Seminario formativo: el Distributismo y el Propietarismo Foral Carlista







El sábado 16 de abril, tendrá lugar, D.m; un seminario formativo que introducirá a los asistentes en la teoría económica del Carlismo, el propietarismo foral y el Distributismo, que anclados en la Doctrina Social tradicional de la Iglesia Católica, propugnan el retorno a la propiedad colectiva o foral frente a la propiedad individual y a la estatal, constituyendo hoy así la unica salida real y católica a la situación de crisis financiera global permanente que vivimos.


El mismo dará comienzo a las 18:00 (seis de la tarde) siendo la entrada libre. Se prevé que no de tiempo a verlo todo en una sóla sesión por lo que habría otro seminario sobre este crucial asunto. Se ruega llamar antes de entrar en el Círculo. Al finalizar habrá una velada tradicionalista.


Como biblografía básica utilizaremos entre otros textos:


Concepción Católica de la Economía. P. Julio Meinvielle. Disponible aquí
El Estado Servil (The Servile State). Hilaire Belloc
La Restauración de la Propiedad (An Essay on the restoration of property). Hilaire Belloc Disponible aquí
Lo que está mal en el mundo (What´s wrong in the world). G.K. Chesterton
Los límites de la cordura (The outline of sanity). G.K. Chesterton
¿Qué es el Carlismo? Elias de Tejada, Rafael Gambra, Francisco Puy y otros.Puntos 52, 53, 98, 150, 154, 155, 157, 158, 159, 160 Disponible aquí
A los 175 años del Carlismo. M.Ayuso. El porvenir de la Tradición, de la sociedad liberal capitalista a la sociedad foral propietarista. El Decálogo Foral. Capítulo compuesto por Pedro Brunsó Ayats. pags. 543-578



Seminario formativo sobre el Distributismo
Día: sábado 16 de abril
Hora: 18:00 (Seis de la tarde)
Lugar: C/Sabino Álvarez Gendín, nº22. Avilés


Algunos párrafos introductorios al tema que trataremos...



Propiedad social.


Al requerir como de máxima urgencia la constitución de economías sociales, el Carlismo rehuye tanto el individualismo burgués como el estatismo marxista. Porque es cierto que el individuo necesita la propiedad de algunas cosas para su normal desenvolvimiento, y que el Estado necesita también de propiedad para cumplir sus objetivos debidamente. Pero la forma normal de la propiedad es la de la libre participación de los individuos en los bienes de organismos sociales, desde la familia al municipio o al gremio, forma que asegura la libertad individual, al par que garantiza a cada hombre un puesto activo dentro de la vida colectiva.


Disminuyendo al máximo la propiedad individual y la estatal, el Carlismo conoce primordialmente las formas de propiedad social, cuyos sujetos sean la familia, el municipio, las agrupaciones profesionales y las sociedades básicas restantes. Y de acuerdo con ello, el Carlismo condena expresamente la desamortización de los bienes de las comunidades en el expolio con que la dinastía usurpadora fraguó artificialmente una clase burguesa de enriquecidos por méritos de favor político, a fin de sostenerse en el trono usurpado, exigiendo la reconstrucción inmediata de los patrimonios sociales, especialmente de los municipales, previa indemnización a los poseedores de buena fe.


Punto 155 del libro ¿Qué es el Carlismo?






El distributismo es aplicable hoy


Hilaire Belloc y G.K. Chesterton consideraron siempre que el capitalismo era la gran plaga que impedía la floración de una sociedad auténticamente cristiana, por haber introducido la competencia en las relaciones conyugales, desarraigado al hombre de su tierra y nublado las virtudes de nuestros mayores, convirtiendo a los seres humanos en máquinas al servicio de la producción. "El capitalismo -escribiría Belloc- constituye una calamidad no porque defienda el derecho legal a la propiedad, sino porque representa, por su propia naturaleza, el empleo de ese derecho legal para beneficio de unos pocos privilegiados contra un número mucho mayor de hombres que, aunque libres y ciudadanos en igualdad de condiciones, carecen de toda base económica propia". En la grandiosa encíclica Rerum novarum (1891), de León XIII, en la que se condenan las condiciones oprobiosas, lindantes con la esclavitud, en las que vivía una muchedumbre infinita de proletarios, hallarían Chesterton y Belloc el aliento para impulsar, en compañía de Arthur Penty y el padre Vincent McNabb, una nueva doctrina económica, alternativa al capitalismo y al socialismo, cuyo fin último es promover el Reinado Social de Cristo.


El distributismo se funda en las instituciones de la familia y la propiedad, pilares básicos de un recto orden de la sociedad humana; no en cualquier familia, desde luego, sino la familia católica comprometida en la procreación y fortalecida por vínculos solidarios indestructibles. Tampoco cualquier propiedad, y mucho menos la propiedad concentrada del capitalismo, sino una propiedad equitativamente distribuida que permita a cada familia ser dueña de su hogar y de sus medios de producción. El trabajo, de este modo, deja de ser alienante y se convierte en un fin en sí mismo; y el trabajador, al ser también propietario, recupera el amor por la obra bien hecha, y vuelve a mirar a Dios, al principio de cada jornada, con gratitud y sentido de lo sagrado, santificando de veras sus quehaceres cotidianos. Por supuesto, la sociedad distributista preconizada por Chesterton y sus amigos se rige por el principio de subsidiariedad y por la virtud teologal de la caridad, que antepone el bien común al lucro personal. Se trataría de lograr que cada familia cuente con los medios necesarios para su subsistencia, bien mediante la producción propia, bien mediante el comercio con otras familias o comunidades de familias, con las que se asociará para realizar obras públicas y garantizar la educación cristiana y el aprendizaje de los oficios para sus hijos. Los gremios vuelven a ser, en la sociedad distributista, elemento fundamental en la organización del trabajo.


El distributismo no postula una sociedad de individuos iguales, empachados de una libertad que acaba destruyendo los vínculos comunitarios, sino una sociedad verdaderamente fraterna, regida por los principios de dignidad y jerarquía, en la que mucho más que el bienestar importa el bien-ser. Algunos la juzgarán una sociedad utópica; yo la juzgo perfectamente realizable, en un tiempo como el presente, en que el capitalismo financiero y el llamado cínicamente Estado social de Derecho se tambalean, heridos de muerte. Sólo hacen falta católicos radicales e intrépidos, con poco que perder, (el soborno del mundo) y mucho que ganar (la vida eterna).


J.M. de Prada


Círculo Tradicionalista Pedro Menéndez de Avilés: Seminario formativo: el Distributismo y el Propietarismo Foral Carlista