No se trata de mi "verdad" personal o de la "verdad" de cualquier otro particular. Se trata de la verdad histórica tal y como es defendida y promovida por una institución que se dedica esencialmente a eso. No se trata de una institución cualquiera, sino de una institución que goza de la suficiente autoridad moral (respaldada por la familia Franco) para dilucidar esa verdad histórica frente a las tergiversaciones particularistas que puedan surgir de cualquier parte.Vd es muy libre de estudiar y comentar la memoria histórica de Franco y su régimen, como también hacemos los demás; pero que Vd llame a su punto de vista como "verdadero" dando a entender que lo que no coincida con ello es falso, eso es otro cantar. Pues algunos otros tenemos nuestra opinión también como verdadera, y es diferente y hasta opuesta a la de vd.
Y comprenderá que el hecho de catalogar vd su perspectiva "verdadera" nos trae al pairo. Igual que a vd la nuestra, supongo
Yo no tengo la culpa de que la tesis oficial acerca de los verdaderos hechos sobre el régimen franquista defendida y promovida por la FNFF se ajuste a la tesis que siempre defendieron los legitimistas españoles (diferenciándose únicamente en el juicio valorativo), y contradiga a la tesis particularista o personalista que defiende la derecha blaspiñarista, la cual se encuentra en este sentido en una situación realmente violenta, incómoda e insostenible.
Hace pocos días, con motivo del aniversario del fallecimiento del General Franco, el historiador franquista demoliberal Pío Moa (que también es avalado y publicitado por la propia FNFF) volvió a recordarnos esa tesis o verdad histórica principal o primordial acerca del régimen franquista (la he subrayado yo en el texto en cursiva, para diferenciarla del subrayado en negrita que es original del propio Pío Moa).
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Hace 45 años…
Creado el 20 noviembre, 2020 por Pío Moa
Hace 45 años…
Hace 45 años falleció Franco. Fue el mayor estadista que ha tenido España en dos siglos, incluso en más de tres. Y este aserto puede probarse por pasiva y por activa. Por pasiva, constatando quiénes son sus enemigos viscerales y auténticamente feroces: los asesinos profesionales de la ETA y sus amparadores; los ultracorruptos socialistas; los comunistas, para qué hablar; los señoritos cutres del PP que escupen sobre las tumbas de sus propios abuelos; los racistas y despóticos separatistas. ¿Puede alguien medianamente inteligente darles crédito? Basta enumerarlos para entender que se trata de los herederos de un Frente Popular, alianza de sovietizantes y separatistas que trajo a España el terror, la miseria y la guerra civil. Y que no han aprendido de la experiencia histórica. Ni juntos ni por separado pueden soportar el debate libre y necesario, y por ello se ven forzados a exhibir su carácter tiránico con leyes nuevamente sovietizantes como la de “memoria histórica”. Que ahora quieren llamar democrática como si ellos no fueran, antaño y ahora, los peores enemigos de la libertad. Si esas gentes odian a Franco no puede ser porque Franco fuera el malvado que ellos afirman, sino porque ellos lo son, visiblemente.
Esa gente ampara sus fechorías antidemocráticas y antiespañolas en el aserto de que el régimen de Franco fue una dictadura. Pero la cuestión no es esa, sino de dónde ha venido la democracia. Y es evidente que no podía haber venido de la oposición a Franco, que fue casi exclusivamente comunista y terrorista. Como nadie ignora, la democracia fue organizada desde el franquismo, y apoyada en referéndum por la nueva sociedad próspera, moderada y reconciliada creada por el franquismo. Sus enemigos, por naturaleza liberticidas, no podían establecer ninguna democracia. Y ya estamos viendo adónde han conducido el país en estos años: a la corrupción, a leyes totalitarias, a la polarización social como antaño, a una propaganda guerracivilista, a la disgregación nacional y al golpe de estado permanente. La democracia solo podía venir del franquismo de la ley a la ley, respetando su legitimidad histórica; y sus enemigos solo podían ser, como lo son, el cáncer mismo de la convivencia en paz y en libertad.
Franco se encontró con un Frente Popular que se impuso por el fraude electoral, que destruyó inmediatamente la legalidad republicana y que instaló enseguida un régimen de asesinatos e incendios, un régimen de terror. Un Frente Popular que asaltaba la sociedad para destruir su compleja y a menudo brillante cultura e intentar sustituirla por la imposición tiránica de cuatro esquemas ideológicos simploides. Franco se alzó legítimamente contra tal situación y derrotó a tales enemigos, entregados a Stalin, uno de los mayores genocidas del siglo pasado. Y luego salvó a España de los bombardeos, asesinatos masivos y deportaciones de la guerra mundial, que habrían empeorado mucho a la civil. Una guerra, en la que Hitler se reveló como un genocida que no lo había sido antes, al revés que Stalin. Después, y a pesar de no haber participado en esa contienda brutal, Franco tuvo que resistir a un frente mundial de soviéticos, demócratas y déspotas variopintos, que intentaron aislar a España. Aislamiento no solo injusto sino criminal, pues pretendía hambrear al pueblo para que parte de él se rebelara contra el franquismo en una nueva guerra civil, mientras el país sufría la peligrosa guerrilla comunista del maquis. Impusieron sacrificios a España, pero fracasaron, y en definitiva España se reconstruyó con sus propias fuerzas, libre de la abrumadora deuda moral, histórica y política contraída por el resto de Europa occidental con el ejército y las finanzas useñas, e indirectamente con el ejército soviético. Y solo tuvo oposición real comunista y terrorista, insistamos, nunca democrática por muy buenas razones, pues España salió adelante, prosperó y no hubo demócratas en sus cárceles.
Y, por abreviar, el franquismo dejó un país envidiable, como octava o novena potencia industrial del mundo, en el club de los países privilegiados por su renta per cápita, y sin duda el primero de Europa por salud social, es decir, por su baja tasa de población reclusa y de delincuencia, de suicidios, de desempleo, de abortos, de drogas y alcoholismo juvenil, de fracaso familiar, y uno de los tres o cuatro países del mundo con mayor esperanza de vida al nacer, entre otras cosas. Un país donde estaban perseguidos los partidos comunistas o terroristas, que se le oponían invocando, cómo no, la democracia. Un país con una gran libertad personal, gracias a un aparato de estado pequeño que se inmiscuía poco en la vida de los particulares, al revés de lo que ahora sucede, cuando los gobiernos pretenden controlarnos y dictar hasta nuestros sentimientos.
Estos hechos son irrebatibles, y por serlo solo pueden ser silenciados mediante leyes totalitarias que impidan el debate libre. Y al ser irrebatibles permiten calibrar hasta qué punto llevamos decenios de falsificación sistemática de la historia, base para falsificar la democracia e impulsar políticas liberticidas. Besteiro, uno de los pocos socialistas honrados y demócratas, denunció el “Himalaya de falsedades” en que se asentaba el Frente popular. Y hoy, el nuevo Himalaya de falsedades ha enfermado verdaderamente a la democracia y a la sociedad, y esa enfermedad no sanará mientras no se reconozca lo que históricamente significaron Franco y su régimen, y lo que significan sus enemigos. El franquismo no puede volver, pero sin la sociedad que creó ninguna democracia habría sido factible, y no es casual que los enemigos de un régimen que ya no existe sean también los mayores enemigos de la libertad. Unos enemigos que necesitan demoler la legalidad democrática salida del franquismo, como demolieron sus abuelos la legalidad republicana. Es indispensable defender la verdad, porque un pueblo incapaz de reconocer a los mejores se condena a ser esclavizado por los peores. Y nada hay más peligroso que olvidar o desfigurar el pasado, como advertía el filósofo Santayana.
Invito a los lectores del blog y oyentes de mis programas a difundir con el máximo empeño el texto arriba escrito, que debería llegar a millones de españoles.
Fuente: PIOMOA.ES
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