Fuente: El Pensamiento Navarro, 10 de Marzo de 1971, página 3.
TESTIGOS DE LA TRADICIÓN
Por Francisco Puy
El martirio es un concepto que repele al hombre “europeo” de las tolerancias y las transigencias. ¿Por qué será que tiene un tan fuerte atractivo para el hombre hispánico? El hombre “moderno” tiembla ante la mera idea del martirio. No lo puede remediar, palidece, se desencaja, huye despavorido. Ya la sola idea de la muerte le encoge. Pero si encima es muerte cruenta, violenta, sacrificial, entonces su miedo es pavor y su temor es terror. Nosotros no somos así. No es que nos agrade la perspectiva de hacer o ser hecho mártires. Pero la repulsión ante la sangre inocente no es en nosotros enervante, sino estimulante catalizador. Tremenda condición la de este hombre hispano, hecho a golpe de martirios.
ACUSACIONES DE MARTIRIO
Esto es un hecho. El noventa por ciento de la leyenda negra antiespañola se basa en acusaciones de martirio. Ellos, los europeos, nos acusan de ser martirizadores, con nuestras cruzadas, nuestras inquisiciones, nuestras guerras civiles… Recientemente hemos visto temblar el orbe porque, a consecuencia de un proceso, podían surgir cuatro “mártires” (?) en España, mientras se pensaba tranquilamente en otros mártires mucho más reales, en los cinco continentes…
Bien. Dejémoslos a ellos con sus prejuicios. Pero defendamos “nuestro auténtico sentido del martirio”. Porque –y esto es más grave– también este formidable recurso racial está siendo objeto de una campaña de confusión entre nosotros. ¿No habéis visto cómo se nos intenta hacer populares, ídolos, como si fueran auténticos mártires, a esos Guevaras, Torres, Kings, Kennedys, etc., de nuevo cuño? Quienes conocen este extraordinario rasgo de nuestro talante, quieren suprimírnoslo por confusión. Dios no lo permita.
Entre nosotros, mártir auténtico sólo es el que padece muerte (o casi) por amor de Jesucristo y en defensa de su religión santa, católica, apostólica y romana. El que es capaz de hacer eso mismo por otra causa, será un héroe, a lo más, si la causa es objetivamente buena desde un punto de vista meramente humano y natural; y, en otro caso, será pura víctima de un acaso, o de un infortunio, o de su personal demencia. Y nada más.
POR ESO TIENE MÁRTIRES EL CARLISMO
Por eso tiene mártires el Carlismo, que es la tradición política de las Españas Católicas, mientras que no los tienen los miembros de otros grupos políticos. Por eso es el carlismo algo eterno: porque tiene auténticos mártires. Esto es, como dice la propia raíz griega del vocablo castellano, “testigos” de la fe de Cristo, “testimonios” de que la vida y todo lo que ella contiene sólo se puede ofrecer por Dios, el símbolo primero y la razón de ser de todo el ideario carlista.
Por eso, en esta fiesta de nuestros mártires, que nos pone el ceño sombrío y el alma tensa de emociones, acordémonos de los que han muerto por confesar a Cristo Rey, y no les hagamos la imperdonable ofensa de mezclarlos o confundirlos con los que han mantenido su hombría de un modo cuerdo o loco, pero por cosas que para nosotros cristianos no pueden tener sentido. Y que la sangre que derramaron generosamente y por millares en cuatro guerras de religión después de 1800, y en tantas otras con anterioridad, nos lave de las traiciones cometidas por otros infelices que salvaron la vida a costa del honor.
Porque mártir de la tradición es el testigo fiel de la tradición católica de las Españas: lo contrario del testigo de la herejía y el ateísmo; lo contrario de falso testigo, que es el traidor a la lealtad.
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