..a vueltas con Boves.
La efemérides espolea nuestro interés por las Américas. Y de resultas de ello vamos hallando documentos que no queremos dejar de compartir, en cuanto describen episodios que los españoles apenas conocen. Entre ellos, este escrito, que aparece en http://momentosespañoles.es/, y que nos permitimos transcribir:
El siglo XIX en Hispanoamérica: José Boves contra la insurgencia venezolana
A finales de 1813 en Venezuela los realistas han sido rechazados a la zona costera de Coro y Maracaibo, donde cuentan con el apoyo mayoritario de la población. A todo esto, Simón Bolívar ha lanzado su célebre decreto de "guerra a muerte" contra los peninsulares y los venezolanos partidarios del Rey, lo que da lugar a grandes matanzas de prisioneros dirigidas por el propio Libertador —que en febrero de 1814 ordena la ejecución de 800 prisioneros en Valencia— y sus lugartenientes, entre los que se distinguen Briceño y sobre todo Arismendi, que por orden de Bolívar ejecuta a un millar de españoles prisioneros en Caracas y La Guaira.
Pero mientras tienen lugar estos acontecimientos, se fragua, tanto a espaldas de los insurgentes como de los principales jefes de las fuerzas regulares realistas algo hasta ese momento casi inimaginable para todos: uno de los fenómenos más originales —y terribles— del conflicto americano. Se trata del movimiento organizado y dirigido por Boves en los Llanos del Orinoco.
Es José Tomás Boves (o Bobes) un español peninsular, nacido en Asturias y de origen muy modesto, establecido en esa región venezolana desde hace años. Sumado a las fuerzas realistas en los últimos tiempos de la lucha contra la primera república (en Venezuela), en la que ya toma parte en alguna acción, recibe un nombramiento, inicialmente poco más que simbólico, de oficial de Caballería de la Milicia urbana de Calabozo, una de las pequeñas poblaciones de los Llanos, y el encargo de movilizar una fuerza de caballería en esa región, actividad que inicia en agosto de 1813, tras separarse del contingente realista de Juan Manuel Cagigal.
Buen conocedor de la zona y de sus habitantes los llaneros, pronto su carisma y dotes de mando consigue reunir aproximadamente 700 de éstos; aunque el contingente crece a velocidad gracias a la activa recluta a que se entregan Boves y sus lugartenientes, empleando para la finalidad tanto argumentos políticos e ideológicos de servicio al Rey de España y combate contra la odiada oligarquía de la provincia, como promesas de carrera en el Ejército y participación en el botín de guerra; también duras medidas contra los prófugos y los desertores.
En octubre de ese 1813, ya con un millar de efectivos combatientes, de los que sólo unos sesenta son europeos, Boves actúa contra Calabozo. Con sus llamados "hombres vagos", gentes acostumbradas a una vida de corte selvático, infunde por primera vez temores a los jefes insurgentes.
Poco después, el jefe militar español al servicio de los insurgentes, Juan Vicente Campo Elías, derrota a Boves en la sabana de Mosquitero y lleva a cabo diversas acciones punitivas contra las poblaciones y habitantes de los Llanos, que no consiguen sino favorecer la recluta de su oponente que improvisa todo lo necesario para la guerra que sostiene e igualmente todo tipo de pertrechos de utilidad bélica.
Recobrado enseguida de la derrota, en diciembre es él y sus llaneros quienes vencen en la reiteración de la batalla, ocupando Calabozo; ya reúne a tres mil hombres. Mientras, su segundo, Tomás Morales, capta en nuevas reclutas contingentes de cierta relevancia en la Pese al revés, Bolívar no acaba de dar importancia a este nuevo oponente, y desde esa actitud despreciativa hace pública su reflexión de que lo que no ha logrado contra sus fuerzas un ejército disciplinado como era el de Domingo Monteverde, no lo van a conseguir los contingentes que aparecen fantasmales y de improviso en la sabana apureña.
Pero en esta ocasión Bolívar yerra en sus planteamientos. Las fuerzas de Boves, a las que su jefe entrena en el médano de Cazorla en marchas, cargas y combates, no paran de crecer y a lo largo de los primeros meses de 1814 obtienen sucesivos éxitos contra los insurgentes. En febrero, Rosete —figura apocalíptica según los insurgentes—, uno de los lugartenientes de Boves, derrota a Arismendi, y poco después el propio jefe del Ejército Real de Barlovento, título con el que se proclama y autoconcede el jefe realista José Tomás Boves desde finales del año anterior, combate en San Mateo contra Simón Bolívar.
El jefe realista cuenta entonces con aproximadamente 6.500 hombres, de ellos 4.000 de Caballería armados con lanzas; en cambio apenas dispone de artillería, únicamente seis piezas ligeras, cuando la proporción adecuada en la época se considera de tres piezas por cada mil efectivos humanos.
La acción de Boves en San Mateo facilita la recuperación de la iniciativa por parte de las fuerzas regulares realistas (los españoles peninsulares y aquellos seguidores del Rey —Fernando VII— en el continente americano, foráneos y autóctonos) que operan desde sus fortalezas en la costa.
En paralelo a estas maniobras bélicas, en febrero de 1814 tiene lugar en la región de Barlovento una sublevación de los esclavos de las haciendas en contra de las fuerzas republicanas (las de Simón Bolívar y otros jefes insurrectos contra el gobierno español). Asume la jefatura de este movimiento Juan José Navarro, que derrota a Arismendi y dirige una campaña en la retaguardia republicana que supone un nuevo inconveniente grave para las fuerzas de Bolívar.
Las victorias de Boves presentan además el correspondiente efecto moral en los elementos favorables al mando realista en las zonas dominadas por los insurgentes, lo que se traduce en una agitación creciente con la subsiguiente aparición de guerrillas
En el mes de junio de ese 1814, Bolívar logra una victoria en Carabobo contra las fuerzas regulares de Cagigal, pero pocos días después es materialmente deshecho por Boves en la segunda batalla de la Puerta. Explotando el éxito, Boves ocupa en julio Valencia y Caracas, donde asume en la práctica las funciones de capitán general, ignorando ex profeso a Cagigal al cual, tras la victoria de la Puerta, ha enviado una misiva de la que se extrae el siguiente párrafo: "He recobrado las armas y el honor de las banderas que vuestra excelencia perdió en Carabobo". Boves se revelará en esta etapa y en su nueva faceta como un buen administrador de los territorios ocupados.
En los meses siguientes su ejército alcanza el máximo desarrollo. Cerca de 20.000 hombres, de ellos seis o siete mil operativos, organizados en regimientos de Caballería —que constituyen la mayor parte del contingente— de fuerza variable y vinculación a diversas poblaciones y zonas de los Llanos: Tiznados, el preferido por Boves, Guayba, Guardatinaja; lo que origina una útil emulación entre sus componentes. Boves dirige personalmente la Caballería, tomando parte en las cargas y en los combates cuerpo a cuerpo asumiendo el mayor riesgo, con resultado de heridas en varias ocasiones. Autores hostiles a su causa lo califican como el más grande jefe de caballería que haya conocido Venezuela.
La Infantería, contando unos 2.500 hombres, está formada por dos regimientos a tres batallones cada uno, mandados por Guía Calderón y Manuel Machado, y el denominado Batallón de preferencia, mandado por Rafael López. En las marchas de esta tropa a pie se acostumbra a organizar un cuerpo de vanguardia, bajo el mando de Ramón González, que avanza doce horas por delante del grueso de la fuerza expedicionaria.
Boves también cuenta con partidas de guerrilleros, configuradas como unidades de guerrilla compuestas por indios y mestizos principalmente, actuando bajo su exclusiva dirección estratégica. En cambio, utiliza poco e indirectamente a los cimarrones (esclavos refugiados en los montes buscando su libertad), unos 25.000 en la Venezuela anterior a la revolución, y otros esclavos huidos al compás de los acontecimientos.
Los combatientes llaneros no lucen uniforme habitualmente. Van vestidos a la manera del país: calzón corto, sandalias, sombrero; los jinetes usan unas grandes espuelas características, y a guisa de escarapela una pluma negra o una oreja humana colgada del sombrero. También se decoran y anuncian con banderas negras, a diferencia de la blanca española del momento.
Dominada gran parte de la provincia, Boves inicia la creación de una flotilla que inicialmente sólo tiene un bergantín, bautizado General Boves. La flotilla en ciernes está financiada mayormente por particulares, al frente de los cuales figura un realista de origen vizcaíno, íntimo amigo del padre de Simón Bolívar.
Dadas las características de la lucha, las fuerzas de José Boves, el caudillo llanero, llevan a cabo frecuentes saqueos en las zonas o ciudades conquistadas donde hay para cometerlo; pues más bien tales saqueos quedan en intentos y limitados a los bienes de carácter mueble. Los bienes de auténtico interés propiedad de los insurgentes: los productivos, las fincas rústicas y urbanas, las explotaciones agrícolas, son confiscados por la autoridad realista y arrendados o vendidos en beneficio de la Hacienda de la provincia. Los premios de orden material que Boves entrega a aquellos de los suyos distinguidos en la lucha son de tipo simbólico o en relacionados con el servicio de armas: elección de los mejores caballos o armas capturadas y similares. Para Boves tampoco había réditos más allá de la satisfacción, pues nunca cobró un sueldo y años después se gestionará una pensión para su madre residente en Asturias.
La represión contra los insurgentes responde a la proclama de guerra a muerte proferida por Bolívar al comienzo de su campaña. Es usual la matanza de los jefes políticos y militares insurgentes vencidos y la de muchos oficiales. La generosidad para con los prisioneros es aleatoria, graciosamente dispensada por quien puede. Conviene recordar que la lucha en Venezuela ofrece el aspecto de una contienda social-racial en esta etapa de la guerra entre realistas e insurgentes-independentistas.
La circunstancia acaso curiosa para algunos que nos e aproximan a la realidad de la situación y los hechos cotidianos, es que los defensores del Rey de España encuentran su principal apoyo en los sectores populares de la población. Sectores que en el continente americano suman un porcentaje de indígenas y mestizos en diverso grado proporcionalmente superior al de las clases pudientes, acomodadas y dirigentes, que son en las que básicamente da inicio la insurgencia. Por supuesto, contando siempre con las excepciones en uno y otro bando.
Con la derrota de Bolívar la causa independentista en la provincia sucumbe. Las fuerzas de Boves actúan en las postrimerías de 1814 sobre la zona oriental, todavía en poder de los insurgentes, cuyos últimos restos a la defensiva son aniquilados.
Pero desgraciadamente para la causa realista, en la última batalla importante ya en el mes de diciembre, en Urica, Boves cae víctima de una lanzada al dirigir cual su costumbre una carga de su caballería. Le sucede en el mando su hasta entonces segundo, el canario Tomás Morales, que tomará parte en las sucesivas campañas en la provincia hasta la conclusión de la lucha regular.
José Tomás Boves, el taita, como le llamaron sus hombres, es una de las figuras más originales y merecedoras de estudio con las que contó el bando realista, y en general la contienda americana de emancipación. Al frente de su Ejército Real de Barlovento, pone fin a la segunda república venezolana (1813-1814) tras derrotar repetidas veces a Simón Bolívar y otros jefes secesionistas. Su temprana muerte a los treinta y un años supuso un sesgo importante, quizá decisivo, en el desarrollo de la misma.
Sábado, 02 de Enero de 2010 20:16 laturutadeltitanic #. sin tema
Una visión de las Américas, a 200 años vista. Los antihéroes del Pasto.
A diferencia de la vecina ciudad de Popayán que ha dado a luz a ocho presidentes, Pasto sólo parece haber sido la cuna de antihéroes. Muchos colombianos ven a Pasto como una ciudad en los confines del mapa, por allá aislada del resto del país. Da la impresión de que nada importante para la historia de Colombia hubiera ocurrido allí. No hay, pues, una Convención de Pasto, ni un Acuerdo de Pasto, ni siquiera una Batalla de Pasto, como las hay de Ocaña, de Cartagena o de Boyacá.
La razón es que el capítulo de Pasto lo han borrado de los textos de historia. Se ha tratado de dejar en el olvido a los héroes locales que -seamos justos- algún reconocimiento merecen. El más pintoresco -y me atrevo a decir que el más importante- de los nativos de Pasto es Agustín Agualongo (1780-1824). Este "indio, feo y de corta estatura" (palabras de su biógrafo, el historiador pastuso Sergio Elías Ortiz), puso en jaque a lo más granado de los ejércitos republicanos. Su carrera militar se inició en 1811, a la avanzada edad de 31 años (a esa edad Sucre ya era gran mariscal y José María Córdova, general). Poco después fue la derrota y posterior captura del general Antonio Nariño, a quién los pastusos veían como un "hereje, masón, impío, verdadero poder de las tinieblas". La cruel ironía pastusa es que luego al departamento lo bautizarían con ese nombre.
Pero lo que de veras lanzó a la fama a Agustín Agualongo fueron sus actuaciones después de 1819, cuando la misma corona española había aceptado su derrota. En 1822, bajo el mando del español Benito Boves, (sobrino del célebre Boves que aterrorizó a los llanos), Agualongo le declaró la guerra a la república de Colombia, en defensa del rey Fernando VII y de la religión católica. Boves huyó poco después y Agualongo pasó a liderar una guerra de guerrillas que lo haría legendario: héroe para unos, villano para otros. Tomó Pasto en junio de 1823 y siguió hacia el Ecuador, donde fue derrotado por Bolívar en Ibarra. Nuevamente tomó Pasto en agosto de 1823 y una vez más en febrero de 1824. En su última batalla, en Barbacoas, se enfrentó al futuro cuatro veces presidente Tomás Cipriano de Mosquera, quien resultó herido gravemente en la quijada (de esta herida se derivaría su apodo de "Mascachochas"). Finalmente, Agualongo fue capturado por José María Obando en junio de 1824 y fusilado en Popayán el 13 de julio. El gran pecado de Agualongo -lo ven así los pastusos- fue su irrebatible lealtad de principios.
Por ésta y otras razones Bolívar nunca quiso a los pastusos; se refirió a ellos como: malditos, demonios, infames, malvados, infelices, desgraciados. Después de todo, en cercanías de Pasto ocurrió la más sangrienta de las batallas de independencia: la de Bomboná. Las bajas reportadas por el ejército patriota totalizaron 116 muertos y 341 heridos (compárese con 13 muertos y 53 heridos en Boyacá). Aunque los realistas pastusos perdieron más hombres, Bolívar se vio obligado a retroceder y cambiar sus planes en esa Campaña del Sur. ¿Quién ganó la batalla de Bomboná? La respuesta depende de la versión de la historia que usted lea.
En la misma línea de Agustín Agualongo -aunque bastante menos belicoso- está el jurisconsulto, historiador y escritor José Rafael Sañudo (1872-1943). Sañudo es tan pastuso que sólo una vez en la vida abandonó su ciudad natal, para viajar hasta el Valle del Cauca. Eso no fue obstáculo para que este polígloto autodidacto, que fue fundador de la Academia de Historia de Nariño, y candidato tanto a la Rectoría de la Universidad de Nariño como a la Corte Suprema de Justicia, conociera con propiedad los clásicos griegos y latinos. Pero lo que hizo famoso al doctor Sañudo fue su obra, publicada por primera vez en 1925, Estudios sobre la vida de Bolívar, más conocida simplemente como el Bolívar de Sañudo. En este libro -y basándose en argumentos históricos irrefutables- se retrata al Libertador como un sujeto que, además de mujeriego y psicológicamente inestable, era desmedidamente ambicioso, impulsivo y, sobre todo, premeditadamente cruel. El parangón que hace Sañudo de Bolívar con los "sanguinarios" Sámano y Morillo es dramático. "¡Pesa reciamente el alma de un pastuso, al narrar los crímenes de Bolívar y sus esbirros!" Sea como fuere, estamos acostumbrados a esas biografías de los héroes que sólo los ensalzan y nunca muestran sus defectos. Alguien -por ejemplo, Juan Manuel Santos- debería regalarle a Hugo Chávez este texto bolivariano que él seguro desconoce.
Y el último personaje de controversia, que aunque no nació en Pasto sí fue allí donde adquirió su fama, es San Ezequiel Moreno, canonizado por Juan Pablo II en 1992. Este sacerdote español fue designado obispo de Pasto en 1895. Para él los enemigos eran el demonio, los masones y los liberales: todos los liberales, especialmente los liberales católicos. "Sólo admitimos un liberalismo, malo, pésimo y condenado por nuestra Santa Madre la Iglesia." "Ser liberal es pecado" insistió hasta su muerte. Claro, eran otras épocas.
Martes, 15 de Diciembre de 2009 13:53 laturutadeltitanic #. sin tema
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