CAPÍTULO 2. Las tres proposiciones de Douglas
¿Cuáles son las tres proposiciones de Douglas?
Douglas expuso públicamente estas tres proposiciones en tres ocasiones: en Swanwick, en 1924; ante el Comité MacMillan, en Mayo de 1930; y en una conferencia dada en el Caxton Hall, Londres, en Octubre de 1930. Y las reprodujo en algunos de sus escritos, entre otros, en El Monopolio del Crédito.
La primera de estas proposiciones se relaciona con la financiación del consumo, mediante un ajuste entre el poder adquisitivo y los precios:
“Los créditos contantes (cash credits) de la población de cualquier país habrán de ser en cualquier momento colectivamente iguales a los precios contantes (cash prices) colectivos de los bienes de consumo a la venta en ese país, y tales créditos contantes habrán de cancelarse o depreciarse solamente con la adquisición o depreciación de los bienes de consumo”.
Douglas no cambió nada de los términos de esta proposición: fueron los mismos en 1930 como en 1924.
En esta proposición, al mencionar los medios de pago, en dinero en efectivo o en documento cambiario, Douglas usa el término “créditos contantes”, mientras que, cuando habla acerca de la financiación de la producción, simplemente dice “créditos”.
La diferencia entre los dos es que el dinero en manos del consumidor es suyo: para ellos es poder adquisitivo que usan como les place en la obtención de productos de su elección. Mientras que los créditos a la producción, son adelantos que el productor debe devolver cuando sus productos se han vendido.
¿Cuál es el objetivo de esta primera proposición expuesta por Douglas?
El objetivo de esta proposición es conseguir lo que puede llamarse el poder adquisitivo perfecto, mediante el establecimiento de un equilibrio entre los precios que han de pagarse por los compradores y el dinero en manos de los compradores.
El Crédito Social hace una distinción entre el precio de coste y el precio que ha de pagarse por el comprador (precio contante). El comprador no tendría que pagar todo el precio de coste, sino únicamente este precio reducido a un nivel correspondiente con los medios de pago (créditos contantes) en manos de la población.
El precio de coste debe siempre recobrarse por el productor si desea permanecer en el negocio. Pero el precio que ha de pagarse debe estar al nivel del poder adquisitivo existente en manos del consumidor, si se quiere que la producción alcance su fin, que es el consumo.
¿Cómo puede llevarse a cabo esta doble condición?
A través de un mecanismo de ajuste del precio. Un ajuste, y no una fijación de precios: el establecimiento de precios de coste es un asunto de los productores mismos; son ellos quienes saben cuánto les cuesta la producción en gastos.
El ajuste propuesto consistiría en un coeficiente que se aplicaría a todos los precios al por menor. Este coeficiente se calcularía periódicamente (cada tres o seis meses, por ejemplo), de acuerdo con la ratio entre el consumo total y la producción total durante un periodo dado.
Si, por ejemplo, durante este periodo dado, la producción total fuera de 40 mil millones de dólares, y el consumo total fuera de 30 mil millones, uno podría concluir que, cualquiera que fuesen los precios de coste contables, en realidad, la producción de los 40 mil millones ha costado al país 30 mil millones. Por tanto, 30 mil millones es el coste real de la producción total de 40 mil millones. Y si los productores deben recobrar 40 mil millones, los consumidores, por su parte, deben pagar solamente 30 mil millones. Los 10 mil millones faltantes deben ser suministrados a los productores a través de otra fuente, no a través de los compradores. Proveer a esto, es algo que depende del mecanismo monetario.
En este caso, un coeficiente de 3/4 se aplicará a todos los precios al por menor: los precios de coste se multiplicarán por este coeficiente, por 3/4 o 0.75. El comprador, por tanto, pagará solamente el 75 por ciento del precio de coste.
En otras palabras, un descuento general del 25 por ciento (lo opuesto a un impuesto sobre ventas) se decretaría sobre todos los precios al por menor durante el transcurso del nuevo periodo. Al final de cada periodo, la ratio o tasa de descuento general se calcula de esta forma, de acuerdo con el estado de consumo en relación con el estado de producción del periodo dado. Así, uno se acerca más al poder adquisitivo perfecto tanto como sea posible.
A esta operación se le llama a veces precio compensado o un descuento compensado, porque el dinero que el vendedor no obtiene del comprador a consecuencia de este descuento, se le da después por la Oficina Nacional de Crédito. Esta compensación permite al vendedor recobrar todo su precio de coste. Nadie pierde. Todos ganan haciendo más fácil la venta de bienes hacia las necesidades.
¿Por qué dice usted que esto es conseguir el poder adquisitivo perfecto?
Porque establece en 1 (uno) la ratio o proporción entre los medios de pago y los precios. En el ejemplo dado arriba, esta ratio era de 3/4: uno sólo podía pagar por 3/4 de la producción. Después de la operación del ajuste del precio, la ratio pasó a ser de uno: uno puede ahora pagar por toda la producción. Esto permite que la producción alcance su fin: la producción se hace para ser consumida.
También decimos que consigue el poder adquisitivo perfecto porque hace justicia a la población, al hacerle pagar solamente el “precio justo”, el coste real de la producción. Es Douglas quien supo cómo dar a las palabras “precio justo” una definición buscada en vano por los sociólogos de varios siglos. Él la formuló de esta forma: “El coste real de la producción es el consumo que ha requerido”. Ésta es una verdad que parece ser totalmente ignorada en los libros de texto de Economía.
En cuanto a los métodos para el mecanismo del ajuste de los precios, pueden variar, pero deben llevar a cabo esta perfección, y hacerlo con un mínimo de operaciones. Es más, esto sería mucho menos complicado que, por ejemplo, los cálculos del reembolso para cada cooperativista en una cooperativa de consumo. Y con resultados infinitamente superiores.
¿Y cuál es la segunda proposición de Douglas?
La segunda propuesta de Douglas se relaciona con la financiación de la producción. Fue expresada de la siguiente manera, por su autor, en Swanwick, y ante el Comité MacMillan:
“Los créditos requeridos para financiar la producción no habrán de suministrarse a partir de ahorros, sino que serán nuevos créditos en relación con nueva producción”.
En Caxton Hall, en Octubre de 1930, Douglas modificó de esta forma el final de su declaración:
“nuevos créditos en relación a producción”.
No dice “nueva producción”, sino solamente “producción”. Obviamente ambos son sinónimos. A medida que se realiza la producción, ésta es una nueva producción. Una nueva producción que mantiene el flujo de producción allí donde los consumidores hacen sus compras.
Algunos han interpretado erróneamente esta proposición como aplicándola solamente a un incremento en el volumen de producción, lo cual ciertamente no es el caso de acuerdo con el contexto de las tres proposiciones.
Douglas añade:
“Y estos créditos habrán de hacerse devolver solamente en proporción o ratio de depreciación general en relación a apreciación general, enriquecimiento general”.
¿Por qué financiar la producción de esta manera, con nuevos créditos, y no con ahorros? Porque los ahorros provienen de dinero que ha sido distribuido en relación a una producción ya realizada. Ahora bien, todo este dinero ha ido al precio de coste de la producción ya realizada. Si este dinero no se usa para comprar producción, la brecha entre los medios de pago y los precios se incrementará.
Uno puede argumentar que los ahorros usados para financiar un nuevo flujo de producción, a través de inversiones o de otro modo, vuelven a la circulación como poder adquisitivo. Esto es verdad, pero lo hacen como gastos realizados por el productor, por consiguiente, creando un nuevo precio. Ahora bien, la misma cantidad de dinero no puede servir para pagar, al mismo tiempo, el precio correspondiente de la anterior producción y el precio correspondiente de la nueva producción.
Cada vez que el dinero ahorrado vuelve de esta forma a los consumidores, lo hace creando un nuevo precio, sin haber pagado un precio anterior, al cual se le deja sin el correspondiente poder adquisitivo cuando este dinero se vuelve ahorro.
Ilustremos este punto mediante un ejemplo:
Tenemos a un obrero que saca un sueldo mensual de 300 dólares. Sobre esta cantidad, retira 50 dólares para comprar acciones en una empresa que está construyendo una nueva fábrica.
Los 300 dólares en sueldos sin duda estarán registrados en los precios de los bienes para los que el obrero trabaja; pero en frente de este precio de 300 dólares, sólo quedan 250 dólares en poder adquisitivo.
La construcción de la fábrica hará que vuelvan los 50 dólares como poder adquisitivo a través de sueldos distribuidos a los obreros de la construcción. Pero los bienes que vendrán de la nueva fábrica tendrán que incluir los 50 dólares en sus precios. Los 50 dólares, que han vuelto de nuevo a ser poder adquisitivo, sin duda no podrán pagar, al mismo tiempo, los 50 dólares de precio de la anterior producción y los 50 dólares de precio de la nueva producción.
Esto no significa que el ahorrador esté haciendo algo equivocado al invertir su dinero para la expansión de la producción. Él es perfectamente libre de hacer lo que le plazca con un dinero que le pertenece. Pero la sustracción al poder adquisitivo general, hecha por los ahorros, debe ser compensada de alguna forma a través de una cantidad equivalente de dinero que venga a manos del consumidor (a través del dividendo social, por ejemplo, o a través de un incremento en el descuento compensado). Una vez hecho esto, el efecto sobre el poder adquisitivo será el mismo que si la producción se hubiera financiado directamente a través de nuevos créditos, ya que estos nuevos créditos reemplazan a los ahorros detraídos del poder adquisitivo.
El actual sistema no realiza esta compensación. Insiste en la financiación a través de ahorros, sin preocuparle el corte realizado en el poder adquisitivo. Ésta no es la única causa, sino una de las causas, de la brecha entre los medios de pago del consumidor y los precios de los bienes.
¿Y qué hay de la tercera proposición financiera de Douglas?
La tercera proposición de Douglas introduce un nuevo componente en el poder adquisitivo: la distribución de un dividendo a todos, estén o no empleados en la producción. Es, por tanto, un factor componente del poder adquisitivo, que no deja a ningún individuo sin un medio de pago.
Es el reconocimiento del derecho de todos a una parte de la producción, como co-capitalistas, coherederos, del más grande factor en la producción moderna: el progreso adquirido, aumentado y transmitido de generación a generación. También como copropietarios de los recursos naturales, un don gratuito de Dios.
También constituye el modo de mantener un flujo de poder adquisitivo en relación al flujo de producción, aun cuando la producción se hiciera más y más sin necesidad de empleados. Por tanto, constituiría la solución al mayor quebradero de cabeza actual, que hace que los economistas se den de cabezazos contra la pared, y que deja a los gobernantes pasmados ante su fracasada política de pleno empleo. La persecución del pleno empleo no tiene ningún sentido, difícil de justificar por parte de seres inteligentes, al tiempo que el progreso se aplica inexorablemente para liberar a los obreros, para hacer más y más inútil la necesidad de empleados.
Así es como Douglas se expresaba:
“La distribución de dinero contante (cash) a los individuos habrá de ser progresivamente menos dependiente del empleo. Esto es, que el dividendo desplazará progresivamente al sueldo y al salario”.
Progresivamente –como Douglas lo expresaba en otra parte– a medida que se incremente la productividad por hora-hombre. Esto está perfectamente en consonancia con la participación tomada, respectivamente, por el trabajo y por el progreso, en el flujo de la producción.
El progreso –un bien colectivo– se hace más y más importante como factor de producción; y el trabajo humano, menos y menos. Esta realidad debe reflejarse en la distribución de ingresos, a través de dividendos para todos, por un lado, y a través de la gratificación por el empleo, por el otro.
Volveremos sobre esta cuestión más adelante, al tratar del dividendo periódico a cada ciudadano.
¿Pero no es esto proponer volver todo patas arriba respecto a los métodos de financiación de la producción y respecto al método de distribución de los títulos-derechos sobre la producción?
Constituye, por encima de todo, y mucho más simplemente, un cambio en la filosofía, en la concepción del papel de los sistemas económico y financiero, volviéndolos a sus propios fines, servidos por medios apropiados. Es hora de que fines y medios vuelvan a su lugar apropiado. Es hora de que la perversión dé paso a la rectificación.
¡Pero todo esto parece implicar que el dinero, o el crédito financiero, puede venir así, en el acto, para financiar la producción y el consumo!
Ciertamente. El sistema monetario es esencialmente un sistema contable. ¿Están los contables escasos de cifras para contar, sumar, sustraer, multiplicar, dividir, hacer reglas de tres, o para expresar porcentajes?
Es más, los hechos están ahí, para mostrar que el dinero es una cuestión de cifras: cifras que los monopolizadores del sistema pueden hacer aparecer o desaparecer de acuerdo a sus decisiones, sin necesidad de ninguna otra cosa concreta al margen de un libro, una pluma, y unas pocas gotas de tinta [o unas teclas de ordenador, hoy día (Nota mía)].
En una conferencia dada en Westminster el 7 de Marzo de 1936, Douglas dijo a su audiencia (una audiencia socialcreditista):
“Nosotros, los socialcreditistas, decimos que el sistema monetario, hoy día, no refleja los hechos. La oposición dice que sí que los refleja. Bueno, os lo plantearé a vuestro sentido común. ¿Cómo fue que, un mundo que aparentemente era casi febrilmente próspero en 1929 –o se decía que así era, juzgado según los estándares ortodoxos– y ciertamente capaz de producir tremendas cantidades de bienes y servicios, y de distribuir una considerable proporción de los mismos, pudiera estar tan empobrecido en 1930, y tan fundamentalmente cambiado, hasta el punto de que las condiciones quedaran invertidas y el mundo quedara miserablemente pobre? ¿Es razonable suponer que, entre una sola fecha de Octubre de 1929 y unos pocos meses después, el mundo pudiera cambiar de ser rico a ser pobre? Por supuesto que no lo es”.
Douglas realizó este comentario tres años y medio antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Una vez declarada ésta, todos podrían haberse hecho una pregunta de la misma naturaleza que la de Douglas, pero en un sentido inverso:
¿Cómo es que, después de una escasez de dinero de diez años, de repente encontraron de la noche a la mañana todo el dinero que se necesitaba para una guerra que duró seis años y que costó miles de millones?
La misma respuesta es aplicable a ambos casos: el sistema monetario es solamente una cuestión de contabilidad, y únicamente requiere cifras que lleven un sello legal. Por tanto, si escasea el dinero en frente de grandes posibilidades de producción para satisfacer necesidades humanas básicas, y el dinero se vuelve abundante cuando los productores y los medios de producción son requeridos para los campos de batalla y para la producción de máquinas de guerra, es porque el actual sistema monetario impone decisiones, en lugar de reflejar fielmente los hechos resultantes de los actos libres llevados a cabo por productores libres y consumidores libres.
LAS TRES PROPOSICIONES DE DOUGLAS
1. Los créditos contantes (cash credits) de la población de cualquier país habrán de ser en cualquier momento colectivamente iguales a los precios contantes (cash prices) colectivos de los bienes de consumo a la venta en ese país, y tales créditos contantes habrán de cancelarse o depreciarse solamente con la adquisición o depreciación de los bienes de consumo.
2. Los créditos requeridos para financiar la producción no habrán de suministrarse a partir de ahorros, sino que serán nuevos créditos en relación con nueva producción. Y esos créditos habrán de hacerse devolver solamente en proporción o ratio de depreciación general en relación a apreciación general, enriquecimiento general.
3. La distribución de dinero contante (cash) a los individuos habrá de ser progresivamente menos dependiente del empleo. Esto es, que el dividendo desplazará progresivamente al sueldo y al salario.
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