“LOS CATÓLICOS VASCOS”, SOFISMA DE MARITAIN
No existía en el fondo ningún enigma; pero si lo hubiese, lo reservaríamos como dijimos antes a los naturales del País Vasco, suficientemente cultos y patriotas para poner las cosas en su punto.
La expresión ponderativa “los católicos vascos” como contrapuesta a “España Nacional”, según insistentemente se repetía, no pasaba de pobre y frágil sofisma. Era hacer sinónimos y enfrentarlos la parte y el todo. Era como si se diesen por cosas equivalentes “los católicos de Francia” y el “grupo Maritain”.
“Los católicos vascos” unidos a los bolcheviques, constituían en conjunto una porción exigua de los católicos componentes de la nación española.
Con todo el estrépito promovido para enaltecerlos como vascos, eran solo una fracción, no la mejor indiscutiblemente en calidad ni en cantidad, de todos los vascos existentes en nuestro país.
En la agrupación política formada por esos “católicos vascos” había un ala reclutada y reconocida sin ideal religioso o completamente arreligiosa.
La inclusión de esa ala en el partido nacionalista era lógica, porque siendo el partido representación de la comunidad vasca no se podía excluir de ésta a ningún vasco aunque fuese comunista o ateo.
1º- Los vascos de Navarra
Vascos eran los navarros, que acudieron como un solo hombre con entusiasmo y decisión inolvidables, con la fe y la abnegación más sublimes al llamamiento de la Patria común.
En una región esencialmente agrícola y ganadera y en plena recolección dejaron los ganados y las cosechas esparcidas por los campos al cuidado de las mujeres para presentarse los varones de la familia, todos, desde el viejo patriarca hasta los nietos, solicitando armas y puesto donde pelear y morir.
¿Qué impulso les transformaba y les impelía? No el ansia de honores ni de riquezas soñadas en el rebato de la convulsión. Todo eso sabían ellos alcanzarlo pacíficamente con su infatigable y acrisolada honradez. Empezaban por abandonar y desprenderse de cuanto poseían.
No buscaban siquiera como en otras edades, movidos del remordimiento religioso, una indulgencia plenaria para sus pecados. No eran rústicos sin letras; integraban uno de los núcleos donde hay en España menos analfabetos.
Se descolgaban de sus montañas, salían de sus villas y ciudades en bloque compacto, como la ola de un pueblo unánime, que avanza impetuosa a realizar algo grande e ineludible.
Grande y urgente era la empresa que les convocaba y les encendía: someter sus personas a los sacrificios y a la muerte para salvar a la Patria y defender los derechos de la civilización cristiana en trance de perecer.
Tuvieron dignísimos émulos e imitadores en todos los ámbitos del patrio solar; pero eso eran los vascos, los vascos auténticos no infatuados en toda su noble y magnífica genuinidad.
Ni en la misma cruzada predicada por San Bernardo es fácil descubrir a través de las Crónicas un espíritu religioso tan sincero y una magnanimidad tan espontánea y emocionante.
Mientras España sea España estimará como uno de sus timbres más claros ser madre de tales hijos. ¡Por algo los amaba ella siempre en su instinto de madre con afecto tan entrañable y tan hondo!
Echar sobre todos los vascos la nota infamante de separatistas y aliados de los rojos, por no hacer una distinción terminante como no la hacía el grupo intelectual francés, era una injusta e injuriosa inexactitud.
“Los católicos vascos”, unidos en monstruoso contubernio con los rojos, y celebrados del grupo Maritain por esa absurda aberración, eran sólo los del Partido Nacionalista Vasco, quien no reconocía por Patria a España, sino a Euzkadi.
2º. Euzkadi, inexistente en la Historia
No ha existido nunca en la historia Euzkadi como nación y menos como Estado autónomo e independiente.
No hay en el mundo una cultura, unas empresas, unos monumentos, una civilización de Euzkadi.
Si existieron, hecho que sin pruebas no se puede imponer, el tiempo se los tragó; y los deglutió con tal voracidad, que desde tres o cuatro mil años antes de Jesucristo hasta nuestros días nadie cita ni recuerda vestigio de ninguna de esas cosas. Ya es notable, que de las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotamia tengamos noticias, y aun de los mismos trogloditas del Paleolítico, y no sepamos nada de las grandezas de Euzkadi. Se dirá que de Euzkadi, como tal, no se puede saber nada por ser nombre moderno, y que los encomios y aspiraciones se refieren al contenido significado por el término.
Conformes, desde luego; Euzkadi se elaboró al borde de la ría bilbaína no hace mucho tiempo en horas de ignorante y rencoroso divagar; porque amamos sinceramente al país, queremos que la responsabilidad de ese rencor y de esa ignorancia recaiga sobre sus autores y no sobre todo él, que no merece ese borrón. Hablamos del contenido aprisionado en el vocablo como se manifestaría en el espacio y en el tiempo; y sobre ese contenido la historia antigua y la ciencia moderna no dicen absolutamente nada de donde pueda deducirse la grandeza nacional pretérita de Euzkadi como Estado independiente o como potencia y fuerza expansiva o cultural.
Las glorias de Euzkadi, es decir, de los vascos conocidos en los tiempos históricos, no son ficciones quiméricas y arbitrarias de aldeanos envidiosos medio leídos; son hazañas legítimas y verdaderas consumadas como miembro de la gran Patria española, cuando ésta, sacándola de los horizontes del caserío y del pobre ambiente tribal, la impulsó a empresas universales unida a los otros hermanos de la gran familia, ilustrados ya miles de años antes con los timbres culturales bélicos y religiosos más esclarecidos.
No se deslustraba Euzkadi, no se interrumpían sus providenciales y misteriosos destinos porque incorporasen la vida rústica de sus montes al claro raudal de aquellos que habían producido un Trajano, un Séneca, un Osio, un San Gregorio Bético, un Teodosio, un Prudencio, un San Leandro y un San Isidoro, con todo un mundo triunfal de mártires, de vírgenes y de confesores orgullo de la Iglesia, de la Civilización occidental y de España. La ignorancia es muy atrevida, y al leer a ciertos euzkadianos desvanecidos acude a los labios un remedo de la súplica evangélica: ¡Perdónalos, Dios mío, porque no saben lo que dicen!
En esa hipotética y gratuitamente forjada Euzkadi, en la actual y combatiente de nuestros días, no contaban los nacionalistas vascos con mayoría absoluta.
Ya hemos citado a los navarros. Vascos eran también los alaveses, militantes en su integridad con la España de los nacionales. Vascos, muchos guipuzcoanos y vizcaínos, que pudieron saltar el cerco donde se les retenía para correr a batirse heroicamente en las filas del Ejército Libertador...
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