y de los intentos pseudocientíficos de alcanzar la fuente de la juventud, lograr el elixir de la vida y otros esfuerzos parecidos que pretendían vencer el envejecimiento y la muerte.

    Si recuerda, el «seréis como dioses» (Gen 3,5) fue el argumento decisivo que utilizó el demonio para que el primer hombre cayera en la tentación. El error humano fue no saber descubrir que la creación no era sólo un acto de poder y dominio inigualables, sino ante todo un acto de amor gratuito.

    Muchos siglos después de este relato bíblico, el ser humano no ha cambiado mucho y seguimos tropezando en la misma piedra. Queremos ser como dioses, pero dioses poderosos, controladores de las leyes naturales y de la moral a merced de nuestra arbitrariedad y extravagancia. Queremos tener en nuestras manos la decisión sobre la vida y sobre la muerte.

    Seguramente el transhumanismo no sea una lucha por la supervivencia, sino más bien una lucha por el poder.

    ¿Qué ha querido decir antes con «impulsos trascendentalistas»?


    Si, el trascendentalismo fue un movimiento filosófico, político y literario estadounidense que floreció aproximadamente entre 1836 y 1860. Comenzó como un movimiento de reforma dentro de la Iglesia Unitaria y se basó en un monismo que sostenía la unidad del mundo y de Dios, así como la inmanencia del mundo. El unitarismo como corriente teológica de un sector del cristianismo protestante, cree en un Dios unipersonal pero sostiene que Jesús no es el mismo Dios, sino un hombre creado por éste.

    ¿Un Jesús simplemente humano?

    Resulta interesante ver la oposición radical que existe entre la visión transhumanista y la figura de Jesús de Nazaret, verdadero Dios y verdadero hombre, que pasó su vida amando y enseñándonos a «vivir como dioses». «Dios es Amor» (1 Jn 4,8) Aquí comenzó una verdadera revolución; la mejor revolución que ha conocido la historia de la humanidad. Si queréis ser como Dios – nos dice Jesús- , si queréis ser auténticamente felices, debéis amar.

    Decía el Papa Benedicto XVI, en la misa de inicio de su pontificado. «No es el poder lo que redime sino el amor. Éste es el distintivo de Dios» (Benedicto XVI, 20 de abril de 2005).

    Ya sabemos pues lo que nos hará felices, ya tenemos el camino trazado por Jesús, la actitud auténticamente humana: amar.

    ¿Algunos antecedentes históricos más del transhumanismo?


    Si, posiblemente la filosofía de Nietzsche con su exaltación del «superhombre» o la filosofía social de la Eugenésia que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de los seres humanos. El eugenismo del siglo XIX pretendía el aumento de personas más fuertes, más sanas, más inteligentes…

    Por otro lado, algunos autores consideran que el origen remoto del transhumanismo, al menos en la formulación de este término y en su inspiración general, puede situarse en un texto de 1957 del biólogo Julian Huxley.

    ¿El hermano del escritor británico Aldous Huxley autor de la novela distópica «Un mundo feliz» escrita en el año 1932?

    Si, efectivamente. Sir Julian Huxley, fue el primer director general de la UNESCO, colaboró en la Sociedad Humanista de Nueva York (First Humanist Society of New York) y en lapresidencia del congreso fundacional de la Unión Internacional Humanista y Ética en 1952 (Internacional Humanist and Ethical Union). A su vez, fue uno de los grandes pioneros en la defensa medioambiental a través del World Wildlife Found. (WWF), y ayudó asimismo a fundar la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). No obstante, también mantuvo durante un tiempo una posición favorable a la eugenesia, entendida como manera de mejorar a los seres humanos. Así, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1957 en una obra titulada «New Bottles for New Wine» y horrorizado por el aborrecible uso de la eugenesia que se había hecho, Huxley propuso el término «transhumanismo» para referirse a la perspectiva según la cual el ser humano debe mejorarse a sí mismo, a través de la ciencia y la tecnología, ya sea desde el punto de vista genético o desde el punto de vista ambiental y social.

    ¿Y cómo ha ido evolucionando hasta nuestros días esa idea inicial del transhumanismo?

    Tal y como escribe James Hughes, ex presidente de la World Transhumanist Association, el transhumanismo es un producto de la «cultura blanca, masculina, opulenta del Internet estadounidense; y su perspectiva política general siempre ha sido una versión militante del liberalismo típico de esa cultura». Dicha cultura, cuyo núcleo principal podemos situar en Silicon Valley (California, EEUU), desarrolló un híbrido entre la doctrina neoliberal del libre mercado y la teoría de las redes e Internet.

    ¿Qué papel juega Internet en todo esto?

    Los visionarios del transhumanismo afirmaban que Internet nos liberaría de las jerarquías políticas, instaurando una democracia liberal
    en la que un orden emergente surgiría del caótico bullicio de las decisiones individuales de agentes libres y racionales. Pese a su retórica contracultural y revolucionaria con ciertos tintes de anarcocapitalismo californiano, la filosofía del movimiento transhumanista es netamente conservadora y neoliberal. Esto se debe en gran parte al determinismo tecnológico que está en la base del transhumanismo: esa ideología determina que para cambiar la sociedad bastará con la convergencia de las biotecnologías emergentes y su hibridación con el ser humano, hasta llegar al advenimiento de la Singularidad que dará paso a una nueva humanidad constituida por seres transhumanos y posthumano.


    ¿Es un movimiento uniforme o hay diferentes tendencias dentro del transhumanismo?

    El elemento común de esta ideología es que tiene como objetivo final, tal y como hemos señalado anteriormente, transformar la condición humana mediante la interacción e implementación de biotecnologías que mejoren y aumenten las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual.

    No obstante, podemos destacar algunas de las corrientes distintivas del transhumanismo: el transhumanismo libertario, el transhumanismo demócrático, el tecnogaianismo, el ecomodernismo, el singularitaranismo, el dataismo, el posgenerismo, el inmortalismo, el extropianismo, el abolicionismo, el raelismo…

    ¿Cuáles serían a su juicio los principales «pros» de esta nueva ideología?

    El principal «pro» del transhumanismo es que nos permite volver a pensar en qué consiste la condición humana, qué es en esencia el ser humano, cómo entendemos su evolución biocultural y tecnológica, el concepto de persona y de singularidad humana, y nuestra misión de custodios de la biosfera y de la creación.
    Específicamente para los creyentes católicos al contrastar cristianismo y transhumanismo tenemos la oportunidad de estar de nuevo alerta sobre la tentación del «seréis como dioses» que permanentemente nos ofrece Satanás, el dios de este mundo (2 Corintios 4:4), y de este modo, volvernos a asombrar y a maravillar con el Plan de Dios, auténtico Soberano de este mundo y Rey del universo, que manifiesta su Amor verdadero y gratuito en sus actos de creación, redención y salvación del mundo y de la humanidad.

    ¿Y los principales «contras» del transhumanismo?

    Que se basa en una antropología equivocada e inadecuada para el ser humano.
    «Todo me es lícito, mas no todo conviene» (1 Corintios 10:23-26). Sinceramente creo que no todo aquello que la ciencia y las biotecnologías puedan hacer o podrán hacer en un futuro nos conviene o convendrá como personas o como especie humana.

    La visión prometeica del transhumanismo, que nace de la muerte de Dios, es reduccionista respecto al ser humano. Su meta final, su objetivo último es la superación de lo humano basándose en la falsa promesa de un nuevo hombre transhumano o posthumano que se cree libre y elevado a un nivel de existencia superior e inmortal. El transhumano-posthumano se entroniza como el auténtico «Homo Deus». Ya sabemos que la superación de la humanidad por la figura ideológica del superhombre tiene raíces profundas en nuestra cultura, unas raíces que se fortalecen cada vez que en la historia intentamos «liberarnos» del legado de Jesús de Nazaret, es decir, de la humanidad nueva que, en cambio, se enraíza en su persona y en su resurrección.

    ¿Es decir que el transhumanismo quiere que dejemos de ser humanos?

    En efecto, no quiere que vivamos en la plenitud que supone ser Hijos de Dios.

    La singularidad transhumanista que pretende establecer inexorablemente el nuevo destino de la humanidad, ahonda en la perdida de todo sentido y nos identifica con la nada. La vida que nos presenta el transhumanismo es una vida reducida, a pesar de las promesas de longevidad indefinida y de inmortalidad cibernética, una vida que, por eso mismo, no vive de ninguna plenitud. El nuevo hombre -el transhumano-posthumano- desconoce que Aquel contra quien lucha, olvida y niega es el fundamento de su grandeza, ya que el hombre no es el mismo ni se perfecciona si no es por la Gracia.



    ¿En qué ejemplos de la vida cotidiana, vemos claramente ya la influencia del transhumanismo en la sociedad?

    En la cultura de la mejora y del mejoramiento humano que se va extendiendo por nuestra sociedad hipermoderna. En las formas más extremas de la ideología de género relacionadas con el diseño biotecnológico humano. En las posiciones más radicales del aumento de capacidades físicas en el deporte, en la valoración extrema de la eficiencia lógico-racional que pronto será asumida por los robots autónomos inteligentes que tomarán decisiones humanas, en la creencia de que los algoritmos, el Big Data, el Internet de las cosas nos salvarán. En la construcción del humano plus (H+) en lugar de en un ser más humano (+H).

    El transhumanismo propone básicamente tres superaciones: una relativa al alargamiento de la vida, otra relativa a la agilidad mental, y una última relativa a la eliminación del sufrimiento, ¿hasta qué punto es positivo y no es incompatible con la ley de Dios?

    En relación al alargamiento de la vida, lo que los transhumanistas denominan la Superlongevidad, debemos pensar si ello será un sueño o más bien una pesadilla. Por supuesto que el aumento de la esperanza de vida con calidad, cariño y cuidados es bueno. No obstante, longevidades de 100, 120, 130… años en soledad, con un grado de dependencia no correspondido con el amor de nuestros seres queridos, con agonías y sufrimientos no sublimados por el sentido y la esperanza cristiana de alcanzar el gozo de la vida eterna resultaran muy difíciles de sobrellevar. La tentación de la eutanasia y el derecho a decidir cuándo y cómo morir se generalizarán en nuestras sociedades envejecidas y con déficits graves en el Estado del Bienestar.

    ¿Y la agilidad mental?


    Lo que los transhumanistas denominan la Superinteligencia. Esta ideología lleva al extremo un camino empezado hace mucho tiempo cuando el racionalismo hizo de la razón lógico-calculadora la única facultad digna de ser tomada en consideración. El ser humano reducido a esa forma reductiva de la razón pierde todo el sentido de lo que es el misterio. El transhumanismo propone alcanzar una razón que potencia al infinito su reducción de puro cálculo y toma como modelo de funcionamiento las supercomputadoras y la inteligencia artificial.

    No obstante la persona es multidimensional. En el primer nivel, tenemos la inteligencia más básica, la inteligencia emocional, que está más relacionada con el cuerpo, los instintos y es acerca de sentir. El segundo nivel lo ocupa la inteligencia intelectual que está más relacionada con las actividades de la mente, lo cognitivo y es acerca de pensar. Finalmente, el tercer nivel lo ocupa la inteligencia espiritual que está más relacionada con el bienestar, con vivir una vida feliz con plenitud y es acerca del Ser.

    El aumento de la inteligencia espiritual será esencial en las sociedades biotecnológicas emergentes para mantener la preeminencia de la inteligencia humana sobre la inteligencia artificial.

    Finalmente, la eliminación del sufrimiento.

    El tercer aspecto que propone el transhumanismo es la eliminación del dolor, del sufrimiento,
    mediante nuestra transformación biotecnológica. En definitiva, la creación de un mundo feliz centrado en el Superbienestar.

    El filósofo transhumanista David Pearce, en efecto, plantea que abolir el sufrimiento sería el detonador de una nueva etapa en la evolución humana, y que esto es perfectamente posible con el apoyo de la medicina genética y el desarrollo de fármacos psicoactivos e inteligentes.

    No obstante, todos tenemos constancia de que el mal, el sufrimiento – sobre todo el sufrimiento inocente- entra en la categoría del misterio, no tiene respuesta humana. Forma parte de este mundo y de la condición humana.
    Ante el dolor y el sufrimiento, lo que verdaderamente vale más es el consuelo; y el consuelo se transmite mediante la presencia, la coparticipación en el de manera especialmente humana. Cuando uno sufre, lo que más se agradece es la presencia del otro que le transmite su calor humano. Eliminar el dolor, como propone el transhumanismo, es eliminar a la vez la presencia consoladora del otro y también el abrazo de Jesús que no rechazó el cáliz del dolor. Cristo no ha venido a explicar el sufrimiento ni a resolver el problema del mal: ha tomado el mal sobre sus espaldas para liberarnos de él.

    Si el sistema de valores de la sociedad biotecnológica del futuro se basa en los principios del humanismo avanzado, continuaremos pensando que lo que de verdad importa es consolar y ayudar al que sufre y hacer felices a los demás.

    Usted ha acuñado el concepto de humanismo avanzado con la intención de contraponerlo al transhumanismo, ¿Cómo lo definiría?

    Ante los citados desafíos ideológicos y los retos impresionantes que nos plantea la convergencia de las biotecnologías y su interacción e integración en el ser humano y en el ambiente, efectivamente, he acuñado el concepto de humanismo avanzado, centrado en una antropología adecuada del ser humano para este siglo XXI, abierto a la Trascendencia, que evoluciona para ser, precisamente, más humano. Es una reformulación del humanismo en el que las biotecnologías emergentes estén al servicio de las personas y de la biosfera y no al revés, y en el que la ética, las humanidades y la espiritualidad, lideren el nuevo escenario del progreso científico- tecnológico.



    El humanismo avanzado resulta muy estimulante.

    Estoy convencido que con una mirada interdisciplinar, transversal y humanista de la ciencia y la ayuda de las tecnologías emergentes al servicio de las personas, podremos construir para el siglo XXI unas sociedades capacitadoras e incluyentes en la que se defiendan de forma activa los postulados del humanismo integrador y avanzado, es decir, la dignidad inherente a toda persona, la libertad del ser humano, su derecho a decidir, la defensa de su integridad física y moral, el respeto a su dimensión espiritual y su condición de Hijos de Dios, y la equidad entre todos los seres humanos. En definitiva, necesitamos organizar una sociedad que capacite a las mujeres y a los hombres de toda condición y edad para que puedan desarrollar su proyecto vital, alcanzar la felicidad, y ser, de este modo, personas singulares, mejores y diversas.

    Necesitamos un sistema de valores humanistas revisado que configure una ética universal para ayudarnos a discernir en qué casos la interacción e integración de biotecnologías emergentes en nuestro cuerpo y mente para aumentar nuestras capacidades resulte moralmente correcta, y en que otros casos no.

    Y los católicos tenemos un estimulante camino a recorrer. Necesitamos conectar el cerebro con el corazón.

    Hay muy poca documentación eclesiástica a este respecto y por lo tanto pocas pautas sobre la moralidad y licitud de este movimiento

    Efectivamente, tenemos pocos documentos eclesiásticos católicos de referencia. El pasado mes de noviembre del 2017, en el Vaticano, se reunieron en asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura diferentes expertos dedicados a estudiar los temas que hemos ido tratando en esta entrevista bajo el título: «El futuro de la humanidad: nuevos retos a la antropología».

    En la Asamblea Plenaria del citado Dicasterio se trataron, en primer lugar, el mapa del territorio y los modelos antropológicos fundamentales. En segundo lugar el rediseño de la naturaleza humana: Medicina y genética, en tercer lugar, el hombre, entre cerebro y alma: Neurociencias y finalmente, en cuarto lugar, en la sociedad de las maquinas pensantes: inteligencia artificial.

    ¿Y que dijeron?

    Los frutos de las discusiones se recogerán y publicarán próximamente en la Revista del Dicasterio «Culturas y Fe».

    Del discurso del Papa Francisco en la audiencia a los participantes a la citada Asamblea Plenaria, cabe destacar la siguiente idea final: «/…/ sigue siendo válido el principio de que no todo lo que es técnicamente posible o factible es, por lo tanto, éticamente aceptable. La ciencia, como cualquier otra actividad humana, sabe que tiene límites que se deben observar por el bien de la humanidad misma, y requiere un sentido de responsabilidad ética. La verdadera medida del progreso, como recordaba el beato Pablo VI, es lo que está dirigido al bien de cada hombre y de todo hombre».

    Por lo tanto, es necesario obrar con mucha prudencia, ¿verdad?

    Efectivamente, el principio de prudencia y el espíritu abierto y crítico resultan básicos ante los retos y desafíos planteados por los avances biotecnológicos aplicados al ser humano y a la biosfera. Deberemos estar atentos a la evolución de la ideología del transhumanismo a nivel global.

    El famoso tema de la implantación del chip bajo pretexto de mejorar la salud, la conectividad, la seguridad… ¿puede ser una forma muy peligrosa de control de las personas?

    Si, la implantación de un chip en nuestro cuerpo y mente, con efectos profundamente destructivos sobre nuestra privacidad, intimidad e interioridad, debe ponernos en alerta y abrir un riguroso y amplísimo debate trasversal que hasta ahora no se ha produciendo.

    A nivel de la batalla espiritual que se está librando en estos últimos tiempos entre el bien y el mal, deberemos tener en cuenta las palabras de San Juan:

    « Y la bestia hará que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia» (Ap 13:16).
    Tratar de escapar del sistema del microchip en el Nuevo Orden Mundial biotecnológico implicará ser excluido del comercio, de los beneficios gubernamentales, del sistema de racionalización masiva de alimentos, del nuevo sistema financiero sin dinero físico, etc.

    Por ello, creo necesario que los católicos reflexionemos profunda y rigurosamente sobre este sistema biopolitico y este modelo económico biotecnológico que puede acabar siendo dirigido por una sinarquía contraria radicalmente a los designios de Dios.

    ¿Hasta qué punto se podría considerar una rama dentro de la bioética o sería una ética totalmente aparte?

    Estamos ante una ética distinta. Además de la bioética, necesitamos una tecnoética adecuada para afrontar a nivel mundial los retos de la convergencia de las tecnologías emergentes. Debemos capacitarnos desde una ética de la anticipación para ejercer con responsabilidad tecnológica la innovación aplicada al propio ser humano en la sociedad biotecnológica del siglo XXI. En esta línea, propongo trabajar en la elaboración internacional de una Declaración Universal de los Valores Humanos.

    El supuesto de eliminación del sufrimiento sería el más controvertido, pues aparentemente, ¿no cree que se aproximaría más al budismo que al cristianismo?

    Los logros del progreso científico-técnico son legítimos en lo que respecta a la mitigación del sufrimiento humano (consagrar nuestro conocimiento de la biología, y en especial de la genética a la erradicación de enfermedades, a la prolongación del bienestar y a su universalización…), así como a auspiciar ciertas capacidades humanas, siempre y cuando se posea certeza de que las intervenciones destinadas a este fin no comprometen otros bienes y valores, no se imponen coercitivamente y no implican riesgos mayores que los beneficios potenciales. Esta es la posición del cristianismo, siempre adoptando una actitud humilde ante el misterio de la vida, del sufrimiento y de la muerte.

    Curiosamente, el budismo tibetano, a través del Dalai Lama, ha entrado en contacto con el Proyecto Avatar 2045 sobre inmortalidad cibernética impulsado por el millonario ruso Dmitry Itskov.



    Alargar la vida en esta vida está bien, pero el hecho de desafiar a la muerte es entrar en un terreno muy peligroso, pues una inmortalidad humana en la tierra se opondría al plan de Dios (muerte, juicio, cielo, infierno).

    Recientemente algunos transhumanistas afirman que vamos a asistir a «la muerte de la muerte». Dicen sin rubor que la muerte no es inevitable y que las religiones nacen del atávico miedo a la muerte. Hasta hace muy poco tiempo, señalan, ese miedo y ese deseo de supervivencia sólo encontraba consuelo en paradigmas religiosos. Sin embargo, el hecho incontrovertible de la muerte ya puede rebatirse- según estos autores- desde fundamentos científico-técnicos.

    No obstante, el sentido de la muerte en la concepción católica es mucho más rica e integral. Dicha cosmovisión cristiana no se conforma con una simple inmortalidad cibernética sino que aspira, nada más y nada menos que a la resurrección del cuerpo-alma y a la vida eterna, contemplando y viviendo en el torrente inefable del Amor que es Dios.

    –¿Cuál sería la línea roja que no debemos traspasar desde el sano avance científico ya que significaría desafiar a Dios?

    Tres de los riesgos existenciales más apremiantes para la humanidad son las pandemias, el cambio climático extremo y la guerra nuclear. Muchos expertos añaden a estos tres, el riesgo existencial que va a suponer en las próximas décadas la inteligencia artificial fuerte, es decir, aquella que se independizará del control humano hasta adquirir, incluso, consciencia de sí misma.

    Desde mi punto de vista, la línea roja fundamental que las biotecnologías no deberían traspasar jamás, es la que pueda ir contra la dignidad humana y la libertad personal ambas constitutivas de la condición humana querida por Dios. La Ley natural nos ayuda en ese discernimiento y la fuerza del Espíritu Santo nos inspirará para hacer bien las cosas. No debemos tener miedo y actuar con cautela pero con esperanza.

    Foto de portada: Javier Carreras

    Archivado en: Javier Navascués Pérez; Entrevistas

    FUENTE: Albert Cortina: «El transhumanismo parte de una cosmovisión cientificista, materialista y atea del ser humano»
    raolbo y Pious dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  8. #88
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    «Vivir sin redes» por Juan Manuel de Prada para la revista «XLSEMANAL» publicado el 27/V/2018.

    ______________________

    Aunque mis amigos conocen sobradamente (y espero que mis lectores también) mi aversión a las redes sociales todavía me tropiezo con gentes a las que sorprende que no tenga cuenta o perfil o como se diga en ninguna ‘red social’, tampoco guasá o guasó en el móvil. He descubierto, además, que el grado de estulticia o majadería de una persona puede medirse con exactitud milimétrica con tan sólo reparar en la reacción que muestra cuando sabe que no podrá encontrarme en ninguno de esos quilombos: el botarate sin remisión hace aspavientos, se carcajea, espanta o escandaliza; el mostrenco me mira con perplejidad, como si yo fuese un marciano; pero entre las personas inteligentes descubro siempre, tras la sorpresa inicial, un fondo de melancólica envidia.

    Y no es para menos, porque la realidad es que sus vidas se han deteriorado mucho, desde que quedaron atrapadas en esa engañifa de las ‘redes’. Y no sólo sus vidas. Hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre: las redes sociales afectan a la inteligencia, la vuelven nerviosa y saltimbanqui, le impiden fijarse en la contemplación y en el estudio de las cosas. Tal vez por haberme quedado en la orilla, puedo distinguir mejor los efectos idiotizantes de estas redes o enredaderas en la conducta de las personas que me rodean: su atención está siempre distraída y como zarandeada por súbitas premuras; y su carácter se ha alterado, siempre para peor, tornándose más ansioso y desquiciado. Tengo amigos, durante décadas lectores empedernidos, que ahora son incapaces de mantener la concentración en la lectura durante más de media hora, acuciados por el timbre del cacharrito que les advierte que han recibido un nuevo mensaje, o que les han contestado al que mandaron. También conozco a personas de temperamento antaño bonancible (algunas muy famosas) que hoy están siempre crispadas, enredadas en trifulcas peregrinas y grotescas con sus seguidores u odiadores de Twitter, o frenéticas por no sé qué chuminadas politiquillas que antes les importaban un bledo (y ahora los tienen prendidos de la pantalla de su móvil). En los programas de televisión veo a los participantes prestando más atención a los merluzos que les dejan mensajes en su Twitter que a lo que en el programa se está discutiendo; e, inevitablemente, sus participaciones denotan distracción y despiste, a veces una absurda alteración (porque lo que el merluzo les ha escrito los ha sacado de sus casillas), amén de una expresión más tópica y mazorral (como inevitablemente ocurre cuando tenemos la cabeza en otra cosa).

    Resulta, en verdad, muy llamativo que nadie hable seriamente de los efectos arrasadores de estas redes o enredaderas en el carácter y en la conducta. Basta viajar en tren o autobús y tener unas elementales capacidades de observación para comprobar que hay gente por completo rehén de estas hijas de Circe. He visto a perfectos imbéciles viajar al lado de chicas guapísimas con las que no cruzan una sola palabra, ocupados en atender compulsivamente toda la morralla que les llega al móvil o bien no dignarse siquiera alzar la vista para contemplar por la ventanilla unas cumbres nevadas que a cualquier persona con una mínima sensibilidad invitarían a la meditación gozosa; y, en fin, constantemente veo a personas que, aunque se esfuerzan por leer, son incapaces de mantener la atención quieta en la lectura y constantemente –como si de un acto reflejo se tratase– necesitan distraerse con su móvil, consultar compulsivamente los puñeteros guasás o tuits y responderlos, o aguardar respuesta a los que han escrito. Es un espectáculo doloroso que mueve a la piedad; porque, aunque se trate de ocultar, detrás de estos comportamientos hay muy probablemente trastornos nerviosos no diagnosticados y tal vez también recónditas alteraciones en las sinapsis neuronales. De lo que no hay ninguna duda es de que la adicción a estas redes o enredaderas cambia el carácter de las personas, las desazona e incapacita progresivamente para actividades que exigen sosiego; y tampoco cabe duda de que detrás de su uso hay muchas inseguridades enfermizas, mucho morboso afán de notoriedad y protagonismo, mucho complejito sublimado y rebozado de jactancia o pavoneo. Lo he comprobado en diversas personas a las que conozco desde hace décadas y no necesito que ningún científico me lo confirme (mucho menos que ningún apologeta zascandil de estas redes o enredaderas me lo rebata). Pero esta evidencia gigantesca se oculta con oscuros propósitos.

    Vivir sin redes es una gozada. Las chicas guapas (vale, y los chicos), las cumbres nevadas y los doctos libros están pidiendo a gritos que abandonemos esa cochiquera.

    https://www.xlsemanal.com/firmas/201...uel-prada.html
    Última edición por Pious; 30/05/2018 a las 23:53
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  9. #89
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    «Letrina del resentimiento» por Juan Manuel de Prada para la revista XLSEMANAL, artículo publicado el 28/X/2018.
    ______________________

    En su ensayo sobre Tiberio, Gregorio Marañón señala que, siendo muy parecido al odio y a la envidia, el resentimiento es mucho más nocivo para quienes lo padecen. Pues el odio o la envidia, aunque son pasiones igualmente nefastas, tienen una proyección estrictamente individual (se odia o envidia a una persona en particular) y, por lo tanto, invaden tan sólo una parte del alma (y, si desaparece el motivo del odio o la envidia, el alma puede restablecerse). En cambio, el resentimiento es una pasión más nebulosa o impersonal, que se dirige con frecuencia contra el mundo entero; pues el resentido no se considera agraviado por tal o cual persona en concreto, sino por una confabulación de circunstancias que convergieron en su fracaso. Y, así, el resentimiento gangrena el alma por completo, teniendo una curación más ardua y dolorosa. Marañón no niega que un resentido pueda liberarse de la pasión que lo destruye, pero reconoce que tal curación exige un empeño de perfeccionamiento moral mucho mayor que cualquier otra pasión perniciosa.

    Uno de los recursos más habituales del resentido –nos explica Marañón– es la redacción de anónimos. «Un anonimista infatigable que pudo ser descubierto, hombre inteligente y muy resentido, declaró ante el juez que al escribir cada anónimo ‘se le quitaba un peso de encima’», escribe. Naturalmente, la percepción de este ‘anonimista’ era errónea; pues la escritura de anónimos alimenta siempre el resentimiento, que como la adicción a las drogas necesita de constantes rendiciones que el drogadicto experimenta eufóricamente como si fuesen alivios… que no hacen sino derrotarlo más. Siempre ha sido hábito del resentido –«calumnia, que algo queda»– recurrir a los anónimos injuriantes, que le brindan un momentáneo desahogo a la vez que gangrenan cada vez más su alma. Y siempre ha sido hábito de las sociedades saludables perseguir y combatir los anónimos, que no hacen sino envilecer el ambiente espiritual de la época. Así ocurrió, al menos, hasta la nuestra, en la que los anónimos han encontrado no sólo protección y estímulo, sino también legitimación, a través de la tecnología.

    ¿Qué son, sino resentidos, esos trolls que infestan las redes sociales, los foros de discusión virtuales, los comentarios de las noticias publicadas por los medios digitales? Se amparan en el anonimato para disparar insidias, ofensas y zafiedades, dicen que con una intención «provocadora»; pero a todos los guía el resentimiento más aciago, a veces expuesto desnudamente a través del exabrupto, a veces disfrazado con los andrajos de un patético gracejo (que, sin embargo, otros trolls celebran como si fuese un rasgo de ingenio). Millones de cuentas en las redes sociales están dedicadas a la difusión de anónimos biliosos que, a su vez, otros resentidos difunden, en una marea de orgullosa y solidaria satisfacción. Y no hay más que asomarse a los comentarios que ilustran, a modo de gargajos, cualquier noticia o crónica periodística publicada en un diario digital para enfrentarse a un hormiguero de inmundicia rencorosa. Sabemos que interné es una letrina de resentimiento, pero hemos llegado a aceptarlo como si tal cosa. Nadie se detiene a considerar que todo ese vómito de bazofias dictadas desde la oscuridad del anonimato está delatando una grave enfermedad social de muy difícil cura. Más bien parece aceptarse que esta forma de envilecimiento colectivo fuese inevitable, incluso… conveniente.

    A veces, conversando con personas habituadas a desenvolverse en estos ámbitos de inmundicia, he llegado a la conclusión de que conviene a nuestra época una letrina donde los perversos, los fracasados y los descontentos puedan desahogarse. Conviene que una multitud creciente de personas con conciencia de agravio (a veces fundamentada, a veces imaginaria) tenga a su disposición un desaguadero que disminuya su peligrosidad. Conviene, en fin, que interné sea una jaula de monos agitados que gritan hasta quedarse afónicos, ensordecidos por el tumulto ambiental. Pero esta solución, amén de ingenua, nos parece repugnantemente cínica. Pues el resentimiento nunca se ‘desahoga’, sino que queda preso al fondo de la conciencia, donde incuba y fermenta, infiltrando todo nuestro ser; y acaba siendo el motor de nuestras acciones, hasta convertirnos en alimañas. Que es lo que terminará ocurriendo, si no reaccionamos: construiremos una disociedad sin lealtad ni amor, un enjambre de alimañas heridas, prestas a lanzar su dentellada. Pero quizá esto también convenga a quienes permiten que interné sea una letrina del resentimiento.

    https://www.xlsemanal.com/firmas/201...-de-prada.html
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  10. #90
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    «Transhumanismo» por Juan Manuel de Prada para la revista Misión, artículo publicado el 21/XII/2018.
    ______________________

    Siempre hallamos en el hombre, desde la noche de los tiempos, el anhelo de salirse de la casilla de su naturaleza, anticipando el destino glorioso que le ha sido prometido. Hay en nuestra naturaleza mortal una nostalgia de divinidad, pues no en vano fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, hemos participado de los beneficios de la Redención y sabemos que nos aguarda una existencia eterna y “transhumanada”, una metamorfosis misteriosa que nos hará resplandecientes e inmortales, sin renunciar a nuestros cuerpos.

    Esta vocación plenamente humana, alimentada de promesas divinas, encontró su parodia en aquella promesa que la antigua serpiente lanzó a Eva en el Paraíso: “Seréis como dioses”. Es decir, podréis disfrutar de esa naturaleza “transhumanada” revelándoos contra el acto creador de Dios, rechazando los beneficios de la Redención, anticipando el disfrute de una gloria imperecedera al margen de los planes divinos.

    Todas las triquiñuelas luciferinas se resumen, a la postre, en la promesa de un Paraíso en la Tierra que anticipe los gozos ultraterrenos y glorifique nuestra carne mortal, a costa de privarla de la gloria eterna. Y entre todas estas triquiñuelas ninguna tan sugestiva y perturbadora como hacernos dioses revolviéndonos contra nuestros límites como seres biológicos. Así, el hombre deja de ser criatura, para convertirse en creador de sí mismo.

    El transhumanismo promete que nos dotará de capacidades superiores: una mayor longevidad, una inteligencia superior, una invulnerabilidad ante las enfermedades o las pasiones más torpes, etcétera. Así hasta convertirnos en dioses. Aquí podríamos recordar aquella frase de Lewis Mumford sobre los utopistas: “Al pretender que Falstaff sea como Cristo, estos fanáticos impiden que los bribones de nacimiento sean capaces de alcanzar al menos el nivel de un Robin Hood”.

    Frente a las pretensiones utópicas, la visión católica le pide a Falstaff que mire a Cristo, que trate de imitarlo, para que así, desplazándose dentro del ámbito de su naturaleza caída, logre ser Robin Hood. Esta es la única transformación a la que podemos aspirar en vida. El transhumanismo, en cambio, pretende saltarse de un brinco nuestra naturaleza caída; y, a diferencia de la gracia, que favorece la conversión de Falstaff en Robin Hood, pretende grotescamente que Falstaff se convierta en Cristo. Algo tan grotesco como saltar sobre la propia sombra o tratar de alzarnos tirando de nuestro pelo.

    Contra la utopía transhumanista, se alza la idea cristiana, tan escandalosa y subversiva hoy como hace dos mil años. Nuestro cuerpo, tan tentado por las debilidades, tan acechado por los padecimientos y los achaques, guarda una semilla de divinidad que germinará después de nuestra muerte, para inundarnos de divinidad.

    Nuestro cuerpo lleno de arrugas y michelines, cólicos del riñón y deficiencias respiratorias, humores malolientes, secreciones y excrementos; nuestro cuerpo que se lastima y se duele, que se muere y se pudre y que, sin embargo, ha sido elegido como recipiente necesario de nuestra plenitud, nuestro cuerpo ha nacido para la gloria. Esta es la transhumanización que nos aguarda, a la vuelta de la esquina y para siempre.

    https://www.revistamision.com/transhumanismo/.
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  11. #91
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    «Noosfera tecnológica» por Juan Manuel de Prada para la revista XLSEMANAL, artículo publicado el 31/VII/2016.
    ______________________

    Cuando viajo en metro, me fijo en los pasajeros de mi vagón; casi todos están prendidos de sus cacharritos de pantalla táctil, con gesto absorto y a veces un poco zombificado, como si los cacharritos les susurrasen a todos la misma canción, una emisión alienígena que los obligase a actuar al unísono. Una de las frases más fofas y características de nuestra época consiste en repetir machaconamente que la tecnología no es en sí misma buena o mala, sino tan sólo un instrumento al que se puede dar el uso que queremos. Se trata, naturalmente, de un argumento grotesco que pretende hacer de la debilidad virtud. tal vez una rueda o un cuchillo sean, en efecto, artefactos neutros, pero todos sabemos que la sofisticada tecnología que hoy nos rodea no lo es. Escribía Marcuse en El hombre unidimensional que «la tecnología sirve para instituir formas de control y de cohesión social que resulten más efectivas y agradables». Y, rebelándose contra la resobada «neutralidad» de la tecnología, afirmaba que «la sociedad tecnológica es un sistema de dominación que opera ya en el concepto y la construcción de técnicas»; y cuyo fin último no es otro sino «determinar la vida» de la gente.

    No hace falta ser marxista como Marcuse para advertirlo. En toda época, la tecnología ha sido con frecuencia una fuerza de abrumadora fascinación y muy difícil control; pero en ninguna época como la nuestra se ha convertido de forma tan descarada en un medio idóneo para la manipulación social, política y psicológica. Hubo un tiempo allá en la lejana revolución industrial en que los hombres soñaron ingenuamente que el poder sobre los artefactos disminuiría el poder sobre las personas; hoy ya sabemos que el poder sobre los artefactos multiplica exponencialmente el poder sobre las personas. Los avances vertiginosos de la tecnología han creado un desarraigo mayor que en ninguna otra época, paradójicamente bajo una ilusoria apariencia de mayor vinculación. un desarraigo que afecta a nuestras relaciones familiares, que nos aleja de las generaciones que nos precedieron, que nos aísla intelectualmente (porque perdemos sentido de lo real) y nos invita golosamente a vivir al margen del misterio y la trascendencia. Y, a la vez que nos desarraiga, la tecnología nos homogeneiza; pues la pérdida de interioridad y del sentido de lo real acaba formando mentalidades estandarizadas y fácilmente manipulables que confunden la propaganda, las consignas y los pensamientos inducidos que reciben a través de sus artefactos con lucubraciones propias. Quizá la magia más peligrosa de la tecnología sea el espejismo de liberación de las viejas ataduras que nos produce; cuando lo cierto es que no hace sino cargarnos con nuevas cadenas, a la vez que nos aísla de aquellas realidades que nos constituyen y vertebran, para llevarnos por los canales que convienen a sus fines, como las cintas transportadoras nos llevan, inertes y estólidos como fardos, por los aeropuertos. Con razón decía Huxley que la dictadura perfecta tendría la apariencia de una cárcel sin muros donde los prisioneros no soñarían con evadirse, donde los esclavos llegarían a sentir amor por su esclavitud, gracias al consumo y el entretenimiento.

    Y, en nuestra época, esta homogeneización disfrazada de liberación de las viejas ataduras se ha vuelto mundialista, logrando una «humanidad nueva» golpeada por la misma propaganda, moldeada por los mismos paradigmas culturales, cuyos anhelos e ilusiones, miedos y recelos son, en realidad, reflejos condicionados provocados por su dependencia tecnológica. Aquel anhelo protervo de lograr una «mente colmena» en la que los seres humanos fuesen deglutidos y convertidos en átomos o insectos intercambiables, de racionalidad puramente funcional, empieza a hacerse realidad, tal vez a mayor velocidad de lo que nunca hubiésemos imaginado. No deja de tener su gracia siniestra que esta «humanidad nueva» producida por la tecnología se parezca monstruosamente a la «noosfera» del teólogo visionario Teilhard de Chardin, que imaginó (lo suyo era la ciencia-ficción con guarnición de setas alucinógenas, más que la teología) una época futura en la que un vasto tejido nervioso o «envoltura pensante» uniría el pensamiento de todos los hombres, hasta lograr la «planetización humana». Teilhard pensaba que esta «noosfera» era el paso previo a la delirante fusión de una Humanidad de superhombres con Cristo en el Punto Omega (que así imaginaba este jesuita genialoide y lisérgico la Parusía). Hoy ya sabemos que la noosfera tecnológica nos conduce a otra parusía muy distinta, en la que una humanidad de infrahombres, ya para entonces un enjambre o nube de insectos, se funden con el Señor de las Moscas.

    https://www.xlsemanal.com/firmas/201...cnologica.html
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  12. #92
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    «Transhumanarse» por Juan Manuel de Prada para la revista XLSEMANAL, artículo publicado el 13/01/2020.
    ______________________

    Siempre hallamos en el hombre, desde la noche de los tiempos, la tentación de salirse de la casilla de su naturaleza, anticipando el destino glorioso que le ha sido prometido. Hay en la naturaleza humana una nostalgia de divinidad, un ansia de una existencia eterna y ‘transhumanada’. Esta vocación plenamente humana encontró su parodia en aquella promesa que la antigua serpiente deslizó a Eva en el Edén: «Seréis como dioses». Es decir, podréis disfrutar de esa naturaleza ‘transhumanada’ al margen de los planes divinos. Todas las triquiñuelas de la serpiente se resumen, a la postre, en la promesa de un Paraíso en la Tierra que anticipe los gozos ultraterrenos y glorifique nuestra carne mortal, a costa de privarla de la gloria eterna. Y entre todas estas triquiñuelas ninguna tan sugestiva y perturbadora como hacernos dioses desembarazándonos de los límites biológicos de nuestra naturaleza. Así, el hombre deja de ser criatura, para convertirse en creador de sí mismo.

    Si volvemos la vista atrás, hasta los relatos mitológicos, comprobaremos enseguida que este anhelo de alcanzar una existencia ‘transhumanada’ se expresa de las formas más pintorescas. El pagano no podía sino vislumbrar confusamente su destino, de modo que concibe su participación en la divinidad de forma tosca y escabrosa (o, si se prefiere, folletinesca), mediante coyundas que funden el linaje mortal con el linaje olímpico. Para ello, imagina a unos dioses promiscuos y asaltacamas, deseosos de expandir su genealogía engendrando una prole innumerable en todas las mujeres que se cruzan en su camino. Pero la mitología pagana también nos procura, junto a estas poéticas ensoñaciones olímpicas en la que los dioses descienden de su trono para participar de la aventura humana, visiones de pesadilla en la que la transgresión de las barreras biológicas adquiere perfiles tenebrosos y horrendos. Todas las mitologías paganas burbujean de seres híbridos, a veces desdichados, a veces protervos, animales parcialmente humanos u hombres parcialmente animalescos. Pensemos, por ejemplo, en la Medusa, con su cabellera de serpientes ondulantes; pensemos en las sirenas, ninfas marinas con cabeza de mujer y cuerpo de ave; pensemos en la temible Esfinge, con cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león y alas de pájaro.

    El transhumanismo aspira a dotar a los seres humanos de capacidades superiores: una mayor longevidad, una inteligencia superior, una mayor resistencia ante las enfermedades, etcétera. Se trata, en fin, de parodiar el acto creador de Dios, ignorando los condicionantes de la naturaleza humana, empezando por la caída que expulsó al hombre del Edén. Como decía Lewis Mumford, refiriéndose a los utopistas políticos (pero vale también para los utopistas científicos): «Al pretender que Falstaff sea como Cristo, estos fanáticos impiden que los bribones de nacimiento sean capaces de alcanzar al menos el nivel de un Robin Hood». Mumford dirigía su crítica contra las corrientes revolucionarias, obsesionadas con la creación de un hombre nuevo, como condición de todo cambio estructural. La visión cabal del hombre le pide a Falstaff que mire a Cristo, que trate de imitarlo, para que Falstaff se desplace trabajosamente, con ayuda de la gracia pero siempre dentro del ámbito de su naturaleza caída, hasta lograr convertirse en Robin Hood. El transhumanismo, por el contrario, pretende un salto ilusorio de la naturaleza; a diferencia de la gracia, que favorece la conversión de Falstaff en Robin Hood, aspira grotescamente a que Falstaff se convierta en Cristo. Algo tan demente como tratar de alzarnos tirando de nuestro pelo.

    En el fondo de la utopía transhumanista subyace la vieja y errónea idea de considerar el cuerpo una cárcel que conviene convertir en un aposento suntuoso. Contra esta vieja y errónea idea, sólo se alza la nueva idea cristiana, tan escandalosa y subversiva hoy como hace dos mil años. Nuestro cuerpo, tan acechado por los padecimientos y los achaques, guarda una semilla de divinidad que está a punto de germinar. Nuestro cuerpo, cuyo destino aparente es la muerte, se hace partícipe de la naturaleza divina cuando descubre que su destino auténtico es otra vida más plena. Nuestro cuerpo lleno de arrugas y michelines, cólicos del riñón y deficiencias respiratorias, humores malolientes, secreciones y excrementos; nuestro cuerpo que se lastima y se duele, que enferma y se muere y se pudre, ha sido, sin embargo, elegido como recipiente de nuestra gloria. Esta es la única transhumanización que merece la pena.

    https://www.xlsemanal.com/firmas/202...uel-prada.html
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  13. #93
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    La viñeta del mes: miniadictos.




    https://saldelamaquina.wordpress.com/2020/04/28/la-vineta-del-mes-miniadictos/.

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  14. #94
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    La viñeta del mes: fabricantes de ego.



    https://saldelamaquina.wordpress.com...antes-de-egos/.
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  15. #95
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    El teatro, también interferido por los smartphones.

    La delirante fiebre de los smarphones no ha dejado espacio sin colonizar (comenzando por nuestras mentes). Las bibliotecas públicas están invadidas, como denunciaba un lector afincado en Barcelona. Recientemente, nos describían también la escena presenciada en una parroquia de barrio: cinco chicos y chicas jóvenes, sentados en un banco en el interior del templo, frente al altar, mirando sus smarphones y comentando entre risas ahogadas los contenidos de las pantallas. Ahora nos llega también la noticia de una obra de teatro en la que la actriz Lola Herrera se vio obligada a interrumpir su actuación… a causa de un móvil.

    Ya nada es sagrado… salvo la hiperconexión.

    https://saldelamaquina.wordpress.com...s-smartphones/.
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  16. #96
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    La viñeta del mes: una nueva especie.



    https://saldelamaquina.wordpress.com...nueva-especie/.

  17. #97
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    La viñeta del mes: la pesca en el siglo XXI.



    https://saldelamaquina.wordpress.com...-el-siglo-xxi/.
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  18. #98
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    Antonio (Taipei): “fue doloroso decir adiós a Facebook”.

    Para mí siempre ha sido complejo el tema de la desconexión. He pasado por dos etapas en relación a esto. En un primer momento alternaba meses de alta en ciertos servicios como Facebook o WhatsApp con momentos de rebeldía en que los dejaba de usar. Eran mis años de estudiante de psicología en que ya me di cuenta de cómo ciertos compañeros de profesión utilizaban el conocimiento en aprendizaje, procesos psicológicos básicos, personalidad, neurología y psicología social para el beneficio empresarial. Eran años en que empezó a ponerse de moda la “programación neurolingüística”. En mi opinión todo esto sólo reflejaba la falta de moralidad de empleados que simplemente querían ganar dinero. No obstante era difícil desconectarme puesto que no somos entes aislados de nuestro entorno social. Siempre acababa sintiéndome aislado o falto de recursos. (¿Cuántas veces vamos a realizar tareas administrativas y nos dicen lo típico de “debe ir usted a nuestra página web para solicitar cita o registrar sus documentos”?).

    Posteriormente conseguí desconectarme sin demasiados problemas. Especialmente me pareció algo doloroso decir adiós a Facebook y ciertos servicios donde mantenía contacto con personas especiales que conocí mientras viajaba. Aunque tomé la decisión de decir adiós a aquellas maravillosas personas (ejercicio que no todo el mundo parece capaz de hacer en la actualidad). No obstante, ahora vivo en el extranjero y necesito de servicios de videollamada y mensajería para mantenerme en contacto con mi círculo cercano. Lo cual, bien pensado y organizado, no supone demasiados problemas. El problema llega en el ámbito profesional. Trabajo como estudiante de doctorado y hace tiempo que pienso en que mi futuro no estará en el ámbito académico dado que los niveles de estrés y adicción a “la máquina” son tremendos. En un lugar asiático como Taiwan uno se da cuenta de lo difícil que les resulta pensar calmada y profundamente sobre temas si no les acompaña una tarea concreta que realizar con un dispositivo electrónico. Si hay alguna comunidad necesitada de [desconexión] es la taiwanesa, que ha dejado hace tiempo de vivir un sólo día sin algún divertimento electrónico conectado a la red.

    Antonio (Taipei)

    https://saldelamaquina.wordpress.com...os-a-facebook/.
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  19. #99
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    Re: La mente colmena y la muerte de la religión

    “El móvil es más que una adicción: nos acapara las 24h del día”.

    La mayoría de la población tiene un móvil de última generación en el bolsillo. Pero Sergio Legaz es un ‘rara avis’. Este librero madrileño, que vive aquí desde hace dos años, se ha desenganchado de los ‘smartphones’. Vio cuán preocupante es la situación y decidió escribir Sal de la Máquina en el cual explica su experiencia y pone de relieve esta problemática

    Revista de Ripollet: ¿Cuando ves que los ‘smartphones’ son un problema y nace la idea del libro?

    Sergio Legaz: Ante todo he de decir que el libro no es ningún alegato en contra de la tecnología ni en contra de los ‘smartphones’. Pero un día que iba en metro caí en la cuenta de que me encontraba en medio de una escena apocalíptica, cuando entras en el vagón y ves a todo el mundo enganchado a la pantalla de su móvil. Hace pocos años esto no sucedía. Es una escena que si la ves en crudo resulta impactante, evoca la típica escena de distopía de ciencia ficción: “todos controlados por pantallas”. Es algo muy al estilo de George Orwell o de Un mundo feliz de Aldous Huxley. Fue algo espontáneo, ese día, a diferencia de cualquier otro, no iba mirando mi móvil y al observar a mi alrededor me encontré la escena y me quedé impactado. Esto me movilizó para empezar a desintoxicarme digitalmente y a encontrar momentos de desconexión. A partir de aquí comenzó un periodo de reflexión, análisis e indagación [que se acabó extendiendo durante tres años] para desarrollar los contenidos del libro.

    RdR: Cómo dejas de estar enganchado al móvil?

    S.L: Lo primero que hice fue, simplemente, desactivar las notificaciones de Telegram y Whatsapp. Yo seguía consultando el móvil para ver las noticias, los mensajes, los correos… Al desactivar las notificaciones me di cuenta que aparte de las notificaciones sonoras también las hay vibratorias y lumínicas; cuando recibes un mensaje te aparece un pequeño aviso parpadeante en el borde de la pantalla que inconscientemente te hace mirar y te incita a coger el móvil. Entonces desactivé los tres tipos de notificaciones, en el libro explico cómo aunque la mayoría de usuarios seguro que sabe hacerlo. La ventaja de esto es que es uno mismo quien decide cuándo quiere consultar el móvil en lugar de estar continuamente contestando todos los mensajes que nos llegan a cada minuto. Esta continuidad al final se convierte en invasiva y acabamos respondiendo de forma automática, reaccionamos como un resorte. Si desactivamos las notificaciones podemos parar esto, tomamos el control y se reduce el tiempo que miramos aquella aplicación.

    RdR: Los ‘smartphones’ son una adicción?

    S.L: Son mucho más que una adicción. Ninguna adicción te acapara las 24 horas del día. Y lo más importante, ninguna adicción es capaz de afectar potencialmente a toda la población de forma completamente transversal. Por la calle puedes ver desde bebés que ya van con el móvil en su carrito hasta personas jubiladas que han aprendido a utilizarlo, pasando por toda la población restante. No importa cuál sea tu nivel de ingresos o tu ideología política, siempre estamos utilizando esta tecnología a todas horas. Esto lo diferencia de cualquier otra adicción, por eso pienso que está en otro nivel. Decir que es una adicción es un tópico que le resta importancia y hace que no nos preocupe lo suficiente. Es un fenómeno acaparador que invade nuestra conciencia.



    RdR: En el fondo haces activismo. ¿Se puede revertir la situación actual?

    S.L: Por supuesto, yo me he quitado el ‘smartphone’, mucha gente lo ha hecho, y hacemos vida completamente normal (trabajo, familia, relaciones…). Sigo utilizando móvil, uno de los antiguos, pero a veces utilizo el ‘smartphone’ de mi pareja y no pasa nada, lo importante es evitar que todo esto nos invada. Hay muchos pasos intermedios para desconectar: quizás no utilizar internet o desinstalar algunas aplicaciones. Cada cual puede escoger hasta qué punto quiere depender del móvil. Por supuesto que se puede. Yo vivo más tranquilo, tengo más tiempo, me concentro más, estoy más relajado… me encuentro más yo mismo, centrado en mí y con la mente más clara.

    RdR: ¿Tanto nos quita el móvil?

    S.L: El problema principal es que nos roba tiempo, cantidades enormes de tiempo, y lo que nos da a cambio no es algo profundo, no es nada que nos aporte algo relevante a nuestra vida. Todo son contenidos superficiales, pequeños fragmentos de información. Es una especie de catálogo infinito que miramos continuamente y en el cual buscamos un contenido detrás de otro sin cesar. Y esto nos ocupa toda la atención y a la vez nos roba todo el tiempo que podríamos emplear en otras cosas. Por ejemplo ya nadie se aburre, en cuanto te aburres rápidamente coges el móvil. Antes la gente se aburría y del aburrimiento salían cosas muy interesantes como el juego, el amor, la ciencia, la poesía, la filosofía… o simplemente compartir tiempo con la familia o amigos. Poniéndolo todo en una balanza creo que estamos entregando mucho a cambio de insulsos contenidos multimedia.

    RdR: Con todo esto, ¿en qué se basa el libro?

    S.L: Hice un proceso de desconexión que he dejado reflejado en el libro en forma de ocho sugerencias prácticas, para que quien lo desee comience a desconectar. Además hago una reflexión sobre diferentes aspectos de esta tecnología. Hablo de cómo nos roba tiempo, conciencia, imaginación, descanso o como afecta nuestras mentes. También de la mochila social y ecológica que un ‘smarphone’ lleva a cuestas. Otro capítulo trata del control que hay sobre los perfiles de la gente, cómo recopilan datos sobre nosotros. Y así desgrano capítulo a capítulo como nos afecta esta tecnología en distintos aspectos. Es un trabajo de recopilación de tres años. La segunda edición es la definitiva porque he terminado de recopilar toda la documentación y he dicho todo lo que creo que había que decir sobre este tema. Recojo testimonios de personas que han trabajado en Silicon Valley y se arrepienten de aquello que han contribuido a generar, como el creador del botón ‘me gusta’ de Facebook o el desarrollador del mecanismo ‘pull to refresh’, que admiten que todo esto es un monstruo que se les ha escapado de las manos y ellos mismos en sus vidas personales están practicando un proceso de desconexión.

    https://saldelamaquina.wordpress.com...s-24h-del-dia/
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  20. #100
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