¿Es que eso a qué nos lleva? A reemplazar la gloria de la Iglesia por el "pueblo". Viéndolo con perspectiva es lo que vienen haciendo con los nefastos cambios en el orden y la tradición. En las misas ahora el pueblo es protagonista y no el altar, el sacerdote no es sacerdote, sino presidente de los congregados; la esencia divina del misterio se esconde para que predomine la social. Ir restando admirables hechos diferenciales que los sacerdotes y miembros de la Iglesia consiguen con su devoción y loable sacrifico es querer convertirles en "pueblo".

Es ir un paso más allá en la destrucción de la religión, que es a lo que nos lleva el modernismo. Si un sacerdote es un hombre normal con ciertos conocimientos, primero deja de ser una autoridad de Dios a la que someterse y, segundo y más preocupante, pierde su capacidad de sacralizar sus actos y convierte las ceremonias y ministerios sagrados en reuniones profanas.