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Tema: El Cardenal Segura y la defensa de la unidad católica española (1952)

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    Re: El Cardenal Segura y la defensa de la unidad católica española (1952)

    Fuente: Arriba, 12 de Marzo de 1952, página 5.


    EDITORIAL


    SOBRE UNA PASTORAL


    El eminentísimo señor cardenal arzobispo de Sevilla ha publicado una Pastoral –cuyo esencial extracto recogemos hoy en esta misma página– sobre las actividades protestantes en España, la cual Pastoral, por el eco que sin duda ha de obtener dentro y fuera de nuestra Nación, no podemos dejar sin comentario. Aplaudiríamos con todo nuestro entusiasmo de católicos la doctrina que en ella se expone, para nosotros impecable, si no apreciáramos un evidente error en el desarrollo de sus premisas que puede conducir a la interpretación de que haya existido lenidad en el cumplimiento de sus deberes católicos por parte de las autoridades españolas.

    Un hecho, a este propósito, hemos de recordar: que precisamente cuando el ex embajador americano en España, queriendo defender el mal efecto de las palabras de su Presidente, las achacó a la intolerancia española con los protestantes, según unas versiones, y a la intolerable demora del Gobierno español en llevar a cabo sus promesas de libertad religiosa, según otras, fue nuestro Gobierno quien, por medio del portavoz oficioso del Ministerio de Asuntos Exteriores, colocó las cosas en su lugar, aclarando que nadie había prometido otra cosa que aquello que estrictamente se establece en el Fuero de los Españoles, cuya redacción se hizo en un todo de acuerdo con la Santa Sede.

    El hecho de que dentro de esa legalidad los reducidos elementos protestantes que en nuestra Nación habitan puedan prestar hoy a las atenciones de su fe más actividades que antaño y que, en algún caso, hayan pretendido extralimitarse, no quiere decir que las autoridades sean tolerantes con lo que no deben, y muestras elocuentes de ello son, precisamente, esas quejas constantes que en el exterior se recogen por la aplicación exacta de las leyes sobre la materia, que ya hemos visto, entre paréntesis, cómo hicieron perder su obligada ecuanimidad al Presidente norteamericano.

    La circunstancia, por otra parte, de que en algún trabajo privado, en el cual se recogen informaciones “informales” dedicadas a dar a nuestros amigos del exterior argumentos para la defensa, hayan podido figurar referencias a intentos de proselitismo en algunas comarcas, en las que se encarecía la tolerancia hacia cultos de que las otras confesiones disfrutan, creemos sinceramente que no autoriza suficiente fundamento para deducir que quienes viven en España acepten que “rotos los diques de la tolerancia se avance en campo abierto hacia la libertad religiosa”. Dudamos que pueda nadie señalarnos alguna nación del orbe cuyo régimen se haya cuidado más del servicio de la fe católica que el Régimen español.

    Salvado este lapsus que, por cuanto se refiere a la política del Gobierno de la Nación, el cardenal de Sevilla ha padecido, estamos en un todo de acuerdo con su eminencia y todavía vamos más lejos en la apreciación de la necesidad de vivir vigilantes, pues una experiencia dolorosa nos ha convencido, hace muchos años, de aquellos luminosos juicios de Balmes que tan oportunamente el cardenal en su Pastoral evoca. A nuestro deber de católicos se une en este caso el que la Patria nos impone. Para nosotros constituye una realidad incontrovertible la de que el protestantismo en nuestro país ha vivido estrechamente unido a la masonería y que fue fomentado precisamente allí donde ella, ejecutora de consignas extranjeras, ha querido provocar la disidencia y la traición; más aún, en estos años hemos visto cómo la presidencia de las logias y las rectorías de las iglesias protestantes han coincidido en una misma persona.

    Esto explica ese interés artificioso que en el extranjero se pone en la expansión del protestantismo en nuestra Patria. No podría explicarse de otra forma el absurdo de que, existiendo en otros países tantos millones de ateos, pretendan las religiones disidentes hacer proselitismo precisamente entre los pueblos católicos y no entre sus connacionales carentes de religión.

    Por todo ello, siempre nos parecerá poca la atención que las autoridades dediquen para que la práctica privada del culto disidente se sujete de manera estricta a lo que la ley autoriza y Roma con su suprema sabiduría aprueba, cortando todo intento de proselitismo, vigilando para que no resurjan a su amparo las logias masónicas, y sin perder de vista también los lugares de donde llegan los recursos para su sostenimiento, con el fin de evitar que, al socaire del natural respeto a la práctica privada de su culto, se atente contra la unidad católica de nuestra Nación.
    Última edición por Martin Ant; 29/04/2018 a las 19:27
    Kontrapoder y Trifón dieron el Víctor.

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