Revista FUERZA NUEVA, nº 131, 12-Jul-1969
Diario de un ingenuo
Resulta sugestiva la ofensa contra los “ultras” desarrollada en sectores de la vida nacional que presumen de liberales. El ataque viene de lejos, y la huella es fácil encontrarla en una serie de comentarios aparecidos en periódicos cuyo significado todos conocemos muy bien. Pertenecen a grupos “ultras” de sí mismos. A los excluyentes por antonomasia de la vida nacional, y no solo de la política.
En esta cuestión, la dificultad inicial estriba en determinar quién es “ultra”. Si se quiere denominar así al que lleva a sus formas más extremadas la defensa de una idea, es notable que hay “ultras” a la derecha, “ultras” a la izquierda, “ultras” en el centro, y “ultras” en los perseguidores de los “ultras”. Hasta en los curiosas especialidades del camaleonismo hay “ultras” que son una especie de virtuosos del enmascaramiento y el cambio de chaqueta.
Pero como las palabras acaban teniendo un significado en el lenguaje común, independiente de su significación lingüística, no tenemos inconveniente en aceptar, como base dialéctica, que los “ultras” son los españoles dispuestos a defender sin debilidades las esencias del 18 de Julio. Los españoles que impiden la esterilización, cuando no el escarnio, de la sangre de los hombres que, con el sacrificio de sus vidas, han permitido a los demás vivir estos treinta años inigualados, aunque perfeccionables, de paz. De una paz que no ha dejado florecer seres parásitos, que ahora (1969), engordados en cuerpo ajeno, quieren acabar con él, para continuar medrando sobre la sustancia orgánica en descomposición.
Y después de lo escrito, y de lo que hasta la fecha llevamos escribiendo, no creemos que haga falta decir que para las tenias que se agitan por los intestinos de la vida nacional, los que trabajamos en Fuerza Nueva somos “ultras”. Lo que no saben quienes así nos califican es que si algo nos inquieta no es el calificativo de “ultras”, sino el temor de que quizá no sepamos en todo momento ser lo “ultra” que debemos. Parafraseando un pensamiento ajeno, podemos afirmar que, en la defensa de los ideales del 18 de Julio, demasiado no es bastante.
El último acto, hasta ahora (1969), de la ofensiva anti-“ultra” se inició con un artículo de Blanco Tobío en “Arriba” titulado “¿Qué hacemos con los ultras?”, tan cargado de buena intención como desafortunado en el planteamiento. Más aguda es la réplica de García Serrano cuando formula la pregunta de qué van a hacer los “ultras” con los demás.
Porque da la casualidad, que algunos parecen querer ignorar, de que la guerra no la ganaron los templagaitas, ni los meapilas, ni los que disparaban al aire, ni los que no disparaban, ni los liberales, ni los demócratas, ni ninguna especie de esa variada fauna que ahora quiere alzarse por las buenas con el santo y la limosna de una España feliz y próspera, a cuya felicidad y prosperidad no han contribuido en lo más mínimo, aunque las hayan aprovechado y explotado todo lo que han podido.
Por eso, si ha llegado la hora de poner orden en casa, el problema no es lo que uno señores sin título han de hacer con los “ultras”, como si éstos fueran unos trastos viejos que se duda de enviar al desván o la hoguera, sino lo que los “ultras”, que como demostró el referéndum (1966), son inmensa mayoría de los españoles, van a hacer con los que quieren cambiar el signo de una victoria, refrendado recientemente por una votación popular que no deja lugar a dudas. (…)
También se ha hablado de “ultras” a propósito de las discusiones en el Consejo Nacional sobre el régimen jurídico de las asociaciones. Naturalmente los “ultras” han sido quienes más se han preocupado de que en la nueva ordenación se mantuviera en su integridad al principio fundamental que prohíbe los partidos políticos. Se ha reprochado a los “ultras” el que veían el fantasma de los partidos políticos por todas partes. Lo curioso es que se lo han reprochado quienes pretenden resucitarlos a toda costa, bajo enmascaramientos bien calculados, para que la ley no se inquiete y los ciudadanos con un ligero guiño sepan a qué atenerse.
Juan Nuevo
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