Revista FUERZA NUEVA, nº 601, 15-Jul-1978
EL EVANGELIO DE MONSEÑOR INIESTA
“Dios no es modernizable”
Probablemente, uno de los mayores errores (*) del pontificado de Pablo VI, al menos por lo que toca a España, consiste en haber promovido al episcopado a aquellos sacerdotes que más se distinguían por su afán de novedades, de innovaciones, de reformas dudosamente católicas. Sabido es que, según las reiteradas amonestaciones de San Pablo, el obispo ha de señalarse por su compromiso y su vocación de “guardar el depósito de la fe” intacto, es decir, por su afán de antigüedades; exactamente todo lo contrario de lo que caracteriza a monseñor Iniesta y a tantos otros, como él, nombrados obispos tras el Concilio Vaticano II.
Prueba de lo que vengo diciendo es el artículo de monseñor Iniesta publicado hace unos días en “El País” y titulado “Una Iglesia nueva para una España nueva”. Monseñor Iniesta no quiere saber que en las Iglesias católicas decir “nuevo” es equivalente a decir “falso”, puesto que la Iglesia auténtica es necesaria y propiamente vieja, y el designio de Dios sobre ella no es nuevo, sino eterno. Y las verdades fundamentales y definitivas del católico son viejas, se refieren al pasado.
Los doctores sutiles me dirán que el escriba canonizado por el propio Jesucristo saca u ofrece “nova et vetera”, cosas nuevas y cosas viejas. Pero, si bien se considera, ese dechado de escriba saca las “cosas nuevas” como el amo de casa que de su tesoro saca lo nuevo y lo añejo (Mt. 13, 52). Es decir, que, primero, no saca lo nuevo sin sacar lo añejo; y, segundo, que saca lo nuevo de su tesoro, no del tesoro ajeno, ni de un tesoro nuevo, sino de un tesoro que él tiene de antiguo. Lo “nuevo” del tesoro del amo, como lo nuevo del tesoro del “escriba instruido en la doctrina del reino de los cielos”, por consiguiente, si bien se considera, no es nuevo, sino viejo, oculto, aunque desconocido y trasconejado en el tesoro de ese Reino.
Después de Jesucristo y de sus Apóstoles inmediatos nada hay nuevo, nada puede haber nuevo en la Iglesia verdadera. Sólo puede haber una nueva forma de presentar un Evangelio que es viejo, porque como decía en “Le Monde” Maurice Druon, en un artículo memorable, “Dios no es modernizable”. En eso coincide el académico francés con nuestra Santa Teresa: “Dios no se muda”. No puede haber, pues, “una Iglesia nueva” en España, como pretende monseñor Iniesta, un “nuevo rol de la Iglesia una sociedad pluralista y democrática” consistente en sacralizar u homologar católicamente el nuevo régimen ateo que comienza a imperar en España.
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Quien tenga el hábito de leer y consultar las Sagradas Escrituras, y específicamente los Evangelios y Cartas Apostólicas, no puede menos de hallar un contraste tal entre la divina Revelación y el programa que en ese artículo propone monseñor Iniesta, como para quedar convencido de que este obispo auxiliar de Madrid se ha inventado un Evangelio “ad usum delphini”, para esta época particular de España, que está en contraste con los Evangelios auténticos.
No hay en este nuevo evangelio de monseñor Iniesta ni una sola referencia a las fuentes de la Revelación católica; ni a los auténticos Evangelios, ni a la Tradición eclesiástica; ni a los Concilios, ni al Magisterio en general de la Iglesia. Y está perfectamente claro que si el propio San Pablo nos previno que si él mismo o un ángel del cielo viniera a anunciarnos otro Evangelio distinto del ya anunciado, no le creyéramos, antes, al contrario, sería anatematizado. No es extraño que monseñor Iniesta venga a anunciarnos un Evangelio falso, inventado por él, porque en el Nuevo Testamento se nos previene contra los falsos doctores y contra el misterio de la iniquidad que llegaría a sentarse en el templo de Dios (2 Tes. 2).
En el evangelio de monseñor Iniesta, como en casi todo cuanto él escribe o declara, parece como si hubiera la voluntad marxista de exaltar al hombre prometeico, emancipado y desdeñoso de todo cuanto supone constituciones y preceptos de Dios.
Hay en el evangelio de monseñor Iniesta una manifiesta voluntad de prescindir de todo cuanto en el Evangelio auténtico supone cruz, mortificación, renunciamiento, lucha contra las potencias y concupiscencias de este mundo, que monseñor Iniesta quiere servir sin contrariarlo, sin perturbar sus pesadas digestiones o, a lo sumo, fundando una Iglesia de clase, para la clase marxista, tendente al paraíso terrenal de la “sociedad sin clases” soñado por Marx y por todos los revolucionarios.
Los resabios marxistas del evangelio de monseñor Iniesta son claros, como, por ejemplo, cuando escribe: “Nuestra fe nos dice que la ley de la Encarnación supone que el cristianismo sólo se comprende en toda su pureza en la misma acción, porque en ella se actualiza el espíritu de Dios, que hace nuevas todas las cosas”.
Yo no voy a decir que haya en esa proposición resabios de la herejía americanista, pero sí afirmó que existe entre la tesis de monseñor Iniesta y la idea marxista de la praxis (la teoría del conocimiento marxista) una identidad que separa a monseñor Iniesta de la ortodoxia católica. “El cristianismo sólo se comprende en su verdadera pureza” cuando Dios toma la iniciativa de comunicársenos mediante la fe gratuitamente. Si fuera verdad la proposición de monseñor Iniesta quedarían anuladas todas las virtualidades de la contemplación y de la oración.
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Decir, por otra parte, como lo dice monseñor Iniesta, que en la acción se actualiza el Espíritu de Dios, sin más, es querer desconocer la acción de Satanás en este mundo y hacer innecesario el Magisterio y la Iglesia misma, puesto que no sería discernir los espíritus de Dios y del diablo en las acciones y acontecimientos de este mundo. El secularismo de monseñor Iniesta -aun inconsciente- es una diabólica tentativa de sacralizar las acciones del demonio.
Eulogio RAMÍREZ
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