4. Cambio de Siglo.
Los efectos de esta persecución fueron en gran parte benéficos, pues la Iglesia quedó libre del servilismo josefinista y febroniano y se acostumbró a volverse hacia Roma, y los católicos se organizaron magníficamente. El nuevo emperador Guillermo II (1888-1918) aunque protestante, se mostró comprensivo y partidario del orden; se comenzaba a temer al socialismo. En este sentido, reinó cierta armonía entre el gobierno y el Zentrum para bien del catolicismo y de la cuestión social.
Sin embargo, aparecían ciertos puntos oscuros; los católicos alemanes se quejaban de ciertas trabas puestas por el Estado a su actividad, y en la provisión de funcionarios públicos reinaban ciertas preferencias protestantes y prusianas en concreto. En algunos Estados había poca tolerancia religiosa; en el Este alemán, la prusificación se confundía con la protestantización, y en las escuelas iba mermando el influjo católico. El Zentrum presentó en 1892 una ley sobre las escuelas, y en 1900 un proyecto de tolerancia; pero fueron rechazados por el Reichstag.
Hubo algunos roces internos de bastante consideración: la tendencia denominada Reformkatholicismus, suscitada en 1897, y que no hay que confundir con el modernismo, siendo tan sólo el ala opuesta del integralismo; la cuestión del arte por el arte, de que tanto se disputó en 1898, y la controversia sobre el carácter del partido del Zentrum, que apasionó los ánimos en 1906; pero, sobre todo, el problema de la confesionalidad o aconfesionalidad de las asociaciones obreras entre la tendencia de Berlín y la exigencia de Colonia, consumió mucha tinta y tiempo. Ya indicamos cómo resolvió esta cuestión Pío X en su encíclica Singulari quadam, de 1912.
Otro punto de divergencia en el seno del catolicismo lo ofrecieron las diversas corrientes modernistas e integristas en las ciencias eclesiásticas que, sin embargo, en Alemania no tuvieron el carácter agudo de otros países.
Y vino la Primera Guerra europea. Mucho tuvo que sufrir la Alemania católica; la paz de Versalles privó al Reich de unos cuatro millones y medio de católicos. Además, la miseria y la desesperación arrojaron a muchos en brazos del socialismo con la revolución de 1918; la religión pareció naufragar como partidaria del antiguo régimen. Pero Alemania con el auxilio del Zentrum y de todos los católicos y conservadores halló su camino, y en la Constitución de Weimar de 1919, salió el nuevo Estado, en que la religión tenía su puesto; los artículos relativos a la Iglesia fueron un compromiso entre los partidarios socialdemócratas y los burgueses, si bien sonaban a separación entre Iglesia y Estado. Es decir, que quedaba roto el sistema antiguo protestante de supremacía del Estado en materias religiosas y quedaba asegurada la libertad de creencias y conciencias. El Estado se declaraba neutral en este punto. Por lo tanto, el catolicismo salió ganando en libertad e igualdad.
Pronto se fueron estableciendo institutos religiosos, especialmente la Compañía de Jesús, que en el destierro había desarrollado una admirable labor científica.
En vez de la nunciatura prusiana, se estableció en 1920, la nunciatura para Alemania en Berlín. Mons. Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), que desde 1917 era nuncio en Munich, se trasladó a Berlín. En 1924, se firmaba un concordato con Baviera; en 1929, otro con Prusia y, en 1932, otro con Baden.
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