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Tema: Hay “otro” bicentenario

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    HISTORIA DE LA REBELION POPULAR DE 1814 - Jose javier leon maracaibo venezuela


    Cuando Bolívar ofreció Nicaragua a Inglaterra - El Nuevo Diario - Managua, Nicaragua

    A cambio de fusiles, dinero y “hacer permanente el imperio”

    Cuando Bolívar ofreció Nicaragua a Inglaterra

    * Famosa carta de Jamaica del Libertador cobra actualidad con la visita y discursos del mayor representante de la República Bolivariana de Venezuela
    * Aldo Díaz Lacayo, que reproduce la carta en una de sus obras, explica que la patria de Bolívar era América, y que el ofrecimiento de Panamá y Nicaragua al imperio inglés no empaña

    Edwin Sánchez | esanchez@elnuevodiario.com.ni
    Ahora que el nombre del Libertador Simón Bolívar empieza a sonar su música con más vehemencia, una carta suscrita por él desde Jamaica el 15 de mayo de 1815, seis años antes de la Independencia de Centroamérica y a 23 de la separación de la provincia de Nicaragua de la Federación, podría ser una desafinada nota: de su puño y letra revela sus intenciones de entregar nuestro territorio nada menos que a Inglaterra.

    La idea que también podría llamarse “bolivariana” era que semejante potencia hiciera el soñado Canal por nuestro territorio a cambio de armas y hombres para su proyecto.
    La Carta

    En el prólogo del libro “El Congreso Anfictiónico, Visión Bolivariana de la América anteriormente Española. Panamá 22 de junio-15 de julio de 1826”, de Aldo Díaz Lacayo, el ex canciller Alejandro Montiel Argüello hace un señalamiento del texto encontrado por el autor, que con esa obra obtuvo el “Premio Nacional de Historia Tomás Ayón 2001”.

    Si la Carta de Jamaica dice: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”, también la misiva, subraya el prologuista “insinúa la posibilidad de entregar las provincias de Panamá y Nicaragua a Inglaterra. A cambio Inglaterra daría armamentos militares, dinero y voluntarios que quisieran seguir las banderas americanas”.

    Díaz Lacayo escribe: “Más aún, conforme a la visión global del Libertador acerca de la América anteriormente española, y también de acuerdo con su política de capitalizar las contradicciones de Inglaterra con las otras potencias europeas, incluyendo España --y posteriormente con los Estados Unidos…, tan tempranamente como el 15 de mayo de 1815, desde Jamaica y a través de Maxwell Hislop, ofreció al Reino Unido entregar al Gobierno británico tanto Tierra firme como Nicaragua a cambio de su apoyo a la revolución independentista, todavía cruentamente enfrentada con España”.

    El texto que cita Díaz Lacayo de Bolívar a Hislop, señala en una de sus partes: “(…) El comercio británico ha perdido en Venezuela siete millones de pesos anuales, a que montaban sus producciones en los tiempos más calamitosos. Ahora parece que va a ser privada la Inglaterra del comercio de la Nueva Granada (Colombia-Sudamérica), que ella ha hecho exclusivamente, y cuya exportación es en oro y en sumas muy considerables (…) pero la pérdida incalculable que va a hacer la Gran Bretaña consiste en todo el continente meridional de la América, que, protegido por sus armas y comercio, extraería de su seno, en el corto espacio de diez años, más metales preciosos que los que circulan en el universo. Los montes de la Nueva Granada son de oro y de plata (…).

    “Ventajas tan excesivas pueden ser obtenidas por los más débiles medios: 20 ó 30 mil fusiles; un millón de libras esterlinas; 15 ó 20 buques de guerra; municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas americanas; he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a la mitad del mundo y poner al universo en equilibrio.

    “La Costa-Firme se salvaría con seis u ocho mil fusiles, municiones correspondientes, 500 mil duros para pagar los primeros meses de la campaña. Con estos socorros pone a descubierto el resto de la América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países, el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que, rompiendo los diques de una y otra mar, acerquen las distancias más remotas y hagan permanente el imperio de Inglaterra sobre el comercio”.¿Realismo político bolivariano?

    En un comentario de Jorge Orlando Melo al libro de Bolívar y la revolución
    de Germán Arciniegas, Editorial Planeta, Bogotá, 1984, hace referencia precisamente a este capítulo poco conocido del prócer:
    “En general, la discusión sobre la posición de Bolívar hacia Inglaterra y hacia la monarquía o sus sugerencias de que Inglaterra se apropie de Panamá y Nicaragua, está marcada por una ausencia total de análisis del contexto histórico y por una falta de atención al momento concreto de cada formulación: los textos de 1815 a 1829 se presentan agrupados en forma atemporal, sin mostrar sus relaciones con las situaciones de momento y sin ver en qué medida podían responder a consideraciones de realismo político. Sólo se ve en los textos de Bolívar la admiración por Inglaterra, por sus instituciones aristocratizantes, pero no lo que podía justificar en 1825 ó 1826 buscar en ese país un dique a las posibilidades de reconquista española.

    “Sin embargo, Arciniegas acaba reflejando, con signo inverso, la posición que critica. Es cierto que Bolívar tuvo una permanente actitud en favor de Inglaterra, y que los riesgos de anarquía, de caudillismo y de ascenso de la “pardocracia” tienen que ver con sus planes para lograr el protectorado de Inglaterra.

    “Pero cuando un texto de Bolívar dice que “Inglaterra debería tomar necesariamente en sus manos el hilo de la balanza” en una liga americana de naciones independientes, se pasa a preguntar: “¿Cómo pudo Bolívar colocar de fondo al Congreso de Panamá la entrega de la Gran Colombia a Inglaterra?”, o cuando con base en algunos textos de Bolívar favorables al protectorado inglés y en los que sugiere colocar a Colombia bajo “los auspicios de una nación liberal que nos preste su conducción”, se concluye que a Bolívar “sólo le ilusiona la posibilidad de entregar a Inglaterra el gobierno de Colombia”, se están forzando los textos y el desborde retórico hace que el problema, en vez de aclararse, se confunda

    “No empaña la gloria de Bolívar”
    Indagamos con el propio Díaz Lacayo sobre su interpretación de este ofrecimiento sorprendente, proviniendo de un americanista como lo fue Bolívar. “Yo explico la razón y es muy sencilla: para Bolívar América era América, no era Colombia. Entonces, el apoyo inglés a la revolución de independencia era vital, había una contradicción, primero en relación con España y luego con EU, en cuanto a libertad de comercio, porque era controlado por España primero.

    “Lo que hace Bolívar es proponerle a Inglaterra, la entrega de la Costa Caribe de Nicaragua, no sólo con propósitos comerciales, sino de cara al control del Mar Caribe. Se lo propone el canje, el control de la costa mosquitia a cambio de una cantidad de armas y apoyo logístico para la revolución o independencia, no porque quisiera entregar Centroamérica”.

    Es una especie de acuerdo, de que se hicieran cargo del aspecto más bien comercial y yo diría del control del Mar Caribe.

    No se debe olvidar que Inglaterra en el marco de la Santa Alianza, siempre tuvo contradicciones con miembros de esa Alianza (Austria, Prusia, Rusia). Esas contradicciones eran aprovechadas por Bolívar.

    Éstos apoyan a España para que no perdiera sus posiciones en América.


    ¿No cree que empañe la figura y dimensión de Bolívar entregar Nicaragua?
    No empaña, no incide, porque la Venezuela actual en particular y América del Sur en general no tiene interés geopolítico en Centroamérica, pero sí lo tenía Inglaterra. Ni la situación actual de América del Sur ni Venezuela considera a Centroamérica como distinta de América Latina. Para el sur, la inserción de Centroamérica en la unidad geopolítica es vital.

    Tenés que olvidarte de un sentimiento de soberanía local. Para Bolívar “mi patria es América”. No hacía distinciones de países, pero sabía que la crisis que se iba a plantear era la crisis de las fronteras, por eso inventa el principio del uti possidetis juris de 1810, para comprometer a cada nación a asumir como frontera lo que era delimitado en 1810. No se le escapa eso, pero decía: “Mi patria es América”, e hizo lo posible para hacer de América una sola región.


    (Uti possidetis juris del latín “como poseías de acuerdo al derecho, poseerás”).¿No le resta gloria al prócer?

    No le resta gloria para nada, al contrario, era parte de la visión global que tenía Bolívar en ese contexto y hay que analizarlo.

    Este episodio nunca se conoció. Fui el primero en divulgarlo en Nicaragua.



    LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS: LA CONJURA DE SIBONEY

    LA CONJURA DE SIBONEY



    LA CONSPIRACIÓN MASÓNICA DE LOS INSURGENTES CUBANOS CONTRA ESPAÑA


    Ambientada en el período de la Guerra Grande de Cuba (1868-1878), La conjura de Siboney narra las peripecias del teniente Castillo, destinado a aquella isla caribeña en 1874 para ponerse al frente de una sección de la Guardia Civil en Puerto Príncipe (hoy Camagüey). Con el telón de fondo de las intervenciones armadas en que toma parte contra las partidas de mambises y bandoleros, ante el lector se va presentando, con vivo realismo y un extraordinario manejo de la documentación, el ambiente que el joven oficial se encuentra a su llegada a Cuba, agotada por una larga guerra: las ciudades con decadente sabor colonial, la variopinta población, los combates en la manigua o la situación de un ejército aquejado de mil carencias y acosado por las enfermedades tropicales.

    Más tarde, el protagonista es ascendido a capitán. Gracias al prestigio granjeado durante la campaña, es enviado en comisión de servicio a Sancti Spíritus al mando de un pequeño equipo de colaboradores. Allí investigarán una extraña trama que ha provocado el asesinato de varios hacendados cubanos que estaban dispuestos a terminar con el esclavismo concediendo la libertad a sus trabajadores negros. Las sociedades secretas de los ñáñigos, las logias masónicas que comenzaban a proliferar y los propios grupos insurgentes pasarán a estar en el punto de mira de los investigadores.

    El lector de encontrará ahora frente al ambiente de opulencia todavía existente en las grandes haciendas del Valle de los Ingenios y el contraste con la dura vida que arrastran los esclavos de los bateyes; los contactos de los rebeldes en el exilio de Cayo Hueso y las remesas clandestinas de armas o las labores de espionaje en Nueva York. Pero también las controversias políticas de la época, en cierto modo reflejo de las de la Península, y la hipocresía de una sociedad en la que hay mucho de doble moral. Al margen de sus compañeros de armas, pocas personas se harán dignas de la confianza del capitán Castillo y sus hombres, que se enfrentan a una hermética organización, aunque más próxima a ellos de lo que imaginan. Sobre ella planeará la sombra de la trama cubana que participó en el asesinato del general Prim y que no descansará hasta cometer un nuevo magnicidio. Esto hará que al final se precipiten los acontecimientos, dando lugar a un desenlace tan trepidante como inesperado.

    El autor de esta novela, D. Eduardo Martínez Viqueira, tiene sobrados méritos militares, así como diversas publicaciones, entre las que destaca otro libro en su haber: Recuerdos de Irak.

    Título: LA CONJURA DE SIBONEY
    Autor: Eduardo Martínez Viqueira

    Editorial: De Librum Tremens Editores. Madrid, 2010. 483 págs.

    ISBN: 978-84-15074-06-9

    Información extraída del blog: LA CAZOLETA DEL ARCABUZ

  2. #2
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    El "lado oscuro" del cura Hidalgo, según el escritor Eugenio Aguirre - Bravo México - Bicentenario - CNNMéxico.com



    El "lado oscuro" del cura Hidalgo, según el escritor Eugenio Aguirre


    CIUDAD DE MÉXICO (CNNMéxico) —
    Muchos saben ya que Miguel Hidalgo no era un sacerdote ortodoxo, que tenía más de una amante y por lo menos cinco hijos, pero pocos saben que también permitió que se cometieran -y él mismo cometió- crímenes atroces; que disfrutaba matar con saña a sus enemigos; que se enemistó con sus aliados y que más de una vez olvidó que su causa era la Independencia de México.

    Para reflejar su historia integral y el "lado oscuro” del más popular héroe de la Independencia, más conocido por el grito con el que llamó a la insurgencia el 15 de septiembre de 1810, Eugenio Aguirre dedicó años de investigación para realizar Hidalgo, una biografía novelada de este personaje.
    En entrevista con CNNMéxico, Aguirre explicó que su obra no sólo busca hablar "de ese hombre del que cuentan los libros de historia, la historia oficial", sino también de "los desmanes que cometía Hidalgo, de su lado oscuro, de su permisividad para que los insurgentes cometieran saqueos y asesinatos de inocentes, sus titubeos en las batallas, su falta de pericia como estratega militar".
    Mucho hay de historia, un poco de ficción y otro tanto del propio autor que, admite, comparte el "humor irónico y desfachatado" de quien es considerado El padre de la patria.
    "Era un hombre de mucha luz, muy divertido, amante del teatro, culto, sensible a los problemas sociales, brillante, pero también un ser humano con conflictos, internos, depresiones y caídas", dice el autor, quien rechaza la imagen oficial del héroe "viejito y bonachón".
    Lo cierto es que Hidalgo era un hombre acaudalado que, como muchos, se vio afectado por las ambiciones de la Corona española que, con "impuestos absurdos" los despojaba de sus riquezas.
    Quizá -ni el autor puede precisarlo del todo- esta fue una de las principales razones por las que Miguel Hidalgo se unió a la causa insurgente, para emancipar a México de España.
    "Hidalgo nunca buscó la conspiración, nunca buscó la lucha insurgente, sino que fue la conspiración quien lo buscó y fueron por él, porque era un personaje querido por todos los estratos sociales. Pensaron que podría traer a la causa a los hombres ricos, poderosos de la Nueva España que podían dar dinero y ejércitos que habían formado en sus haciendas", explica Aguirre.
    Así, gracias a su carácter lúdico y extrovertido, Hidalgo encabezó la primera parte del movimiento independentista, y tras una serie de derrotas, fue capturado y fusilado en Chihuahua en 1811.
    La obra que inspiró parte de la reciente película Hidalgo, la historia jamás contada, refleja el deterioro ideológico que fue sufriendo el líder a lo largo de la batalla. Saqueos, masacres, violaciones tumultuarias, torturas, todo fue permitido y auspiciado por el héroe.
    "Estudió náhuatl para ir a las comunidades más lejanas a confesar a los indígenas (…) Abrió empresas de cerámica y otras artesanías para dar empleo en las poblaciones más pobres, pero al iniciar la batalla descubrió esa otra parte oscura y terrible de sí mismo", dice el autor de La cruz maya.
    En opinión de Eugenio Aguirre, el título de Padre de la patria le corresponde a José María Morelos, otro sacerdote y aprendiz de Hidalgo que en el ámbito militar terminó superando al maestro.
    "Morelos también tenía hijos y otros oscuros secretos, no era un hombre impoluto, pero era el máximo estratega del movimiento. A él le debemos la mayoría de las victorias de la época", agrega.
    En su tiempo, Hidalgo luchó contra la esclavitud, contra las castas y extrema pobreza que aquejaba a la mayoría. El México de hoy es distinto, pero algunas carencias permanecen, según dice Aguirre.
    "Quizás algo interesante es una falta de proyecto de nación que no se ve ni se manifiesta y hace mucho daño al país. Hay muchos titubeos, hoy como entonces, hay muchas actitudes entreguistas hoy como entonces".
    Agrega que, al igual que la Corona, el gobierno mexicano no ha sabido controlar ni atender los movimientos sociales opositores, ni ha logrado mantener la armonía entre la sociedad, marcada por la desigualdad.
    Sin embargo, Aguirre cree que aún tenemos mucho que festejar este 15 de septiembre, en el bicentenario del Grito de Dolores, que le dio la gloria a Hidalgo.
    "Festejar los hechos medulares de la historia me parece pertinente y afortunado. Los pueblos que han sabido reconocer el mérito de su gente más valiosa son los pueblos que se han desarrollado con mayor atingencia".
    El biógrafo sugiere no dejarse llevar "por las luces de colores y las costosísimas fiestas", sino admirar con inteligencia a los líderes, "no necesariamente héroes, que le abrieron paso a esta gran nación".




    Catolicidad: 27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: FECHA DE LA VERDADERA INDEPENDENCIA MEXICANA
    27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: FECHA DE LA VERDADERA INDEPENDENCIA MEXICANA

    El 16 de septiembre, decía Sergio Sarmiento en su columna:

    "El impoluto Miguel Hidalgo de nuestra mitología, por ejemplo, es distinto del que con "frenesí destructivo" permitió la salvaje matanza de la alhóndiga de Granaditas e hizo asesinar a cientos de españoles en Guadalajara y Valladolid. Muchas de las mujeres y niñas asesinadas por órdenes de Hidalgo fueron también violadas. Un amigo torero de Hidalgo, Joaquín Marroquín, toreaba a los prisioneros y los mataba con estoque. Cuando se le preguntó a Hidalgo en el juicio de la Inquisición por qué no había procesado a los españoles, él respondió que porque sabía que eran inocentes.

    "No es malo que Hidalgo haya sido de carne y hueso. Sus debilidades dan realce a sus innegables virtudes. Pero los fabricantes de la "historia de bronce" se han negado a aceptar o divulgar cualquier falta del padre de la patria.
    "Así como han creado héroes sin mancha, como Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero, para el culto popular, han forjado también villanos a modo, como Iturbide, López de Santa Anna, Miramón o don Porfirio, para contrastarlos con los héroes. Esta visión maniquea de la historia nos impide ver los errores de los próceres o los actos positivos de los "villanos". Se le escatima a Agustín de Iturbide la consumación de la independencia y a Miguel de Miramón su papel como "niño héroe" en la defensa del castillo de Chapultepec en 1847".
    En efecto una "historia" maniquea creada a gusto de la facción triunfadora ha deformado la verdadera historia y ha creado una ficción oficial donde se mezclan verdades y mentiras. El pueblo que poco lee e investiga compra todo lo que se le diga y se le enseñe en la escuela y a través de todos los medios informativos de control. Por ello, que algunos escritores empiecen a cuestionar los mitos históricos aunque no siempre atinen en todos sus juicios es promisorio, como es el caso del artículo de Sarmiento. En él reclama que se le escatime a don Agustín de Iturbide la realización -que no la consumación, como él la llama- de la Independencia. Y aunque yerre -como tantos- al suponer que la causa de la independencia la inció Hidalgo y la consumó Iturbide, es un enorme avance el que reclame que se escatimen -a éste último- los méritos correspondientes. Y, efectivamente, se yerra cuando se liga como inicio la guerra civil llevada a cabo por don Miguel Hidalgo y Costilla que con ríos de sangre terminó en un verdadero fracaso y no logró nada, con la realización de la Independencia alcanzada por don Agustín sin derramamiento de sangre.

    Por ello también resulta gratificante que don Armando Fuentes Aguirre “Catón”, que en nada puede ser acusado de clerical o conservador, haya dicho:

    “A mí me sorprende mucho que hasta los más fervientes admiradores de Iturbide lo llamen ‘el consumador de nuestra independencia’. Me asombra eso porque pasan inadvertido el hecho de que Iturbide no es el consumador de nuestra independencia, sino su hacedor, su único, verdadero autor. A Iturbide le debemos la independencia, la libertad, el nombre de nuestra patria, su bandera y los chiles en nogada”.

    “Si tuviéramos todo lo que se necesita para echar por la borda los viejos clichés, estereotipos mentirosos; si de verdad nos apegáramos a la verdad, si hubiera una sola historia de México y no varias, opuestas y contradictorias, Iturbide, y no Hidalgo, sería llamado el Padre de la Independencia Mexicana”.
    En este blog ya hemos hablado y demostrado que fue Iturbide y no Guerrero quien realizó la Independencia mexicana (ver: FUE ITURBIDE Y NO GUERRERO QUIEN CREÓ LA BANDERA, IDEÓ EL PLAN DE IGUALA Y REALIZÓ LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO ) como tampoco lo fue Hidalgo (ver: ¿QUÉ CELEBRAMOS HOY LOS MEXICANOS?); también hemos hecho notar las infundadas calumnia contra el libertador al acusarlo de ambicioso y de dizque proclamarse emperador (ver: A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO: LA "AMBICIÓN" DE ITURBIDE ); asimismo hemos hablado de la mentira del bicentenario, pues éste se cumplirá hasta el año 2021 (ver: LA MENTIRA DEL BICENTENARIO); por último, también hemos evidenciado otros muchos errores y calumnias que se profieren contra el libertador (ver: LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO y 27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: ITURBIDE REALIZA LA INDEPENDENCIA (BIOGRAFÍA E HIMNO ÍNTEGRO) )

    Falta ahora puntualizar la dimensión moral del libertador. Lejos de querer incurrir en el forjamiento de seres fantasiosos de leyendas, deshumanizados, o de santos de mármol, aclaramos que Iturbide fue un héroe... no un santo en vías de canonización. En efecto, Iturbide fue un héroe de carne y hueso, con virtudes y defectos, como todo ser humano. Dejamos el mito y la forjación de seres perfectísimos para los inventores de la historia de bronce pagados por la nómina oficial. Pero sin negar la carga de virtudes y defectos innata a todo hombre, nadie puede honradamente negar el amor de Iturbide por su Patria y su alta calidad moral.

    Esto se evidencia, de una manera particular cuando el libertador abdica como emperador para evitar más sangre a su Patria y, más tarde, cuando es apresado a su regreso a México desconociendo el infame decreto del Congreso que lo sentenciaba a muerte si ponía sus pies en suelo mexicano. Entonces, escribe una carta al Congreso en donde inquiere qué delito había cometido y enumerando todos y cada uno de los servicios que realizó a su Patria, preguntaba por cuál de ellos se le condenaba a muerte.

    A Iturbide no se le concede su último deseo de asistir al santo sacrificio de la misa y es confesado sacramentalmente por el presidente del Congreso que había decretado el parricidio. Así, la ejecución se apresura pues sus enemigos le temen.
    .
    .Dejemos que don Alejandro Rosas nos narre ese final:
    .
    "A ver, muchachos… daré al mundo la última vista", dijo Iturbide minutos antes de las 6 de la tarde, cuando fue sacado de la prisión para ser llevado al lugar de la ejecución. Se veía sereno. No quiso que nadie le vendara los ojos; lo hizo él mismo con tal naturalidad que parecía haber pasado ya por el trance de la muerte. Se opuso a que le ataran las manos, pero ante la insistencia del oficial de que debía hacerlo no puso más reparos. Minutos antes le entregó al sacerdote una carta para su esposa, su reloj y el rosario que llevaba al cuello a fin de que lo remitiese a su hijo mayor que se había quedado en Londres.
    .

    Parado ya en el lugar donde habría de morir expresó: “¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión: ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros; no quedará a mis hijos y su posteridad otra mancha: no soy traidor no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos mandan, es cumplir con Dios. No digo esto lleno de vanidad porque estoy muy distante de tenerla”.

    Rezó el credo por algunos minutos e hizo un acto de contrición; besó el crucifijo que le presentaron y de pronto se oyó la descarga que cegó su vida. Su cuerpo inerte fue recogido, varios vecinos lo reconocieron para beneficio de la autoridad y finalmente lo sepultaron en la iglesia del pueblo de Padilla. En 1838, Anastasio Bustamante trasladó sus restos al altar de San Felipe de Jesús, en la catedral de la ciudad de México, donde se encuentran actualmente. Lejos del reconocimiento nacional; lejos de ocupar un lugar entre los personajes fundadores de la nación mexicana.

    Hasta aquí el relato histórico de don Alejandro Rosas.

    Por su parte, liberales honrados (Sierra, Bocanegra, Arias, Zavala, Prieto, Toro, Bustamante, Bulnes, Riva Palacio, etc.) contrarios a la postura conservadora han reconocido la calidad moral y los méritos del libertador de México. Citaremos sólo a los dos últimos.
    .

    A principios del siglo XX, el intelectual y político liberal Francisco Bulnes escribió:

    "Espero que para el Centenario de 2110, dentro de doscientos años, se habrá reconocido que los tres héroes prominentes de nuestra independencia, fueron Hidalgo Morelos e Iturbide. Como los muertos no se cansan de reposar en sus tumbas, Iturbide bien puede esperar algunos cientos de años, a que el pueblo mexicano, en la plenitud de su cultura, le reconozca con moderados réditos lo que le debe. Mientras no se honre como debe ser a los verdaderos héroes de la independencia y se llegue hasta suprimir de los homenajes, la figura de uno o algunos de los más grandes, habrá derecho para decir que en las solemnes fiestas del centenario de la Independencia quedó vacío el lugar del primero de los personajes: la Justicia"...
    "¿Cómo se explica el atentado contra la memoria de de Iturbide, denigrándolo y dirigiendo sobre ella la odiosidad del pueblo? La respuesta es tan bochornosa como fácil, dado el analfabetismo de nuestras masas y su organización tan científica para el servilismo demagógico. El jacobinismo dispone temporalmente de todos los lugares de la historia patria, sin que en frente puedan ponérsele los pocos escritores elevados que en México se ocupan de asuntos históricos. Entre nosotros, y desgraciadamente, la historia es una especie de club faccioso, en cuya tribuna dominan los que hacen de la literatura un puñal, de la verdad un delito, de la lógica una ofensa a la nación, y de la justicia un vaso de embriaguez, pérfida y degradante. Mientras que el pueblo mexicano, en sus masa sin instrucción y moral pública, tenga por la demagogia el culto que debía tener por la civilización, no conocerá como debe ser a sus grandes hombres, pues no son todos los que están, ni están todos los son". (Bulnes, Francisco, La Guerra de Independencia, Hidalgo-Iturbide, México, Editora Nacional, 1969. Pgs 417 y 425)
    Finalizamos con los juicios de don Vicente Riva Palacio, prominente liberal y nieto de don Vicente Guerrero:

    "Iturbide, libertador de México; Iturbide emperador; Iturbide, ídolo y adoración un día de los mexicanos, expiró en el patíbulo y en medio del más desconsolador abandono...yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada en Padilla ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la historia de México.

    "El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador es tan culpable como el hijo que atenta sobre la vida de su padre. Hay sobre los intereses políticos de las naciones una virtud que es superior a todas las virtudes: la gratitud.

    "El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres se expone a no tener por servidores más que los que buscan en la política un camino para enriquecerse y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.

    "Dios permita que las generaciones venideras perdonen a nuestros antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de sus fastos esta sangrienta y negra página". (Riva Palacio, Vicente. El Libro Rojo, México, Editorial Leyenda, S.A., 1946, pp 351-352).
    Y sin embargo, Iturbide fue nuevamente excluido, ahora de la conmemoración del mal llamado bicentenario. Y existen pseudomexicanos que aún aplauden el parricidio de quien les dio Patria y libertad.

  3. #3
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    El "lado oscuro" del cura Hidalgo, según el escritor Eugenio Aguirre - Bravo México - Bicentenario - CNNMéxico.com



    El "lado oscuro" del cura Hidalgo, según el escritor Eugenio Aguirre


    CIUDAD DE MÉXICO (CNNMéxico) —
    Muchos saben ya que Miguel Hidalgo no era un sacerdote ortodoxo, que tenía más de una amante y por lo menos cinco hijos, pero pocos saben que también permitió que se cometieran -y él mismo cometió- crímenes atroces; que disfrutaba matar con saña a sus enemigos; que se enemistó con sus aliados y que más de una vez olvidó que su causa era la Independencia de México.

    Para reflejar su historia integral y el "lado oscuro” del más popular héroe de la Independencia, más conocido por el grito con el que llamó a la insurgencia el 15 de septiembre de 1810, Eugenio Aguirre dedicó años de investigación para realizar Hidalgo, una biografía novelada de este personaje.
    En entrevista con CNNMéxico, Aguirre explicó que su obra no sólo busca hablar "de ese hombre del que cuentan los libros de historia, la historia oficial", sino también de "los desmanes que cometía Hidalgo, de su lado oscuro, de su permisividad para que los insurgentes cometieran saqueos y asesinatos de inocentes, sus titubeos en las batallas, su falta de pericia como estratega militar".
    Mucho hay de historia, un poco de ficción y otro tanto del propio autor que, admite, comparte el "humor irónico y desfachatado" de quien es considerado El padre de la patria.
    "Era un hombre de mucha luz, muy divertido, amante del teatro, culto, sensible a los problemas sociales, brillante, pero también un ser humano con conflictos, internos, depresiones y caídas", dice el autor, quien rechaza la imagen oficial del héroe "viejito y bonachón".
    Lo cierto es que Hidalgo era un hombre acaudalado que, como muchos, se vio afectado por las ambiciones de la Corona española que, con "impuestos absurdos" los despojaba de sus riquezas.
    Quizá -ni el autor puede precisarlo del todo- esta fue una de las principales razones por las que Miguel Hidalgo se unió a la causa insurgente, para emancipar a México de España.
    "Hidalgo nunca buscó la conspiración, nunca buscó la lucha insurgente, sino que fue la conspiración quien lo buscó y fueron por él, porque era un personaje querido por todos los estratos sociales. Pensaron que podría traer a la causa a los hombres ricos, poderosos de la Nueva España que podían dar dinero y ejércitos que habían formado en sus haciendas", explica Aguirre.
    Así, gracias a su carácter lúdico y extrovertido, Hidalgo encabezó la primera parte del movimiento independentista, y tras una serie de derrotas, fue capturado y fusilado en Chihuahua en 1811.
    La obra que inspiró parte de la reciente película Hidalgo, la historia jamás contada, refleja el deterioro ideológico que fue sufriendo el líder a lo largo de la batalla. Saqueos, masacres, violaciones tumultuarias, torturas, todo fue permitido y auspiciado por el héroe.
    "Estudió náhuatl para ir a las comunidades más lejanas a confesar a los indígenas (…) Abrió empresas de cerámica y otras artesanías para dar empleo en las poblaciones más pobres, pero al iniciar la batalla descubrió esa otra parte oscura y terrible de sí mismo", dice el autor de La cruz maya.
    En opinión de Eugenio Aguirre, el título de Padre de la patria le corresponde a José María Morelos, otro sacerdote y aprendiz de Hidalgo que en el ámbito militar terminó superando al maestro.
    "Morelos también tenía hijos y otros oscuros secretos, no era un hombre impoluto, pero era el máximo estratega del movimiento. A él le debemos la mayoría de las victorias de la época", agrega.
    En su tiempo, Hidalgo luchó contra la esclavitud, contra las castas y extrema pobreza que aquejaba a la mayoría. El México de hoy es distinto, pero algunas carencias permanecen, según dice Aguirre.
    "Quizás algo interesante es una falta de proyecto de nación que no se ve ni se manifiesta y hace mucho daño al país. Hay muchos titubeos, hoy como entonces, hay muchas actitudes entreguistas hoy como entonces".
    Agrega que, al igual que la Corona, el gobierno mexicano no ha sabido controlar ni atender los movimientos sociales opositores, ni ha logrado mantener la armonía entre la sociedad, marcada por la desigualdad.
    Sin embargo, Aguirre cree que aún tenemos mucho que festejar este 15 de septiembre, en el bicentenario del Grito de Dolores, que le dio la gloria a Hidalgo.
    "Festejar los hechos medulares de la historia me parece pertinente y afortunado. Los pueblos que han sabido reconocer el mérito de su gente más valiosa son los pueblos que se han desarrollado con mayor atingencia".
    El biógrafo sugiere no dejarse llevar "por las luces de colores y las costosísimas fiestas", sino admirar con inteligencia a los líderes, "no necesariamente héroes, que le abrieron paso a esta gran nación".




    Catolicidad: 27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: FECHA DE LA VERDADERA INDEPENDENCIA MEXICANA
    27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: FECHA DE LA VERDADERA INDEPENDENCIA MEXICANA

    El 16 de septiembre, decía Sergio Sarmiento en su columna:

    "El impoluto Miguel Hidalgo de nuestra mitología, por ejemplo, es distinto del que con "frenesí destructivo" permitió la salvaje matanza de la alhóndiga de Granaditas e hizo asesinar a cientos de españoles en Guadalajara y Valladolid. Muchas de las mujeres y niñas asesinadas por órdenes de Hidalgo fueron también violadas. Un amigo torero de Hidalgo, Joaquín Marroquín, toreaba a los prisioneros y los mataba con estoque. Cuando se le preguntó a Hidalgo en el juicio de la Inquisición por qué no había procesado a los españoles, él respondió que porque sabía que eran inocentes.

    "No es malo que Hidalgo haya sido de carne y hueso. Sus debilidades dan realce a sus innegables virtudes. Pero los fabricantes de la "historia de bronce" se han negado a aceptar o divulgar cualquier falta del padre de la patria.
    "Así como han creado héroes sin mancha, como Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero, para el culto popular, han forjado también villanos a modo, como Iturbide, López de Santa Anna, Miramón o don Porfirio, para contrastarlos con los héroes. Esta visión maniquea de la historia nos impide ver los errores de los próceres o los actos positivos de los "villanos". Se le escatima a Agustín de Iturbide la consumación de la independencia y a Miguel de Miramón su papel como "niño héroe" en la defensa del castillo de Chapultepec en 1847".
    En efecto una "historia" maniquea creada a gusto de la facción triunfadora ha deformado la verdadera historia y ha creado una ficción oficial donde se mezclan verdades y mentiras. El pueblo que poco lee e investiga compra todo lo que se le diga y se le enseñe en la escuela y a través de todos los medios informativos de control. Por ello, que algunos escritores empiecen a cuestionar los mitos históricos aunque no siempre atinen en todos sus juicios es promisorio, como es el caso del artículo de Sarmiento. En él reclama que se le escatime a don Agustín de Iturbide la realización -que no la consumación, como él la llama- de la Independencia. Y aunque yerre -como tantos- al suponer que la causa de la independencia la inció Hidalgo y la consumó Iturbide, es un enorme avance el que reclame que se escatimen -a éste último- los méritos correspondientes. Y, efectivamente, se yerra cuando se liga como inicio la guerra civil llevada a cabo por don Miguel Hidalgo y Costilla que con ríos de sangre terminó en un verdadero fracaso y no logró nada, con la realización de la Independencia alcanzada por don Agustín sin derramamiento de sangre.

    Por ello también resulta gratificante que don Armando Fuentes Aguirre “Catón”, que en nada puede ser acusado de clerical o conservador, haya dicho:

    “A mí me sorprende mucho que hasta los más fervientes admiradores de Iturbide lo llamen ‘el consumador de nuestra independencia’. Me asombra eso porque pasan inadvertido el hecho de que Iturbide no es el consumador de nuestra independencia, sino su hacedor, su único, verdadero autor. A Iturbide le debemos la independencia, la libertad, el nombre de nuestra patria, su bandera y los chiles en nogada”.

    “Si tuviéramos todo lo que se necesita para echar por la borda los viejos clichés, estereotipos mentirosos; si de verdad nos apegáramos a la verdad, si hubiera una sola historia de México y no varias, opuestas y contradictorias, Iturbide, y no Hidalgo, sería llamado el Padre de la Independencia Mexicana”.
    En este blog ya hemos hablado y demostrado que fue Iturbide y no Guerrero quien realizó la Independencia mexicana (ver: FUE ITURBIDE Y NO GUERRERO QUIEN CREÓ LA BANDERA, IDEÓ EL PLAN DE IGUALA Y REALIZÓ LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO ) como tampoco lo fue Hidalgo (ver: ¿QUÉ CELEBRAMOS HOY LOS MEXICANOS?); también hemos hecho notar las infundadas calumnia contra el libertador al acusarlo de ambicioso y de dizque proclamarse emperador (ver: A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO: LA "AMBICIÓN" DE ITURBIDE ); asimismo hemos hablado de la mentira del bicentenario, pues éste se cumplirá hasta el año 2021 (ver: LA MENTIRA DEL BICENTENARIO); por último, también hemos evidenciado otros muchos errores y calumnias que se profieren contra el libertador (ver: LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO y 27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: ITURBIDE REALIZA LA INDEPENDENCIA (BIOGRAFÍA E HIMNO ÍNTEGRO) )

    Falta ahora puntualizar la dimensión moral del libertador. Lejos de querer incurrir en el forjamiento de seres fantasiosos de leyendas, deshumanizados, o de santos de mármol, aclaramos que Iturbide fue un héroe... no un santo en vías de canonización. En efecto, Iturbide fue un héroe de carne y hueso, con virtudes y defectos, como todo ser humano. Dejamos el mito y la forjación de seres perfectísimos para los inventores de la historia de bronce pagados por la nómina oficial. Pero sin negar la carga de virtudes y defectos innata a todo hombre, nadie puede honradamente negar el amor de Iturbide por su Patria y su alta calidad moral.

    Esto se evidencia, de una manera particular cuando el libertador abdica como emperador para evitar más sangre a su Patria y, más tarde, cuando es apresado a su regreso a México desconociendo el infame decreto del Congreso que lo sentenciaba a muerte si ponía sus pies en suelo mexicano. Entonces, escribe una carta al Congreso en donde inquiere qué delito había cometido y enumerando todos y cada uno de los servicios que realizó a su Patria, preguntaba por cuál de ellos se le condenaba a muerte.

    A Iturbide no se le concede su último deseo de asistir al santo sacrificio de la misa y es confesado sacramentalmente por el presidente del Congreso que había decretado el parricidio. Así, la ejecución se apresura pues sus enemigos le temen.
    .
    .Dejemos que don Alejandro Rosas nos narre ese final:
    .
    "A ver, muchachos… daré al mundo la última vista", dijo Iturbide minutos antes de las 6 de la tarde, cuando fue sacado de la prisión para ser llevado al lugar de la ejecución. Se veía sereno. No quiso que nadie le vendara los ojos; lo hizo él mismo con tal naturalidad que parecía haber pasado ya por el trance de la muerte. Se opuso a que le ataran las manos, pero ante la insistencia del oficial de que debía hacerlo no puso más reparos. Minutos antes le entregó al sacerdote una carta para su esposa, su reloj y el rosario que llevaba al cuello a fin de que lo remitiese a su hijo mayor que se había quedado en Londres.
    .

    Parado ya en el lugar donde habría de morir expresó: “¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión: ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros; no quedará a mis hijos y su posteridad otra mancha: no soy traidor no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos mandan, es cumplir con Dios. No digo esto lleno de vanidad porque estoy muy distante de tenerla”.

    Rezó el credo por algunos minutos e hizo un acto de contrición; besó el crucifijo que le presentaron y de pronto se oyó la descarga que cegó su vida. Su cuerpo inerte fue recogido, varios vecinos lo reconocieron para beneficio de la autoridad y finalmente lo sepultaron en la iglesia del pueblo de Padilla. En 1838, Anastasio Bustamante trasladó sus restos al altar de San Felipe de Jesús, en la catedral de la ciudad de México, donde se encuentran actualmente. Lejos del reconocimiento nacional; lejos de ocupar un lugar entre los personajes fundadores de la nación mexicana.

    Hasta aquí el relato histórico de don Alejandro Rosas.

    Por su parte, liberales honrados (Sierra, Bocanegra, Arias, Zavala, Prieto, Toro, Bustamante, Bulnes, Riva Palacio, etc.) contrarios a la postura conservadora han reconocido la calidad moral y los méritos del libertador de México. Citaremos sólo a los dos últimos.
    .

    A principios del siglo XX, el intelectual y político liberal Francisco Bulnes escribió:

    "Espero que para el Centenario de 2110, dentro de doscientos años, se habrá reconocido que los tres héroes prominentes de nuestra independencia, fueron Hidalgo Morelos e Iturbide. Como los muertos no se cansan de reposar en sus tumbas, Iturbide bien puede esperar algunos cientos de años, a que el pueblo mexicano, en la plenitud de su cultura, le reconozca con moderados réditos lo que le debe. Mientras no se honre como debe ser a los verdaderos héroes de la independencia y se llegue hasta suprimir de los homenajes, la figura de uno o algunos de los más grandes, habrá derecho para decir que en las solemnes fiestas del centenario de la Independencia quedó vacío el lugar del primero de los personajes: la Justicia"...
    "¿Cómo se explica el atentado contra la memoria de de Iturbide, denigrándolo y dirigiendo sobre ella la odiosidad del pueblo? La respuesta es tan bochornosa como fácil, dado el analfabetismo de nuestras masas y su organización tan científica para el servilismo demagógico. El jacobinismo dispone temporalmente de todos los lugares de la historia patria, sin que en frente puedan ponérsele los pocos escritores elevados que en México se ocupan de asuntos históricos. Entre nosotros, y desgraciadamente, la historia es una especie de club faccioso, en cuya tribuna dominan los que hacen de la literatura un puñal, de la verdad un delito, de la lógica una ofensa a la nación, y de la justicia un vaso de embriaguez, pérfida y degradante. Mientras que el pueblo mexicano, en sus masa sin instrucción y moral pública, tenga por la demagogia el culto que debía tener por la civilización, no conocerá como debe ser a sus grandes hombres, pues no son todos los que están, ni están todos los son". (Bulnes, Francisco, La Guerra de Independencia, Hidalgo-Iturbide, México, Editora Nacional, 1969. Pgs 417 y 425)
    Finalizamos con los juicios de don Vicente Riva Palacio, prominente liberal y nieto de don Vicente Guerrero:

    "Iturbide, libertador de México; Iturbide emperador; Iturbide, ídolo y adoración un día de los mexicanos, expiró en el patíbulo y en medio del más desconsolador abandono...yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada en Padilla ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la historia de México.

    "El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador es tan culpable como el hijo que atenta sobre la vida de su padre. Hay sobre los intereses políticos de las naciones una virtud que es superior a todas las virtudes: la gratitud.

    "El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres se expone a no tener por servidores más que los que buscan en la política un camino para enriquecerse y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.

    "Dios permita que las generaciones venideras perdonen a nuestros antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de sus fastos esta sangrienta y negra página". (Riva Palacio, Vicente. El Libro Rojo, México, Editorial Leyenda, S.A., 1946, pp 351-352).
    Y sin embargo, Iturbide fue nuevamente excluido, ahora de la conmemoración del mal llamado bicentenario. Y existen pseudomexicanos que aún aplauden el parricidio de quien les dio Patria y libertad.

  4. #4
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://amantesdelpais.wordpress.com/2010/08/13/otra-vision-de-la-gesta-libertadora-en-america-i/


    El Marqués de Valle Umbroso:


    ‘Un peruano que se negó a aceptar el curso de la historia’


    Por Alexis Arévalo Vergara
    Conmemorado un año más de la proclamación de nuestra independencia veo oportuno escribir un artículo de reflexión histórica sobre la visión de lo que fue la gesta libertadora en América desde la perspectiva de un personaje ubicado entre los que pelearon a favor del domino español, un hombre que ocupó la cúspide de la escala social, política, militar y económica en las postrimerías del periodo virreinal de nuestro país. Me refiero al limeño Don Pedro José de Zavala y Bravo, VII Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso, quien ha sido ya estudiado desde el punto de vista genealógico mas no se ha realizado en detalle un estudio sobre su parecer político, dando solo breves menciones sobre algunas opiniones que dio a lo largo de su vida. Pretendo así brindar dos entregas en las que tengamos la oportunidad de conocer un poco más profundamente el sentir de aquél vencido que vio con horror y tristeza los cambios derivados de la pérdida de poder español en esta parte del nuevo mundo, del que experimentó el asedio de los independentistas contra las fuerzas realistas por todos los frentes y que se negó a aceptar aquella ‘apatía’ peninsular que terminó sumando al ideal libertario que sellaría la independencia con la gloriosa Batalla de Ayacucho, desarrollada el 9 de diciembre de 1824 sobre la Pampa de la Quinua. La Gesta Libertadora en América El Perú se encontraba invadido por un ejército combinado chileno-argentino, comandado por el brillante general D. José de San Martín, que a pesar de su sagacidad no pudo lograr los propósitos anhelados de finiquitar nuestra independencia. Retirado San Martín, hizo su ingreso D. Simón Bolívar, el cuál solo pudo rivalizar con las fuerzas realistas, gracias a la unión de todos los ejércitos, tanto de la Gran Colombia, como los de San Martín y las compañías enteramente peruanas que se habían unido para tal fin. Debe ser de conocimiento público, que el ejército realista del Virrey D. José de la Serna, no estaba conformado exclusivamente por españoles sino más bien era todo lo contrario, ya que la gran mayoría de realistas eran peruanos de todas las clases sociales, pobres y ricos, todos fieles a la causa monárquica y a D. Fernando VII Rey de España y del Perú. Ejemplos de estos peruanos, los hay varios, entre los más celebres se encuentran los de los hermanos D. Leandro y D. Ramón Castilla y Marquesado, el primero realista y el otro libertario. Resulta curioso, que ambos lucharían uno contra el otro en la última Batalla de Ayacucho (9-XII-1824), para luego estrecharse con sendos abrazos en un cálido reencuentro fraternal. Si existe aún alguna duda en el lector respecto a si las clases indígenas apoyaron al ejército español por decisión propia u obligada; la respuesta nos la da Fernán Altuve-Febres Lores, quien en su artículo “Los últimos soldados del Rey”, parte integrante del libro “Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Vol. 1”, dice sobre el particular que “los comuneros de la Sierra de Huanta en Ayacucho (…) fueron amantes del rey, a quien consideraban como un padre común, un enviado de Dios, que se había convertido para ellos en el inca católico. Por esto el vínculo de vasallaje que los unía a la corona estaba potenciado por una poderosa relación filial y sacral”. En tal sentido, los vencedores de la batalla de Ayacucho no debieron sorprenderse mucho de que se iniciará un “movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el “infame gobierno de la patria” como ellos (los comuneros) decían”. Es así que uno puede entender que nuestro país estaba totalmente dividido ideológicamente. En tal sentido, y siendo costumbre en la historiografía el de relatar los hechos de los vencedores he decidido escribir este pequeño artículo no de un vencedor sino más bien de un vencido, algo poco común pero que claramente nos ayudará, a los amantes de la historia peruana, a comprender un aspecto que fue parte de nuestra realidad, y que desgraciadamente muchos desconocen. El Marqués y su familia El personaje materia de este artículo, D. Pedro José de Zavala y Bravo, VII Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso pertenecía a uno de los linajes más connotados de la sociedad limeña virreinal. Su genealogía es verdaderamente interesante y muy extensa, según he podido corroborar luego de la lectura que di a su Expediente de Ingreso como Caballero de la Orden de Calatrava, que se encuentra depositado en el Archivo Histórico Nacional, Consejo de Órdenes, No. 12599, año 1826, y que consta de nada menos que de 474 páginas. Según el expediente, D. Pedro José de Zavala y Bravo, VII Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso, nació en la ciudad de Lima, fue bautizado en el Sagrario de la Catedral un sábado 21 de mayo de 1779. Llegó a ser Gentil hombre de la Cámara de S.M. con ejercicio, Caballero Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel La Católica, y de la Militar de San Hermenegildo, Brigadier de Infantería de los Reales Ejércitos y Coronel del Batallón de Españoles de Lima. Sus padres fueron D. Pedro Nolasco de Zavala y Pardo de Figueroa, VI Marqués de San Lorenzo de Valle Umbroso, nacido en el Cuzco, y bautizado en el Sagrario de la Catedral de dicha ciudad el 21 de noviembre de 1761 y de doña Ana Micaela Bravo del Rivero y Zavala, con la que había casado en la Catedral de Lima el 18 de diciembre de 1777. Doña Ana Micaela era hermana entera de D. Diego Miguel Bravo del Rivero y Zavala, I Marqués de Castel Bravo del Rivero, Caballero de la Orden de Santiago, natural de Lima. Resulta interesante comentar que sus abuelos paternos fueron D. Tadeo Martín de Zavala y Esquivel Vázquez de Velasco, Contador Mayor por juro de heredad de la Superintendencia General de la Santa Cruzada de Lima y Alcalde Ordinario de Lima en 1751 y doña María Ana Pardo de Figueroa y Esquivel, IV Marquesa de San Lorenzo de Valle Umbroso, con quien había casado por poder el 25 de julio de 1751 en la Iglesia del Asiento de Urguillos, Villa de Guaillabanta, Provincia de Urubamba en Cuzco. La novia era natural del Cuzco y proveniente de las mejores familias de la región, en donde tuvieron valiosísimas propiedades que fueron finalmente heredadas a través de la institución del Mayorazgo por D. Pedro José de Zavala y Bravo, personaje al que se la dedicado esta investigación y quién casaría con doña Grimanesa de la Puente y Bravo de Lagunas, II Marquesa de la Puente y Sotomayor, con la que tuvo larga descendencia. Iniciado el proceso independentista, el Marqués continúo apoyando a los realistas; fue así que por decisión del Virrey La Serna, es mandado a España para solicitar a S.M. socorro para los ejércitos reales del Perú. El Marqués tuvo que dejar a su esposa, quien quedaría encargada de velar por sus intereses, viéndose obligada a administrar como mejor podía el vastísimo patrimonio de la familia, que finalmente quedaría arruinado. Así lo señala el distinguido Sr. D. Paul Rizo-Patrón Boylan en su libro “Linaje, Dote y Poder. La nobleza de Lima de 1700 a 1850”, en la que indica que al regreso del Marqués a nuestro país se llevó una terrible sorpresa al ver que sus “propiedades eran apenas rezagos de aquello que había constituido su fortuna”. Es más en su Testamento (Ver: Escribano de Lima Baltasar Núñez del Prado, Fecha: 26 de enero de 1850, fs. 563, Protocolo del año 1851) indicaba que su esposa se había excedido con sus facultades y había destruido “los bienes de ambos y los que no lo eran”. El VII Marqués de Valle Umbroso tuvo con doña Grimanesa de la Puente y Bravo de Lagunas, II Marquesa de la Puente y Sotomayor, doce hijos, entre los cuáles hubo los que lograron ventajosos matrimonios gracias a las conexiones de su padre en la corte, pudiendo convertirse en tronco de muchos distinguidos linajes españoles, llegando a ostentar distintos títulos nobiliarios tales como: Marqués de la Puente, Marqués de Sierra Bullones, Duque de Arión, Duque de Cánovas del Castillo, Grandes de España, etc. Esto nos da una idea de la calidad social del personaje, que no solo se ubicó entre lo más granado de la sociedad limeña sino también en la peninsular, y no debemos sorprendernos de ello, ya que los peruanos nunca fueron discriminados de tales distinciones, ejemplos de ellos los hay varios, entre ellos están el peruano D. Juan Vásquez de Acuña y Bejarano, Marqués de Casa Fuerte, que fue nombrado Virrey de Nueva España (México) entre 1722 a 1734, alta distinción que solo se daba a los más hábiles funcionarios de la corona; otro ejemplo sería el peruano D. José Miguel de Carvajal Vargas y Manrique de Lara, II Duque de San Carlos y Grande de España y Caballero de la Orden de Santiago, quien llegó a ser Ministro del Rey Fernando VII (1814) y Embajador de España en Viena (1815) y Paris (1823 y 1827-1828), capitales de los más importantes imperios. Pero si aún hay dudas podría señalar el caso de los peruanos indígenas pertenecientes a la antigua casa imperial de los Incas, que según Miguel Luque Talaván en su libro “Bibliografía española de genealogía, heráldica, nobiliaria y derecho nobiliario en Iberoamérica y Filipinas”, indica sobre el particular que “el emperador Carlos, por Real Cédula del 9 de mayo de 1545, reconoció nobleza <<de muy alto rango>> en don Gonzalo Uchu Hualpa y don Felipe Tupa Inga Yupangui (…), y que incluso <<les llamó Hermanos y Altezas, concediéndoles el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro (hecho singularísimo), el derecho a permanecer cubiertos en su real presencia (lo que indicaría la concesión de la Grandeza de España de boca de S.M.), a presidir todos los tribunales, concejos y cabildos de todos sus reinos y a mantener una pequeña corte con sus propios consejeros>>”.





    http://historiagranada.blogspot.com/2010/05/200-anos-de-independencia-los-indios.html


    200 años de independencia. Los indios fieles al Rey.





    Se pueden distinguir en primer lugar los tipos de guerrillas que se componen de los habitantes autóctonos de su propia área de actuación, y que son las más numerosas y estaban formadas por indígenas generalmente; y cuyas poblaciones estarían integradas dentro de los territorios virreinales, como en el caso de los pastusos de Nueva Granada; o estarían integrados por indígenas de zonas periféricas de los virreinatos, como el caso de los araucanos del sur de Chile o los indios Guajira del Caribe neogranadino. En segundo lugar están algunas formaciones guerrilleras que tienen su origen en agrupaciones militares realistas que se han dispersado, y son del país pero no son autóctonos.


    En el escenario descrito más abajo, especialmente a lo que a los habitantes de Pasto y a los llaneros se refiere, es donde surge el decreto de "Guerra a Muerte" de Bolívar (dado en la ciudad de Trujillo el 13 de junio de 1813) con cuyos términos esperaba Simón Bolívar contrarrestar las acciones casi invencibles de los llaneros contra los criollos. En el período comprendido entre 1813 y 1814 tanto Bolívar, en el Norte, como Nariño, en el Sur, lograron, en empresas simultáneas, conducir los enfrentamientos entre "patriotas" y realistas al plano de una guerra de dimensiones continentales contra un enemigo común: España. Esto era lo que efectivamente se proponía el mencionado decreto de Bolívar. Aunque estaba dirigido a los venezolanos no dejaba de tener un halo de universalidad. En su parte final rezaba: "Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables". Si a alguien podían cobijar los términos del decreto era justamente a los pastusos por su doble condición de americanos y realistas. Que Venezuela era una nación en contienda lo afirmaba aquel otro pasaje del decreto que pretendía "... mostrar a las Naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América". Lo cual deja patente, una vez más, la visión clasista de Bolívar al considerar únicamente como "hijos de América" a sus partidarios, cuando la realidad estaba tan lejana de sus afirmaciones propagandísticas.


    En Venezuela, tras el triunfo inicial independentista, las guerrillas de Siquisique, en la provincia de Coro, al mando de Juan de los Reyes Vargas, apoyaron la llegada de una compañía de marines españoles al mando de Monteverde, y tras su desaparición, los restos de las milicias realistas de esclavos y de llaneros se consolidaron en el territorio de los Llanos para formar un verdadero ejército que al mando de Tomás Bobes que destruiría los ejércitos independentistas dominando toda Venezuela, antes y sin apoyo de la expedición española de Morillo. Tras la caída de Puerto Cabello en 1823, las guerrillas siguieron actuando hasta el año 1829, y apoyaron una última incursión del Coronel Arizabalo. Los llaneros surgieron en la región de Venezuela, durante el período colonial, al establecerse en vastas y lejanas zonas del llano un grupo humano conformado, fundamentalmente, por pardos libres quienes eran expertos jinetes, dedicados a una vida semi nómada, a la recolección de ganado salvaje y al comercio de pieles y de otros productos animales. El panorama social que se presentaba a fines del siglo XVIII en las extensiones territoriales del llano era el de un avance de la aristocracia criolla de Venezuela con el propósito de hacer fundación de haciendas, creándose así una tensión entre la oligarquía criolla y las masas populares de la región. José Tomás Bobes, unido a los llaneros terminaron por derrotar a las fuerzas "patriotas". En la región de Pasto, al sur de Nueva Granada, las guerrillas serán dirigidas por el General Agustín Aqualongo hasta junio de 1824, cuando es hecho prisionero y ajusticiado. Las guerrillas combatirán hasta el año 1830. San Juan de Pasto, donde nació Agualongo, es una ciudad llena de iglesias del barroco virreinal y se caracterizó por su fidelidad al Rey hasta el final. Si el grito de independencia se dio en 1810, todavía en 1824 resistía Agustín Agualongo, a quien para cuando le llegó de Madrid el despacho de Brigadier General de los Reales Ejércitos, ya había sido fusilado por los liberales independentistas. Luego, por ese realismo que aunque pasados tantos años todavía hoy se respira, fue objeto de un tratamiento brutal por parte del ejército de Bolívar. Aún hoy los habitantes de Pasto declaran que perdieron en su intento de ser libres en una comarca donde Dios, el Rey y el trabajo honrado los sustentaban el pan diario en medio de la alegría de hermanos.


    La ciudad de Pasto había sido un bastión realista desde el comienzo de la emancipación neogranadina, el territorio entre Quito y Popayan estaba en poder de las guerrillas pastusas quienes destruyeron varios ejércitos "patriotas". Llegaron a ser un componente muy importante de las guerrillas realistas que terminarían por propinarle a Nariño y a su ejército el estruendoso descalabro de 1814 con el cual se cerraría el primer ciclo de la oposición de Pasto a la independencia.


    La resistencia de la población unida a las guerrillas realistas bajo jefes como Agustín Agualongo lograron mantener su independencia por mucho tiempo. El autor Indalecio Liévano Aguirre indica que se trataba de una “población compuesta por la unión de esclavos fugitivos del Valle del Cauca con indios nativos del Valle del Patía.” En la década de 1820 Pasto respondería con redoblada reacción a los intentos de los patriotas de dominar la provincia. De este período data la acción de la guerrilla realista, liderada por el General Realista pastuso Agustín Agualongo y responsable de la derrota del Mariscal Sucre (en la Batalla de Guachi del 12 de septiembre de 1821) antecedida por la victoria realista en la localidad de Genoy (el 2 de febrero de 1821). La aniquilación de los "patriotas" en esta última contienda habría sido de grandísimas proporciones si no se hubiera producido el armisticio pactado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, cuyos términos ponían fin a la "Guerra a Muerte" que suponía el exterminio del enemigo. El armisticio disponía la regularizació n de la guerra y dentro de ésta, la preservación de la vida de los prisioneros. El episodio de la Batalla de Bomboná o Batalla de Cariaco, que nunca ganó Simón Bolívar, cuyo ejército huyó despavorido para regresar al Trapiche (Cauca). Aunque esto ha sido manipuladoramente narrado como "retirada heroica" de Simón Bolivar. Una retirada en la Bolivar dejó abandonados, en el caserío de Consacá a 200 heridos, entre ellos el General Torres, enviándole 2000 pesos al Comandante español para los gastos de los heridos mientras tardaba en volver...


    La población de Pasto, en masa, luchó contra el ejército de Bolivar. La guerrilla realista de Pasto volvería a emprender nuevas acciones en la segunda parte de 1822 como respuesta a las victorias de Bolívar y Sucre que condujeron a la capitulación de Quito y Pasto. En esta ocasión aquélla entraría a una fase muy singular. Sus líderes Agustín Agualongo y Benito Boves procederían (luego de la capitulación de Pasto en junio de 1822) a fugarse de la prisión y a tomar la ciudad, empresa en la que no contaron con el apoyo ni del clero ni de los notables aún cuando ésta se llevara a cabo en nombre de la causa del Rey. El fragor de la guerra duraría en Pasto hasta finales de 1822 al ocupar Sucre la capital provincial el 24 de diciembre de 1822. A esto sucedería la siniestra "Nochebuena pastusa" en la que el ejército "patriota" cometió toda clase de desafueros, tan bárbaros que se presentaron como salvajes hordas destructivas, que asesinaron niños y violaron mujeres, entregados a la violencia con desesperación. La lectura de libro "Estudios sobre la Vida De Bolívar" del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los "patriotas" en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná "se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados al vórtice horripilante del Guaítara". En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la "Nochebuena pastuosa" donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida. Pero se acallan las voces de la historia cuando toda ésta hecatombe pudo evitarse si Simón Bolivar hubiese hecho caso de las palabras de Santander al advertirle éste sobre lo equivocado que era manejar a Pasto como se lo proponía, pues llevaría a confrontaciones innecesarias. La historia ha demostrado que tales palabras no fueron escuchadas y que primó la terquedad de Bolivar.” En 1830 Sucre viajaba en una caravana que salió de Bogotá, integrada por el diputado Andrés García Téllez, hacendado de Cuenca, el sargento de caballería Lorenzo Caicedo, asistente de Sucre, el negro Francisco, sirviente de García, y dos arrieros con bestias de carga. Después de pasar por Popayán, el grupo de viajeros salió de La Venta (hoy La Unión), el 4 de junio de 1830. Al pasar por las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, era asesinado. En el proceso del crimen de Berruecos fueron inculpadas las siguientes personas: el coronel Apolinar Morillo, Andrés Rodríguez y José Cruz, soldados peruanos licenciados del ejército, y el tolimense José Gregorio Rodríguez. Los tres últimos trabajaban como peones de José Erazo, un mestizo de la provincia de Pasto, que se consideró uno de los cómplices del crimen. A los 10 años del asesinato de Sucre, José Erazo cayó prisionero en Pasto, y en los interrogatorios confesó el crimen. En el proceso se dictó sentencia de muerte para el coronel Apolinar Morillo, además se acusó al general José María Obando como autor principal del asesinato; el coronel Morillo, antes de subir al patíbulo, acusó también a Obando. Sin embargo, el crimen sigue sin esclarecerse, por el sinnúmero de factores condicionantes que hay a su alrededor: causas políticas, caudillistas, regionalistas e inclusive familiares. La esposa de Sucre, la marquesa de Solanda, volvió a casarse, cumplido el primer año de duelo, con el general Isidoro Barriga, quien había sido su subalterno.

    Publicado por Julián M. Vélez T. en 11:39

  5. #5
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    El mejor libro que hasta la fecha he leído de Boves en particular y del realismo americano en general (Pues también se habla de Agualongo y etc.) es

    I.S.B.N.
    Estado
    Título
    Autor
    Editorial
    Colección
    P.V.P. 978-84-930446-3-3


    División infernal. Boves, vencedor de Bolivar, (La)
    Semprun, José Falcata Ibérica, Ediciones
    , Sep/2002 21,00

    :: Librerías Ojanguren ::

    Por las dudas que pueda presentar, no es un libro que "disculpe" a Boves,no es una leyenda rosa. Se trata de una obra histórica"desapasionada", contestando punto por punto a dos siglos de leyendas negras y embustes embaucadores. Entre otros, contesta a Juan Uslar en sus teorías sobre Boves como "revolucionario social" y como"rebelde a la corona en el fondo"; esto es muy, muy importante. Y digo leyendas negras y embustes embaucadores porque hasta en las descripciones físicas se nos ha pintado a los líderes secesionistas como apuestos y bellos mientras que a Boves, Rosete, Agualongo, etc., son ejemplos de fealdad. Durante mucho tiempo se nos ha presentado a Boves como un bestia sanguinario-"rebelde sin causa", y durante alguna franja del siglo XX, para algunos Boves es un fortuito precursor de la lucha de clases que por circunstancias se acoge a la bandera del rey. Señores, ¿en qué quedamos? ¿Tan difícil es valorar la actitud de Boves, como la de buena parte del pueblo hispanoamericano, en su justa medida?

    Y es que volviendo a Juan Uslar,vemos que cae en contradicciones flagrantes. ¿Cómo se explica que subraye el papel de Boves como "revolucionario social" y sin embargo abomine del os ademanes demasiado plebeyos de Rosete? Y no por ello dejamos de subrayar su obra como importante.


    Con documentación contrastada, José Semprún nos va a enlazar el decurso vital de Boves desde la Península a Suramérica, hasta que por las circunstancias se va a convertir en adalid de los Llanos Venezolanos. Hay varias cuestiones a subrayar:

    -La "asombrosa" falta de documentación sobre hechos de la vida de José Tomás Boves que se dan por sentados.

    -Boves no sólo le jugó a Miranda y Bolívar en su propio terreno con atraerse a los esclavos negros a su causa, sino que fue aliado fundamental de masas de pardos libres, amén de contar con importantes canarios en sus filas, como Yáñez,Rosete, "Chepito" González (Ex-republicano), o como Tomás Morales, a través de cuya documentación no se nos presenta como rechazando a Boves precisamente. El papel de los indios también es de máximo relieve.

    -La"adjetivación" de los llaneros como "cosacos del Nuevo Mundo" me parece sencillamente genial.

    -El análisis del memorial del padre Llamozas también es fundamental. Memorial que fue rechazado en la Corte y que el autor va deshojando en su justo valor.Memorial que, por cierto, pudo haber presentado estando Boves vivo....



    -Los estudios vexilológicos me parecen de singular importancia. Los llaneros de Boves, entre otras insignias, usaron la bandera roja y gualda. Así como los estudios sobre la uniformidad de las tropas, muchas veces en el olvido de tantos historiadores.

    -Las constantes "disculpas" de historiadores como Lecuna a las proclamas y a los actos de Briceño, Bolívar, Campo Elías, Arismendi o Ribas;con eso que "claro, es que era una guerra". Por lo visto era guerra sólo para ellos, en el caso de Boves, va a ser sólo el odio por el odio.Proclamas que por cierto, en más de una ocasión se nos tilda a los"españoles europeos" de "raza maldita". Así, ¿nos extrañamos que uno de los gritos de guerra de las huestes de Boves fuera el de"mueran los blancos"? Por ejemplo se achaca que Boves no respetaba capitulaciones....Así es, en más de una ocasión no las respetó. Y no las respetó porque cuando lo hizo sufrió algún intento de atentado por la espalda que fue sofocado por soldados fidelísimos. Ojo que no justificamos nada, pero refrescamos la memoria: Bolívar no respetó el armisticio de Santa Ana, en los días de la campaña sobre Quito; y aprovechó para tomar por la fuerza la muy realista Maracaibo. ¿Por qué esto en Bolívar es un acto de heroicidad y desprendimiento y en Boves no es más que maldad absoluta? Pues porque estamos ante ideología y no ante historia. Porque no se quiere entender que un"blanco de orilla" (No un "mantuano ilustrado") se despejara como buen militar en uno de los conflictos más dolorosos de nuestra historia. Ello no significa que neguemos las terribles campañas de Boves; pero es que volvemos una y otra vez: Si analizamos las campañas de Bolívary sus adláteres, son mucho peores. La misma proclama de Pasto nos dice que no respetaron la capitulación, y tampoco vacilaron en convertir los altares en regueros de sangre y en improvisadas casas de putas.

    Al menos historiadores como Juan Vicente González han puesto el dedo en la llaga al denunciar a las claras los terribles asesinatos masivos de españoles en las bóvedas de La Guaira.

    -El mismo capitán general Juan Manuel de Cagigal reconoce que a pesar de los feos que Boves le hizo (Como por ejemplo echarle en cara su incompetencia,"recobrando el honor de las banderas de España que él mancilló", en palabras del astur-llanero), nunca discutió su mando porque sabía que sin él no se ganaban las batallas. Lo mismo corrobora el mentado Morales.

    -Y otro detalle que me parece radicalmente clave: Boves murió en la batalla de Urica; sus soldados, entre lágrimas, le hacen un cerco para que no se le toque un pelo hasta que es enterrado en la iglesia. No se le encontró dinero alguno, tenía 300 pesos que no llevaba ni encima. No fue el caso de Miranda,Bolívar y San Martín, por poner 3 ejemplos de los muchos más que me dejaría en el tintero, ejemplos extremadamente opuestos en cuanto a compañía y peculio.

    -Con todo y con eso, nuestro autor sí profundiza en la confusión y desazón que provocó en los realistas americanos el fenómeno revolucionario en España; pero a mi juicio, se queda corto en la figura de Pablo Morillo, que entre otras"brillantes ideas", indultó a Arismendi (Por ser blanco...) en contra del parecer de Morales, y destruyó en muy buena medida la obra de los llaneros realistas que habían puesto en jaque a las "dos repúblicas". Morillo jugó un papel nefasto, no supo ser "pacificador" y no entendió (O no quiso entender) lo que pasaba en América. El aumento de las deserciones y de cambio de bando de muchos realistas corajudos en buena medida se debe a Morillo y "sus circunstancias". A veces acaba pensando uno que en los deméritos de España hay más razón para la victoria de los secesionistas que otra cosa, sin desmerecer la constancia y el genio militar de Bolívar.



    Una pgina de Morales Padrn - abcdesevilla.es


    Columnas / tribuna abierta

    Una página de Morales Padrón

    luis navarro garcía. catedrático emérito de historia de américa de la hispalense

    Día 17/11/2010 - 23.07h




    En una prestigiosa publicación americanista, la Revista de Indias, publicó Morales Padrón en 1969 un artículo sorprendente desde su título: «México y la independencia de Hispanoamérica en 1781». ¿Cómo podía verse la independencia de las Indias con tres décadas de anticipación? Aunque a nadie se escapaba que tal fecha correspondía a un momento de la guerra de independencia de las Trece Colonias británicas y a la de la fase inicial de la gran sublevación de Túpac Amaru que conmocionó al virreinato del Perú y que se supuso fomentada por Inglaterra. El título de Morales continuaba: «según un comisionado regio: Francisco de Saavedra». Aquí la perplejidad aumentaba, pues nada se sabía entonces de tal comisionado, ni su nombre tenía particular resonancia.
    Fue esta una notable aportación de Morales Padrón, de la que hasta ahora no se extraído todo el fruto. Había Morales localizado un importante fondo, de unos cincuenta legajos, archivo personal de este ilustrado dieciochesco, del que destacaban una serie de diarios que Saavedra fue anotando a lo largo de su vida y en uno de esos diarios dejó constancia de un hecho olvidado hasta que Morales lo dio a conocer: el nombramiento de un comisionado regio que, en el Caribe, procurase la coordinación de las fuerzas aliadas francesas y españolas, y para este fin el ministro Gálvez designó a Saavedra, funcionario de su Ministerio, con atribuciones extraordinarias, resumidas en dos órdenes. La primera le autorizaba a participar en la junta de generales formada en La Habana exigiendo se le oyese, dice Saavedra, «como si mis palabras fuesen órdenes del Rey». Por la segunda, podía disponer de todos los caudales de las tesorerías de Indias necesarios para la guerra. La empresa de Saavedra duró de junio de 1780 a igual mes de 1783, y estuvo llena de incidentes de gran interés.
    Precisamente buscando el apoyo económico del virrey de México, se trasladó Saavedra a esta capital en octubre de 1781, y allí indagó el estado de ánimo de la población, extrayendo impresiones pesimistas, que apuntó en el diario pero que expuso más extensamente en unos papeles sueltos. «La América, con la rebelión de los angloamericanos y la independencia que es regular que aseguren, ha variado mucho de semblante; por consiguiente es necesario que España haga muchas variaciones en el sistema que hasta aquí ha observado con sus colonias». A este toque de atención siguen unas ideas sorprendentemente afines a las que en caso parecido expuso Floridablanca: nuestras colonias no son como las de las demás naciones, «las cuales sólo son factorías, de negociantes transeúntes, en lugar que las españolas son una parte importante de la nación separada de la otra». Y a continuación expone una serie de fórmulas para estrechar los «vínculos muy sagrados entre las dos porciones del imperio». «La América puede estar todavía siglos bajo el dominio de España o perderse en breve tiempo. Su suerte depende del método de su gobierno».
    El sevillano Saavedra, hombre de gran inteligencia y de excepcional preparación política y militar, a la sazón de treinta y tres años de edad, estaba dando, como lo vio Morales Padrón, el primer aviso acerca del cambio de mentalidad de las elites americanas como resultado de la lectura de libros de la «nueva filosofía» acerca de los derechos de los hombres y de los soberanos, y Saavedra había oído quejas por el despotismo de algunos funcionarios.
    Hasta aquí este revelador artículo de Morales Padrón, que no produjo especial eco. Muchos años después, el mismo profesor pudo editar la autobiografía de Saavedra (1995) y el Diario concreto de su comisión en Indias (2004). La figura de Saavedra empezó así a hacérsenos familiar, enlazando las etapas de su vida: su labor de gobierno en Venezuela, su breve pero distinguido paso por el gobierno de Carlos IV, su presencia en la Junta Central y en la Regencia en 1808-1810. Hoy nos interesa conocer mejor otro episodio: su gestión al frente de la Junta Suprema de Sevilla de mayo a septiembre de 1808. A él y a su experiencia mexicana se debe, sin duda, el que nuestra Junta local se declarara «de España e Indias», de modo que Saavedra vino a actuar de nuevo como portavoz del rey y se atrevió nada menos que a disponer la destitución del virrey de México si éste no se le sometía. Como en efecto ocurrió.
    Morales Padrón descubrió con sorpresa el impacto que el conocimiento de las gentes de México había producido en Saavedra. Todavía está por indagar seriamente en qué medida esa conciencia determinó la conducta del grande, aunque olvidado, patriota sevillano en aquellas fechas dramáticas de 1808.

  6. #6
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://es.wikipedia.org/wiki/Basilio_Garc%C3%ADa

    Basilio García


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    Basilio Antonio García y Velasco (Logroño, 1791 - Tolón, 1844), conocido como "Don Basilio el de Logroño" por los periodistas de la época, fue un militar español.
    Luchó en la Guerra de la Independencia Española. Durante el Trienio Liberal se mantuvo enfrentado a los liberales y más tarde, con el absolutismo de Fernando VII, fue comisario de guerra y recaudador de bulas en la provincia de Soria. En 1833 se unió a la causa carlista, proclamando como rey a don Carlos en Logroño.
    De 1834 a 1836 realizó cortas expediciones partiendo del territorio vasco-navarro dominado por los carlistas, cruzando el Ebro, asolando poblaciones situadas en los valles de la cordillera Ibérica en Soria, La Rioja y Burgos. En una de estas expediciones perdió a su hijo y a su lugarteniente y capellán apodado "Caloyo", que cayó preso y fue fusilado en Logroño. Durante la Expedición Real formó parte del cuartel real del infante don Sebastián, recibiendo el grado de general por su actuación durante la batalla de Villar de los Navarros.
    Fracasada la Expedición Real, el mando carlista del ejército del norte, careciendo de subsistencias para alimentar a su ejército, decidió desprenderse de parte de los batallones castellanos, enviándolos a ponerse a las órdenes de Cabrera en el Maestrazgo. A Basilio García le fue dado el mando de esta expedición, que cruzó el Ebro el 29 de diciembre de 1837 por el vado de San Martín de Berberana, y por el valle de Ocón alcanzó rápidamente la cumbre de la cordillera Ibérica. Según su diario, el 1 de enero de 1838 estaba en Almazán, el día 3 en Calatayud y el día 10 en Peralejos de las Truchas, no lejos ya de encontrarse con Cabrera. Pero el 12 fue alcanzado en Sotoca por el general Ulibarri, que venía persiguiéndole desde La Rioja. El descalabro le obligó a variar de rumbo hacia el Oeste, alcanzando el día 23 Tomelloso. El 26 se le unió Tallada con sus fuerzas que actuaban habitualmente en La Mancha, tomando ambos Úbeda el 4 de febrero, pero aquí se separó Tallada, el cual al día siguiente fue batido por las tropas isabelinas de Sanz en Baeza. Basilio García entró el día 16 en Puebla Fadrique, volvió a Úbeda el 20 y tres días después pernoctó en Navas de Tolosa. El día 25 entró en Calzada de Calatrava, incendiando una de sus iglesias en las que se habían refugiado miembros de la milicia nacional con sus familias, tanto de este lugar como de otros cercanos. Según Juan Martínez Villergas, las víctimas que perecieron en el incendio pudieron ser entre 150 y 200 personas. Basilio García continuó su desesperada marcha sin rumbo, estando el 3 de marzo en Puertollano y el día 8 en Almadén, siendo sorprendido durante la noche del día 13 en ¨Valdepeñas por las tropas del general Flinter, quedando deshecha la tropa carlista. Basilio García consiguió volver con unos pocos hombres al país vasco-navarro dominado por los carlistas, formando pronto parte del partido apostólico, llamado despectivamente "ojalatero".
    En 1839 obtuvo un cargo en el Consejo Supremo de la Guerra pero, opuesto a Maroto, fue obligado por éste a exiliarse a Francia. Aprovechando el malestar existente en las tropas carlistas de Navarra en agosto de 1839, volvió a esta zona para unirse al bando que conspiraba contra Maroto. Tras el Convenio de Vergara, huyendo a Francia fue retenido al intentar pasar el puente de Sumbilla por soldados del 6.º batallón de Navarra que se había rebelado contra el convenio, los mismos que días después asesinaron al general Vicente González Moreno. Aprovechando la confusión creada durante la discusión y corto enfrentamiento entre sus acompañantes y los soldados navarros, Basilio García logró cruzar el río y volver a Francia, pero su otro famoso lugarteniente, conocido como "El Huevas", fue lanzado por los navarros desde el puente al río Bidasoa. Basilio García murió en la mayor pobreza el 26 de mayo de 1844 en Hières de Toulon, Francia.
    Notas

    En los Boletines oficiales de Logroño de los años 1833 a 1839 se pueden leer abundantes noticias sobre su persona. Hay también una descripción sobre las primeras semanas de su expedición desde Navarra a Castilla en 1837-1838 en la obra de Augusto von Goeben Cuatro años en España, Pamplona, 1966. Su diario escrito durante su expedición de 1837-1838 se encuentra en una biblioteca privada de Navarra.
    Véase también

    • Rafael Maroto
    • Briñas. En la discusión, sobre el enfrentamiento de la tropa del biografiado en el puente de esta localidad el 13 de marzo de 1834, encontrándose allí un monumento recordando este hecho.

    Referencias



    • B. de Artagán (seudónimo de Reynaldo de Brea) (Barcelona, 1910). Carlistas de Antaño. Nota: El retrato de Don Basilio es erróneo, ya que pertenece al mariscal de campo José Boadella.








    José Martí se equivocó y hoy sufrimos el resultado de sus errores. Por José Ramón Morales

    (Foto de Internet, Gómez y Martí, New York 1894)


    No sólo estamos viviendo el resultado de los errores cometidos por Martí, sino que lo hemos engrandecido hasta ponerlo en un altar. Sin dudas que es una figura intocable y sobrevalorada desde cualquier lado político de los cubanos, pero la verdad es que cometió unos errores gigantescos desde mi punto de vista y el resultado es esto que estamos pasando los cubanos hoy en día.


    Primero que todo José Martí admiraba la figura de Simón Bolivar, quizás sin saber que era un tirano y un dictador, una figura siniestra y el lo veía como si de un Dios se tratase. Véase el video sobre Bolívar. También a su paso por los diferentes países de América Latina recién independizados, Martí se dió cuenta que la ésta no había resuelto nada, ahora existían dictaduras de los criollos y los pobres seguían cada vez más pobres y nada había cambiado. Como he dicho en otras ocasiones, también cuando estuvo en Puerto Principe, Haití, expresó que sentía libertad, pero se había acabado el progreso que tenían bajo los franceses, y el resultado es que Haití nunca logró levantar cabeza, ni la levantará, pues no saben gobernarse, sin embargo las islas del Caribe que son protectorados de Francia, Inglaterra, Holanda EEUU están bien y con progreso. Si esos africanos hubiesen optados por la independencia, estuviesen igual que Haití. Ahora no me vayan a llamar racista, los resultados son los que hablan. Tampoco a Cuba le fue bien con la separación de España.


    Martí, quien por razones personales no quiso pelear en la Guerra de los Diez Años de 1868 al 1878, primero por estar desterrado en la Península y allí estudiando Derecho y Filosofía y Letras, pero se graduó en 1874 y en vez de entrar a Cuba ilegal como hicieron otros como el General mambí Enrique Collazo que también estaba en España, (después pasa a EEUU y de ahí desembarca en Cuba), pues éste decide viajar por Europa, después Guatemala, ir a México, reunirse con su familia y casarse, etc., en fín que no desembarca en Cuba a pelar en la guerra que se puede decir que no era de solo de Independencia, pues querían su posterior anexión a EEUU y eso está comprobado, que tanto el Padre de la Patria "Carlos Manuel de Céspedes", como el que escribió el Himno que es solo dirigido a los bayameses, Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera el de los 500 esclavos, Ignacio Agramonte el que murió con la bandera americana bordada en el pecho, etc. en fin todos esos negreros criollos que por años repartieron látigos a sus esclavos y que después los usaron para que pelearan bajo su mando con falsas promesas y su objetivo era separar a Cuba de España y su posterior anexión a EEUU pues temían que en Cuba ocurriera algo similar a Haití, eran anexionistas. Pues bien, Martí cogió mala fama por no querer pelear en esa guerra y cuando el Pacto del Zanjón que le permite regresar a Cuba, abrir su Bufete de Abogado y postularse a las Cortes de Madrid representando a Cuba, no tuvo el apoyo de los criollos. Su forma de limpiar su prestigio era crear una revolución y la hizo y fue lo peor que pudo pasar en Cuba. pues fue el caldo de cultivo para la intervensión norteamericana.


    La revolución de Martí, a pesar de estar convencido que en ningún país la independencia había funcionado y el siendo hijo de un peninsular y una canaria, de sangre 100% española, en vez de pensar en cambiar gobiernos, leyes, etc., nó, decide traicionar a España y buscar la independencia. Cuba no era una país conquistado por España, Cuba fue hecha por España desde cero y los cubanos no eran nativos, todos se pueden decir que eran extranjeros nacidos en Cuba. Para eso se unió al Generalísimo dominicano y sanguinario Máximo Gómez, que se le ocurre destruir toda la riqueza de Cuba para que España pierda interés por la Isla, como si el amor verdadero a un terruño depende de las riquezas que posea. España amaba a Cuba y la sigue amando a pesar de sus problemas. La Tea Incendiaria del Generalísimo Gómez fue un crimen de lesa humanidad. Mataron las reses, incendiaron los ingenios, las fincas, pueblos, los ferrocarriles, los telégrafos, dictó pena de muerte para el que siguiera trabajando en un ingenio azucarero, y al final, cuando estaba derrotado con un grupito en la manigua y se comienza la Autonomía en Cuba, lo que el Partido Liberal Autónomo y que era lo que la mayoría en Cuba esperaba desde 1878. Hubo tropas mambisas que salieron de la manigua para unirse al nuevo gobierno autónomo, que le dió la oportunidad de votar hasta los ex-esclavos. Máximo Gómez de una forma traidora se une a los norteamericanos para luchar contra España, después cuando triunfa EEUU y nos separa a fuerza de España, entonces se lamenta.


    La Revolución de Martí fue fatal para Cuba y éste es el resultado. Ninguna Comunidad Autónoma de España esta tan mal como Cuba a pesar de crisis actual, y los cubanos lo hemos endiosado de una forma enfermiza. Hay que separar al Martí poeta y escritor que sin dudas fue un genio, del Martí que llevó a Cuba al desastre actual.


    Si no llega a ser por Martí, hoy en día fuésemos la Comunidad Autónoma de Cuba, España, del primer mundo, perteneciente a la Unión Europea, con el Euro como moneda oficial, pasarte unitario, pertenecientes al Tratado de la OTAN, todo un lujo y la Comunidad Autónoma mas próspera de España. Recapacitemos, necesitamos dejar ese exceso de patriotismo enfermizo y ver las cosas como eran verdaderamente. No entiendo como en la votación para elegir que monumento iría a sustituir a la Reina de España en el Parque Central de La Habana donde Martí obtuvo solo 16 votos pero fue quien más sacó, Máximo Gómez no votó por él.


    ¿Cuál era la verdadera opinión de Gómez sobre Martí? ¿Por que prefirió a José Antonio Saco? Eso es un misterio que los historiadores nunca escribieron.



    Comunidad Autónoma de Cuba, España: José Martí se equivocó y hoy sufrimos el resultado de sus errores. Por José Ramón Morales

  7. #7
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://cubaespanola.blogspot.com/2011/02/el-grito-de-baire-el-24-de-febreo-de.html


    EL GRITO DE BAIRE DEL 24 DE FEBRERO DE 1895, FUE “AUTONOMISTA" Y NO “INDEPENDENTISTA". Por Rafael Soto Paz



    - De la revista Bohemia del 24 de Febrero de 1952 “El 24 de Febrero en los Periódicos (el Grito de Baire fue autonomista)” por Rafael Soto Paz:
    ...“Hubo -el lector lo sabe-, cinco "gritos", dos en Occidente: el de Ibarra, con Juan Gualberto Gómez y Antonio López Coloma de jefes y el de Jagüey Grande, que tuvo de líder al doctor Martín Marrero; y tres en Oriente: el de Bayate, capitaneado por el General Bartolomé Masó; el de Guantánamo, que comandó "Periquito" Pérez y el de Baire, lanzado por los hermanos Lora, Florencio Salcedo y otros cubanos. De todos ellos, el único discutido es este último, por el marcado acento autonomista que lo preside.


    Algunos historiadores afirman que ello se debió a una hábil dilación hasta lograr prepararse bien los alzados. Puede ser, pero lo real y verdadero es que el de Baire fue el único que careció del decidido matiz separatista que tuvieron los otros cuatro. Aquí verá el lector lo referente a la comisión que en nombre de los alzados en Baire visita al Gobernador Enrique Capriles y que integran los señores Lora, Escalante, Plazas y Cardet. Iban en busca de un entendimiento, y hasta se dice que solo pedían la destitución del Alcalde de Jiguaní, don Francisco Ramos. Otro detalle a observar es lo referente a la bandera enarbolada en el levantisco poblado y la que era española, esto es, roja y gualda, atravesada en forma de X por dos franjas diagonales. La misma fue ideada por el señor Alfredo Betancourt Manduley, diputado autonomista. De ahí que, resulta interesante y esclarecedor lo publicado por los diarios de La Habana en aquellos días iniciales y la reacción en principio, que los "gritos" tuvieron.

    “Baire, en vez de la bandera de la patria, se tremola la bandera de España con el agregado de dos listas blancas, en forma de X o de la cruz de San Andrés, de esquina a esquina de sus ángulos. En ese momento están el coronel Saturnino Lora, el comandante Florencio Salcedo, el capitán Damián Caballero, el alférez Ivonet y otros cubanos. Tres días después se les incorpora el coronel de la Guerra del 68, Jesús Rabí.


    Luego, el grupo acampa en un lugar conocido por "Los Negros" y fija en los establecimientos y casas un cartel con la siguiente inscripción:
    “Aviso al Público "
    “El Jefe del Movimiento participa al público que al ¿Quién vive? de sus avanzadas, se contestará ¡España! y al ¿Qué gente?, ¡La Autonomía!
    “Lo que se hace público para general conocimiento.
    “Baire, 3 de Marzo de 1895. Por el Coronel Jesús Rabí, el Coronel Saturnino Lora.”
    Continúa el artículo con citas a la prensa de La Habana de los acontecimientos del levantamiento del 24 de Febrero de 1895 “pero las noticias escaseaban” y gran parte de lo reportado al principio se relacionaba con el asesinato de Manuel García, el Rey de los Campos de Cuba.


    - Fue asesinado Manuel García, el Rey de los Campos de Cuba.
    En la madrugada del 23 al 24 de Febrero en Seborucal, Ceíba Mocha, fue asesinado Manuel García, el Rey de los Campos de Cuba. De acuerdo a estudios de lo ocurrido, Manuel García avanzaba hacia Ibarra para integrarse al levantamiento revolucionario cuando fue asesinado por uno de sus acompañantes.
    Bibliografia:
    24 de Febrero en el Calendario Cubano


    Nota:

    Una vez más me maravillo en como nos han manipulado los historiadores, primero que todo en la escuela nunca se nos dijo que hubo más de un “Grito”, o sea sólo conocimos el “Grito de Baire” que dió comienzo a la Revolución del 95, segundo, jamás se nos mencionó que quien lo dió era un autonomista y que llevaba la bandera del Partido Liberal Autónomo, y además fue asesinado por uno de sus acompañantes, me imagino que un independentista, pues ellos no conocían otra cosa que matar, igual que cuando Máximo Gómez ordenó matar a todo aquel que siguiera trabando en un ingenio azucarero, o a cualquiera que fuera a hablarles de autonomismo, y así lo hizo al menos con dos que fueron de buena fé a pedirle que se unieran al nuevo gobierno autónomo y que además eran amigos. Con ellos no había término medio. Yo estoy convencido que es verdad que la revolución cubana de Fidel es una continuación de aquella, pues tanto Maceo como Gómez querían un gobierno militar y sé que de haber sido posible, hubiesen rodado por el suelo muchas cabezas, sobre todo de españoles y autonomistas. Martí fue un iluso, él quería que enseguida se hicieran elecciones civiles, pero eso no lo hubiesen permitido, sería una cruel dictadura con venganza incluída. Nunca se nos habló de que era una “guerra civil” si nó “guerra de independencia”, sin embargo los autonomistas también pelearon por sus ideas y no era separarnos de España. Esa es la historia cobarde manipulada por los historiadores parcializados, pues contar la verdad aunque no siempre te guste, es de profesionales honorables. Los autonomistas fueron los que crearon el Nacionalismo cubano sin dejar de ser españoles y ese mérito no se les reconoce. Separarnos fue un error, había que luchar por cambiar leyes, gobiernos, pero nunca separarnos de España. Si los que pelearon hubiesen sido nativos, yo lo entendería, pero al ser criollos, para mi fueron unos traidores. Ese artículo fue escrito en el año 1952, cuando todavía habían muchos mambises vivos, de haber sido mentira, lo hubiesen desenmascarado. J.R.M.




    Comunidad Autónoma de Cuba, España: Nota escrita por el Sr. Enrique Dupuy de Lóme, Ministro español, en 1895, criticando al presidente William McKinley
    ota escrita por el Sr. Enrique Dupuy de Lóme, Ministro español, en 1895, criticando al presidente William McKinley


    (Fotos de Internet)


    A fines del año 1895 el ministro español en Washington Sr. Enrique Dupuy de Lome, describiendo el caracter político de la guerra de Cuba, la posibilidad de extinguirse y la influencia americana, se expresa en estos términos:


    "La insurrección en Cuba es un fracaso. Mas suponiendo que mañana triunfara y se realizase la absoluta independencia de Cuba, el resultado sería la división de la Isla en dos gobiernos, : el de Oriente que formaría la república negra y el de Occidente, con una república blanca. El alzamiento es pura y simplemente una insurrección negra, aunque no he de negar que haya blancos identificados con el movimiento, porque siempre habrá visionarios, criminales, y vagos dispuestos a tomar parte en cualquier reyerta".


    "Cuando más adelanta el movimiento, más claro se va viendo que sus jefes son criminales y que su obra se dirige principalmente contra la propiedad particular. La gran mayoría de la población cubana no simpatiza con ellos. Casi todos los cabecillas de más importancia son negros; el único blanco de cuantía en las filas insurrectas es Máximo Gómez, y estoy persuadido de que ha recibido $45,000 por sus servicios. No es la primera vez que se ha vendido, y el general Martínez Campos puede probarlo".


    "Los insurrectos se proponen ahora enviar a Cuba a Calixto García, porque comprenden la necesidad de tener mas jefes blancos, por el efecto que puede producir en el exterior. García debe la vida a España, su hijo fue cuidado por nuestro Gobierno y después de todo no ha titubeado en en faltar a su palabra de honor. García es un monumento viviente de la clemencia española".


    "Hay muy poco peligro de que los Estados Unidos reconozcan como beligerantes a los rebeldes que no son otra cosa sino merodeadores dedicados a destruir sin consideración ninguna más las propiedades de los americanos y cubanos que las de españoles. La razón por la cual los rebeldes quieren que este país los reconozca, es porque de este modo esperan fomentar un espíritu de malquerencia, y, finalmente, la guerra entre España y los Estados Unidos, para que los soldados americanos vayan a pelear por ellos".


    "Las pretensiones de los insurrectos no se inspiran en la buena fe, no siendo otra cosa que esfuerzos, apenas disfrazados, para enredar en graves dificultades a los dos gobiernos….."


    "Las partidas o guerrillas se presentan subrepticiamente en tal o cuál lugar, como robando y quemando a su paso y cuando se envía una columna a castigarlos, se desvanece. Es cosa difícil el coger a las guerrillas y bien claro lo han visto los americanos en sus luchas con los indios. No quiere decir que entre los insurrectos no haya hombres valientes, ni que no peleen de vez en cuando; pero sus operaciones no constituye verdadera guerra. Los rebeldes y sus jefes negros no se dedican a pelear contra los soldados de España, sino mas bien a perjudicar la propiedad particular."


    "España ha enviado a Cuba 190,000 hombre de tropa y el mes entrante se enviarán 7,000 mas en adición a un regimiento de artillería montada y a un batallón de señales."


    "España tiene toda clase de elementos para sofocar la insurrección; los rebeldes no tienen la menor probabilidad de éxito, y es cuestión de tiempo el que, agotados sus recuerdos, se entreguen. La masa general de las partidas podrá hacerlo sin temor, pero los cabecillas serán castigados severamente."


    "Comprendo muy bien los sentimientos que han impulsado a muchos ciudadanos de este país ha hablar de lo que creen es la lucha por libertad. Pero el verdadero carácter de la rebelión no se puede ocultar y se va comprendiendo. El Gobierno de los Estados Unidos que ha manifestado honrosas disposiciones a cumplir sus obligaciones que le imponen sus tratados con España; más sin que pretenda formular censuras enemistosas, parece que las leyes del país son bastante elásticas para permitir que personas que un día se denominan cubanas y al día siguiente ciudadanos americanos, tengan establecido en Nueva York un centro desde el cual llevan adelante de la manera mas pública, operaciones dirigidas a perturbar el sosiego del territorio del territorio de una nación que esta en paz con los Estados Unidos."


    "España a traído a Cuba a un estado de gran prosperidad. Recuérdese lo que era Santo Domingo bajo España y mírese en el estado que está hoy".


    "Lo mismo digo de los países de la América del Sur, hablando desde luego con el respeto debido a los jóvenes gobiernos".


    "La mayor desgracia que podría sobrevenirle a Cuba, sería perder la protección de España. Así lo comprende la mayoría del pueblo cubano y por eso no simpatiza con los rebeldes".


    Bibliografia:


    Historia de la Guerra Hispano-americana. Universidad de Michigan.
    Escrita por Enrique Mendoza y Viscaino.






  8. #8
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    ¿Carlos IV: Emperador de las dos Américas? Historia secreta de América -2- « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño

    Estatua ecuestre de Carlos IV en la ciudad de México

    Producto de mis recientes lecturas surgió esta interrogante en mí. Ninguno de los monarcas de la Corona de Castilla que gobernaron el extenso y multisecular Imperio Hispano –del cual somos herederos, pésele a quien le pese-[1] denomináronse como emperadores, ni siquiera Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, pues este –como todos sus sucesores- aunque de hecho era emperador –con carácter supranacional- de todos sus dominios en los cinco continentes, de derecho era tan solo emperador del Sacro Imperio en el centro de Europa; de Castilla era su Rey así como del resto de sus territorios, incluyendo las “islas del mar océano, tierra firme e indias occidentales”, América. Isabel y Fernando, Juana, Felipe I, Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV, Carlos II, Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, y Fernando VII, todo ellos fueron de facto emperadores y de derecho Reyes de las Españas y de las Indias[2] -sin contar el resto de sus dominios en Europa y demás continentes-, pero ninguno emperador de jure.
    Carlos IV de Borbón sería entonces el único monarca de la Corona de Castilla que haya figurado como emperador oficialmente. Según lo resuelto en el artículo 12 del tratado secreto de Fontainebleau, del 27 de octubre de 1807 entre España y la Francia napoleónica; a Carlos IV se le reconocería lo siguiente: “S.M. el Emperador de los franceses, Rey de Italia, se obliga a reconocer a S.M. Católica Rey de España como Emperador de las dos Américas quando todo esté preparado para que S.M. pueda tomar este título, lo que puede ser, o bien a la paz general, o más tarde dentro de tres años”[3]. Vale entonces desglosar el artículo:

    1. S.M. el Emperador de los franceses, Rey de Italia, se obliga a reconocer a S.M. Católica Rey de España como Emperador de las dos Américas: El reconocimiento si bien es externo formalmente, la iniciativa es interna al ser un tratado bilateral. Por tanto, el título imperial era buscado por Carlos IV, mas ¿con qué fines? Mera vanidad, no lo creemos, de hecho era el gobernante de todo el extenso imperio en América, ahora reluce el hecho de que el título imperial vaya de la mano de las “dos Américas” –la septentrional por la Nueva España y la meridional por los países de la América del Sur-.
    2. quando todo esté preparado para que S.M. pueda tomar este título, lo que puede ser, o bien a la paz general: Qué incognita tremenda por decir lo menos, qué significa “quando todo esté preparado”, ¿es acaso el presagio de la partida de la familia real hacia América, dónde proclamarían el Imperio?[4], ¿es la entrega de la península por completo a Napoleón? ¿La paz general, es la pax napoleónica?
    3. o más tarde dentro de tres años. ¿Previsión maquiavélica o completo desconocimiento del futuro próximo de parte y parte?

    Y he aquí la interrogante, si nos apegamos estrictu sensu a lo que se detalla en este artículo, Napoleón se obliga a reconocer a Carlos IV como “emperador de las dos Américas”, el carácter americano del título es evidente aquí; y dice que cuando todo esté preparado –lo que conlleva otra interrogante aún mayor, debido que hace deducir la instalación del Imperio en América[5] (independencia propulsada por la misma monarquía en otras palabras). Y aquí hay harto material para los leguleyos quiteños en particular y ecuatorianos en general que les encanta perderse en definiciones y en detallitos, debido a que la paz general no se concretó, al haber invadido Napoleón alevosamente España y al haberse fenecido el plazo de los tres años, pues para octubre de 1810 Carlos IV no era más Rey de España y menos emperador de las dos Américas.
    Pero… desde el punto de vista legal, el tratado en su momento y hasta que no fue revocado tuvo pleno valor. Entonces ¿Carlos IV fue el único monarca de las Españas y las Indias que pudo ostentar el título de emperador de las dos Américas?
    Y aquí pensaran muchos, ¿y esto a mí que me importa?, ciudadano ecuatoriano o de dónde sea en la América del siglo XXI… pues debería importarle mucho, pues es su historia, por tanto es parte de su ser y ya entrando en el campo del “what if?” o de la ucronía, es decir en el infinito universo de las posibilidades no realizadas al menos en este plano, podemos pensar que de haberse concretado la idea de tener a Carlos IV como emperador de las dos Américas, hoy en día estaríamos viviendo en un reino subsidiario de un Imperio Americano centrado en este continente tan especial y tan extraño llamado América, donde todo es posible. Y dentro de estas posibilidades Carlos IV, a lo largo de los siglos, fue de facto y de jure el único emperador de las dos Américas –incluyendo este antiguo y conocido Reino de Quito-.
    Por Francisco Núñez Proaño

    [1] ¡Después de todo estás leyendo este artículo en castellano!

    [2]Hispaniarum et Indiarum Rex, como reza la leyenda en latín. Ni siquiera el usurpador José I Bonaparte, más conocido como Pepe Botellas se atrevió a proclamarse emperador.

    [3] Tratado secreto de Fontainbleau, del 27 de octubre de 1807, citado en Ramos Pérez Demetrio, Entre el Plata y Bogotá. Cuatro Claves de la emancipación ecuatoriana, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1978, pág. 63

    [4] Recuérdese el caso brasileño, donde la familia real portuguesa huyó al Brasil, que pasó de Reino Unido a Imperio independiente poco después con Pedro I del Brasil.

    [5] Quiere decir esto que previsto un plan para el traslado de Carlos IV a América, ¿deberíamos reconocer a este entonces como precursor de la independencia? Pero esta es materia de un otro artículo.




    Comunidad Autónoma de Cuba, España: Anexionismo cubano y Narciso López, el diseñador de la bandera cubana actual.


    Anexionismo cubano y Narciso López, el diseñador de la bandera cubana actual.

    (Foto de Internet)


    La crisis ideológica de los lideralescubanos, el auge de la lucha social, la agresividad británica y los altibajos en la política metropolitana, se unieron para dar fuerzas al movimiento anexionista durante la década de los años 40 y el primer lustro de los 50. Esta predisposición de amplios sectores económicamente dominante en la isla se vió favorecida, a partir de 1845, por un nuevo factor: el triunfo, dentro de los Estados Unidos, de la más feroz tendencia expansionista.

    El 29 de diciembre de 1845, el congreso de los Estados Unidos incluía la extensa región mexicana de Texas dentro de su territorio. Con respecto a Cuba, los problemas generados por la conspiración de La Escalera, la actividad británica y los designios expansionistas expresados a tenor de la anexión de Texas, sirvieron para añadir peso a los criterios de los sureños norteamericanos como Edgard Everett y John Calhour, partidiario de la agresión de la isla a los Estados Unidos.

    Las reiteradas estacias del primero de ellos en Cuba, permitían inferir, según Turnbull, que el verdadero objeto de su misión era tomar el pulso de la gente con respecto a la anexión. En 1843, Everett había escrito: Yo deseo y creo que no está lejos el tiempo en que […] la Gran Antilla añadirá otra estrella brillante a la bandera de nuestra confederación. John Calhoun, por su parte, consideraba que la “africanización” de Cuba formaba parte del plan inglés. Los negros libres deberían su liberación a Gran Bretaña y esto podía obstruir la expansión de los Estados Unidos hacia el sur.

    Tres núcleos anexionistas surgieron en la isla durante estos años. El más importante, peligroso y poderoso era el de Occidente, que se denominó club de La Habana. Su objetivo declarado era mantener la esclavitud y la propiedad contra las posibles acciones inglesas y frente a un eventual movimiento popular, ya fuese abolicionista o portador de intereses más generales, pero capaz de poner en peligro el orden social imperante. Sus figuras principales, José L. Alfonso, Miguel Aldama y Cristóbal Madan, dueño de grandes ingenios y numerosos esclavos. Veían en la anexión al sur de los Estados Unidos la preservación de sus intereses y la salvaguarda de sus propiedades. En primer lugar, pensaban en una salida pacífica a través de la compra de Cuba a España por parte de dicha nación y solo en última instancia consideraban la posibilidad de un programa militar en tanto éste podía lesionar sus intereses en la isla.

    Otro núcleo, el de las Villas, también era conservador, en tanto representaba intereses esclavistas. Era fuerte en Trinidad, Santi Spíritus y Cienfuegos y estuvo muy relacionado con el movimiento gestado en dicho territorio por Narciso López.

    López, nacido en Venezuela, había luchado contra la independencia de su país. Tras la derrota colonialista partió para España. De 1824-1827, estuvo en Cuba, donde contrajo matrimonios con Dolores Frías, hermana del conde de Pozos Dulces.

    A su regreso a España luchó contra los carlistas a las órdenes del general Jerónimo Valdés y cuando éste fue nombrado capitán general de la isla, volvió a Cuba. Fue designado gobernador de Trinidad y presidió la comisión Militar Ejecutiva y Permanente. Como su presidente participó en las represiones contra los movimientos sociales de la época y dirigió el tribunal que condenó a muerte a Turnbull y al negro libre J.M. Mitchell. En la isla se dedicó a varios negocios sucesivamente: una panadería, un ingenio en Cienfuegos y una mina en Las Villas, todas ellas empresas fracasadas, en las cuales perdió su fortuna. Narciso López inició sus acciones comparativas casi paralelamente al Club de La Habana. Su movimiento tuvo ramificaciones por Trinidad, Santi Spíritus, Cienfuegos y Matanzas. El moviendo anexionista fue considerado, incluso por importantes figuras del poder colonial. En estas conspiraciones participaron de forma muy activa, comerciantes españoles, en tanto pretendían, según algunos, conservar el orden social existente. Tal ves estas características del primer movimiento lopista expliquen sus primeras contradicciones con el Club de La Habana. Los fines últimos del movimiento eran, según expusieron algunos de sus participantes, la anexión a los Estados Unidos. Uno de los colaboradores mas allegados al general López, José Sánchez. La primera conspiración encabezada por López, conocida como de la mina de la Rosa Cubana, fue descubierta por las autoridades de la isla, por lo que tuvo que huir.

    En el extranjero reorganizó sus fuerzas con militares norteamericanos que habían participado en la expedición contra México. El otro núcleo anexionista de importancia era el de Puerto Príncipe, que tenía ramificaciones en oriente. Lo integraba un grupo de terratenientes que pretendía lograr para la isla un desarrollo capitalista. Nucleaba a liberales escépticos, opuestos al dominio de España, pero con escasa fe en las capacidades del pueblo cubano para lograr la independencia por sus propios medios. Convencidos de que la acción reformista dentro de las estructuras españolas no era posible, consideraron que el modelo democrático-republicano y capitalista del norte de los Estados Unidos podía convenirles para lograr, como parte integrante, de dicho país, el desarrollo de la isla. Este grupo lo integraban algunos exiliados que habían formado parte del movimiento separatista de los años 20 y del movimiento reformista de los años 30. Su figura mas destacada era Gaspar Betancourt Cisneros, mas conocido por el seudónimo de El Lugareño, quién expresó la visión del grupo. El rebajamiento moral de los anexionistas quedaba expresados en estas y otras manifestaciones de desprecio hacia su propio pueblo. En 1848, los anexionistas vinculados a El Lugareño, comenzaron a publicar el periódico La Verdad, que trataba de infundir en la población cubana las ideas anexionistas. En medio de esta crisis de valores se alzó contra la anexión la voz de José A. Saco. Saliendo de su prolongado retiro político y oponiéndose a los sectores que ponían sus intereses económicos por encima de los intereses sociales y políticos de la patria.

    Resulta necesario aclarar que la opción anexionista en sus diferentes vertientes, tenía un concepto elitista del pueblo cubano, del cual no formaban partes no solo el hombre negro, sino ninguno de los sectores marginados y humildes. Incluso la vertiente abolicionista, que veía en la eliminación de la esclavitud y sus inmediatas consecuencias, la posibilidad de explotar en una forma más moderna la fuerza de trabajo liberada, sin que estos le significase una inversión cuantiosa, tampoco identificaba sus derechos de propietario con los del resto del pueblo. El anexionismo no solo colocaba la búsqueda de la liberación política del terreno más desfavorable al hipotecar los destinos del país sino que separaba raigalmente a los cubanos y, con ello, la lucha política social.

    En cambio la política española hacia Cuba crearía nuevas condiciones, ahora contra el movimiento anexionista. El nombramiento del general José Gutierrez de la Concha en noviembre de 1850, y la política aplicaba por este produjo un acercamiento entre los sectores económicamente dominantes en la isla y el gobierno colonial. El nuevo capitán general dio el paso más importante en la solución del conflicto al nombrar a José L. Alfonso como representante en Londres de la Junta de Fomento de la Habana, en realidad como el hombre encargado de lograr un arreglo con los británicos. Después de una larga entrevista con Lord Almerston, ambos convinieron estar en perfecto acuerdo con respecto a los destinos de Cuba.

    Tanto Alfonso como el club de La Habana se manifestaban ahora opuestos al anexionismo que poco antes habían patrocinado. En ese momento y sin tener en cuenta las nuevas condiciones, Narciso López produjo sus dos desafortunadas expediciones, primero la del Creole y después la del Pampero. En ninguno de los dos casos contó el general con el suficiente apoyo interno. La burguesía esclavista estaba en disposición de conveniar con Inglaterra y configurar una nueva alianza de poder con la metrópolis; las capas medias y las masas populares no prestaban su apoyo a un movimiento tan claro matices extranjeros. (así todo la ciudad de Cárdenas, es considerada Ciudad Bandera, pues fue donde por primera vez ondeó la bandera cubana anexionista de Narciso López. ¡Que ironía! Esa es la bandera de Cuba hoy en día. J.R.M.)

    El primer intento de López fue en 1849. se originó en Cat’s Island y fue disuelto a instancias de capitán general de la isla. El segundo, organizado en Isla Redonda, fue liquidado por orientación expresa del presidente estadounidense Sacarías Taylor, como consecuencia de su cambio de política con respecto a la anexión de Cuba a los Estados Unidos.


    El propósito de esta expedición era crear un estado que se proclamaría “Republicano, democrático y libre”, a fin de solicitar, tal como lo había hecho Texas, la anexión a los Estados Unidos. Quitman, alegando su condición de gobernador de Mississippi, no acepto la nominación pero mantuvo contacto con el grupo lopista, estimulándolo incluso insinuándole que más adelante podía reconsiderar su negativa.

    Los anexionistas camagüeyanos, por su parte no compartían los criterios en cuanto a la nueva opción reformistas diseñadas por Alfonso. Para ello estos cambios no solucionarían el problema de Cuba. Seguía viendo el modelo democrático-republicano norteño la mejor alternativa. Creían con este fin debían iniciar la lucha interna. Su imagen de los Estados Unidos resultaba una idealización bien ajena a su realidad interna y a los objetivos políticos de aquel país. En 1851, los preparativos de un alzamiento en la región principeña eran evidentes. El 4 de julio, día de proclamación de la independencia de los Estados Unidos, fue la fecha seleccionada para el alzamiento por Joaquín de Agüero, abolicionista muy querido y respetado en Puerto Príncipe. Detenido por las fuerzas españolas fue ejecutado el 12 de agosto en la sabana del arroyo de Méndez. Las mujeres camagüeyanas, en señal de luto decidieron cortarse los cabellos. También resulto fallido el alzamiento de Isidoro Armenteros en Trinidad, al igual que los intentos realizados en Vuelta Abajo en 1852.

    Bibliografía:
    El anexionismo en Cuba (world processing)

  9. #9
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://bicentenariodistinto.blogspot.com/2011/03/combate-naval-de-san-nicolas-de-los.html


    Combate naval de San Nicolás de los Arroyos (2/III/1811)


    Transcribimos a continuación una interesante notícula aparecida hoy en el blog del diario La Nación cuyo nombre es "Historias inesperadas" y que es escrito por el historiador Daniel Balmaceda, donde se recuerda este primer combate naval de la Revolución en el Río Paraná y donde los fieles a Dios, la Patria y el Rey vencieron a los que luchaban por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad... o por el dinero (puesto que la mayoría eran corsarios británicos). Acto seguido, hacemos algún comentario.


    San Nicolás hace 200 años


    Combate de San Nicolás, óleo de Justo P. Lynch.
    El primer enfrentamiento naval entre realistas y patriotas se llevó a cabo hace doscientos años, el sábado 2 de marzo de 1811 en aguas del Paraná, frente a la ciudad de San Nicolás. El maltés Juan Bautista Azopardo (con los buques 25 de Mayo, Invencible y Americana) enfrentó a Jacinto de Romarate (Belén, Cisne, Fama y San Martín). Los dos bandos portaban el pabellón español.
    Al mediodía comenzó el bombardeo feroz de Romarate. Ni el bergantín 25 de Mayo ni la balandra Americana lograron mantener mucho tiempo su posición. Apenas la goleta Invencible pretendía demostrar que su nombre era también su cualidad. Luego de dos horas de bombardeo, en la Invencible, solo quedaban el comandante y ocho hombres en pie. En cubierta yacían veintitrés cadáveres y dieciocho heridos. Azopardo, con gran parte del cuerpo quemado y bañado en sangre, apuntó su pistola a la santabárbara (el sitio en donde se guarda la pólvora) con el fin de hacer volar en pedazos el barco antes de dejarlo en condiciones para los enemigos. No lo logró.
    El marino patriota fue conducido a Montevideo y, acusado de insurgente (cargo que le cupo a todos aquellos que se amparaban en el pabellón de España para combatir a españoles), lo enviaron con grilletes a Cádiz. Además, la Junta Grande lo acusó por mal desempeño.
    Recién fue liberado en 1820. De inmediato regresó a su patria adoptiva, para seguir peleando. Pero no volvió soltero. Lo acompañaba María Sandalia Pérez Rico y el hijo de ambos, Luis Antonio María de los Ángeles Azopardo. La familia no abandonó jamás la patria adoptiva.
    COMENTARIO CLAMOROSO: Juan Bautista Azopardo era un corsario y su tripulación, compuesta principalmente por extranjeros, también lo era. Y así, ante los primeros cañonazos, las tripulaciones de la "América" y la "25 de Mayo" abandonaron los buques y escaparon nadando. Sólo la "Invencible" ofreció alguna resistencia ante el abordaje. Azopardo temiendo lo que le esperaba como traidor al Rey (tras las Invasiones Inglesas había jurado fidelidad como teniente coronel de milicias), quizo hacer volar la santabárbara suicidándose, pero los heridos se lo impidieron.

    Gracias a esta victoria, los realistas lograron el control del Estuario del Plata durante casi dos años, excepción hecha por los buques británicos que, protegidos por su flota, siguieron abasteciendo libremente a la insurrecta Buenos Aires. En 1813, el marino británico William Brown organizará un nueva escuadra que modificaría sustancialmente la situación.

    Azopardo fue llevado prisionero a España. Enfrentó juicios por insurgencia, traición, perjuria, etc. Fue condenado a muerte tres veces, y, gracias a la acción de las logias, indultado otras tantas. Finalmente, en 1820, la Revolución de Riego lo liberaría y le permitiría su regreso a América.

    Por su parte, el vizcaíno Jacinto de Romarate y de Salamanca había participado de la toma de Tolón (Francia) y, posteriormente, en las acciones navales de Cartagena, Argel, las costas de Valencia, Cataluña, Sicilia y Baleares.

    Habiendo sido destinado a Montevideo, tuvo un papel destacado en las Invasiones Inglesas. Se destacó al mando de la cañonera "La Vizcaína" durante la Reconquista de Buenos Aires y mandó un batallón de infantería de marina en la Defensa de esta capital.

    Durante la rebelión del gobernador montevideano de Elío, se mantuvo fiel al virrey Liniers. Y, lo mismo, cuando la asonada de Alzaga. Estallada la Revolución el 25 de mayo de 1810, se negó a jurar la Junta revolucionaria y pidió el pase a Montevideo. Apenas pisado el suelo oriental, tuvo un papel destacado en la contrarrevolución.

    Sólo la presión de la flota británica y las traiciones de los infiltrados revolucionarios, le impidieron cumplir con el bloqueo de Buenos Aires. Pero no pasaría mucho hasta que pudiera vengarse de los traidores en el combate de San Nicolás que se describe arriba. Por esta acción, Romarate fue ascendido a capitán de navío y condecorado con la cruz laureada.

    Lamentablemente, la escuadra corsaria británica de Brown, que peleaba por el gobierno porteño, lo derrotarían en Martín García en marzo de 1814.

    Cortado el paso a Montevideo, con su escuadrilla resistió heroicamente aún en los ríos Uruguay y Negro por un largo tiempo. En una ocasión, William Brown le ofreció la rendición con las mayores garantías y honores. La respuesta de Romarate fue contundente: "Esta escuadrilla no se entregará a nadie que no la busque por el camino de la gloria militar que ha seguido siempre."

    Pero caída la plaza de Montevideo, se desvaneció toda esperanza. Accedió a rendirse siempre que se le diera la posibilidad de pasar a la Península Ibérica para "ayudar a nuestros compatriotas en la honrosa lucha que sostienen contra el tirano de Europa".

    Como muchos otros desencantados realistas de América, abrazará en la Península la causa liberal. Pero eso es otra historia.




    C. L. A. M. O. R.: ¿Expediciones libertadoras? Belgrano en Paraguay

    ¿Expediciones libertadoras? Belgrano en Paraguay

    Desde que atravesé el Tebicuary no se me ha presentado ni un paraguayo, ni menos los he hallado en sus casas; esto, unido al ningún movimiento hecho hasta ahora á nuestro favor, y antes por el contrario, presentarse en tanto número para oponérsenos, le obliga al ejército de mi mando á decir que su título no debe ser de auxiliador, sino de conquistador del Paraguay.
    Manuel Belgrano, Oficio del 16/XII.

    Todos sabeis que entre las Tropas de la desgraciada Ciudad de Buenos Ayres, vienen varios hijos expurios de esta Provincia [del Paraguay]. ¿Qué fundamentos tiene esa Junta turbulenta para deducir que sus honrados parientes, y Paisanos habrán de seguir sus detestables ideas? Ellos son los primeros que vengarán la injutira que se les hace dando una prueba al Mundo entero de los fieles sentimientos que les animan. Sabed mas, esa cabala de facciosos en sus sesiones sanguinarias ha resuelto y maquinado el asesinato de vuestro Governador. ¿Acaso porque Yo dejara de existir se acabaría vuestra fidelidad? ¿Faltaría un caudillo que os condujera á la victoria y exterminara á ese conjunto de salteadores, que invocan á nuestro desgraciado Rey Dn. Fernando séptimo, y atacan infamemente sus Derechos, y los de sus fieles vasallos?... Moriré con gusto en medio de vosotros, y tendré la gloria de acabar mis cansados días al frente de una Provincia heroica y de unos Súbditos amables, en cuya defenza me parece un corto sacrificio el de mi vida.

    Velasco, Bando del 18/XII del Gobernador del Paraguay á sus habitantes.

    Quiera Dios que sea feliz, para que pueda venir con todos y entrar á la conquista de los salvajes paraguayos, que sólo se pueden convencer á fuerza de balas.
    Manuel Belgrano, Carta confidencial del 31/I al Presidente de la Junta.

    V. E. no puede formar una idea bastante del estado de ceguedad en que se halla la Provincia: igual es la ignorancia de los primeros hombres de ella, que arrastran a la multitud, como en todas partes, y á qué grado de entusiasmo han llegado, bajo el concepto de que, oponiéndose á las miras de V. E., defienden la Patria, la Religión y lo que hay de más sagrado.
    Belgrano, Oficio del 14/III a la Junta Gubernativa de Buenos Aires.



    Vivid contentos: reposad en el seno de vras. familias, y no temais padecer la suerte de Vuestros vecinos los Correntinos qe. arrastrados de los insurgentes, han ido á ser víctimas en la Campaña del Uruguay; á la sazón qe. su capital abandonada la tiene á discreción el Comandte. de nra. Esquadra Dn. Jaime Ferrer que se halla fondeado en le Puerto de aquella Ciudad. Esta Provincia es ilustrada y fuerte, y la divina Provida. que vela sobre su conservación, cada día nos depara medios que la hacen inaccesible. No penseis qe. vro. mérito ha de quedar en el olvido; todos mis esfuerzos desde este momento se reducen á elevarle al Govno. Soverano de las Cortes que en nombre de Nro. Monarca el Sor. Dn. Ferndo. 7o. rige España y sus Indias. ... No sois mis esclavos como dicen los infames Livelos de Buenos Ayres; sois mis hijos compañeros y amigos. Ellos son verdaderamte. los Esclavos de un Govierno arvitrario, tiránico y Despótico.
    Velasco, Bando del 18/IV.

  10. #10
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    Re: Hay “otro” bicentenario

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    Una Real Cédula para la polémica. HISTORIA SECRETA DE AMÉRICA -5- « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño

    Una Real Cédula para la polémica.

    En una reciente investigación histórica en los archivos históricos de la ciudad de Lima, auspiciada y promovida por el Capítulo Guayaquil de la Academia Nacional de Historia del Ecuador; los investigadores históricos André Santos Espinoza[1] y Francisco Núñez Proaño[2] descubrimos[3] la Real Cédula donde a los ayuntamientos de Panamá, Popayán, Cuenca y Loja se les concede el título de “Excelencia” y a la ciudad de Guayaquil el título de “excelentísima” por su “acendrada lealtad” a la Corona Española; sin duda alguna este documento aportará para una comprensión más total del proceso de la independencia en el Ecuador; a continuación presento la transcripción de la misma en su parte pertinente[4]:
    Escudo imperial de Guayaquil.

    Guayaquil la “excelentísima”.
    “Don Fernando Séptimo por la Gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Sicilias, de Jerusalén, de Navarra … de las Indias Orientales y Occidentales… etc., etc.,… y en su Real Nombre el Consejo de Regencia de España e Indias, atendiendo a la constante firmeza, y acrisolada lealtad de las ciudades de Panamá, Popayán, Cuenca, Guayaquil y Loja, y al esfuerzo y valor con que han sostenido los derechos de mí Soberanía, cuyas gloriosas acciones serán para siempre modelo de la fidelidad, y el valor; queriendo yo dar a Aquellos Pueblos, y a los individuos que los representaron últimamente, una prueba señalada del alto aprecio y estimación que me merecen , y a que se han hecho acreedores por sus importantes servicios en las últimas ocurrencias de Quito; he venido por mi Real Decreto de 14 de Abril del corriente año a conceder el tratamiento de Excelencia a cada uno de los ayuntamientos de estas ciudades, y a los individuos que la componían el año próximo pasado al 1809, el de Señoría, de palabra y por escrito a cada uno de ellos.”
    “Publicado el referido mi Real Decreto en mi Consejo y Cámara de España e Indias, acordó su cumplimiento en 19 y 21 de Mayo. En cuya consecuencia he resuelto expedir esta mi Real Carta de privilegio para que de ahora en adelante se sirva de mejor testimonio de mi Real Gratitud hacia los beneméritos e ilustres individuos del Ayuntamiento de la ciudad de Guayaquil y de todos sus habitantes; y quiero, y es mi Voluntad que para siempre se dé a su ayuntamiento en cuerpo el tratamiento de Excelencia emérita, y a los individuos que la componen el referido año de 1809 de Señoría, de palabra y por escrito, y que a cada uno de ellos se pase testimonio en forma de una Real Carta par que le sirva, y a sus familias de honor y timbre como premio y Real Demostración debida a su acendrada lealtad y patriotismo, y amor a mi Real Persona dándome cuenta el mismo ayuntamiento de Guayaquil de los que fueron a fin de sus nombres siempre consten. Y mando a los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos hombres… (y) todas las demás personas de cualquier Estado, y calidad que sean, y guarden, cumplan y ejecuten, u hagan guardar (y) cumplir y ejecutar la mencionada mi Real determinación. Dando y haciendo dar a la enunciada ciudad de Guayaquil el tratamiento de excelentísima entera y a los individuos que componían su ayuntamiento el referido año de 1809, el de Señoría, de palabra y por escrito, sin consentir en manera alguna se falte a ello, que así es mi expresa y Real Voluntad. Y de ese despacho se tomará razón en las comandancias generales de la distribución de mi Real Hacienda a donde está agregado el Registro General de Mercedes y en la general de Indias dentro de los muy su dato; y también se tomará y quedará anotada en los Superiores Gobiernos de Lima y Santa Fe, por mi Real Audiencia de Quito y por los ministros de mi Real Hacienda de aquellas cajas, y de la mencionada de Guayaquil. Dada en Cádiz al 27 de Junio de 1810, Yo el Rey. = Yo Don Silvestre Collar. Secretario del Rey Nuestro Señor. Le hizo escribir por su mandato = En cumplimiento de lo prevenido en la Anterior mi Real Cédula para que me diera cuenta el Ayuntamiento de los sujetos de que se componía en el citado año de 1809, a fin de que siempre consten, lo ejecuté con Carta del 27 de Septiembre de 1811, resultando de las actas que acompaño que lo fueron el Dr. Don Domingo Espantoso[5], y don Domingo Santisteban como alcaldes ordinarios: el Dr. Don José Joaquín Pareja, regidor alférez, don José Julián del Campo, alcalde provincial: Don José Morán de Butrón y Castilla, fiel ejecutor: Don Manuel Ignacio Moreno y Santisteban[6], regidor decano: Don Andrés de Herrera y Campusano, Don Manuel Ruiz, don Juan Bautista de Elizalde, don José Ignacio Gorrichategui, don Domingo Iglesias y García, y Don José Ignacio de Casanoba, regidores sencillos, y el Capitán don Antonio Alonso Peramés, Procurador General, igualmente a don José López Merino que fue posesionado del empleo de Alguacil mayor en Diciembre de 1809,, posteriormente ha solicitado el referido Ayuntamiento de Guayaquil me digne confirmar la citada gracia… (Siguen confirmaciones y la recepción de la Real Cédula por parte del Ayuntamiento de Guayaquil)”[7]

    [1] Presidente de la Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador – Núcleo Guayas.

    [2] Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador.

    [3] Según a la información personal proporcionada por un historiador guayaquileño, esta Real Cédula era ya “conocida” en el Ecuador, sin embargo, la misma nunca fue dada a conocer por “distintas razones”.

    [4] Nos reservamos el contenido del documento en su totalidad –donde se hace referencia sobre José Joaquín de Olmedo- para una futura publicación.

    [5] ¿Pariente del firmante del acta de la independencia de Guayaquil, José Antonio Espantoso?

    [6] Abuelo materno de Gabriel García Moreno.

    [7] Archivo Histórico de de la Municipalidad de Lima, Sección Junta Municipal – Superior Gobierno 1814-1818, Caja 4, Documento 303 a abril de 2011. Digitalizado por Francisco Núñez Proaño.
    ANEXO

    Exaltación a favor de los realistas de Pasto
    Extraído de “Documentos sobre la Independencia reproducidos por la Gobernación del Departamento de Pasto en el año 1912”. Imprenta del Departamento, Pasto, 1912.
    “iOh invictos y heroicos Pastusos! Dignos de aquel nombre de vuestra ínclita y nobilísima ciudad de San Juan de Pasto, por sobrenombre Villaviciosa, sea escrito con letras de oro para admiración de todos los pueblos y para la gratitud de los que se honran con el glorioso epíteto de españoles”.
    “A vosotros se dirigen vuestros sensibles y fieles compatriotas de Guayaquil, patricios y forasteros, tanto americanos como europeos, congratulándose, rebosando de gozo y entonando himnos al Señor de los Ejércitos, por la última victoria que acabáis de conseguir sobre los hijos espurios de la Patria, que han osado hollar con sus inmundas pisadas de vuestro sagrado suelo”.
    “Sí, el traidor Don Antonio Nariño y Alvarez, prosélito del infame Napoleón, no escarmentado de la suerte que hicisteis sufrir á los rebeldes Caicedo, Macaulay (yanqui) y otros, orgulloso se os acerca el 10 de Mayo próximo pasado en los hermosos campos de esa nueva Villaviciosa y provoca vuestra bizarría cual otro Staremberg provocó en los de la antigua Villaviciosa, en 10 de Diciembre del año de 1710, la del valiente Ejército español que mandaba Vandoma ; mas, así como aquellos vuestros hermanos derrotaron aquel famoso alemán y aseguraron la corona de las Españas en las sienes del joven Felipe, así vuestra sola presencia ha abatido el impío cundinamarqués, y con su prisión y total exterminio de los facciosos que mandaban, habéis asegurado la tranquilidad de las Provincias vecinas, y que en ellas resuene con toda sinceridad y con toda libertad el dulce nombre de nuestro joven Fernando”.
    “Habéis, pues, destruido á ese vil caudillo y á su alucinada gente; ¿y qué otra suerte debían haber esperado unos malvados que en el año de 1808, espontáneamente prometieron, así como todos los demás pueblos españoles de Ultramar, reconocer por Rey de las Españas á nuestro amado Fernando ; auxiliará sus hermanos de Europa en la gloriosa lucha contra el tirano Napoleón ; ser inseparables de la madre Patria, mientras hubiese un solo rincón en la Península, en donde se reuniese el Gobierno español; y que en el año de 1810, olvidando sus obligaciones, despreciando los sentimientos de honor, y los de la naturaleza, quebrantan sus solemnes promesas, rompen con los españoles de la Península los estrechos vínculos que unen á todos, la sangre el idioma, la Religión, la amistad y cuantos lazos puede haber en los individuos de una misma sociedad? ¿Cabe mayor influencia, mayor iniquidad? ¿Son tales monstruos dignos del heroico nombre español, que heredaron de sus padres? Nó……, nó: hasta la naturaleza debe borrar de la especie humana á tan viles seres.
    “Vosotros, sí, virtuosos Pastusos, honor del nuevo Reino de Granada, de la América Meridional, de toda la España ultramarina, ó por mejor decir, de toda la gran Nación española, vosotros sois dignos hijos de este invencible y heroico Pueblo.”
    “Los manes de vuestros fundadores, los Aldanas y sus compañeros, se gloriarán de tener en su posteridad unos hijos fieles, tan valientes, y tan religiosos, y pedirán al cielo que los colme de sus bendiciones; al paso que los manes de los Benalcázares, de los Muñoz, de los López, de los Lozanos, de los Robledos, de los Quinteros, de los Alfonsos, de los Ospinas, de los Quesadas y de otros más, clamarán hasta el trono del Omnipotente, para qué caiga todo Él lleno de su justicia sobre la ingrata posteridad, sobre esos monstruos que brotó el infierno en las orillas del Cauca, del Páez, del Magdalena y del Bogotá”.
    “¡Loor eterno!; ¡oh inmortales pastusos ! á vuestra fidelidad y constancia ! ¡publiquense vuestras inmortales acciones de uno á otro polo, del oriente al occidente; nunca las olvidarán estos vuestros compatriotas! os aseguran con toda la efusión de su corazón y con la más sensible gratitud”.
    Guayaquil (actual Ecuador), 29 de Mayo de 1814.
    “Domingo de Ordeñana, José Antonio Marcos, Santiago Vítores, Bernardo de Alzúa, Manuel Antumaño, Sebastián Puchí, Miguel de Camino, Esteban José Amador, Gabriel García Gómez (padre de Gabriel García Moreno y firmante del acta de independencia de Guayaquil del 20 de octubre de 1820), José de Llano, Juan Manuel de Larranza, Juan Bautista de Elizalde, Bonifacio de Arrieta, Juan Vicente Villa, Ventura Bustamante, Ildefonso López, Manuel de Jado, José María de Aiseo, Nicolás Ruaño, Juan Antonio Bonilla, Andrés Gabuña, Manuel de Aguirre, Narciso Sánchez de Laserna, Salvador Lemos, Manuel Almadaña, Santiago Chacón, Antonio Acosta, José Antonio Treviño, Calisto Gatete, Agustín Corpancho, Joaquín Álvarez, Antonio García de Lavín, José María Valenz, José Valencia, Juan Navarrete, Juan Sivestre Touris, Manuel Ignacio Moreno y Santiesteban (regidor perpetuo del Cabildo de Guyaquil, Caballero de la Orden de Carlos III, tío abuelo Cardenal primado de Toledo, y abuelo materno del caudillo Gabriel García Moreno), Manuel López Hidalgo, José Díaz del Campo, Dionisio Martín Herrera, Juan José Casilasí, Pedro Galeza, Manuel de Ramos Moreno, Juan Rodríguez, Antonio Pombar, Ignacio Zuloaga, Ignacio Roldán, Benito Botana, Miguel Antonio de Anzuátegui, Francisco Antonio García, Ramón Antonio de Irueta, Santiago Cepeda (pariente de Santa Teresa la Grande), Vicente Saldaña, Antonio García Arbela, Francisco de la Cantera, Bernabé García, Francisco Andrés Cárdenas, Pedro José Boloña, Juan Antonio Medina, Ramón Calvo y López, Vicente Sánchez, José de Bustamante y Cevallos, José Ramón Arrieta, doctor Francisco Javier Benavides, José de Segura, Guillermo de Segura, Antonio Lorcluy, José Antonio Campe, El coronel Juan Miguel Germán, Ignacio Cevallos, Ramón Oyarvide, Juan de Abajoa, Juan Esteban de Germendía, Silvestre de Barañano, Juan Hernández, Gabriel Fernández de Urbina, doctor Ignacio Hurtado de López, Carlos Calixto Boya.”
    “P.D Con esta misma fecha, se dirige otra igual a la ciudad de Lima, a imprimir y circular muchos ejemplares, a todas las ciudades de la América, y el primer ejemplar se remitirá cuanto antes a ese muy Ilustre Ayuntamiento, por mi conducto; teniendo entendido que con la mayor pompa se van a hacer honras por nuestro héroe don Juan María de la Villota, y por los demás muertos en la guerra, en la iglesia del Seráfico Padre San Francisco, con asistencia del Excelentísimo Cabildo, Militares y demás Cuerpos, lo que servirá a Usías de consuelo. Fecha ut-supra.”
    (f) José de Segura y Mendieta”




    El acta de la independencia de Quito. Historia secreta de América -6-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño


    El acta de la independencia de Quito.

    (29 de mayo de 1822)
    El difunto historiador Efrén AVilés Pino en su “Enciclopedia del Ecuador” dice y cito el artículo “Historia de la independencia”: ”La independencia del Ecuador tiene un solo nombre: 9 de Octubre de 1820. El 9 de octubre es el día más importante en la historia de Guayaquil, de la antigua Audiencia de Quito y del Ecuador actual, porque es el verdadero y único día de nuestra independencia.” -siempre en referencia a los sucesos del 10 de agosto de 1809-. Y concluye: “Ese mismo día -8 de noviembre de 1820- un ejército de guayaquileños, al que con sentido patriótico se llamó “División Protectora de Quito”, marchó hacia el interior para luchar por la independencia de todos los pueblos de la audiencia. Se inició entonces -bajo el mando de Febres-Cordero y Urdaneta, primero; y del Gral. Sucre, después- una rutilante campaña militar que durante 18 meses, entre triunfos y derrotas, liberó todo el territorio de la Audiencia, hasta culminar, el 24 de mayo de 1822, en el monumental escenario de la gloria guayaquileña: El Pichincha. Ese día, el pueblo quiteño fue testigo de los momentos más transcendentales de su historia, cuando observó -con muda emoción- el empuje de los padres de la libertad, que desde Guayaquil habían llegado para sellar en la cima de los Andes, de manera definitiva y para siempre, la libertad de la Patria.” Caben entonces tres preguntas:
    La primera: ¿Por qué el historiador no menciona al acta de la independencia de Quito del 29 de Mayo de 1822? – Acaso desconocía este documento -que es utilizado por varios historiadores nacionales y extranjeros desde hace mucho-, o ¿Le guiaban otros intereses?
    La segunda: ¿Por qué no se conoce a este documento como se titula el “Acta de la independencia de Quito” y se insiste en llamar al acta del 10 de Agosto de 1809 como “Acta de independencia”?
    Y la tercera: ¿Le debemos a Guayaquil entonces la libertadura -república la llaman algunos- que nos vino después del 24 de mayo de 1822? Esa, se las dejo respondan ustedes queridos lectores.
    Con este preámbulo paso a publicar la transcripción de la verdadera y única acta de independencia de Quito del 29 de mayo de 1822. Documento que si bien es conocido, oficialmente es ignorado:
    Escudo de San Francisco de Quito, concedido por Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico.

    “Acta de la independencia de Quito.”[1]
    “En la ciudad de San Francisco de Quito, capital de las provincias del antiguo reino de este nombre, representada por su excelentísima municipalidad, el venerable deán y cabildo de la santa iglesia catedral, los prelados de las comunidades religiosas, los curas de las parroquias urbanas, las principales personas del comercio y agricultura, los padres de familia, y notables del país, dijeron: que convencidos de hallarse disueltos los vínculos con que la conquista unió este reino a la nación española, en fuerza de los derechos sacrosantos de todo pueblo para emanciparse si el bien de sus habitantes lo demanda cuando la opresión, el vilipendio y los ultrajes a los ciudadanos por un gobierno corrompido y tiránico han roto todos los lazos que por cualesquiera motivos ideales ligaron estas provincias a la Península, cuando los sacrificios de la América en las aras de la libertad prometen a Quito la elevación de sus destinos a la gloria y a la prosperidad, cuando los resultados de la guerra que ha sostenido el Nuevo Mundo por su independencia aseguran la suerte de estos países, guerra cuya justicia está reconocida por el género humano y cuyos principios han proclamado en el siglo todas las naciones y todos los hombres que conocen su dignidad, cuando en fin, los españoles profanando el santuario y sus ministros, hollando la moral pública, cubriendo los pueblos de sangre y de luto, preparaban la completa ruina de estas regiones infortunadas, y cuando el Ser Supremo, criador de los bienes de la tierra, cansado del torrente de males que ha inundado el pueblo quiteño, dándole la victoria con que coronó las armas de la patria en la memorable batalla del 24 del corriente sobre las faldas del Pichincha, lo ha puesto en posesión de sus derechos imprescriptibles por medio del genio titular de Colombia, por la mano del inmortal Bolívar, que desde los más remotos puntos de la República ha proveído siempre infatigable a la felicidad de estas provincias; esta corporación, pues, expresando con la más posible y solemne legitimidad los votos de los pueblos que componen el antiguo reino de Quito, ofreciéndose al Ser Supremo y prometiendo conservar pura la religión de Jesús como la base de las mejores sociedades, ha venido en resolver, y resuelve:”
    “1º. Reunirse a la república de Colombia como el primer acto espontáneo[2] dictado por el deseo de los pueblos, por la conveniencia y por la mutua seguridad y necesidad, declarando las provincias que componían el antiguo reino de Quito[3] como parte integrante de Colombia, bajo el pacto expreso y formal de tener en ella la representación correspondiente a su importancia política.
    2º. Presentar los testimonios de su reconocimiento a las divisiones de Colombia y del Perú, que a las órdenes del señor general Sucre han roto las cadenas que ataban estos países al ignominioso carro peninsular; a este efecto, y considerando una obligación santa tributar a los libertadores de Quito una prueba de gratitud, y que éstos lleven una señal de sus sacrificios, autorizada la corporación por el patriotismo y por los servicios de estas provincias a la causa de Colombia, e impetrando la aprobación del gobierno, conceden a la división libertadora una medalla, o cruz de honor pendiente al pecho de una cinta azul celeste. La medalla será un sol, naciendo sobre las montañas del ecuador, y unidos sus rayos por una corona de laurel: entre la montaña en letras de oro la inscripción Colombia, y alrededor del sol Libertador de Quito en esmalte azul; en el reverso Vencedor de Pichincha 24 de mayo, 12º, y el nombre del agraciado[4]. El pueblo regalará estas medallas que serán para los generales con esmaltes en los rayos de piedras preciosas, para los oficiales de oro, y para la tropa de plata. Y respecto a que el ejército libertador que ha hecho la campaña de Pasto ha tenido una parte tan importante en la libertad de Quito, como la división misma que ha entrado, se suplicará al gobierno que conceda el uso de esta medalla a aquel ejército con las modificaciones que guste, y que el excelentísimo señor libertador presidente acepte la que le presentará una diputación del pueblo quiteño, que también pondrá otra en manso de S. E. el vicepresidente, como una pequeña significación del agradecimiento de estas provincias a sus esfuerzos por liberarlas. Y estando entendido el cabildo y corporaciones que el señor general Sucre tiene la delegación de las facultades concedidas por el soberano congreso de la República al excelentísimo señor presidente, se le exigirá que mientras aprueba el gobierno la solicitud de este pueblo, permita a la división de su mando el uso de esta medalla, y que tome él sobre su cargo, en unión de la municipalidad, dar las gracias al gobierno del Perú por la cooperación de sus tropas a la libertad de Quito, suplicándole que éstas lleven la expresada medalla como una manifestación de nuestro agradecimiento a sus sacrificios, y el expresado señor general remitirá a nombre de este pueblo la misma condecoración, sin la inscripción del reverso y con cinta blanca, al excelentísimo señor protector del Perú, y tendrá la facultad de hacerlo a los demás jefes de aquel estado que hayan concurrido a la expedición libertadora de este país, y a los ciudadanos que por servicios distinguidos en esta gloriosa campaña hayan tenido una influencia en la recuperación de nuestros derechos, pendiendo ésta de la cinta tricolor del pabellón de la República.
    3º. Erigir una pirámide sobre el campo de Pichincha, en el lugar de la batalla, que se llamará en adelante la cima de la libertad. En el pedestal, frente a la ciudad, se esculpirá esta inscripción: Los hijos del ecuador a Simón Bolívar, el ángel de la paz y de la libertad colombiana. Seguirá en el mimo frente el nombre del general Sucre, y debajo Quito libre el 24 de mayo de 1822, 22º. Y continuarán los nombres de los jefes y oficiales del estado mayor de las divisiones unidas. En el pedestal de la derecha se colocarán los nombres de los jefes y oficiales de la división del Perú, prefiriendo los heridos, y precedidos por el de su comandante, el señor coronel Santacruz, y continuarán los nombres de los cuerpos y de toda la tropa. En el pedestal de la izquierda, y en todo este costado por el mismo orden, los nombres de los cuerpos y de los jefes, oficiales y tropa de la división de Colombia, precedidos por el del señor general Mires. En el pedestal que mira al campo de la batalla, esta inscripción: A Dios glorificador. Mi valor y mi sangre terminó la guerra de Colombia, y dio libertad a Quito. Seguirán arriba los nombres de los muertos en combate. Sobre la cúspide de la pirámide se colocará el genio de la libertad rodeado de banderas de los cuerpos que han hecho la campaña de Quito, que simbolizará la unión de los estados americanos.
    4º. Poner en el frontispicio de la sala capitular una lápida que recuerde en la posteridad el día feliz en que Quito recobró sus derechos, y el nombre del Libertador.
    5º. Establecer perpetuamente una función religiosa en que se celebrará el aniversario de la emancipación de Quito; la cual se hará trasladando en procesión solemne, la víspera de Pentecostés, a la santa iglesia catedral la imagen de la madre de Dios, bajo su advocación de Mercedes, y el día habrá en ella misa clásica con sermón, a que concurrirán todas las corporaciones, y será considerada como la primera fiesta religiosa de Quito, cuando tiene el objeto de elevar los votos de este pueblo al Hacedor Supremo por los bienes que le concedió en igual día.
    . Instituir otra función fúnebre por el alivio y descanso de las almas de los héroes que sacrificaron su vida a la libertad americana, cuya función, celebrada el tercer día de Pentecostés, será tan solemne como la del artículo anterior, o el día siguiente hábil
    7º. Que para hacer durable la memoria del general Sucre en esta capital, se publique el 13 de junio la LeyfundamentaldeColombia, y que en él preste la ciudad, las corporaciones y autoridades, el juramento de defender con sus bienes, su vida y su sangre la independencia, la libertad política y la integridad del Estado, perpetuando una función todos los años el mismo 13 de junio para recordar el día en que Quito se incorporó a la República.
    8º. Celebrar una misa de gracias el domingo dos del entrante, con toda pompa, para rendir al Dios de los ejércitos nuestro homenaje y reconocimiento por la transformación gloriosa de Quito, y disponiendo en los tres días precedentes toda especie de regocijos públicos, iluminando la ciudad por tres noches, y concediendo al público cuantas diversiones quiera usar moderadamente. El cabildo tendrá conciertos en estas tres noches y al frente de su casa se colocará una figura alegórica que represente a la América sentada en un trono majestuoso, y rodeada de sus atributos, acariciando el busto del Libertador de Colombia. A la derecha se verá un genio que simbolice a Quito presentando al busto del general Sucre una corona cívica; a la izquierda estarán los retratos de los más esclarecidos generales del ejército, y alrededor, escritos con letras de oro sobre campo azul, los nombres de los oficiales y soldados más ilustres. El mismo cabildo preparará una fiesta triunfal para el día 13 de junio que se publique la Leyfundamental del Estado.
    9º. Colocar en la sala capitular los bustos del Libertador de Colombia y del señor general Sucre, a los dos extremos de las armas de la ciudad, cuyo glorioso monumento se colocará igualmente en los salones del palacio y otros lugares públicos.
    10º. Que esta acta quede abierta por quince días en la sala de cabildo para que sea firmada por todos los ciudadanos que uniendo sus votos a los que la han dictado, expresen más suficientemente, si es posible, los deseos de los pueblos de Quito, a cuyo efecto se circularán copias en todo el departamento para que en las casas de los ayuntamientos se suscriba por las personas que puedan hacerlo, y se dé este testimonio de su patriotismo y de sus sentimientos.”
    “Con lo cual se concluyó esta acta que proclama la corporación como una declaración expresa de sus votos que hace a la faz del mundo el pueblo de Quito, el día veintinueve de mayo del año del Señor mil ochocientos veintidós, y el duodécimo en que manifestó sus deseos de ser libre, feliz y colombiano (?).”
    “Vicente Aguirre[5]. Dr. José Félix Valdivieso. Javier Villacis. Tomás de Velasco. Pedro Cevallos. Dr. Bernardo Ignacio de León y Carcelén[6]. Vicente Álvarez. Fidel Quijano. Pedro Guarderas. Vicente Chiriboga. Manuel Moreno. Dr. Pedro José de Arteta. Antonio Salvador. José María Guerrero. Bartolomé Donoso. Ramón Borja. José María del Mazo. Próspero Quiñones. Antonio Fernández Salvador. Dr. José María Cabezas. Dr. Agustín de Salazar. Maximiliano Coronel. Dr. Nicolás de Arteta. Dr. Joaquín Pérez de Anda. Calixto Miranda[7]. Dr. José Camacho. Mariano Batallas. Bruno de Neira. Dr. Francisco León de Aguirre. Dr. José Loza, secretario. Fray Luis Sosa, provincial de Santo Domingo. Maestro fray Antonio Alban, provincial de la Merced. Presentado fray Manuel Bravo, presidente comendador de la Merced. Fray Narciso Segura, provincial de San Francisco. Fray Antonio de la Torre, guardián. Maestro fray Carlos Mejía, prior. Pedro José de Encinas. Señor Pedro de San José, prefecto. Luis de Saá. José Corrella. José Álvarez. Doctor Manuel Espinosa. Presentado doctor fray José Boú. Juan de León y Aguirre. José de Zaldumbide. Juan Antonio Terán. Miguel Valladares. El título de Miraflores. Fray Francisco de Saá. José Eugenio Correa, cura de San Roque. Fray Francisco Martínez, rector. Antonio Pineda. Juan Ante. José Viteri. Pedro Manuel Quiñones. Antonio Baquero. Francisco Campos. Mariano Merizalde, cura de San Marcos. Antonio Llerena. Fray Manuel Solano, prior provincial de agustinos[8]. José Miguel Batallas y Vallejo. Manuel Valladares. Mariano Hurtado. Ramón Molina. José Villandrando. Miguel Espinosa. Matías Sánchez. José Valareso. José González. Manuel del Corral. Mariano Soria. José Montanero. Manuel Benítez. Pedro Iriarte. Mariano Villamar. Pedro Guarderas. Vicente López Merino. Ignacio Villacis.”

    [1] Publicada en la Gaceta del gobierno del Perú (hemeroteca del Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú), del sábado 27 de Julio de 1822, Tomo Tercero, Número 10, Lima. Transcrita y digitalizada por Francisco Núñez Proaño.

    [2] El acto de unión a la república de Colombia no fue nada “espontáneo” y de hecho existen historiadores que consideran a este hecho una anexión forzada. Véase: El rey de la noche de Mark Van Aken.

    [3] Llama la atención como se insiste y se reitera la condición de Quito como “antiguo reino”.

    [4] La primera orden ecuatoriana instaurada pos independencia.

    [5] El General Vicente Aguirre Mendoza fue esposo de Rosa Montúfar Larrea, hija de Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre y presidente de la Junta Suprema de Quito del 10 de Agosto de 1809.

    [6] De la Casa de los marqueses de Villarrocha y de los marqueses de Solanda.

    [7] El doctor Calixto Miranda propuso un proyecto constitucional monárquico para Quito en 1812.

    [8] Llama poderosamente la atención el número de religiosos firmantes.

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Imperialismo anglosajón, logias masónicas y la independencia de Hispanoamérica. Historia secreta de América -7-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño


    Hoy se conmemora el 189° aniversario de la batalla de Pichincha (24 de Mayo de 1822) que selló nuestra denominada libertad y hoy cuando se celebran los 200 años de libertadura en medio del bicentenario es más que apropiado presentar a continuación un esclarecedor, impactante y sobre todo valiente texto, sobre la conformación del verdadero proceso histórico de la llamada “independencia”:




    Imperialismo anglosajón, logias masónicas y la independencia de Hispanoamérica[1]

    Por Armando Aristizábal[2]

    “El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España“.
    “dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor”
    “A Inglaterra y su mercado mundial les interesaba enfrentarse con pequeñas repúblicas, susceptibles de ser manejadas fácilmente a su arbitrio…”

    ____________
    En todas las épocas, y en el mundo entero, las sociedades secretas se han constituido como fuente dinámica en el proceso de transformación social y política, y se han comportado como fundamental estímulo en los procesos revolucionarios.
    Con los acontecimientos de Chuquisaca y Quito en 1809 se inició el proceso de la independencia de la América española. Desde entonces el impulso emancipador lo dieron los comerciantes, cuyo mayor interés los vinculaba hacia nexos económicos con Inglaterra; y los intelectuales, que nutrieron sus ideales y amasaron sus esperanzas en el iluminismo francés y la filosofía de la Revolución de 1789, con su tríptico eterno: Libertad, Igualdad, Confraternidad.
    (…)
    La principal organización secreta que intervino en el proceso libertario a partir de 1809 fue la masonería, cuya directriz provenía de Inglaterra, con logias fraternas en toda Europa y en América. Tuvo cierto grado de afinidad con el liberalismo político y económico, en cuanto a su pertinaz lucha contra el absolutismo, que era la expresión autocrática impuesta en nombre de Dios: la teocracia.
    Inglaterra era un país desarrollado en permanente expansión de mercados, con la flota naval más grande del mundo. Se hallaba al acecho de las colonias españolas que, una vez libres con un poco de su ayuda, podían convertirse en consumidores de sus productos, amén de ser un inmenso recurso de materias primas. El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España.
    El capitalismo mundial, como en este caso lo demostró Inglaterra, jamás entrega una ayuda desinteresada. Siempre procede primero a hacer cálculos para dar “generosamente” el paso siguiente. “Inglaterra se había propuesto convertirse en sucesora de España a la hora de la independencia de sus colonias, y no se regateó esfuerzos para acelerar el momento. A lo largo de todo el siglo XVII desplegó una paciente labor de zapa para producir sus mercaderías y extender su influencia en el área latinoamericana. Unas veces lo hizo legalmente a través de puertos españoles, y otras de forma ilegal apelando al contrabando, o bien mediante el establecimiento de puertos francos en las islas que tenía bajo su dominio”.
    Inglaterra, en la lucha de expansión económica con España, llevó las de ganar, principalmente por la fuerza poderosa de su marina mercante. Por algo Inglaterra mereció el nombre de “La Señora de los Mares”, o la frase no tan cierta, pero que explicaba ese poderío naval inglés: “Nadie puede disparar un cañón en alta mar sin pedir permiso a Inglaterra”. Poderío naval múltiple: mercante y militar.

    Simón Bolívar en galas masónicas
    Fue en Cádiz donde se fundaron las primeras logias y sociedades secretas de influencia masónica con vistas a la independencia de América. Allí estaba el futuro general San Martín y otros partidarios criollos durante la guerra de la Independencia contra Napoleón. La más famosa de estas logias fue la de los Caballeros Racionales, con sede en Cádiz y Londres. En la sede inglesa el gran maestre de la logia era el venezolano Francisco de Miranda, que tanta influencia ejercería sobre Simón Bolívar. Es más, por la logia de los Caballeros Racionales pasaron casi todos los hombres que iban a jugar un papel preponderante en la emancipación de la América española: San Martín, Bolívar, O`Higgings, Alvear, Zapiola, etc.
    “Para juzgar la importancia que las logias tuvieron en el proceso independentista, veamos a título de ejemplo un aspecto concreto. En el Río de la Plata actuó la logia Lautaro, de la que San Martín y Alvear eran cabezas visibles. Su influencia en los asuntos políticos era tal, que llegó a convertirse en gobierno paralelo…” San Martín, Alvear, O`Higgins, principalmente, fundaron la Logia Lautaro que impulsó la convocatoria de la Asamblea Constituyente en el Virreinato del Río de la Plata que, si no declaró la independencia entonces, puso sólidas bases de republicanismo, aparte de dictar la abolición de la esclavitud, libertad de prensa y la extinción de la Inquisición, verdaderas instituciones de corte colonialista. La independencia se declaró el 9 de julio de 1816, en gran medida por el impulso dado por la poderosa Logia Lautaro.
    “Otro tanto ocurrió en el Perú, donde las logias prepararon el desembarco de la expedición de San Martín. Sin embargo, también fueron las logias, en este caso las fieles a Inglaterra, las que trataron de dividir a los patriotas, ya que desconfiaban de las intenciones del Libertador de Argentina, poco adicto a su política de dividir y fraccionar los territorios emancipados para poderlos dominar mejor.”
    Tenemos ya una idea clara de la formidable participación del movimiento europeo masónico, especialmente el inglés, en el proceso emancipador de América; y la última cita constituye la partida para sospechar que la muerte de Antonio José de Sucre habría sido planificada en el misterioso silencio de una poderosa logia, a partir de “dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor”. Sucre estaría en la mira del movimiento masónico por su irreductible empeño de mantener la unidad grancolombiana. El pensamiento de Bolívar, en la materia, era el pensamiento de Sucre. Si fatalmente Páez cercenó Venezuela, Sucre venía convencido, y lo habría logrado, de mantener la unidad entre Colombia y Ecuador, aspecto reñido con los propósitos ingleses, y secundados por sus logias, de crear repúblicas minúsculas para campear a su antojo. Fue en este ambiente esotérico, producto del hermetismo en el que actúan logias masónicas, que se desarrolló el proceso de conclusión colonial; dése por cierto, también, que en este contexto se realizaría la célebre entrevista de Guayaquil, entre dos hermanos, Bolívar y San Martín.

    Bolívar y Páez saludados por el pueblo de Caracas tras la proclamacion de la Independencia. Es notable la presencia del estandarte inglés-británico en esta imagen oficial. Mural del Capitolio de Caracas.

    “Igual que se puede decir del asesinato de Mariscal Sucre en la encrucijada de Berruecos. Aunque no existen pruebas, todos los indicios señalan el ajuste de cuentas entre logias masónicas rivales.

    “El mismo Bolívar, afiliado a la logia londinense junto a su lugarteniente Santander, terminaría siendo puesto en la picota por los masones probritánicos, quienes le acusaron de abrigar ambiciones absolutistas y se opusieron a sus ideales de unidad latinoamericana.
    Por eso no resulta ilógico suponer que a la sombra de este pulpo de sociedades secretas y logias, el imperialismo británico jugaba su baza de sustituir a España en el continente americano. Así, todos los partidarios de la unión o confederación de las colonias en un Estado orgánico fueron asesinados o desacreditados para que no pudieran cumplir su cometido. Para establecer su hegemonía económica, Inglaterra propiciaba la formación de pequeñas repúblicas independientes, antagónicas unas de otras, para mejor ejercer su papel de árbitro y monopolizador comercial. Y en la cuenta de las logias probritánicas hay que apuntar la muerte de Sucre, la conspiración de Santander para deshacer la Gran Colombia, el intento de asesinato de Bolívar y otros sucesos similares contribuyeron al fraccionamiento del gran imperio colonial español en una multiplicidad de naciones tuteladas por el imperialismo anglosajón”.
    Si aplicamos el razonamiento anterior, y la lógica masónica de dividir para debilitar, concluiríamos con que la Batalla de Tarqui fue resultado de la obra masónica, en su silenciosa pero efectiva labor de lanzar hermanos contra hermanos, mientras nosotros seguimos discutiendo el eterno problema limítrofe…
    A Inglaterra y su mercado mundial les interesaba enfrentarse con pequeñas repúblicas, susceptibles de ser manejadas fácilmente a su arbitrio…
    Sucre fue víctima de varios atentados contra su vida; uno de ellos perpetrado por Mattos. Pues se asegura que éste era un mercenario que servía a órdenes de una de las muchas sociedades secretas de la masonería. Pese a las reiteradas acusaciones de que Mattos obraba por dinero, bajo ese poder secreto, nunca se logró establecer la relación. En esa oportunidad Sucre salvó su vida, pero no logró salvarla en Berruecos.
    _____________________
    [1] El presente texto es un extracto de un subcapítulo llamado “LOGIAS MASÓNICAS” del capítulo “Posibles causas de la muerte de Sucre” en el libro “Juan José Flores en Berruecos, Síntesis de una Infamia” de Armando Aristizábal, pp. 293 a 297, ediciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1995. El entrecomillado son citas que realiza el autor.
    [2] Armando Aristizábal: Notable escritor, investigador e historiador ecuatoriano lamentablemente ya fallecido, sin haber podido concluir su obra cumbre la “Historia de la Corrupción en el Ecuador”.





    La capitulación de España en Quito. Historia secreta de América -8-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño



    A continuación publico la capitulación de España en Quito del 25 de Mayo de 1822, otro documento conocido por la historiografía ecuatoriana, pero igual de ignorado que el acta de independencia de Quito. Su lectura es fundamental para comprender el proceso separatista o independentista de Quito:
    Busto del Mariscal de Campo D. Melchor Aymerich en Quito.

    “El Ejército realista, en la que sería su última batalla en el reino de Quito, estaba formado sobre todo por americanos. Los jinetes procedían todos del reclutamiento local (criollos y quiteños por tanto). En cuanto a los infantes, el batallón de Tiradores de Cádiz era ‘casi todo de europeos… y los otros Cuerpos españoles o realistas, compuestos de americanos’ ”
    - Julio Albi.
    Capitulación celebrada entre D. Melchor Aymerich. General del Ejército Español y el General de Brigada del Ejército de Colombia, y Comandante General de la División del Sur de la República Antonio José de Sucre.[1]

    “Los señores D. Melchor Aymerich, Mariscal de Campo del Ejército Español y Capitán General del Reino de Santa Fe y Antonio José de Sucre General de Brigada del Ejército de Colombia y Comandante General de la División Unida al Sur de la República, convencidos de la necesidad de terminar la guerra que aflige estas provincias, después que la victoria obtenida ayer por las armas de la Patria, las pone, por consecuencia, en posesión del territorio ocupado por las tropas españolas, atendiendo, el primero, a la falta de comunicaciones con la Península, la opinión general del país en favor de la independencia, teniendo presente las instrucciones del Ministerio al Excmo. General de Murgeón en 3 de abril de 1821 y deseando conciliar su situación con el honor del ejército de su mando; y considerando, el segundo, que la paz y el reposo de estos pueblos exige cualquier transacción que los cubra de los males de la guerra, convinieron en nombrar comisionados que suficientemente facultados, arreglasen una capitulación, que posesione a la República de Colombia de estos territorios y salve el honor militar y los intereses del Ejército Español; y en efecto, nombraron, el Excmo. Señor General Aymerich, a los señores coronel D. Francisco Gonzáles, coronel D. Manuel María Martínez de Aparicio, ayudante general y Jefe del Estado Mayor de la de la división española el segundo y el teniente coronel Patricio Bray, ayudante del mismo cuerpo y el señor general Sucre a los señores coroneles D. Andrés de Santa Cruz, Jefe de las Tropas del Perú y coronel Antonio Morales, Jefe del Estado Mayor de la División libertadora, los cuales después de reconocer y canjear sus poderes, convienen en la siguiente capitulación:
    Proposiciones del Ejército Español y Contestación (seguidas).
    1° Será entregada a los comisionados del señor General Sucre la fortaleza del Panecillo, esta ciudad y los almacenes militares existentes en el territorio, y todo cuanto esté bajo la dominación española al Norte y Sur de dicha ciudad.
    1° Concedido: el territorio al norte de la ciudad se entiende, cuanto está comprendido en la demarcación del Departamento de Quito.
    2° Las tropas españolas saldrán de dicha fortaleza con los honores de guerra, y en el sitio y hora que determine el Señor General Sucre, entregarán sus armas, banderas y municiones.
    2° Concedido: a las 2 de la tarde se recibirá la fortaleza, y en el puente se entregarán banderas y municiones.
    3° Los señores oficiales conservarán sus espadas, caballos y equipaje.
    3° Concedido.
    4° En consideración a la bizarra conducta que han observado ayer las tropas españolas, y a sus comprometimientos particulares que pueda haber en algunos individuos así europeos como americanos, se permitirá que los oficiales y tropas que quieran pasar a España, lo hagan por los puntos que estime a bien el Gobierno de Colombia, pudiendo quedarse aquellos que gusten hacerlo, bien a la clase de ciudadanos, bien al servicio si son admitidos.
    4° Se permitirá el pase a España de los Oficiales y Tropa que gusten hacerlo, pero considerados como prisioneros de guerra, prestarán antes el juramento de no tomar las armas contra los Estados independientes del Perú y Colombia en tanto no sean canjeados. Su viaje lo harán por Guayaquil y Panamá.
    5° De cuenta del Gobierno de Colombia correrán los gastos para conducir a La Habana, o al primer puerto español, los oficiales y tropa que por el artículo anterior sigan a Europa, siendo obligación del Gobierno español, pagar estos gastos en el primer punto de su dominación, al comisionado conductor de los oficiales y tropa.
    5° Concedido.
    6° Como las tropas españolas que cubren Pasto y se hallan en todo el territorio desde esta ciudad a aquella, están comprendidas en esta capitulación, y son prisioneros de guerra se nombrarán dos comisionados por el Excmo. Señor. General Aymerich, y dos por el General Sucre, para que vayan a entregarse las armas, municiones y almacenes de los prisioneros, y de todo cuanto allí exista; pero en la atención a las circunstancias de aquel país, el gobierno español no puede garantizar la obediencia de este artículo; y por tanto, en caso de resistencia, el de Colombia obrará según se dicte su prudencia y su justicia.
    6° Se nombrarán, los Comisionados de uno y otro Gobierno para entregar y recibir todos los artículos de guerra, etc., En la dirección de Pasto y en aquella ciudad, que llevarán las órdenes más circunstanciadas y terminantes para que todo se ponga a disposición del Gobierno de la República, conforme al artículo propuesto.
    7° Se permitirá que los empleados públicos y eclesiásticos, y los particulares que quieran pasar a Europa, lo hagan costeándose de su cuenta.
    7° Concedido.
    8° El señor General Aymerich queda en libertad de marchar cuando y por donde quiera con su familia, para lo cual será atendido con todas las consideraciones debidas a su clase, representación y comportamiento.
    8° Concedido.
    9° Se concederá una amnistía general en materia de opiniones.
    9° Concedido.
    10° Después de la ratificación por ambas partes del presente tratado, el señor General Sucre podrá ocupar la ciudad, y fortalecerá a la hora y día que guste.
    10° Será ratificada esta capitulación en el término de dos horas, y las tropas libertadoras se posesionarán de la ciudad a las tres de la tarde.
    Cuyos artículos para la ratificación de las partes contratantes firmaron dichos señores comisionados, en el Palacio de Gobierno de Quito, a 25 de Mayo de 1822.
    C. Francisco González.- Manuel María Martínez de Aparicio. Patricio Bray.- Andrés Santa Cruz.- Antonio Morales.
    Cuartel General en Quito, 25 de Mayo de 1822.
    Ratificado y aprobado por mí, se cumplirá en todas sus partes fiel y rigurosamente.
    MELCHOR AYMERICH
    Cuartel General frente a Quito en 25 de Mayo de 1822
    Aprobado y ratificado.
    ANTONIO JOSÉ DE SUCRE
    Es copia de su original.- SANTA CRUZ.”


    [1] Extraído de “Historia Diplomática del Ecuador” de Jorge Villacrés Moscoso. En Documentos fundamentales acerca de la independencia de la Audiencia de Quito y su incorporación a Colombia. Digitalizado por Francisco Núñez Proaño.

  12. #12
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Imperialismo anglosajón, logias masónicas y la independencia de Hispanoamérica. Historia secreta de América -7-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño


    Hoy se conmemora el 189° aniversario de la batalla de Pichincha (24 de Mayo de 1822) que selló nuestra denominada libertad y hoy cuando se celebran los 200 años de libertadura en medio del bicentenario es más que apropiado presentar a continuación un esclarecedor, impactante y sobre todo valiente texto, sobre la conformación del verdadero proceso histórico de la llamada “independencia”:




    Imperialismo anglosajón, logias masónicas y la independencia de Hispanoamérica[1]

    Por Armando Aristizábal[2]

    “El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España“.
    “dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor”
    “A Inglaterra y su mercado mundial les interesaba enfrentarse con pequeñas repúblicas, susceptibles de ser manejadas fácilmente a su arbitrio…”

    ____________
    En todas las épocas, y en el mundo entero, las sociedades secretas se han constituido como fuente dinámica en el proceso de transformación social y política, y se han comportado como fundamental estímulo en los procesos revolucionarios.
    Con los acontecimientos de Chuquisaca y Quito en 1809 se inició el proceso de la independencia de la América española. Desde entonces el impulso emancipador lo dieron los comerciantes, cuyo mayor interés los vinculaba hacia nexos económicos con Inglaterra; y los intelectuales, que nutrieron sus ideales y amasaron sus esperanzas en el iluminismo francés y la filosofía de la Revolución de 1789, con su tríptico eterno: Libertad, Igualdad, Confraternidad.
    (…)
    La principal organización secreta que intervino en el proceso libertario a partir de 1809 fue la masonería, cuya directriz provenía de Inglaterra, con logias fraternas en toda Europa y en América. Tuvo cierto grado de afinidad con el liberalismo político y económico, en cuanto a su pertinaz lucha contra el absolutismo, que era la expresión autocrática impuesta en nombre de Dios: la teocracia.
    Inglaterra era un país desarrollado en permanente expansión de mercados, con la flota naval más grande del mundo. Se hallaba al acecho de las colonias españolas que, una vez libres con un poco de su ayuda, podían convertirse en consumidores de sus productos, amén de ser un inmenso recurso de materias primas. El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España.
    El capitalismo mundial, como en este caso lo demostró Inglaterra, jamás entrega una ayuda desinteresada. Siempre procede primero a hacer cálculos para dar “generosamente” el paso siguiente. “Inglaterra se había propuesto convertirse en sucesora de España a la hora de la independencia de sus colonias, y no se regateó esfuerzos para acelerar el momento. A lo largo de todo el siglo XVII desplegó una paciente labor de zapa para producir sus mercaderías y extender su influencia en el área latinoamericana. Unas veces lo hizo legalmente a través de puertos españoles, y otras de forma ilegal apelando al contrabando, o bien mediante el establecimiento de puertos francos en las islas que tenía bajo su dominio”.
    Inglaterra, en la lucha de expansión económica con España, llevó las de ganar, principalmente por la fuerza poderosa de su marina mercante. Por algo Inglaterra mereció el nombre de “La Señora de los Mares”, o la frase no tan cierta, pero que explicaba ese poderío naval inglés: “Nadie puede disparar un cañón en alta mar sin pedir permiso a Inglaterra”. Poderío naval múltiple: mercante y militar.

    Simón Bolívar en galas masónicas
    Fue en Cádiz donde se fundaron las primeras logias y sociedades secretas de influencia masónica con vistas a la independencia de América. Allí estaba el futuro general San Martín y otros partidarios criollos durante la guerra de la Independencia contra Napoleón. La más famosa de estas logias fue la de los Caballeros Racionales, con sede en Cádiz y Londres. En la sede inglesa el gran maestre de la logia era el venezolano Francisco de Miranda, que tanta influencia ejercería sobre Simón Bolívar. Es más, por la logia de los Caballeros Racionales pasaron casi todos los hombres que iban a jugar un papel preponderante en la emancipación de la América española: San Martín, Bolívar, O`Higgings, Alvear, Zapiola, etc.
    “Para juzgar la importancia que las logias tuvieron en el proceso independentista, veamos a título de ejemplo un aspecto concreto. En el Río de la Plata actuó la logia Lautaro, de la que San Martín y Alvear eran cabezas visibles. Su influencia en los asuntos políticos era tal, que llegó a convertirse en gobierno paralelo…” San Martín, Alvear, O`Higgins, principalmente, fundaron la Logia Lautaro que impulsó la convocatoria de la Asamblea Constituyente en el Virreinato del Río de la Plata que, si no declaró la independencia entonces, puso sólidas bases de republicanismo, aparte de dictar la abolición de la esclavitud, libertad de prensa y la extinción de la Inquisición, verdaderas instituciones de corte colonialista. La independencia se declaró el 9 de julio de 1816, en gran medida por el impulso dado por la poderosa Logia Lautaro.
    “Otro tanto ocurrió en el Perú, donde las logias prepararon el desembarco de la expedición de San Martín. Sin embargo, también fueron las logias, en este caso las fieles a Inglaterra, las que trataron de dividir a los patriotas, ya que desconfiaban de las intenciones del Libertador de Argentina, poco adicto a su política de dividir y fraccionar los territorios emancipados para poderlos dominar mejor.”
    Tenemos ya una idea clara de la formidable participación del movimiento europeo masónico, especialmente el inglés, en el proceso emancipador de América; y la última cita constituye la partida para sospechar que la muerte de Antonio José de Sucre habría sido planificada en el misterioso silencio de una poderosa logia, a partir de “dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor”. Sucre estaría en la mira del movimiento masónico por su irreductible empeño de mantener la unidad grancolombiana. El pensamiento de Bolívar, en la materia, era el pensamiento de Sucre. Si fatalmente Páez cercenó Venezuela, Sucre venía convencido, y lo habría logrado, de mantener la unidad entre Colombia y Ecuador, aspecto reñido con los propósitos ingleses, y secundados por sus logias, de crear repúblicas minúsculas para campear a su antojo. Fue en este ambiente esotérico, producto del hermetismo en el que actúan logias masónicas, que se desarrolló el proceso de conclusión colonial; dése por cierto, también, que en este contexto se realizaría la célebre entrevista de Guayaquil, entre dos hermanos, Bolívar y San Martín.

    Bolívar y Páez saludados por el pueblo de Caracas tras la proclamacion de la Independencia. Es notable la presencia del estandarte inglés-británico en esta imagen oficial. Mural del Capitolio de Caracas.

    “Igual que se puede decir del asesinato de Mariscal Sucre en la encrucijada de Berruecos. Aunque no existen pruebas, todos los indicios señalan el ajuste de cuentas entre logias masónicas rivales.

    “El mismo Bolívar, afiliado a la logia londinense junto a su lugarteniente Santander, terminaría siendo puesto en la picota por los masones probritánicos, quienes le acusaron de abrigar ambiciones absolutistas y se opusieron a sus ideales de unidad latinoamericana.
    Por eso no resulta ilógico suponer que a la sombra de este pulpo de sociedades secretas y logias, el imperialismo británico jugaba su baza de sustituir a España en el continente americano. Así, todos los partidarios de la unión o confederación de las colonias en un Estado orgánico fueron asesinados o desacreditados para que no pudieran cumplir su cometido. Para establecer su hegemonía económica, Inglaterra propiciaba la formación de pequeñas repúblicas independientes, antagónicas unas de otras, para mejor ejercer su papel de árbitro y monopolizador comercial. Y en la cuenta de las logias probritánicas hay que apuntar la muerte de Sucre, la conspiración de Santander para deshacer la Gran Colombia, el intento de asesinato de Bolívar y otros sucesos similares contribuyeron al fraccionamiento del gran imperio colonial español en una multiplicidad de naciones tuteladas por el imperialismo anglosajón”.
    Si aplicamos el razonamiento anterior, y la lógica masónica de dividir para debilitar, concluiríamos con que la Batalla de Tarqui fue resultado de la obra masónica, en su silenciosa pero efectiva labor de lanzar hermanos contra hermanos, mientras nosotros seguimos discutiendo el eterno problema limítrofe…
    A Inglaterra y su mercado mundial les interesaba enfrentarse con pequeñas repúblicas, susceptibles de ser manejadas fácilmente a su arbitrio…
    Sucre fue víctima de varios atentados contra su vida; uno de ellos perpetrado por Mattos. Pues se asegura que éste era un mercenario que servía a órdenes de una de las muchas sociedades secretas de la masonería. Pese a las reiteradas acusaciones de que Mattos obraba por dinero, bajo ese poder secreto, nunca se logró establecer la relación. En esa oportunidad Sucre salvó su vida, pero no logró salvarla en Berruecos.
    _____________________
    [1] El presente texto es un extracto de un subcapítulo llamado “LOGIAS MASÓNICAS” del capítulo “Posibles causas de la muerte de Sucre” en el libro “Juan José Flores en Berruecos, Síntesis de una Infamia” de Armando Aristizábal, pp. 293 a 297, ediciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1995. El entrecomillado son citas que realiza el autor.
    [2] Armando Aristizábal: Notable escritor, investigador e historiador ecuatoriano lamentablemente ya fallecido, sin haber podido concluir su obra cumbre la “Historia de la Corrupción en el Ecuador”.

  13. #13
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Riobamba: Noble, Fiel y Leal. Historia Secreta de América -10-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño


    Publico otra Real Cédula poco conocida y menos aún difundida. El documento habla por sí mismo:

    Real Cédula por la que se concede a la Villa de Riobamba los Títulos de Noble, Fiel y Leal con atención a su fidelidad y servicios en tiempos de la Revolución. [1]

    DON FERNANDO VII por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y de Milán, Conde de Absburgo, de Flandes, de Tirol, y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc., etc. En 22 de junio de 1813 dirigió al Presidente que fué de Quito, Don Toribio Montes, una representación documentada el Ayuntamiento de la Villa de Riobamba[2], en la que expuso y calificó que, desde el principio de las desgraciadas turbulencias de aquellas Provincias, dió pruebas auténticas del espíritu de rectitud y de fidelidad con que se condujo[3], dirigiendo todas sus miras a conservar ilesos mis Reales Derechos e impedir la introducción de un Gobierno opuesto a la subordinación y obediencia de su legítimo Soberano y de las Autoridades que lo representaban, contribuyendo con sus esfuerzos y ejemplo a reponer en su antigua tranquilidad las mismas Provincias, con riesgo de ser víctima de los causantes de la revolución; que luego que supo el Ayuntamiento que las Provincias de Guayaquil y Cuenca se oponían al sistema revolucionario de Quito, concibió esperanzas de que, unidas cuantas tropas y fuerzas pudiesen juntar a las de aquellas ciudades, sería posible la resistencia y destrucción del nuevo sistema, participó por Acta de 5 de Septiembre de 1809 a aquellos Gobernadores su proyecto y también a mi Virrey del Perú, quien en 6 de Noviembre, le contestó aprobando resolución tan noble y ofreció ponerla en mi Real noticia; que igualmente el Ayuntamiento inflamó los ánimos de los Corregidores de Ambato y Guaranda, los cuales se ofrecieron a sacrificar sus vidas por sostener la obediencia y fidelidad debidas a mi Real Persona; que por sus persuasiones, los Oficiales y soldados que guarnecían el punto de Alausí, y estaban destacados en los de Guaranda, al mando del Gobierno insurreccional, desistieron de su quimérico proyecto y se unieron a las tropas fieles de la misma Villa de Riobamba; que el propio Ayuntamiento franqueó la entrada del Exercito Real de Lima y Cuenca, dándole todos los auxilios necesarios para su internación a la Provincia de Ambato y Quito, sin los cuales hubiera sido imposible su entrada, siendo la Villa de Riobamba la primera que restableció el orden y puso en movimiento a la otras; y finalmente, haciendo una dilatada relación de la dura opresión que sufrió en tres años y tres meses en la segunda revolución de Quito; expuso había perdido sus fundos por falta de cultivo y los frutos no había podido vender en Guayaquil y Cuenca por la de comercio, y además dos mil bestias con que hacía su trata, todo lo cual manifestaba el noble esfuerzo con que la dicha Villa de Riobamba y los pueblos inmediatos habían sabido resistir los ataques de la seducción; en cuya atención solicitó me dignase concederla los títulos de NOBLE, FIEL Y LEAL, contemplándola el referido Presidente de Quito acreedora y digna de estas gracias. Y por quanto, vista esta instancia en mi Consejo de las Indias, he venido en acceder a ella a consulta de 16 de Octubre de 1815. Por tanto quiero y es mi voluntad que desde aquí en adelante pueda llamarse y nombrarse y se intitule y nombre la mencionada mi Villa de Riobamba NOBLE, FIEL Y LEAL, poniéndose así en todas las cartas, provisiones y privilegios que se le expidieren por mi y por los Reyes mis sucesores, y en todas las escrituras e instrumentos que pasaren ante los escribanos públicos de la misma Villa. Y por esta mi carta o su traslado, signado de escribano público, mando a los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos-Hombres, Priores de las Ordenes, Comendadores y Subcomendadores; a mis Consejos, Presidentes y Oidores de mis Reales Audiencias, así de, estos mis Reinos como de los de Indias, a los Gobernadores, Corregidores, Contadores Mayores de Cuentas, o otros cualesquier Jueces de mi Casa y Corte y Chancillerías, a los Alcaydes de los Castillos, Casas, Fuertes y Llanas; a todos los Concejos, Alcaldes, Alguaciles, Merinos, Caballeros, Escuderos, Oficiales y Hombres Buenos de las Ciudades, Villas y Lugares de todos mis Reinos y Señoríos, y a los demás mis vasallos de cualesquier estado, condición, preeminencia o dignidad que sean, guarden y hagan guardar los expresados títulos de NOBLE, FIEL Y LEAL a la referida Villa de Riobamba, sin contravenir ni permitir que se contravenga a ello en cosa alguna. Y de este despacho se tomará razón en las Contadurías Generales de la Distribución de mi Real Hacienda y en la de mi Consejo de las Indias dentro de dos meses de su data, sin cuya formalidad será nulo y de ningún valor ni efecto. Dado en Madrid, a diez y ocho de Diciembre de mil ochocientos diez y siete.- YO EL REY.
    Yo Don Silvestre Collar, Secretario del Rey Nuestro Señor lo hice escribir por su mandado.- El Duque de Montemar, Conde de Garciez.- Joaquín de Mosquera y Figueroa.- Don Manuel María Junco.
    Tomose razón en la Contaduría General de la América Meridional. Madrid, 20 de Diciembre de 1817.- José de Texada.
    Registrado.- Juan Ant° de la Muñoza. Teniente de Gran Canciller.- Juan Ant° de la Muñoza.

    [1] Extraído del Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Número 10, Quito, Enero – Febrero de 1920. En “Documentos Históricos. Para la Historia de Riobamba. Una Rectificación” de Cristóbal de Gangotena y Jijón. Digitalizado por Francisco Núñez Proaño.

    [2] “Riobamba no fue, pues, en tiempos coloniales, nunca Ciudad (nunca se le concedió ese título), sin que esto quiera decir aminorar su importancia: Madrid, la Capital de España e Indias, es hasta hoy, villa.” C.G.J. La supuesta Real Cédula donde según el padre Juan de Velasco se le concede a Riobamba el título de “ciudad de San Pedro de Riobamba” y de “muy noble y muy leal”, así como su escudo de armas, no existe.

    [3] Gracias a las gestiones de don Martín Jerónimo José Manuel Joaquín Chiriboga y León (Marqués del Chimborazo, furibundo realista criollo), se otorgó a Riobamba el título de Noble, Fiel y Leal.





    C. L. A. M. O. R.: Guerrillas realistas
    Guerrillas realistas

    Se pueden distinguir en primer lugar los tipos de guerrillas que se componen de los habitantes autóctonos de su propia área de actuación, y que son las más numerosas y estaban formadas por indígenas generalmente; y cuyas poblaciones estarían integradas dentro de los territorios virreinales, como en el caso de los pastusos de Nueva Granada; o estarían integrados por indígenas de zonas periféricas de los virreinatos, como el caso de los araucanos del sur de Chile o los indios Guajira del Caribe neogranadino. En segundo lugar están algunas formaciones guerrilleras que tienen su origen en agrupaciones militares realistas que se han dispersado, y son del país pero no son autóctonos.


    En el escenario descrito más abajo, especialmente a lo que a los habitantes de Pasto y a los llaneros se refiere, es donde surge el decreto de “Guerra a Muerte” de Bolívar (dado en la ciudad de Trujillo el 13 de junio de 1813) con cuyos términos esperaba Simón Bolívar contrarrestar las acciones casi invencibles de los llaneros contra los criollos. En el período comprendido entre 1813 y 1814 tanto Bolívar, en el Norte, como Nariño, en el Sur, lograron, en empresas simultáneas, conducir los enfrentamientos entre “patriotas” y realistas al plano de una guerra de dimensiones continentales contra un enemigo común: España. Esto era lo que efectivamente se proponía el mencionado decreto de Bolívar. Aunque estaba dirigido a los venezolanos no dejaba de tener un halo de universalidad. En su parte final rezaba: “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables”. Si a alguien podían cobijar los términos del decreto era justamente a los pastusos por su doble condición de americanos y realistas. Que Venezuela era una nación en contienda lo afirmaba aquel otro pasaje del decreto que pretendía “... mostrar a las Naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América”. Lo cual deja patente, una vez más, la visión clasista de Bolívar al considerar únicamente como “hijos de América” a sus partidarios, cuando la realidad estaba tan lejana de sus afirmaciones propagandísticas.


    En Venezuela, tras el triunfo inicial independentista, las guerrillas de Siquisique, en la Provincia de Coro, al mando de Juan de los Reyes Vargas, apoyaron la llegada de una compañía del Cuerpo de Marina de Puerto Rico al mando del capitán de fragata Juan Domingo de Monteverde y Ribas, y tras su desaparición, los restos de las milicias realistas de esclavos y de llaneros se consolidaron en el territorio de los Llanos para formar un verdadero ejército que al mando de José Tomás Bobes que destruiría los ejércitos independentistas dominando toda Venezuela, antes y sin apoyo de la expedición española de Pablo Morillo y Morillo. Tras la caída de Puerto Cabello en 1823, las guerrillas siguieron actuando hasta el año 1829, y apoyaron una última incursión del Coronel Arizabalo.


    En la Región de Pasto, al sur de Nueva Granada, las guerrillas serán dirigidas por el General Agustín Aqualongo hasta junio de 1824, cuando es hecho prisionero y ajusticiado. Las guerrillas combatirán hasta el año 1830.


    San Juan de Pasto, donde nació Agualongo, es una ciudad llena de iglesias del barroco virreinal y se caracterizó por su fidelidad al Rey hasta el final. El autor Indalecio Liévano Aguirre indica que se trataba de una “población compuesta por la unión de esclavos fugitivos del Valle del Cauca con indios nativos del Valle del Patía.” Si el grito de independencia se dio en 1810, todavía en 1824 resistía Agustín Agualongo, a quien para cuando le llegó de Madrid el despacho de Brigadier General de los Reales Ejércitos, ya había sido fusilado por los liberales independentistas. La ciudad de Pasto había sido un bastión realista desde el comienzo de la emancipación neogranadina, el territorio entre Quito y Popayán estaba en poder de las guerrillas pastusas quienes destruyeron varios ejércitos “patriotas”. Llegaron a ser un componente muy importante de las guerrillas realistas que terminarían por propinarle a Nariño y a su ejército el estruendoso descalabro de 1814 con el cual se cerraría el primer ciclo de la oposición de Pasto a la independencia. La resistencia de la población unida a las guerrillas realistas bajo jefes como Agustín Agualongo lograron mantener su independencia por mucho tiempo. Luego, por ese realismo que aunque pasados tantos años todavía hoy se respira, fue objeto de un tratamiento brutal por parte del Ejército de Bolívar. Aún hoy los habitantes de Pasto declaran que perdieron en su intento de ser libres en una comarca donde Dios, el Rey y el trabajo honrado los sustentaban el pan diario en medio de la alegría de hermanos.


    Ya el 4 de abril del año 1814, el Cabildo de Pasto responde a una misiva del General Antonio Nariño, en la cual conminaba al pueblo del Sur a deponer las armas y acoger las nuevas ideas independentistas so pena de ser víctimas de una incursión por parte de los ejércitos libertadores. Los pastusos responden con franqueza e hidalguía: “Nosotros hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres. De fuera nos han venido las perturbaciones y los días de tribulación...”


    A comienzos de la década del veinte los realistas prácticamente tenían completo dominio sobre la antigua Gobernación de Popayán, aunque el área marcadamente realista se encontraba al sur, cubriendo desde Popayán hasta Pasto, pasando por el Valle del Patía. Para Bolívar, y en general para todos los “patriotas” colombianos, era prioritario liberar esta zona, pues entendían que solo una acción combinada por el norte y por el sur permitiría someter a los realistas refugiados en Quito. La misión fue encomendada al general Manuel Valdés, quien no contó con un ejército fuerte que permitiera enfrentar a las guerrillas del Patía o a los irregulares ejércitos pastusos que, comandados por el coronel Basilio García, se movilizaban gracias —decían ellos— al fanatismo que les generaba los sermones del obispo Salvador Jiménez de Padilla.


    La derrota de los ejércitos patriotas coincidió con la llegada de comisionados de Bogotá, quienes negociaron un armisticio que estableció una línea divisoria en el río Mayo, quedando la zona de Popayán en poder de los patriotas y la de Pasto en el del Rey, mientras que las guerrillas patianas fueron desmovilizadas.


    En la década de 1820 Pasto respondería con redoblada reacción a los intentos de los patriotas de dominar la provincia. De este período data la acción de la guerrilla realista, liderada por el General Realista pastuso Agustín Agualongo y responsable de la derrota del Mariscal Sucre (en la Batalla de Guachi del 12 de septiembre de 1821) antecedida por la victoria realista en la Localidad de Genoy (el 2 de febrero de 1821). La aniquilación de los “patriotas” en esta última contienda habría sido de grandísimas proporciones si no se hubiera producido el armisticio pactado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, cuyos términos ponían fin a la “Guerra a Muerte” que suponía el exterminio del enemigo. El armisticio disponía la regularización de la guerra y dentro de ésta, la preservación de la vida de los prisioneros.


    El episodio de la Batalla de Bomboná o Batalla de Cariaco, que nunca ganó Simón Bolívar, cuyo ejército huyó despavorido para regresar al Trapiche (Cauca). Aunque esto ha sido manipuladoramente narrado como “retirada heroica” de Simón Bolivar. Una retirada en la Bolivar dejó abandonados, en el caserío de Consacá a 200 heridos, entre ellos el General Torres, enviándole 2000 pesos al Comandante español para los gastos de los heridos mientras tardaba en volver...


    La población de Pasto, en masa, luchó contra el ejército de Bolivar. La guerrilla realista de Pasto volvería a emprender nuevas acciones en la segunda parte de 1822 como respuesta a las victorias de Bolívar y Sucre que condujeron a la capitulación de Quito y Pasto. En esta ocasión aquélla entraría a una fase muy singular. Sus líderes Agustín Agualongo y Benito Boves procederían (luego de la capitulación de Pasto en junio de 1822) a fugarse de la prisión y a tomar la ciudad, empresa en la que no contaron con el apoyo ni del clero ni de los notables aún cuando ésta se llevara a cabo en nombre de la causa del Rey.


    El fragor de la guerra duraría en Pasto hasta finales de 1822 al ocupar Sucre la capital provincial el 24 de diciembre de 1822. Sucre marchó a someter Pasto pero tuvo dificultades en el Guáitara y debió refugiarse, hasta superarlos, en Túquerres. Posteriormente paso el Guáitara, triunfó en Taindala y penetró en Pasto, el 24 de diciembre de 1822, en medio de crueles combates. A esto sucedería la siniestra “Nochebuena pastusa” en la que el ejército “patriota” cometió toda clase de desafueros, tan bárbaros que se presentaron como salvajes hordas destructivas, que asesinaron niños y violaron mujeres, entregados a la violencia con desesperación.


    La lectura de libro “Estudios sobre la Vida de Bolívar” del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los “patriotas” en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná “se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados al vórtice horripilante del Guaítara”. En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la “Nochebuena fastuosa” donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida. Pero se acallan las voces de la historia cuando toda ésta hecatombe pudo evitarse si Simón Bolívar hubiese hecho caso de las palabras de Santander al advertirle éste sobre lo equivocado que era manejar a Pasto como se lo proponía, pues llevaría a confrontaciones innecesarias. La historia ha demostrado que tales palabras no fueron escuchadas y que primó la terquedad de Bolívar.”


    El mismo jefe patriota Obando dice: “No sé cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre, la medida altamente impolítica y sobremanera cruel, de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada: las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho saliese a la calle llevando a su hija de la mano para entregada al soldado blanco, antes que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiadas, fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad ejecutados en un pueblo entero que de boca en boca ha trasmitido sus quejas a la posteridad.” [Francisco Zuluaga, José María Obando: De soldado realista a caudillo republicano (Bogotá: Banco Popular, 1988), y Guerrilla y sociedad en el Patía (Cali: Ed. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 1993).]


    “La esforzada resistencia de los pastusos habría inmortalizado la causa más santa ó más errónea, si no hubiera sido manchada por los más feroces hechos de sangrienta barbarie con que jamás se ha caracterizado la sociedad más inhumana; y en desdoro de las armas republicanas, fuerza es hacer constar que se ejercieron odiosas represalias, allí donde una generosa conmiseración por la humanidad habría sido, a no dudarlo, más prestigiosa que el ánimo de los rudos adversarios contra quienes luchaban para atraerlos a adoptar un sistema menos repugnante a la civilización. Prisioneros degollados a sangre fría, niños recién nacidos arrancados del pecho materno, la castidad virginal violada, campos talados y habitaciones incendiadas, son horrores que han manchado las páginas de la historia militar de las armas colombianas en la primera época de la guerra de la independencia; no menos que la de las campañas contra los pastusos, pues algunos de los jefes empleados en la pacificación de estos parecían haberse reservado la inhumana de emular al mismo Boves en terribles actos de sangrienta barbarie. Los prisioneros fueron a veces atados de dos en dos, espalda con espalda, y arrojados desde las altas cimas que dominan el Guáitara, sobre las escarpadas rocas que impiden el libre curso de su torrente, perdiéndose sin eco, entre las horribles vivas de los inhumanos sacrificadores y el ronco estrépito de las impetuosas aguas, los gritos desesperados de las víctimas. Estos atroces asesinatos, en el lenguaje de moda entonces, fueron llamados matrimonios, como para aumentar la tortura de aquellos infelices, tornándoles cruel el de suyo grato recuerdo de los lazos que los ligaron a la sociedad en los días de su dicha. Declaraciones de sus mismos verdugos han descorrido el velo que debiera siempre ocultar estas crueldades inauditas.” [Daniel Florencio O’Leary, Memorias (Caracas: 1879).]


    De ingrata recordación son las palabras de Bolívar escritas a Santander y la masacre de pastusos permitida por Sucre, que permanecen en la memoria colectiva y salen a relucir cuando el pueblo pastuso se siente golpeado o abandonado por el gobierno centralista. Bolívar dice en su carta enviada desde Potosí: “Los pastusos debe ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos…” [Jaime Álvarez S. J., citado por Francisco Insuasty Sansón, Antecedentes históricos de la Contraloría de Pasto 1937 – 2000 (Pasto: Printer, 2000), p. 38].


    Los historiadores tratan de justificar “el error histórico” de los pastusos aduciendo que la gesta libertadora, en su paso por Pasto, siempre lo hizo con la bayoneta de frente, con alevosía y sevicia, sin nunca tratar de entender las aspiraciones de este pueblo: Incendios, depredación, saqueo, hombres pastusos, amarrados por parejas y tirados al Río Güáitara, jóvenes y viejos arrancados de sus hogares y llevados de manera infame y burlesca a Junín y Ayacucho hicieron parte de la gesta emancipadora. Era tal el odio de los patriotas hacia los pastusos que, para completar el cuadro dantesco, hace 186 años, la noche del 24 de diciembre de 1822 el Gran Mariscal de Ayacucho, Sucre, de tan sólo 27 años de edad, permitió que la soldadesca del Batallón Rifles, hiciera lo que le diera en gana con Pasto y su población, en una jornada de sangre saqueo y locura de la que no escaparon niños, mujeres, ni viejos y en la que no se respetaron ni siquiera las iglesias. Por ejemplo, en el lugar donde hoy se encuentra la Catedral de Pasto, en tiempos pasados, estuvo la Capilla de San Francisco de Asís, destruida después de la profanación y saqueo que sufrió la ciudad durante los incidentes del 24 de diciembre de 1822.


    La violencia empleada por las tropas de Sucre para someter a los pastusos, los decretos de Bolívar, su aplicación por parte del Gral. Bartolomé Salóm y el Cnel. Juan José Flores y las represiones, fusilamientos, asesinatos y conscripciones forzadas llevados a cabo por este último, produjeron que se generalizara la rebelión en Pasto, ahora encabezada por Agustín Agualongo, quien derrotó a Flores en Anganoy el 12 de julio de 1823, haciéndolo huir a Popayán. Esto obligó al regreso de Bolívar, quien derrotó a Agualongo el 17 de julio de 1823 en Ibarra. Y nuevamente regresaron a Pasto las masacres.


    Leemos en las órdenes de Bolívar a Salóm: “Marchará Ud. a pacificar la Provincia de Pasto. Destruirá VS. a todos los bandidos que se han levantado contra la República. Mandará VS. partidas en todas direcciones, a destruir a estos facciosos. Las familias de todos ellos vendrán a Quito, para destinadas a Guayaquil. Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados. Los que se presenten serán expulsados del país y mandados a Guayaquil. No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la libertad. Se ofrecerá el territorio a las familias patriotas que lo quieran habitar. Las propiedades privadas de estos pueblos rebeldes, serán aplicadas a beneficio del ejército y del erario nacional.”


    Agualongo, fue fusilado en Popayán el 13 de julio de 1824, luego de haber sido herido en batalla y tomado preso en Barbacoas por el General José María Obando.


    En 1830 Sucre viajaba en una caravana que salió de Bogotá, integrada por el diputado Andrés García Téllez, hacendado de Cuenca, el sargento de caballería Lorenzo Caicedo, asistente de Sucre, el negro Francisco, sirviente de García, y dos arrieros con bestias de carga. Después de pasar por Popayán, el grupo de viajeros salió de La Venta (hoy La Unión), el 4 de junio de 1830. Al pasar por las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, era asesinado. En el proceso del crimen de Berruecos fueron inculpadas las siguientes personas: el coronel Apolinar Morillo, Andrés Rodríguez y José Cruz, soldados peruanos licenciados del ejército, y el tolimense José Gregorio Rodríguez. Los tres últimos trabajaban como peones de José Erazo, un mestizo de la provincia de Pasto, que se consideró uno de los cómplices del crimen. A los 10 años del asesinato de Sucre, José Erazo cayó prisionero en Pasto, y en los interrogatorios confesó el crimen. En el proceso se dictó sentencia de muerte para el coronel Apolinar Morillo, además se acusó al general José María Obando como autor principal del asesinato; el coronel Morillo, antes de subir al patíbulo, acusó también a Obando. Sin embargo, el crimen sigue sin esclarecerse, por el sinnúmero de factores condicionantes que hay a su alrededor: causas políticas, caudillistas, regionalistas e inclusive familiares. La esposa de Sucre, la marquesa de Solanda, volvió a casarse, cumplido el primer año de duelo, con el general Isidoro Barriga, quien había sido su subalterno.


    En Chile, Pedro Ordóñez de Ceballos nos cuenta de las guerrillas realistas, las guerrillas bajo los caudillos Vicente Benavides, Juan Manuel Picó, el coronel Senosiain y los hermanos Pincheira, con el apoyo de grupos mapuches “...como no fueran de tres naciones, Pijaos, Taironas y Araucos, que son las tres naciones de la gente más valiente de las indias…”. Los indígenas reches o araucanos -hoy mapuches-, pelearon por las banderas realistas, a sabiendas que la seguridad de justicia que tenían se perdería en el caso de la independencia, tal y como sucedió, y los pehuenches proseguirán la llamada guerra a muerte contra las autoridades de Santiago en territorio continental y en el norte de la Patagonia argentina. El general chileno Manuel Bulnes logró derrotarlos en la batalla de las lagunas de Epulafquen el 14 de enero de 1832 en territorio de la actual Provincia del Neuquén (Argentina). El bando realista contó con el apoyo de los lafkenches cuyos principales caciques eran Huenchukir, Lincopi y Cheukemilla. Y los pehuenches, liderados por Martín Toriano, Chuika y Juan Nekulman, apoyaron también a los realistas, lo mismo que los grupos del área de Xruf-Xruf y los boroanos. Así como se alinearon con los realistas los wenteches encabezados por Mariwán (o Marihuán) cacique del área de Victoria y Mangin Weno (o Mañil Bueno) y su hijo Ñgidol Toki Kilapán.


    Los hermanos Pincheira fueron cuatro hermanos y dos hermanas. Eran originarios de la Zona de Parral en Chillán: Santos (fallecido en 1823), Pablo, José, Antonio (nacido por 1804 y fallecido en 1884), Rosario y Teresa Pincheira. Todos fueron hijos de Martín Pincheira. En un principio trabajaron como inquilinos en la hacienda realista de Manuel de Zañartu. Antonio, el mayor, llegó a ser cabo del ejército realista y combatió en Maipú.


    El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela encargó al chileno Vicente Benavides para sostener la resistencia armada en las posesiones del sur, aprovechando el apoyo de los grupos indígenas. Benavides controló los territorios fronterizos al sur del río Biobío dividido en tres frentes. Los llanos centrales estaban a cargo de Benavides, el cura Juan Antonio Ferrebú comandó el sector costero y los hermanos Pincheira se dedicaron al área cordillerana.


    Benavides fue fusilado en 1822 y le sucedió por poco tiempo Juan Manuel Picó ya que fue asesinado en 1824, ese mismo año Ferrebú fue fusilado. Desde ese momento José Antonio Pincheira se mantuvo al frente de la guerrilla hasta su derrota en 1832.


    Si en un principio la guerrilla la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros buscados por los patriotas. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas y los abusos de la dictadura de O’Higgins llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa patriota, desesperada por la necesidad y falta de sueldo, según informes de la época, fue a dar también a sus filas.


    De esa forma, el contingente de los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes hablan de entre 500 y 1.000 hombres a caballo, todos estaban bajo un mando monolítico jerarquizado militarmente.


    Desde 1822 entraron en alianza con caciques pehuenches que le permitieron asentarse a ambos lados de la cordillera de los Andes. En tierras pehuenches actualmente correspondientes a la provincia argentina del Neuquén crearon una aldea de 6.000 habitantes en los ricos Valles de Varvarco donde llegaron a establecer un fortín y en Epulafquen. Los caciques Neculmán, El Mulato, Canumilla y Martín Toriano fueron aliados de los Pincheira.


    Entre 1817 y 1832 asaltaron numerosas veces Chillán, Parral, Linares hasta llegar a Talca, Curicó y San Fernando. Durante dos años, y tras una emboscada patriota, se radicaron en la Argentina y sus correrías alcanzaron a “Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires”, según el historiador Barros Arana.


    En 1823 Pablo y José Antonio Pincheira logran repeler el ataque de 1.000 soldados que atravesaron los pasos de Epulafquen y Pichachén al mando del coronel Clemente Lantaño y del sargento Carrero respectivamente.


    En 1825 el gobierno chileno comisionó al capitán Barnechea para intentar convencer a los Pincheira a que se integren al Ejército Chileno, además de ofrecer un tratado de paz a los caciques pehuenches. Estos caciques se reúnen en Cayanta y deciden aceptar la propuesta, pero sólo la cumplen los caciques Manquel (del Reñi Leuvú) y Lancamilla (de Malargüe), Caripil (del Nahueve) se mantiene neutral y Neculmán sigue aliado a los Pincheira. Poco después asaltan Parral comenzando la guerra a muerte.


    En 1827 atacaron el fuerte de Carmen de Patagones, izando la bandera española en él.


    Los Pincheira se mantuvieron como uno de los últimos bastiones realistas de Sudamérica.


    En Perú, las guerrillas realistas de Ica, Huamanga y Huancavélica, se desarrollan tras el repliegue del ejército de La Serna a su bastión de la Sierra. En el año de 1823 la creciente reputación de las armas reales lograron la adhesión de los pobladores de Tarma, Huancavelica, Acobamba, Palcamayo, Chupaca, Sicaya y muchos otras ciudades y villas de la Sierra Central peruana, el mismo virrey intervino en la organización de fuerzas irregulares que brindaron importantes servicios combatiendo a las guerrillas independentistas, informando de los movimientos enemigos y cubriendo las bajas que tan prolongada campaña causaba en el Ejército Real.


    Las guerrillas de Iquichanos continuaron su beligerancia contra el proyecto republicano más allá de la capitulación del virrey, bajo la dirección de Antonio Huachaca, líder indígena que empezó como combatiente contra la rebelión del Cuzco de 1814. Antonio Huachaca era un campesino indígena que luchó por la causa española, enfrentándose a los independentistas cuzqueños, en 1814. Huachaca juró defender a su Rey, a su patria España y a su Fe Católica. Tan grande fue su fidelidad y firmeza en el combate, que durante la Guerra de Separación, el Virrey lo recompensó ascendiéndolo al alto rango de Brigadier General de los Reales ejércitos del Perú. Tuvo, así mismo un papel destacado en la rebelión indígena de 1827 en Iquicha (Provincia de Ayacucho) que rechazó la república y reclamó el retorno de la monarquía española. Hay documentos en los que Huachaca explica que ve a las fuerzas independentistas y patriotas como extrañas, abusivas y hasta paganas. En esta rebelión indígena de 1827, Antonio Huachaca estuvo acompañado por otros líderes, todos ellos indígenas a excepción del francés Nicolás Soregui, comerciante y ex oficial del Ejército Español en Perú. Un movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el “infame gobierno de la patria” como ellos decían. Por esta razón las represalias no se hicieron esperar; “En castigo por su militancia realista, la Provincia de Huanta fue grabada en 1825 con un impuesto de 50.000 pesos por orden del Libertador” (Méndez: 1992, p. 23). Esta militancia leal y persistente era de vieja data y había sido reconocida en 1821, cuando el Virrey La Serna le otorgó a la ciudad un escudo con una divisa que rezaba “Jamás desfalleció”. Se originó, por parte de la República, una represión indiscriminada contra las comunidades Iquichanas.

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    Re: Hay “otro” bicentenario

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    La ruptura del Imperio Español

    El complejo proceso que condujo a la ruptura del Imperio Español y las independencias americanas.

    Conferencia de Manuel Lucena Giraldo, miembro de la Real Academia de la Historia e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

    Ciclo “El Trienio Constitucional, 1820-1823”.

    Fundación Mutua Madrileña.

    5 de diciembre de 2020.





    https://www.youtube.com/watch?v=1kZGV1AHTaY&t=1548s

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Riobamba: Noble, Fiel y Leal. Historia Secreta de América -10-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño


    Publico otra Real Cédula poco conocida y menos aún difundida. El documento habla por sí mismo:

    Real Cédula por la que se concede a la Villa de Riobamba los Títulos de Noble, Fiel y Leal con atención a su fidelidad y servicios en tiempos de la Revolución. [1]

    DON FERNANDO VII por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y de Milán, Conde de Absburgo, de Flandes, de Tirol, y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc., etc. En 22 de junio de 1813 dirigió al Presidente que fué de Quito, Don Toribio Montes, una representación documentada el Ayuntamiento de la Villa de Riobamba[2], en la que expuso y calificó que, desde el principio de las desgraciadas turbulencias de aquellas Provincias, dió pruebas auténticas del espíritu de rectitud y de fidelidad con que se condujo[3], dirigiendo todas sus miras a conservar ilesos mis Reales Derechos e impedir la introducción de un Gobierno opuesto a la subordinación y obediencia de su legítimo Soberano y de las Autoridades que lo representaban, contribuyendo con sus esfuerzos y ejemplo a reponer en su antigua tranquilidad las mismas Provincias, con riesgo de ser víctima de los causantes de la revolución; que luego que supo el Ayuntamiento que las Provincias de Guayaquil y Cuenca se oponían al sistema revolucionario de Quito, concibió esperanzas de que, unidas cuantas tropas y fuerzas pudiesen juntar a las de aquellas ciudades, sería posible la resistencia y destrucción del nuevo sistema, participó por Acta de 5 de Septiembre de 1809 a aquellos Gobernadores su proyecto y también a mi Virrey del Perú, quien en 6 de Noviembre, le contestó aprobando resolución tan noble y ofreció ponerla en mi Real noticia; que igualmente el Ayuntamiento inflamó los ánimos de los Corregidores de Ambato y Guaranda, los cuales se ofrecieron a sacrificar sus vidas por sostener la obediencia y fidelidad debidas a mi Real Persona; que por sus persuasiones, los Oficiales y soldados que guarnecían el punto de Alausí, y estaban destacados en los de Guaranda, al mando del Gobierno insurreccional, desistieron de su quimérico proyecto y se unieron a las tropas fieles de la misma Villa de Riobamba; que el propio Ayuntamiento franqueó la entrada del Exercito Real de Lima y Cuenca, dándole todos los auxilios necesarios para su internación a la Provincia de Ambato y Quito, sin los cuales hubiera sido imposible su entrada, siendo la Villa de Riobamba la primera que restableció el orden y puso en movimiento a la otras; y finalmente, haciendo una dilatada relación de la dura opresión que sufrió en tres años y tres meses en la segunda revolución de Quito; expuso había perdido sus fundos por falta de cultivo y los frutos no había podido vender en Guayaquil y Cuenca por la de comercio, y además dos mil bestias con que hacía su trata, todo lo cual manifestaba el noble esfuerzo con que la dicha Villa de Riobamba y los pueblos inmediatos habían sabido resistir los ataques de la seducción; en cuya atención solicitó me dignase concederla los títulos de NOBLE, FIEL Y LEAL, contemplándola el referido Presidente de Quito acreedora y digna de estas gracias. Y por quanto, vista esta instancia en mi Consejo de las Indias, he venido en acceder a ella a consulta de 16 de Octubre de 1815. Por tanto quiero y es mi voluntad que desde aquí en adelante pueda llamarse y nombrarse y se intitule y nombre la mencionada mi Villa de Riobamba NOBLE, FIEL Y LEAL, poniéndose así en todas las cartas, provisiones y privilegios que se le expidieren por mi y por los Reyes mis sucesores, y en todas las escrituras e instrumentos que pasaren ante los escribanos públicos de la misma Villa. Y por esta mi carta o su traslado, signado de escribano público, mando a los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos-Hombres, Priores de las Ordenes, Comendadores y Subcomendadores; a mis Consejos, Presidentes y Oidores de mis Reales Audiencias, así de, estos mis Reinos como de los de Indias, a los Gobernadores, Corregidores, Contadores Mayores de Cuentas, o otros cualesquier Jueces de mi Casa y Corte y Chancillerías, a los Alcaydes de los Castillos, Casas, Fuertes y Llanas; a todos los Concejos, Alcaldes, Alguaciles, Merinos, Caballeros, Escuderos, Oficiales y Hombres Buenos de las Ciudades, Villas y Lugares de todos mis Reinos y Señoríos, y a los demás mis vasallos de cualesquier estado, condición, preeminencia o dignidad que sean, guarden y hagan guardar los expresados títulos de NOBLE, FIEL Y LEAL a la referida Villa de Riobamba, sin contravenir ni permitir que se contravenga a ello en cosa alguna. Y de este despacho se tomará razón en las Contadurías Generales de la Distribución de mi Real Hacienda y en la de mi Consejo de las Indias dentro de dos meses de su data, sin cuya formalidad será nulo y de ningún valor ni efecto. Dado en Madrid, a diez y ocho de Diciembre de mil ochocientos diez y siete.- YO EL REY.
    Yo Don Silvestre Collar, Secretario del Rey Nuestro Señor lo hice escribir por su mandado.- El Duque de Montemar, Conde de Garciez.- Joaquín de Mosquera y Figueroa.- Don Manuel María Junco.
    Tomose razón en la Contaduría General de la América Meridional. Madrid, 20 de Diciembre de 1817.- José de Texada.
    Registrado.- Juan Ant° de la Muñoza. Teniente de Gran Canciller.- Juan Ant° de la Muñoza.

    [1] Extraído del Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Número 10, Quito, Enero – Febrero de 1920. En “Documentos Históricos. Para la Historia de Riobamba. Una Rectificación” de Cristóbal de Gangotena y Jijón. Digitalizado por Francisco Núñez Proaño.

    [2] “Riobamba no fue, pues, en tiempos coloniales, nunca Ciudad (nunca se le concedió ese título), sin que esto quiera decir aminorar su importancia: Madrid, la Capital de España e Indias, es hasta hoy, villa.” C.G.J. La supuesta Real Cédula donde según el padre Juan de Velasco se le concede a Riobamba el título de “ciudad de San Pedro de Riobamba” y de “muy noble y muy leal”, así como su escudo de armas, no existe.

    [3] Gracias a las gestiones de don Martín Jerónimo José Manuel Joaquín Chiriboga y León (Marqués del Chimborazo, furibundo realista criollo), se otorgó a Riobamba el título de Noble, Fiel y Leal.

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    C. L. A. M. O. R.: Guerrillas realistas
    Guerrillas realistas

    Se pueden distinguir en primer lugar los tipos de guerrillas que se componen de los habitantes autóctonos de su propia área de actuación, y que son las más numerosas y estaban formadas por indígenas generalmente; y cuyas poblaciones estarían integradas dentro de los territorios virreinales, como en el caso de los pastusos de Nueva Granada; o estarían integrados por indígenas de zonas periféricas de los virreinatos, como el caso de los araucanos del sur de Chile o los indios Guajira del Caribe neogranadino. En segundo lugar están algunas formaciones guerrilleras que tienen su origen en agrupaciones militares realistas que se han dispersado, y son del país pero no son autóctonos.


    En el escenario descrito más abajo, especialmente a lo que a los habitantes de Pasto y a los llaneros se refiere, es donde surge el decreto de “Guerra a Muerte” de Bolívar (dado en la ciudad de Trujillo el 13 de junio de 1813) con cuyos términos esperaba Simón Bolívar contrarrestar las acciones casi invencibles de los llaneros contra los criollos. En el período comprendido entre 1813 y 1814 tanto Bolívar, en el Norte, como Nariño, en el Sur, lograron, en empresas simultáneas, conducir los enfrentamientos entre “patriotas” y realistas al plano de una guerra de dimensiones continentales contra un enemigo común: España. Esto era lo que efectivamente se proponía el mencionado decreto de Bolívar. Aunque estaba dirigido a los venezolanos no dejaba de tener un halo de universalidad. En su parte final rezaba: “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables”. Si a alguien podían cobijar los términos del decreto era justamente a los pastusos por su doble condición de americanos y realistas. Que Venezuela era una nación en contienda lo afirmaba aquel otro pasaje del decreto que pretendía “... mostrar a las Naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América”. Lo cual deja patente, una vez más, la visión clasista de Bolívar al considerar únicamente como “hijos de América” a sus partidarios, cuando la realidad estaba tan lejana de sus afirmaciones propagandísticas.


    En Venezuela, tras el triunfo inicial independentista, las guerrillas de Siquisique, en la Provincia de Coro, al mando de Juan de los Reyes Vargas, apoyaron la llegada de una compañía del Cuerpo de Marina de Puerto Rico al mando del capitán de fragata Juan Domingo de Monteverde y Ribas, y tras su desaparición, los restos de las milicias realistas de esclavos y de llaneros se consolidaron en el territorio de los Llanos para formar un verdadero ejército que al mando de José Tomás Bobes que destruiría los ejércitos independentistas dominando toda Venezuela, antes y sin apoyo de la expedición española de Pablo Morillo y Morillo. Tras la caída de Puerto Cabello en 1823, las guerrillas siguieron actuando hasta el año 1829, y apoyaron una última incursión del Coronel Arizabalo.


    En la Región de Pasto, al sur de Nueva Granada, las guerrillas serán dirigidas por el General Agustín Aqualongo hasta junio de 1824, cuando es hecho prisionero y ajusticiado. Las guerrillas combatirán hasta el año 1830.


    San Juan de Pasto, donde nació Agualongo, es una ciudad llena de iglesias del barroco virreinal y se caracterizó por su fidelidad al Rey hasta el final. El autor Indalecio Liévano Aguirre indica que se trataba de una “población compuesta por la unión de esclavos fugitivos del Valle del Cauca con indios nativos del Valle del Patía.” Si el grito de independencia se dio en 1810, todavía en 1824 resistía Agustín Agualongo, a quien para cuando le llegó de Madrid el despacho de Brigadier General de los Reales Ejércitos, ya había sido fusilado por los liberales independentistas. La ciudad de Pasto había sido un bastión realista desde el comienzo de la emancipación neogranadina, el territorio entre Quito y Popayán estaba en poder de las guerrillas pastusas quienes destruyeron varios ejércitos “patriotas”. Llegaron a ser un componente muy importante de las guerrillas realistas que terminarían por propinarle a Nariño y a su ejército el estruendoso descalabro de 1814 con el cual se cerraría el primer ciclo de la oposición de Pasto a la independencia. La resistencia de la población unida a las guerrillas realistas bajo jefes como Agustín Agualongo lograron mantener su independencia por mucho tiempo. Luego, por ese realismo que aunque pasados tantos años todavía hoy se respira, fue objeto de un tratamiento brutal por parte del Ejército de Bolívar. Aún hoy los habitantes de Pasto declaran que perdieron en su intento de ser libres en una comarca donde Dios, el Rey y el trabajo honrado los sustentaban el pan diario en medio de la alegría de hermanos.


    Ya el 4 de abril del año 1814, el Cabildo de Pasto responde a una misiva del General Antonio Nariño, en la cual conminaba al pueblo del Sur a deponer las armas y acoger las nuevas ideas independentistas so pena de ser víctimas de una incursión por parte de los ejércitos libertadores. Los pastusos responden con franqueza e hidalguía: “Nosotros hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres. De fuera nos han venido las perturbaciones y los días de tribulación...”


    A comienzos de la década del veinte los realistas prácticamente tenían completo dominio sobre la antigua Gobernación de Popayán, aunque el área marcadamente realista se encontraba al sur, cubriendo desde Popayán hasta Pasto, pasando por el Valle del Patía. Para Bolívar, y en general para todos los “patriotas” colombianos, era prioritario liberar esta zona, pues entendían que solo una acción combinada por el norte y por el sur permitiría someter a los realistas refugiados en Quito. La misión fue encomendada al general Manuel Valdés, quien no contó con un ejército fuerte que permitiera enfrentar a las guerrillas del Patía o a los irregulares ejércitos pastusos que, comandados por el coronel Basilio García, se movilizaban gracias —decían ellos— al fanatismo que les generaba los sermones del obispo Salvador Jiménez de Padilla.


    La derrota de los ejércitos patriotas coincidió con la llegada de comisionados de Bogotá, quienes negociaron un armisticio que estableció una línea divisoria en el río Mayo, quedando la zona de Popayán en poder de los patriotas y la de Pasto en el del Rey, mientras que las guerrillas patianas fueron desmovilizadas.


    En la década de 1820 Pasto respondería con redoblada reacción a los intentos de los patriotas de dominar la provincia. De este período data la acción de la guerrilla realista, liderada por el General Realista pastuso Agustín Agualongo y responsable de la derrota del Mariscal Sucre (en la Batalla de Guachi del 12 de septiembre de 1821) antecedida por la victoria realista en la Localidad de Genoy (el 2 de febrero de 1821). La aniquilación de los “patriotas” en esta última contienda habría sido de grandísimas proporciones si no se hubiera producido el armisticio pactado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, cuyos términos ponían fin a la “Guerra a Muerte” que suponía el exterminio del enemigo. El armisticio disponía la regularización de la guerra y dentro de ésta, la preservación de la vida de los prisioneros.


    El episodio de la Batalla de Bomboná o Batalla de Cariaco, que nunca ganó Simón Bolívar, cuyo ejército huyó despavorido para regresar al Trapiche (Cauca). Aunque esto ha sido manipuladoramente narrado como “retirada heroica” de Simón Bolivar. Una retirada en la Bolivar dejó abandonados, en el caserío de Consacá a 200 heridos, entre ellos el General Torres, enviándole 2000 pesos al Comandante español para los gastos de los heridos mientras tardaba en volver...


    La población de Pasto, en masa, luchó contra el ejército de Bolivar. La guerrilla realista de Pasto volvería a emprender nuevas acciones en la segunda parte de 1822 como respuesta a las victorias de Bolívar y Sucre que condujeron a la capitulación de Quito y Pasto. En esta ocasión aquélla entraría a una fase muy singular. Sus líderes Agustín Agualongo y Benito Boves procederían (luego de la capitulación de Pasto en junio de 1822) a fugarse de la prisión y a tomar la ciudad, empresa en la que no contaron con el apoyo ni del clero ni de los notables aún cuando ésta se llevara a cabo en nombre de la causa del Rey.


    El fragor de la guerra duraría en Pasto hasta finales de 1822 al ocupar Sucre la capital provincial el 24 de diciembre de 1822. Sucre marchó a someter Pasto pero tuvo dificultades en el Guáitara y debió refugiarse, hasta superarlos, en Túquerres. Posteriormente paso el Guáitara, triunfó en Taindala y penetró en Pasto, el 24 de diciembre de 1822, en medio de crueles combates. A esto sucedería la siniestra “Nochebuena pastusa” en la que el ejército “patriota” cometió toda clase de desafueros, tan bárbaros que se presentaron como salvajes hordas destructivas, que asesinaron niños y violaron mujeres, entregados a la violencia con desesperación.


    La lectura de libro “Estudios sobre la Vida de Bolívar” del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los “patriotas” en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná “se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados al vórtice horripilante del Guaítara”. En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la “Nochebuena fastuosa” donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida. Pero se acallan las voces de la historia cuando toda ésta hecatombe pudo evitarse si Simón Bolívar hubiese hecho caso de las palabras de Santander al advertirle éste sobre lo equivocado que era manejar a Pasto como se lo proponía, pues llevaría a confrontaciones innecesarias. La historia ha demostrado que tales palabras no fueron escuchadas y que primó la terquedad de Bolívar.”


    El mismo jefe patriota Obando dice: “No sé cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre, la medida altamente impolítica y sobremanera cruel, de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada: las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho saliese a la calle llevando a su hija de la mano para entregada al soldado blanco, antes que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiadas, fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad ejecutados en un pueblo entero que de boca en boca ha trasmitido sus quejas a la posteridad.” [Francisco Zuluaga, José María Obando: De soldado realista a caudillo republicano (Bogotá: Banco Popular, 1988), y Guerrilla y sociedad en el Patía (Cali: Ed. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 1993).]


    “La esforzada resistencia de los pastusos habría inmortalizado la causa más santa ó más errónea, si no hubiera sido manchada por los más feroces hechos de sangrienta barbarie con que jamás se ha caracterizado la sociedad más inhumana; y en desdoro de las armas republicanas, fuerza es hacer constar que se ejercieron odiosas represalias, allí donde una generosa conmiseración por la humanidad habría sido, a no dudarlo, más prestigiosa que el ánimo de los rudos adversarios contra quienes luchaban para atraerlos a adoptar un sistema menos repugnante a la civilización. Prisioneros degollados a sangre fría, niños recién nacidos arrancados del pecho materno, la castidad virginal violada, campos talados y habitaciones incendiadas, son horrores que han manchado las páginas de la historia militar de las armas colombianas en la primera época de la guerra de la independencia; no menos que la de las campañas contra los pastusos, pues algunos de los jefes empleados en la pacificación de estos parecían haberse reservado la inhumana de emular al mismo Boves en terribles actos de sangrienta barbarie. Los prisioneros fueron a veces atados de dos en dos, espalda con espalda, y arrojados desde las altas cimas que dominan el Guáitara, sobre las escarpadas rocas que impiden el libre curso de su torrente, perdiéndose sin eco, entre las horribles vivas de los inhumanos sacrificadores y el ronco estrépito de las impetuosas aguas, los gritos desesperados de las víctimas. Estos atroces asesinatos, en el lenguaje de moda entonces, fueron llamados matrimonios, como para aumentar la tortura de aquellos infelices, tornándoles cruel el de suyo grato recuerdo de los lazos que los ligaron a la sociedad en los días de su dicha. Declaraciones de sus mismos verdugos han descorrido el velo que debiera siempre ocultar estas crueldades inauditas.” [Daniel Florencio O’Leary, Memorias (Caracas: 1879).]


    De ingrata recordación son las palabras de Bolívar escritas a Santander y la masacre de pastusos permitida por Sucre, que permanecen en la memoria colectiva y salen a relucir cuando el pueblo pastuso se siente golpeado o abandonado por el gobierno centralista. Bolívar dice en su carta enviada desde Potosí: “Los pastusos debe ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos…” [Jaime Álvarez S. J., citado por Francisco Insuasty Sansón, Antecedentes históricos de la Contraloría de Pasto 1937 – 2000 (Pasto: Printer, 2000), p. 38].


    Los historiadores tratan de justificar “el error histórico” de los pastusos aduciendo que la gesta libertadora, en su paso por Pasto, siempre lo hizo con la bayoneta de frente, con alevosía y sevicia, sin nunca tratar de entender las aspiraciones de este pueblo: Incendios, depredación, saqueo, hombres pastusos, amarrados por parejas y tirados al Río Güáitara, jóvenes y viejos arrancados de sus hogares y llevados de manera infame y burlesca a Junín y Ayacucho hicieron parte de la gesta emancipadora. Era tal el odio de los patriotas hacia los pastusos que, para completar el cuadro dantesco, hace 186 años, la noche del 24 de diciembre de 1822 el Gran Mariscal de Ayacucho, Sucre, de tan sólo 27 años de edad, permitió que la soldadesca del Batallón Rifles, hiciera lo que le diera en gana con Pasto y su población, en una jornada de sangre saqueo y locura de la que no escaparon niños, mujeres, ni viejos y en la que no se respetaron ni siquiera las iglesias. Por ejemplo, en el lugar donde hoy se encuentra la Catedral de Pasto, en tiempos pasados, estuvo la Capilla de San Francisco de Asís, destruida después de la profanación y saqueo que sufrió la ciudad durante los incidentes del 24 de diciembre de 1822.


    La violencia empleada por las tropas de Sucre para someter a los pastusos, los decretos de Bolívar, su aplicación por parte del Gral. Bartolomé Salóm y el Cnel. Juan José Flores y las represiones, fusilamientos, asesinatos y conscripciones forzadas llevados a cabo por este último, produjeron que se generalizara la rebelión en Pasto, ahora encabezada por Agustín Agualongo, quien derrotó a Flores en Anganoy el 12 de julio de 1823, haciéndolo huir a Popayán. Esto obligó al regreso de Bolívar, quien derrotó a Agualongo el 17 de julio de 1823 en Ibarra. Y nuevamente regresaron a Pasto las masacres.


    Leemos en las órdenes de Bolívar a Salóm: “Marchará Ud. a pacificar la Provincia de Pasto. Destruirá VS. a todos los bandidos que se han levantado contra la República. Mandará VS. partidas en todas direcciones, a destruir a estos facciosos. Las familias de todos ellos vendrán a Quito, para destinadas a Guayaquil. Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados. Los que se presenten serán expulsados del país y mandados a Guayaquil. No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la libertad. Se ofrecerá el territorio a las familias patriotas que lo quieran habitar. Las propiedades privadas de estos pueblos rebeldes, serán aplicadas a beneficio del ejército y del erario nacional.”


    Agualongo, fue fusilado en Popayán el 13 de julio de 1824, luego de haber sido herido en batalla y tomado preso en Barbacoas por el General José María Obando.


    En 1830 Sucre viajaba en una caravana que salió de Bogotá, integrada por el diputado Andrés García Téllez, hacendado de Cuenca, el sargento de caballería Lorenzo Caicedo, asistente de Sucre, el negro Francisco, sirviente de García, y dos arrieros con bestias de carga. Después de pasar por Popayán, el grupo de viajeros salió de La Venta (hoy La Unión), el 4 de junio de 1830. Al pasar por las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, era asesinado. En el proceso del crimen de Berruecos fueron inculpadas las siguientes personas: el coronel Apolinar Morillo, Andrés Rodríguez y José Cruz, soldados peruanos licenciados del ejército, y el tolimense José Gregorio Rodríguez. Los tres últimos trabajaban como peones de José Erazo, un mestizo de la provincia de Pasto, que se consideró uno de los cómplices del crimen. A los 10 años del asesinato de Sucre, José Erazo cayó prisionero en Pasto, y en los interrogatorios confesó el crimen. En el proceso se dictó sentencia de muerte para el coronel Apolinar Morillo, además se acusó al general José María Obando como autor principal del asesinato; el coronel Morillo, antes de subir al patíbulo, acusó también a Obando. Sin embargo, el crimen sigue sin esclarecerse, por el sinnúmero de factores condicionantes que hay a su alrededor: causas políticas, caudillistas, regionalistas e inclusive familiares. La esposa de Sucre, la marquesa de Solanda, volvió a casarse, cumplido el primer año de duelo, con el general Isidoro Barriga, quien había sido su subalterno.


    En Chile, Pedro Ordóñez de Ceballos nos cuenta de las guerrillas realistas, las guerrillas bajo los caudillos Vicente Benavides, Juan Manuel Picó, el coronel Senosiain y los hermanos Pincheira, con el apoyo de grupos mapuches “...como no fueran de tres naciones, Pijaos, Taironas y Araucos, que son las tres naciones de la gente más valiente de las indias…”. Los indígenas reches o araucanos -hoy mapuches-, pelearon por las banderas realistas, a sabiendas que la seguridad de justicia que tenían se perdería en el caso de la independencia, tal y como sucedió, y los pehuenches proseguirán la llamada guerra a muerte contra las autoridades de Santiago en territorio continental y en el norte de la Patagonia argentina. El general chileno Manuel Bulnes logró derrotarlos en la batalla de las lagunas de Epulafquen el 14 de enero de 1832 en territorio de la actual Provincia del Neuquén (Argentina). El bando realista contó con el apoyo de los lafkenches cuyos principales caciques eran Huenchukir, Lincopi y Cheukemilla. Y los pehuenches, liderados por Martín Toriano, Chuika y Juan Nekulman, apoyaron también a los realistas, lo mismo que los grupos del área de Xruf-Xruf y los boroanos. Así como se alinearon con los realistas los wenteches encabezados por Mariwán (o Marihuán) cacique del área de Victoria y Mangin Weno (o Mañil Bueno) y su hijo Ñgidol Toki Kilapán.


    Los hermanos Pincheira fueron cuatro hermanos y dos hermanas. Eran originarios de la Zona de Parral en Chillán: Santos (fallecido en 1823), Pablo, José, Antonio (nacido por 1804 y fallecido en 1884), Rosario y Teresa Pincheira. Todos fueron hijos de Martín Pincheira. En un principio trabajaron como inquilinos en la hacienda realista de Manuel de Zañartu. Antonio, el mayor, llegó a ser cabo del ejército realista y combatió en Maipú.


    El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela encargó al chileno Vicente Benavides para sostener la resistencia armada en las posesiones del sur, aprovechando el apoyo de los grupos indígenas. Benavides controló los territorios fronterizos al sur del río Biobío dividido en tres frentes. Los llanos centrales estaban a cargo de Benavides, el cura Juan Antonio Ferrebú comandó el sector costero y los hermanos Pincheira se dedicaron al área cordillerana.


    Benavides fue fusilado en 1822 y le sucedió por poco tiempo Juan Manuel Picó ya que fue asesinado en 1824, ese mismo año Ferrebú fue fusilado. Desde ese momento José Antonio Pincheira se mantuvo al frente de la guerrilla hasta su derrota en 1832.


    Si en un principio la guerrilla la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros buscados por los patriotas. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas y los abusos de la dictadura de O’Higgins llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa patriota, desesperada por la necesidad y falta de sueldo, según informes de la época, fue a dar también a sus filas.


    De esa forma, el contingente de los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes hablan de entre 500 y 1.000 hombres a caballo, todos estaban bajo un mando monolítico jerarquizado militarmente.


    Desde 1822 entraron en alianza con caciques pehuenches que le permitieron asentarse a ambos lados de la cordillera de los Andes. En tierras pehuenches actualmente correspondientes a la provincia argentina del Neuquén crearon una aldea de 6.000 habitantes en los ricos Valles de Varvarco donde llegaron a establecer un fortín y en Epulafquen. Los caciques Neculmán, El Mulato, Canumilla y Martín Toriano fueron aliados de los Pincheira.


    Entre 1817 y 1832 asaltaron numerosas veces Chillán, Parral, Linares hasta llegar a Talca, Curicó y San Fernando. Durante dos años, y tras una emboscada patriota, se radicaron en la Argentina y sus correrías alcanzaron a “Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires”, según el historiador Barros Arana.


    En 1823 Pablo y José Antonio Pincheira logran repeler el ataque de 1.000 soldados que atravesaron los pasos de Epulafquen y Pichachén al mando del coronel Clemente Lantaño y del sargento Carrero respectivamente.


    En 1825 el gobierno chileno comisionó al capitán Barnechea para intentar convencer a los Pincheira a que se integren al Ejército Chileno, además de ofrecer un tratado de paz a los caciques pehuenches. Estos caciques se reúnen en Cayanta y deciden aceptar la propuesta, pero sólo la cumplen los caciques Manquel (del Reñi Leuvú) y Lancamilla (de Malargüe), Caripil (del Nahueve) se mantiene neutral y Neculmán sigue aliado a los Pincheira. Poco después asaltan Parral comenzando la guerra a muerte.


    En 1827 atacaron el fuerte de Carmen de Patagones, izando la bandera española en él.


    Los Pincheira se mantuvieron como uno de los últimos bastiones realistas de Sudamérica.


    En Perú, las guerrillas realistas de Ica, Huamanga y Huancavélica, se desarrollan tras el repliegue del ejército de La Serna a su bastión de la Sierra. En el año de 1823 la creciente reputación de las armas reales lograron la adhesión de los pobladores de Tarma, Huancavelica, Acobamba, Palcamayo, Chupaca, Sicaya y muchos otras ciudades y villas de la Sierra Central peruana, el mismo virrey intervino en la organización de fuerzas irregulares que brindaron importantes servicios combatiendo a las guerrillas independentistas, informando de los movimientos enemigos y cubriendo las bajas que tan prolongada campaña causaba en el Ejército Real.


    Las guerrillas de Iquichanos continuaron su beligerancia contra el proyecto republicano más allá de la capitulación del virrey, bajo la dirección de Antonio Huachaca, líder indígena que empezó como combatiente contra la rebelión del Cuzco de 1814. Antonio Huachaca era un campesino indígena que luchó por la causa española, enfrentándose a los independentistas cuzqueños, en 1814. Huachaca juró defender a su Rey, a su patria España y a su Fe Católica. Tan grande fue su fidelidad y firmeza en el combate, que durante la Guerra de Separación, el Virrey lo recompensó ascendiéndolo al alto rango de Brigadier General de los Reales ejércitos del Perú. Tuvo, así mismo un papel destacado en la rebelión indígena de 1827 en Iquicha (Provincia de Ayacucho) que rechazó la república y reclamó el retorno de la monarquía española. Hay documentos en los que Huachaca explica que ve a las fuerzas independentistas y patriotas como extrañas, abusivas y hasta paganas. En esta rebelión indígena de 1827, Antonio Huachaca estuvo acompañado por otros líderes, todos ellos indígenas a excepción del francés Nicolás Soregui, comerciante y ex oficial del Ejército Español en Perú. Un movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el “infame gobierno de la patria” como ellos decían. Por esta razón las represalias no se hicieron esperar; “En castigo por su militancia realista, la Provincia de Huanta fue grabada en 1825 con un impuesto de 50.000 pesos por orden del Libertador” (Méndez: 1992, p. 23). Esta militancia leal y persistente era de vieja data y había sido reconocida en 1821, cuando el Virrey La Serna le otorgó a la ciudad un escudo con una divisa que rezaba “Jamás desfalleció”. Se originó, por parte de la República, una represión indiscriminada contra las comunidades Iquichanas.

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    Re: Hay “otro” bicentenario



    El Catoblepasnúmero 109 • marzo 2011 • página 11
    Origen y significado
    de las Juntas Hispano-americanas de 1810


    Ramón Peralta Martínez

    Texto base de la conferencia pronunciada el 16 de diciembre de 2010, en el Centro Riojano de Madrid, organizada por Nódulo materialista


    1. Verdaderas causas de la revolución hispano-americana
    En 1810 se erigen en importantes ciudades hispano-americanas una serie de Juntas populares de Gobierno que vienen a sustituir a los gobiernos coloniales constituidos. Con la constitución de estas Juntas se inicia un proceso político revolucionario que acabará derivando años más tarde en la separación total de la América hispana respecto de su metrópoli europea, España, y, también, en la disgregación de la unidad de Hispano-América con la proclamación de independencia de nuevas naciones como Estados soberanos, nuevas naciones soberanas que, en general, serán la evolución independiente de los antiguos virreinatos y capitanías generales en que se organizaba político-administrativamente el Reino de Indias.
    Mucho se ha escrito sobre las Juntas que se constituyeron en las ciudades de Caracas, Cartagena de Indias, Buenos Aires, Santafé de Bogotá, Santiago de Chile y Quito entre abril y septiembre de 1810, incluso se ha afirmado que la creación de esas tempranas y revolucionarias Juntas de Gobierno respondían a un «natural» impulso separatista respecto de España. Pero nada más lejos de la realidad. El movimiento juntista hispano-americano solo se concibe dentro del proceso político hispánico referido a la ocupación napoleónica y a la consiguiente reacción del pueblo español frente a dicha agresión acaecida en la primavera de 1808. Esa reacción, ese movimiento de resistencia antifrancesa que surge en multitud de ciudades españolas, se articulará con la creación de Juntas patrióticas como expresión del autogobierno popular en sus territorios, que proclaman la independencia de la nación española, una nación que se encuentra sin su rey legítimo, Fernando VII, retenido en Francia por Napoleón quien decide sustituirle por su hermano José Bonaparte. Las Juntas territoriales niegan la legitimidad de ese nombramiento entendido como una usurpación y acuerdan constituir una Junta Central Suprema como órgano de gobierno de la España libre depositario de la soberanía y conformado por representantes de las Juntas territoriales.
    El pueblo español asume la soberanía que es a quien revierte al desaparecer el rey legítimo siendo como es que la tradición política hispánica expresada por los doctos varones de la Escuela de Salamanca (Suárez, Vitoria, Mariana, Vázquez de Menchaca) afirma con nitidez que la soberanía reside en la comunidad del pueblo desde donde se deriva al rey como gobernante legítimo.
    La Junta Central, con sede en Sevilla durante todo el año 2009, dirige la guerra de independencia frente al ejército más poderoso de Europa. Pero en enero de 2010 las tropas francesas consiguen irrumpir en Andalucía y ocupar finalmente la ciudad de Sevilla. La Junta Central se disuelve y se acuerda la creación de un Consejo de Regencia como órgano soberano de gobierno sucesor de aquella Junta que se instala en la ciudad libre de Cádiz que no pudo ser capturada por el invasor napoleónico.
    ¿Qué sucedía entre tanto en la América Española? Lo primero que debe responderse a este interrogante es que fue el principio de adhesión leal al rey legítimo, Fernando VII, el elemento determinante de la revolución hispano-americana que se iniciaba en aquel año de 1810, una adhesión en bloque como «Reino de Indias», una de las dos partes constituyentes de la Monarquía Hispánica desde el siglo XVI: España e Indias; concretamente desde la Real Cédula de 1519 emitida por el rey Carlos I, documento en el que se autodeniega su potestad de autodisposición y la de sus sucesores los reyes de España respecto de las Islas y Tierras americanas, desde entonces nombrado oficialmente como Reino de Indias{1}. Desde ese momento se concibe Hispano-América primero como una unidad que no debe ser dividida ni amputada y, segundo, como una entidad diferenciada de España constituida por el territorio peninsular e islas adyacentes. Así pues, el rey de España gobierna legítimamente sobre dos territorios diferenciados y unitarios, España e Indias, unidos bajo una misma corona.
    Entonces lo que se proclama unánimemente en Hispano-América como Reino de Indias aquel año de 1810 es el reconocimiento y mantenimiento de la monarquía legítima representada por Fernando VII como única cabeza del espacio unitario y diferenciado que es Hispano-América. La proclamación de fidelidad a Fernando VII{2} supone el rechazo frontal del espurio e ilegítimo rey francés impuesto, José Bonaparte como usurpador, falso rey. Y es que la revolución hispano-americana no fue en absoluto antihispánica, siendo una variante regional de la revolución española que en aquellos momentos tenía lugar en la Península. A lo que se aspiraba en el nuevo mundo era a una unión más perfecta y consentida con la metrópoli con la finalidad de conseguir un reajuste político-administrativo general de la monarquía y, particularmente, obtener una mayor igualdad y una mayor autonomía pero siempre de la unidad general hispánica. Fueron causas posteriores las que desviaron la dirección inicial de la revolución americana que son las dieron el carácter separatista y disgregador final.
    La independencia de Estados Unidos, acaecida ya hace más de tres décadas, no fue causa determinante de la revolución hispano-americana de 1810 siendo ésta un movimiento político autóctono de reajuste hispánico y no de separación precipitado por la invasión napoleónica de la Península. Tampoco la desigualdad entre criollos y españoles para la provisión de cargos públicos justificó la revolución americana pues nunca existió desigualdad jurídica formal entre españoles europeos y españoles americanos (criollos y mestizos). La selección de los cargos públicos dependía esencialmente del criterio y las preferencias del gobernante de turno algo que no tenía que ver con el "sistema de gobierno". Algunos "clásicos" invocan también el monopolio comercial como causa determinante de la revolución americana. Primero hay que decir que todas las naciones colonizadoras de Europa consideraban el monopolio como sistema principal. Además, el libre comercio no beneficiaba más que a algunas zonas de Hispano-América como sucedía sólo con ciudades portuarias exportadoras. Las trabas comerciales, sin embargo, beneficiaban a muchas regiones permitiendo el desarrollo de industrias rudimentarias o nacientes. Las industrias manufactureras se sentían más protegidas con el sistema de monopolio mientras que en las regiones de economía ganadera o minera se tenía más interés en la libertad de cambios.
    Podemos destacar algunas causas que influyeron determinantemente en el cambio político: la crítica del favoritismo de los gobernantes peninsulares en la designación de cargos públicos; el déficit permanente en la hacienda pública debido sobre todo a las guerras internacionales y también a la debilidad de la industria y la falta de marina mercante; el mal funcionamiento de la administración de justicia bajo un régimen lento, de expediente difícil; el estado de guerras continuas en el que se encontraba España a causa de la perjudicial alianza contraida con Francia; el centralismo cada vez más acentuado de los Borbones, así como la influencia de las reformas y nuevas corrientes filosófico-políticas que recorría Europa a finales del siglo XVIII.
    Otros motivos que también marcaban la tendencia a los cambios eran la coexistencia problemática entre razas y subrazas, oponiéndose siempre los criollos a la elevación de aquellas personas cuya filiación consideraban dudosa; la gran diferenciación geográfica en el inmenso espacio hispano-americano conviniendo a algunas provincias un régimen de libertad comercial y a otras un régimen de trabas; la situación privilegiada que reclamaban los descendientes de conquistadores y primeros pobladores y los nobles venidos a América desde España con relación a las gentes trabajadoras o, incluso, los problemas derivados de la expulsión de los jesuitas.
    Sin duda alguna el concreto motivo desencadenante de la revolución hispánica en su conjunto euro-americano será la usurpación napoleónica ejecutada a primeros de mayo de 1808 con la retención del rey Fernando VII en suelo francés y obligado a ceder la Corona de España a Napoleón Bonaparte quien a su vez la otorgó a su hermano José. Fue una España sin rey legítimo la que se levantó casi unánimemente contra el usurpador-invasor francés, emprendiendo junto a la también conmovida Hispano-América –la otra parte constitutiva de la Monarquía Hispánica– el movimiento dirigido a reformar el orden político existente en orden a reorganizar dicha monarquía sobre bases constitucionales en superación del carácter absolutista-centralista de la misma.
    La revolución americana surge a partir del principio de adhesión al rey legítimo, Fernando VII, con el consiguiente rechazo del usurpador francés. Como hemos dicho no existe ningún ánimo separatista en el seno de las Juntas patrióticas que se forman entre abril y septiembre de 1810. Serían causas posteriores las que, años más tarde, harán desembocar la revolución en la independencia absoluta respecto de España cuando en 1810 eran muy pocos los criollos separatistas.
    2. La Junta de Cádiz y la formación de las Juntas Hispano-americanas
    Entre abril y septiembre de 1810 se produce en la América hispana un movimiento político juntista que afecta a importantes de la misma aunque sin llegar a ser general. La formación de una serie de Juntas patrióticas de autogobierno es lo que inicia la revolución americana, como hemos visto, una revolución estrechamente ligada a lo que sucede en la metrópoli en aquellos mismos años. Y es que el detonante de la explosión juntista de 1810 son los sucesos que tienen lugar en España en los dos primeros meses de ese año. El 31 de enero se disuelve la Junta Central como órgano de gobierno de la España libre a la vez que se constituye el Consejo de Regencia que sustituye a aquella autoridad.
    Pero, y aquí viene el dato fundamental respecto del juntismo hispano-americano, el día 27 de ese mismo enero se constituye la Junta Popular o Ciudadana de Cádiz, una Junta que desde su instalación se colocó, respecto a América, en la misma posición preponderante que había ganado la Junta de Sevilla desde 1808 una vez que esta ciudad fue el ejército francés. El Consejo de Regencia actuaba sin duda muy condicionado por las exigencias de la Junta gaditana. Así, los emisarios que la regencia envió a los territorios americanos para gestionar el reconocimiento de su autoridad heredera de la Junta Central también portaron comisión de la Junta de Cádiz para promover su régimen provisional y ciudadano de gobierno. Este dato es capital para poder comprender los sucesos revolucionarios que condujeron a la formación de las Juntas ciudadanas de gobierno en distintas ciudades hispano-americanas.
    A primeros de marzo de 1810 parten de Cádiz en misión del Consejo de Regencia para los territorios de Venezuela, Nueva Granada, y Perú Carlos Montúfar, Antonio Villavicencio y José de Cos Iriberri. Estos señores, además de las instrucciones que traían de la Regencia y que los otorgaba representación oficial, eran portadores de la «Proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española». Esta Proclama debe entenderse en el marco del proceso juntista-revolucionario español iniciado en la primavera de 1808 tras la defección del rey Fernando y la verificación de la ocupación francesa del país, un proceso en el que las Juntas se reclaman depositarias de la soberanía en ausencia de rey legítimo. La Proclama gaditana se caracteriza por un fuerte sentido crítico respecto del «mal gobierno» de la Junta Central y, reconociendo la autoridad suprema del Consejo de Regencia, justifica su instalación por la necesidad de establecer mayores garantías para la libertad civil de españoles y americanos. Podemos extractar un párrafo especialmente trascendente en relación a los hechos que posteriormente sucederán en territorio americano:
    «Mas para que el gobierno de Cádiz tuviese toda la representación legal y la confianza de los ciudadanos, cuyos destinos más preciosos se le confían, se procedió a petición del pueblo y protesta de su síndico a formar una Junta de Gobierno que nombrada solemne y legalmente por la totalidad del vecindario, reuniese sus votos, representase sus voluntades y cuidase sus intereses. Verificóse así y sin convulsión, sin agitación, sin tumulto, con el decoro y concierto que conviene a los hombres libres y fuertes, han sido elegidos por todos los vecinos, escogidos de entre todos y destinados al bien de todos, los individuos que componen la Junta Superior de Cádiz: Junta cuya formación deberá servir de modelo en adelante a los pueblos que quieran elegirse un gobierno representativo digno de su confianza.»{3}
    Esta Proclama, fechada el 28 de febrero de 1810, supone una clara invitación de la Junta de Cádiz a los americanos para que sustituyan a las autoridades absolutistas constituidas y reputadas por su «mal gobierno» por gobiernos locales de origen popular electivo. Entonces, bajo el concepto de «Pueblo Libre», de lo que ahora se trata es de analizar cómo y de qué manera fue recibida la invitación gaditana en los territorios hispano-americanos adonde llegó.
    Caracas. 19 de abril de 1810
    Montúfar, Villavicencio y Cos desembarcan en La Guaira el 17 de abril y llegan a Caracas al día siguiente. Su misión, además del reconocimiento del Consejo de Regencia, es también entregar al gobierno y pueblo caraqueño la Proclama de la Junta de Cádiz, documento de carácter público que no debía ser ocultado de ninguna manera por los comisionados regios.
    No se puede poner en duda, pues, la decisiva, mejor, determinante influencia de dicha Proclama en los acontecimientos que se desencadenarán al día siguiente, sucesos que repiten el proceso gaditano. Los comisionados llegaban con la idea de aconsejar y patrocinar la aplicación de la «regla de Cádiz», concretamente allí donde los gobernantes fueran tachables de afrancesamiento o de fernandismo tibio o dudoso o donde los gobernantes se desempeñaran de modo despótico y contra la voluntad mayoritaria del pueblo siendo malquerido por éste. Justamente en esta situación se hallaba el Capitán General de Venezuela, Vicente Emparán, así como las otras autoridades tales como el Intendente del Ejército y Real Hacienda, Basadre, el auditor José Vicente Anca y la mayoría de los oidores.
    El documento de la Junta de Cádiz llegaba a Caracas el día 18 de abril de manos del bogotano Villavicencio y el quiteño Montúfar mientras que el chileno Cos permaneció, enfermo, en el Puerto de La Guaira. Con respecto a ellos y a los sucesos de aquellas horas dice el cronista Díaz{4}:
    «Toda la mañana del Miércoles Santo 18 de abril se pasó esta expectación agitada. Al mediodía llegaron a Caracas los comisionados Villavicencio y Montúfar; cabalmente dos hombres sediciosos por carácter y los más propios para dar impulso a la rebelión… Al momento fueron rodeados y abrazados por los Montillas, Bolívares, Sojos y demás de la gavilla. No perdieron tiempo los conjurados. En aquella misma tarde resolvieron (después de desechada la proposición de asesinar por la noche al Gobernador cuando saliese de la casa de sociedad, a donde incautamente concurría como un simple particular) que a las ocho de la mañana siguiente fuese llamado al Ayuntamiento, y obligado a resignar el mando en una Junta de la que él sería Presidente; la misma Junta con que aun permanecían alucinados los oligarcas»;
    una Junta que se proclamaba soberana asumiendo los derechos del pueblo de Venezuela siendo como es que la soberanía reside en la comunidad del pueblo a donde ha revertido tras la ausencia de rey legítimo y la amenaza real de la agresión de un usurpador extranjero.
    Constituida la Junta de Caracas el día 19 de abril, todo revela las claras afinidades de modo y forma con el proceso gaditano, teniendo bien claro los juntistas que había justificados motivos para aplicar sin vacilar la regla de Cádiz. Así, en las instrucciones de la Junta para sus comisionados en Londres se afirma lo siguiente:
    «Por otra parte, en el estado en que las más auténticas noticias nos pintaban a la Metropoli, no había más partido saludable para los Americanos que imitar el exemplo mismo de las Provincias de España, cada una de las cuáles formó una Junta compuesta de individuos de su confianza.»
    No existe duda acerca de la presencia activa de Villavicencio y Montúfar en los sucesos de Caracas del 19 de abril según noticias que envían al Virrey de Santafé con fecha de 10 de mayo{5}. Por oficio del Cabildo de Caracas a la Regencia sabemos que salieron de Venezuela por La Guayra el 30 de abril, pero no en la goleta S.M. Carmen que les trajo desde Europa, ya que ésta había seguido con Cos de Iriberri hasta Porto-Belo, sino que viajan rumbo a Cartagena de Indias en barco habilitado y pagado por la Junta de Caracas, en perfecta armonía con ella y con el nuevo régimen. En el citado oficio, con fecha de 8 de junio, se dice lo siguiente a este respecto{6}:
    «Baxo estos inalterables principios ha prometido una acogida fraternal a los Españoles Europeos y ha proporcionado a todos los empleados que han llegado a nuestros puertos quantos auxilios han solicitado para el desempeño y buen éxito de sus comisiones. Entre ellos han sido últimamente el capitán de fragata Don Antonio Villavicencio y el Teniente Coronel Don Carlos Montúfar que habiendo sido abandonados por la Goleta S. M. Carmen, fueron habilitados y costeados por este gobierno hasta el puerto de Cartagena y socorridos a su satisfacción en sus urgencias personales.»
    Cartagena de Indias. 22 de Mayo
    Cronológicamente, la de Cartagena de Indias será la segunda de las Juntas hispano-americanas instaladas en 1810 (22 de mayo). Los comisionados Villavicencio y Montúfar desembarcan el día 8 de mayo en la ciudad caribeña. La ciudad se halla gobernada por el General de Marina Francisco Montes desde el 8 de octubre de 1809. La «regla de Cádiz», como ya sabemos, era de aplicación preferente respecto de gobernantes despóticos, incapaces o afrancesados y Montes iba a resultar un objetivo muy adecuado respecto de dicha aplicación, siendo como era odiado por los más de sus gobernados, tachado de déspota, criticado agriamente por sus medidas contrarias al buen orden y fomento de la paz, tan necesitadas en aquellos momentos.
    La solución adoptada por los ciudadanos de Cádiz sería adoptada también en Cartagena de Indias sin que de ello se dedujera afán separatista alguno u hostilidad hacia España cuando era de la misma España de donde procedía dicha solución. La situación de grave crisis por causa de un mal gobernante y de algunos vecinos peninsulares afines al mismo es lo que motivó la acción del Cabildo de Cartagena dirigida al autogobierno. Así, en un oficio dirigido al comisionado regio, con fecha de 22 de mayo, este Cabildo afirma:
    «El Muy Ilustre Cabildo de esta Ciudad, a instancias y expreso pedimento del Síndico Procurador personero del Común, teniendo presente y meditando detenida y profundamente cuanto le ha expuesto en razón de las causas, razones y saludables fines que convencen la necesidad indispensable de establecer en esta plaza una Junta de Gobierno por el modelo que propone la de Cádiz para precavernos contra los diferentes géneros de funestos peligros a que están expuestos todos los dominios de S. M.»
    Sin embargo, el establecimiento de la Junta de Gobierno a partir de la «regla de Cádiz» no fue integral, sino que se decidió finalmente nombrar a dos diputados del Cabildo como acompañantes del gobernador Montes, una solución acorde con la tradición de la Legislación española. El propio Villavicencio nos explica esta modificación aplicada en Cartagena en un oficio dirigido a primeros de junio a la Regencia, partiendo del temor a que demasiados gobiernos locales completamente autónomos terminaran por dispersar y desorganizar los distintos territorios del Reino de Indias:
    «En mi oficio de 27 de mayo próximo pasado, di cuenta a V.E. entre otras cosas, todas de gravedad, de las causas, motivos y circunstancias imperiosas que habían obligado a este Ilustre Ayuntamiento (de Cartagena) a adoptar el temperamento propuesto por el Señor Don Antonio Narváez y = la Torre, electo Representante de este Reino para la Suprema Junta Central, al que no se puede menos de prestar mi aceptación, para evitar males mayores, de que el Gobernador de esta plaza y Provincia, Don Francisco Montes, se asociase para toda la administración de ella, con dos Diputados del Ayuntamiento, sustituyendo provisionalmente esta medida legal a la formación de una Junta provincial por el modelo de la establecida en la ciudad de Cádiz, mientras que con más pulso y madurez, y con la presencia de la voluntad de las demás Provincias del reino, se organizaba un establecimiento más sólido y uniforme, del cual trata el adjunto impreso que dirijo a manos de V.E., el cual también comprende una relación de los últimos procedimientos de este Ayuntamiento.»
    No cabe duda, pues, de que esta Junta provisional de Cartagena entronca sus orígenes con la Junta de Cádiz constituida cuatro meses antes.
    Buenos Aires. 25 de Mayo
    Buenos Aires fue la tercera ciudad en la que se formó un gobierno juntista en fecha de 25 de mayo de 1810. El virrey Hidalgo de Cisneros es depuesto constituyéndose entonces una Junta popular de gobierno con representantes de cada Cabildo del interior, una Junta para el autogobierno pero reconociendo la autoridad de Fernando VII, y nunca para formar un nuevo Estado. Se trata ahora de determinar si los protagonistas del Cabildo de Mayo fueron influidos determinantemente por la Proclama realizada bajo el signo del «Pueblo Libre» de Cádiz, considerando que la acción de los comisionados regios Villavicencio y Montúfar no pudo alcanzar las tierras del Plata.
    Lo primero que debemos tener en cuenta es que los buques que arriban al río de la Plata en el mes de mayo y antes de las jornadas revolucionarias de haber hecho escala en Cádiz o proceder directamente de esta ciudad habrían dejado dicho puerto en algún día de las tres primeras semanas del mes de marzo. Recordemos que el documento de la Junta de Cádiz está fechado en 28 de febrero y que durante este mes el puerto de Cádiz estuvo clausurado. Entonces, la Proclama gaditana pudo llegar a Buenos Aires en alguna nave que partiera de Cádiz dentro de los primeros veinte días de marzo y ello siempre antes de la Gran Semana revolucionaria. Son varios los buques que desde Cádiz o haciendo escala en esta ciudad arriban a los puertos de Montevideo y Buenos Aires entre el 13 y el 20 de mayo de 2010{7}.
    Así pues, sobraron los posibles conductores de la Proclama de la Junta de Cádiz hasta Buenos Aires, lo que nos permite afirmar que el documento gaditano fue elemento decisivo en el desencadenamiento de los sucesos revolucionarios que desembocan en la célebre jornada del 25 de mayo. Resulta, además, que la Proclama en cuestión fue parcialmente reimprimida en el Suplemento de la Gazeta Extraordinaria de 9 de junio, lo que también nos permite considerar justificadamente que ya llevaba largo tiempo en Buenos Aires. Esto es lo que literalmente transcribe la Gazeta del documento gaditano, párrafos que adjuntamos aquí por su significado y relevancia:
    «Desde el momento que oyó que los enemigos habían invadido la Andalucía y se encaminaban a Sevilla, el Pueblo en vez de abatirse hizo ver una energía digna en todo de la augusta causa a cuya defensa se ha consagrado. Habló sola la voz del patriotismo, y callaron todas las ilusiones de la ambición. Xefes y subalternos a porfía dan muestra de desprendimiento y generosidad. Dio el primero exemplo de ello el Gobernador de la Plaza que al anunciar al Ayuntamiento la ventaja del enemigo y el peligro de Andalucía, se manifestó pronto a resignar el mando en quien el pueblo tuviese mayor confianza reservándose servir a la patria en calidad de simple soldado. No lo consintió así el Ayuntamiento, ni a nombre del Pueblo el Síndico que le representa en él; y el General que tantas pruebas de desinterés, de valor y de patriotismo ha dado en el curso de esta Revolución quedó nuevamente encargado de la autoridad militar y política de la Plaza por la voluntad del pueblo, que ama su carácter, confía en sus talentos y respeta sus virtudes.
    Más para que el Gobierno de Cádiz tuviese toda la representación legal y toda la confianza de sus ciudadanos, cuyos destinos más preciosos se le confían, se procedió a petición del pueblo y propuesta de su Síndico, a formar una Junta de Gobierno, que nombrada solemne y legalmente por la totalidad del vecindario, reuniese los votos, representase las voluntades y cuidase de los intereses. Verificóse así, y sin convulsión, sin agitación, sin tumulto, con el decoro y concierto que conviene a hombres libres y fuertes, escogidos de entre todos, y destinados al bien de todos los individuos que componen hoy la Junta superior de Cádiz: Junta cuya formación deberá servir de modelo en adelante a los pueblos que quieran elegirse un gobierno representativo digno de su confianza.»
    El Cabildo de Mayo, clara manifestación de la tradición política castellana de representatividad popular y de autogobierno local-territorial, parece ejecutar la Proclama de la Junta de Cádiz renovando el gobierno del territorio rioplatense desde la fidelidad al rey legítimo en lo que debemos considerar una expresión de patriotismo americano fuertemente hispanista a la vez que antijacobino y antibonapartista. La posterior independencia de toda dominación foránea sería consecuencia subsidiaria de determinados hechos futuros que acabarían produciéndose en los años siguientes.
    El virrey Hidalgo de Cisneros se fue enajenando las simpatías de los criollos bonaerenses, sobre todo respecto de los patricios con Martín Alzaga a la cabeza, arrestado en su domicilio el día 22 de mayo. Se le acusaba de dudoso fernandismo a causa de estar apadrinado por Martín de Garay, secretario de la Junta Central, al que excesivamente se le tachaba de afrancesado por distintos grupos de la Península; incluso se llegó a acusar al virrey de criptocarlotista por no tomar medidas de aseguramiento respecto de la extensa frontera con el Brasil portugués. Su falta de tacto y de sentido político junto a su escasa sintonía con los porteños acabaron convirtiéndole en víctima propicia a la que aplicar, como vemos, la «regla de Cádiz». La Gloria del 25 de mayo surge bajo el signo auspicioso del Pueblo Libre de Cádiz.. Y es que en el horizonte de los revolucionarios criollos está la renovación del régimen político vigente en sintonía con el liberalismo español (mayoritariamente tradicional, moderado, y nada jacobino) que venía desarrollándose desde las tres últimas décadas: reformar la monarquía absoluta transformándola en otra limitada, moderada, constitucional, en el seno de la cual se hallarían los territorios americanos ahora ampliamente autónomos respecto de la metrópoli peninsular.
    Santafé de Bogotá. 20 de Julio
    El día 20 de julio se instaura en Santafé de Bogotá, capital virreinal, una Junta ciudadana de Gobierno tras la destitución del virrey Amar. Podemos afirmar aquí sin lugar a dudas que fue la «regla de Cádiz» lo que motivó y justificó la revolución de los santafereños. Y es que el virrey Amar era muy mayoritariamente considerado un déspota, un corrupto y un tibio fernandista tanto por el patriciado urbano como por la masa popular. Amar, además de otros graves atropellos, había desterrado a destacados y apreciados vecinos de la capital virreinal como Rosillo, Nariño o el Oidor Miñano, hechos que le hacían odioso en la opinión de la ciudad y que, finalmente, le haría correr similar suerte que a su procónsul en Cartagena, Montes, en aplicación de la Proclama de la Junta de Cádiz publicada cinco meses antes.
    El comisionado regio Montúfar, que se dirigía hacia su ciudad de Quito, llega a Santafé el 17 de junio donde es seguro que daría a conocer la Proclama gaditana, movilizando con ello la opinión a favor de una solución juntista en aplicación de la misma ante el problema de la existencia de un virrey despótico y de dudoso fernandismo. No es casual, por tanto, que uno de los promotores de la revolución de julio, Azevedo Gómez, se dirigiera a su paisano Villavicencio en carta fechada el día 29 de junio bajo la impronta de las previas conversaciones con Montúfar. Extractamos de ella aquello que no deja lugar a dudas sobre el origen y motivación del movimiento juntista bogotano como justificada reacción contra una autoridad indigna de la confianza popular en tan graves circunstancias históricas:
    "La circunstancia de haber sido una de las víctimas que proscribió el despotismo en este Reino, por haberme dedicado con el ardor y celo propios de los buenos patricios y fieles vasallos a sostener los derechos de mi Patria combinándolos con los de nuestro legítimo soberano el señor Don Fernando VII, es uno de los más urgentes motivos que me hacen tomar la satisfacción de molestar a Vuestra Merced desde ahora. La relación adjunta reservada que he formado con rapidez de los hechos más sustanciales de nuestra historia política en estos dos años, dará a Vuestra Merced una ligera idea de la opresión en que vivimos y de lo mucho que tenemos que temer los defensores de la buena causa, si con la llegada de Vuestra Merced no se aminora el influjo del Divan, se atempera el sistema de Gobierno, modificándolo a las actuales circunstancias y arreglándolo a los principios que adoptó el pueblo libre de Cádiz.
    Cada instante que corre hace más necesario el establecimiento en esta capital de la Junta Superior de Gobierno, a imitación de la de Cádiz, y compuesta de Diputados elegidos por las Provincias y, provisionalmente, por el Cuerpo Municipal de la capital.»
    Cuando el comisionado regio Villavicencio llega a Santafé de Bogotá el 1 de agosto la revolución ya se había consumado hacía diez días pero ello no obsta a que colaborara intensamente en prepararla y apoyarla puesto al corriente del despotismo de Amar. Así sabemos que el 20 de mayo dirigía una comunicación "reservadísima" al cuestionado virrey donde se refiere a la conveniencia del establecimiento de una Junta Provincial en Cartagena y de que el virrey mismo formara una Junta Central en Santafé de la que dependieran las demás del virreinato neogranadino{8}. También por los extractos de Torres Lanzas sabemos que Villavicencio dirige una carta al Secretario de estado y del despacho de Indias en la que le informa de los atropellos y arbitrariedades cometidas por el Virrey, los Oidores y el Gobernador de Cartagena de Indias, advirtiendo de las tormentas que amenazan a aquellos dominios de la Nueva Granada{9}.
    El mal gobierno de Amar junto a su tibia adhesión al rey Fernando iban a desembocar en los sucesos de julio en aplicación concreta de la «regla de Cádiz» verificada en la sustitución del Virrey por una Junta popular de Gobierno al modo gaditano.
    Santiago de Chile. 18 de Septiembre
    Santiago de Chile será la quinta ciudad hispano-americana que sustituirá a los mandatarios del Antiguo Régimen por una Junta ciudadana de Gobierno. En el caso chileno, el Capitán General García Carrasco fue previamente sustituido en julio por el Conde de la Conquista, hecho que iba a facilitar, a preparar la acción juntista de septiembre. Así que en este caso el detestado gobernante absolutista, aborrecido especialmente por los capitalinos santiagueños, ya había sido depuesto conforme al derecho público español para los casos de aguda crisis local como sucedía entonces. Así pues, tenemos en Chile un caso diferente al de Santafé de Bogotá, influyendo decisivamente en este caso el pleito interno entre grupos y facciones criollos, el conflicto entre partidos, la lucha entre familias rivales enfrentadas por cargos públicos y puestos de honor.
    La solución a estos conflictos con la pretensión de satisfacer a todos se halló precisamente en la aplicación de la «regla de Cádiz» que fue la que se invocó en la jornada del 18 de septiembre para dotar de legitimidad el cambio político que se provocaba. Y no puede albergarse ninguna duda del conocimiento de la Proclama de la Junta de Cádiz por los santiagueños al menos desde finales del mes de junio en que ya se tenía noticia de la instalación de la Junta de Buenos Aires, según indica Juan Egaña en su obra Epocas y Hechos Memorables de Chile{10}.
    Lo que está claro, pues, es que la solución juntista apoyada en los principios políticos recogidos en la Proclama gaditana circula por Santiago más de dos meses antes de los sucesos del 18 de septiembre. Prueba definitiva de ello es un escrito que su origen en Buenos Aires aunque sin fecha de impresión, un escrito redactado en forma de catecismo de modo que se entabla un esclarecedor diálogo en los siguientes términos{11}:
    «Pregunta. Los Representantes hechos por nosotros, cómo se llaman?
    Respuesta. Junta
    P. Qué es Junta?
    R. Unos hombres buenos elegidos por sus conciudadanos para defender la pureza de la Religión, los derechos del Rey y las vidas y las propiedades de los vecinos.
    P. La Junta es según la voluntad de Dios?
    R. Sí Padre.
    P. Y a donde fue?
    R. A la Isla de León.
    P. Y desde allí podrá venir aquí?
    R. Sí Padre.
    P. Cuándo vendrá?
    R. El día del juicio.
    P. Cuándo será ese día de juicio?
    R. Cuándo Bonaparte acabe en España con las Provincias que le quedan.
    P. A qué ha de venir acá la Junta?
    R. A refugiarse entre nosotros y darnos cuenta de lo sucedido.
    P. Y para entonces, qué haremos todos?
    R. Levantarnos del sepulcro de nuestra esclavitud, para hacer con tiempo lo que ha hecho Buenos Ayres antes de que llegase la polvareda.
    P. Y los buenos ciudadanos a dónde irán?
    R. A sus haciendas, casas, y a descansar en el seno de sus familias, defendidos y guardados por la vigilancia de los que hayan nombrado para custodia de sus derechos, vidas y propiedades.
    P. Y los malos adónde irán?
    R. A Malvinas, Baldivia y Juan Fernández.
    P. Porqué creéis todo eso?
    R. Porque España lo ha dicho.
    P. Dónde lo ha dicho?
    R. En todos los papeles públicos que han remitido a las Américas desde el principio de la instalación del Consejo de Regencia - Junta de Cádiz, que son los últimos que nos han llegado.
    P. Y qué nos dicen en ellos?
    R. Que las Américas son partes integrantes de la Monarquía, que son pueblos libres, que gozan de los mismos privilegios y fueros que los de España, que depende de ellos mismos la suerte de los que les han de mandar, y que por la regla de Cádiz, elixan un gobierno digno de su confianza.
    P. Habéis entendido esta doctrina?
    R. Sí Padre, porque está muy clara.
    P. Y quál es el gobierno digno de nuestra confianza?
    R. El mismo que de España.
    P. Quál es el gobierno de España?
    R. La Junta.
    P. Pues qué, la Junta es buena?
    R. Sí Padre, buena y muy buena; porque de no haberla en España ni la hubiera ni la mandara.
    P. Es buena para todos?
    R. Sí Padre, para todos es buena, como todos la hagan reuniendo sus ideas al bien común sin preferir el particular.
    P. Pues por qué declaman algunos contra ella?
    R. Por malicia, o porque no la entienden.
    P. Quienes declaman por malicia?
    R. Aquellos infelices que olvidando la Religión de nuestros padres desean entronizar en estos dominios a Napoleón y difunden entre nosotros la anarquía y divisiones intestinas, para que seamos una débil presa de sus garras.
    ……………
    P. Según esto los que se empeñan a desautorizar a las Juntas, pintándolas como un monstruo destructor de las Américas, son enemigos de ellas y tratan de perderlas?
    R. Es de fe humana.
    P. Lo creéis así?
    R. Así lo creo.»
    La «regla de Cádiz» es citada expresamente en este curioso y revelador escrito propagandístico del juntismo como su base doctrinal, un escrito nítidamente hispanista, partidario de la unidad hispano-americana y de la causa del rey legítimo Fernando VII, manifestando la opinión popular inmensamente mayoritaria en América. Los juntistas de Santiago consiguen su propósito en la jornada del 18 de septiembre en que se instala la Junta de Gobierno reconociendo al rey y al Consejo de Regencia.
    La Junta de Santiago envía un oficio a dicho Consejo notificándole y justificando su creación teniendo presente cómo la Regencia consentía la Junta de Cádiz y la presentaba, incluso, como modelo. En el mismo sentido esto es lo que se afirma en el Acta del Congreso de 18 de septiembre, confirmación evidente del determinante influjo de la «regla de Cádiz»:
    «I teniendo en cuenta a la vista el decreto de 30 de abril espedido por el Supremo Consejo de Regencia de que se niega toda provisión y audiencia en materias de gracia y justicia, quedando sólo espedito su despacho en la de guerra, con consideración a que la misma Regencia en su manifiesto de catorce de febrero último ha remitido el de la instalación de la Junta de Cádiz advirtiendo a las Américas que esta podrá servir de modelo a los pueblos que quieran elejirse un gobierno digno de su confianza, proponiéndose que toda discordia de la capital provenía del deseo de igual establecimiento, con el fin de que se examinase y decidiese por todo el Congreso la lejitimidad de este negocio: oído el Procurador Jeneral que la mayor enerjía espuso las decisiones legales; i que a este pueblo asistían las mismas prerrogativas i derechos que a los de España para fijar un gobierno igual, especialmente quando no menos que aquellos se halla amenazado de enemigos i de las intrigas que hace más poderosa la distancia, necesitando a precaverlas i preparar su mejor defensa con cuyos antecedentes penetrado el mui ilustre Señor Presidente de los propios conocimientos i a ejemplo de lo que hizo el señor Gobernador de Cádiz que depositó toda su autoridad en el pueblo para que acordase el gobierno más digno de su confianza i más a propósito a la observancia de las leyes y conservación de estos dominios a su lejítimo dueño y desgraciado monarca el Señor Fernando VII.»
    Quito. 22 de Septiembre
    El día 22 de septiembre se constituye la Junta superior de Gobierno de Quito, que ponía fin al gobierno del Conde Ruiz de Castilla en el que concurrían todas las causas referidas por la Proclama de la Junta de Cádiz necesarias para motivar su deposición e inmediata sustitución por un gobierno de índole popular. Es notorio que el Gobernador de Quito carecía de la confianza popular por motivo de sus actos de despotismo, abusos, corrupción y fernandismo vacilante, además del suceso que a la postre resultó determinante como fue la matanza de patricios del día 2 de agosto.
    Aquí destaca como figura clave en el movimiento juntista quiteño Montúfar, natural de la ciudad, como ya sabemos uno de los tres comisionados regios que arribaran al puerto de La Guaira por el mes de abril junto a Villavicencio y Cos de Iriberri. Podemos afirmar que la Junta de Quito es obra fundamental de Montúfar, ateniéndonos a lo que él mismo comunica a Antonio Villavicencio en carta confidencial fechada en 21 de septiembre con lo que queda demostrada la filiación de esta Junta con la de Cádiz:
    «Antonio, mio amadísimo: ya puedes figurarte mi cuidado y agitaciones en el estado en que he encontrado esto, de descontento general, desconfianzas mutuas, odios y venganzas; pero cumpliendo mi deber como Comisionado Regio y como buen patricio, he trabajado infinito a fin de conseguir la unión, el orden y tranquilidad tan terriblemente turbados. Desde que llegué empecé a acordar con este pobre Jefe a quien han manejado a su arbitrio personas mal intencionadas. Su situación y la desesperación universal le han hecho entrar en todos los partidos que le he propuesto. Mañana queda instalada una Junta Superior de Gobierno, formada en todo según la de Cádiz; en el correo venidero te remitiré el acta acordada por la voluntad general del pueblo.»
    Con la Junta de Quito cerramos nuestro análisis de las ciudades que protagonizan el movimiento juntista de 1810 en tierras americanas, un movimiento que es aplicación concreta de lo remitido por la Junta de Cádiz a todos los americanos: que se aplique la «regla de Cádiz» allá donde reine el mal gobierno indigno de la confianza popular, el despotismo, la corrupción y el dudoso fernandismo; que como pueblos libres los pueblos hispano-americanos asuman la soberanía y la ejerzan constituyendo Juntas populares de Gobierno en aquellos territorios donde ello resulte necesario, suponiendo la destitución de los gobernantes culpables y opresores.
    Venezuela, Nueva Granada, Río de la Plata, y Chile son los territorios donde se produjeron sustituciones de autoridades del Antiguo Régimen por Juntas populares de Gobierno a imitación de la Junta de Cádiz. Ciudades habitadas mayoritariamente por criollos como Caracas, Cartagena de Indias, Buenos Aires, Santafé de Bogotá, Santiago de Chile y Quito vieron como el odio y la censura hacia sus gobernantes era encauzado por lao dispuesto en la Proclama de la Junta de Cádiz que, desde la España libre de Bonaparte, ofrecía una solución legítima y liberal, una salida a una situación que se hacía insostenible en las especiales circunstancias de aquel año de 1810 en que el ejército napoleónico ocupaba Andalucía provocando la disolución de la Junta Central y amenazando muy seriamente el orden monárquico-unitario hispánico vigente en ambos lados del Atlántico.
    Si en otras importantes ciudades hispano-americanas también pobladas mayoritariamente por criollos no hubo revoluciones juntistas sólo lo podemos explicar por el hecho de que sus gobernantes gozaban de confianza popular y, en absoluto, eran sospechosos de bonapartismo o de tibio fernandismo. Así sucedió con ciudades como Lima, Cuzco, Trujillo, Montevideo, Asunción, Guayaquil, Cuenca, Maracaibo, Coro, &c., en las que definitivamente no procedía la aplicación de la «regla de Cádiz», indiscutible origen del movimiento juntista de aquel fatídico año.
    Ultílogo
    El juntismo de 1810 surge, esencialmente, como respuesta americana a la Proclama de la Junta de Cádiz fechada el 14 de febrero de ese mismo año. Se trata de una solución patriótica-democrática anclada inicialmente en la legitimidad hispánica de aquel difícil momento ante una situación de invasión extranjera y usurpación de la Corona, legitimidad representada por el conjunto Consejo de Regencia - Junta de Cádiz, una solución que evitó mayores derramamientos de sangre entre personas de una misma nacionalidad, súbditos de una misma Corona.
    El juntismo de 1810 nace sin el más mínimo propósito separatista respecto de España, sin la más mínima intención de disgregar, de dispersar a los pueblos hispano-americanos, conscientes de conformar una gigantesca y común nacionalidad continental. Serán hechos posteriores a la erección de las Juntas los que acabarán conduciendo a los pueblos hispano-americanos por los caminos del separatismo y la disgregación. El movimiento juntista americano es réplica del juntismo peninsular desarrollado desde la primavera de 1808; surge de la determinación de quienes son españoles de pleno derecho, «españoles americanos» que es lo que eran los criollos como protagonistas del proceso, una determinación tomada con madurez y conocimiento y puesta en práctica con moderación y beneficencia.
    La revolución hispano-americana iniciada en aquellos meses de 1810 no es un tumultuario y violento suceso pasajero con proclamación de abstractas e impracticables teorías «igualitaristas» como las de la del Revolución Francesa. De lo que aquellos criollos tratan, siendo como son legalmente españoles, es, desde el convencimiento práctico y generalizado sobre la necesidad de una reforma política, de constituir un gobierno interino durante la ausencia del indiscutido rey legítimo y en espera de que se restablezca la monarquía, eso sí, ahora sobre nuevas y legítimas bases. Los americanos no piensan en separarse de la Corona de España a no ser que finalmente se les obligue a ello a causa de decisiones peninsulares equivocadas o perjudiciales para sus intereses. Los americanos están inquietos y preocupados por esperar gobierno y dirección de un país separado por un mar inmenso y casi del todo ocupado por enemigos extranjeros, el enemigo napoleónico que sueña también con tiranizar la América hispana, un enemigo que se siente como un peligro real en el nuevo mundo.
    Las Juntas americanas consideran que América o las Indias son parte constitutiva de la Monarquía Hispánica, pertenecientes legítimamente a la Corona de España poseyendo los mismos privilegios que sus estados en Europa. Lo que ahora consideran los criollos como españoles americanos es cómo deben hacer uso de sus derechos como pobladores de los territorios americanos en aquellas fatales circunstancias una vez que ha desaparecido la autoridad del rey legítimo como cabeza de la Monarquía, Repetimos, el juntismo de 1810 no tenía intención de destruir o disolver la Monarquía Hispánica, monarquía cuyo principio esencial es la unidad: Hispano-América o las Indias son una unidad que junto a España conforman dicha monarquía hispánica, y así es, como hemos visto, desde la Real Cédula de 1519 por la que el rey Carlos I pone los cimientos de la luego denominada «política de los dos hemisferios».
    Las posteriores Leyes de Indias declaraban que América era una parte o accesión de la Corona de Castilla que jamás pudiera dividirse ni enajenarse a rey extranjero. De la ocupación de España por un usurpador extranjero y del consiguiente impedimento o ausencia del rey legítimo es de donde deriva el derecho de los criollos al autogobierno, resistiéndose a toda enajenación del territorio, resistiéndose a la posible pretensión usurpadora del bonapartismo sobre los territorios americanos. Los hispano-americanos son conscientes de que, dentro de la genérica unidad hispánica representada por el rey, constituyen un espacio unitario y diferenciado de España: España e Indias son las partes constitutivas de la bicontinental Monarquía Hispánica y por ello mismo dos entidades diferenciadas. Y es que la revolución americana, repetimos, es una variante regional de la revolución española iniciada por las juntas patrióticas de 1808. Los criollos aspiran a una unión voluntaria y perfeccionada con la metrópoli, luchando, al igual que los peninsulares, por concretar una reforma política como reajuste político-administrativo deseando alcanzar particularmente una plena igualdad con la parte europea de la monarquía y una amplia autonomía respecto de la misma pero sin cuestionar la unidad de la monarquía. Fueron causas posteriores las que desviaron la inicial dirección de la revolución americana hacia el separatismo y la ruina ya no sólo de la unidad bicontinental hispánica sino de la propia unidad hispano-americana.
    Las motivaciones y características del juntismo de 1810 pueden resumirse en los siguientes puntos aclaratorios:
    —los movimientos de 1810 instalaron juntas provisionales de gobierno para preservar en cada lugar la soberanía de Fernando VII en cuanto rey legítimo, rechazando al usurpador francés;
    —en las Juntas constituidas no se manifiesta ninguna postura separatista sino una clara lealtad para con el rey Fernando y España; precisamente de la última Junta constituida en España, la de la ciudad de Cádiz, es de donde procede el impulso y el modelo de las Juntas hispano-americanas como Juntas populares de Gobierno
    —la formación de estas Juntas de Gobierno provienen de una larga tradición hispánica, propia del derecho castellano, y niegan, por tanto, cualquier influencia de los filósofos franceses de la «Ilustracíón»;
    —la teoría política que fundamenta la formación de las Juntas hispano-americanas deriva esencialmente de la Escuela de Salamanca de los siglos XVI y XVII (Vitoria, Vázquez de Menchaca, Suárez, Mariana) en cuya doctrina política se establece que la soberanía, que proviene de Dios, reside en todo caso en la comunidad del pueblo y que éste la delega en el rey como su gobernante legítimo; en ausencia o impedimento del rey legítimo la soberanía revierte en el pueblo. También fue notable la influencia de los escritos del mejor representante del liberalismo moderado o conservador español, nada jacobino, Gaspar de Jovellanos, partidario de armonizar la tradición jurídico-política hispánica de la monarquía limitada o templada con los conceptos propios del constitucionalismo contemporáneo. Los fundamentos teóricos de la revolución hispano-americana de 1810 no proceden ni de la «Ilustración» francesa ni de los revolucionarios anglo-americanos, como ciertos autores se empeñaron en hacernos creer.
    La revolución americana no nace desde la ilegalidad, podemos concluir, al menos hasta el restablecimiento del rey legítimo de España en 1813, considerando que las provincias americanas, puestas en iguales circunstancias que las provincias españolas, poseían los mismos derechos políticos en cuanto que están habitadas por españoles (americanos) con los mismos derechos. Durante ese periodo de 1810-1813 los hispano-americanos se han visto en la necesidad de ejercer funciones de autogobierno ante las circunstancias excepcionales y hostiles que padecía la monarquía, descabezada y usurpada, con una metrópoli ocupada por un ejército extranjero. Los revolucionarios criollos actúan desde su propia identidad, desde su propia tradición política. Constituyen gobiernos «revolucionarios» de Junta –autogobierno– sin ninguna intención separatista o disgregadora, fundamentalmente para evitar la anarquía que podría producirse en aquellas circunstancias excepcionales ante la amenaza de un posible despojo ejecutado por el usurpador bonapartista apoyándose en posibles gobernantes afrancesados, nunca reconocido como rey. Incluso, en los próceres criollos encontramos una clara predisposición a favor de sus hermanos peninsulares concretada en su voluntad expresada de auxiliarlos con la finalidad de ayudarlos en la superación de su desgracia.
    Patriotismo, hispanismo, constitucionalismo, antijacobinismo, antibonapartismo, antibrasileñismo, fidelidad al rey legítimo y, subsidiariamente, independencia de toda dominación extranjera. Este es el auténtico repertorio ideológico que preside la revolución americana de 1810 que supuso el establecimiento de regímenes de autogobierno como gobiernos autóctonos de emergencia ante la situación de ocupación bonapartista de España tras la invasión de Andalucía en enero de aquel año.
    Los criollos que protagonizan los sucesos revolucionarios coinciden notablemente con los liberales españoles: desean reformar las instituciones de la monarquía haciéndola constitucional y ya no absoluta, considerando los perjuicios que ocasiona al conjunto de los pueblos hispánicos el absolutismo monárquico del «despotismo ilustrado» dieciochesco de origen francés. Los hispano-americanos profesan ideas reformistas en cuanto a la transformación del sistema virreinal-institucional de América pero sin renegar de la monarquia, estando especialmente molestos con la reformas centralizadoras realizadas durante la segunda mitad del siglo XVIII tendentes a convertir en meras colonias los territorios americanos de la Monarquía.
    Será entonces durante el reinado de Carlos III de Borbón cuando comienza a considerarse en serio el conjunto de la Monarquía Hispánica como Estado-nación español del que los territorios americanos serían territorios meramente dependientes, administrados centralizadamente desde la capital de la Monarquía como colonias. Esto suponía un cambio sustancial en la consideración jurídico-política de la América hispana en cuanto Reino de Indias, espacio diferenciado conceptualmente de España como estado europeo de la monarquía. El Reino de Indias, en realidad con respecto a lo sustancial, es una asociación de repúblicas municipales de carácter hispánico y cristiano-católico, unidas en torno a la figura del rey, que se distinguían entre sí por sus privilegios (verdaderas «cartas pueblas»), sus riquezas o su posición geográfica, actuando con una amplia autonomía para la gestión de sus propios intereses. Esto es lo que comienza a cambiar con el reinado de Carlos III que impulsa la reorganización político-administrativa a partir de la creación de «Intendencias» siguiendo la tradición borbónico-francesa, lo que supuso, en la práctica, una mayor intervención y centralización desde la metrópoli provocando con ello incomodidades, ofensas y cada vez más fricciones con la amplia autonomía de facto de los criollos, una autonomía que venía desarrollándose desde el siglo XVI y que caracterizaba la sociedad política y la institucionalidad hispano-americanas.
    El concepto moderno de Estado-nación acuñado a fines del siglo XVIII («Ilustración», Revolución Francesa) asumido por las Cortes Constituyentes de Cádiz en relación al conjunto euro-americano de la Monarquía Hispánica (España e Indias) iba a ser el verdadero motivo originador del posterior separatismo americano: las Cortes de Cádiz quisieron convertir dicha monarquía dual con 300 años de existencia en una sola Nación Española atribuyéndose ésta en exclusiva el ejercicio de la soberanía. Efectivamente, ese mismo año de 1810, en septiembre, se abrían las Cortes Generales y Extraordinarias en la Cádiz a modo de verdadero Congreso Constituyente de la Nación Española, proclamándose el principio de la soberanía nacional en la sesión inaugural de las Cortes en la isla gaditana de León. Aquel congreso extraordinario convocado por la Junta Central el año anterior supone un hito decisivo del proceso político revolucionario iniciado por las Juntas territoriales en la primavera de 1808 en rechazo casi unánime del rey ilegítimo otorgado por Napoleón Bonaparte. La Junta Central en ausencia del rey legítimo y asumiendo, entonces, la soberanía que reside en la comunidad del pueblo, resolvía el conflicto acudiendo a la tradición política hispánica, esto es, convocando unas Cortes Generales como gran Junta Nacional representativa y soberana, cuya misión sería la de preservar la nacionalidad, su integridad e independencia, estableciendo la oportuna y necesaria reforma política de la monarquía.
    El proceso político hispano-americano, como sabemos, es indisociable del proceso político español. Ya hemos visto como el movimiento juntista de 1810 es consecuencia de la invasión de Andalucía por el ejército napoleónico lo que supuso la disolución de la Junta Central, la creación del Consejo de Regencia como nuevo gobierno legítimo de la Monarquía y la formación de la Junta ciudadana de Cádiz cuya Proclama a los americanos fue principal elemento desencadenante de la revolución juntista americana.
    Pues bien, será el efecto de la acción de las Cortes de Cádiz sobre América lo que acabará desencadenando la deriva separatista en los territorios americanos de la Monarquía. Las Cortes Españolas declaran expresamente que la soberanía –concepto polémico per se– reside en la nación; declaran, así mismo, que la América hispana forma con España una sola nación, la Nación Española, conformada por los españoles de los dos hemisferios, de modo que constituyen una sola soberanía política. Las Cortes de Cádiz han declarado, por tanto, que las provincias de ambos continentes no solo forman una sola nación sino que españoles e hispano-americanos (criollos y mestizos) gozan de igualdad de derechos de manera que éstos no solo tienen parte en la soberanía, sino igualdad en la participación de la soberanía o en la formación y composición de tal Congreso Extraordinario y Soberano.
    Esa igualdad de derechos debe traducirse en representación igual, debiendo los americanos nombrar diputados a Cortes según el mismo reglamento existente para el nombramiento de los diputados españoles. Pero esta equidad en la representación en Cortes no se produjo en ningún momento. Siendo la población hispano-americana representable de unos 13 millones de habitantes en relación a los 11 millones de españoles, su porcentaje en las Cortes gaditanas fue muy inferior al que equitativamente les correspondía siendo, como eran, algo más de la mitad de la población de la monarquía: sólo 27 de los 101 diputados reunidos en Cádiz, siendo suplentes 26 de ellos. Siendo como eran provincias de la misma monarquía, tan sin fundamento proceden los que se oponen a la igualdad de representación argumentando que entonces los americanos tendrían en las Cortes más influencia que los europeos, como los habitantes de Castilla la Nueva que por estar en ella la capital Madrid se quejasen de que todas las demás provincias europeas de la monarquía tienen más representantes que ella en las Cortes.
    La proclamación de una única y exclusiva «soberanía nacional» en la jornada inaugural de las Cortes de Cádiz expresada aquel 24 de septiembre de 1810 por el diputado Muñoz Torrero suponía la extinción del sistema de reinos y provincias diferenciados de España e Indias para engendrar una nueva forma política de la Monarquía Hispánica, dando cabida a una sola «Nación Española», planteando a los americanos, que pronto se dividirán entre juntistas y regentistas, una situación muy problemática en aquellas difíciles y excepcionales circunstancias.
    Conforme al derecho y tradición política hispánicos, en ausencia del rey legítimo la soberanía revierte a la comunidad existiendo dos entidades políticas diferenciadas desde su origen en el seno de la Monarquía Hispánica erigida a fines del siglo XV a partir de la Real Cédula de 1519 y nunca derogada, esto es, España e Indias. Cada reino o provincia recuperaba el derecho integral e indeclinable al uso de su soberanía y así mismo y en consecuencia, el de sólo cederlo a otro en cada caso particular. La revolución americana de 1810, concretada en el autogobierno proclamado por las distintas Juntas Populares, conducía precisamente a lo inverso de lo adoptado por las Cortes Generales y Extraordinarias reunidas en Cádiz en septiembre de ese mismo año. Las Cortes Españoles se adueñaron para sí de los derechos de soberanía con la intención de instaurar un inmenso Estado bicontinental fuertemente centralizado y dirigido por una exclusiva voluntad peninsular, desdeñando, entonces, el «federalismo» natural bihemisférico, fundado sobre una comunidad real de sangre, religión y cultura, encabezada por un solo rey legítimo como su señor natural.
    La proclamación de aquella soberanía nacional exclusiva y excluyente de la soberanía de las provincias americanas suponía, pues, una ruptura con la tradición hispánica de los dos reinos, víctimas en este punto los diputados españoles del influjo de la Francia revolucionaria modelada por la Asamblea Constituyente de 1791. Según el derecho y tradición hispánicos, la proclamación de semejante concepto de la soberanía nacional, reservada para los peninsulares y ejercida integralmente por éstos sobre el conjunto de la monarquía como peculiar compuesto político de España e Indias, suponía una especie de golpe de Estado consistente en abrogarse por un lado el derecho de una de las partes al total ejercicio de la soberanía y, por otro, la incorporación-asimilación lisa y llanamente de América a España.
    Tras la proclamación de aquella «soberanía nacional» y como consecuencia del ejercicio integral de la misma por las Cortes gaditanas, el texto de la Constitución finalmente aprobada en marzo de 1812 consagraba en diferentes disposiciones una plena centralización peninsular de los órganos del Estado incluido el poder legislativo. La imprudente y desmedida proclamación de dichas Cortes aquella sesión inaugural del 24 de septiembre es lo que acabaría por separar radicalmente a españoles y americanos de manera que sólo la anulación de aquella declaración con todas sus consecuencias y el consiguiente reconocimiento del viejo y arraigado principio de los dos reinos bajo una misma Corona, lo que incluye la unidad e intangibilidad del Reino de Indias, sólo ello podría haber restaurado la armonía entre americanos y españoles para poder recomponer así una unidad bicontinental hispánica de índole confederal y constitucional. Y es que la declaración de las Cortes de Cádiz suponía la subordinación injusta, y por ello intolerable, de los criollos a los peninsulares siendo iguales en derechos, una declaración revestida de legalidad al haber sido adoptada en Congreso Constituyente. No admitir aquella afrancesada declaración, no aceptar su vigencia que disminuía y perjudicaba a los españoles americanos, conllevaría la lucha por la emancipación. Los criollos que no lo pensasen así y no reaccionaran en consecuencia comprometían su reputación de buenos patriotas.
    Y en este punto, seducidos y apoyados por ingleses y anglo-americanos, así como convencidos por el retornado despotismo de Fernando VII en 1814, muchos criollos derivaron hacia la solución independentista, esto es, la separación radical de España, destruyendo finalmente la Monarquía Hispánica pero, también, disgregando, deshaciendo el unitario Reino de Indias, descompuesto ahora en una constelación de Repúblicas absolutamente independientes unas de otras. Ese fue el proceso que a partir de 1814 aniquiló, entonces, toda posibilidad de solución confederal entre España e Hispano-América como conjunto de provincias o Estados soberanos conformadores de una verdadera Patria Continental, una solución acorde con su comunidad de historia, sangre, cultura y religión, acorde con sus intereses comunes y con su tradición jurídico-política e integridad territorial. Y todo ello para beneficio principal de ingleses y estado-unidenses (divide y vencerás) en perjuicio evidente de españoles e hispano-americanos como lo demuestra inequívocamente la historia de los dos últimos siglos.
    Queda, pues, explicado el movimiento juntista americano de 1810 como una variante regional de la Revolución Hispánica, polarizada en torno a las ideas de reorganización de la monarquía sobre bases de reajuste constitucional que armonizasen las nuevas ideas de libertad civil y política con los institutos del viejo derecho español desplazados últimamente por el centralismo despótico y afrancesado de los Borbones. Finalmente, y en todo caso, después del año 1810 y por causas posteriores, crece y prospera el ideario separatista impulsado por dos motores hacia una convergencia: la total desvinculación de España y la disgregación hispano-americana.
    Notas
    {1} «Y porque es nuestra voluntad y lo hemos prometido y jurado –comienza el monarca– que siempre permanezcan unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas (las tierras que componen el Reino de Indias americano, desde California hasta Tierra del Fuego). Y mandamos que en ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra real corona de Castilla, desunidas ni divididas en todo o en parte ni a favor de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de nuestros vasallos y los trabajos que los descubridores y pobladores pasaron en su descubrimiento y población, para que tengan mayor certeza y confianza de que siempre estarán y permanecerán unidas a nuestra real corona, prometemos y damos nuestra fe y palabra real Nos y los reyes nuestros sucesores de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte, ni sus ciudades ni poblaciones, por ninguna causa o razón o a favor de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación o enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal la declaramos.» Ver Camilo Barcia Trelles, Doctrina de Monroe y Cooperación Internacional, Valladolid 1931.
    {2} Fue en nombre del rey legítimo y sus derechos sobre América, Fernando VII, sobre lo que se fundamentó e inicíó la revolución juntista hispano-americana, y así se hizo con sinceridad y convencimiento de la inmensa mayoría de los criollos. Es una explicación falsa, tergiversada, la de la «máscara de Fernando», en el sentido de que la utilización del nombre del rey era una impostura que ocultaba el "verdadero" significado independentista de las juntas populares de 1810. Esta es una interpretación «a posteriori» de los hechos reales acaecidos aquel año, una interpretación interesada sin ningún fundamento en la realidad.
    {3} Proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española de 28 de febrero de 1810, Colección Lafragua, vol. 393, copia en BN.
    {4} José Domingo Díaz, Recuerdos de la rebelión de Caracas, Imprenta de León Amarilla, Madrid 1829, p. 14.
    {5} Torres Lanzas, Catálogo de Legajos del Archivo de Indias, Tip. Zarzuela, Sevilla 1921-22, tomo II, p&aacut= e;g. 194
    {6} Ver El Español de José Blanco White, tomo I, pp. 245 y ss.
    {7} «John Parish», Fragata alemana, arriba el 13 de mayo a Montevideo; «San Juan Bautista», Bergantín español, llega a Montevideo el 13 de mayo; «Venerable», Fragata inglesa, llega el 18 de mayo a Buenos Aires; «Carmelita», Fragata española, llega a Montevideo el 17 de mayo; «Maranzana», Fragata española, arriba a Montevideo el 20 de mayo. Todas estas naves atracaron en el puerto de Cádiz dentro de los 20 primeros días de marzo, desde donde partieron a Sudamérica. Sobre este particular ver el libro de Felipe Ferreiro, La disgregación del Reyno de Indias, Barreiro y Ramos editores, Montevideo 1981, págs. 104 y ss.
    {8} Ver Torres Lanzas, op, cit., tomo II
    {9} Torres Lanzas, op. cit. tomo II.
    {10} Juan Egaña, «Epocas y Hechos Memorables de Chile 1810-1814», en Colección de Historiadores y documentos relativos a la Independencia de Chile, Imprenta Cervantes, tomo XIX.
    {11} Recogido por Ferreiro en La disgregación del Reyno de Indias, op. cit., págs. 112-114.



    Ramón Peralta Martínez, Origen y significado de las Juntas Hispano-americanas de 1810, El Catoblepas 109:11, 2011

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    De la Monarquía en América, el Reino de Quito y el posterior Estado de Ecuador. Historia Secreta de América -11- « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño

    De la Monarquía en América, el Reino de Quito

    y el posterior Estado de Ecuador. [1]

    Armas de la monarquía ecuatoriana. (Diseño por Francisco Núñez Proaño basado en documentos históricos ©)
    El tema del monarquismo en la América Latina del siglo XIX ha atraído poco interés académico. La mayoría de los estudios sobre las nuevas naciones sudamericanas en los primeros años de independencia se han concentrado en los problemas de liderazgo, redacción de constituciones, relaciones entre la Iglesia y el Estado, federalismo frente a centralismo, militarismo, desarrollo económico y desorden fiscal. El análisis de todos éstos temas es importante e ilumina la difícil transición de América Latina del colonialismo hacia la nacionalidad,pero ignorar o dar poca importancia al gran atractivo que tenían las formas y creencias monárquicas en la región sería eliminar un factor muy importante de la ecuación política.
    Quizá la relativa facilidad con que los Estados Unidos pasaron del gobierno monárquico británico al régimen republicano ha hecho que muchos latinoamericanistas norteamericanos subestimaran la importancia del monarquismo en la América Latina del siglo XIX. Cierto que los Estados Unidos vivieron tiempos difíciles como nación incipiente, especialmente durante el período de la Confederación, pero estas dificultades iniciales sirvieron más bien para estimular la tendencia hacia un gobierno central más fuerte, bajo una nueva Constitución, y no hacia una restauración de la monarquía.
    También es verdad que hubo algunos que creyeron en la superioridad del sistema monárquico, durante la Guerra de la Independencia norteamericana y aún después, pero en realidad el monarquismo nunca contó con numerosos adherentes serios, varias cartas de Thomas Jefferson y algunas de sus observaciones en The Anas han dado la impresión de que el monarquismo era una fuerza amenazadora en las décadas de 1780 y 1790. Sin embargo, Jefferson exageró mucho la influencia del pensamiento realista y distorsionó los puntos de vista de sus oponentes políticos. Gordon S. Wood y otros autores han demostrado que los americanos eran “republicanos por naturaleza” y que el monarquismo sólo tenía el apoyo de un puñado de figuras públicas.
    Los historiadores latinoamericanos saben bien que la experiencia política de las naciones latinoamericanas después de la independencia difiere marcadamente de la de los Estados Unidos. En América Latina los nuevos países están amenazados por dificultades mucho más graves que las que tuvieron que enfrentar los Estados Unidos. Dos de esas naciones, Brasil y México, escogieron la monarquía al principio de su independencia como el mejor régimen de gobierno para sociedades imbuidas de realismo autoritario, resultado de tres siglos de gobierno colonial. En el Brasil del siglo XIX, el gobierno efectivo de dos emperadores de la familia real portuguesa proveyó a la nación de un alto grado de estabilidad y unidad hasta casi final del siglo. El primer ensayo mexicano de monarquía fue mucho menos afortunado que el de Brasil. El inepto (Nota editorial: observación muy personal y subjetiva del autor) Agustín de Iturbide (Agustín I) sólo logró hacerse a su corona durante menos de un año, antes de ser expulsado por un levantamiento militar.
    La penosa historia de los monarcas de México, primero con Iturbide y más tarde con Maximiliano, ha contribuido probablemente a la noción generalizada de que el monarquismo no merece la atención de los historiadores serios. La mayoría de los estudios sobre el realismo en México se ha centrado en episodios y personajes dramáticos, y especialmente en el fatal reinado de Maximiliano y Carlota hacia la mitad de la década de 1860. El proyecto monárquico del general Mariano Paredes, a mediados de la década de 1840, es poco conocido y quizá habría sido totalmente ignorado a no ser por el trabajo del historiador español Jaime Delgado.
    El único estudio general del monarquismo mexicano es una poco conocida tesis doctoral de Frank J. Sanders, ”Propasals for Monarchy in México, 1823-1860″.
    Aunque el monarquismo en Argentina fue menos importante que en México, ha recibido sorprendente atención de parte de los estudiosos. Los diversos esfuerzos realistas de Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia y otros han sido estudiados a fondo por cierto número de historiadores, especialmente Ricardo Piccirilli, José Miguel Yrrázaval Larraín, Bartolomé Mitre, William Spencer Robertson, y Julián María Rubio. No es fácil determinar si los proponentes de la monarquía siguieron siendo importantes en Argentina entre 1834 y 1860, pero en 1861 Juan Bautista Alberdi se convirtió al monarquismo y redactó La monarquía como mejor forma de gobierno en Sud América.Sorprende que Alberdi, que tanta inspiración intelectual prestó a la Constitución liberal argentina de 1853, presentara argumentos a favor de la monarquía, pero lo hizo como respuesta a la crisis política Argentina y a la ola de pesimismo republicano que recorría gran parte de América del Sur, en un momento en que se estaban desarrollando planes para restaurar la monarquía en México y el Ecuador. El hecho de que un prominente intelectual argentino de la talla de Alberdi vacilara entre el republicanismo y el monarquismo en la década de 1860 indica que el atractivo de esta segunda forma de gobierno no se limitaba a unos pocos reaccionarios excéntricos mexicanos.
    Casi todos los monárquicos latinoamericanos pensaban que les era necesario ocultar no sólo sus opiniones políticas, sino especialmente sus planes para establecer tronos en el Nuevo Mundo, indudablemente, se daban cuenta de que sus puntos de vista chocaban con las opiniones populares y de que una franca declaración de sus planes provocaría una vigorosa reacción republicana. Las ideas realistas se mantenían en privado y sólo con gran circunspección se actuaba de acuerdo con ellas. Esto se puede observar en el caso del general José de San Martín, quien apoyó propuestas monárquicas tanto en Argentina como en Perú durante la lucha por la independencia. Incluso envió agentes a Europa en busca de un príncipe para el trono que proyectaba crear en Lima y, sin embargo, mantenía una capa de secreto sobre sus ideas y sus planes. Se descubrió el secreto, pero pocos admiradores del héroe argentino de la independencia estaban preparados para admitir la evidencia decía de que éste era monárquico. Un estudio biográfico, que mereció un premio y cuyo autor es Ricardo Rojas, insistía que San Martín estaba libre del pecado de monarquismo.
    No había nada de vergonzoso en ser monárquico en la América Latina de los primeros años del siglo XIX. Tres siglos de gobierno colonial habían moderado la sociedad y las instituciones gubernamentales bajo principios autoritarios y aristocráticos, notablemente diferentes de los de la sociedad anglosajona de Norteamérica. La escuela de filosofía política basada en los derechos naturales y un gobierno representativo, jugó un papel muy secundario en la experiencia y el pensamiento hispánicos. El brillante ensayo de Richard Morse en The Fouding of New Societies, compilado por Louis Hartz, subraya las diferencias entre anglosajones e hispanoamericanos. Morse señala que el colapso del estado patrimonial resultante de la independencia “requería la intervención de un fuerte liderazgo personalista”, o sea una dictadura. “Las energías de un gobierno de tal naturaleza”, continúa, “tenían que dirigirse a investir al estado común a legitimidad suprapersonal”. El énfasis gubernamental en las tradiciones culturales, el nacionalismo y el constitucionalismo puede proveer esta condición de legitimidad. Pero el gobierno personalista, según Morse, tiene serías debilidades, entre ellas la “legitimidad no transferible” y la tendencia a gobernar a base de impulsos e intimidación.
    Tomando en cuenta tales problemas, era natural que líderes tan penetrantes y responsables como Simón Bolívar y sus compañeros se preocuparan de la inestabilidad política y las dificultades inherentes a la creación de nuevas repúblicas, ostensiblemente basadas en la voluntad popular. Salvador de Madariaga, en una biografía fascinante aunque excesivamente crítica de Bolívar, ha descrito detalladamente la atención dada por Bolívar y algunos de sus consejeros a las fórmulas monocráticas para emplear la palabra utilizada por Madariaga y monárquicas para resolver los problemas políticos de Hispanoamérica. Basándose en un considerable conjunto de evidencias, Madariaga concluye que Bolívar deseaba el establecimiento de una monarquía, y que animó a personas de su confianza a entablar conversaciones con diplomáticos europeos, orientadas a crear un trono sudamericano, aunque al final el Libertador se decidió por un gobierno monocrático y no monárquico, porque temía que la imposición de un gobierno realista resultara contraproducente y destruyera su reputación.
    La biografía de Madariaga provocó una fuerte reacción entre los adoradores de Bolívar, en parte por la actitud negativa del autor español hacia el Libertador, pero sobre todo porque describía a Bolívar como monárquico. El historiador venezolano Caracciolo Parra-Pérez rápidamente refutó los asertos de Madariaga con un largo y meticuloso estudio, “La monarquía en Gran Colombia”, que defiende a Bolívar de toda imputación de monarquismo. El erudito ataque a la obra de Madariaga, aunque minucioso e impresionante, presenta a Bolívar como el proverbial pianista de un prostíbulo que dice ignorar lo que sucede en los cuartos de arriba. A pesar de todo, el estudio de Parra Pérez parece haber convencido a la mayoría de los bolivarianistas de que el Libertador jamás favoreció el monarquismo.
    Que Bolívar anhelara o no una corona para sí mismo es menos importante que el hecho, claramente demostrado por Madariaga, de que el Libertador y muchos de sus consejeros más íntimos prestaron gran atención a la monarquía y distintas formas de autocracia (dictadura, presidencia vitalicia), como alternativas para controlar las anárquicas fuerzas políticas de Hispanoamérica. En efecto, la principal contribución de Madariaga a nuestra comprensión de lo sucedido después de la independencia es la relación que señala entre monocracia y monarquía, que explica cómo la desilusión con los resultados de gobierno republicano condujo directamente a pensar en las de restauración de la monarquía. La opción por la monocracia era meramente una solución temporal, destinada a ejercer control por medio de la represión y la intimidación. Pero la dictadura no pudo resolver el problema subyacente, señalado por Morse, de la legitimidad y la sucesión ordenada. Desde este punto de vista, la monocracia no era adecuada.
    La historia de Hispanoamérica revela que los dictadores han realizado interesantes esfuerzos para resolver el dilema de la sucesión ordenada tratando de instalar dinastías nacionales. En el Paraguay, Carlos Antonio López logró que su inepto (Nota editorial: Nuevamente, esta acotación del autor es de un subjetivismo craso e insultante a la gran figura del Mariscal paraguayo) hijo, Francisco Solano López, le sucediera, aunque todas las esperanzas de una dinastía López se esfumaron con la Guerra de Paraguay (o de la Triple Alianza), al final de la década de 1860. Otro intento de cerrar la brecha entre autocracia y monarquía fue realizado por el general Rafael Carrera, de Guatemala. En 1854 Carrera se proclamó “Presidente Perpetuo” y declaró que debían sucederle primero su esposa y luego su hijo, éste cuando llegara la mayoría de edad. Los indios de Guatemala, que lo llamaban “Hijo de Dios”, proporcionaron algo de la mística de la monarquía, lo mismo que un sacerdote católico que decía en sus sermones que el “Presidente Perpetuo” era el “Representante de Dios”.
    Armas del Duque de Tarancón, Don Agustín Muñoz y Borbón(siglo XIX) "Principe del Ecuador" "Restaudrador de la Monarquía en Ecuador, Perú, y Bolivia en principio (con trono en Quito)" "...Rey no coronado de un nuevo Imperio y de una nueva Dinastía".

    La “presidencia perpetua” de Carrera ilustra la estrecha relación que existe entre la monocracia y monarquía. Ambas concepciones de gobierno eran atractivas para la filosofía política autoritaria y la experiencia histórica de los pueblos hispánicos. Ambas prometían restaurar el orden y mantener la jerarquía social tradicional. Pero la autocracia, que no contaba con la mística de la realeza y de la ordenación divina, no podía resolver los problemas paralelos de la legitimidad y la sucesión. La intención de Carrera de lograr el apoyo del clero para que sancionara “a divinis” la “presidencia perpetua”, en la que habría de sucederle su hijo, no tuvo más éxito que los esfuerzos de Iturbide en México. El fracaso de Carrera demostró la gran dificultad que había en convertir una dictadura en monarquía sin la mística de la realeza.
    La monarquía parecía ofrecer varias ventajas sobre el gobierno dictatorial. Resolvía problemas de la legitimidad y estaba en armonía con la tradición y el sistema social jerárquico. La aceptación general de un prestigioso príncipe europeo, según los monárquicos, eliminaría la necesidad de gobernar por medio de la intimidación. Bajo un gobierno monárquico se podía permitir mayor libertad y la existencia de una oposición moderada, sin temor de que los opositores derrocaran al régimen.
    Si excluimos la inverosímil elección de un descendiente de los gobernantes de los imperios indígenas del Nuevo Mundo, los monárquicos hispanoamericanos necesitaban hallar un príncipe europeo para llevar a cabo la restauración. La necesidad de apelar a la realeza europea era un dilema para los monárquicos. Por una parte, los gobiernos monárquicos europeos, con la excepción de España, no deseaban realmente proporcionar un príncipe y enredarse en los asuntos políticos internos de las naciones hispanoamericanas. Por otra parte, a los dirigentes europeos les halagaba que les pidieran ayuda, sobre todo cuando se trataba de otorgar protección contra los agresivos designios de Estados Unidos. Algunos de los planes monárquicos incluían propuestas para establecer protectorados europeos, en parte porque las crisis nacionales que estimulaban tales planes incluían la amenaza extranjera contra la nación que buscaba un príncipe europeo. Además, los realistas hispanoamericanos creían que la oferta de un protectorado podía ser un anzuelo tentador para las naciones europeas que anhelaban extender su influencia a través del mundo.
    Gran Bretaña, la mayor potencia marítima de siglo, y la más atractiva candidata a auspiciadora de monarquías, declinó todas las ofertas de los realistas hispanoamericanos. Los gobernantes británicos habían decidido que los riesgos de establecer una monarquía protegida eran mayores que sus posibles beneficios. El inmiscuirse a fondo en los asuntos de una nación hispanoamericana podría afectar las relaciones comerciales con toda la región y provocar acciones retaliatorias de los Estados Unidos. Francia desconfiaba de los planes monárquicos casi tanto como Gran Bretafia, aunque Napoleón III sucumbió a una oferta mexicana, en la década de 1860, con consecuencias fatales. España no era una buena posibilidad, dada su debilidad militar y su manchada aceptación de ex-madre patria. Sin embargo, los monárquicos hicieron ofertas a España, y las autoridades españolas estaban muy dispuestas a aceptarlas. A mediados de la década de 1840, líderes tanto de México como del Ecuador consiguieron ayuda de España para establecer tronos en sus países. Ambos proyectos, uno de los cuales es el tema principal de esta obra, fracasaron rotundamente.
    El mayor obstáculo para una exitosa restauración de la monarquía era el problema de cómo lograr la transición de república a su reino. La mayoría de los monárquicos evidentemente creían que sus ideas políticas no eran populares y que debían llevar a cabo sus planes en secreto. Meditaciones colombianas, de Juan García del Río, era una de las pocas publicaciones que defendían abiertamente las ideas monárquicas. El secreto con el cual se rodeaban los planes realistas no sólo hacía más dificil su realización, sino que oscureció la historia del monarquismo en la América española del siglo XIX.
    Como consecuencia, gran parte de esa historia se ha relegado al plano del rumor y el chisme, escapándose así del interés de la mayoría de los historiadores.
    Probablemente nunca se sepa la historia completa de las actividades monárquicas en la era post-independentista de Hispanoamérica. Los defensores de la monarquía no plasmaron por escrito sus pensamientos y planes. Pero, ocasionalmente, la corriente subterránea monárquica sale a la superficie, dejando una huella. Un ejemplo son las cartas de García Moreno a un diplomático francés, publicadas en 1861 en el Perú para avergonzar al presidente ecuatoriano por haber propuesto una monarquía respaldada por Francia. Pero ese es un caso único, y la revelación de proyectos de restauración monárquica ha sido rara.
    La correspondencia diplomática constituye la mejor fuente de información sobre las actividades monárquicas en Hispanoamérica, por la sencilla razón de que las invitaciones para instaurar tronos y protectorados tenían que dirigirse a los agentes diplomáticos de los gobiernos europeos. Los archivos diplomáticos de Inglaterra, Francia y España contienen gran cantidad de información sobre propuestas monárquicas, sobre todo referentes a México y al Ecuador, pero también a otros países. Los despachos británicos contienen la mejor información, pero la correspondencia de otras potencias es también valiosa. La calidad de la información provista por los diplomáticos norteamericanos varía grandemente y rara vez es de importancia, ya que nunca hubo propuestas monárquicas hechas directamente a ellos. Por supuesto, hay que tratar todos los materiales diplomáticos con cuidado, pues aún los agentes más capaces y experimentados tienen sus prejuicios y limitaciones.
    Aún cuando la información enviada por los diplomáticos españoles en el Ecuador no es de gran calidad, esta correspondencia ha provisto la información más importante para este estudio, por cuanto muestra concluyentemente que el general Flores presentó una propuesta monárquica, no solamente referente al Ecuador sino a Perú y a Bolivia, y que España la aceptó. Aunque los despachos diplomáticos españoles no contestan todos los interrogantes sobre la naturaleza del plan de restauración para el Ecuador, sí prueban de forma concluyente que el general Flores ocupó un lugar central en el complot para restaurar la monarquía en Sudamérica.
    Los mejores informes provienen de la pluma de Walter Cope, cónsul británico en Guayaquil y posteriormente encargado de negocios en Quito, redactados entre 1828 y fines de 1859 o 1860, fecha de su muerte. Cope recogía valiosas informaciones de presidentes, ministros, comerciantes y otras personas, y las transmitía al Ministerio de Relaciones Exteriores británico en largos despachos. En sus informes incluso se encuentran referencias a la opinión pública de aquel entonces, especialmente cuando informa de rumores y actitudes sobre la política del gobierno.
    Para una información general sobre el Ecuador en el período de las intrigas monárquicas floreanas disponemos de las fuentes históricas usuales: documentos gubernamentales, periódicos oficiales e independientes, panfletos, hojas sueltas y correspondencia particular. Estas fuentes arrojan mucha luz sobre el desarrollo del Ecuador durante sus tres primeras décadas; también muestran cuán frágil era gobernar el país, lo que a su vez explica por qué Flores, y más tarde García Moreno, trataron de restaurar la monarquía.Pero ni siquiera todas las fuentes no diplomáticas reunidas revelan incontestablemente que el general Flores tratara de imponer un gobierno realista en el Ecuador. Tampoco los documentos privados del general proveen información de importancia crucial, aunque se puede encontrar en ellos material suplementario de interés. La falta de información concreta y específica sobre las actividades en pro de la restauración monárquica de las fuentes ecuatorianas explica por qué Luis Robalino Dávila y Gustavo Vásconez Hurtado no afirmen claramente que Flores estuviera involucrado en planes monárquicos.
    Combinando las fuentes diplomáticas con todos los demás materiales históricos, se puede reconstruir de manera bastante completa las actividades del primer presidente del Ecuador. Los documentos demuestran que el general Flores llegó a convencerse de que el Ecuador era ingobernable bajo instituciones representativas y que sólo una monocracia bajo su propio control o un protectorado extranjero bajo un príncipe europeo podían rescatar al país del caos. Aunque Flores perdió el poder antes de realizar sus planes, nunca dejó de pensar que la monarquía era un régimen más adecuado para América Latina que la república. Los esfuerzos de Flores por recuperar el poder en el Ecuador contribuyeron a provocar una fuerte crisis interna y externa en 1859, lo que estimuló a otro líder, Gabriel García Moreno, a intentar un nuevo proyecto de restauración monárquica. El fracaso de la iniciativa garciana puso fin a todo pensamiento monárquico serio, así como el régimen de Maximiliano terminó con el monarquismo en México.
    (…)
    Con el beneficio del tiempo transcurrido, se ve claramente que la monarquía tenía poca o ninguna posibilidad de triunfar en las nuevas naciones hispanoamericanas (Nota editorial: Eso aún está por verse). Había demasiados obstáculos para que tuviera éxito un movimiento restaurador. Sin embargo, podemos afirmar que el monarquismo fue más importante de lo que generalmente se cree, especialmente en los países más conservadores y con insalvables problemas políticos y sociales, como el Ecuador y México (Nota editorial: Cabe recordar aquí que la Junta Suprema del 10 de Agosto de 1809 era eminentemente monárquica, al punto que hoy es aceptado por la historiografía que los montufaristas buscaban la proclamación del Marqués de Selva Alegre, “Su Alteza Serenísima” Juan Pío Montúfar como REY DE QUITO). También hubo brotes de monarquismo en otras naciones, tan diversas como Costa Rica, Guatemala, Perú y Argentina. Era una doctrina atractiva, especialmente para los líderes que desconfiaban de las instituciones representativas y aquellas reformas liberales que perturbaban el orden hispánico tradicional. Los monárquicos no siempre eran los conservadores más reaccionarios, pues muchos de los proponentes de las restauración argüían que al recobrar la legitimidad, un jefe de Estado coronado podía permitir más libertad que un dictador. Pero estos sueños de lograr una mayor libertad eran probablemente ilusorios, porque no tomaba en cuenta la fuerte oposición y probable guerra civil que ocasionaría la imposición de un príncipe extranjero, respaldado por tropas extranjeras. La monarquía probablemente no podría haber recobrado la elusiva legitimidad (ciertamente, la de Maximiliano no lo logró), porque la restauración monárquica parecía negar todo el movimiento independentista y el emergente sentimiento nacionalista.
    A pesar de su futilidad, el tema del monarquismo merece un cuidadoso examen histórico. La restauración monárquica tenía poca o ninguna posibilidad de éxito en Hispanoamérica, pero líderes importantes creían en ese ideal y a veces actuaban de acuerdo con él. Aunque los proponentes de la monarquía creían que un gobierno realista salvaría del desorden a sus países, no deja de ser irónico que aquellos que hacían tales planes, como el general Flores en el Ecuador, sólo lograron crear más desorden. Las diferencias irreconciliables en cuanto a creencias políticas que separaron a republicanos y monárquicos en el período post- independentista, eran parte de un defectuoso proceso político que continúa, aún hoy, perturbando y confundiendo los esfuerzos por lograr un gobierno republicano estable en América Latina.
    Por Mark Van Aken[2]

    [1] El artículo presentado es la reproducción de la Introducción al libro “El Rey de la Noche”, 2da Edición castellana, Quito, 2005, Ed. Del Banco Central del Ecuador. Digitalizado por Francisco Núñez Proaño. NO necesariamente comparto la totalidad de lo expresado.
    [2] Mark Van Aken, historiador estadounidense, doctor en historia por la Universidad Estatal de California, Berkeley, en 1952, ha sido profesor de la Universidad de California, Hayward, y ha publicado aparte de numeroso artículos especializados, Pan Hispanism: Its Origin and Development to 1866 (1959) y Los Militantes: Una historia del movimiento estudiantil uruguayo (1990)





    C. L. A. M. O. R.: Orígenes masónicos del escudo nacional argentino

    Orígenes masónicos del escudo nacional argentino

    Historia
    Símbolo patrio: la incógnita del escudo

    Un investigador francés destaca la similitud de nuestro emblema con un salvoconducto usado por miembros de un club revolucionario francés para acceder a la Asamblea Legislativa entre 1790 y 1793

    Domingo 15 de octubre de 2006 | Publicado en edición impresa La Nación

    Escudo de club masónico revolucionario francés,
    curiosamente casi idéntico al nacional argentino.

    Corría el año 1987 y, con la debida anticipación, Francia estaba inmersa de lleno en los preparativos para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa de 1789 con la pompa y el esplendor que evidencia el espíritu galo en las grandes ocasiones. Nada era dejado al azar. Todo era minuciosamente previsto, estudiado y supervisado por una Comisión constituida especialmente a esos efectos y por el ministerio de la Cultura y la Comunicación. Un Programa de 315 páginas consignaba centenares de actividades a desarrollar en Francia y el extranjero. Así, por ejemplo, en esa suerte de catálogo se anunciaba un coloquio en la Sorbona destinado a examinar la influencia de la Revolución sobre los movimientos independentistas en la América latina.
    Toda la nación se aprestaba a asociarse a los festejos que culminarían el 14 de julio de 1989 al conmemorar la toma por el pueblo de París de la fortaleza medieval y prisión de La Bastilla, símbolo del despotismo monárquico, que dos siglos antes había sido el punto de partida de la más profunda transformación política e institucional de buena parte del mundo. He creído oportuno mencionar esos preparativos porque considero que, ante la proximidad de nuestra propia celebración de aquí a cuatro años, deberíamos analizar a fondo lo hecho en Francia a raíz de esos fastos para beneficiarnos con tales experiencias.
    En esas circunstancias, y siendo embajador en ese admirable país, recibí una carta en la cual un caballero interesado en nuestra historia me sometía a una consulta que no dejó de sorprenderme. Preguntaba cuándo y por qué motivo la República Argentina había adoptado oficialmente como escudo nacional el emblema del que se valían como laissez-passer los miembros de un club revolucionario francés para acceder a la Asamblea Legislativa entre 1790 y 1793. En apoyo de su petición acompañaba copia de una ilustración que figura en la obra La Revolución Francesa, de Michel Vovelle (Tomo 3° página 216). Asimismo quería saber si el diseño había sido obtenido por un argentino durante ese turbulento período o llevado por un jacobino que podría haber viajado para combatir por la independencia argentina.
    La similitud con nuestro escudo - como podrá apreciarse por la reproducción que acompaña esta nota- era tan acentuada que no dejó de sorprenderme. Sobre todo teniendo en cuenta que esa credencial era utilizada dos décadas antes de que la Asamblea General Constituyente de 1813 resolviese adoptar el conocido blasón nacional. La curiosidad planteada en términos tan precisos estaba pues plenamente justificada. Como, por mi parte, no tenía ninguna explicación al respecto, tuve que contestarle a mi interlocutor que intentaría satisfacer su demanda consultando a alguien que tuviese cierta versación en la materia.
    Intenté conseguir la obra de Vovelle, historiador marxista que interpreta a su manera los sucesos del levantamiento popular contra el régimen de Luis XVI, pero no fue fácil. No había sido distribuida en el comercio y sólo podía adquirirse por una suscripción particular en una editorial vinculada al Partido Comunista.
    Me dirigí entonces a la Biblioteca Nacional donde fui recibido muy cortésmente por quien era la Directora del Departamento de Grabados y Fotografías, Laure Beaumont-Maillet, quien conociendo el motivo de mi visita ya había hecho los preparativos para exhibirme el emblema en cuestión conservado con todo cuidado en un voluminoso cartapacio clasificado con la denominación "Código de la Colección Qb.1 Año 1793", que indica el orden interno en que está ubicado en esa repartición. Con inocultable orgullo por la pieza histórica que mostraba ante mis ojos, me proporcionó otras informaciones.
    Las iniciales "BR" que aparecen en un círculo bajo la cinta roja que une a los laureles significan "Bibliothèque Royale", razón por la cual también está incluida la corona real. Las letras "Lat" que se ven en el borde derecho del escudo, a la altura de los rayos segundo y tercero del sol, corresponden a la "Colección Latarrade" de la que formaba parte esa estampa y cuyo propietario del mismo nombre vendió una parte a la Biblioteca Nacional en 1841. A su vez, la familia de Latarrade, en 1863, donó a la misma institución otros quince mil grabados, de donde surge que la proveniencia del referido emblema está perfectamente certificada.
    La directora agregó que, en su opinión, el movimiento del azul de la mitad superior del escudo, que se asemeja a pequeñas olas, podría indicar que los diputados que lo usaban como credencial para ingresar a la Asamblea Nacional provenían de una región marítima de Francia. Por último, tuvo la gentileza de entregarme varias fotos de distintos tamaños y a todo color sacadas por el fotógrafo oficial de la Biblioteca.
    Con esos datos y aprovechando un viaje a Buenos Aires conversé con Bonifacio del Carril, amigo de juventud, a quien expuse con lujo de detalles cómo había llegado a mi conocimiento el tema. Al ver la reproducción de la estampa revolucionaria no pudo reprimir su entusiasmo exclamando que ese documento bien podría llenar un gran vacío en nuestra historia dado que, en lo concerniente al escudo nacional, se desconoce quién hizo el dibujo que sirvió de modelo para hacer el cuño respectivo. Señaló que algunos autores han expuesto diversas teorías en ese sentido, pero que en realidad no han sido sino meras especulaciones carentes de toda base documental. En particular, porque las Actas de la Asamblea comúnmente denominada del Año XIII, que podrían haber arrojado alguna luz, desaparecieron después de 1852 cuando los vencedores de Caseros, que se instalaron en la casona de Juan Manuel de Rosas en Palermo, las incluyeron en un inventario.
    De los textos de investigadores como Dardo Corvalán Mendilaharsu,Carlos Roberts, Agustín de Vedia, Luis Cánepa, surge prácticamente un consenso de lo que se sabe con certeza y de lo que se ignora acerca del origen de nuestro escudo patrio. Se sabe que la Asamblea, con el propósito de ejecutar actos soberanos, comisionó al diputado por San Luis, don Agustín Donado, que se encargara de la confección de un sello para autenticar los escritos del gobierno en reemplazo del utilizado hasta entonces con las armas reales de España, y que además serviría para acuñar la primera moneda nacional, "uno de los atributos esenciales de la soberanía", según Joaquín V. González. Está también probado que Donado confió esa tarea al grabador cuzqueño radicado en Buenos Aires Juan de Dios Rivera y que, con el cuño por él tallado, fueron sellados algunos documentos emanados de la Asamblea; por último, en el Archivo General de la Nación figura el decreto del 12 de marzo de 1813, por el cual la Asamblea General Constituyente, con las firmas de su presidente, Tomás Valle, y el secretario Hipólito Vieytes, ordena "que el Supremo Poder Ejecutivo use el mismo sello de este Cuerpo Soberano, con la sola diferencia de que la inscripción del Círculo sea la de Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata" . Con esa formalidad quedó registrada la fecha cierta de la creación de nuestro escudo, por más que "El Redactor de la Asamblea" publicara la noticia el día siguiente.
    A partir de ahí empiezan las divergencias y la incertidumbre acerca de quién fue realmente el autor del diseño respectivo. Ha sido atribuido al mismo Donado, al tallador Rivera, al artista peruano Isidro Antonio de Castro y a Bernardo de Monteagudo, entre otros, pero siempre haciendo la salvedad de que no existen constancias concluyentes que permitan sostener con total seguridad a quién de los nombrados cabe asignarle la paternidad del escudo. O sea, que es un debate sobre meras suposiciones.
    Corvalán Mendilaharsu, que investigó a fondo este problema, admite que " no se conoce precisamente al autor o inspirador del sello, ni los fundamentos filosóficos y políticos determinantes de los jeroglíficos que lo integran, lo que ha mantenido este asunto en una desesperante oscuridad para los investigadores como para los demás interesados en penetrar el concepto de símbolo máximo".
    Para suplir esa "desesperante oscuridad" proliferaron las interpretaciones un tanto antojadizas del significado que tienen las manos unidas, el gorro frigio o de los libertos romanos, la pica, los laureles, el sol incásico y demás elementos, pero ninguna de ellas nos acerca a la verdad histórica.
    El misterio subsiste desde hace 193 años. Tal vez el emblema revolucionario francés de 1790 pueda aportar una perspectiva diferente que aliente a los historiadores a tratar de develar la incógnita.
    Por Carlos Ortiz de Rozas
    El autor fue embajador argentino en Francia (1984-1989).


  20. #20
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    De la Monarquía en América, el Reino de Quito y el posterior Estado de Ecuador. Historia Secreta de América -11- « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño

    De la Monarquía en América, el Reino de Quito

    y el posterior Estado de Ecuador. [1]

    Armas de la monarquía ecuatoriana. (Diseño por Francisco Núñez Proaño basado en documentos históricos ©)
    El tema del monarquismo en la América Latina del siglo XIX ha atraído poco interés académico. La mayoría de los estudios sobre las nuevas naciones sudamericanas en los primeros años de independencia se han concentrado en los problemas de liderazgo, redacción de constituciones, relaciones entre la Iglesia y el Estado, federalismo frente a centralismo, militarismo, desarrollo económico y desorden fiscal. El análisis de todos éstos temas es importante e ilumina la difícil transición de América Latina del colonialismo hacia la nacionalidad,pero ignorar o dar poca importancia al gran atractivo que tenían las formas y creencias monárquicas en la región sería eliminar un factor muy importante de la ecuación política.
    Quizá la relativa facilidad con que los Estados Unidos pasaron del gobierno monárquico británico al régimen republicano ha hecho que muchos latinoamericanistas norteamericanos subestimaran la importancia del monarquismo en la América Latina del siglo XIX. Cierto que los Estados Unidos vivieron tiempos difíciles como nación incipiente, especialmente durante el período de la Confederación, pero estas dificultades iniciales sirvieron más bien para estimular la tendencia hacia un gobierno central más fuerte, bajo una nueva Constitución, y no hacia una restauración de la monarquía.
    También es verdad que hubo algunos que creyeron en la superioridad del sistema monárquico, durante la Guerra de la Independencia norteamericana y aún después, pero en realidad el monarquismo nunca contó con numerosos adherentes serios, varias cartas de Thomas Jefferson y algunas de sus observaciones en The Anas han dado la impresión de que el monarquismo era una fuerza amenazadora en las décadas de 1780 y 1790. Sin embargo, Jefferson exageró mucho la influencia del pensamiento realista y distorsionó los puntos de vista de sus oponentes políticos. Gordon S. Wood y otros autores han demostrado que los americanos eran “republicanos por naturaleza” y que el monarquismo sólo tenía el apoyo de un puñado de figuras públicas.
    Los historiadores latinoamericanos saben bien que la experiencia política de las naciones latinoamericanas después de la independencia difiere marcadamente de la de los Estados Unidos. En América Latina los nuevos países están amenazados por dificultades mucho más graves que las que tuvieron que enfrentar los Estados Unidos. Dos de esas naciones, Brasil y México, escogieron la monarquía al principio de su independencia como el mejor régimen de gobierno para sociedades imbuidas de realismo autoritario, resultado de tres siglos de gobierno colonial. En el Brasil del siglo XIX, el gobierno efectivo de dos emperadores de la familia real portuguesa proveyó a la nación de un alto grado de estabilidad y unidad hasta casi final del siglo. El primer ensayo mexicano de monarquía fue mucho menos afortunado que el de Brasil. El inepto (Nota editorial: observación muy personal y subjetiva del autor) Agustín de Iturbide (Agustín I) sólo logró hacerse a su corona durante menos de un año, antes de ser expulsado por un levantamiento militar.
    La penosa historia de los monarcas de México, primero con Iturbide y más tarde con Maximiliano, ha contribuido probablemente a la noción generalizada de que el monarquismo no merece la atención de los historiadores serios. La mayoría de los estudios sobre el realismo en México se ha centrado en episodios y personajes dramáticos, y especialmente en el fatal reinado de Maximiliano y Carlota hacia la mitad de la década de 1860. El proyecto monárquico del general Mariano Paredes, a mediados de la década de 1840, es poco conocido y quizá habría sido totalmente ignorado a no ser por el trabajo del historiador español Jaime Delgado.
    El único estudio general del monarquismo mexicano es una poco conocida tesis doctoral de Frank J. Sanders, ”Propasals for Monarchy in México, 1823-1860″.
    Aunque el monarquismo en Argentina fue menos importante que en México, ha recibido sorprendente atención de parte de los estudiosos. Los diversos esfuerzos realistas de Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia y otros han sido estudiados a fondo por cierto número de historiadores, especialmente Ricardo Piccirilli, José Miguel Yrrázaval Larraín, Bartolomé Mitre, William Spencer Robertson, y Julián María Rubio. No es fácil determinar si los proponentes de la monarquía siguieron siendo importantes en Argentina entre 1834 y 1860, pero en 1861 Juan Bautista Alberdi se convirtió al monarquismo y redactó La monarquía como mejor forma de gobierno en Sud América.Sorprende que Alberdi, que tanta inspiración intelectual prestó a la Constitución liberal argentina de 1853, presentara argumentos a favor de la monarquía, pero lo hizo como respuesta a la crisis política Argentina y a la ola de pesimismo republicano que recorría gran parte de América del Sur, en un momento en que se estaban desarrollando planes para restaurar la monarquía en México y el Ecuador. El hecho de que un prominente intelectual argentino de la talla de Alberdi vacilara entre el republicanismo y el monarquismo en la década de 1860 indica que el atractivo de esta segunda forma de gobierno no se limitaba a unos pocos reaccionarios excéntricos mexicanos.
    Casi todos los monárquicos latinoamericanos pensaban que les era necesario ocultar no sólo sus opiniones políticas, sino especialmente sus planes para establecer tronos en el Nuevo Mundo, indudablemente, se daban cuenta de que sus puntos de vista chocaban con las opiniones populares y de que una franca declaración de sus planes provocaría una vigorosa reacción republicana. Las ideas realistas se mantenían en privado y sólo con gran circunspección se actuaba de acuerdo con ellas. Esto se puede observar en el caso del general José de San Martín, quien apoyó propuestas monárquicas tanto en Argentina como en Perú durante la lucha por la independencia. Incluso envió agentes a Europa en busca de un príncipe para el trono que proyectaba crear en Lima y, sin embargo, mantenía una capa de secreto sobre sus ideas y sus planes. Se descubrió el secreto, pero pocos admiradores del héroe argentino de la independencia estaban preparados para admitir la evidencia decía de que éste era monárquico. Un estudio biográfico, que mereció un premio y cuyo autor es Ricardo Rojas, insistía que San Martín estaba libre del pecado de monarquismo.
    No había nada de vergonzoso en ser monárquico en la América Latina de los primeros años del siglo XIX. Tres siglos de gobierno colonial habían moderado la sociedad y las instituciones gubernamentales bajo principios autoritarios y aristocráticos, notablemente diferentes de los de la sociedad anglosajona de Norteamérica. La escuela de filosofía política basada en los derechos naturales y un gobierno representativo, jugó un papel muy secundario en la experiencia y el pensamiento hispánicos. El brillante ensayo de Richard Morse en The Fouding of New Societies, compilado por Louis Hartz, subraya las diferencias entre anglosajones e hispanoamericanos. Morse señala que el colapso del estado patrimonial resultante de la independencia “requería la intervención de un fuerte liderazgo personalista”, o sea una dictadura. “Las energías de un gobierno de tal naturaleza”, continúa, “tenían que dirigirse a investir al estado común a legitimidad suprapersonal”. El énfasis gubernamental en las tradiciones culturales, el nacionalismo y el constitucionalismo puede proveer esta condición de legitimidad. Pero el gobierno personalista, según Morse, tiene serías debilidades, entre ellas la “legitimidad no transferible” y la tendencia a gobernar a base de impulsos e intimidación.
    Tomando en cuenta tales problemas, era natural que líderes tan penetrantes y responsables como Simón Bolívar y sus compañeros se preocuparan de la inestabilidad política y las dificultades inherentes a la creación de nuevas repúblicas, ostensiblemente basadas en la voluntad popular. Salvador de Madariaga, en una biografía fascinante aunque excesivamente crítica de Bolívar, ha descrito detalladamente la atención dada por Bolívar y algunos de sus consejeros a las fórmulas monocráticas para emplear la palabra utilizada por Madariaga y monárquicas para resolver los problemas políticos de Hispanoamérica. Basándose en un considerable conjunto de evidencias, Madariaga concluye que Bolívar deseaba el establecimiento de una monarquía, y que animó a personas de su confianza a entablar conversaciones con diplomáticos europeos, orientadas a crear un trono sudamericano, aunque al final el Libertador se decidió por un gobierno monocrático y no monárquico, porque temía que la imposición de un gobierno realista resultara contraproducente y destruyera su reputación.
    La biografía de Madariaga provocó una fuerte reacción entre los adoradores de Bolívar, en parte por la actitud negativa del autor español hacia el Libertador, pero sobre todo porque describía a Bolívar como monárquico. El historiador venezolano Caracciolo Parra-Pérez rápidamente refutó los asertos de Madariaga con un largo y meticuloso estudio, “La monarquía en Gran Colombia”, que defiende a Bolívar de toda imputación de monarquismo. El erudito ataque a la obra de Madariaga, aunque minucioso e impresionante, presenta a Bolívar como el proverbial pianista de un prostíbulo que dice ignorar lo que sucede en los cuartos de arriba. A pesar de todo, el estudio de Parra Pérez parece haber convencido a la mayoría de los bolivarianistas de que el Libertador jamás favoreció el monarquismo.
    Que Bolívar anhelara o no una corona para sí mismo es menos importante que el hecho, claramente demostrado por Madariaga, de que el Libertador y muchos de sus consejeros más íntimos prestaron gran atención a la monarquía y distintas formas de autocracia (dictadura, presidencia vitalicia), como alternativas para controlar las anárquicas fuerzas políticas de Hispanoamérica. En efecto, la principal contribución de Madariaga a nuestra comprensión de lo sucedido después de la independencia es la relación que señala entre monocracia y monarquía, que explica cómo la desilusión con los resultados de gobierno republicano condujo directamente a pensar en las de restauración de la monarquía. La opción por la monocracia era meramente una solución temporal, destinada a ejercer control por medio de la represión y la intimidación. Pero la dictadura no pudo resolver el problema subyacente, señalado por Morse, de la legitimidad y la sucesión ordenada. Desde este punto de vista, la monocracia no era adecuada.
    La historia de Hispanoamérica revela que los dictadores han realizado interesantes esfuerzos para resolver el dilema de la sucesión ordenada tratando de instalar dinastías nacionales. En el Paraguay, Carlos Antonio López logró que su inepto (Nota editorial: Nuevamente, esta acotación del autor es de un subjetivismo craso e insultante a la gran figura del Mariscal paraguayo) hijo, Francisco Solano López, le sucediera, aunque todas las esperanzas de una dinastía López se esfumaron con la Guerra de Paraguay (o de la Triple Alianza), al final de la década de 1860. Otro intento de cerrar la brecha entre autocracia y monarquía fue realizado por el general Rafael Carrera, de Guatemala. En 1854 Carrera se proclamó “Presidente Perpetuo” y declaró que debían sucederle primero su esposa y luego su hijo, éste cuando llegara la mayoría de edad. Los indios de Guatemala, que lo llamaban “Hijo de Dios”, proporcionaron algo de la mística de la monarquía, lo mismo que un sacerdote católico que decía en sus sermones que el “Presidente Perpetuo” era el “Representante de Dios”.
    Armas del Duque de Tarancón, Don Agustín Muñoz y Borbón(siglo XIX) "Principe del Ecuador" "Restaudrador de la Monarquía en Ecuador, Perú, y Bolivia en principio (con trono en Quito)" "...Rey no coronado de un nuevo Imperio y de una nueva Dinastía".

    La “presidencia perpetua” de Carrera ilustra la estrecha relación que existe entre la monocracia y monarquía. Ambas concepciones de gobierno eran atractivas para la filosofía política autoritaria y la experiencia histórica de los pueblos hispánicos. Ambas prometían restaurar el orden y mantener la jerarquía social tradicional. Pero la autocracia, que no contaba con la mística de la realeza y de la ordenación divina, no podía resolver los problemas paralelos de la legitimidad y la sucesión. La intención de Carrera de lograr el apoyo del clero para que sancionara “a divinis” la “presidencia perpetua”, en la que habría de sucederle su hijo, no tuvo más éxito que los esfuerzos de Iturbide en México. El fracaso de Carrera demostró la gran dificultad que había en convertir una dictadura en monarquía sin la mística de la realeza.
    La monarquía parecía ofrecer varias ventajas sobre el gobierno dictatorial. Resolvía problemas de la legitimidad y estaba en armonía con la tradición y el sistema social jerárquico. La aceptación general de un prestigioso príncipe europeo, según los monárquicos, eliminaría la necesidad de gobernar por medio de la intimidación. Bajo un gobierno monárquico se podía permitir mayor libertad y la existencia de una oposición moderada, sin temor de que los opositores derrocaran al régimen.
    Si excluimos la inverosímil elección de un descendiente de los gobernantes de los imperios indígenas del Nuevo Mundo, los monárquicos hispanoamericanos necesitaban hallar un príncipe europeo para llevar a cabo la restauración. La necesidad de apelar a la realeza europea era un dilema para los monárquicos. Por una parte, los gobiernos monárquicos europeos, con la excepción de España, no deseaban realmente proporcionar un príncipe y enredarse en los asuntos políticos internos de las naciones hispanoamericanas. Por otra parte, a los dirigentes europeos les halagaba que les pidieran ayuda, sobre todo cuando se trataba de otorgar protección contra los agresivos designios de Estados Unidos. Algunos de los planes monárquicos incluían propuestas para establecer protectorados europeos, en parte porque las crisis nacionales que estimulaban tales planes incluían la amenaza extranjera contra la nación que buscaba un príncipe europeo. Además, los realistas hispanoamericanos creían que la oferta de un protectorado podía ser un anzuelo tentador para las naciones europeas que anhelaban extender su influencia a través del mundo.
    Gran Bretaña, la mayor potencia marítima de siglo, y la más atractiva candidata a auspiciadora de monarquías, declinó todas las ofertas de los realistas hispanoamericanos. Los gobernantes británicos habían decidido que los riesgos de establecer una monarquía protegida eran mayores que sus posibles beneficios. El inmiscuirse a fondo en los asuntos de una nación hispanoamericana podría afectar las relaciones comerciales con toda la región y provocar acciones retaliatorias de los Estados Unidos. Francia desconfiaba de los planes monárquicos casi tanto como Gran Bretafia, aunque Napoleón III sucumbió a una oferta mexicana, en la década de 1860, con consecuencias fatales. España no era una buena posibilidad, dada su debilidad militar y su manchada aceptación de ex-madre patria. Sin embargo, los monárquicos hicieron ofertas a España, y las autoridades españolas estaban muy dispuestas a aceptarlas. A mediados de la década de 1840, líderes tanto de México como del Ecuador consiguieron ayuda de España para establecer tronos en sus países. Ambos proyectos, uno de los cuales es el tema principal de esta obra, fracasaron rotundamente.
    El mayor obstáculo para una exitosa restauración de la monarquía era el problema de cómo lograr la transición de república a su reino. La mayoría de los monárquicos evidentemente creían que sus ideas políticas no eran populares y que debían llevar a cabo sus planes en secreto. Meditaciones colombianas, de Juan García del Río, era una de las pocas publicaciones que defendían abiertamente las ideas monárquicas. El secreto con el cual se rodeaban los planes realistas no sólo hacía más dificil su realización, sino que oscureció la historia del monarquismo en la América española del siglo XIX.
    Como consecuencia, gran parte de esa historia se ha relegado al plano del rumor y el chisme, escapándose así del interés de la mayoría de los historiadores.
    Probablemente nunca se sepa la historia completa de las actividades monárquicas en la era post-independentista de Hispanoamérica. Los defensores de la monarquía no plasmaron por escrito sus pensamientos y planes. Pero, ocasionalmente, la corriente subterránea monárquica sale a la superficie, dejando una huella. Un ejemplo son las cartas de García Moreno a un diplomático francés, publicadas en 1861 en el Perú para avergonzar al presidente ecuatoriano por haber propuesto una monarquía respaldada por Francia. Pero ese es un caso único, y la revelación de proyectos de restauración monárquica ha sido rara.
    La correspondencia diplomática constituye la mejor fuente de información sobre las actividades monárquicas en Hispanoamérica, por la sencilla razón de que las invitaciones para instaurar tronos y protectorados tenían que dirigirse a los agentes diplomáticos de los gobiernos europeos. Los archivos diplomáticos de Inglaterra, Francia y España contienen gran cantidad de información sobre propuestas monárquicas, sobre todo referentes a México y al Ecuador, pero también a otros países. Los despachos británicos contienen la mejor información, pero la correspondencia de otras potencias es también valiosa. La calidad de la información provista por los diplomáticos norteamericanos varía grandemente y rara vez es de importancia, ya que nunca hubo propuestas monárquicas hechas directamente a ellos. Por supuesto, hay que tratar todos los materiales diplomáticos con cuidado, pues aún los agentes más capaces y experimentados tienen sus prejuicios y limitaciones.
    Aún cuando la información enviada por los diplomáticos españoles en el Ecuador no es de gran calidad, esta correspondencia ha provisto la información más importante para este estudio, por cuanto muestra concluyentemente que el general Flores presentó una propuesta monárquica, no solamente referente al Ecuador sino a Perú y a Bolivia, y que España la aceptó. Aunque los despachos diplomáticos españoles no contestan todos los interrogantes sobre la naturaleza del plan de restauración para el Ecuador, sí prueban de forma concluyente que el general Flores ocupó un lugar central en el complot para restaurar la monarquía en Sudamérica.
    Los mejores informes provienen de la pluma de Walter Cope, cónsul británico en Guayaquil y posteriormente encargado de negocios en Quito, redactados entre 1828 y fines de 1859 o 1860, fecha de su muerte. Cope recogía valiosas informaciones de presidentes, ministros, comerciantes y otras personas, y las transmitía al Ministerio de Relaciones Exteriores británico en largos despachos. En sus informes incluso se encuentran referencias a la opinión pública de aquel entonces, especialmente cuando informa de rumores y actitudes sobre la política del gobierno.
    Para una información general sobre el Ecuador en el período de las intrigas monárquicas floreanas disponemos de las fuentes históricas usuales: documentos gubernamentales, periódicos oficiales e independientes, panfletos, hojas sueltas y correspondencia particular. Estas fuentes arrojan mucha luz sobre el desarrollo del Ecuador durante sus tres primeras décadas; también muestran cuán frágil era gobernar el país, lo que a su vez explica por qué Flores, y más tarde García Moreno, trataron de restaurar la monarquía.Pero ni siquiera todas las fuentes no diplomáticas reunidas revelan incontestablemente que el general Flores tratara de imponer un gobierno realista en el Ecuador. Tampoco los documentos privados del general proveen información de importancia crucial, aunque se puede encontrar en ellos material suplementario de interés. La falta de información concreta y específica sobre las actividades en pro de la restauración monárquica de las fuentes ecuatorianas explica por qué Luis Robalino Dávila y Gustavo Vásconez Hurtado no afirmen claramente que Flores estuviera involucrado en planes monárquicos.
    Combinando las fuentes diplomáticas con todos los demás materiales históricos, se puede reconstruir de manera bastante completa las actividades del primer presidente del Ecuador. Los documentos demuestran que el general Flores llegó a convencerse de que el Ecuador era ingobernable bajo instituciones representativas y que sólo una monocracia bajo su propio control o un protectorado extranjero bajo un príncipe europeo podían rescatar al país del caos. Aunque Flores perdió el poder antes de realizar sus planes, nunca dejó de pensar que la monarquía era un régimen más adecuado para América Latina que la república. Los esfuerzos de Flores por recuperar el poder en el Ecuador contribuyeron a provocar una fuerte crisis interna y externa en 1859, lo que estimuló a otro líder, Gabriel García Moreno, a intentar un nuevo proyecto de restauración monárquica. El fracaso de la iniciativa garciana puso fin a todo pensamiento monárquico serio, así como el régimen de Maximiliano terminó con el monarquismo en México.
    (…)
    Con el beneficio del tiempo transcurrido, se ve claramente que la monarquía tenía poca o ninguna posibilidad de triunfar en las nuevas naciones hispanoamericanas (Nota editorial: Eso aún está por verse). Había demasiados obstáculos para que tuviera éxito un movimiento restaurador. Sin embargo, podemos afirmar que el monarquismo fue más importante de lo que generalmente se cree, especialmente en los países más conservadores y con insalvables problemas políticos y sociales, como el Ecuador y México (Nota editorial: Cabe recordar aquí que la Junta Suprema del 10 de Agosto de 1809 era eminentemente monárquica, al punto que hoy es aceptado por la historiografía que los montufaristas buscaban la proclamación del Marqués de Selva Alegre, “Su Alteza Serenísima” Juan Pío Montúfar como REY DE QUITO). También hubo brotes de monarquismo en otras naciones, tan diversas como Costa Rica, Guatemala, Perú y Argentina. Era una doctrina atractiva, especialmente para los líderes que desconfiaban de las instituciones representativas y aquellas reformas liberales que perturbaban el orden hispánico tradicional. Los monárquicos no siempre eran los conservadores más reaccionarios, pues muchos de los proponentes de las restauración argüían que al recobrar la legitimidad, un jefe de Estado coronado podía permitir más libertad que un dictador. Pero estos sueños de lograr una mayor libertad eran probablemente ilusorios, porque no tomaba en cuenta la fuerte oposición y probable guerra civil que ocasionaría la imposición de un príncipe extranjero, respaldado por tropas extranjeras. La monarquía probablemente no podría haber recobrado la elusiva legitimidad (ciertamente, la de Maximiliano no lo logró), porque la restauración monárquica parecía negar todo el movimiento independentista y el emergente sentimiento nacionalista.
    A pesar de su futilidad, el tema del monarquismo merece un cuidadoso examen histórico. La restauración monárquica tenía poca o ninguna posibilidad de éxito en Hispanoamérica, pero líderes importantes creían en ese ideal y a veces actuaban de acuerdo con él. Aunque los proponentes de la monarquía creían que un gobierno realista salvaría del desorden a sus países, no deja de ser irónico que aquellos que hacían tales planes, como el general Flores en el Ecuador, sólo lograron crear más desorden. Las diferencias irreconciliables en cuanto a creencias políticas que separaron a republicanos y monárquicos en el período post- independentista, eran parte de un defectuoso proceso político que continúa, aún hoy, perturbando y confundiendo los esfuerzos por lograr un gobierno republicano estable en América Latina.
    Por Mark Van Aken[2]

    [1] El artículo presentado es la reproducción de la Introducción al libro “El Rey de la Noche”, 2da Edición castellana, Quito, 2005, Ed. Del Banco Central del Ecuador. Digitalizado por Francisco Núñez Proaño. NO necesariamente comparto la totalidad de lo expresado.
    [2] Mark Van Aken, historiador estadounidense, doctor en historia por la Universidad Estatal de California, Berkeley, en 1952, ha sido profesor de la Universidad de California, Hayward, y ha publicado aparte de numeroso artículos especializados, Pan Hispanism: Its Origin and Development to 1866 (1959) y Los Militantes: Una historia del movimiento estudiantil uruguayo (1990)





    C. L. A. M. O. R.: Orígenes masónicos del escudo nacional argentino

    Orígenes masónicos del escudo nacional argentino


    Historia
    Símbolo patrio: la incógnita del escudo

    Un investigador francés destaca la similitud de nuestro emblema con un salvoconducto usado por miembros de un club revolucionario francés para acceder a la Asamblea Legislativa entre 1790 y 1793

    Domingo 15 de octubre de 2006 | Publicado en edición impresa La Nación

    Escudo de club masónico revolucionario francés,
    curiosamente casi idéntico al nacional argentino.

    Corría el año 1987 y, con la debida anticipación, Francia estaba inmersa de lleno en los preparativos para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa de 1789 con la pompa y el esplendor que evidencia el espíritu galo en las grandes ocasiones. Nada era dejado al azar. Todo era minuciosamente previsto, estudiado y supervisado por una Comisión constituida especialmente a esos efectos y por el ministerio de la Cultura y la Comunicación. Un Programa de 315 páginas consignaba centenares de actividades a desarrollar en Francia y el extranjero. Así, por ejemplo, en esa suerte de catálogo se anunciaba un coloquio en la Sorbona destinado a examinar la influencia de la Revolución sobre los movimientos independentistas en la América latina.
    Toda la nación se aprestaba a asociarse a los festejos que culminarían el 14 de julio de 1989 al conmemorar la toma por el pueblo de París de la fortaleza medieval y prisión de La Bastilla, símbolo del despotismo monárquico, que dos siglos antes había sido el punto de partida de la más profunda transformación política e institucional de buena parte del mundo. He creído oportuno mencionar esos preparativos porque considero que, ante la proximidad de nuestra propia celebración de aquí a cuatro años, deberíamos analizar a fondo lo hecho en Francia a raíz de esos fastos para beneficiarnos con tales experiencias.
    En esas circunstancias, y siendo embajador en ese admirable país, recibí una carta en la cual un caballero interesado en nuestra historia me sometía a una consulta que no dejó de sorprenderme. Preguntaba cuándo y por qué motivo la República Argentina había adoptado oficialmente como escudo nacional el emblema del que se valían como laissez-passer los miembros de un club revolucionario francés para acceder a la Asamblea Legislativa entre 1790 y 1793. En apoyo de su petición acompañaba copia de una ilustración que figura en la obra La Revolución Francesa, de Michel Vovelle (Tomo 3° página 216). Asimismo quería saber si el diseño había sido obtenido por un argentino durante ese turbulento período o llevado por un jacobino que podría haber viajado para combatir por la independencia argentina.
    La similitud con nuestro escudo - como podrá apreciarse por la reproducción que acompaña esta nota- era tan acentuada que no dejó de sorprenderme. Sobre todo teniendo en cuenta que esa credencial era utilizada dos décadas antes de que la Asamblea General Constituyente de 1813 resolviese adoptar el conocido blasón nacional. La curiosidad planteada en términos tan precisos estaba pues plenamente justificada. Como, por mi parte, no tenía ninguna explicación al respecto, tuve que contestarle a mi interlocutor que intentaría satisfacer su demanda consultando a alguien que tuviese cierta versación en la materia.
    Intenté conseguir la obra de Vovelle, historiador marxista que interpreta a su manera los sucesos del levantamiento popular contra el régimen de Luis XVI, pero no fue fácil. No había sido distribuida en el comercio y sólo podía adquirirse por una suscripción particular en una editorial vinculada al Partido Comunista.
    Me dirigí entonces a la Biblioteca Nacional donde fui recibido muy cortésmente por quien era la Directora del Departamento de Grabados y Fotografías, Laure Beaumont-Maillet, quien conociendo el motivo de mi visita ya había hecho los preparativos para exhibirme el emblema en cuestión conservado con todo cuidado en un voluminoso cartapacio clasificado con la denominación "Código de la Colección Qb.1 Año 1793", que indica el orden interno en que está ubicado en esa repartición. Con inocultable orgullo por la pieza histórica que mostraba ante mis ojos, me proporcionó otras informaciones.
    Las iniciales "BR" que aparecen en un círculo bajo la cinta roja que une a los laureles significan "Bibliothèque Royale", razón por la cual también está incluida la corona real. Las letras "Lat" que se ven en el borde derecho del escudo, a la altura de los rayos segundo y tercero del sol, corresponden a la "Colección Latarrade" de la que formaba parte esa estampa y cuyo propietario del mismo nombre vendió una parte a la Biblioteca Nacional en 1841. A su vez, la familia de Latarrade, en 1863, donó a la misma institución otros quince mil grabados, de donde surge que la proveniencia del referido emblema está perfectamente certificada.
    La directora agregó que, en su opinión, el movimiento del azul de la mitad superior del escudo, que se asemeja a pequeñas olas, podría indicar que los diputados que lo usaban como credencial para ingresar a la Asamblea Nacional provenían de una región marítima de Francia. Por último, tuvo la gentileza de entregarme varias fotos de distintos tamaños y a todo color sacadas por el fotógrafo oficial de la Biblioteca.
    Con esos datos y aprovechando un viaje a Buenos Aires conversé con Bonifacio del Carril, amigo de juventud, a quien expuse con lujo de detalles cómo había llegado a mi conocimiento el tema. Al ver la reproducción de la estampa revolucionaria no pudo reprimir su entusiasmo exclamando que ese documento bien podría llenar un gran vacío en nuestra historia dado que, en lo concerniente al escudo nacional, se desconoce quién hizo el dibujo que sirvió de modelo para hacer el cuño respectivo. Señaló que algunos autores han expuesto diversas teorías en ese sentido, pero que en realidad no han sido sino meras especulaciones carentes de toda base documental. En particular, porque las Actas de la Asamblea comúnmente denominada del Año XIII, que podrían haber arrojado alguna luz, desaparecieron después de 1852 cuando los vencedores de Caseros, que se instalaron en la casona de Juan Manuel de Rosas en Palermo, las incluyeron en un inventario.
    De los textos de investigadores como Dardo Corvalán Mendilaharsu,Carlos Roberts, Agustín de Vedia, Luis Cánepa, surge prácticamente un consenso de lo que se sabe con certeza y de lo que se ignora acerca del origen de nuestro escudo patrio. Se sabe que la Asamblea, con el propósito de ejecutar actos soberanos, comisionó al diputado por San Luis, don Agustín Donado, que se encargara de la confección de un sello para autenticar los escritos del gobierno en reemplazo del utilizado hasta entonces con las armas reales de España, y que además serviría para acuñar la primera moneda nacional, "uno de los atributos esenciales de la soberanía", según Joaquín V. González. Está también probado que Donado confió esa tarea al grabador cuzqueño radicado en Buenos Aires Juan de Dios Rivera y que, con el cuño por él tallado, fueron sellados algunos documentos emanados de la Asamblea; por último, en el Archivo General de la Nación figura el decreto del 12 de marzo de 1813, por el cual la Asamblea General Constituyente, con las firmas de su presidente, Tomás Valle, y el secretario Hipólito Vieytes, ordena "que el Supremo Poder Ejecutivo use el mismo sello de este Cuerpo Soberano, con la sola diferencia de que la inscripción del Círculo sea la de Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata" . Con esa formalidad quedó registrada la fecha cierta de la creación de nuestro escudo, por más que "El Redactor de la Asamblea" publicara la noticia el día siguiente.
    A partir de ahí empiezan las divergencias y la incertidumbre acerca de quién fue realmente el autor del diseño respectivo. Ha sido atribuido al mismo Donado, al tallador Rivera, al artista peruano Isidro Antonio de Castro y a Bernardo de Monteagudo, entre otros, pero siempre haciendo la salvedad de que no existen constancias concluyentes que permitan sostener con total seguridad a quién de los nombrados cabe asignarle la paternidad del escudo. O sea, que es un debate sobre meras suposiciones.
    Corvalán Mendilaharsu, que investigó a fondo este problema, admite que " no se conoce precisamente al autor o inspirador del sello, ni los fundamentos filosóficos y políticos determinantes de los jeroglíficos que lo integran, lo que ha mantenido este asunto en una desesperante oscuridad para los investigadores como para los demás interesados en penetrar el concepto de símbolo máximo".
    Para suplir esa "desesperante oscuridad" proliferaron las interpretaciones un tanto antojadizas del significado que tienen las manos unidas, el gorro frigio o de los libertos romanos, la pica, los laureles, el sol incásico y demás elementos, pero ninguna de ellas nos acerca a la verdad histórica.
    El misterio subsiste desde hace 193 años. Tal vez el emblema revolucionario francés de 1790 pueda aportar una perspectiva diferente que aliente a los historiadores a tratar de develar la incógnita.
    Por Carlos Ortiz de Rozas
    El autor fue embajador argentino en Francia (1984-1989).


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