Cierto. Como favorecedor de la Revolución que fue, nunca renegó de su obra en ningún momento.
Es imposible que hubiera buena fe de Franco en su intento de destrucción de la única y auténtica oposición a la Revolución que hemos tenido desde que el paréntesis revolucionario se abriera en 1833, esto es, la Comunión Tradicionalista (encabezada por el Rey o Regente).
Franco no podía alegar ignorancia, pues la Comunión se encargó desde un principio de dejar las cosas bienes claras, señalándole de dónde venía el problema y cuál era su única solución. Así, le fueron enviados, por conducto seguro, y también difundidos a la opinión pública, una serie de documentos que no dejaban lugar a dudas (si es que las había). Entre estos documentos caben destacar:
-Manifestación de los ideales tradicionalistas al Jefe del Estado. Manifestación de los ideales tradicionalistas al Generalísimo y Jefe del Estado español. De 10 de Marzo de 1939 (es decir, antes de terminar la Cruzada).
-Fijación de orientaciones. De 1940
-Reclamación del poder . De 15 de Agosto de 1943
-La lección de los hechos . De 12 de Octubre de 1944
-La única solución . De 2 de Febrero de 1947
La tesis blaspiñarista de que Franco no sabía lo que iba a ocurrir ni de que lo iban a "traicionar" los que le rodeaban, etc..., no se sostiene. Franco no sólo sabía lo que iba a venir, no sólo lo toleraba ya durante su Régimen, sino que también lo promovía positivamente. Exiten multidud de documentos, testimonios, etc... que lo prueban (algunos de ellos ya señalados en este hilo o en otros).
Le añado yo otro como botón de muestra.
Franco no fue más que otro General, como Narváez o Primo de Rivera, que se dedicó a eliminar los elementos más avanzados de la Revolución, para al mismo tiempo hacerle el trabajo sucio a los elementos más moderados de la Revolución (QUE SON LOS PEORES) tratando de destruir a la única y auténtica oposición que ha habido desde que los revolucionarios se hicieron con el poder en 1833 (esto es la Comunión Tradicionalista) y tratando de eliminar, así, la vuelta de los españoles a la normalidad política que representaba (y representa) la Monarquía Tradicional, encarnada y encabezada acualmente por el Regente Enrique.
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