Yo creo que tendría que haber un control recíproco entre gremios, colegios profesionales, etc. y el Estado. El Estado tendría que perder poder tanto frente al individuo como frente a los grupos que, de forma espontánea, nacen en la sociedad. Por otro lado, esos grupos no pueden tener una autonomía total que les permita imponer normas injustas o que limiten la actividad económica.
Por ejemplo, los colegios profesionales, en la actualidad, son grupos endogámicos que intentan proteger los intereses de los que ya están integrados en los mismos. Hay colegios que se permiten regular la publicidad, intervenir en las asociaciones de profesionales, imponer unos honorarios mínimos, etc. En definitiva, todo ello elimina competencia a los despachos prósperos y supone una cuesta arriba muy pronunciada para el que quiere ejercer como novel.
¿Qué consecuencia tiene eso sobre el conjunto de la sociedad? Que, al existir menos competencia, ni se ajustan costes, ni se desarrolla una carrera tecnológica, ni se mejora el servicio. Se trata de que, para vender más productos o servicios, el profesional tenga que ofrecer o mejor calidad o mejores precios. Si la competencia no existe, el profesional se relaja y ni mejora sus instalaciones y servicios ni baja sus precios.
Igual ocurre con la producción de bienes.

En España, por ejemplo, tenemos mejores clínicas dentales que en Alemania. La razón: Allí el Estado te paga el dentista. Si eres dentista alemán, tienes que esforzarte más en firmar un convenio con el Estado que en mejorar tus servicios para captar más clientes. Pesa más el favor de la administración pública que otra cosa.

En fin, me voy por las ramas. Perdón.