Los fines de la pena son varios, uno mediato y general, que es la conservación o restauración del orden social; y otros inmediatos y parciales, que son: uno esencial, el de la expiación; otro no esencial pero necesario: la ejemplaridad; y otro ni esencial ni necesario, sino solo conveniente: la corrección.
Es evidente que el fin mediato y general depende de los inmediatos y parciales, aunque no depende de todos de la misma manera, y por consiguiente, que obtenidos éstos, también se alcanzará aquel necesariamente.
Ahora bien, que la pena de muerte cumpla con el fin esencial, es evidente; porque siendo la mayor de todas es la más apropiada para expiar la culpa, y si ella no la expía, mucho menos ninguna otra.
Que cumpla con el de la ejemplaridad, también es palmario, pues siendo la mayor, será la más temida, y por consiguiente la más apropiada para, por medio del temor, retraer al criminal de cometer el crimen, ya que la manera de evitar la pena es evitar el delito porque se aplica. Y que de hecho sea esto así, no sólo lo abonan las razones aducidas anteriormente, sino también los datos estadísticos, por más que los adversarios quieran volverlos en favor suyo.
Por lo que hace a las condiciones de la pena, también las cumple, tanto las que provienen del fin esencial de la misma: la expiación, por ser la más personal y aflictiva, y por esta misma razón haber de guardar lo más posible todas las proporciones requeridas por la justicia para que no se convierta en suma injusticia; cuanto las que debe tener por el fin necesario de la ejemplaridad, ya que todas ellas o se reducen a lo determinado previamente por la ley, o dependen de la prudencia y modo que se ha de guardar en su aplicación, a fin de que no resulten contraproducentes y obtengan el fin pretendido por la ley.
Y, finalmente, también cumple con lo que exige el fin correccional, pues aunque a primera vista parece cierta imposibilidad de que pueda la pena de muerte cumplir con esta condición, sin embargo de esto la satisface tanto que quizá ninguna otra llegue a igualarla. La conveniencia de la pena de muerte salta a la vista considerando, aunque no sea más que someramente, los perniciosos efectos que producen en todos los órdenes sociales la falsa lenidad penal, introducida por un puro epicureísmo de la moderna criminología, en contraposición a la que se podría admitir y practicar siguiendo las enseñanzas de la doctrina católica.
Vamos ahora a exponer o solventar brevemente y en forma escolástica, las dificultades: (...)
(continúa)
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