Re: ¿Por qué pierden la fe los jóvenes?
Sobre como entender las cosas, puede haber tantas formas como personas. Es razonable también que ante hechos concretos haya coincidencias en tales interpretaciones. Pero, Don Jaime, aún coincidiendo en lo que afirma sobre la situación a la que el CVII ha llevado a la Iglesia, éste y la situación de ésta, no son en mi opinión la única causa de que los jóvenes, y no tan jóvenes, hayan dejado de creer.
Lo cierto es que la vida en el mundo no tiene absolutamente parecido alguno con las condiciones de la vida que vivieron hace tres o cuatro generaciones atrás. Incluso ante hechos consumados tan propios del XIX y primera mitad del XX, como el modernismo y sus valedores liberales, masones y marxistas de todo pelaje y condición, sin embargo, la sociedad católica conservaba una fuerte componente moral.
Se puede echar la culpa a la ciencia, pero se trata de un concepto demasiado ambiguo, al sistema educativo por la reproducción que se hace de esquemas erróneos promoción tras promoción, y es verdad que así resulta. Podremos culpar a gente que no sabe educar en casa a sus hijos, lo que es cierto de todo punto de vista. Podríamos buscar causas en muy diferentes aspectos y responsabilizar a muchos y hasta culpabilizarlos.
Pero, desde mi punto de vista, todos somos responsables, unos por activa y otros, como nosotros mismos, por pasiva. No es nada complicado utilizar sitios como éste para despotricar, hasta para alguien torpe en el manejo de las nuevas tecnologías -ya no tan nuevas, pero si de constante reciclaje-, como yo, no es nada difícil disponer de un blog y convertirlo en un bunker. Todo eso está muy bien, si, pues al enemigo no hay que darle ni agua, ni aliento, ni aire siquiera a ver si se ahoga de una vez y se extingue. Pero no hacemos lo que deberíamos hacer. Cuando yo era jovencito estaba metido en toda clase de fregados, hoy tengo demasiadas responsabilidades como para mojarme un poco, ni siquiera debajo de un paraguas, y no soy el único. Cada cual debería repasar su propia situación y reflexionar qué parte alícuota le toca en todo este embrollo. Tengo el convencimiento de que Dios también nos va a pedir cuentas sobre ello y en mi caso no sé muy bien como está esa partida contable.
Pero también hay una marea que parece imparable, tanto que siguiendo lo que nos dice El Evangelio, resulta que hasta que no se produzca la Segunda Venida de Nuestro Señor las cosas van a ir empeorando. Cuando yo no tenía Internet a la salida de una misa en San Fermín de Los Navarros conmemorando a la Dinastía Carlista, una correligionaria me indicó que las comunicaciones no me llegaban a tiempo -correo ordinario-, por no tener este soporte. Recuerdo que le respondí que Internet es un instrumento del Diablo. Ella se rió y dijo que estaba de acuerdo, pero que también aquí hay que dar la batalla. Considerando que mi carácter es bastante belicoso, pensé que quizás estaba en lo cierto, pero hoy pienso en cuales son las proporciones. No se obtienen los mismos resultados batallando que echándose al monte numantinamente. Y para batallar tiene que haber suficientes efectivos, porque las huestes de Satán cada vez son mayores. ¿Qué podemos hacer contra el sistema-económico-consumista y tecnología continuamente renovada con planteamientos de reflexión moral? No es nada complicado preguntar a la gente joven acerca de qué prefieren, si toda esta parafernalia técnica, de puro hedonismo, o vivir de los principios espirituales y morales que deben caracterizar a toda persona superior. Las respuestas son desmoralizadoras.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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