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Tema: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Últimamente se produjo el caso curioso de que cuatro Cardenales presentaran, en privado, al Papa actualmente reinante, 5 dubia con respecto a la doctrina vertida en el documento Amoris Laetitia.

    A falta de contestación a las mismas, dichos Cardenales las hicieron de dominio público, y dieron a entender que, en caso de persistir el Papa en su silencio, procederían a realizar lo que se denominó como una corrección formal al Papa. La mayor parte de las vicisitudes de toda esta historia está recogida en este hilo.

    Finalmente, tras hacerse públicas las imprudentes relaciones de uno de los Cardenales con personajes pertenecientes a movimientos de la llamada Derecha Alternativa americana, y tras el fallecimiento, entre tanto, de dos de los otros tres Cardenales restantes, la susodicha corrección formal no se produjo (siendo sustituida por una simple corrección filial firmada por varios intelectuales de ámbito internacional).

    Lo cierto es que resulta bastante difícil en la práctica declarar que un Rey o Papa legítimamente reinante haya incurrido en causa de ilegitimidad.

    Traigo, a continuación, el caso que se produjo en la década ´70 con respecto al Rey Javier y al Príncipe de Asturias Carlos Hugo, con un interesante debate en las páginas del semanario ¿Qué Pasa?, que finalizó con la clarificadora intervención de la margarita Carmen Gutiérrez de Gambra (madre del actual Jefe Delegado de la Comunión Legitimista).
    Última edición por Martin Ant; 08/07/2018 a las 19:30

  2. #2
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 27 de Febrero de 1971, página 10.


    Concurrencia de “padeceres” en el Carlismo

    Pero, ¿todavía Don Javier?

    Por A. ZURITA DE CEBRIÁN


    Don Javier de Borbón Parma ha creído oportuno publicar una llamada «Declaración» que, camufladamente o así, inserta la revista «Montejurra». Desconocemos los títulos por los que Don Javier de Borbón todavía intenta prevalecer sobre el Carlismo español, cuando, en la más pura jurisprudencia y ortodoxia carlista, ha perdido todos los derechos, como aparece claro en la mente y convicción de cualquiera que examine desapasionadamente este problema.

    Ciertamente que el último Rey legítimo, Don Alfonso Carlos I, en 23 de enero de 1936, le nombró Regente de la Comunión Tradicionalista. En virtud de este nombramiento, colaboró e impulsó el Alzamiento, dando la orden a los requetés de sumarse al Alzamiento militar. Todo esto es clarísimo.

    Pero hay hechos posteriores que indican de una manera fehaciente cómo Don Javier de Borbón Parma, francés por convicciones y arraigo, al conseguirse la victoria nacional, y aun durante el período bélico, se desentendió ya del Carlismo, sin haber cumplido la misión que le señalara el nombramiento regio de su Regencia. Así, por ejemplo, cuando el Decreto de Unificación, el 19 de abril de 1937, Don Javier de Borbón, espontáneamente, y sin que nunca se haya rectificado ni replicado, se adhirió a la Unificación y consideró finalizado su cometido. Así lo declaró el Jefe del Estado en unas declaraciones al Director de la Agencia «Efe», en 2 de octubre de 1957, en las que le dijo textualmente: «Con este fin me visitaron el Consejo Nacional de la Falange y la Junta de Comisarios Carlistas, para ofrecerse, con toda lealtad y entusiasmo, a la unificación que el interés de la Patria, el estado de la guerra y el pueblo en general, venían demandando. A ESTE ACTO MOSTRÓ SU ADHESIÓN ESPONTÁNEA, EN CARTA QUE ENTONCES ME DIRIGIÓ, EL PRÍNCIPE DON JAVIER DE BORBÓN, ALBACEA Y DEPOSITARIO DE LA VOLUNTAD DEL ÚLTIMO DE LOS MONARCAS CARLISTAS, CONSIDERANDO CON ELLO TERMINADA SU MISIÓN».

    Fiel a esta postura de separado del Tradicionalismo español, Don Javier de Borbón Parma continuó obrando como ciudadano francés. Él mismo, en el libro «La Republique de tout le monde», en el prólogo, escribe el propio Don Javier: «No es un pretendiente que se revela, es un francés que habla a los franceses. Un francés de esta familia de los Capetos, tan profundamente ligado a la Patria, que se llama la Casa de Francia… Hijo de Reyes, que han hecho Francia con la cooperación de todos los franceses, no he aceptado jamás la derrota que destruía en mi Patria la obra de mis padres y de los suyos… Ninguna ambición personal me impulsa a publicar estas páginas. Pero, en conciencia, creo que con ellas continúo sirviendo a Francia…, y para trabajar en ello es que, como depositario de los deberes que se imponen a la rama primogénita de la Casa Real de Francia, publico estos textos…, sobre los cuales deben, en todos los tiempos, basarse las Leyes fundamentales de nuestra Patria, adaptadas a las condiciones variables del tiempo presente… Estoy al servicio de Francia. Bien sabe ella que jamás haré nada que pueda turbarla o ser motivo de nuevas disensiones» (París, Editions «Amicitia», Office Français du Livre, 4, rue Madame, 1946).

    Fiel a este concepto de su condición de francés, ha continuado escribiendo don Javier en el libro «Les Accords Secrets Franco-Anglais». Y así se podrían acumular una serie de actos personales en los que se destacan su exclusivo y ardiente patriotismo francés.

    Ciertamente que, a pesar de su oficial y contundente renuncia de su misión, comunicada al Jefe del Estado, detalle que jamás ha denegado el propio don Javier de Borbón Parma, como arrastrado por algunos –al servicio y siguiendo consignas de la política vaticana–, Don Javier mantuvo una durmiente jefatura sobre el Carlismo oficial, y en 31 de mayo de 1952, durante el Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Barcelona, aceptó una Exposición de las jerarquías políticas del Carlismo, en la que le invitaban a reclamar sus derechos a la corona de España como sucesor de Don Alfonso Carlos de Borbón. Don Javier aceptó a su manera. Ni determinó la fecha de su aceptación, ni prestó el juramento que tal testamento y derechos, en tal caso, obligan. Tan larga Regencia, innecesaria y llevada abúlicamente, como las contradictorias actitudes de Don Javier de Borbón, como su implicación sin reservas al servicio del bando «Aliado» durante la segunda guerra mundial, sin las más mínimas precauciones de providencia sobre el Carlismo español; todo ello, –solamente justificable por la decisión comunicada al Jefe del Estado Español de que en abril de 1937 consideraba cancelada su Regencia, que en aquella ocasión significaba la propia existencia de la Comunión Tradicionalista–, explican sus actitudes de compromiso absoluto con la causa francesa. Con toda razón –aunque no comulguemos con todos sus puntos de vista–, Jaime del Burgo afirma en su libro «Conspiración y Guerra Civil»: «La verdad es que la Regencia estuvo a punto de acabar con lo que quedaba del viejo partido legitimista después de la dura prueba de la guerra». No sólo, añadimos nosotros, con el legitimismo de los que seguían al nieto de Carlos VII, sino con todo el Carlismo español, que tanto ha sufrido ideológica y tácticamente por esta conducta de misteriosas nebulosas y zigzagueantes cambios de don Javier de Borbón.

    Otro hito trascendental en esta línea oblicua de Don Javier de Borbón es el telegrama enviado al Jefe del Estado Español, publicado por toda la prensa, ante el anuncio del referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado. El texto literal del telegrama de Don Javier es éste: «Ruego haga público siguiente telegrama de felicitación al Generalísimo Franco. Ley Orgánica un gran avance hacia soluciones legales para garantía de la paz, creando estructuras jurídicas Monarquía Tradicional. Como representante dinastía defensora esos principios, expreso públicamente a Su Excelencia mi felicitación. Reitero participación Comunión Tradicionalista para proceso político de apertura popular en conformidad con mi declaración de [3] de octubre». En esta Declaración, citada por Don Javier, se expresaba textualmente: «Pasada la primera etapa de la postguerra, que se dedicó a la reconstrucción del país, y emprendida la etapa posterior de desarrollo económico y social, ahora el Generalísimo Franco ha abierto el proceso político para dar cauce a la realización de las instituciones. A fin de que hagáis toda la aportación necesaria a este proceso político, con el mismo espíritu que os llamé al 18 de Julio, os llamo ahora para la reconstrucción política de nuestro tiempo». Don Javier de Borbón aceptaba la Ley Orgánica con todas sus consecuencias, designaciones y desarrollo institucional, propuesto y llevado a cabo por el Generalísimo Franco. La participación que proponía Don Javier en favor del referéndum era una firma en blanco, un crédito incondicional a las determinaciones que eran previsibles se tomarían. Hasta aquí era una postura. La postura de Don Javier de Borbón…

    Posterior a todo esto [de] don Javier de Borbón Parma, que explícitamente había renunciado a su misión, han venido las extrañas mezcolanzas en los actos de Montejurra y de Montserrat, amén de otras actividades de Don Carlos-Hugo, en las que los contactos con las fuerzas más enemigas del Alzamiento Nacional y del Carlismo han merecido los elogios de Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista de España; elogios de las fuerzas más tenebrosas de la oposición; felicitaciones de ministros rojos en el exilio a directores de prensa que, oficialmente, estaban a las órdenes del Carlismo oficial, e incluso colaboraciones en la formación del Sindicato Democrático de Estudiantes, de clara inspiración marxista, con asistencia de personas muy próximas y vinculadas a Don Javier; actuaciones terroristas; y, finalmente, por no alargar detalles, las declaraciones de Carlos-Hugo de Borbón en la revista «Familia Nueva», que representan la negación más escandalosa y absoluta a los principios que Don Alfonso Carlos señaló en la disposición tercera del Decreto por el que nombraba Regente a Don Javier de Borbón Parma al fallecer el Rey Zuavo.

    Añadamos, a todo esto, este último escrito, publicado con fecha del 6 de diciembre de 1970. Nos hacemos solidarios de un estudio solvente y objetivo en el que se enjuicia tan desgraciado escrito. En el mismo, Don Javier falta en aspectos trascendentales de la doctrina tradicionalista. Reproduciendo el esquema al que hemos aludido, nos honramos reproduciendo sus conceptos. En el documento de Don Javier se hallan los siguientes desviacionismos:

    a) Omisión del concepto de Dios, base y meta del Ideario Carlista, viniendo difuminado por conceptos y expresiones vagas y difusas que a nada comprometen.

    b) Utilización impropia de la palabra «evolución» –que significa transformación radical, lo que es igual a Revolución sin violencia–, frente al concepto que le corresponde, expresado por la palabra «desarrollo» –perfeccionamiento y crecimiento de lo existente–.

    c) Rechaza el enfrentamiento erróneo de los conceptos «estamental y monolítica» con «pluralista y libertad», cuando todos ellos entran dentro del ámbito de nuestro Ideario, y en su sentido correcto se complementan.

    – «Estamental», en cuanto es base del sistema representativo y orgánico.

    – «Monolítica» –seguramente quiso decir «monista»–, en el sentido de unidad de representación en la autoridad.

    – «Pluralista», no en el sentido ideológico liberal, sino en el reconocimiento de las sociedades intermedias.

    – «Libertad», en el sentido de que todo hombre tiene derecho a desarrollarse hasta alcanzar la plenitud de su perfección, tanto en el orden espiritual como en el material.

    d) En el apartado «Revolución Social» emplea conceptos esgrimidos por la dialéctica marxista.

    e) Sustituye el origen divino del poder por la vulgarizada teoría roussoniana de que el pueblo delega parte del poder en la monarquía.

    f) Propugna la teoría liberal de los partidos políticos, en flagrante oposición a la doctrina carlista.

    g) Uso impropio del concepto «pacto» por desconocimiento de la realidad histórica del hecho.

    h) Identificación del Carlismo en su persona y en la de su hijo, reduciéndolo a un personalismo dictatorial.

    Sumariamente hemos perfilado la trayectoria de Don Javier, que cumplió el encargo de Don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este hasta el 19 de abril de 1937, fecha en que depuso voluntariamente en manos del Jefe del Estado el encargo que había recibido del Rey, terminando, según su decisión, la propia existencia del Carlismo. Sus actuaciones posteriores han sido ondulantes y confusionistas. Todavía, ante el referéndum de la Ley Orgánica del Estado, la aceptó con todas sus consecuencias. Más tarde, a su renuncia a la legitimidad de origen, se agrava su actuación con declaraciones tanto suyas como de Don Carlos-Hugo, así como discursos, pancartas y colaboraciones del Carlismo oficial, hasta el extremo de merecer las máximas alabanzas del comunismo militante y sus corifeos. Aunque tuviera Don Javier de Borbón-Parma la legitimidad de origen, a estas horas, en derecho y doctrina carlista, merece la más expresa repulsa y pérdida sin discusión alguna de su legitimidad de ejercicio, por haber pisoteado y violado el Ideario carlista con doctrinas revolucionarias ajenas totalmente a lo que nuestros Reyes, los pensadores de la Tradición, y el pueblo carlista, han mantenido en los campos de batalla, en las tribunas y en la prensa. Es hora de que cuantos sientan en carlista se agrupen para proclamar, con toda solemnidad y justicia, la absoluta ilegitimidad de ejercicio de Don Javier de Borbón Parma y de Don Carlos Hugo. El Carlismo no es ni puede ser culto ni idolatría de unas personas. Es servir a Dios, y a la Patria por Dios, y al Rey de balde, como ya es un adagio de nuestra filosofía política.

    Pero el Rey al servicio de los auténticos principios católicos y de la sociedad cristiana, y no siendo perjuro a los mismos, como es el caso que estamos viviendo.

    Reafirmemos lo que ya es una tesis indiscutible: el depósito sagrado del Tradicionalismo, durante más de un siglo, ha tenido como abanderados a los monarcas de la dinastía carlista. La dinastía carlista terminó con Don Alfonso Carlos. Don Javier de Borbón ha sido un Regente eventual y tornadizo en sus deberes y, finalmente, protagonista de ideologías totalmente ajenas al tradicionalismo español. Hay que salvar la Doctrina Tradicionalista y separarnos totalmente de la dinastía que la desconozca o subvierta.

    Estamos en la hora vaticinada y prevista por Don Carlos VII, en la que, aun faltando la dinastía, hay que mantener en alto el Tradicionalismo. Cuanto más se tarde en la declaración pública de la ilegitimidad de ejercicio de la familia Borbón Parma, más daño se hará al Carlismo. Lo importante es la Bandera, no el abanderado. Porque, en este caso, el abanderado está al servicio de los peores enemigos del Carlismo y de unos confusionismos contrarios a los documentos de Carlos VII y de Don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, que sólo sirven y son utilizados en favor de la subversión.

  3. #3
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 24 de Abril de 1971, página 2.



    Unión de pareceres en el carlismo

    ¡TODAVÍA DON JAVIER!

    Por JOSE MARÍA CODÓN


    I. CODÓN TIENE UNA PALABRA

    El verano pasado, «Zortzitgarrentzale» me hacía el honor de escribir en esta misma revista: «Codón tiene la palabra».

    Recientemente, el editorial de don Joaquín Pérez Madrigal, que tantas controversias suscita y hace suscitar, para bien de la claridad de las tesis o posturas, me invitaba a salir de mi silencio. He pasado casi ocho meses sin escribir nada, fuera de los trabajos de los diarios locales, para intensificar la labor profesional y cuidar de mis hijos, estudiantes, más y más.

    Pero el artículo «Concurrencia de “padeceres” en el Carlismo», titulado «Pero, ¡todavía, Don Javier!», de A. Zurita de Cebrián, me ha impulsado a escribir unos párrafos. Ese trabajito me recuerda el que escribió –el título y la tesis están calcados–, a principios de 1969, don Evaristo Acevedo, que se preguntaba «¿Todavía los franceses?», refiriéndose a los Borbones de Parma. Yo le contesté a los dos días en «Pueblo» con otro: «¿Los Mountbatten aún?». Codón no tiene la palabra, sino sólo una palabra modesta en el concierto de los pareceres de nuestros correligionarios, pero consecuente, a través de los avatares y la táctica. Un ansia de fidelidad a la verdad, concorde con el lema suareciano «Viam veritatis elegi». (Cuidado con la concurrencia de pareceres, porque parecer en castellano es sentencia en latín).

    Por eso la cultura del entonces Príncipe Regente pedía en su «Manifiesto de julio de 1936», al iniciarse el Alzamiento, «unión de pareceres». Y esta consigna movilizó 150.000 hombres y contribuyó decisivamente a ganar la guerra. Sólo por respeto al Príncipe de la Conspiración, que realizó labor imperecedera; que costeó de su peculio en San Juan de Luz, desde los telegramas para que se alzase el ejército de África a las primeras armas y camiones; que lanzó a los requetés a la calle, sobra todo el desafortunado artículo que comentamos. Su autor, A. Zurita, nos aclarará si está censado en el carlismo, porque su nombre «no nos suena», y conste que no comulgo con aquel refrán de los integristas: «No te creo, que eres neo».


    II. «SE LLAMABA JAVIER Y ERA DE ESPAÑA»

    Desconocemos la palabra «camufladamente» en castellano, y la «jurisprudencia carlista»; pero sí sabemos todos los títulos de Don Javier.

    Se llamaba Javier y no nació en Francia, sino en los estados hispánicos de Italia. Su padre fue el último duque reinante en Parma y general del Ejército español, con el cual luchó mi tío abuelo Francisco. Don Javier es abuelo de Don Carlos Francisco Javier de Borbón y padre de Don Carlos Hugo. Don Javier es hijo y heredero de don Roberto I de Borbón Parma, último reinante en esta tierra española; nieto de Carlos III, duque de Parma; bisnieto de Carlos II, rey de Etruria y duque de Parma; tataranieto de Luis I, rey de Etruria; cuarto nieto de Fernando, duque de Parma; quinto nieto de Don Felipe, duque de Parma, y sexto nieto de Felipe V, rey de las Españas, y de doña Teresa de Austria, hija de Felipe IV, y así hasta los Reyes Católicos, Fernando III el Santo, el Cid, etc. ¿Tiene legitimidad de origen para ser Abanderado de la Tradición? Sí. Para los detalles de la legitimidad de ejercicio véanse «programas» dinásticos y sus manifiestos todos.

    Pero hete aquí que, reconociendo a Don Javier la calidad de Príncipe Regente, el señor Zurita –que en castellano tiene el consuetudinario nombre de «Blanca Paloma», derivado del vasco– dice que Don Javier es francés por convicciones y por arraigo.


    III. ACTIVIDAD HISPANISTA DE DON JAVIER

    Don Javier ha sido el príncipe regente o no regente más activo de los que ha tenido el tradicionalismo, sin mengua de los otros. Ni ha estado separado del tradicionalismo español, ni está comprometido con la causa francesa, ni se ha producido jamás con abulia: El que haya servido a la diplomacia vaticana le acredita como seguidor del eterno lema «España por el Papa», y eso no es un desdoro, ¡señor Zurita!. Si usted reconoce que Alfonso Carlos es el último monarca directo de la dinastía legítima, encabezada por Don Carlos V; si está de acuerdo con las varias ocasiones en que Franco le llama «gran español y espejo de caballeros», «monarca de los tradicionalistas», «Augusto abanderado de los requetés», deje a los carlistas que sigan pensando lo mismo y no se sienta pisado en el callo de ninguna sorpresa, y respete la voluntad testamentaria de Don Alfonso Carlos.

    Capeto y servidor de la Casa de Francia, y no de la nación gala, es todo Borbón, y más los primogénitos. Y de ello se gloriaba Carlos VII, de modo que esta tilde es un timbre de gloria. Y el «haberse opuesto a los nazis» es otro acierto, que le acredita como político prudente, como leal a la civilización occidental, como lo fue también Don Jaime III, pese a los que, como nosotros en nuestro tiempo, eran en el suyo germanófilos, como Mella.


    IV. EL PARECER DE MELLA

    Y no le negará usted autoridad a Mella, el «gran cantor de las divinas enseñanzas de la Iglesia», según Pío XII. Recuerde: En el «Heraldo de Madrid» de 28 de junio de 1909 dejó imperecederamente escrito: «Si llegase a extinguirse la rama de Carlos V, la rama heredera es la de Borbón Parma, infantes natos de España, que se ha mantenido fiel a la dinastía proscrita, reconociendo su Jefatura y proclamando su Derecho».

    La legitimidad de la Casa de Borbón Parma lleva doscientos años de historia corta y casi ochocientos de historia larga.

    Reconózcase que la única Casa reinante que no expulsó a los jesuitas fue la de Parma. Recuerde que la primera Doña Margarita de Parma está enterrada en Burgos; recuérdense los diálogos absolutistas de Luis XIV con el duque de Parma y la admisión en sus estados parmesanos a la Compañía de Jesús, que siempre fue confesora de los Reyes Católicos y carlistas, acogida por la Rama de Carlos V y por la dinastía de Parma.

    Dos preguntas:

    1.ª ¿Qué tiene usted contra la Dinastía Abanderada de los Tradicionalistas?

    2.ª ¿Con qué otro abanderado está usted?

    Perdone, porque no tengo derecho a tantas preguntas y molestias; pero existe el derecho de réplica en la Ley de Prensa. Y por eso, sin acrimonias, el «corrigere» y el «corrapere»; como creo que es un hombre de buena fe, le invito a seguir dialogando en todos los demás aspectos y puntos que desee. Y para juzgar el libro de Jaime del Burgo sobre el punto de la Regencia de Don Javier, léale completo.

    Si usted reconoce, con la Historia y el Derecho, la agencia de la Ley Semisálica en 1937 y 1945, ¿cómo se pregunta en 1971 con asombro: «Pero, ¿todavía Don Javier?»?.

    Sí, señor. ¡Todavía Don Javier!
    Última edición por Martin Ant; 08/07/2018 a las 20:21

  4. #4
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 8 de Mayo de 1971, página 11.



    ¿Quién dijo “no” al liderato de don Javier de Borbón Parma?

    Por E. CANALS DE FEBRER


    Estupendo cuanto nos dice desde estas páginas el señor don José María Codón. Estupenda su lección de Genealogía Histórica. Estupendo ese recordarnos de cómo se alzó el Requeté para salvar a España de la horda marxista-socialista. Todo estupendo y bien medido.

    Estupendo que don Javier se haya convertido en jefe de un partido político, cuyos esquemas todos vemos a través de sus órganos de difusión. Tenemos el ejemplo de la revista «Montejurra» y de todas esas otras publicaciones socialistas, y todo me parece estupendo.

    Don Javier no engaña a nadie. Es ciertísimo. Dice lo que quiere y a lo que va. Nos manifiesta su programa político y, como remate, y para que el mundo entero se entere, ahí están los Montejurra con sus pancartas. Estupendo y sin engaño posible. ¿Es que no saben leer? Pues esas pancartas dan vivas al «Che» Guevara.

    Estupendo que don Javier resulte un buen intérprete de la Diplomacia Vaticana, sólo que ignoramos si sus servicios son del Vaticano para Las Españas o de Las Españas para el Vaticano. Y lo mismo podríamos decir sobre Francia-Vaticano y Vaticano-Francia. Pero es igual. Nos parece estupendo.


    PERO… ¿QUIÉN DIJO «¡NO!» AL LIDERATO POLÍTICO DE DON JAVIER DE BORBÓN PARMA?

    Pues dijeron ¡NO!, el ¡NO! más rotundo, todos aquéllos que, lógicamente, no están de acuerdo con su singular programa político. Y todo ello y a pesar de su Genealogía y de sus méritos de 1936.

    Y es sencillamente estupendo que haya miles de Carlistas que digan ¡NO! a don Javier, porque los «otros», los del [SÍ], que NO son Carlistas, no alterarían el resultado.

    Lo trágico, lo que NO sería estupendo, es que a la Tradición le falten Leales Carlistas, que, por ser precisamente muy memoriones, paradójicamente olvidan a sus Mártires del 36 y dicen ¡SÍ! a don Javier de Borbón Parma.


    Barcelona, 29-IV-1971.

  5. #5
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 22 de Mayo de 1971, página 6.



    De antes y después del “Montejurra 1971”

    Réplica carlista a unas precisiones genealógicas

    Por A. ZURITA DE CEBRIÁN


    Por lo visto, a pesar de que tanto se conjuga la manoseada palabra «diálogo», don José María Codón no ha cultivado ni el más somero aprendizaje. En ¿QUÉ PASA? planteábamos la cuestión –totalmente expedita y clarificada– de la absoluta ilegitimidad de ejercicio en que ha caído don Javier, nombrado por el Rey don Alfonso Carlos I Regente de la dinastía legítima, herencia sagrada y juramento a los que don Javier ha faltado públicamente.

    Nosotros, en nuestro artículo anterior, no poníamos en entredicho la actuación de don Javier de Borbón-Parma hasta consumarse el Alzamiento Nacional, al que contribuyó con armas, y sobre todo, con la transmisión de la orden de don Alfonso Carlos I de sumarse a la Cruzada. Hasta aquí todo correcto. El señor Codón –especialista para dialogar entre sordos, por lo visto– no se entera de este preámbulo, indiscutido e indiscutible, que sentábamos en nuestro escrito. De manera que venirnos aquí a rememorar genealogías, títulos personales, opiniones de Vázquez de Mella glosando posibilidades dinásticas, recordando raíces hispánicas de los Borbón-Parma, e, incluso, su limpieza histórica en no aceptar la dinastía usurpadora y liberal, todo esto sirve para hacer una buena parrafada en un discurso de velada ochocentista.

    Nos sorprende que el señor Codón haya olvidado la doctrina carlista sobre la legitimidad. Mella decía que «si falta la legitimidad de ejercicio puede suceder que cuando esta ilegitimidad sea pertinaz y constante desaparezca hasta la legitimidad de origen». Y el inolvidable «Fabio» escribía: «Necesaria es la legitimidad de adquisición o de origen. NO ES MENOS NECESARIA LA LEGITIMIDAD DE EJERCICIO; EN CIERTO MODO ÉSTA ES MÁS NECESARIA». Decía más: «LA LEGITIMIDAD DE ORIGEN PUEDE ANULARSE POR LA ILEGITIMIDAD DE EJERCICIO». Tal es el caso de don Javier de Borbón-Parma y su hijo don Hugo-Carlos de Borbón. ¿Razones? Recordemos algunas:

    1. En 2 de octubre de 1957 el Jefe del Estado español, en unas declaraciones a la agencia Efe, afirmaba textualmente: «Con este fin me visitaron el Consejo Nacional de la Falange y la Junta de Comisarios Carlista para ofrecerse, con toda lealtad y entusiasmo, a la unificación que el interés de la Patria, el estado de la guerra y el pueblo en general venían demandando. A ESTE ACTO MOSTRÓ SU ADHESIÓN ESPONTÁNEA, EN CARTA QUE ENTONCES ME DIRIGIÓ, EL PRÍNCIPE DON JAVIER DE BORBÓN, ALBACEA Y DEPOSITARIO DE LA VOLUNTAD DEL ÚLTIMO DE LOS MONARCAS CARLISTAS, CONSIDERANDO CON ELLA TERMINADA SU MISIÓN». Jamás don Javier ha podido desmentir esta renuncia suya que nadie le pidió, y que, con plena responsabilidad, por la misma dimitía a partir de aquel momento de su Regencia. Luego, cuanto ha actuado con posterioridad, ocultando este hecho a los Tercios de Requetés y demás servicios en guerra, y a toda la Comunión Tradicionalista, lo ha hecho a cuenta propia y particularmente. Pues como Regente y depositario de la legitimidad de don Alfonso Carlos, él mismo se dispensó en esta carta de que hace mención el Jefe del Estado y Generalísimo Franco.

    2. Consecuente con esta renuncia al regio encargo de don Alfonso Carlos, don Javier, al llegar la segunda guerra mundial, con su actuación y en sus publicaciones, no hace ya ni la mínima referencia a sus antiguos compromisos con la Comunión Tradicionalista, y juega fuerte en favor de los aliados como un francés más y pretendiente y representante de la Casa Real de Francia.

    3. Es verdad que en 1952 particularmente aceptó, en Barcelona, la continuidad política de don Alfonso Carlos. Pero no aceptó oficialmente ni prestó el juramento que en este caso concreto era obligado. Todavía hay en España muchos carlistas que habían visitado a don Javier de Borbón-Parma en Francia, y al saludarle y aclamarle como Rey, don Javier contestaba: «Bueno, yo soy el Rey para vosotros, para los carlistas». Uno de los primeros carlistas que le saludó al salir del campo de concentración, al concluir la segunda guerra mundial, quedó estupefacto cuando don Javier le preguntaba muy interesado en todos los órdenes qué opinión tenían los carlistas de su familiar don Juan de Borbón y Batemberg… Sólo ante la extrañeza de su interlocutor, don Javier cambió el tema.

    4. Cuando España fue convocada al Referéndum para aprobar o rechazar la ley Orgánica, en virtud de esta inercia con que continuaba de alguna manera su situación dentro de la Comunión Tradicionalista que le acataba, también espontáneamente y por propia voluntad, a pesar de cargarse con ello la unidad católica, don Javier de Borbón-Parma transmitió al Jefe del Estado español el siguiente telegrama: «Ruego haga público siguiente telegrama de felicitación al Generalísimo Franco.– Ley Orgánica un gran avance hacia soluciones legales para garantía de la paz, creando estructuras jurídicas Monarquía Tradicional. Como representante dinastía esos principios, expreso públicamente a Su Excelencia mi felicitación. Reitero participación Comunión Tradicionalista para proceso político de apertura popular en conformidad con mi declaración de [3] de octubre». Era un secreto a voces, predicha y configurada con mucha antelación, la solución personal en que cuajaría la sucesión de Franco. A pesar de todo, don Javier de Borbón-Parma mandó votar afirmativamente en el Referéndum Nacional en forma incondicional.

    Sin buscar tres pies al gato, jurídicamente estos apartados marginan totalmente la legitimidad, RENUNCIADA VOLUNTARIAMENTE, Y PRÁCTICAMENTE DESVIADA HACIA LA SOLUCIÓN QUE OFICIALMENTE HA SIDO DADA PARA EL FUTURO DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA.

    Como si esto fuera grano de anís, hay que añadir algo mucho peor e imperdonable en la actuación de don Javier de Borbón-Parma y de su hijo don Carlos-Hugo.

    Don Javier, en 3 de octubre de 1936, había jurado ante el cadáver del Rey don Alfonso Carlos: «Al tomar la Bandera que el augusto finado ha puesto en mis manos, me dirijo a todos recordando que la Comunión Tradicionalista es católica antes que nada, patriótica en la unidad intangible de las variedades regionales, y esencialmente monárquica a través del curso fecundo de una historia milenaria y auténticamente española… Vuestros gritos: Dios, Patria y Rey, han unido a todas las fuerzas saludables en colaboración con el Ejército, unión que, por la fe y el valor de los Requetés, tendrá ya bastante garantía de no romperse jamás, restaurando, por la amistad inquebrantable de los combatientes, la armonía más fuerte de la vida, que es base de la justicia, y sagrada utilidad del Ejército, y cimiento de la verdadera vida de las naciones».

    Sabiendo muy bien lo que nos decimos, afirmamos que la actuación de Don Javier de Borbón-Parma y la de su hijo Don Hugo-Carlos, presenta caracteres de perjurio, con su actuación, consciente, cada día más procaz y perturbadora, hasta pervertir en sus documentos la verdadera doctrina tradicionalista. ¿Pruebas? Que lo pregunte Don Javier a Santiago Carrillo, Secretario del Partido Comunista de España, que en sus libros, y en documentos oficiales de dicho Partido Comunista, y en sus publicaciones de estos mismos días, reiteradamente se felicitan de la contribución y colaboración que reciben de los llamados carlistas que siguen las consignas oficiales del javierismo.

    Basta leer la declaración de Hugo-Carlos en la revista «Familia Nueva», contra la confesionalidad del Estado, en contradicción con la doctrina perenne de la Iglesia, del Concilio Vaticano II, del Ideario Carlista, y del juramento de Don Javier en el citado día 3 de octubre de 1936.

    Don Javier JURÓ colaborar con el Ejército y los otros combatientes de nuestra Cruzada. A estas horas, el Ejército sabe muy bien que no puede contar con esos grupos activistas y terroristas de los GAC que se camuflan con boina roja. Y los otros combatientes de la Cruzada, guardando cuantas diferencias se quieran con la actual línea y orientaciones concretas de la política española, jamás se sentirán unidos con las afirmaciones repetidas, subversivas, de la revista «Montejurra», que nada tiene que envidiar en muchas de sus páginas y en sus caricaturas a la nefasta prensa anticlerical y procazmente liberal de hace cuarenta años. Y la revista «Montejurra» es un eco fidedigno de lo que piensan Don Javier y Don Hugo-Carlos, pues algunos de sus escritos son redactados por este último. Añadamos lo sucedido una vez más en el acto político del Montejurra de este año, celebrado el pasado 2 de mayo. El ambiente marxista que allí se respiraba no puede disimularse. Aquello, más que un acto religioso y carlista, no era nada más que una ambientación izquierdista, inaudita en la historia de la Comunión. Y lo que se dijo y respiraba en el acto de Montejurra, responde al pensamiento de Don Javier y de Hugo-Carlos, que no en balde se hicieron allí representar por las princesas Doña Teresa y Doña María de las Nieves.

    Muy claramente hemos de decir que en este berenjenal no tienen razón el diario «N-D» ni don Emilio Romero, que se rasgan las vestiduras de estos escándalos que sufre el carlismo, dimanantes de sus propios jefes. No tienen razón porque Emilio Romero y «N-D», y determinada prensa también, están inmersos en este maremágnum de desviaciones de los ideales de la Cruzada. Y tampoco tiene razón «El Pensamiento Navarro» cuando protesta de estos hechos y desviaciones de Montejurra, y nos habla «de los carlistas tradicionalistas que son fieles a la dinastía legítima». Para estos carlistas de Montejurra, y para el común de las gentes, la dinastía legítima viene representada por Don Javier y Don Hugo-Carlos de Borbón; y son precisamente Don Javier y Don Hugo-Carlos los mentores de la ideología marxistizante y subversiva de la revista «Montejurra»; de los contactos con la ETA, también presente en Montejurra; de las alianzas inconfesables; y de cuanto vergonzoso se dijo y se produjo en Montejurra. La prueba es que el actual «El Pensamiento Navarro», que, con su actual director, sigue una línea doctrinal ortodoxa, está excomulgado de la Comunión Tradicionalista, de los propios Don Javier y Don Hugo-Carlos, así como los cargos supremos de la Comunión no se recatan de combatir a «El Pensamiento Navarro», a pesar de que nunca este diario había mantenido como actualmente una línea coherente y perfectamente ortodoxa de la doctrina carlista.

    El carlismo sólo tiene un problema: declarar oficialmente la heterodoxia carlista y la ilegitimidad de ejercicio de Don Javier de Borbón-Parma y de su hijo mayor. Sólo así, consciente de que carece de dinastía, el carlismo puede ser el carlismo y se puede salvar el tesoro inmenso de su doctrina política. De otra manera, enormes energías se malgastarán al servicio del marxismo con la boina roja. Porque, por encima de las personas y los árboles genealógicos, está el ideario. Este ideario que ahora sacrifican al servicio de ellos sabrán qué sinarquías, estos personajes extraños al carlismo de Carlos VII, de Don Jaime y de Don Alfonso Carlos I.

    Si don José María Codón quiere ilustrarnos de árboles genealógicos, que adquiera un museo y en él se extasíe. Pero el carlismo debe conocerse por la sintonía de sus mantenedores con los principios de su trilema sagrado, con todas las consecuencias. Para lo que los árboles genealógicos, al faltar esta sintonía, no pintan nada.

  6. #6
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 29 de Mayo de 1971, página 2.



    María Teresa Aubá nos habla del «Montejurra 1971»

    Entrevista Roberto G. BAYOD PALLARÉS


    Muchos lectores «quepasistas» han asistido al acto grandioso del Montejurra en este 1971; pero otros muchos esperan una versión nuestra, como otros años. Yo, por causas de algunos conocidas, no asistí al acto de fe que es el ascender al Montejurra; pero he querido beber en fuente limpia, como es el pensamiento y la acción de esa mujer ibérica, María Teresa Aubá, hija de carlistas, nieta de carlistas y progenitora de carlistas. Cuando uno está con María Teresa apenas puede hablar; tiene que pedir turno, ya que ella habla de carlismo desde que se inicia la conversación hasta que es forzada la despedida. María Teresa es catalana, del Maestrazgo norteño, y su casa solariega respira tradicionalismo y lealtad por los cuatro costados. Vive en Madrid, y a ella recurro para saber qué sucedió en Montejurra y contarlo a los lectores.

    Ya sé que fuiste a Montejurra, pues te vimos fotografiada en «Pueblo».

    – No quise que nadie me lo contara. Quería ser yo, personalmente, la que juzgase de este Montejurra 1971. Primero, por motivos entrañables, y también para tener una valoración exacta de los mismos, y doy gracias a Dios que me dio fuerzas para ello.

    Creo que tuvisteis mal tiempo, frío y destemplado.

    – El frío azotaba la piel, pero los carlistas tenemos suficiente fuego para que no se notara.



    – La multitud se saludaba sin conocerse. La tarjeta de presentación era la boina.

    El haber menos gente que otros años, ¿contribuía a que se notara el frío?

    – ¿Menos gente, dices? Pues sí, Roberto, menos gente; pero mucha gente. Ningún acto político en España puede concentrar tanto pueblo. Ten en cuenta, no obstante, la inclemencia del tiempo, la intensa lluvia. Cuando íbamos por los altos de Somosierra diluviaba y el sol no se vio. No es extraño, pues, que hubiera menos gente, a pesar de los miles y miles, te lo aseguro.

    En la foto que el diario «Pueblo» publicó estás algo airada. ¿Qué te pasaba?

    – Cuando por las tapias del monasterio de Irache, con dirección a la campa, empezó el desfile hacia el monte sagrado, aparecieron las pancartas. La primera decía: «¡Amnistía para los presos políticos!». Otra: «¡Viva la República valenciana! ¡Visca Catalunya lliure!». No lo pude soportar y armé la gresca. Yo sola les apostrofé, les grité, me fui contra ellos, se pararon y les increpé: «¡Comunistas, rojos, traidores…!». Me contestaron cosas sin sentido, alegando que había que seguir otros caminos. «¿Y mi padre y los mártires?», les grité. Fue algo horrible que no lo olvidaré jamás. Fue mucho más duro que la triste y sangrienta experiencia vivida en 1936, cuando nuestros enemigos declarados, por ser enemigos, nos perseguían.

    Independientemente de las pancartas, ésos…, ¿qué decían?

    – Había muchos barbudos. No tenían en cuenta el heroísmo de los tercios carlistas y gritaban: «¡Revolución, revolución, libertad, libertad!». Yo podía con todos ellos. Cómo sería que «Pueblo» se creyó en el deber de fotografiarme.

    ¿Cómo te atreviste?

    – Ya sabes que en más de una ocasión te he dicho que no soy escritora, sino ¡guerrillera! Y mi sangre catalana, aragonesa y navarra lo demostró en aquellos momentos.

    Seguidamente charlamos ampliamente de un artículo que uno de los mejores intelectuales que tiene hoy el carlismo ha escrito en El Pensamiento Navarro; pero que en esa ocasión no ha estado acertado al menospreciar una de las figuras más representativas del tradicionalismo. Son fallos humanos, incluso en las personas más limpias y completas. Es de esperar que la cordura nos aúne hacia el fin común que todos los ortodoxos buscamos. Pero esta cuestión, para no rascar más en las heridas, la dejamos solamente apuntada, ya que ambas prestigiosas personalidades son necesarias para la Causa de la Tradición.

    Dejemos ese espinoso tema, en el que estamos de acuerdo, y explica a nuestros «quepasistas» cómo se comprende que personas, que en otros tiempos fueron carlistas y que constan entre los de la «Junta de Gobierno», pudieran hacerse solidarios con la llamada «Junta Suprema» en torno a la «declaración» que fue repartida libremente. Te cito, a título de ejemplo, a Juan José Palomino (que se sublevó contra la democrática y socialista República con Sanjurjo); a Piorno, el de Valladolid; a Fernando Sales, el de Valencia, y algunos otros que siempre fueron considerados como carlistas de principios. Aún es más, ¿cómo se comprende que las princesas Borbón-Parma oyeran esas declaraciones y aquellos discursos y no levantaran la bandera de la legitimidad doctrinal?

    – Verdaderamente citas personas intachables dentro de la Comunión. Quiero hacerles la justicia de que desconocen estas declaraciones. Pero se les debe preguntar si las suscriben y que expliquen el porqué. En caso afirmativo deben ser expulsados del carlismo ortodoxo y puro. No pueden ser carlistas más que aquéllos que se mantienen en los postulados de Carlos VII y de Alfonso Carlos I. No debemos consentir que utilicen el título o nombre de «carlistas». Por cuanto muchos me merecen confianza doctrinal, considero que es hora de que se aclaren posturas. Me preguntas también sobre las princesas que este año estuvieron en Montejurra. Pues bien, doña María Teresa conoce sobradamente esta cuestión de principios, y no es más ni menos que fiel reflejo de su propia manera de pensar, ya que así se ha expresado en múltiples ocasiones. En resumen, que ¡NO ES CARLISTA! Es doloroso el tener que reconocerlo, pero así es. En cuanto a la otra princesa Borbón-Parma, doña María de las Nieves, desconozco cómo piensa.

    Bien, no sólo son las princesas las que nos producen la confusión. Tú, en alguna ocasión, me enseñaste una carta autógrafa de don Javier. Si mal no recuerdo, era ortodoxa y carlista desde el principio hasta el final. ¿Encuentras alguna explicación que justifique el que mantenga esa Junta y que con ella se compenetre?

    – Efectivamente, crucé correspondencia con don Javier hasta mayo de 1967. Repasadas las cartas, no encontraríamos ni una sola palabra que pudiera justificar la postura actual y de su Junta. En ellas, en todo momento, se reflejaba un gran hombre y un carlista. Pasada esa fecha, la correspondencia quedó interrumpida y no sé la causa, ya que don Javier me invitó a continuarla, pues tenía afán de enterarse de la realidad de cuanto sucedía en España y en la Comunión. Pero a mis cartas no he recibido contestación. Cuando en febrero de 1970 hablé con él en Francia, me cogió con las manos, muy fuertemente, y me dijo lleno de emoción: «¡Hace tantos años que nos conocemos…!». Yo no sé si los años, la influencia de don Carlos Hugo o el no ver los defectos de los hijos…

    Dejemos esto, pues es triste. Tú me has dicho una vez más que eres guerrillera, y lo has demostrado en Montejurra. Eres mujer de acción. ¿Qué cabría hacer para que siga adelante el acto patriótico de Montejurra y para que el pueblo español sepa que esos dirigentes, que se autotitulan carlistas, no lo son? Te pregunto esto porque en el carlismo caben muchas facetas; pero entiendo que no es posible que estén dentro quienes propagan doctrina diametralmente opuesta.

    – Desde luego, los carlistas debemos ir a Montejurra. Que yo me haya llevado un disgusto en este 1971 no quiere decir que no vuelva en 1972, si Dios me lo permite. Pero no debemos consentir más infiltraciones, ni más proclamas de don Carlos, ni la presencia de princesas que toleren declaraciones en las que muy escasamente hay algo que sea carlista. He dicho «escasamente», y el que pueda que me entienda.



    – El futuro Montejurra ya está en el ánimo de todos o de muchos. Hay que ir hacia el Montejurra que convoquemos nosotros, en la mismísima fecha y con nuestra propaganda, que es la de siempre, la inmutable. El sol saldrá o no saldrá; pero allí deberemos estar con nuestros medios. Hay que plantarles cara, hay que ir con la verdad. Como me decía ayer quien tú tanto conoces…, este Montejurra quizá haya sido providencial. Yo también lo creo. Volviendo a lo que antes me has preguntado sobre las diversas facetas dentro del carlismo, entiendo que efectivamente así es; pero que lo que es imposible es que lo dirijan quienes no son una variante, sino el polo opuesto. Por otra parte, hay quienes se atreven a erigirse en dirigentes por cuanto « proceden del tradicionalismo». Yo diría procedentes del marotismo integral. ¿Es que nos creen atrasados mentales? Lo mismo sucede dentro de la otra fuerza del 18 de julio, en la Falange. Hay mucho interés en dividirnos, en partirnos por el eje. Tienen este propósito los capitalistas liberales. Unos nos abandonan si un cargo oficial lo exige, y otros se unen a «maoístas» y a «separatistas» y dinamiteros, pretendiendo acabar con las dos fuerzas dignas con que cuenta España.

    ¿Y la «prensa»?

    – En todo esto hay algo de misterio. La Prensa los acepta en la denominación que ellos mismos se dan. En cambio, a otros que sostienen las mismas ideas los califican como revolucionarios. Yo creo que muchas autoridades, la prensa y la «papisa Juana» no conocen a estos «carlistas» o no los quieren conocer. Muchos lo consienten, son responsables de que no aparezcan como carlistas más que los que [no] lo son de verdad y lo toleran, a pesar de que hacen buenas digestiones…, gracias a los miles de requetés que murieron en la Cruzada.


    ¿…?

    – Carlistas somos nosotros. Los de la «santa rebeldía», los no contaminados, los que jamás pactaremos ni con unos ni con otros, los que continuaremos la lucha hasta el fin. Se creen que estamos en vía muerta. ¿En vía muerta nosotros? No, Roberto. No nos hemos parado; seguiremos andando y luchando. Somos portadores de legados sagrados y no desfalleceremos. Tenemos poca prensa, es verdad; pero debemos aprovechar la que hay. Además, tenemos otras cosas más poderosas que la prensa.

    La conversación se va extendiendo durante mucho más tiempo. Hablamos sobre el «aplec» que el día 9 había de haber en Montserrat, organizado por carlistas conscientes de la responsabilidad histórica. Los dos nos unimos a ellos, aun cuando nos es imposible asistir, para lo que remitimos las adhesiones oportunas y las representaciones. Por mi parte, me lo impediría la obligación de tener que estar presente en el acto de Alcubierre (Zaragoza-Huesca), en el que tenía que hablar el teniente general García Rebull, como delegado nacional de ex combatientes.

    Creo que las palabras de María Teresa Aubá son confortadoras, a pesar de todo, pues abre una esperanza al Montejurra 1972. Son tiempos de confusión y de crisis producida por la infiltración en las instituciones más sagradas. Algunas veces no es infiltración propiamente dicha, sino perversión, lo que se ha producido. Quizá otro día pueda publicar la carta que pienso escribir al procurador en Cortes por Guipúzcoa, señor Escudero Rueda, que se autotitula carlista, y que en Zaragoza ha pronunciado una conferencia a tono con los discursos y declaraciones de los falsos carlistas del Montejurra 1971. El carlismo es inmor[t]al, y que Dios nos ayude.
    Rodrigo dio el Víctor.

  7. #7
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 5 de Junio de 1971, página 4.



    Reflexiones

    UN MES DESPUÉS DEL ACTO DE “MONTEJURRA 1971”

    Por A. ZURITA DE CEBRIÁN


    Vamos a ofrecer otro manojo de reflexiones a don José María Codón, tan nostálgico y ensimismado de los árboles genealógicos, y ahora, de pronto, poniéndonos otra vez como cabeza de la que fue dinastía carlista, a don Javier de Borbón-Parma y a su hijo don Hugo-Carlos, ambos carentes de la legitimidad de ejercicio y causantes de la desviación total del carlismo.

    Como una nueva conformación de cuanto venimos indicando están los documentos publicados oficialmente por la Comunión Tradicionalista «oficial», distribuidos en el acto de Montejurra-1971. Persona tan calificada como don Joaquín Vitrián, capellán de la Hermandad del Viacrucis Penitencial de Montejurra, el pasado día 18 de mayo, públicamente advertía que «ciertos presentimientos que no se conjugan con nuestro empeño sacerdotal» le hacían declinar este año su presencia en Montejurra. Serían seguramente algo más que presentimientos no conciliables simplemente con la actuación de un sacerdote –y de un sacerdote carlista sin tacha–, sino las seguridades de que la metralla ideológica de la propaganda escrita que recogí personalmente en Montejurra, acusa a la dinastía y a la llamada Junta Suprema Carlista, presidida este año por don José Puig Pellicer, de una confabulación sin precedentes, traicionando la fe católica, el patriotismo nacional, el fuerismo genuino, y sólo al servicio de don Javier de Borbón-Parma y de don Hugo-Carlos de Borbón, puestos en una actuación política que solamente sirve a la más negra subversión.

    Permítaseme recoger algunas de las frases de estos panfletos de lo que se dice ser el carlismo oficial:

    – «El carlismo es un partido político».

    – «Hay obispos todavía más leales al Pardo que a Roma».

    – «No es muy probable que en vida de Franco se produzcan cambios».

    – «Si el carlismo sigue su marcha por los caminos de la libertad del pueblo español, se transformará en el partido líder que abra brecha en la coraza totalitaria e inicie el proceso democrático que conduzca a la liberación de la sociedad».

    – «Proponemos iniciar un lucha consciente e imaginativa, dentro y fuera de la legalidad, para explotar las contradicciones del sistema y mentalizar al pueblo oprimido».

    – «Despertando la conciencia de los países –las regiones– que se sienten desgarradas por su falta de libertad, y mentalizando las regiones deprimidas, cuya miseria y [sub]desarrollo económico y cultural les impida darse cuenta de su postración».

    – «El carlismo en su constante evolución…».

    – «Ya tenemos conciencia de partido, estamos ideológicamente al día, disponemos de algunos medios de organización. Esto no es suficiente. Solos no seríamos carlismo. Hay que crear las posibilidades políticas necesarias para que se produzcan las adhesiones de aquéllos que están ya luchando por la libertad y de los que están privados de ella».

    – «El carlismo está en la oposición, es oposición».

    – «Desde Montejurra lanzamos la llamada a todos aquéllos que luchan por la libertad».

    – «Lo que ocurre es que el Estado –al servicio de los intereses de los capitalistas– en sus leyes hace aparecer el hecho de la propiedad como si fuese un derecho. Es un hecho que hay que destruir».

    – «Cada localidad, cada rama, cada empresa, debe elaborar su plataforma reivindicativa que, unida al programa general de la clase en lo LABORAL –subida general de salarios, reducción de jornada, etcétera–, en lo SINDICAL –sindicato obrero, derecho de huelga, etcétera–, en lo SOCIAL –problema de viviendas y educación, etcétera–, en lo POLÍTICO –libertades políticas, amnistía, etc.–, sirva de programa electoral que los candidatos se comprometan a defender, y alrededor del cual se organice la batalla por las elecciones».

    – «Exijamos AMNISTÍA para los presos por delitos de acción obrera, de asociación de partidos o grupo, de reunión cualesquiera o de expresión y prensa».

    Este es un breve florilegio de las hojas ciclostiladas, oficiales, de la llamada Comunión Tradicionalista, cuyas cabezas oficiales son don Javier de Borbón-Parma y don Hugo-Carlos de Borbón. Dígasenos si, ante estas directrices, constante durante los últimos años, cada día creciendo en intensidad demagógica, jaleadas por el partido comunista, tienen algo que ver con la gloriosa historia de la dinastía legítima encabezada por el Rey Carlos V y terminada invictamente en la venerable majestad de Don Alfonso Carlos I. Todavía hoy hay enormes masas carlistas que, ante la evidencia de la defección ideológica de don Javier de Borbón-Parma y de su hijo Hugo-Carlos, piensan que son infundios calumniosos cuando se les hace ver el intercambio marxista que sufre el carlismo. Muchos son engañados, cerrilmente, diciéndoles que todo esto es propaganda del Régimen, propaganda franquista.

    No, el Régimen está muy distante ideológicamente de lo que hubiera sido de conformarse, ya desde 1936, con el Ideario Tradicionalista. No se puede negar que parte de la legislación actual está inspirada en los principios tradicionalistas. Ésta es la realidad. Ciertamente que el carlismo ha sufrido desdenes inmerecidos, injusticias doctrinales y personales. Pero todavía hay en la actual situación española un porcentaje de valores que, como católicos, como españoles y como carlistas inclaudicables, hemos de saber justipreciar.

    Nada hubiera sido más eficaz, más positivo, más constructivo, más proselitista para España y para el Régimen que una fiscalización seria, sólida, inclemente, DESDE LOS PRINCIPIOS DOCTRINALES TRADICIONALISTAS, tanto en el aspecto religioso como social y político, como internacional y moral. Esta postura habría levantado siempre en el aire la bandera del verdadero 18 de Julio, sin que hubiera sido jamás posible que los enemigos de la Fe, de la Patria, del orden social, el marxismo, la ETA, los trusts de la democracia capitalista del signo que sea, hubieran podido aprovecharse ni confundirse con la línea única y estelar del carlismo. Sin discutir las legitimidades que nacen absolutamente e indiscutiblemente del Alzamiento Nacional.

    Pero la Comunión Tradicionalista, en torno a los años 1967-1968 [1], despertando su intervencionismo en la política española el hasta entonces prácticamente durmiente don Javier de Borbón-Parma, –que a raíz del Decreto de Unificación del 19 de abril de 1937, ESPONTÁNEAMENTE Y POR ESCRITO, se dirigió al Jefe del Estado español comunicándole que a partir de aquel momento consideraba ya terminada su misión, que era nada menos que la de Regente de la Comunión Tradicionalista y su dinastía legítima–, con la presencia de don Hugo-Carlos de Borbón, por un momento parece revitalizarse. Pero a través de don Hugo-Carlos y el equipo que él se escogió, se inicia con todo descaro un cambio, no de tácticas, sino de renuncia del ideario fundamentado en el lema de Dios, Patria, Fueros y Rey, y comienza la nebulosa en el aspecto católico, que podríamos ilustrar con anécdotas muy picantes y de primerísima mano, hasta las desgraciadas y escandalosas declaraciones de este príncipe, desconocedor totalmente de lo que es España y el carlismo, como lo prueban sus manifestaciones en «Familia Nueva» del pasado mes de diciembre. No digamos ya de los contactos con partidos enemigos, no del actual gobierno, sino de España, del Régimen del 18 de Julio; enemigos furiosos como si en el 19 de julio don Alfonso Carlos hubiera estado en Pamplona y, en aquel día inmortal, al producirse el levantamiento militar, se hubiera simultáneamente proclamado la Monarquía Tradicional; con estos partidos, con estos hombres nefastos, se han tenido y se tienen confabulaciones, hasta el hecho insólito, como si fuera la cuadratura de un círculo, que el partido comunista, y su cabecilla soviético Santiago Carrillo, repetidamente, en manifiestos oficiales del comunismo, y en los libros carrillistas, que están a la disposición de cualquier persona informada, se cuenta y se alaba sin distancias la actual política y directrices de la Comunión Tradicionalista de don Javier y de don Hugo-Carlos.

    Por esto, no hay tarea más urgente para el carlismo que desenmascarar a los que dicen usufructuar los derechos de la dinastía legítima, y declarar[los] expulsados de todas las legitimidades, ya que, cuando menos, carecen de las más importante, que es la legitimidad de ejercicio. Y hoy, lo que se respira en las publicaciones del javierismo-huguismo es literatura y dialéctica marxista, ausencia de catolicismo, colaboración con los enemigos de la Fe y de la Patria, fomento de la acción directa, y una oposición al Régimen, que no procede de la doctrina tradicionalista, sino de los presupuestos, ideología, tácticas y lenguaje de las fuerzas que llevaron a España a la ruina, ya durante la monarquía liberal, ya en las dos Repúblicas, ya en el mismo periodo rojo. Hasta aquí se podía llegar.

    Tienen obligación los carlistas que aman a España de verdad de tomar postura ante esta situación. Ni es problema de encogerse de hombros, ni cambiar de lealtades fundamentales, ni de seguir borreguilmente, ni de llamarse a desengaño. El carlismo no se fundamenta en unas personas, y ni siquiera en una dinastía. El carlismo esencialmente es el Tradicionalismo, que hasta 1936 tuvo la suerte providencial de contar con una dinastía que lo encauzó, y lo dirigió, durante un siglo. Pero el Regente de don Alfonso Carlos, incumpliendo el cometido que había aceptado y jurado, ha trocado a la vieja e inmortal Comunión Tradicionalista en un cuartel en donde comités [de] acción marxista, fomentando despechos y aprovechándose incluso de justas decepciones, hoy canalizan a sus seguidores, a través de un lavado de cerebro, a conseguir y a combatir por unas ideas que son la negación más sacrílega e infecta del lema sacrosanto de Dios, Patria, Fueros y Rey. Los hombres que todavía quedan en el carlismo están obligados a la decisión suprema de expulsar y declarar jurídicamente las ilegitimidades de la familia Borbón-Parma. Porque la Comunión Tradicionalista, el pueblo carlista, los combatientes de nuestros Tercios de Requetés, los que combatimos y dejamos nuestra sangre en las breñas de nuestras montañas bajo las cruces y estandartes de nuestros Tercios, tenemos mucho que decir y actuar como carlistas. Por el verdadero 18 de Julio y por la salvación de España. Jamás con la dialéctica y la doctrina marxista ni sus tontos útiles.

    Ofrecemos a don José María Codón los manifiestos, hojas y periódicos editados por el «partido carlista» para que en marcos de honor los exhiba entre los árboles genealógicos que tanto le extasían. Y a ver si con ellos se entera de que el carlismo no es sólo pasado, sino presente. Y lo más anticarlista que ha registrado la historia de la Comunión Tradicionalista es lo que ahora representan y sintetizan don Javier de Borbón-Parma y don Hugo-Carlos.




    [1] Nota mía. En el texto original dice “1967-1968”, pero es posible que se trate de una errata, y en realidad quiera decir “1957-1968”. Es en el año de 1957 cuando Don Carlos Hugo entra en la política española al ser presentado públicamente en el Acto de Montejurra, y cuando D. Javier formaliza oficialmente la nueva política de la Comunión Tradicionalista de “oposición interna” o “colaboración crítica” con respecto a la Dictadura franquista.

  8. #8
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 19 de Junio de 1971, página 4.



    Dúplica carlista a unas “incisiones” anónimas sobre Don Javier

    Por JOSÉ MARÍA CODÓN


    I. LOS SEUDÓNIMOS Y ANÓNIMOS NO SON CLAROS NI EFICACES.

    «A. Zurita de Cebrián» no ha contestado a ninguna de las dos preguntas en que, con naturalidad de diálogo, se le demandaba en mi anterior artículo: 1.ª ¿Qué tenía contra la dinastía abanderada de la Tradición?, y 2.ª ¿Con qué otro abanderado está usted? Ni ha desvelado ese disfraz ingenuo que es un seudónimo. Y en tales circunstancias, una persona que escribe, parapetada en un seudónimo, no se puede arrogar la investidura del Carlismo, ni menos hablar en nombre de la colectividad carlista, ni llevar la voz ni siquiera de sí mismo, porque no ofrece a la libre curiosidad del lector lo que es elemental: su verdadero nombre y apellidos. «Zurita», Blanca (paloma) en Castilla, quebranta, pues, las reglas del diálogo. Quiere que sea una discusión entre sordos, ciegos y mancos. Carlismo y disfraz, identificación noble y seudónimo poco valiente, son incompatibles. Le rogamos y reiteramos descubra, pues, su personalidad verdadera, si quiere, claro está.


    II. «ZURITA» CONFIESA QUE DON JAVIER ES LEGÍTIMO DE ORIGEN. NO RECONOCE QUE NACIÓ EN LA ITALIA HISPANA.

    Tímidamente, aunque ya aceptando que, por la sangre, Don Javier es legítimo de origen, en una Comunión Legítima, vuelve a decir el señor Zurita, de pasada, que es un Príncipe francés. Y ello comporta contumacia.

    Se lo contaremos de otro modo: Don Javier no nació en Francia, sino en la Italia hispánica. Su padre fue don Roberto de Borbón-Parma, Duque del estado español de Parma y general celtibérico, que combatió nada menos que en Lácar. Todos los Monarcas Tradicionalistas, como les denomina la legislación española vigente, le reconocieron y mandó en la Patria como tal. La otra rama dinástica y la España liberal u oficial también le reputaron, sin discusión, Infante de España, por Real Decreto de 19 de mayo de 1854. ¡Léalo, «Zurita»!

    Al hermano de don Javier, Don Elías (y con él a su hermana la Emperatriz Zita y a toda la Casa de Borbón-Parma a la que pertenecen), se le reconoció la calidad de español por Real Decreto de 18 de agosto de 1920, firmado por Alfonso XIII y Eduardo Dato. ¡Consúltelo, «Zurita»!

    Por eso, los Tribunales franceses, concretamente la Audiencia de Orleáns y el Tribunal Supremo del país vecino, confirmaron en sentencias firmes, la última de 13 de abril de 1932, «QUE DON JAVIER DE BORBÓN NO ES FRANCÉS», y comentándolas, el famoso genealogista Hervé de Petineau, afirma tajantemente que Don Javier es un Príncipe español. (Documéntese, «Zurita», y contésteme con pruebas). Pero «Zurita» se cree más autorizado que el más alto Tribunal francés para adjudicar la nacionalidad francesa.

    Finalmente, en las horas decisivas de julio de 1936, que usted, como hombre que creo de buena fe, reconoce palmariamente, Don Javier se sublevó por España. No «transmitió la orden de Don Alfonso Carlos», como usted indica, sino que firmó personalmente el Pacto con Mola y Fal Conde para la «salvación de la Patria». ¿Y qué cree usted, que el 18 de julio la patria que se trata de salvar era Francia? A la hora de la verdad Don Javier se conceptuó y se llamó español. ¿Por qué un supuesto carlista se atreve a negar esto, que es la evidencia?


    III. LEGITIMIDAD DE EJERCICIO. EL QUE AFIRMA APRUEBA.

    En un príncipe legítimo de origen se presume la legitimidad, salvo prueba en contrario, muy exigente, y no de un hecho aislado, sino de una conducta. Lea bien a Mella, señor «Zurita», y a Fabio, y a todos los legitimistas que van desde Juan García de Castrojeriz al Padre Mariana, y desde Saavedra a Vildósola, Aparisi, Leandro Herrero, Pradera y Esteban Bilbao, y lo aprenderá.

    Usted, que afirma la ilegitimidad de Don Javier, ¡justifíquela! No mezcle, metiendo la cabeza debajo del ala, el tema que discutimos, «¡Todavía Don Javier!», que ahora desvirtúa usted entremezclando a don Carlos Hugo, a Santiago Carrillo y al Montejurra de este año. La congruencia obliga a situar la discusión en el punto concreto en que se comenzó.

    Don Javier, «el Príncipe de más altura intelectual de Europa», como se le denomina en los medios culturales del Continente viejo, es un arquetipo de legitimidad, cordura y delicadeza. Es como un hidalgo de Castilla, quizá siempre algo «Quijote», que no en vano desciende del Quijote de carne y hueso: el Cid.

    Y ahora contestemos a sus cuatro párrafos numerados, gratuitos en verdad.

    1.º Don Javier nunca renunció a la Regencia, entre otras cosas porque era irrenunciable, ya que tenía por objeto proveer la designación del sucesor, como advirtió previsoramente don Alfonso Carlos. (Le ruego que publique el documento de renuncia o retire su argumento).

    2.º GUERRA ESPAÑOLA: Se consagró a ayudar a ganarla.

    UNIFICACIÓN: Lejos de oponerse, patrióticamente la aceptó, concibiéndola como unidad y no como absorción.

    GUERRA MUNDIAL: Como a Príncipe católico y tradicionalista se persigue a Don Javier por el paganismo nazi. Lucha en la resistencia antitotalitaria y es maltratado hasta lo inverosímil en un campo de concentración. Ha hecho honor a su sangre de Príncipe de una Casa como la de Borbón (o de Francia). Lo mismo que su tío Jaime III, y sosteniendo con su vida la tesis de Carlos VII, príncipes de la Casa de Borbón o Francia igualmente.

    3.º Reconoce «Zurita» que en 1952, repuesto de sus postraciones físicas, Don Javier aceptó la «continuidad política de Alfonso Carlos» en el Congreso Eucarístico de Barcelona. A confesión de parte, relevación de prueba. Y es regocijante que impute a Don Javier que, al concluir la guerra mundial, preguntó por su pariente Don Juan. ¿Es que el sectarismo antidinástico puede llevar a pensar que la legitimidad de un príncipe se empaña si pregunta por la familia o por un colega? ¡Qué graves «razones» contra la legitimidad de ejercicio! Una frase curiosa o cortés, si es cierta.

    4.º EL REFERÉNDUM: Otro tropiezo del polemista. El telegrama a Franco es uno de los mayores aciertos de Don Javier.

    «No margina totalmente la legitimidad» la orden de votar el «Referéndum». Al contrario. Toda legitimidad está al servicio del LEGÍTIMO MOVIMIENTO NACIONAL DEL 18 DE JULIO y de la culminación de su proceso: la Monarquía Tradicional, Social y Representativa.

    En un salto mortal de la lógica, reconoce «Zurita» que el 3 de octubre de 1936 juró Don Javier ante el cadáver de Alfonso Carlos I las Leyes Fundamentales del Tradicionalismo, y después dice, en otro punto del artículo, «que no juró», y luego, ¿que es perjuro?

    Dejando de momento al príncipe Don Carlos Hugo, que no es el tema de la discusión del «¿Todavía Don Javier?», le rogamos rectifique o pruebe su fantástica y temeraria afirmación de que Don Javier tiene una actuación «consciente, procaz y perturbadora, hasta pervertir en sus documentos la verdadera doctrina tradicionalista».


    IV. MANIFIESTOS «MARXISTAS» DE DON JAVIER.

    Cite, señor «Zurita», un solo documento en que las líneas generales o los puntos concretos de la doctrina carlista se hayan quebrantado por el anciano descendiente de Felipe V y del Cid.

    Los que se meten con él –con gran falta de caridad– nunca copian ni uno solo de sus manifiestos, no ya completo como debe ser, sino ni un solo párrafo. A usted le molesta la constructiva y patriótica declaración de [3 de octubre] de 1966, con ocasión del «Referéndum Nacional», pero la voy a transcribir para orientar a los lectores, que como piensan por su cuenta propia, no le hacen a usted ni caso, como me han escrito en varias cartas.

    «La Monarquía Tradicional no necesita de partidos políticos para subsistir. En lo que afecta a la función del Rey, se ha perdido mucho la noción correcta. Entre los extremos de la concepción absolutista y de la concepción puramente decorativa, está la Monarquía Justa. Esto es la garantía del poder real, porque le compete defender al pueblo contra los posibles excesos del Estado… En estos momentos de inquietudes religiosas que agitan al mundo, la actitud aconsejable está en las palabras de Carlos VII: “NO DARÉ UN PASO MÁS ADELANTE NI UN PASO MÁS ATRÁS QUE LA IGLESIA CATÓLICA”. Con un alto espíritu de Comunión Nacional, pido a Dios que ilumine a todos y bendiga a España». Como ve usted, es «doctrina marxista». Le puede disculpar el apasionamiento, pero… Hay que rendir culto a la verdad, ante todo, y dejar las «fobias» y las «filias».

    La última Declaración de Don Javier es la de Valcarlos, de 6 de diciembre de 1970.

    Esta bien depurada doctrina no debe escandalizar, con una manifestación aislada que no es simpática, pero que comienza el texto señalando que la crisis de la Sociedad y de los pueblos se debe «a la ausencia de espíritu cristiano», impidiendo que el paso irremediable de una sociedad estamental y [mono]lítica a una sociedad pluralista y de libertad «se haga por vía cristiana y no marxista». Termina diciendo: «Doy gracias a Dios por su ayuda en tantas dificultades y peligros, y espero con seguridad y confianza el porvenir de la Causa que siempre serví, que es la de la noble nación española».

    Son páginas que destilan la miel literaria y política de los reyes clásico del Carlismo. Y, sin embargo, usted los desconoce, los oculta o niega. ¡Revele qué otro documento ha firmado Don Javier en contra de estas ideas! Esperamos impacientes.

    Y si no le aporta, diga como los viejos litigantes: «AGNOSCO ME IN VERITATE», y rectifique, porque en conciencia usted no quiere calumniar conscientemente; hay obligación de reparar el daño que se hace con la pluma a la personalidad, a la obra o al honor de un tercero, aunque no sea Príncipe de sangre.

  9. #9
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 19 de Junio de 1971, página 8.



    EN TORNO AL CARLISMO Y A SUS HOMBRES

    A don José María Codón


    Muy señor mío:

    Creo que es la primera vez que comienzo una carta de réplica, y he escrito algunas docenas de ellas, diciendo que el artículo al que contesto lo considero totalmente funesto. En el caso presente, es éste el calificativo que he de aplicar al artículo suyo [que] apareció en esta revista del día 24 de abril de 1971.

    Estamos intentando aclarar un poco el confuso mundo de nuestro querido carlismo, y usted, después de varios meses de silencio, se descuelga con [un] ataque al artículo de [Z]urita de Cebrián, ataque que es un verdadero modelo de lo que se debe escribir si queremos embrollar más a nuestro sencillo pueblo carlista.

    Hay un problema capital: D. Javier y D. Hugo de Borbón-Parma defienden unas doctrinas que están en franca oposición con las que hemos aprendido en el Carlismo. ¿Qué hacer con ellos? Por bastante menos de lo que ambos príncipes han dicho y hecho obligaron nuestros predecesores de hace cien años a abdicar a Don Juan III.

    Y usted, en vez de ceñirse a ese problema, sale haciendo un panegírico de D. Javier que no viene al caso. No son sus méritos los que están en juego. Es la doctrina que sustenta.

    Es cierto que gestionó en 1936 la compra de armas. Es un camelo como un petrolero eso de que las abonase de su bolsillo. Es cierto que su padre, D. Roberto, vino al campo carlista en 1874. Es un camelo, no tan grande como el anterior, que fuera general carlista. Pero aunque todo fuera verdad, ¿le autorizaría ello a disponer de los carlistas como de un rebaño de su propiedad y hacernos tragar el manifiesto que ha dado el 6 de diciembre de 1970?

    Con su artículo ha salido usted, de momento, muy airoso. Esa pregunta suya de «¿Con qué otro abanderado está usted?», queda en el aire como una estocada dirigida al corazón de su adversario. Pero, ¿está usted convencido que tanto su artículo como su pregunta han de servir para aclarar la confusión de nuestros buenos carlistas?

    Le diré a usted que esa pregunta es totalmente improcedente. ¿Qué quiere dar usted a entender con ella? ¿Que lo carlistas que no estamos con D. Javier y su hijo estamos con la dinastía liberal?

    Usted no tenía por qué haberla hecho, ya que conoce perfectamente la respuesta. Usted sabe que existimos los carloctavistas, ya que en 1952 asistió en Villarcayo a una cena que se dio a D. Carlos VIII (q. e. p. d.). Usted sabe que existen muchos carlistas que han abandonado a D. Javier en vista de sus claudicaciones, que han ido haciéndose mayores a medida que transcurría el tiempo, para culminar en su último manifiesto. Usted debía haber comprendido que el señor Zurita de Cebrián es uno de éstos. Como lo ha comprendido un servidor, que no es adivino ni conoce a dicho señor.

    Y usted, que ha preguntado, conteste:

    Cuando en 1957 ya se veía que el Régimen se encaminaba a la salida del 22 de julio de 1969, D. Javier, inexplicablemente, dio orden de colaborar con el mismo. ¿Con quién estuvo usted, señor Codón? ¿Con quién estuvo el señor Zurita de Cebrián?

    Cuando en diciembre de 1966 se nos pidió la opinión sobre la Ley Orgánica del Estado, que en determinados puntos está en oposición con la doctrina carlista, y, sin embargo, D. Javier felicitó al Jefe del Estado por su promulgación, ¿con quién estuvo usted? ¿Con quién estuvo el señor Zurita de Cebrián? Y, por fin, señor Codón, estas dos preguntas son más terminantes:

    ¿Está usted con el príncipe que ha dicho: «Un estado confesional es, en alguna manera, anticatólico»? [1]

    ¿Está usted con el príncipe que ha dicho que la principal característica del carlismo es evolucionar? [2]

    Si es así, perdone que se lo diga: «No es usted carlista».

    Atentamente,


    ZORTZIGARRENTZALE





    [1] Nota mía. Texto perteneciente a la entrevista de D. Carlos Hugo en la revista «Familia Nueva», en diciembre de 1970.

    [2] Nota mía. Texto perteneciente al Manifiesto de 6 diciembre de 1970.

  10. #10
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 19 de Junio de 1971, página 11.



    CARLISMO, TRADICIONALISMO Y DINASTÍA

    Por A. ZURITA DE CEBRIÁN


    Don Francisco Canals Vidal, en un editorial de «El Pensamiento Navarro» del pasado 25 de mayo, publica un escrito bajo el título [de] «Carlismo y Tradicionalismo». Tras las sutilezas y claridades de sus raciocinios, creemos que ningún carlista puede disentir. Canals Vidal aclara que «tradicionalismo de suyo significa la esencia y contenido del hecho carlista. Carlismo menciona la lucha española por la tradición [en] su concreción histórica y social. Un carlismo no tradicional es, por lo mismo, un hecho sin sentido. Un tradicionalismo español indiferente al carlismo es un sentido sin hecho. Un sistema de conceptos sin la fuerza y la eficiencia de lo que es».

    Efectivamente, las cosas son así. Pero caben algunas afirmaciones complementarias e ilustrativas. El tradicionalismo no ha nacido con el carlismo, no es un producto del carlismo. El tradicionalismo es el conjunto de afirmaciones religiosas, políticas, forales, monárquicas, corporativas, mezcladas con el temperamento e historia de las Españas. Carlos VII, en su Testamento Político, dirigiéndose a los carlistas, los emparentaba con los que lucharon contra las hordas mahometanas, y «HUÉRFANOS DE MONARCA» [contra] las huestes napoleónicas. «Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar eran los que vencieron en las Navas y Bailén. Unos y otros llevaban la misma fe en el alma y el mismo grito de guerra en los labios». Las monarquías de las regiones españolas y, finalmente, los Reyes Católicos, el descubrimiento de América, los reinados de Carlos I y de Felipe II, están dentro del sistema político tradicionalista, en su tiempo.

    Ciertamente que, al implantarse el liberalismo coincidiendo con la usurpación dinástica, fue una gracia providencial esta concreción de carlismo-tradicionalismo. Y la dinastía legítima que va desde Carlos V hasta Alfonso Carlos I ha mantenido muy alta la única bandera completa y realista del Tradicionalismo español.

    Quede bien claro que la dinastía no es un fin, sino un medio. El mismo carlismo, como a tal, es un medio. La suprema realidad es España, que solamente puede estar perfectamente encauzada en las razones de ser y en las soluciones tradicionalistas. En el orden teórico existen los principios y esencias del tradicionalismo, que prácticamente, históricamente, únicamente el carlismo ha querido encarnar en la vida política nacional. Pero el carlismo, cuya única razón de ser es el mantenimiento del Ideario Tradicionalista organizado en la Comunión Carlista, no siempre puede identificarse con su dinastía, si ésta es infiel a su cometido de fidelidad al tradicionalismo español. Basta leer la carta de D.ª M.ª Teresa de Borbón y Braganza, princesa de Beira, dirigida a todos los españoles en 1864, para recordar un antecedente espectacular sobre el posible fallo de un genuino representante, por su legitimidad de origen, de la verdadera dinastía española, que debe ser descalificado por incompatibilidad doctrinal y práctica con el tradicionalismo español. La Princesa de Beira subraya que su hijo Juan «no ha vuelto, como yo se lo pedía, a los principios monárquico-religiosos, y, persistiendo en sus ideas, incompatibles con nuestra religión, con la monarquía y con el orden de la sociedad, ni el honor, ni la conciencia, ni el patriotismo permiten a ninguno reconocerle por Rey». Nadie dirá que la Princesa de Beira no era carlista. Pero el carlismo no puede sujetarse ni prostituirse cuando su dinastía, o los representantes de ella, se autodescalifican porque traicionan el ideario tradicionalismo-carlismo.

    Perfectamente de acuerdo con Canals Vidal en que «un carlismo no tradicional es, por lo mismo, un hecho sin sentido». La reciente historia de nuestra República, con los devaneos con Renovación Española, las tristes historias del Bloque Nacional y de la T. Y. R. E., ilustran cómo estas convivencias, a la larga o a la corta, son nefastas para el carlismo, o sea, para el tradicionalismo. Pero lo que no dice Canals Vidal es que, en la actualidad, el carlismo-tradicionalismo está desapareciendo en su versión oficial por la dinastía Borbón-Parma. Y este olvido, omisión, silencio calculado o miedo a decir las cosas como son, está llevando actualmente al carlismo por el camino de la amargura. Porque suponemos que Francisco Canals Vidal, y muchos como él, no están conformes con los manifiestos firmados por don Francisco-Javier de Borbón-Parma; con las declaraciones a «Familia Nueva» de Hugo-Carlos de Borbón; con las actuaciones de la mayor parte de este último; con la colección de la revista «Montejurra» en sus últimos años, EXPRESIÓN FIDELÍSIMA DE LO QUE PIENSA, Y VARIAS VECES, PERSONALMENTE, DON HUGO-CARLOS DE BORBÓN; con los discursos pronunciados durante los últimos años en Montserrat y en Montejurra; con las pancartas en los mismos actos; y con la colección de publicaciones «clandestinas» y declaraciones políticas que en el último «Montejurra» se distribuyeron profusamente, así como los escritos de la propia Junta Suprema de la llamada Comunión Tradicionalista. Coincidiendo con las peores consignas de los enemigos, no del actual Régimen, sino de España como nación católica y civilizada. Suponemos que Francisco Canals Vidal, y muchos como él, repudiarán la trayectoria de la llamada Comunión Tradicionalista, «oficial», que ha merecido ser mencionada honoríficamente nada menos que en manifiestos oficiales del Partido Comunista de España y por la propia Radio Moscú. De lo que resulta que los raciocinios y brillante exposición de Francisco Canals Vidal escamotea o anda coja de verdadera lógica, al no aclarar de una vez por todas que el carlismo no está identificado con su dinastía, –como cuando el caso de don Juan, padre de Carlos VII–, y los actuales Borbón-Parma significan lo más contradictorio del carlismo-tradicionalismo. Lo más trágico, lo más anticarlista, lo más antitradicionalista que actualmente puede realizarse es mantener la nebulosa o la identificación con una dinastía como los Borbón-Parma, que a lo menos carecen absolutamente de toda legitimidad de ejercicio, como reiteradamente, desde estas mismas páginas, hemos probado, sin posible refutación. Sólo así, marginando a esta dinastía, infiel a los postulados del tradicionalismo-carlismo, al legado doctrinal por el que don Alfonso Carlos I instituyó la Regencia, es posible la recuperación de las inmensas muchedumbres tradicionalistas-carlistas para el lema sacrosanto de Dios-Patria-Fueros-Rey.

    Esta situación estaba y está perfectamente prevista por Don Carlos VII, cuando, en su Testamento Político, dejaba escrito: «Si, apuradas todas las amarguras, la dinastía legítima que nos ha servido de faro providencial, estuviera llamada a extinguirse, la dinastía vuestra, la dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguirá jamás». Éste es el caso actual. La dinastía legítima está extinguida. Su albacea testamentario, Don Javier de Borbón-Parma, así como su hijo Hugo-Carlos, prácticamente están implicados en una línea que propiciaría el marxismo en España. Las pruebas explícitas e implícitas son agobiantes y muchas de dominio público. Todo lo que sea retrasar la declaración pública de que los Borbón-Parma, doctrinal y jurídicamente, no representan nada para el tradicionalismo-carlismo español, es engañar a nuestras masas y fanatizarlas al servicio de lo más contrario de los ideales que piensan servir.

    En esta hora queda «la dinastía vuestra, la dinastía de mis admirables carlistas», que, en su día, ya supo vislumbrar Carlos VII. Lo más pronto posible deben darse los pasos decisivos para aclarar esta cuestión fundamental. Y ya que Francisco Canals Vidal ha sabido plantear con tanta soltura el nexo entre carlismo y tradicionalismo, entre esencia y ser, esperamos que él mismo completará su estudio poniendo muy en claro cómo la actual llamada dinastía de los Borbón-Parma, –que mantienen una jefatura subversiva y demagógica, enloqueciendo a buena parte de los que le[s] siguen con planteamientos frentepopulistas y ajenos a la verdadera filosofía que exigiría un diagnóstico católico y carlista de la España de nuestros días–, deben ser fulminantemente separados de todo auténtico carlismo.

    A no ser que Francisco Canals Vidal se sienta interpretado por los Borbón-Parma, en cuyo caso su escrito se convertiría en un ciempiés. Cuando se tiene la gallardía de puntualizar conceptos tan importantes como las relaciones entre carlismo y tradicionalismo, hay que llegar a las últimas consecuencias. No quedarse en la región etérea de un tradicionalismo de principios, mientras hay las declaraciones de Hugo-Carlos en «Familia Nueva», la bomba a «El Pensamiento Navarro», los discursos de Montejurra de los últimos años y otras muchas cosas por el estilo.

    Esperemos las aclaraciones de Francisco Canals Vidal, y que todo el carlismo español abra los ojos de par en par para apartarse de quienes le han llevado a un callejón sin salida y a la colaboración con las propias fuerzas que combatimos durante la Cruzada frente a nuestras trincheras, para que el glorioso tradicionalismo-carlismo español mantenga en pie su ideario e influya para su salvación y gloria en los destinos de España.

  11. #11
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 3 de Julio de 1971, página 6.



    LO QUE LOS CARLISTAS ESPERAN DE “EL PENSAMIENTO NAVARRO”

    Por A. ZURITA DE CEBRIÁN


    En toda España se sigue con interés creciente el diario «El Pensamiento Navarro». Desde luego sigue una trayectoria singularmente destacada, que le hace merecedor de que pueda calificarse como el diario español mejor sintonizado con los ideales del 18 de julio. Responde plenamente a los postulados básicos de nuestra Cruzada: Dios y España. Durante esta última etapa, «El Pensamiento Navarro» ha concentrado un depósito de doctrina y de posturas en el terreno de defensa de la fe, de España, de la Navarra inmortal, de enfrentamiento contra el comunismo y contra la porno, que si fuera la tónica general de la prensa española cambiaría totalmente la faz de la vida nacional, muy acorde con lo que debe ser por fidelidad a nuestra Cruzada.

    Últimamente, «El Pensamiento Navarro» ha contestado espléndidamente a la revista «Mundo», entrometida en los problemas internos del carlismo desde una tribuna que no tiene autoridad alguna, ni para enjuiciarlos ni para entenderlos. La respuesta de «El Pensamiento Navarro», del día 6 de junio, así como otras aclaraciones sobre ciertas bufas operaciones de dispersión, nos parecen muy acertadas.

    Pero acusa una postura nacional el actual «Pensamiento Navarro» que no aclara ni convence. Dice el director de dicho diario que «cuanto quien esto escribe sea su director, jamás sembrará la desunión entre hermanos. Jamás se sumará ni se pondrá al servicio más que Dios, Patria y Rey, del Rey carlista con los legítimos derechos de origen y ejercicio». Muy bien esto en el terreno teórico. Pero un diario de ideología política combatiente y actual no puede quedarse en las nubes de la pura abstracción. Pues «la desunión entre hermanos» dentro del carlismo español, en la actualidad, no es fruto de ningún personalismo más o menos pasional. El núcleo central del problema carlista en estos momentos es el siguiente: Hay una dinastía –los Borbón-Parma– que conscientemente, permanentemente, a lo menos desde 1958 [1], viene produciéndose [en forma tal], –en sus manifiestos; en los actos organizados por la llamada Junta Suprema de la Comunión Tradicionalista; en las declaraciones de don Hugo-Carlos en «Familia Nueva»; [en] las últimas declaraciones y manifiestos de don Javier; y en toda la trayectoria del «javierismo», con posterioridad al 19 de abril de 1937, en que por sí y ante sí renunció a sus derechos de Regente, así como con los actos públicos de Montejurra y Montserrat, que han merecido elogios y concomitancias doctrinales con Santiago Carrillo–, que con seguridad se puede afirmar que los Borbón-Parma enajenan toda legitimidad de ejercicio para seguir invocando su pretendida función de continuadores del Rey Alfonso Carlos I. Hasta el colmo de que «El Pensamiento Navarro» está al margen de la disciplina de la Comunión Tradicionalista oficial, ya que ésta prefería a «El Pensamiento Navarro» dirigido por Pascual, con elogios a «Che» Guevara y en línea totalmente progresista.

    Si «El Pensamiento Navarro» actualmente tiene una línea política clarificada en doctrina tradicionalista, debe declarar que no existe «Rey carlista con los legítimos derechos de origen y ejercicio». Y debe declarar explícitamente cuáles son los que han causado «las dolorosas heridas provocadas por la defección en el sagrado cuerpo de la Tradición». Un diario como «El Pensamiento Navarro» no puede callarse, por diplomacia o táctica mal entendida, quiénes son los que traicionan y son cómplices de desgarrar la Tradición. Afirma el director de «El Pensamiento Navarro»: «No caeremos en la insana estupidez de ensanchar las diferencias en nuestras filas, a mayor gloria y provecho del enemigo. Del enemigo que siempre es uno y el mismo: la Revolución». Pero en esta intención, que es noble, falta una aclaración fundamental: el enemigo del carlismo español, el que mixtifica su ideario, el que corrompe a sus hombres ideológicamente, el que causa más daño que el propio Maroto, es el «javierismo-huguismo». Ellos ponen a los auténticos carlistas en oposición con las afirmaciones, los documentos, las hojas, las publicaciones, los manifiestos del tándem don Javier-don Hugo-Carlos, porque éstos no expresan la doctrina carlista, sino que son la negación total del ideario.

    Una prueba al canto: El actual «El Pensamiento Navarro» responde maravillosamente a la temática carlista, con perfecta agudeza para enjuiciar los problemas internacionales, nacionales, sociales y religiosos de esta hora. Pero este «Pensamiento Navarro» no es del agrado ni de don Javier ni de don Carlos-Hugo. Al contrario, don Javier y don Hugo-Carlos están con la revista «Montejurra», perfectamente alineada con la Revolución con mayúscula, con el enemigo, que tan acertadamente denuncia «El Pensamiento Navarro». Don Javier y don Hugo-Carlos inspiran y están con las declaraciones y discursos políticos difundidos en el Montejurra 1971, que «El Pensamiento Navarro», en su día, denostó como anticarlistas.

    Luego «El Pensamiento Navarro» debe aclarar con pelos y señales, cuando se refiere al «Rey carlista con los legítimos derechos de origen y ejercicio», si se refiere concretamente a los Borbón-Parma, a pesar de la excomunión que han lanzado contra este gran diario carlista navarro. O si la apelación al «Rey carlista con los legítimos derechos de origen y ejercicio» es una mera abstracción, como si habláramos de la humanidad, de la bondad y otros entes de razón. Es de esperar, pues en ello le emplazamos, que se tenga la gallardía de llegar hasta las últimas consecuencias. Pues de no aclararlo, tan absurdo sería «El Pensamiento Navarro» como lo que justamente critica en el editorial aludido.

    Porque no hay tarea más importante para el carlismo español que marginar totalmente a los Borbón-Parma, por haberse desviado del Testamento jurado del Rey Don Alfonso Carlos I, y haberse alejado del contenido ideológico del carlismo, poniéndolo al servicio del marxismo y sus compañeros de viaje. España necesita al carlismo. Con todas sus implicaciones y lealtades, que en ningún momento pueden bastardearse. Pero cuando los Borbón-Parma han caído en errores mucho más grandes que los de Juan III, padre de Carlos VII, tan dignamente depuesto, a lo menos el único periódico carlista que nos queda tiene la obligación de pronunciarse en concreto y de no quedarse entre bastidores hablando de una dinastía legítima que no existe, y no asumiendo la tremenda responsabilidad histórica que la Providencia señala a «El Pensamiento Navarro» de convertirse auténticamente en el cerebro y en el corazón de todo el carlismo español, liberado de la defección dinástica de los Borbón Parma, y asumiendo la misión histórica que Carlos VII señaló en su Testamento Político: convertirse en el órgano vertebrador de «la dinastía vuestra, la dinastía de mis admirables carlistas». Para luchar contra la Revolución y contra el enemigo. Esto es lo que el carlismo espera de su actual director, si no es que, por posturas que no nos explicamos, se siente pequeño ante este gran deber.




    [1] Nota mía. En el texto original dice “1958”, pero, por el contexto de todos los artículos de Zurita de Cebrián, debe tratarse de una errata, queriéndose decir “1968”.

  12. #12
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 10 de Julio de 1971, página 8.



    Apuntes del “Montejurra 1971”

    Por ZORTZIGARRENTZALE


    Desde hace varios años no acudimos a Montejurra. Hacía ya tiempo, y en otro artículo lo historiamos detalladamente, que el popular Vía Crucis se venía usando demasiado políticamente, empleándolo para maniobras que tenían por objeto «la llegada al Poder del Carlismo».

    Por fin, este año hemos vuelto. Queríamos que nuestros hijos conociesen el Carlismo. Ya nos encargaríamos de explicarles las adulteraciones que ha sufrido. Pero allí recorrerían el Vía Crucis. Se familiarizarían con los nombres de nuestros tercios. Rezarían por el tío que no conocieron. Y por todos los que murieron para que ellos vivieran en una España católica.


    LAS PANCARTAS

    Desde Ayegui, la Guardia Civil nos desvió directamente a la Campa. Para encontrarnos con nuestros amigos, nos dirigimos hacia Irache. En el camino nos cruzamos con la comitiva que se dirigía para iniciar el Vía Crucis.

    La encabezaba una banda de cornetas y tambores. Seguían las cruces. A continuación…

    Un grupo como de un centenar de muchachos armados de porras, palos o elementos análogos, que portaban unas pancartas. Aunque algunos llevaban boina roja, su aspecto no era de carlistas. Miradas torvas de revolucionarios que muy bien podían evocar las matanzas de frailes de 1835 y 36, en la revolución de 1868, en la quema de conventos de 1931 o en el asalto del Cuartel de la Montaña. Aquellos rostros no tenían nada en común con los voluntarios de Carlos V, Carlos VII o Alfonso Carlos I.

    Las pancartas correspondían al aspecto de quienes las llevaban. No nos detendremos en repetir lo que en ellas se decía. Estaban redactadas de acuerdo con la dialéctica hegeliano-marxista, que contrapone a un extremo malo otro peor, para que los incautos elijan el primero. Así decían: «¡CURAS OBREROS, SÍ; OBISPOS FRANQUISTAS, NO!».


    DECEPCIONES

    Seguimos la comitiva un poco a distancia. En la Campa de Irache quedaban muchos que no subían. Nos abordó un conocido, Capitán que fue de un tercio de las Vascongadas. Su indignación y disgusto no tenía límites: «¿Quién ha traído esta gente?», «¿De dónde ha salido?».

    Como el Vía Crucis había comenzado, lo fuimos rezando por nuestra cuenta. Un joven, «nueva ola», nos dijo: «No subas, que te llevarás un gran disgusto por lo que vas a oír». «Todas las novedades que puedan soltarme ésos, ya las defendió mi abuelo, que era republicano federal hace cien años. Con bastante más salero y originalidad que éstos».

    Llegando a la cumbre nos encontramos con mucha gente que ya bajaba. Saludamos al Capellán del tercio de nuestro hermano. No le preguntamos el porqué de su abandono, pero en su cara se veía el disgusto.

    Una «margarita» conocida nuestra nos saludó. Bajaba llorando. «A esto no hay derecho».


    MEZCOLANZA SACRÍLEGA

    Llegamos a las últimas estaciones. Las rezamos como pudimos mientras los gritos de «Libertad» y «Revolución» atronaban nuestros oídos. Era un pequeño grupo el que los repetía. Pero contaban con la ayuda del altavoz

    «Ahora comienza el acto político».–«¿Ya se ha celebrado la misa?».–«No; se dirá después». Nos quedamos de una pieza. ¿Y éstos son los que quieren separar la religión de la política? En los tiempos del «Viva Cristo Rey», tenían el cuidado los organizadores (aunque otras cosas hicieran mal) de separar los actos políticos de los religiosos. Nunca se vio «sandwich» semejante: Vía Crucis, Discursos políticos, Misa.

    ¿Qué pretendieron con tal disposición? Hacer tragar los discursos a quienes deseábamos oír la Misa. Dar facilidades a los que solamente querían los discursos. Así se les vio abandonar en masa la cumbre tan pronto terminaron éstos.

    Hubo un detalle que hemos de hacer constar, aunque no calibremos la malicia que pudo tener: Mientras hablaban los oradores y tomaba planos la TV holandesa, el Cristo estuvo cubierto con una bandera española.


    LOS DISCURSOS

    ¡Qué rato más desagradable el que pasamos en la cumbre! Al frío reinante hay que añadir el sufrimiento de ver cómo en la Montaña Santa de la Tradición se estaba adulterando nuestro programa, y el tener que escuchar aquellos «rollos». ¡Qué «paquetes», Dios mío! Si el contenido de los mismos no fuera suficiente para calificarlos como marxistas, su condición de «ladrillos» lo sería.

    Finalmente hablaron las princesas. Su presencia nos hizo recordar aquellas preguntas de «La Codorniz». «¿Si hay aceite, por qué no hay aceite?». «¿Si no hay aceite, por qué hay aceite?». «¿Si están expulsadas, por qué están aquí?». «¿Si están aquí, cómo es que están expulsadas?».

    Reconocimos a los colaboradores de «El Pensamiento Navarro» Antonio de Iciar, Miguel de Aralar e Ignacio de Orduña, que estaban con unos amigos, todos jóvenes. Uno de éstos, madrileño, nos contó que pocos días antes habían tenido pelea en la Universidad con los estudiantes marxistas. Dos de éstos estaban en Montejurra, muy serios con sus barbas, boina roja, brazalete de organizadores y porras. No eran de los que más se esforzaban en gritar «Libertad» y «Revolución».


    DEMOCRACIA Y LIBERTAD

    … al modo liberal. ¡Naturalmente! Mientras bajábamos iban junto a nosotros tres hombres que discutían entre ellos sobre la localización de la batalla de Montejurra. Ignacio de Orduña «metió la cuchara» y les explicó ampliamente el desarrollo de los combates.

    – ¡Qué enterado está usted!

    – Es que sobre este tema he escrito un artículo en «El Pensamiento Navarro» –respondió nuestro amigo.

    – «El Pensamiento Navarro» no está de acuerdo con la nueva «línea de democracia y libertad que tenemos que defender».

    – No permite que se expongan en sus páginas más ideas que las «suyas, cuando lo justo es que exprese con toda libertad sus opiniones»…

    – Y no entiendo cómo un colaborador de «El Pensamiento Navarro» ha venido a Montejurra.

    – En coche –contestó nuestro amigo.

    Una carcajada de los circunstantes puso fin a la incipiente polémica.

  13. #13
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 17 de Julio de 1971, página 15.



    Concurrencia de «padeceres» del carlismo

    ASÍ HEMOS VISTO MONTEJURRA

    Por ZORTZIGARRENTZALE


    El primer año que asistimos al famoso Vía Crucis fue e[n] 1956. Vimos en él una muestra del espíritu carlista que se sobreponía a las posibles divisiones. Poca importancia tenía en aquella ocasión el estar adscrito a uno u otro grupo. Los carloctavistas estábamos ya sin rey, y los javieristas no estaban muy seguros en aquella época de don Javier. Precisamente aquel mismo día se celebró una reunión de jefes regionales, al final de los actos, en la que se propuso la creación de una Regencia. Salimos muy animados del acto y con ganas de volver.

    El Montejurra de 1957 fue precedido en una semana justa del «Aplec» de Montserrat. A éste habían acudido todos los grupos carlistas del Principado. Al final del mismo acordaron: Lizarza, por los carloctavistas; Valiente, por los javieristas; y Sivatte, por el grupo que capitaneaba, impropiamente denominado «sivattista», acudir a Montejurra con el mismo espíritu de unión, sin dar gritos que supusieran motivo de tensiones internas.

    Aquel año acudió a Montejurra el doble de público que el año anterior. Los que habíamos ido confiados en el compromiso adquirido por Valiente una semana antes, nos vimos desagradablemente sorprendidos por la presencia de las hijas de don Javier. Mucho más nos disgustó la aparición de don Hugo (que por aquellas calendas aún se llamaba así), que pronunció una alocución ciertamente ocasionada a la polémica, puesto que afirmaba llamarse Carlos y ser nieto de Carlos VII.

    ¿Qué clase de carlistas son éstos que no cumplen la palabra dada?, nos preguntábamos. Porque Valiente se había comprometido con Sivatte y Lizarza. Aún viven los tres (y por muchos años), y que nos desmientan si lo que afirmamos no es cierto.

    Hemos de reconocer que la aparición del joven fue una inyección de esperanza para los carlistas allí presentes. Para los partidarios de su vacilante padre constituyó la seguridad del futuro. De entre los octavistas fueron varios los que, movidos por la gallardía del gesto, le rindieron pleitesía.

    Nosotros no pasamos por ello. Su aparición constituyó la ruptura de un compromiso y vino acompañado de dos afirmaciones temerarias que calaron hondo en la masa, ignorante en cuestiones genealógicas. Esto nos puso más en guardia contra él. Por razones, nos habríamos dejado convencer. Puestos ante hechos consumados, no cedimos.

    Aparece por esta época en el Carlismo el problema que se ha llamado de «la colaboración». Poco tiempo antes, don Javier había destituido a Fal Conde y a varios Jefes Regionales. Una carta a Zamanillo a principios de 1957, y un manifiesto a finales del mismo año, advierten a los carlistas que han de prepararse a participar en las tareas de gobierno. A quien esto escribe le pareció absurda tal postura. ¡Colaborar precisamente cuando claramente se veía que marchaba la solución a la que, al fin, hemos llegado! Mejor dicho, no nos pareció absurda; nos confirmó en nuestra vieja sospecha de que don Javier actuaba de acuerdo con don Juan de Borbón desde que fue designado Regente.

    A pesar de todo, el año 1958, aunque no se prohibió el acto de Montejurra, se impidió la asistencia al mismo de los autobuses que se dirigían desde otras provincias. De nuevo aparece don Hugo en la cumbre y pronuncia otra declaración.

    La «colaboración» va viento en popa. ¿Qué compromisos adquirieron los altos dirigentes del javierismo ante el Gobierno para el Montejurra 1959? Se organiza un cuerpo de policía, que impide el reparto de propaganda que no esté de acuerdo con la tesis javierista-colaboracionista. Un grupo de requetés catalanes que gritan contra la colaboración son expulsados del acto violentamente. La «colaboración» daba sus frutos.

    Los Montejurra del 60, 61, 62, 63 y 64 van encaminados a reforzar las tesis colaboracionistas. Las hijas de don Javier garantizan la presencia de la dinastía. Los discursos giran en torno al 18 de Julio y la Cruzada. Lo mismo que ahora se quiere olvidar; como ya antes olvidaron que, para cuando empezó el Alzamiento, el Carlismo tenía cien años de historia. Aparecen en la cumbre camisas azules. Incluso se cede la palabra a oradores afines, muy afines, pero no carlistas. La Televisión hace referencia al acto, que presenta como concentración de ex combatientes.

    Se hace lo imposible y logran que la masa no se dé cuenta de esta realidad: S. E. el Jefe del Estado había declarado que don Javier es un príncipe francés que nada tiene que hacer en España, y los asuntos del Príncipe de España iban, por lo que a la situación atañía, viento en popa.

    Recordaremos un hecho que refleja claramente lo ocurrido por aquellos años. Don Carlos Hugo se casó en 1964, pocos días antes del acto de Montejurra. Se le prohibió presentarse en el mismo. Todos lo sabíamos. Sin embargo, la sencilla gente, los leales y crédulos carlistas, no hacían más que preguntar: ¿Cuándo llega el Príncipe?

    Para desengañar a la masa se habían repartido unas hojas que, poco más o menos, decían que el Príncipe no estaría en el acto por habérselo prohibido. Para neutralizar su efecto, los organizadores lanzaron otras en que recomendaban calma y disciplina, a la vez que declaraban ser falsos los contenidos de las primeras y las atribuían a grupos liberales despechados por «el éxito que había tenido la boda del Príncipe».

    Cuando vemos dónde han ido a parar gran parte de los dirigentes del javierismo de entonces, sentimos una satisfacción personal al ver que acertamos en nuestras predicciones. Pero nos duele, y mucho, el ver cómo se ha jugado con lo mejor de España: el pueblo carlista.

    Pero el juego colaboracionista comenzó a fallar. Por donde menos se esperaba: don Carlos Hugo. Éste, que, aunque se haya afirmado lo contrario, carece de formación universitaria, no tiene ni idea de lo que es el Tradicionalismo español. Y lo más grave es que no se ha preocupado de aprenderlo. Primero fueron rumores. Luego, algunas declaraciones a la Prensa, pero se ocultaban a los Carlistas de España, como las que hizo a la revista «Oggi» en marzo de 1965. Después, el mismo boletín «I. M.» publica la interviú que le hizo el «New York Herald Tribune»… Un pasquín anunciador del acto de Montejurra, que rezó más o menos así: «Monarquía, Pueblo, Democracia, Paz» (escribimos de memoria). Y aparece una pancarta que pide una monarquía socialista.

    A pesar de todo, se mantiene la ficción, y don Javier felicita a Su Excelencia el Jefe del Estado con motivo de la promulgación de la LEY ORGÁNICA.

    Por fin, la ruptura. En diciembre de 1968 es expulsada de España la familia Borbón Parma. Los mismos que bendecían, comienzan a maldecir. Y vienen contándonos, como quien descubre el Mediterráneo, lo mismo que nosotros hemos dicho hace varios años.

    Bueno…, lo mismo, no. Reniegan de la colaboración porque les ha salido mal. No podía salirles de otra manera. Mientras que nosotros nos negamos a ella por estimar que era una equivocación de nuestro Carlismo.

    Bajo el signo del pataleo han transcurrido los Montejurras de 1969, 70 y 71. No han escarmentado. Aún tienen ganas de colaboración y alianzas. Las de ahora son más extrañas: buscan la amistad de la E.T.A. y el marxismo.

    Montejurra es lo que es porque en 1959 dejó de ser lo que debía ser. Salieron de la línea recta, se torcieron poco a poco, entraron en la espiral de Arquímedes, y ahora ésta les transporta por las regiones del absurdo.

    La mayor parte se dejó llevar a la colaboración de buena fe. Podemos afirmar que, aun entre los dirigentes, una gran mayoría era ajena a lo que urdían don Javier y su Estado Mayor.

    A ellos les corresponde enfrentarse con don Javier y su hijo, y lograr aislarlos del pueblo carlista. Porque lo más triste del caso es que los hijos de los carlistas se están haciendo marxistas en unos cursillos que en Arbonne (Francia) les suele dar el Príncipe don Carlos Hugo. Ellos crearon el mito de don Carlos Hugo. Ellos tienen que deshacerlo, aunque para ello pasen por la vergüenza de manifestar lo que durante años han mantenido oculto.

    Por lo demás, no valen lamentaciones. La vergüenza de Montejurra debe acabar. Y tienen que poner fin a la misma los que la iniciaron.

  14. #14
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

    Fuente: ¿Qué Pasa?, 24 de Julio de 1971, página 4.



    SOBRE DON JAVIER DE BORBÓN

    Contestando a “Zortzigarrentzale”

    Por JOSÉ MARÍA CODÓN



    Muy señor mío y distinguido correligionario:


    I. Contestación al coadyuvante de «A. Zurita».

    Su carta no es una réplica, aunque lo diga. Yo no le he interpelado ni contestado nunca. Su carta es una ayudita espontánea, en calidad de coadyuvante, como decimos los abogados, a la débil postura de «A. Zurita de Cebrián».

    Mi artículo en la revista ¿QUÉ PASA?, palanque de esta pugna, ha sido calificado de muy claro y contundente por muchos correligionarios. Usted considera que ha sido funesto, y es verdad: ¡funesto para los sembradores de discordias en el carlismo!

    No he atacado a Cebrián, como usted afirma. Me limito a defender un punto de vista casi unánime en la Comunión Tradicionalista. Son dos o tres articulistas aislados los que, como usted, pretenden que don Javier está en franca oposición a la doctrina carlista, sin aportar una sola prueba de ello.

    No voy a reproducir lo que escribí en esta revista el día 19 de junio, ni lo que dije el 23 de abril. Lo escrito, escrito está, y a ello me remito.

    Si usted pretende conceptuar situaciones políticas paralelas a las de Juan III, el viejo inventor de la barca de goma en la guerra carlista, y la figura señera de don Javier de Borbón, debe argumentar «a pari» y probar que don Javier se ha hecho liberal, pero no a base de hipótesis, sino de manifiestos o declaraciones suyas.


    II. Concediendo usted que don Javier es meritísimo, ¿por qué no señala concretamente los desméritos? Si usted los justificase le daríamos la razón, porque, «amigos de Platón, somos más amigos de la verdad».

    No ha tenido usted otra opción que reconocer que don Javier compró armas para el Alzamiento. No menciona también los telegramas enviados al Ejército de África, que envió personalmente desde San Juan de Luz y los pagó de su bolsillo. No recuerda que en mayo de 1936 don Javier había hecho más: Había cerrado con el General Sanjurjo los compromisos de éste con la Comunión Tradicionalista, y transmitido la adhesión del héroe del 10 de agosto al anciano Rey de los Carlistas, Alfonso Carlos I (Redondo y Zabala, páginas 348 y 22).

    Don Javier hizo más y más: Presidió la Junta Suprema Militar de la Conspiración en San Juan de Luz, y firmó con Fal Conde la orden de Alzamiento «para la salvación de la Patria» (Redondo y Zabala, 365).

    También ha olvidado usted que don Cayetano de Borbón Parma cayó desgarrado por la metralla cuando luchaba como un requeté anónimo en el Frente de Vizcaya, muriendo algunos años más tarde a consecuencia de sus gravísimas heridas; que toda la familia Borbón Parma, mayor de edad, ayudó en Frentes y Hospitales; que el Príncipe José B. de Borbón Parma [1] murió en combate ganando la Laureada Individual al frente de una unidad de nuestro Ejército en la Cruzada, lo que –así es la modestia de esta estirpe– no se ha aireado hasta hoy.

    ¡Bien se han portado los hijos y familiares de don Roberto I de Parma!

    Don Roberto, siento insistir, era general Carlista, y, con su hermano el conde de Bardi y su hermana la Reina Margarita, luchó en el frente Norte. Había reinado don Roberto en el Ducado soberano y español de Parma. Le destronó la revolución atea y liberal. Vino a Lácar, y ¿cree usted que siendo rey y hermano de doña Margarita de Borbón, esa reina del corte de Isabel la Católica, su cuñado Carlos VII le iba a nombrar cabo? No dice usted su graduación, pero puede aprenderla en la vieja fotografía en que está la familia real combatiente en el Cuartel General carlista: Sentado, Carlos VII, con uniforme de Capitán General; a su lado don Alfonso Carlos, de Teniente General con tres barras en la bocamanga; don Roberto I, con dos (General de División). Al Conde de Bardi, hermano suyo y tío de don Javier, no se le nota la graduación porque aparece en un segundo plano.

    Pero, ¿qué importa un grado más o menos? Aunque don Roberto hubiera sido como don Cayetano de Borbón Parma en 1937, un simple voluntario de la guerra del 72 al 76, por ese sólo hecho era Teniente honorario del Ejército español, a virtud de mandato de Franco. Y resulta así don Javier hijo de un militar español.


    III. «Nos, que valemos tanto como Vos».

    Don Javier no dispone ni puede disponer nunca de los carlistas como de un rebaño. Nadie hasta ahora nos había asimilado a «unum ovile». La dura frase de don José María Fontana, que reproduce La Cierva, es antagónica: «Una manada de leones dirigida por borregos», que tampoco es original ni aplicable notoriamente. Nadie ha podido llamar borrego nunca a Orgaz, Aparisi, Cerralbo, Barrio y Mier, Nocedal, Lloréns, Mella o Pradera, Fal Conde o Puig, etcétera. No acepto, pues, lo que usted dice, aunque sea «en un improbable supuesto».

    A continuación, se plantea usted la cuestión de si mi artículo y la «certera pregunta» dirigida a A. Zurita, «¿Con qué abanderado está usted?», pueden servir para aclarar confusiones entre nuestros buenos carlistas. Yo no lo dudo. Toda información veraz y honrada contribuye a hacer la luz en esa pretendía confusión general que algunos desearían existiese entre Requetés y Margaritas.

    Sostiene usted que referida pregunta (que ha quedado sin respuesta) no debería yo haberla formulado. ¿Y por qué entonces me hace usted a mí, sin haber dialogado yo antes con usted, preguntas más íntimas y personales? Pero soy muy abierto… de brazos y oídos, y usted, muy dueño de preguntar lo que desee, pero, ¡conceda al prójimo las mismas facilidades!

    Sobre su interrogación de si los carlistas que no están con don Javier están con la dinastía liberal, deje que conteste su conciencia.

    La Palabra de Dios enseña dos cosas aplicables a la política cristiana. «El que no está Conmigo está contra Mí». Y «El que no recoge, desparrama».

    El pueblo Carlista, ¡qué maravilla!, lo ha dicho en una octavilla: «El que desune al Carlista le favorece al juanista» (Montejurra 71). Perdone usted que, en un escape de subconsciente, me haya salido un pareado.

    También afirma usted, con aplomo que no me explico, que conozco perfectamente «la respuesta de A. Zurita». ¿Se olvida que alego que tal respuesta sobre su abanderado «personal» no se ha producido?


    IV. Los carloctavistas. El Referéndum.

    Admiro a los carloctavistas desde que fundaron aquel periódico llamado «El Cruzado Español», que nos atraería a los adolescentes. Era un grupo selecto y recio del Tradicionalismo. Pero luego se han reintegrado en masa a la Comunión. Ejm.: Abánades, Clemente Sanz, Suárez Kelly, Ramos, Zorrilla, Fermín Echevarría, Olabarría, etc.

    De la lejana cena de Villarcayo, no recuerdo todos los detalles. Creo que, estando veraneando en dicho pueblo, que es el mío, me llevaron a cenar el gran Valeriano Loma o Deán [2]. Creo que saludé al magnífico nieto de Carlos VIII. Pero si el corazón se me iba tras su arrogancia y estirpe, la cabeza me conservó en la disciplina de don Javier: Aunque los carlistas quisiéramos forzar la sucesión a la Corona, llevados por el sentimiento, ¿cómo conjugar la continuidad en los hermanos mayores o en Don Carlos de Habsburgo, con la Ley Semisálica, «la dinástica ley ultrajada» de nuestro Himno y de nuestros amores? Ley aragonesa, catalana, y hasta castellana si nos apuran; aparte de ser, exagerándola, la Ley de los Salios. Si la corona correspondía a don Carlos de Habsburgo, entonces era usurpador don Alfonso Carlos I, y eso no se le ocurre ni al que intentó licuar el producto lácteo y graso de la vaca.

    No he leído ninguna claudicación doctrinal ni personal de don Javier. Repito: Dénmelo por testimonio, o sea, facilítenme «copia de herejía».

    Así, pues, «A. Zurita de Cebrián», ¿es un carloctavista tardío o un javierista desengañado por la supuesta apostasía del Conde de Molina?

    Y, ¿cómo lo ha averiguado usted si no es adivino, como afirma, y no conoce a aquel señor? Y, sobre todo, ¡déjele usted a Zurita que se pronuncie, que creo será mayor de edad!

    Luego me requiere usted a mí para que conteste sobre con quién estuvo A. Zurita y con quién yo en diferentes fechas. Estaba tentado de replicarle, diciéndole «¿y usted, con quién estuvo?». Porque el que pregunta debe pronunciarse antes.

    Pero no importa; no tengo nada que ocultar y voy a responder.

    En 1932, con don Alfonso Carlos, siendo yo un niño. En 1936 y 1937 y sucesivos, en la cárcel, en el frente, en la paz y en todas partes, con don Javier.

    En 1966, con el Referéndum de Franco, que mandó votar don Javier, y cuyas líneas yo había defendido en las Cortes, igual que había encabezado la oposición a la Ley de Liberad Religiosa. Lea lo que sobre mí dice en su libro el famoso Luca de Tena. ¿Soy o no carlista «sin comillas»?

    Yo no le he consultado su valiosa opinión sobre mi carlismo.

    Su carta inquiere mucho. Le ha salido a usted «inquisitorial».

    Me quiere poner en un apuro, comprobando si estoy con el Príncipe, que ha dicho dos frases que usted entrecomilla.

    Acerca del juicio sobre el ecumenismo, le ruego me facilite el texto completo para juzgar y me diga qué príncipe es su autor, fecha, ocasión, etc.

    En cuanto a que el Carlismo es evolución, estoy de acuerdo, porque la Tradición es evolución, tesis de mi libro de hace unos quince años «Tradición y Monarquía», que fue juzgado por Melchor Ferrer y Elías de Tejada, dos grandes especialistas, como arquetipo de la doctrina carlista actualizada, aunque no hubiera debido escribir esto en público.

    Última cuestión: Le respeto a usted mucho, y lo demostré el verano pasado, cuando usted escribió «Codón tiene la palabra». ¿Pero no le parece prerrogativa de pontífice máximo el distribuir patentes de Carlismo? Yo oso hacer otro tanto. Tengo el carnet desde 1932. Y no creo que haya incurrido en una modesta «ilegitimidad de ejercicio».

    Por eso me atrevo a enviarle, como correligionario, un cordial y afectuoso saludo, no sin antes reproducirle el juicio que sobre don Javier dio Edmond Michelet, ministro de Justicia de Francia, después de ver su heroico comportamiento en la guerra de España y frente al paganismo nazi:

    «Paul Bourget escribió, hablando del Rey Alberto de Bélgica, que se hacía uno más honrado con sólo pensar en él. Todos los que le conocieron en Dachau pueden decir otro tanto de su camarada Su Alteza Real el Príncipe Javier de Borbón Parma».





    [1] Nota mía. José María Codón se refiere al noble italiano Giuseppe Borghese, que nada tiene que ver con la dinastía Borbón Parma.

    [2] Nota mía. Mario Deán Guelbenzu.

  15. #15
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    Re: Es muy difícil declarar incurso en ilegitimidad a un Rey o Papa reinantes

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    Fuente: ¿Qué Pasa?, 31 de Julio de 1971, página 3.



    CARTA ABIERTA A ZURITA DE CEBRIÁN

    Lo que no puede hacer “El Pensamiento Navarro”


    Señor don A. Zurita de Cebrián.

    Muy señor mío:

    Dice usted en su artículo «Lo que los carlistas esperan de “El Pensamiento Navarro”» que este diario está obligado a «marginar totalmente a los Borbón-Parma», y por el contexto se deduce que con ello quiere decir negar a don Javier y a su hijo don Carlos Hugo la condición de Rey y Príncipe heredero.

    Aduce usted para ello una serie de razones de indiscutible autenticidad, basadas en la conducta y declaraciones de dichos señores. Pero no explica –ni yo alcanzo a comprenderlo– cómo puede hacerse esto sin faltar a la ortodoxia carlista, uno de cuyos artículos –el que define al carlismo como tal a diferencia del tradicionalismo– es la lealtad dinástica.

    Su actitud, señor Zurita, es semejante a la de los católicos que pretenden deponer a Pablo VI, acusándole de herejía. Teóricamente parece claro que el Papa o el Rey que abjuran del dogma católico o de los principios básicos de la monarquía deben ser depuestos o, mejor dicho, lo están automáticamente, ya que su actitud equivale a una abdicación. Pero cuando se llega al terreno de la práctica –en el que usted quiere colocarse– es preciso definir quién tiene autoridad para llevar a cabo la deposición o declararla como hecho consumado.

    No sé si tal definición existe en el derecho canónico. En la doctrina carlista, no, desde luego. La doctrina de la ilegitimidad de ejercicio, aparte de ser muy dudosa, es aún más vaga en su forma de aplicación. ¿Qué tribunal juzga y con arreglo a qué procedimiento? Porque para constituirse en tribunal no basta con poseer conocimientos legales o filosóficos o teológicos. Es preciso además tener competencia.

    Estas cosas, señor Zurita, no son materia de opinión personal ni aun de dictamen técnico. Se obedece al Papa o se sirve al Rey no porque se esté de acuerdo con su política, sino porque son el Rey o el Papa y mientras lo son.

    Cuando el Rey o el Papa mandan algo evidentemente contrario a la Ley de Dios no es obligatorio obedecerles, sino dejar de hacerlo; pero no por ello es lícito negarles su autoridad ni la obediencia en aquellas ocasiones en que sus mandatos sean compatibles con la conciencia.

    Muchas veces, a lo largo de la historia, se ha dado el caso de que súbditos fieles y gobernados por un mal Rey se han visto obligados a «acatar sus leyes, pero no cumplirlas». Esto es lo que sucede ahora en el carlismo, aunque reconozco que en proporciones más graves que nunca.

    Es ilógica y no resiste a la crítica la posición de algunos piadosos católicos que se obstinan en hacer de Pablo VI un mártir, víctima inocente de ocultos poderes que le impiden ejercer su autoridad; es igualmente errónea la de los carlistas leales que retuercen los conceptos o desfiguran los hechos para poder seguir pensando que las proclamas y el comportamiento de D. Carlos Hugo de Borbón-Parma son compatibles con el ideario carlista.

    Pero conservar esa fidelidad que usted califica despectivamente de «abstracta» es, hoy por hoy, la única actitud compatible a un tiempo con la ortodoxia y con la lógica.

    No todos los reyes carlistas han sido buenos. En realidad, ninguno de ellos ha sido plenamente digno de su heroico pueblo. Ciertamente, no pretendo comparar debilidades disculpables con aberraciones como las de D. Carlos Hugo. Pero recordemos que existió un D. Juan, rey carlista que reconoció a Isabel II en pleno periodo de corrupción liberal. Y que de él nació y fue sucesor un D. Carlos VII, que fue indiscutiblemente el mejor rey que ha tenido el carlismo. Los años pasan, las generaciones se suceden, las abdicaciones sí que son una posibilidad legal y plenamente ortodoxa…

    Entre tanto, cuando una situación no tiene solución humana legítima, lo único que puede hacerse es esperar, por duro que ello sea. Pedirle a Dios que levante el terrible castigo que ha caído sobre los carlistas y sobre los católicos y que nos envíe una solución que sólo de su providencia podemos esperar. Y, por supuesto, mantener incólumes los principios contra viento y marea. Contra el viento de las altas claudicaciones y contra la marea del materialismo ambiente.

    Esto es lo que están haciendo ¿QUÉ PASA? y «El Pensamiento Navarro», con pocas, muy pocas publicaciones más, ninguna de las cuales puede compararse con ellas en solera ni en resonancia.

    Usted y yo, señor Zurita, como personas privadas, y ¿QUÉ PASA?, como revista independiente, tenemos, para discutir los asuntos privados del carlismo, una libertad que no tiene «El Pensamiento Navarro», órgano, a pesar de las anómalas circunstancias, de la Comunión.

    ¿Se da usted cuenta de lo difícil, lo cuesta arriba que resulta mantener esa fidelidad –por muy «abstracta» que sea– a unos príncipes que no tienen reparo en desautorizar públicamente a súbditos leales que llevan tras de sí toda una larga vida de servicios ejemplares y de abnegación sin tacha?

    «El Pensamiento Navarro» no difunde los dislates socialistoides de D. Carlos Hugo, sino que los combate eficazmente. Tanto más eficazmente cuanto que resiste la tentación de arrogarse facultades que no tiene, «descartando» a la dinastía.


    C. G. DE GAMBRA

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