CATALUÑA PERTENECE A ESPAÑA DESDE 1714
ESPAÑA SE CREO EN EL 1714
España es comparativamente una de las naciones más antiguas de Europa. Cataluña como provincia o territorio dentro de España ha sido desde casi toda su existencia. El término España viene de Hispania, y este a su vez del fenicio i-spn-ya para denominar los territorios por estos dominados a lo largo de todo el levante español, desde Gadir (Cadiz) hasta el norte del Ebro en la actual Cataluña (800AC), e incluso estos dominaron Ebussus (Ibiza) desde el 600 AC. Cataluña estaría después dentro de la Iberia griega desarrollando importantes ciudades dentro de la actual Cataluña como Emporion (Ampurias), en Gerona.
Más tarde llegaron los romanos, desembarcando de nuevo Ampurias en el 218 a.C., y unificaron territorialmente toda la Península Ibérica, otra vez bajo el nombre de Hispania, hasta principios del siglo III d.C en que entraron los visigodos. La Tarraconensis fue la provincia más grande de la Hispania romana con capital en Tarraco (tarragona).
Todos los pueblos que existían en la Península Ibérica fueron romanizados bajo el imperio romano, lo que conllevó a la pérdida de los idiomas indígenas, a excepción del euskera, que derivarían en las lenguas romances, como el castellano, el catalán y el gallego. Todos estos pueblos eran regidos por el ordenamiento jurídico romano, y todos se convirtieron al catolicismo tras imponerse como la religión oficial del impero romano con Constantino, en el s.IV d.c. Por tanto estos pueblos ya no eran tan diferentes entre sí.
A partir del s.III DC. en que entraron los visigodos en la península, la Tarraconensis siguió perteneciendo a la Hispania visigoda. Con estos últimos ya se produce una unión política, y no solo territorial, de toda la península Ibérica. Esa misma población hispanorromana que ocupaba toda la península ibérica, absorbería a sus conquistadores. El derecho hispanorromano sería asimilado por la legislación visigoda, y durante la unificación de la Hispania visigoda se crearía el Liber Iudiciorum (654), que regía toda la península bajo las mismas leyes. El rey visigodo Recaredo (586–601) logró la unidad religiosa de Spania, haciendo que la monarquía dejase de profesar el cristianismo desde la doctrina arrianista para asumir la doctrina de su población hispanorromana, la religión católica. Suintila (621–631), logro unificar políticamente toda la península bajo un mismo rey, con Portugal dentro, y el sureste francés, la Septimania.
Por tanto, el territorio de la península ibérica presenta una unidad lingüística, legislativa y política entre todos sus pueblos desde hace unos 2000 años, dentro primero de la Hispania romana, después dentro de la Spania visigoda, y más tarde en la España árabe. El derecho romano y la religión católica sería la base de unión para los futuros reinos cristianos.
Tras la conquista musulmana de la península ibérica en el 711, se sigue usando el nombre de Spania o España transformado en اسبانيا, Isbāniyā. Aparecen monedas desde el 716 en las que se lee "Span", que correspondería a "Spania" junto con el término árabe "al-Ándalus".
En general, el topónimo al-Ándalus se usó en la península ibérica como sinónimo de la Hispania musulmana, y crónicas y otros documentos de reinos cristianos en la alta Edad Media designan exclusivamente con el nombre de Spania al territorio dominado por los musulmanes. Lo cierto es que hasta el renacimiento los topónimos que hacían referencia a territorios nacionales y regionales eran relativamente inestables, y parece que solo a partir de los últimos años del siglo XII se generaliza nuevamente el uso del nombre de España para toda la península, sea de musulmanes o de cristianos.
Así se habla de los cinco reinos de España:
Granada (musulmán), León con Castilla, Navarra, Portugal y Corona de Aragón (cristianos).
El Al-Andalus, con toda o parte de Cataluña dentro de sus fronteras, presentaba una unidad política, territorial e incluso lingüística. La población mayoritaria era hispanogoda, y produjo el aljamia, una lengua romance que incorporaba términos del árabe.
Mientras Europa se encontraba sumida en guerras constantes entre reinos y pueblos bárbaros, en plena decadencia cultural, y un sistema feudal de subsistencia, época conocida como la edad oscura, la España árabe aparecía como uno de los mayores centros de conocimiento y culturales del mundo, con una economía urbanizada, y uno de los territorios que disfrutaban de mayor estabilidad política. El Califato sería la primera economía comercial y urbana de Europa tras la desaparición del Imperio romano.
Los reinos que se fueron formando durante la reconquista fueron desarrollando su propia legislación, basándose siempre en la herencia del Derecho Romano, herencia mantenida hasta nuestros días.
Independientemente de la existencia de diferentes coronas, reinos y diferentes cortes, el concepto de España para denominar a todo el territorio peninsular se mantuvo siempre, y las hazañas bélicas fuera de este, solían ser en nombre de España, y no de los reinos o condados individuales. Los reyes tanto de la Corona de Castilla como los de la de Aragón se autodenominaban reyes hispanos, concepto que añadía grandilocuencia a sus títulos y así aparecía en sus escudos. Fue precisamente esta dicotomía lo que generó esos términos tan españoles de patria grande y patria chica.
Las cortes catalanas fueron perdiendo su poder desde la entrada de la dinastía Trastámara en la Corona de Aragón, y con nuevas potencias apareciendo en Europa Occidental como Francia o Inglaterra, la unión de los reinos peninsulares, más que deseable, se convirtió en una necesidad. La boda entre Fernando el Católico e Isabel la Católica, celebrada en 1469 en Valladolid, unió ambas coronas con el deseo de mantener una unidad duradera.
Ambos reinos conservaron en su mayor parte sus instituciones políticas y se mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército. Reservaron para la Corona Española los temas políticos, y actuaron conjuntamente en política interior.
La unión efectiva de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra se hizo bajo el reinado de Carlos I, que fue el primero en adoptar, junto a su madre Juana, el título abreviado de Rey de las Españas y de las Indias, comenzando así la hegemonía española en Europa y el periodo del Antiguo Régimen. Desde el reinado de los Habsburgo todas las cortes de los diferentes reinos peninsulares aceptarían la autoridad absoluta del rey por encima de sus constituciones. Con la entrada de los Borbones a principios del s. XVIII, las de los reinos de Aragón, Cataluña y Valencia serían abolidas definitivamente.
Los actuales países, estados, naciones o como les quieran llamar, responden a una continuación de esos estados nación que se produjeron en el antiguo régimen, que daban título a los monarcas que los gobernaban, y que tras la Paz de Westfalia en 1648, al final de la Guerra de los Treinta años, ya se reconocía su integridad territorial.
Las naciones tal y como hoy las conocemos, son una invención de principios de s. XIX. Cuando la monarquía fue destruida por la revolución francesa, se había de justificar la unidad entre territorios que históricamente se habían mantenido unidos bajo la figura de un rey, cuando el rey ya no existía. El nexo de unión entre los pueblos dejaba entonces de ser el rey para convertirse ahora en la nación. Fue una idea liberal, en la que teóricamente esa nación nacía de la voluntad de los pueblos de estar unidos.
La invasiones napoleónicas provocaron una buena dosis de fervor nacionalista en base a esta idea liberal, especialmente en aquellos estados ocupados por las tropas napoleónicas. Y desde luego en España, ese fervor nacionalista se sintió por todos los españoles, catalanes incluidos, hacia la patria española. Diputados catalanes corrieron a Cádiz en 1812 para firmar la primera Constitución Española, “La Pepa”.
Por tanto podemos hablar de una Hispania o España territorialmente unida, con la actual Cataluña dentro de sus fronteras, desde hace 2800 años. Y de una España políticamente unida con visigodos, árabes o cristianos desde hace unos 1500 años.
En todo caso, si esos fueros, constituciones o instituciones medievales catalanas justifican algún tipo de derecho nacional, podríamos dividir Europa en miles de pequeños estados. Todos los países del mundo están ocupados por pueblos que presentan diferencias culturales entre sí. Si en el mundo existen 194 países, el Ethnologue, en su resultado del año 2009, indicaba que había alrededor de 6.909 lenguas en la Tierra, y se han perdido muchas de ellas a lo largo de los siglos. El hecho de hablar una lengua diferente y mostrar diferencias culturales, no hace una nación en la forma jurídica que hoy implica este concepto, ni tan siquiera es un hecho peculiar en nuestro mundo. Para que se hagan una idea, pueden observar en el mapa abajo el conjunto de culturas y regiones que alberga solo el continente europeo.
Y les he expuesto este mapa de forma intencionada, para que puedan observar uno de los sesgos más sutiles que usan los nacionalismos regionales en este país. Estos tratan de presentar a sus regiones como una nación distinta de un todo homogéneo que llaman España, como en el mapa se aprecia en la zona de Castilla y Andalucía, ambas unidas bajo este nombre.
La realidad de España es la de un conjunto de pueblos diferentes que han compartido una misma historia, religión y costumbres. España somos todos, no solo los castellanos y los andaluces, y los andaluces presentan suficientes diferencias culturales como para haber producido a principios del s. XX otro movimiento nacionalista, dirigido por Blas Infante, hoy considerado “padre de la patria andaluza”.
MITOS DEL NACIONALISMO CATALAN: CATALUÑA PERTENECE A ESPAÑA DESDE 1714
FUENTE DE TODA LA INFORMACIÓN WIKIPEDIA.
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