Cita Iniciado por Emmanuel I El Sabio Ver mensaje
No, no lo estoy, pero tampoco Tomas de Aquino, ni muchos de los grandes, y no por ello su opinión vale menos.
El problema es que el matrimonio no es una cuestión de opiniones, sino de experiencia vital , incluso la observación de la vida en pareja de los padres es insuficiente. La experiencia vital suele durar muchos años comenzando en la juventud y acabando en la vejez, con todo lo que tal deterioro conlleva, eso cuando no se trunca bruscamente provocando una enorme hecatombe moral en el cónyuge que sobrevive. Y Santo Tomás, como otros "grandes", (supongo que usted no se incluirá entre ellos) careció de cierto elemento, no así San Agustín, cuya juventud licenciosa, pecaminosa y desenfrenada, pudo darle una cierta perspectiva. No obstante, esos ambientes que frecuentó con asiduidad, tampoco fueron el matrimonio y hay que suponer con bastante lógica todo lo que se diría de él en su época. Pero quien determina el cómo y el cuándo del comportamiento individual es la conciencia otorgada por Dios y a la cual acude cuando se le rinden cuentas. Por tanto, en la intimidad matrimonial nadie puede interferir ya que se trata de una unión libremente contraída (si no no hay matrimonio), entre dos personas de distinto sexo ante Dios. Repito nadie, se podrá opinar, nada más, aunque también vuelvo a repetir que el matrimonio no es cuestión de opinión alguna sino de experiencia vital.




Ese mes de abstinencia no lo he descrito para nada como doloroso, sino todo lo contrario, como el más placentero de los estados, como se infiere de mis declaraciones tras describir lo malo que es perder la energía contenida. Y no es que ceda a ciertas prácticas, es que la vida de celibato es difícil.
Sin embargo usted asocia placer sexual con dolor, yo también, pero fuera del matrimonio, fuera de la relación natural conyugal. Y es que el dolor es la penitencia que impone la conciencia por el pecado cometido. Somatológicamente, salvo que exista alguna disfunción, enfermedad o situación fuera de lo común, la experiencia será placentera, pues para ello existen los órganos pertinentes.

No obstante, le reconozco que el celibato debe ser duro, doloroso por momentos, en ocasiones hasta es posible que muy difícil de sobrellevar, pero en ello si hay un camino a la santidad. En ese sentido yo si admiro a quienes eligen esa vía de renuncia a tantas cosas que la vida nos pone delante. Un médico amigo mío tiene por costumbre aconsejar a esas jovencitas incautas e ignorantes que, dejándose llevar del absurdo, creen -más bien preguntan-, que en la "primera vez" nunca pasa nada, que cuando sientan ardores usen el método del vaso de agua". Al preguntar sobre el mencionado método, él responde "en lugar de, hija, en lugar de..."



No se puede notar esa pérdida de energía si nunca se ha tenido. Requiere, como he dicho un mes incluso menos de abstinencia, para notar la diferencia.
Esa impresión la percibe cualquiera que tenga una relación sexual plena, pero es lo normal pues hay una descarga de calorías y de adrenalina. Pero más debilidad puede provocar una donación de sangre.


¿Está diciendo que una de las misiones (la otra es la procreación) del matrimonio es satisfacer el apetito sexual de los cónyuges? Querrá decir más bien que es transmitirse reciprocamente amor, la segunda misión del matrimonio, pero para ésto no es necesario el acto sexual. Hay mejores maneras de demostrar el amor que con el sexo.
En esencia si. Si bien la relación sexual dentro de la vida conyugal no es la primera de las necesidades, y contando con que dicha clase de amor es de entrega y mutua unión, si. Otra cuestión es que con los años se vaya perdiendo "fuelle" y la pasión sana vaya cediendo paso a un tipo de amor -más bien cariño profundo-, con otras características. Pero no le quepa duda de que la relación íntima dentro de la pareja católica ayuda a mantener vivo e intenso el vínculo matrimonial. El matrimonio no es una experiencia plana y diacrónica, sino que está basado en muchos momentos, unos buenos, otros malos, otros de ánimo y fuerza y otros de bajón moral. Durante la duración del matrimonio hay enamoramientos y desenamoramientos, y tratándose de matrimonio católico no queda otra que recurrir a los recursos que Dios pone en nuestras vidas. Sobre estas cuestiones debería preguntar a los matrimonios que usted conozca, siempre que ellos quieran acceder a responderle, por cuanto la intimidad es esa precisamente: todo se cocina en casa.




Creo precisamente que la instauración del matrimonio por Dios tuvo como misión santificar las relaciones de pareja y santificar la procreación.
Obviamente, por eso la relación conyugal es santa dentro del matrimonio, y así lo afirma el Catecismo de la Iglesia, y si dicha relación no se sale de los límites naturales, no tiene nada de pecaminosa. Pero lo que entendemos por santidad es otra cosa, sino dígame ¿cuántos matrimonios están reconocidos como santos? No afirmo que no haya ninguno, digo qué cuántos están reconocidos como tales.

¿Acaso (por poner un ejemplo) no fue el propósito de las órdenes caballerescas mendicantes santificar a los guerreros?
Bueno, por supuesto que así cumplieron, pero como hombres que eran ya se sabe lo de aquella expresión que decía: "de cintura para arriba, monjes y de cintura para abajo, soldados." Usted mismo afirma sentir ese tipo de necesidad tan humana. Lo cierto es que nuestra naturaleza en este mundo es dual, cuando seamos espíritus se habrá acabado el problema.



pero me parece que siendo católicos como somos no podemos estar con cuidado de no molestar e intentando decir lo políticamente correcto. No debemos contentarnos con hacer apologética solo con los sodomitas y herejes, etc... precisamente con quienes debemos ser más duros es entre nosotros ( y con uno mismo más que con ninguno).
Dios nos libre de la tiranía de lo políticamente correcto. Pero el enemigo no somos nosotros mismos, aunque el "Enemigo" esté siempre al acecho. Y si bien nuestras discusiones puedan ser viriles, no es necesaria la descalificación o, lo que aún es peor, dedicarnos a lanzar anatemas a diestro y siniestro. Antes dije que la Iglesia no es un museo de santos, pero si es un hospital de pecadores. Esto me lo dijo una persona amiga de casa. Y a los heridos no se les trata a patadas ni con condenas. También Cristo nos advirtió acerca de lo que decimos y hacemos, pues puede ser que con nuestras expresiones y conductas estemos alejando de Dios a muchos. Usted ha hecho afirmaciones den el mensaje anterior a la respuesta que me dedica, que son para tomarlas aparte. Otra cuestión es que yo deliberadamente haya preferido ignorarlas, pero me imagino lo que pueden llegar a pensar muchos cuando lean sus palabras. Y se trata de atraer, no de ahuyentar.