...LA RELACIÓN CON EL INDEPENDENTISMO AFRICANISTA
El nacionalismo canario de segunda ola resurgió en la segunda mitad del siglo XX, pero no fue
hasta los años sesenta que tuvo un desarrollo exponencial hasta convertirse en un componente esencial
de la realidad política, social y cultural del archipiélago. Una de sus corrientes principales fue el
independentismo africanista, que, capitaneado desde su exilio argelino por el abogado Antonio
Cubillo Ferreira, desarrolló una intensa actividad diplomática en pro del reconocimiento de Canarias
como una colonia española en África con derecho a su independencia.
Desde un primer momento Antonio Cubillo mostró su interés por los movimientos que se estaban
dando en torno a la Iglesia en Canarias y vio con simpatía la introducción tímida de posturas y
planteamientos nacionalistas entre ciertos sectores de la comunidad religiosa. Al Movimiento por la
Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario(MPAIAC) no se le escapaba que la
Iglesia representaba un poder fáctico en la sociedad isleña y que acercarse a sectores católicos
sensibles al mensaje nacionalista era un recurso estratégico a tener en cuenta; y más aún, cuando el
giro en la dirección de la Santa Sede y los primeros enfrentamientos visibles entre sectores católicos
españoles y el gobierno de Franco abrieron la puerta a un cambio en la percepción de la actitud de la
Iglesia frente al régimen. La Iglesia se desmarcaba, pues, de su consideración colaboracionista y
comenzaba a identificarse como un posible aliado para la oposición. Este cambio de concepción se
aprecia, por ejemplo, en el pensamiento de Cubillo: “la iglesia ya no es la de antaño (…) y no hace
peligrar nuestras posiciones”.
Por su parte, el exmilitante del movimiento, Domingo Acosta, lo plantea de la siguiente forma: “si hay curas
que luchan por la independencia, debemos aprovecharlos”.
Por otra parte, desde el movimiento independentista canario en Argelia se era consciente del papel
que el Vaticano estaba jugando a escala internacional y sobre todo en el terreno concreto de la
liberación de las colonias europeas en Asia y África. La Iglesia católica postconciliar había mostrado
su interés por los procesos de descolonización, que desde los años sesenta se estaban viviendo el
espacio afroasiático. Este interés se tradujo en un seguimiento del fenómeno a través del envío de
delegaciones a las reuniones de la OUA y a otras asambleas, llegando, incluso, a mantener reuniones
sin precedentes con algunos de los líderes de los principales movimientos de liberación de aquel
momento.
Las acciones desplegadas por el independentismo canario en el exilio, con el objetivo de acercarse
a los sectores católicos nacionalistas, no solo se limitaron a los actos simbólicos sino que llegaron a
tomar iniciativas mucho más ambiciosas. Por ejemplo, durante el período de “propaganda armada”,
desarrollado entre 1976 y 1978, Cubillo anunció por radio un cese efectivo de las acciones de
violencia política durante la Semana Santa, con el objetivo, afirmaba, de respetar las creencias
religiosas de los canarios: “no olviden que en esta Semana de Pascuas, debido a que muchos
compatriotas celebran sus festividades religiosas, debemos respetarlas”.
Pero, como decíamos, el compromiso del MPAIAC con las reivindicaciones de estos grupos
católicos no se limitó a suspender momentáneamente la cadena de atentados o a arengar en pro de sus
posiciones a través de las emisiones radiofónicas de la “Voz de Canarias Libre”, llegando a establecer
contactos con el Arzobispado de Argel con la intención de que este intercediera a su favor ante la
Santa Sede.
Cubillo sabía que la Iglesia católica en Argelia se había movilizado a favor de la independencia de la
mano del obispo francés Léon-Étienne Duval, quien más tarde, y por esta razón, fue nombrado
arzobispo de Argel y presidente de la Conferencia Episcopal del norte de África. El líder independentista
canario consiguió reunirse con Duval para formularle sus reivindicaciones y las de los sectores católicos
canarios, a través de la intersección de su amigo Mario Albano, sobrino de un cardenal italiano, con
quien mantenía una intensa relación de cooperación.
La demanda fundamental presentada a Duval en el terreno religioso se centraba en la ruptura
definitiva de la dependencia que mantenían las dos diócesis canarias dela Archidiócesis de Sevilla.
Sin embargo, en cuanto al resultado posterior de esta separación existían dos opiniones. Por un lado, la
opción mayoritaria entre los nacionalistas católicos del interior era la creación de una Archidiócesis
canaria que aglutinara cuatro nuevos obispados (Tenerife, Gran Canaria, El Hierro-La Gomera-La
Palma y Lanzarote-Fuerteventura).
Por otro lado, el MPAIAC veía con mejores ojos una opción que mantuviera su línea estratégica principal,
vinculando, una vez más, a las islas con el continente africano. Para ello, proponía una eventual
integración de las dos diócesis isleñas en la Archidiócesis de Ceuta, de la que dependían los
territorios católicos africanos. A pesar de esta evidente diferencia de posturas, el movimiento
independentista mantuvo su opción en el terreno de lo preferible, apoyando abiertamente las
reivindicaciones de las comunidades de base sin entrar, lógicamente, en confrontaciones con
unos sectores católicos a los que pretendían aproximarse.
No obstante, esta estrategia de acercamiento a la Iglesia católica, aunque fuera dirigida
principalmente a sus bases progresistas, le costó al movimiento una serie de enfrentamientos con
algunos miembros que no veían con buenos ojos este tipo de negociaciones y seguían manteniendo
una visión de la Iglesia en la que esta se mantenía alineada con los intereses de las elites gobernantes.
El exmilitante del MPAIAC, Rafael Armas, muestra su disconformidad en el siguiente fragmento:
“aquellos presuntos marxistas-leninistas querían entablar negociaciones con la Santa Sede (...) para
que, presumiblemente, los nuevos obispos canarios tuvieran más autonomía y permitieran un mejor
trabajo a los curas nacionalistas”.
En cualquier caso, la relación entre estos grupos de católicos nacionalistas y el independentismo
africanista canario siempre fue limitada, reduciéndose a muestras de solidaridad y reconocimiento
mutuo de sus posiciones, pero sin concretarse de manera directa en otros aspectos. Por lo tanto, los
sectores católicos, en contraste con su contribución posterior al desarrollo interior del nacionalismo
canario, no participaron directamente, salvo algún caso concreto, de las proclamas africanistas de esta
rama del nacionalismo canario. Por el contrario, los cristianos de base se sentían mucho más atraídos
hacia la creación de partidos y sindicatos nacionalistas, debido, principalmente, a sus propias
dinámicas orgánicas, a una visión mayoritariamente simbólica del discurso indigenista y al rechazo
frontal que les imponía el uso de la violencia. Esto obliga a considerarlos, en definitiva, como
procesos paralelos, aunque integrados dentro del complejo fenómeno del resurgimiento del
nacionalismo canario.
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