...EL ACHAMÁN
A pesar de la polémica despertada, el estudio sociopastoral había contribuido a que los grupos de
católicos canarios fueran tomando posiciones, agrupándose y creciendo a lo largo de los primeros años
de la Transición en todo el archipiélago. El trabajo de campo desplegado en el estudio había
favorecido, por un lado, el conocimiento de la realidad canaria de primera mano, y por otro, la relación
directa con los actores sociales de esa realidad en estudio, posibilitando la incorporación de nuevas
personas y grupos.
En consecuencia, las comunidades de base vivieron un crecimiento exponencial que se reflejó
claramente en los tres centenares de personas que iban, según la prensa, a asistir a la asamblea
diocesana.
Este incremento en número y protagonismo en la vida social y política tuvo sus reflejos
más destacados en la creación del Departamento de Teología de las Realidades Canarias (TERECA);
en la aparición de El Achamán como coordinadora que agrupaba y coordinaba a las distintas
comunidades de base de todas las islas; y en la participación activa de los cristianos en la mayoría de
movimientos sociales, culturales, sindicales y políticos, que se estaban desplegando en los años setenta
y ochenta al calor del proceso democratizador.
Felipe Bermúdez, alumno del profesor Alemán y miembro de la coordinación del estudio
sociopastoral, se trasladó a finales de 1977 desde Fuerteventura, donde había desarrollado un intenso
trabajo con las comunidades cristianas durante el estudio, para trabajar en el Centro Teológico de Las
Palmas a petición del obispo. Bermúdez, muy influido por la teología latinoamericana y el movimiento
postconciliar, decidió crear un departamento destinado a continuar con el análisis de la realidad insular
que había iniciado el estudio. Ahora bien, esta visión analítica trascendía la mera indagación de la
realidad social y económica y se situaba en un plano mucho más ambicioso que tenía que ver con la
construcción identitaria del pueblo canario: “hacer una reflexión sobre Canarias para que la fe y todo
lo que se produzca en Canarias desde la Iglesia, esté enraizado desde lo canario”.
Esta era, según los grupos cristianos, una consecuencia lógica del análisis de una situación particular
como la canaria y que tenía su reflejo no solo en la influencia de la teología de los pueblos americanos,
sino que se hacía desde un contexto en el que el nacionalismo canario ya se había convertido en un
componente indisociable de la realidad insular.
Con esa idea pedagógica sobre la población y los grupos de base, el primer documento emanado
del nuevo departamento teológico se publicó bajo el título —nada casual— de Canarias, tarea
histórica, que hondaba en la necesidad de reafirmar la realidad canaria como mecanismo indispensable
para la resolución de los problemas que amenazaban al archipiélago.
Ese no sería, sin embargo, el único documento de este tipo publicado por TERECA. Asimismo, Bermúdez
dio un paso más allá en su labor como ideólogo principal de estemovimiento, con la producción
de diversos textos teóricos sobre la conveniencia de construir una teología canaria.
El teólogo canario buscaba que el fenómeno tomara también una dimensión que
afectara internamente a las bases teóricas de la Iglesia en Canarias, dotando al clero insular de unas
sólidas alternativas teológicas que complementaran los pasos dados en otros ámbitos de la acción
religiosa: “caminar hacia una reflexión teológica que asuma nuestras características culturales como
pueblo específico, afirmadas en interdependencia —no en dependencia— con las de otros pueblos (de
Canarias, desde Canarias, para Canarias)”.
A la labor de Bermúdez se irán sumando otros teólogos, como es el caso destacado del sacerdote
Juan Barreto Betancort, quien contribuye a profundizar, en primer lugar, en la conveniencia de
mantener un diálogo con el nacionalismo canario; y en segundo lugar, en establecer los términos en
los que se debía mover esa relación entre ambos. De igual manera que se mantuvo un intenso disenso
en torno a la relación entre cristianismo y marxismo, la primera preocupación de los teólogos se centró
en definir, dentro de la inmensa amalgama de posiciones que coexisten en el concepto nacionalista, el
tipo de nacionalismo susceptible de integrarse en la acción pastoral en las islas y conseguir el principal
objetivo que se proponen con esta relación: la construcción de una identidad canaria capaz de sentar
las bases indispensables para el cambio social en Canarias.
Por el contrario, se rechaza de plano todo carácter excluyente y racista y se proclama una doble fórmula en la
que la reafirmación del pueblo canario conviva con la universalidad del cristianismo, el internacionalismo
obrero y la solidaridad entre los pueblos. En este punto es interesante destacar que el guanchismo,
tan intenso en ese momento, se formuló en la mayoría de los casos como un recurso simbólico y mítico,
alejándose siempre del argumento exclusivista de la raza, al que contraponen otro de tipo criollista en el
que es el medio insular el que determina las particularidades isleñas.
Paralelamente a esa reflexión, se fue consolidando el proceso de confluencia de estos grupos y
comunidades cristianas en coordinadoras, primero de carácter insular y más tarde interinsular. La
primera manifestación de este proceso tuvo lugar en junio de 1978 en Gran Canaria, donde se celebró
el primer encuentro de grupos de cristianos de base bajo el título El Achamán, nombre que acabará
tomando definitivamente la coordinadora interinsular. A imitación de la Coordinadora de
Movimientos que ya existía en Tenerife, este primer encuentro se saldó con el acuerdo de crear una
asamblea insular en Gran Canaria e iniciar la relación entre ambas, lo que acabará por conformar un
espacio de relación que aglutinaba a todas las islas.
Tras estos primeros momentos de tanteo, El Achamán, definido ya como una “Coordinadora de
grupos, movimientos y comunidades cristianas de Canarias”, comenzó a organizar su funcionamiento
a través de asambleas de zona, insulares y la gran asamblea anual interinsular, con sus respectivas
asambleas permanentes de representantes.
A partir de este momento, y hasta finales de los años noventa, El Achamán se convirtió en el nexo de unión
entre diversos grupos cristianos que desarrollaban su actividad en diferentes sectores y puntos del archipiélago.
Las líneas básicas de su programa de acción común se pueden resumir en una apuesta clara hacia
una perspectiva militante de la fe desde la Teología de la Liberación, que se declara en el encuentro
interinsular de 1979, produciendo la primera salida de grupos y personas de la coordinadora. Por otra
parte, establecen un discurso difuso sobre la canariedad, que entremezcla fórmulas nacionalistas con
otras meramente regionalistas o folklóricas, que la convierten en un elemento ambiguo, muy amplio,
que sirve como nexo de unión entre todas las comunidades cristianas de las islas y que marca los
límites de sus programas de acción, entendiendo a Canarias como el sujeto principal de su actividad,
pero que deja para otros espacios al margen de la coordinadora otras posiciones más
“comprometidas”.
En este sentido, hay que entender que este proceso camina a la par que el desarrollo del mensaje
nacionalista y su socialización, por lo que no es de extrañar que se adopten algunos de sus principios,
aunque éstos sean reelaborados y matizados. Sirva como ejemplo más visual de la influencia que tuvo
del nacionalismo canario, y más concretamente del renovado discurso indigenista, la propia
denominación de la coordinadora como El Achamán, que era “una de las palabras con la que los
guanches de Tenerife invocaban a su dios”.
De esta manera, la referencia a lo canario será una constante siempre presente e indisociable del movimiento
y proyectada de manera creciente en la medida que aumenta en el panorama político canario las posiciones nacionalistas.
Y en tercer lugar, una posición política a favor de la “unidad de la izquierda” también muy ambigua y que,
como en el caso de la canariedad, se manifiesta y se concreta más individualmente en cada grupo o persona.
Al margen de esta labor en el seno del catolicismo en las islas, una parte importante de los militantes cristianos
pasaron a engrosar las filas de diferentes agrupaciones sociales y políticas, introduciéndose de lleno en el proceso
de la Transición, ya fuera a través de su participación en sindicatos, partidos políticos u otros colectivos: “estábamos
insertos en plataformas populares, sindicales, políticas, culturales y sociales”.
Este tipo de implicación por parte de los sectores católicos se entendía como un elemento indisociable de la acción
pastoral de los cristianos, que se apoyaba, entre otras, en las proposiciones de la Asamblea conjunta de 1971, en
la que se llega a afirma que el sacerdote tiene el deber de oponerse a “la injusticia con todas sus consecuencias.
En estos casos no puede ser tachado de hacer política, sino que realiza una acción verdaderamente pastoral”.
Siguiendo este principio, la comunidad cristiana en Canarias va a promover activamente la
participación organizada de sus miembros en los procesos de cambio que se estaban abriendo en ese
momento: “potenciar, animar e iluminar la presencia de los cristianos en plataformas y organizaciones
populares”.
Algunos ya venían de ocupar espacios políticos en la clandestinidad, pero otros dieron el salto a la actividad
política desde su participación en las comunidades cristianas. En algunos casos las derivas de militantes
cristianos hacia otros espacios de la acción política y social dieron un impulso considerable a algunos sindicatos
y partidos políticos, principalmente dentro de la mañana de organizaciones nacionalistas de izquierda.
Este es el caso de la aparición y lanzamiento de un buen número de partidos políticos nacionalistas
de izquierda a lo largo de la década de los ochenta; un fenómeno poco estudiado pero en el que destaca
sin duda el protagonismo de estos elementos en las filas del nacionalismo canario.
Existen numerosos ejemplos de sindicatos y partidos políticos en los que se observa
claramente la presencia de los cristianos de base, sobre todo entre las filas del
nacionalismo canario. Entre las propuestas destacan, entre otros, Pueblo Canario Unido, Asamblea
Majorera, Asamblea Canaria, Roque Aguayro o Unión del Pueblo Canario; y entre los sindicatos, la
CANC o Intersindical Canaria. (...)
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