DOCUMENTO 11
Fuente: Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español, 1939 – 1966, Manuel de Santa Cruz, Tomo 8, 1946, páginas 30 – 33.
Declaraciones hechas por el Conde de Rodezno a la United Press
– ¿Está usted satisfecho de su viaje a Estoril? ¿Qué impresión le ha producido el Príncipe pretendiente?
– Sí; muy satisfecho. Este primer contacto personal con el Rey, me ha permitido advertir en él, además de sus singulares dotes de dignidad, inteligencia y bondad, el acusado sentido de responsabilidad exigido por la trascendental misión histórica que le incumbe. El bien de España es su obsesionante preocupación.
– ¿Se ha sentido usted intérprete ante don Juan, de las doctrinas y aspiraciones de la Comunión Tradicionalista?
– Naturalmente, me he presentado al Rey con mi significación política de siempre, a cuyas doctrinas he rendido, una vez más, mi adhesión más firme.
– ¿Cómo ve usted la solución definitiva del problema político de España?
– La lección de los hechos nos da una fácil respuesta a esta pregunta.
La Historia no ha inventado más que dos formas de Gobierno permanentes para regir a los pueblos: Monarquía y República.
De República, y lo he dicho antes de ahora, se han hecho en España los suficientes ensayos, en épocas distintas y con hombres de éticas bien diferentes, para demostrar que no tiene aplicación posible. La República en España no podrá ser nunca más que la fórmula política de la anarquía.
La Monarquía legítima y tradicional, exenta de compromisos anteriores, en cuanto que no sea con los principios fundamentales que debe proclamar, ausente de todo partidismo y alejada de las contiendas y pasiones derivadas de la pasada y cruentísima conflagración mundial, es la única solución salvadora para España, y garantizadora de su continuidad. Podemos tener por seguro que su instauración será acogida y aceptada por todos como Régimen de derecho.
– De sus conversaciones con Don Juan, ¿ha podido usted deducir las líneas fundamentales de la Monarquía que aspira a implantar en España?
– Pretendo que es propósito de S. M. instaurar, bajo su égida y con el común consenso de su pueblo, un verdadero Estado de derecho, constituido sobre los siguientes fundamentos esenciales:
La Religión Católica, profesada por la inmensa mayoría de los españoles, formativa de nuestra nacionalidad en la unidad suprema de la creencia, sin que por ello, a virtud de razones de otra índole, nadie sea molestado por sus creencias, ni constituyan éstas motivos de disminución en los derechos de la persona; la unidad sagrada de la Patria, sin perjuicio de las legítimas diversidades regionales; y la Monarquía representativa, símbolo de la continuidad histórica y expresión de la verdadera contextura orgánica de nuestra nación.
Sobre estos postulados básicos e inconmovibles, merecerán amplio reconocimiento y garantía eficaz: los derechos y libertades de la persona humana; la autarquía legítimamente limitada de las Entidades infrasoberanas integrantes de la Nación; la concepción orgánica de la sociedad española; y la protección y estímulo al trabajo, impulsando una más justa distribución de los bienes y dando a lo social toda la inmensa importancia que hoy tiene.
Y, por último, para el debido ejercicio de los atributos del Poder, se constituirán: unas Cortes, copartícipes en la soberanía legislativa, tan representativas como lo ha de ser la propia Institución Monárquica; una función ejecutiva eficiente, justa y ponderada, no sojuzgada por ninguna Asamblea deliberante; y una administración de justicia independiente y digna, cuyos ejercitantes sean efectivamente inamovibles. Un sistema de Consejos, de gran abolengo en nuestra historia política, completará el conjunto de los órganos de las funciones del Poder.
– ¿Qué repercusiones estima usted que han de tener en España la reciente nota franco-anglo-norteamericana, y la determinación francesa de cerrar su frontera de los Pirineos?
– Es de esperar que estas naciones –y así lo van acusando las principales y menos apasionadas– aprecien que en el orden internacional ningún motivo fundado ha dado España para no merecer obtener la debida reciprocidad en su deseo de vivir en paz y armónica colaboración con el resto del mundo.
España ha pasado recientemente por una horrorosa y devastadora guerra civil, y aun los elementos de extrema izquierda no desean renovar la carnicería que asoló a los hogares españoles.
Todo el que en el porvenir gobierne en España, se encontrará con el espectro de la pasada guerra. Bien estarán las magnánimas generosidades, pero no conducirán más que a incidir en nuevas catástrofes los conceptos que pretendieron borrar el recuerdo de lo que está grabado para mucho tiempo en el corazón y la carne de España.
Esto debe ser comprendido en el extranjero para evitar desviaciones graves e injustas en el enjuiciamiento de los problemas internos de España, aparte de que éstos sólo incumben a los españoles.
– ¿Cree usted que se producirá en España la instauración monárquica por la que usted propugna?
– Indudablemente, y, para bien de España, así lo espero.
Lo que no es posible, es volver, como antes digo, a reincidir en las causas origen de todos nuestros males. La República, en España, es sinónimo de caos y desenfreno. Los hombres que desde fuera la propugnan merecen repulsa de todo el país, incluso de los que algún día confiaron en ellos abusando éstos del crédito que les concedieron.
España no tolerará ser desgobernada por esos hombres, ni por sus desconceptuadas formas políticas.
La solución monárquica, legítima, tradicional y representativa, dará al pueblo español el cauce jurídico adecuado para desenvolver sus actividades en paz y mutuo respeto, labrando su prosperidad y contribuyendo con su aportación a la política de sincera cooperación entre las naciones.
El joven y victorioso pueblo norteamericano, tan celoso de sus derechos y libertades, sabrá interpretar estos nobles anhelos de la Nación española.
Abril de 1946.
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