Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 16 de 16
Honores1Víctor
  • 1 Mensaje de ALACRAN

Tema: El exceso de localismo como constante morbosa en la Historia de España

Ver modo hilado

  1. #16
    Avatar de ALACRAN
    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
    Fecha de ingreso
    11 nov, 06
    Mensajes
    5,354
    Post Thanks / Like

    Re: El exceso de localismo como constante morbosa en la Historia de España

    Buen texto, pese a que discrepemos del articulista en relación con su aprecio por Simón Bolivar



    Revista FUERZA NUEVA, nº 154, 20-Dic-1969

    LA DISPERSIÓN DE LOS PUEBLOS IBÉRICOS

    Con toda seguridad, una de las horas más tristes del iberismo fue aquella en la que Simón Bolívar, investido con poderes dictatoriales, abandonó el Perú sin haber cristalizado su magno proyecto de una Confederación hispanoamericana.

    Existen más diferencias entre un bracero negro de Luisiana y un patricio de Massachusetts que entre un indio de Antioquía y un potentado de Veracruz. Sin embargo, los Estados Unidos polarizan una gloriosa unidad nacional que no pudo cimentarse entre los pueblos de estirpe Ibérica. ¿Por qué el sueño de Bolívar no fue tan afortunado como el de Washington?

    Pasarán los siglos. La sangre volverá a la sangre, y el pensamiento nacerá en el pensamiento de sí mismo, y es cuando nos daremos cuenta de la tremenda talla histórica de Simón Bolívar, héroe de la Hispanidad. Y digo de la Hispanidad, por cuanto la unión y la unción hispanoamericana es el acontecimiento más decisivo e importante de todos los agradecidos en los anales de los pueblos ibéricos. España ha de tomar conciencia de las veinte Españas de América, pero ¡hubiera sido tan aleccionador para la propia España hallar en nuestra América una sola, unida y poderosa Confederación hispanoamericana!

    Misión del verdadero español es soñar con esa Confederación. Y apoyar el espíritu de Simón Bolívar, ayudar su magno plano de unos Estados Unidos Hispanoamericanos.

    Bolívar ha sido el campeón del iberismo. Por encima de la contingencia política ha de imponerse ese inexorable presentimiento de destino histórico que alienta en los grandes precursores de las confederaciones de pueblos y de mundos. Lo que une al hombre beneficia a la Humanidad; lo que disgrega al hombre destruye a la humanidad. De ahí que el sentido cristiano de la vida sea ecuménico, y de ahí que los buenos españoles posean ese sentido ecuménico que intenta armonizar a todos los pueblos ibéricos. Un buen español ha de tener muy presente su responsabilidad americana, un buen español de tender a la Hispanidad.

    Por todo ello, repudio con todas las fuerzas de mi ser a esos separatismos minimizantes y suicidas que, en realidad, son los antípodas espirituales de esos sueños hispánicos de grandeza y de unión entre nuestros pueblos.

    Los españoles de preclara sensibilidad, desde Maeztu hasta Piñar, se han percatado de que no se puede concebir un españolismo carente de proyección hispánica.

    España ha de proyectarse hacia América para robustecer su propia unidad. Misión de los españoles es vigorizar y densificar ese sentimiento de unidad nacional que sólo puede adquirir su cabal dimensión en la empresa americana.

    Cuando España pierde su concepto de América, se diluye en pesimistas claudicaciones que “nadifican el sentimiento nacional.

    La generación del 98 nace en la pérdida del concepto de América. De una manera impensada, todos los hombres de la nueva fuerza, de FUERZA NUEVA, han tomado conciencia de que hay que revitalizar el concepto de América en la mente nacional, para superar el claudicante pesimismo de la generación del 98.

    Está alboreando una nueva generación intelectual que se percata de que la vivencia española de la empresa americana es la fuerza más positiva para robustecer la unidad y grandeza nacionales. Así como una buena familia no puede tener hijos ni hermanos abandonados en el mundo, un pueblo consciente de su destino no puede tener estirpes desarraigadas o distantes.

    Si los españoles tomamos conciencia de esa envolvente concepto de América, nos daremos cuenta de que lo más absurdo. frente a ese grandioso destino de hermandad de nuestros mundos, es la “minificacióntaifista de los separatismos suicidas que no lograrán arrastrarnos ni a la nada nacional, ni a la negación de la Hispanidad, que sería consumada cuando se descuartizara España.

    Todo separatismo atenta tanto contra España como contra la Hispanidad, por cuanto una España unida tiende a la Hispanidad, y una España estrangulada asfixiaría también la garganta de América.

    Desgarra el sentimiento esa dilacerante dispersión de los pueblos ibéricos. El doctor Marañón, con su formidable genio intuitivo reparó en que los españoles, cuando se hallan en país extranjero, se agrupan en circulitos separados, para formar cada grupo su centro regional, y no un Centro de España donde concurran todos.

    Estimo es misión urgentísima del Gobierno destinar parte del presupuesto nacional a la creación de esos centros españoles en todos los países hermanos de Hispanoamérica. Y agradezco a la revista me preste la oportunidad de lanzar esta sugerencia.

    No olvidemos, al observar la anacrónica virulencia del morbo separatista, que no se puede ceder una pieza ante el cáncer de la disolución nacional. Todos hemos de ser soldados de la Patria, soldados de la eterna España, para salir al paso de los separatismos suicidas.

    El centralismo no es perfecto, como limitadas son todas las otras obras humanas. Pero España debe al poder central hasta su propia supervivencia. Y sólo eso archijustifica ya la existencia de un centralismo.

    Cuando el desdichado nombramiento -apoyado por las tropas francesas- de Luis XIII, conde de Barcelona, apunta Aragón a la minimización prefernandina, nombrando monarca independiente al lamentable duque de Híjar. Y Andalucía aplaude por rey legítimo al estólido Medina Sidonia. Si el poder central no estrangula a tiempo estas suicidas intentonas, hoy en lugar de hablar de la gloriosa España hablaríamos del afiligranado encaje de un millar de dux venecianos ubicados en los cansados solares de la vieja Iberia.

    Por consiguiente, a mi modo de ver, es muy importante que España esté presta intervenir con diligencia para desbaratar esos contagiosos cánceres. Y, al hablar de España, me refiero a todos los españoles que tienen la obligación moral de oponerse al separatismo desde sus diversas plataformas políticas, pues el separatismo se aliará a todas las expresiones políticas de la subversión, si bien la única subversión que busca el separatismo es el asesinato de la Patria.

    Si España es eminentemente regionalista, muy buena medida será proteger ese sentido regionalista para poder intervenir con todo rigor cuando apunte el más leve vestigio de separatismo. Es tan lógico como legítimo el regionalismo que, con toda seguridad, existía ya antes de que España formase un Estado. Pero si España, que es la suma gloriosa y fraterna de todos los pueblos ibéricos, repara en tendencias disgregantes, habrá de intervenir con tanta prisa como energía, ya que la unión de los hombres responde tanto a un sentido de solidaridad humana como a un espíritu cristiano de comunión de destino. Lo que une proporciona grandeza a España; lo que desune, acarrea daño y perjuicio a España.

    Desgarra nuestra más íntima transparencia emocional esa dilacerante dispersión de los pueblos ibéricos. Quedan apuntadas con entera sinceridad las causas. Dimos todo lo que pudimos dar: lo bueno, pero también lo malo, pues así está hecha la condición humana.

    Que nos den, ahora, los pueblos hispánicos de nuestra estirpe ese concepto de América, esa grandiosidad de destino, en la que se ha de engrandecer la semilla más ubérrima de nuestra unidad nacional. La gran familia española ha de propender a la gran familia hispánica. De tal manera, que no sólo hemos de unirnos en el solar patrio, sino que también hemos de unirnos en esa comunidad de fe, sangre y lengua que lleva un sentido español de Jerusalén y Roma a una novísima forma de vivencia continental. Cuanto más se cierren las frustraciones separatistas, más se abrirá la esperanza americana. Tal es la ecuación de nuestra historia. Cuanto más aliente este grandioso espíritu de unidad de destino entre los pueblos ibéricos, más marginados quedarán los suicidas intentos taifistas de minimizar y dividir la sangre y el pensamiento de nuestros pueblos.

    Nos duele la dilacerante dispersión de los pueblos ibéricos. Pero tomamos conciencia del dolor para poner remedio y abrir la esperanza. Y si, ayer, Bolívar fue enemigo de una contingencia política española, hoy en la proyección de tiempo y espacio -con esa terrible hambre de Eternidad, que es el hombre- pedimos al buen espíritu del hermano hispánico Simón, que infunda en el sentimiento de los españoles ese concepto de América que vigoriza tanto nuestra unidad nacional como nuestra unidad de destino.

    Bolívar, sangre de nuestra sangre y pensamiento de nuestro pensamiento, fue un campeón del iberismo. Y nada mejor que ese anhelo de la grandiosidad Ibérica para luchar contra la pequeñez anacrónica de los separatismos, que no tienen conciencia de la ecuménica familia hispánica, y que, con tendencias tribales y culturas de laboratorio, se oponen a las realidades humanísticas de unas “ínclitas razas ubérrimas” que necesariamente convergen en lo finito con ansias de infinitud, pues la sangre y el pensamiento se encuentran inexorablemente, como se encuentran madres, hijos y hermanos.

    Ricardo HORCAJADA



    Última edición por ALACRAN; Hace 1 semana a las 12:53
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. Una constante hispánica: el juntismo
    Por Carolus V en el foro Historia y Antropología
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 28/12/2016, 15:48
  2. Constante lucha de la verdadera España contra el liberalismo
    Por Hyeronimus en el foro Política y Sociedad
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 17/10/2016, 18:02
  3. Sobre el exceso de tecnología.
    Por GuillermoHispano en el foro Política y Sociedad
    Respuestas: 11
    Último mensaje: 14/07/2012, 07:59
  4. Respuestas: 7
    Último mensaje: 02/02/2011, 23:51
  5. Cierran una mezquita en Lérida por exceso de aforo
    Por Lo ferrer en el foro Noticias y Actualidad
    Respuestas: 3
    Último mensaje: 30/07/2010, 13:58

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •