El náhuatl es una lengua viva, aunque lógicamente hoy en día no sea el mismo que en tiempos de Cortés. Esa es una de las grandes diferencias entre la América Hispana y la anglosajona: que se conservan las principales lenguas indígenas, al menos las que eran más importantes y servían de lengua franca entre distintas tribus. Esas lenguas se conservan y tienen gramática y escritura gracias a que los misioneros las aprendieron, las pusieron por escrito y crearon las primeras gramáticas y diccionarios. De lo contrario se habrían extinguido como en la América gringa, donde no queda casi nada, y las pocas que se han conservado cuentan con un pequeño número de hablantes frente a los millones que hoy en día hablan náuhatl, maya, quechua, aimará, mapudungún y, sobre todo, guaraní. Otra cosa es que el castellano resulte más práctico, esté más extendido, permita más la comunicación y tenga una estructura más fácil y lógica, además de mayor precisión para los conceptos filosóficos y teológicos. Es decir, mayor facilidad de expresión y más capacidad de matización.