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Tema: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/1971

  1. #21
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/

    Fuente: El Pensamiento Navarro, 10 de Marzo de 1971, página 11.



    MURIERON SIN CEDER

    Por Francisco Elías de Tejada


    Murieron sin ceder.

    Los Carlistas conmemoramos hoy, 10 de Marzo, la fiesta sagrada de los Mártires de la Tradición de las Españas; esto es, esperanzas asentadas en memorias. Conmemoramos el ejemplo de los pasados, que es elección de los presentes y certezas de lo venidero. Porque nuestros muertos fueron hacia la Verdad de Dios por los caminos de la vida, y nosotros aspiramos por los caminos de la Vida merecer poseer la Verdad de Dios que ellos poseen.

    Por eso, no nos detenemos en la nostalgia de los visitantes de tumbas veneradas, perdidas por los vericuetos más apartados de la Historia. Ni somos plañideros descorazonados, cobardes que acuden a llorar delante de los idos el no saber o haber sido capaces de emularlos. Ni menos somos tampoco profanadores de tumbas, que buscan medrar entre los demasiado vivos enarbolando el recuerdo de ellos, nuestros muertos, que están demasiado muertos porque sobre sus huesos ha caído el olvido de cuanta hazaña levantaron.


    IDEALES PERENNES

    Los carlistas no somos así de superficiales, de paganos o de aprovechadizos. Los Carlistas no juramos en vano venerarles en la sola manera en que cabe venerarles: procurando que sus muertes no hayan sido en vano, logrando que vivan perennes los ideales por los que ellos supieron morir en pieza de héroes.

    Nuestros muertos no están en el horizonte de las estrellas iluminadas de una noche de verano, ni son pedazos de polvo de un cuerpo que a la tierra vuelve. Nuestros muertos poseen un alma que salvar por encima de la carne perecida; nuestros muertos están más allá de las estrellas, están contemplando la gloria del Señor nuestro Dios.


    * * *


    Porque nuestros muertos murieron sin ceder. Habían plantado, en medio de la Historia, la decisión férvida de pelear católicas verdades, la de ser mártires al par que héroes, la de lidiar contra todos los enemigos de la Fe católica, esto es, del universalismo verdadero en la Verdad, que es el solo ecumenismo del cristiano.

    Fueron los varones de las Españas misioneras y belicosas, los adalides de la catolicidad romana, que, con su sangre, se hizo un poco catolicidad, mantenida por los hispanos, en todos los rincones del planeta.


    DEFENSORES DE LA UNIDAD CATÓLICA

    Por eso hoy, cuando se agrieta la unidad católica de las Españas, unidad católica sin la cual ellos no hubieran concebido a las Españas, hemos de serles leales defendiendo la causa de esa unidad católica por ellos defendida hasta con sangre. Por eso hoy, cuando se olvida la misión, transformada en cómodos ecumenismos, hemos, como ellos, de sentirnos ardientemente misioneros. Por eso hoy, cuando dentro del cuerpo oficial de la Iglesia se discuten tantas cosas verdaderas por las que ellos perecieron, hemos de ser los carlistas fieles al Vicario de Cristo: con tamaña fidelidad que, si preciso fuese, pudiéramos dar en ser más papistas que el mismo Papa.


    * * *


    Porque nuestros muertos murieron sin ceder. Fueron los hombres de la Reconquista, de la Misión, y de la Contrarreforma. Fueron los santos héroes de la intransigencia; los que no dialogaron con herejes; los varones de la palabra hidalga al servicio de la palabra divina del Señor. Los que pelearon con los enemigos de las Españas cuando estaban fuera, y ahora hubieran peleado, en estos tristes tiempos de hoy, con los enemigos de las Españas entrados dentro de nuestra fortaleza.


    LA SANTA INTRANSIGENCIA

    Porque murieron por las causas santas que permiten el lujo de la santa intransigencia. Sin pactos ni diálogos en lo esencial, por más que admitiesen la caridad cristiana en el diálogo en las cuestiones discutibles. Soldados tridentinos de la teología; soldados misioneros de la evangelización; soldados que cumplieron el designio de Dios de salvar la Fe romana en el corazón de Europa; los soldados de Mühlberg y de Lepanto, de Otumba y de Montejurra. Sitios y horas en donde no hubo ocasión para la intriga ni el acomodamiento, en que la Verdad fue puesta en alto a punta de lanzas y de espadas.

    Hoy día, en que ya van asomando por el horizonte los primeros amagos de la gran conjura; donde ya –lo estoy viendo en ocasión menuda que a mí afecta– se juntan alegres los liberales que fueron falangistas, los socialistas domesticados por la plutocracia, los demócratas cristianos de la derecha y de la izquierda, los que se llamaron carlistas para usar nuestro santo nombre en ocasión de medro, los vetustos anticlericales y los rondadores del oportunismo a corto plazo, seamos fieles a nuestros muertos. Y como ellos murieron sin ceder en la esperanza, digamos nuestro juramento de morir sin ceder en contubernios de traiciones a nuestros ideales.


    FIDELIDAD A NUESTROS MUERTOS

    Hoy día, en que todo cambia, todo se tambalea y todo se derrumba. Cuando todos pactan y todos ceden delante del enemigo, invocando motivos de mal menor y de políticas prudencias. Cuando el amigo fraterno falta a la palabra dada; cuando, quien debe todo, escupe la mano que le formó; cuando el honor se humilla delante del dinero; cuando la justicia ha de llegar necesariamente; cuando el aire berengueriano de la Revolución, que es la tormenta, electriza los nervios de las gentes; cuando el enemigo de las Españas ve otra vez la ocasión de aplastar a las Españas, muramos sin ceder, tal como murieron nuestros muertos.

    Y, puesto que permanecieron, nosotros permanezcamos, fieles a lo que Cristo prometió en San Mateo, X, 22, que es palabra que no cambia. Y permanezcamos, porque nuestros muertos nos legaron el ejemplo de que ellos murieron sin ceder.

    En el día de los Mártires de la Tradición de las Españas, juremos los Carlistas que moriremos sin ceder.

  2. #22
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    Re: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/

    Fuente: El Pensamiento Navarro, 10 de Marzo de 1971, página 11.



    ANTE LA FIESTA DE LOS MÁRTIRES

    En defensa de la Tradición



    Tú, soldado de la Tradición, habrás de tener puesto en el Reino de Dios
    (De la Ordenanza del Requeté).





    En estos momentos de confusión y tristeza por los que pasa el Carlismo, no es extraño que el nerviosismo, y hasta el desánimo, cunda en sus filas, aunque, como siempre, acostumbrado a las más duras pruebas, sea momentáneo. Sin embargo, estimo que no es bueno para España que unos leales, siempre cubiertos de cicatrices, se vayan a sus casas, después de una vida ejemplar de insuperable abnegación y patriotismo, a esconder su amargura y desilusión. Y que otros se aparten por caminos antagónicos, olvidando toda esperanza. Aunque estos últimos sean los menos.


    BAJO EL MALÉFICO SIGNO DEL APERTURISMO

    Como obra humana, todo es posible cuando un mundo en contradicción, donde los mayores errores prosperan; dominado por las más absurdas y nocivas veleidades y perecederas modas, que invade toda la vida social, incluida la política; con una fe y moral titubeante bajo el signo del llamado aperturismo y la evolución, sólo piensa, a pretexto de combatir el inmovilismo, a olvidar las lecciones del pasado, como fuentes de experiencia para un mundo mejor. Por algo el hombre es el animal del que se dice que es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Y, en nombre de un supuesto progresismo, más o menos liberal, parece no darse cuenta de que, en realidad, lo que pretende –nada hay nuevo en la política– es volver a retroceder a épocas ya superadas, en vez de avanzar. Y es que para muchos se considera más fácil vivir alegremente el oportunismo del momento, sin mirar al futuro, en vez de construir sólidamente sobre la roca inconmovible de las mejores virtudes y tradiciones patrias, en un progreso firme, austero y eficaz, que lleve la paz y la justicia social a todos los hogares, especialmente de los más necesitados y, como siempre, los más sufridos y con mejores cualidades humanas.

    Por eso, me vais a permitir, amigos lectores, que, sin más títulos que uno de tantos ex combatientes requetés –ahora tan ignorados–, que, en la festividad de nuestros Mártires de la Tradición, os recuerde a todo el que se precie de buen carlista, que no debe olvidar a nuestros compañeros, que, tanto en la Cruzada, como en las guerras que le precedieron, dieron su vida por una España mejor, en donde se hiciera auténtica verdad los principios de Cristo.


    LOS QUE TIENEN PRISA POR OLVIDAR

    Y es que, para los que desean enterrar el pasado, es fácil olvidar. Pero no para los carlistas de corazón, especialmente los que, por voluntad divina, les hemos sobrevivido y consideramos un deber honrar su memoria, aunque sólo sea por medio de funerales y misas rezadas en sufragio de su alma, y demás actos organizados en su memoria, ya por los ex combatientes del Requeté, Comunión Tradicionalista, Círculos Mella, Margaritas, o, cuando no, agrupados espontáneamente, por muy reducido que sea el grupo de buenos carlistas, como nos lo pedía el gran Rey Carlos VII, en su Decreto de 5 de noviembre de 1895, al instituir dicha festividad de los Mártires de la Tradición, reafirmado en su Testamento Político, que continúa siendo el faro luminoso que guía al Carlismo español, y de los que vamos a reproducir, a continuación, los siguientes párrafos:

    “¡Cuántos centenares de valerosos soldados, no menos heroicos, he visto caer junto a mí, segados por las balas, besando mi mano, como si en ella quisieran dejarme, con su último aliento, su último saludo a la Patria! ¡A cuántos he estrechado sobre mi corazón en su agonía! ¡Cuántos rostros marciales de hijos del pueblo, apagándose en la muerte con sublime estoicismo cristiano, llevo indeleblemente grabados en lo más hondo de mi pecho, sin que pueda poner un nombre sobre aquellas varoniles figuras!

    Todos morían al grito de ¡Viva la Religión! ¡Viva España! ¡Viva el Rey!...”.

    “Inmenso es mi agradecimiento a los vivos y a los muertos de nuestra Causa. Para probarlo y perpetuar su memoria instituí la fiesta nacional de nuestros mártires. (…). Congregaos, para estímulo y aliento recíprocos, y, en testimonio de gratitud a los que os precedieron en la senda del honor, el día 10 de Marzo de cada año, aniversario de la muerte de aquel piadoso y ejemplarísimo abuelo mío, que, con no menos razón que los primeros caudillos coronados de la Reconquista, tiene derecho a figurar en el catálogo de los reyes genuinamente españoles”.

    Confío en que EL PENSAMIENTO NAVARRO, baluarte insobornable de los ideales carlistas, recoja estas modestas líneas, que espero continuar en otros artículos, en defensa de la Bandera de la Santa Tradición, como nos pide nuestro bendito himno, y como nos exige la lealtad a nuestros mártires.

    Y que la sin par Navarra, España entera, y especialmente el noble pueblo carlista, honre en su festividad, repetimos, como se merece, el insuperado sacrificio y heroísmo de los gloriosos Mártires de la Tradición.




    CARLOS HARVAS

  3. #23
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    Re: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/

    Fuente: El Pensamiento Navarro, 10 de Marzo de 1971, página 11.



    ¡¡Mártires de la Tradición!!

    Por Antonio de Iciar


    Navarro, ¡carlista!, ¡¡español!!, ¡¡¡católico!!!, a ti me dirijo en estos momentos apocalípticos que te ha tocado vivir, desde las líneas de este querido PENSAMIENTO NAVARRO, para que refresques un poco tu memoria y te acuerdes de una fecha y un título gloriosos: 10 de Marzo, fiesta nacional de LOS MÁRTIRES DE LA TRADICIÓN. Quiero que pienses y medites sobre la trascendencia de lo que esto significa en estos tiempos en los que tratan de lavarte el cerebro desde la prensa y los medios audiovisuales, queriendo planificar tu pensamiento unidireccionalmente hacia la anti-España.

    Fue Carlos VII, el Rey de las queridas Españas, quien tuvo la feliz idea de instituir esta honrosa fiesta en una carta que dirigió al Marqués de Cerralbo. He aquí sus palabras:

    “Propongo que se instituya una fiesta nacional en honor de los mártires que desde el principio del siglo XIX han perecido a la sombra de la bandera de Dios, Patria y Rey en los campos de batalla y en el destierro, en los calabozos y en los hospitales, y designo para celebrarlo el 10 de Marzo de cada año, día en que se conmemora el aniversario de la muerte de mi abuelo Carlos V.

    Nadie mejor que aquel inolvidable antepasado mío personifica la lucha gigantesca sostenida contra la Revolución por la verdadera España durante un siglo”.

    Y en su inolvidable Testamento Político vuelve a referirse a dicha fiesta con estas frases:

    “Inmenso es mi agradecimiento a los vivos y a los muertos de nuestra Causa. Para probarlo y perpetuar su memoria, instituí la fiesta nacional de nuestros mártires. Continuadla religiosamente los que hayáis de sobrevivirme”.


    SON TIEMPOS DE CLAUDICACIÓN Y DESERCIÓN

    Ya lo has oído, mi querido lector: ¡perpetúa!, con todos los medios a tu alcance, la inolvidable memoria de los mártires antepasados tuyos, en estos tiempos en que las claudicaciones y deserciones están a la orden del día. No permitas que traten de hacerte olvidar lo que representa de tu catolicidad y españolismo.

    Pero este recuerdo no debe ser meramente pasivo sino activo y lleno de vitalidad, luchando por la causa que ellos defendieron hasta derramar la última gota de su sangre española.

    Por tus venas corre sangre de mártires, ¡defiende con todo tu ímpetu los ideales por los que ellos murieron!; ¡lucha! por defender nuestra sacrosanta unidad católica española, que nuestros tecnócratas europeizantes, cuya competencia parece sólo extenderse a las “rentas per capita” y planificaciones económicas, intentan destruir. Éstos no han entendido nunca, a pesar de sus muchos títulos, de lo que es y ha sido España, y se avergüenzan de la sangre vertida por nuestros mártires.

    ¡Estudia y fórmate! en la doctrina de los Santos, de los Papas y doctores de la Santa Madre la Iglesia, así como de los grandes pensadores que defendieron con su pluma los grandes ideales de Dios, Patria y Rey, para que no te dejes engañar por esos “doctores” progresistas de teología barata, que te los encontrarás debajo de cada piedra, y que han bebido en las fuentes pestilentes de los Marcuse, los Teilhard de Chardin, los Ortega y Gasset, los “Ches”, los Camilo Torres, y demás secuaces, que ensucian el rostro de España con sus herejías, teniendo demasiadas veces a su favor la complicidad de los que debían reprimirlas.


    SÉ ASTUTO COMO SERPIENTE

    ¡Sé astuto como la serpiente! para darte cuenta, en cada momento, dónde se encuentra y por dónde quiere infiltrarse el enemigo, cuyo nombre es Satanás, pero que en el mundo adopta el nombre de marxismo, progresismo, “puesta al día”, “apertura al Este”, “vientos de la historia”, etc.; y, sobre todo, fíjate que la batalla la libra fundamentalmente en el orden de las ideas. En el 36, el marxismo tuvo la osadía de pretender vencernos a nosotros, los españoles, por las armas; pero se dio cuenta que no tenía nada que hacer con el coraje y valentía españolas. Ahora, ha aprendido la lección, y trata de minar tu Fe, anestesiar tu inteligencia, y acabar con tu capacidad de resistencia física y moral; cuenta para ello con unos satánicos “panfletos para el diálogo”, con una revista que tiene un nombre muy “triunfalista”, y con poderosos medios audiovisuales.


    ¡POR DIOS, POR LA PATRIA Y POR EL REY!

    Empieza desde ahora, si no lo ha hecho antes, a luchar por la salvación de España; no tienes tiempo que perder, te lo dijo ya el Papa Pío XII hace unos cuantos años, escúchale:

    “Ya no hay tiempo que perder. El tiempo de la reflexión y de los proyectos ha pasado; es la hora de la acción. ¿Estáis dispuestos? Los frentes contrarios en el campo religioso y moral se van delineando siempre con claridad creciente cada día; es la hora de la prueba. La dura batalla de la que habla San Pablo, ya está empeñada; es la hora del esfuerzo intenso. Hasta unos pocos instantes pueden decidir la victoria”.

    Y Pablo VI, más recientemente, te dice que debes tener una gran fortaleza de espíritu:

    “Sin una fortaleza de espíritu y acción cada día más profunda y operante, podemos vernos arrastrados por culpa de nuestra inercia de creer que las causas del bien se defienden por sí solas. Los tiempos actuales son fuertes, y exigen hombres fuertes”.

    Y también Carlos VII, el valeroso Rey de nuestros antepasados, nos dice:

    “¡Adelante, mis queridos carlistas! ¡Adelante, por Dios y por España! Sea ésta vuestra divisa en el combate, como fue siempre la mía; y los que hayamos caído en el combate, imploraremos de Dios nuevas fuerzas para que no desmayéis.

    Mantened intacta vuestra Fe, y el culto a nuestras tradiciones, y el amor a nuestra bandera…”.

    “… Y aun así, si apuradas todas las amarguras, la Dinastía Legítima, que ha servido de faro providencial, estuviera llamada a extinguirse, la dinastía vuestra, la dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguirá ¡jamás!”.


    ANTE DIOS NUNCA SERÁS HÉROE ANÓNIMO

    Pero no sólo basta combatir; es necesario que alimentes este espíritu de lucha por Dios y por España inflamando tu alma con una auténtica vida de oración. Pídele a la Virgen del Pilar, Patrona de las Españas, a nuestro Santo Patrono Santiago, y al glorioso San Miguel, para que te dé fuerza, valentía y coraje para defender, con todos los medios a tu alcance, los derechos de la Santa Causa. ¿Qué mayor gloria puedes desear que vivir y morir por estos ideales? ¿Qué sentido puede tener tu vida de católico y español sin esta inquietud? ¿Y qué mejor herencia puedes dar a tus hijos sino el ejemplo de una vida abnegada y entregada totalmente a la Causa? Pero, sobre todo, no desesperes, aunque te encuentres solo; aunque todos te abandonen; aunque nadie vea tu esfuerzo; piensa que, ante Dios, no serás nunca héroe anónimo, y Él nunca se dejará vencer en generosidad.

    Pídele también a los gloriosos Mártires de la Tradición, antepasados tuyos, para que su recuerdo siga inflamando los corazones de quienes, sin desmayos ni claudicaciones, caminan por las rutas que sus sacrificios dejaron abiertas, y para que se pueda transmitir también a las generaciones futuras la Bandera inmaculada de las Santas Tradiciones.

    Pídele, por último, al Todopoderoso, para que algún día llegue el Rey, seguidor de Carlos VII, y con él reine Cristo en España y se le dé el culto que merece; y todo esto para una mayor gloria, alabanza y honor de Dios y de las Españas inmortales.

  4. #24
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    Re: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/

    Fuente: El Pensamiento Navarro, 11 de Marzo de 1971, página 3.



    Todos los años, el 10 de Marzo…

    Por Juan Rodríguez


    El que firma, aunque lo político no es su fuerte, no puede eludir la amable invitación del Director de EL PENSAMIENTO NAVARRO de escribir sobre un tema grato –recuerdo de amor filial–, y dedicar unas humildes líneas, sinceras y llenas de amor, a los Mártires de la Tradición.

    Prácticamente se ha dicho todo lo que se podía decir sobre los Mártires de la Tradición. Plumas maravillosas –Cirici y Ventalló, entre otros–, y oradores del Carlismo militante –un Vázquez de Mella, etc.–, han escrito unos, y alabado otros, lo que significa el sacrificio del Mártir del Carlismo, tanto los que lo han sido por haber sucumbido en los campos de batalla, como los héroes anónimos que lo fueron por haber muerto en el seno del Carlismo sin arriar en ningún momento la bandera que, en hora bendita, prometieron defender al entrar a formar parte de esa inmensa pléyade de hombres, mujeres y niños de todas las edades y estados que forman el Carlismo militante.

    Si la festividad de los Mártires fue instituida por el Rey Don Carlos VII para honrar la memoria de los mismos –en comunicación a su representante en España, Marqués de Cerralbo–, antes de cerrar los ojos, el Rey de la barba florida, en su Testamento Político, ese maravilloso documento de sinceridad y honradez que tantos debieran conocer, reiteró a sus leales la celebración de la fiesta de los Mártires.


    EL 10 DE MARZO, PRIMICIA DE LA PRIMAVERA

    Por eso, al llegar el 10 de Marzo de cada año, primicias de una primavera que se nos echa encima, en los hogares carlistas –yo lo he podido comprobar muchas veces– se nota algo raro en el ambiente; algo que es distinto de los temas que, durante el transcurso de un año, se han tratado entre la familia; y ese algo es la próxima celebración de la fiesta de los Mártires de la Tradición. En casa, entre los correligionarios, según el lugar y las circunstancias que cada uno ocupa en la sociedad, y donde geográficamente habita, hombres que con premura se saludan al paso, se paran un momento para inquirir, para preguntar, para saber cómo se va a celebrar este año la festividad de los Mártires: ¿En qué iglesia tendrán lugar los actos religiosos en memoria de los Mártires? ¿Habrá orador sagrado? ¿Y después? ¿Iremos al Círculo? (donde lo hay). ¿Nos reuniremos para cambiar impresiones? ¿No habrá dificultades en exteriorizar nuestra alegría por reunirnos todos, los carlistas del pueblo, de la capital, para festejar la efeméride en honor de los Mártires? Todas estas cosas, y otras más, se comentan días antes del 10 de Marzo.


    EL PELAYO, EL REQUETÉ Y EL VETERANO

    La boina roja, que ha estado guardada algunos meses, quizá desde el acto de Montejurra del año último, es sacada del lugar donde está depositada, y manos amorosas, de madre o hermana, la abrillantan para que pueda ser lucida a la salida de la Misa por los Mártires.

    La noche anterior al día 10, el imberbe Pelayo; el joven Requeté carlista; el hombre maduro, ex combatiente de la Cruzada; y el antiguo jaimista, y algún que otro veterano de los tiempos de Carlos VII, han sentido una inquietud interior, un desasosiego no natural, como el que se siente en los grandes momentos de la vida. Ese algo, ese airecillo vivificador, esa alegría que sienten desde el pequeño Pelayo al viejo veterano, es la alegría de ver acercarse la fecha en que se va a dedicar a honrar la memoria de los Mártires del Carlismo. Es un día grande, y significa, en el seno del Carlismo, la Tradición que no muere y los afanes de un pueblo que no se resigna a morir.

    Llegado el día 10, los carlistas, en toda España, se dirigen al templo, donde han de tener lugar los oficios religiosos por la memoria de los Mártires, por los cuales rogarán y les pedirán su intercesión ante el Altísimo para el bien de la Causa, y, asimismo, por todos los Reyes de la Dinastía carlista, desde Carlos V hasta hoy.


    DESPUÉS DE LA MISA, AL CÍRCULO

    Después de finalizados los actos religiosos, en los lugares donde haya Círculos se reunirán para comentar, para cambiar impresiones, y para oír la voz autorizada de sus autoridades legítimas. Se hará balance de un año transcurrido, y planes para el futuro. Continuarán andando por la senda del deber, como les dijera Carlos VII; y de su decisión, unión, y amor y entrega al Carlismo, dependerá de que un año más tarde, cuando se vuelvan a reunir, un balance positivo haya podido contabilizarse en la marcha del Carlismo hacia el triunfo de los Ideales, tenazmente por él defendidos durante más de cien años. Y si así no lo han hecho; si la indecisión, la indisciplina –cáncer que frecuentemente se ha dado dentro del Carlismo– y el desánimo ha hecho presa en sus miembros, poco halagüeño podrán presentar el 10 de Marzo de otro año, cuando se reúnan para volver a honrar a los Mártires de la Tradición.

    Lo primero es lo que debe privar en el ánimo del carlista, desde el Pelayo hasta el Veterano; lo primero, que es lo que hicieron los Mártires del Carlismo; y sólo así tendrán motivo y razón para volver a reunirse otro año, un 10 de Marzo…

  5. #25
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    Re: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/

    Fuente: El Pensamiento Navarro, 12 de Marzo de 1971, página 3.



    De dos tácticas

    LA DE LOS MÁRTIRES Y LA DE LOS… NO MÁRTIRES

    José M.ª Alsina


    La conmemoración de la fiesta de los Mártires de la Tradición, con el significado que quiso darle Carlos VII al instituirla, es una magnífica ocasión para hacer una reflexión histórica que nos ayude a comprender lo que realmente es el carlismo, y el carácter de las crisis en las que, en la actualidad, se ve envuelto.


    CAMBIO DE TÁCTICA

    A lo largo de su historia se han acercado a los carlistas, o bien han surgido de su mismo seno, quienes han creído que para salvar a España había que aprovechar o aprovecharse de la fuerza que el carlismo había demostrado tanto en la guerra como en la paz. Pero, para que realmente fuera eficaz, era necesario un cambio de táctica. Para unos, este cambio llevaría a la dinastía legítima más fácilmente al trono; para otros, la cuestión dinástica no era esencial, y, por lo tanto, se podía transigir en ello, si a cambio era más factible el triunfo e implantación de los ideales religiosos y forales, o, por lo menos, se evitaba la Revolución que estaba continuamente amenazando y triunfando en España.

    ¿No ha sido éste el significado de las invitaciones que han hecho al carlismo los hombres de la Unión Católica, el “mal menor”, la C.E.D.A., y su versión contemporánea la democracia cristiana? Para éstos, lo que debía hacer el carlismo era aceptar la legalidad constituida, ya fuera la dinastía usurpadora o la república, y, desde ella, en unión con todos los católicos no carlistas –la unión de los buenos–, luchar para la salvaguarda de los principios religiosos.


    UN HECHO SIGNIFICATIVO

    Un hecho nos hará ver el alcance de esta “eficaz” táctica. Con el advenimiento de la República en 1931, los mismos que anteriormente habían aconsejado la necesidad de aceptar la monarquía alfonsina, propugnaban el acatamiento a la legalidad republicana como único medio para defenderse de la avalancha revolucionaria y antirreligiosa que amenazaba a España. El fracaso y esterilidad de esta política se hizo patente al aliarse la CEDA con el “clerical” Lerroux, y el naufragio ante el Frente Popular.

    Lo único que fue capaz de detener aquella avalancha revolucionaria fue la reacción salvadora del 18 de Julio, que hubiera podido ser la solución a los males que aquejaron a España durante tantos años, de no haberse malogrado por recaer una y otra vez en las mismas tácticas que habían dado lugar a la situación que se pretendía remediar.


    MIRANDO AL PASADO

    En la primera guerra carlista, los mayores esfuerzos del grupo que en la Corte rodeaba a Fray Cirilo de Alameda, se dirigieron a intrigar contra la facción de los llamados apostólicos, acusándoles del fracaso de la guerra por sus ideales teocráticos, providencialistas, etc., en resumen, por su fanatismo religioso. Su labor dio lugar al nombramiento de Maroto; las fatales consecuencias para el carlismo de este nombramiento son de todos conocidas para tenerlas que recordar ahora. El resultado, semejante al anterior: la traición y el apoyo a la Revolución.


    EN EL MOMENTO ACTUAL

    En esta línea de reducción dinástica del carlismo, y olvido de los tradicionales principios religiosos, pertenece un reciente manifiesto en el que se nos dice, hablando de la historia del carlismo, que “todo fue evolución, todo fue cambio”; y, justificándose en ello, se nos presenta como doctrina carlista actual unos principios que están basados en los tópicos liberal-socialistas imperantes en el mundo político revolucionario de hoy.

    Únicamente nos explicamos el sorprendente contenido de este manifiesto como fruto de una voluntad de hacer desaparecer el carlismo sembrando la confusión en él, o el intento de hacerse perdonar la secular lucha contra la Revolución adoptando sus principios [1].


    NO QUERER SER MÁRTIRES

    La doble vertiente de esta misma táctica, que se manifiesta en este transbordo ideológico y dinástico, recorre la historia del carlismo, y hoy la podemos contemplar con igual o mayor intensidad que en otros tiempos; en el fondo, no es más que un no querer seguir el camino que anduvieron los mártires, que no sólo lo fueron de los enemigos del carlismo, sino también de las cobardías, acomodaciones, deserciones y traiciones.

    EL PENSAMIENTO NAVARRO, fiel a sí mismo, quiere, humildemente, ser fiel a la sangre que derramaron en la lucha de unos mismos ideales todos los mártires que nos precedieron, creyendo firmemente que esta fidelidad es la única esperanza para el carlismo y para España.




    [1] Nota mía. El Manifiesto al que se está refiriendo el articulista es la Declaración que se le hizo firmar a Don Javier, de fecha 6 de Diciembre de 1970.

  6. #26
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    Re: Los Mártires de la Tradición: número especial de «El Pensamiento Navarro», 10/03/

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Fuente: El Pensamiento Navarro, 16 de Marzo de 1971, página 7.



    Y mártires españoles fueron los que entregaron su vida en la Cruzada

    Por Francisco López-Sanz


    En el gran número del 10 de Marzo, tan espléndidamente nutrido de doctrina carlista, afectiva y justa en honor de los inmortales Mártires de la Tradición, se publicaba un artículo: «“Mártires” y “caídos”», firmado por Pablo Gaztelu, con unas atinadas precisiones sobre ambas palabras, tan antigua una y tan nueva otra, y tan distintas ambas en absoluto. Y el articulista robustecía su natural, adecuada y firme argumentación recordando una sonada Pastoral del inolvidable Cardenal Segura, publicada en Febrero [sic] de 1940. Por cierto, que, a raíz de aquel documento episcopal, un sujeto que entonces ocupaba un alto cargo político haciendo alardes de falangista, aunque después haya dado las más raras volteretas hasta la “rojez”, con irrespetuosidad agresiva, y con escándalo de la ciudad del Guadalquivir, ordenó a un equipo de manchaparedes que pintarrajearan unos letreros en la fachada del Palacio Arzobispal del Cardenal, con la piadosa intención de molestar a su autoridad, que allí permanecieron durante mucho tiempo, como los vimos todos cuantos en aquella época visitamos alguna vez la hermosa capital andaluza.


    DIFERENCIAS IMPORTANTES

    El autor del artículo al que me refiero, hablaba de la diferencia que existía entre las dos palabras de su título, afirmando, con razón, que para los carlistas el calificativo de “mártires”, y no otro, era con el que habían distinguido a los que murieron por la buena Causa.

    Según el Diccionario, “caída” es acción o efecto de caer; y “caído” es un adjetivo que proviene de caer, o de la caída, y equivale a desfallecido, amilanado, que ha pasado, que está en el suelo. Es sinónimo de vencido, débil, postrado, flojo o abatido, etc., etc. Es una palabra que nunca la oímos en tiempos normales para referirse a los muertos, y por primera vez apareció después de estallar nuestra guerra, y durante la lucha, y con neto origen falangista. La estimaron de su gusto político, y casi la convirtieron en un dogma suyo. Porque a algunos tampoco les entusiasmó la palabra “Cruzada”. Recordemos, en la revista “Escorial”, las afirmaciones de Laín Entralgo, del que ya se le “volatilizó” el falangismo de otrora. Y recordemos también que, en ese aspecto, otros falangistas discreparon, y no estuvieron de acuerdo con él [1].

    En esa cuestión fuimos francamente de otra opinión y no nos sedujo semejante novedad, porque encontramos más seria, más exacta y más a tono con el momento grave, respetuoso y cristiano de la muerte de quien daba la vida por unos ideales tan excelentes, y en una guerra tan santa que se proclamó “Cruzada” por personalidades eminentes civiles, militares y eclesiásticas, la palabra “mártir” que “caído”. Y esto, honrada y limpiamente, sin el menor asomo de ofensa para nadie. Porque estimamos que, si los calificados de “caídos” lo habían sido, como es natural, por aquellos santos ideales y frente a los que parecían mercenarios de Satanás, eran para nosotros unos mártires como los demás que, juntamente, habían sucumbido luchando por el lema que se hizo Ideal de “Dios y España”; combatiendo frente a los que, “en el otro lado”, profanaban y destruían las Casas del Señor, a sus voluntarios apóstoles y fieles servidores de Cristo y de su Iglesia, y sólo por eso los sacrificaban brutalmente, convirtiéndoles en Mártires.


    POR QUÉ LUCHABAN LOS REQUETÉS

    Caer es tropezar, moral o materialmente, como han caído, desde Luzbel, todos sus soberbios imitadores. Y los luchadores de nuestra Cruzada que se comportaron con aquel espíritu conmovedor, no cayeron, sino que, piadosamente pensando, se elevaron hacia lo Alto, a donde llegaban los ecos sublimes de sus renunciamientos y generosa conducta, y el rumor de su piedad y de sus fervientes oraciones. Confieso, sin jactancia alguna y en honor de la verdad, que en mi larga y activa vida, y nada cómoda, de periodista, jamás escribí la palabra “caído”, pero admiré a todos los muertos gloriosos españoles que alcanzaron su mayor grandeza en aquel largo empeño de valentía y heroicidad con el que ganaron la eterna gratitud de la Patria y el descanso eterno como cristianos. Y ante ello, para reforzamiento de mi opinión –que es la de muchísimos– ahí va un ramillete de elocuentes y hermosos testimonios, que no tienen vuelta de hoja, entre muchos más que tengo acotados de aquellos años de verdad, sacrificios y sinceridad ejemplares de la Cruzada.


    ¡QUÉ DICHA TENER HIJOS MÁRTIRES!

    Arrodillado ante la Cruz de un camino solitario, con el fusil en la mano, un requeté se expresaba con esta firmeza: “Cristo: por Ti lo hacemos. Acuérdate en el día del Juicio”.

    Un hijo, combatiente, decía a su padre: “Padre: si no nos volvemos a ver aquí, nos veremos y abrazaremos en el Cielo”.

    A un sacerdote que le confesaba al salir para el frente, le rogaba un requeté: “Pida usted a Dios que me conceda el honor de morir por la Religión y por la Patria”.

    Delante del cadáver de su marido, su abnegada esposa, emocionaba con estas palabras: “Cuanto más te quiero, más satisfecha estoy de que hayas muerto por defender a Dios y a España”.

    “Lloro de gozo, no de tristeza, porque tengo dos hijos en el Cielo”. (Con esta santa y dulce sencillez hablaba doña María Luisa Baleztena, al morir el segundo de sus hijos, incorporados en el Tercio del Rey desde el Alzamiento).

    “Todas las tardes rezamos el Rosario y, si Dios quiere, también pasado mañana tomaremos la Comunión; así que ya ves, ¿cómo vamos a temer a las balas estando con Dios, luchando con Dios y para su reinado?”. (De la carta de un requeté desde el Alto del León, a su hermana en Úcar).

    “Lloramos, no de tristeza, sino de alegría, porque Dios ha aceptado nuestro ofrecimiento de tener un hijo mártir”. (Don Apolinar Lezaun, de Arazuri, muerto hace pocos meses, ante el cadáver de su hijo Marcos, requeté muerto en Jadraque vitoreando a Cristo Rey).

    Exclamación de un padre, de Luquin, en presencia de dos hijos muertos: “Qué dicha para los padres tener dos hijos mártires”.

    “¡Qué bueno eras! Yo no era digna de ti. Por eso Dios te ha llevado”. (La santa y resignada esposa de un requeté del pueblo de Arre, arrodillada junto al cadáver de su marido).

    “Si Cristo murió por nosotros, ¿por qué no hemos de morir nosotros por Cristo?”. (Un requeté de Mañeru, herido de muerte en Durango).

    Un requeté de Olite que moría al recibir un balazo: “¡Ay, me han matado! A ver si me queda tiempo para rezar la última Salve a la Virgen de Ujué”.

    La madre de un requeté de Lezaun ante el cadáver de su único hijo: “Hijo mío. Te he dado a Dios, y Él te ha llevado. ¡Viva Cristo Rey!”.

    “… Y si mueres, hijo mío, ¡alabado sea Dios! Seré madre de un mártir”. (De la carta que una madre dirigía a su hijo, y que éste leía en la trinchera).


    * * *


    Después de este emocionante preludio de sinfonía religiosa, sin postizos ni sombras, sino tan clara y luminosa como la más contundente de las afirmaciones, si, los que nunca lo hicimos, llamáramos “caídos” a los que voluntariamente quisieron ser mártires, y así les proclamaron los suyos y cuantos escribieron de ellos y de su cristianísima conducta, en conciencia, honradamente lo decimos, nos parecería cometer una ofensa con los que murieron santamente en una Cruzada.


    FUERON CRUZADOS DE CRISTO

    Porque no olvidemos nunca que aquellos católicos luchadores, como afirmó el Arzobispo de Valladolid, fueron “cruzados de Cristo y de España”. Y, según dejó escrito el doctor De Castro Albarrán, con sus “cruces, bien claro decían ellos que eran cruzados”. Recordando el testimonio del Obispo de Córdoba en aquel tiempo, “el pueblo español se ha puesto en pie para la Cruzada más heroica que registra la Historia”. Y, en frase del entonces Obispo de Salamanca y después Cardenal Primado, Doctor Pla y Deniel, “no se ha tratado de una guerra civil –que es otra palabreja del progresismo averiado de ahora– sino de una Cruzada por la religión, por la patria y por la civilización”. Y “nunca hubo enemigo más feroz ni más impío; ni jamás cruzados más sinceros ni más valientes”, como lo escribió el arzobispo Doctor Olaechea y Loizaga; y “los mártires de nuestra Cruzada”, les llamó, con su pluma prócer, el escritor y poeta Fray Justo Pérez de Urbel. Y, para robustecer tantos copiosos y justos testimonios, recordemos, por su valor y por su justicia, aquel bellísimo poema del ilustre académico francés, Paul Claudel: “A los mártires españoles”.

    Y mártires españoles fueron los que murieron en nuestra Cruzada, luchando de corazón, y dando su vida por una España mejor, como la querían y soñaban, a la sombra protectora del Sagrado Corazón y proclamando el Reinado Social de Jesucristo.





    [1] Nota mía. Sobre la famosa disputa que hubo en el seno de la familia falangista del franquismo en torno al uso de la palabra “Cruzada” para referirse a la guerra del 36, véase este hilo.
    Última edición por Martin Ant; 06/03/2019 a las 19:11

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