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Tema: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

    Reviso este antiguo hilo y son un placer los espléndidos artículos y gran pugilato, podemos decir, entre los editoriales del diario Arriba contra la elegante aunque falsa sofística barroca del señor Pemán, al servicio de los monárquicos juanistas de ABC.

    A la afirmación de Pemán sobre que
    Franco, hombre prudente por esencia, es el que más se ha preocupado de preparar paraguas, impermeables y tejados para que nos mojemos luego lo menos posible. Para esto ha previsto: un Reino, la Monarquía, y una indicación dinástica bien clara: la dinastía Borbón Battenberg, señalada por las entrevistas con el padre y de educación y residencia del hijo.
    le responde el editorial de Arriba con dos textos, de los que no me resisto a repetir y enmarcar uno, y que coincide con el pensamiento del propio Franco, la normativa legal entonces fijada y que defendería Blas Piñar y Fuerza Nueva: una instaurada Monarquía del 18 de Julio, no una "restaurada" monarquía patrimonial a merced de Borbón Battenberg e hijo, descendientes de un Alfonso XIII abdicado.

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Fuente: Arriba, Editorial del 27 de Diciembre de 1966, páginas 1 y 3.




    SUCESIÓN SIN MONOPOLIO



    En la respuesta de “ABC” a nuestro editorial “La dinastía del pueblo” se insertan expresiones que contrastan con el tono correcto de ARRIBA, que dificultan el diálogo y que desvían la atención del lector de la cuestión de fondo para llevarla hacia los alfilerazos polémicos. Expresiones como “furibunda andanada” y como “ensuciar con el barro miserable”, están hoy tan pasadas de moda como lo puede estar el tango, y delatan a un editorialista tan falto de argumentos como de afán clarificador y constructivo. Es frecuente que donde faltan razones florezca la aspereza.

    La aspereza y la contradicción. Citemos un ejemplo. Para “ABC” resulta “tan intolerable como inexacta” nuestra afirmación de que el último reinante de la dinastía fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España. Según “ABC”, esa catástrofe “no sucedió al último reinante, sino a la última República”. Un poco más adelante se dice que España “acaba de votar en favor de la solución monárquica como remedio a sus pasadas catástrofes republicanas”. ¿En qué quedamos? ¿Fue o no fue la catástrofe lo que sucedió al último reinante? Parece claro que para “ABC” la República resulta dos veces catastrófica: Primero, en sí misma, y luego, porque desembocó en la guerra civil. ¿Cómo entonces se puede tachar de “tan intolerable como inexacta” nuestra afirmación de que Alfonso XIII, para quien guardamos todo respeto, fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España y calificarla con evidente mala fe como ofensa grave a su memoria?

    Ladrillo a ladrillo, podríamos seguir desmontando dialécticamente el editorial de “ABC”. Pero nuestro propósito sigue siendo, no el de la esgrima polémico-periodística, sino el de defender y clarificar el derecho del pueblo español a elegir y edificar su propio futuro. A nadie debe extrañar que ARRIBA, por el espíritu con fue fundado y por ser precisamente órgano de FET y de las JONS, como repetidamente recuerda “ABC”, cumpla su deber de defender y clarificar los derechos del pueblo con lealtad y constancia. Ni que cumpla ese deber tanto frente a los editorialistas como frente a los colaboradores de “ABC”, mucho más si los primeros y los más significados y representativos de entre los segundos se ponen de acuerdo para aliñar las mismas tesis con semejante inspiración a la que asiste a Pemán.

    Por “una especie de ironía de la historia”, son los monárquicos de cámara los más eficaces enemigos de la Monarquía. Cada uno de sus artículos impacientes es un pregón de propaganda antimonárquica, una productiva fábrica de hacer republicanos. No daría muestras de prudencia un pretendiente al Trono que lanzase a sus amigos y secuaces a una lucha pública de candidaturas en los momentos en que los españoles debemos consolidar la fórmula de nuestra futura y pacífica convivencia sobre la unanimidad salida del Referéndum.

    Presentar al pueblo una Monarquía futura, restauradora de la que cayó el 14 de abril, identificada con aquélla y continuadora de aquélla, después del “interregno” de Pemán, es apartar cada vez más al pueblo de una institución que para ser viable debe ganarse un crédito que perdió. “Nuestra Monarquía futura –ha dicho Franco– no puede ser igual a la que presidió nuestros tristes destinos”.

    La Ley de Sucesión, aprobada en 1947 con el “sí” de ARRIBA y sin el “sí” de “ABC”, y modificada y refrendada en 1966, prevé la Monarquía, pero no determina la persona que la vaya a encarnar; ni siquiera determina si esa persona debe llamarse Rey o Regente; abre posibilidades a la sucesión hereditaria y a la sucesión electiva. Y, sobre todo, otorga al pueblo, representado en las Cortes, la decisión de designar al Rey o al Regente. Se trata, pues, de una Monarquía que debe instaurar el pueblo y que sólo podrá encarnar la persona que el pueblo designe.

    Tal vez, a los colaboradores y editorialistas de “ABC” la “indeterminación” de la Ley parezca un embrollo “amadeísta y gótico” o un contrasentido con la esencia de la institución monárquica tal y como ellos la entienden. Pero es precisamente esa “indeterminación” lo que el pueblo ha votado y aprobado clamorosamente en el Referéndum y una de las muchas razones en que se ha fundado el clarísimo “sí” de ARRIBA, que tanto estupor produce al “ABC”.

    Adelantar decisiones que corresponden constitucionalmente al pueblo, confundiendo la Monarquía hecha posible por el 18 de Julio, con la que murió el 14 de abril; avanzar candidaturas antes aún de que quede plenamente configurado el órgano que deberá hacerlo; insinuar hipotéticos y gratuitos acuerdos con el Jefe del Estado, y finalmente, rechazar una de las dos soluciones sucesorias que la Ley prevé con alternativa tan inteligente y realista como respetuosa hacia la voluntad futura del pueblo, son no sólo “tergiversaciones caprichosas, parciales y peligrosas de la Ley”, sino también gravísimos intentos de desunión y separatismo. Y, por supuesto, un atentado contra los derechos del pueblo.

    No somos nosotros los exclusivistas monopolizadores de una sola de las soluciones legales. No somos nosotros los que echamos nombres a la mesa de las disputas ni los que alentamos a nadie en una anticipada carrera hacia la sucesión de Franco. Nosotros estamos conformes de antemano con la decisión que en su día tome el pueblo. A esa decisión seremos leales. La Ley preceptúa una concreta mayoría en nuestras Cortes para la designación de un Rey o de un Regente. No tema “ABC” disidencias ni separatismos por nuestra parte en esa hora, que Dios mantenga lo más alejada posible: ARRIBA estará junto a esa mayoría que representará a la voluntad popular. “ABC” puede entrenarse desde mañana en el respeto a esa futura voluntad del pueblo, sin insistir en teorías que tuercen la Ley, ignoran al pueblo e insinúan inventados proyectos del Jefe del Estado en materia tan grave y esencial para el futuro de España.

    El deber más imperativo que en este momento deben servir los órganos de opinión es el de robustecer la unidad y convivencia de todos los españoles a través de la concurrencia de pareceres, y por entenderlo nosotros así hacemos una invitación a “ABC” para que la polémica agria se convierta en diálogo sereno y para que la causticidad verbal se traduzca en reposada meditación. Esto es lo que todo periódico le debe a sus lectores; esto es lo que esperan de todos después del 14 de diciembre.
    Espléndida respuesta.
    Última edición por ALACRAN; 08/01/2021 a las 21:22
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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