CAPÍTULO 1. En la raíz del mal
¿Por qué criticar y denunciar al actual sistema financiero?
Porque no cumple con su fin.
¿Cuál es el fin de un sistema financiero?
El fin de un sistema financiero es financiar. Financiar la producción de bienes que respondan a necesidades, y financiar la distribución de estos bienes para que lleguen a esas necesidades.
Si el sistema financiero hace esto, cumple con su papel. Si no lo hace, no cumple con su papel. Si hace cualquier otra cosa, va más allá de su papel.
¿Por qué dice usted que el actual sistema financiero no cumple su papel?
Porque existen bienes –bienes públicos y bienes privados– que son requeridos por la población, que sin duda son físicamente realizables, y que pueden realizarse inmediatamente, pero que se quedan en nada porque el sistema financiero no financia su producción. Es más, existen bienes que son ofrecidos a una población que los necesita, pero que algunos individuos o familias no pueden obtener, porque el sistema financiero no financia el consumo. Éstos son hechos innegables.
¿Con qué se financian la producción y el consumo?
Con medios de pago (créditos contantes). Estos medios de pago (créditos contantes) pueden consistir en monedas, dinero en papel, o cheques emitidos contra cuentas bancarias [o transferencias bancarias (Nota mía)].
Todos estos medios de pago (créditos contantes) pueden incluirse bajo el término “crédito financiero”, porque todos los aceptan con confianza. La palabra “crédito” implica confianza. Uno acepta con la misma confianza cuatro monedas de un cuarto de dólar, o un billete de un dólar del Banco de Canadá, o un cheque de un dólar contra cualquier banco en el que el emisor del cheque tenga una cuenta bancaria. Uno sabe, realmente, que con cualquiera de estos tres medios de pago (créditos contantes), se puede pagar por trabajo o materiales por valor de un dólar si se es un productor, o bienes de consumo por valor de un dólar si se es un consumidor.
¿De dónde extrae su valor este “crédito financiero”, estos medios de pago (créditos contantes)?
El crédito financiero extrae su valor a partir del “crédito real”. Esto es, a partir de la capacidad productiva del país. Un dólar, cualquiera que sea su forma, posee valor únicamente porque la producción del país puede suministrar bienes que se correspondan con él. A esta capacidad productiva se la puede llamar “crédito real”, porque es un factor real de confianza. Es el crédito real de un país, su capacidad productiva, lo que hace que uno tenga confianza de poder vivir en ese país.
¿A quién pertenece este “crédito real”?
Es un bien de la sociedad. No hay duda alguna de que las capacidades individuales y grupales de todo tipo contribuyen a él. Pero, sin la existencia de recursos naturales, que son un don de la Providencia y no resultado del talento individual; sin la existencia de una sociedad organizada, que permite la división del trabajo; sin servicios tales como escuelas, carreteras, medios de transporte, etc., la capacidad productiva general sería mucho más débil, realmente muy débil.
Ésta es la razón por la que hablamos de producción nacional, economía nacional, que no significan en absoluto producción controlada por el Estado. Es en esta capacidad productiva general en donde los ciudadanos, cada ciudadano, debe poder encontrar una base de confianza para la satisfacción de sus necesidades materiales. Pío XII dijo en su Radiomensaje del Domingo de Pentecostés de 1941:
“La economía nacional, como es fruto de la actividad de los hombres que trabajan unidos en la comunidad nacional, sólo atiende a asegurar sin interrupción las condiciones materiales en que se pueda desarrollar plenamente la vida individual de los ciudadanos”.
¿A quién pertenece el “crédito financiero”?
En su fuente u origen, el crédito financiero pertenece a la colectividad, del mismo modo que el crédito real del cual extrae su valor. Es un bien de la comunidad del cual deben beneficiarse, de un modo u otro, todos los miembros de la comunidad.
Igual que el “crédito real”, el crédito financiero es, por su misma naturaleza, un crédito social. (Pertenece a todos los miembros de la sociedad).
El uso de este bien de la comunidad no debe estar sujeto a condiciones que entorpezcan la capacidad productiva, ni que desvíen a la producción de su fin propio, que es servir a las necesidades humanas: necesidades de naturaleza privada y pública, en orden a su urgencia; satisfacción de las necesidades básicas de todos, antes que las demandas de lujo de unos pocos; antes, también, que los planes esplendorosos y faraónicos de los administradores públicos, codiciosos de fama.
¿Es posible obtener de la economía, en general, el respeto a esta jerarquía de necesidades, sin recurrir a una dictadura que planifique todo, imponga programas de producción y administre la distribución de bienes?
Es ciertamente posible, con un sistema financiero que garantice a cada individuo una parte del crédito financiero de la comunidad. Una parte suficiente, de tal forma que el individuo pueda él mismo ordenar, contra la producción del país, lo suficiente para satisfacer al menos sus necesidades básicas.
Tal sistema financiero no dictaría nada. La producción tomaría sus programas de las órdenes provenientes de los consumidores, en lo que a los bienes privados se refiere; y los tomaría de las órdenes provenientes de las administraciones públicas, en lo que a los bienes públicos se refiere. El sistema financiero serviría, así, por un lado, para expresar la voluntad de los consumidores; y, por otro lado, estaría al servicio de los productores para movilizar la capacidad productiva del país en la dirección de las órdenes así expresadas.
Por ello, por supuesto, es necesario tener un sistema financiero que esté sometido a la realidad, y no uno que la violente. Un sistema financiero que refleje los hechos, y no uno que esté en desacuerdo con ellos. Un sistema financiero que distribuya, y no uno que racione. Un sistema financiero que sirva al hombre, y no uno que lo degrade.
¿Es concebible un sistema financiero así?
Sí. Sus líneas generales fueron dadas por Clifford Hugh Douglas, el maestro y genio que expuso al mundo lo que se conoce como Crédito Social (no se confunda con la prostitución de los partidos políticos que se invisten a sí mismos con el mismo nombre).
Douglas resumió en tres proposiciones los principios básicos de un sistema que cumpliría estos fines y, más aún, que sería lo suficientemente flexible como para seguir a la economía en todos sus desarrollos, hasta cualquier grado de mecanización, motorización, o automatización.
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