Fuente: ¿Qué Pasa?, 27 de Febrero de 1971, página 10.
Concurrencia de “padeceres” en el Carlismo
Pero, ¿todavía Don Javier?
Por A. ZURITA DE CEBRIÁN
Don Javier de Borbón Parma ha creído oportuno publicar una llamada «Declaración» que, camufladamente o así, inserta la revista «Montejurra». Desconocemos los títulos por los que Don Javier de Borbón todavía intenta prevalecer sobre el Carlismo español, cuando, en la más pura jurisprudencia y ortodoxia carlista, ha perdido todos los derechos, como aparece claro en la mente y convicción de cualquiera que examine desapasionadamente este problema.
Ciertamente que el último Rey legítimo, Don Alfonso Carlos I, en 23 de enero de 1936, le nombró Regente de la Comunión Tradicionalista. En virtud de este nombramiento, colaboró e impulsó el Alzamiento, dando la orden a los requetés de sumarse al Alzamiento militar. Todo esto es clarísimo.
Pero hay hechos posteriores que indican de una manera fehaciente cómo Don Javier de Borbón Parma, francés por convicciones y arraigo, al conseguirse la victoria nacional, y aun durante el período bélico, se desentendió ya del Carlismo, sin haber cumplido la misión que le señalara el nombramiento regio de su Regencia. Así, por ejemplo, cuando el Decreto de Unificación, el 19 de abril de 1937, Don Javier de Borbón, espontáneamente, y sin que nunca se haya rectificado ni replicado, se adhirió a la Unificación y consideró finalizado su cometido. Así lo declaró el Jefe del Estado en unas declaraciones al Director de la Agencia «Efe», en 2 de octubre de 1957, en las que le dijo textualmente: «Con este fin me visitaron el Consejo Nacional de la Falange y la Junta de Comisarios Carlistas, para ofrecerse, con toda lealtad y entusiasmo, a la unificación que el interés de la Patria, el estado de la guerra y el pueblo en general, venían demandando. A ESTE ACTO MOSTRÓ SU ADHESIÓN ESPONTÁNEA, EN CARTA QUE ENTONCES ME DIRIGIÓ, EL PRÍNCIPE DON JAVIER DE BORBÓN, ALBACEA Y DEPOSITARIO DE LA VOLUNTAD DEL ÚLTIMO DE LOS MONARCAS CARLISTAS, CONSIDERANDO CON ELLO TERMINADA SU MISIÓN».
Fiel a esta postura de separado del Tradicionalismo español, Don Javier de Borbón Parma continuó obrando como ciudadano francés. Él mismo, en el libro «La Republique de tout le monde», en el prólogo, escribe el propio Don Javier: «No es un pretendiente que se revela, es un francés que habla a los franceses. Un francés de esta familia de los Capetos, tan profundamente ligado a la Patria, que se llama la Casa de Francia… Hijo de Reyes, que han hecho Francia con la cooperación de todos los franceses, no he aceptado jamás la derrota que destruía en mi Patria la obra de mis padres y de los suyos… Ninguna ambición personal me impulsa a publicar estas páginas. Pero, en conciencia, creo que con ellas continúo sirviendo a Francia…, y para trabajar en ello es que, como depositario de los deberes que se imponen a la rama primogénita de la Casa Real de Francia, publico estos textos…, sobre los cuales deben, en todos los tiempos, basarse las Leyes fundamentales de nuestra Patria, adaptadas a las condiciones variables del tiempo presente… Estoy al servicio de Francia. Bien sabe ella que jamás haré nada que pueda turbarla o ser motivo de nuevas disensiones» (París, Editions «Amicitia», Office Français du Livre, 4, rue Madame, 1946).
Fiel a este concepto de su condición de francés, ha continuado escribiendo don Javier en el libro «Les Accords Secrets Franco-Anglais». Y así se podrían acumular una serie de actos personales en los que se destacan su exclusivo y ardiente patriotismo francés.
Ciertamente que, a pesar de su oficial y contundente renuncia de su misión, comunicada al Jefe del Estado, detalle que jamás ha denegado el propio don Javier de Borbón Parma, como arrastrado por algunos –al servicio y siguiendo consignas de la política vaticana–, Don Javier mantuvo una durmiente jefatura sobre el Carlismo oficial, y en 31 de mayo de 1952, durante el Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Barcelona, aceptó una Exposición de las jerarquías políticas del Carlismo, en la que le invitaban a reclamar sus derechos a la corona de España como sucesor de Don Alfonso Carlos de Borbón. Don Javier aceptó a su manera. Ni determinó la fecha de su aceptación, ni prestó el juramento que tal testamento y derechos, en tal caso, obligan. Tan larga Regencia, innecesaria y llevada abúlicamente, como las contradictorias actitudes de Don Javier de Borbón, como su implicación sin reservas al servicio del bando «Aliado» durante la segunda guerra mundial, sin las más mínimas precauciones de providencia sobre el Carlismo español; todo ello, –solamente justificable por la decisión comunicada al Jefe del Estado Español de que en abril de 1937 consideraba cancelada su Regencia, que en aquella ocasión significaba la propia existencia de la Comunión Tradicionalista–, explican sus actitudes de compromiso absoluto con la causa francesa. Con toda razón –aunque no comulguemos con todos sus puntos de vista–, Jaime del Burgo afirma en su libro «Conspiración y Guerra Civil»: «La verdad es que la Regencia estuvo a punto de acabar con lo que quedaba del viejo partido legitimista después de la dura prueba de la guerra». No sólo, añadimos nosotros, con el legitimismo de los que seguían al nieto de Carlos VII, sino con todo el Carlismo español, que tanto ha sufrido ideológica y tácticamente por esta conducta de misteriosas nebulosas y zigzagueantes cambios de don Javier de Borbón.
Otro hito trascendental en esta línea oblicua de Don Javier de Borbón es el telegrama enviado al Jefe del Estado Español, publicado por toda la prensa, ante el anuncio del referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado. El texto literal del telegrama de Don Javier es éste: «Ruego haga público siguiente telegrama de felicitación al Generalísimo Franco. Ley Orgánica un gran avance hacia soluciones legales para garantía de la paz, creando estructuras jurídicas Monarquía Tradicional. Como representante dinastía defensora esos principios, expreso públicamente a Su Excelencia mi felicitación. Reitero participación Comunión Tradicionalista para proceso político de apertura popular en conformidad con mi declaración de [3] de octubre». En esta Declaración, citada por Don Javier, se expresaba textualmente: «Pasada la primera etapa de la postguerra, que se dedicó a la reconstrucción del país, y emprendida la etapa posterior de desarrollo económico y social, ahora el Generalísimo Franco ha abierto el proceso político para dar cauce a la realización de las instituciones. A fin de que hagáis toda la aportación necesaria a este proceso político, con el mismo espíritu que os llamé al 18 de Julio, os llamo ahora para la reconstrucción política de nuestro tiempo». Don Javier de Borbón aceptaba la Ley Orgánica con todas sus consecuencias, designaciones y desarrollo institucional, propuesto y llevado a cabo por el Generalísimo Franco. La participación que proponía Don Javier en favor del referéndum era una firma en blanco, un crédito incondicional a las determinaciones que eran previsibles se tomarían. Hasta aquí era una postura. La postura de Don Javier de Borbón…
Posterior a todo esto [de] don Javier de Borbón Parma, que explícitamente había renunciado a su misión, han venido las extrañas mezcolanzas en los actos de Montejurra y de Montserrat, amén de otras actividades de Don Carlos-Hugo, en las que los contactos con las fuerzas más enemigas del Alzamiento Nacional y del Carlismo han merecido los elogios de Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista de España; elogios de las fuerzas más tenebrosas de la oposición; felicitaciones de ministros rojos en el exilio a directores de prensa que, oficialmente, estaban a las órdenes del Carlismo oficial, e incluso colaboraciones en la formación del Sindicato Democrático de Estudiantes, de clara inspiración marxista, con asistencia de personas muy próximas y vinculadas a Don Javier; actuaciones terroristas; y, finalmente, por no alargar detalles, las declaraciones de Carlos-Hugo de Borbón en la revista «Familia Nueva», que representan la negación más escandalosa y absoluta a los principios que Don Alfonso Carlos señaló en la disposición tercera del Decreto por el que nombraba Regente a Don Javier de Borbón Parma al fallecer el Rey Zuavo.
Añadamos, a todo esto, este último escrito, publicado con fecha del 6 de diciembre de 1970. Nos hacemos solidarios de un estudio solvente y objetivo en el que se enjuicia tan desgraciado escrito. En el mismo, Don Javier falta en aspectos trascendentales de la doctrina tradicionalista. Reproduciendo el esquema al que hemos aludido, nos honramos reproduciendo sus conceptos. En el documento de Don Javier se hallan los siguientes desviacionismos:
a) Omisión del concepto de Dios, base y meta del Ideario Carlista, viniendo difuminado por conceptos y expresiones vagas y difusas que a nada comprometen.
b) Utilización impropia de la palabra «evolución» –que significa transformación radical, lo que es igual a Revolución sin violencia–, frente al concepto que le corresponde, expresado por la palabra «desarrollo» –perfeccionamiento y crecimiento de lo existente–.
c) Rechaza el enfrentamiento erróneo de los conceptos «estamental y monolítica» con «pluralista y libertad», cuando todos ellos entran dentro del ámbito de nuestro Ideario, y en su sentido correcto se complementan.
– «Estamental», en cuanto es base del sistema representativo y orgánico.
– «Monolítica» –seguramente quiso decir «monista»–, en el sentido de unidad de representación en la autoridad.
– «Pluralista», no en el sentido ideológico liberal, sino en el reconocimiento de las sociedades intermedias.
– «Libertad», en el sentido de que todo hombre tiene derecho a desarrollarse hasta alcanzar la plenitud de su perfección, tanto en el orden espiritual como en el material.
d) En el apartado «Revolución Social» emplea conceptos esgrimidos por la dialéctica marxista.
e) Sustituye el origen divino del poder por la vulgarizada teoría roussoniana de que el pueblo delega parte del poder en la monarquía.
f) Propugna la teoría liberal de los partidos políticos, en flagrante oposición a la doctrina carlista.
g) Uso impropio del concepto «pacto» por desconocimiento de la realidad histórica del hecho.
h) Identificación del Carlismo en su persona y en la de su hijo, reduciéndolo a un personalismo dictatorial.
Sumariamente hemos perfilado la trayectoria de Don Javier, que cumplió el encargo de Don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este hasta el 19 de abril de 1937, fecha en que depuso voluntariamente en manos del Jefe del Estado el encargo que había recibido del Rey, terminando, según su decisión, la propia existencia del Carlismo. Sus actuaciones posteriores han sido ondulantes y confusionistas. Todavía, ante el referéndum de la Ley Orgánica del Estado, la aceptó con todas sus consecuencias. Más tarde, a su renuncia a la legitimidad de origen, se agrava su actuación con declaraciones tanto suyas como de Don Carlos-Hugo, así como discursos, pancartas y colaboraciones del Carlismo oficial, hasta el extremo de merecer las máximas alabanzas del comunismo militante y sus corifeos. Aunque tuviera Don Javier de Borbón-Parma la legitimidad de origen, a estas horas, en derecho y doctrina carlista, merece la más expresa repulsa y pérdida sin discusión alguna de su legitimidad de ejercicio, por haber pisoteado y violado el Ideario carlista con doctrinas revolucionarias ajenas totalmente a lo que nuestros Reyes, los pensadores de la Tradición, y el pueblo carlista, han mantenido en los campos de batalla, en las tribunas y en la prensa. Es hora de que cuantos sientan en carlista se agrupen para proclamar, con toda solemnidad y justicia, la absoluta ilegitimidad de ejercicio de Don Javier de Borbón Parma y de Don Carlos Hugo. El Carlismo no es ni puede ser culto ni idolatría de unas personas. Es servir a Dios, y a la Patria por Dios, y al Rey de balde, como ya es un adagio de nuestra filosofía política.
Pero el Rey al servicio de los auténticos principios católicos y de la sociedad cristiana, y no siendo perjuro a los mismos, como es el caso que estamos viviendo.
Reafirmemos lo que ya es una tesis indiscutible: el depósito sagrado del Tradicionalismo, durante más de un siglo, ha tenido como abanderados a los monarcas de la dinastía carlista. La dinastía carlista terminó con Don Alfonso Carlos. Don Javier de Borbón ha sido un Regente eventual y tornadizo en sus deberes y, finalmente, protagonista de ideologías totalmente ajenas al tradicionalismo español. Hay que salvar la Doctrina Tradicionalista y separarnos totalmente de la dinastía que la desconozca o subvierta.
Estamos en la hora vaticinada y prevista por Don Carlos VII, en la que, aun faltando la dinastía, hay que mantener en alto el Tradicionalismo. Cuanto más se tarde en la declaración pública de la ilegitimidad de ejercicio de la familia Borbón Parma, más daño se hará al Carlismo. Lo importante es la Bandera, no el abanderado. Porque, en este caso, el abanderado está al servicio de los peores enemigos del Carlismo y de unos confusionismos contrarios a los documentos de Carlos VII y de Don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, que sólo sirven y son utilizados en favor de la subversión.
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