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Tema: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

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  1. #1
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Contador de la Deuda Global



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    Por Oliver Heydorn


    Puede que algunos lectores estén ya familiarizados con el contador de la deuda de Estados Unidos: U.S. National Debt Clock : Real Time

    The Economist también publica un contador de la deuda global que trata exclusivamente con las deudas públicas nacionales: World debt comparison: The global debt clock | The Economist

    Una de las cosas que resultan interesantes con respecto a esta presentación, es que The Economist mantiene el engaño de que las deudas públicas son dineros que los gobiernos tomaron prestado a partir de los ahorros de sus ciudadanos: “Después de todo, los gobiernos del mundo deben el dinero a sus propios ciudadanos, y no a los Marcianos”. Si bien un cierto porcentaje (normalmente pequeño) de los préstamos públicos pueden tomar esta forma, sin embargo la mayor parte del mismo implica, directa o indirectamente, la creación de nuevo dinero por parte de los bancos privados, el cual entonces es efectivamente prestado a los gobiernos mediante la adquisición de bonos del gobierno, etc… Bien podrían deberse igualmente a los Marcianos. La devolución de este tipo de deuda supone hacer que salga dinero fuera de circulación, mientras que la devolución de deudas a los ciudadanos privados no implica en sí misma esta salida (aunque los ingresos pueden ser usados por los receptores para pagar deudas bancarias).

    Otro asunto interesante es que las cifras para la deuda federal de los EE.UU. son de 3,7 billones de dólares menor (aproximadamente) en comparación con las cifras comunicadas en el contador de la deuda de los EE.UU.

    Por supuesto, en una sociedad de Crédito Social, todas las deudas públicas crónicas (junto con las cargas de interés que se perciben sobre ellas) quedarían eliminadas. Un sistema financiero que estuviera en equilibrio y que reflejara correctamente los hechos económicos físicos quedaría libre de sufrir de una continua acumulación de endeudamiento público a todos los niveles de gobierno.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  2. #2
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Una recensión de “La Economía del Crédito Social y la Doctrina Social Católica”


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    Por Oliver Heydorn


    La siguiente recensión de mi pequeño libro La Economía del Crédito Social y la Doctrina Social Católica fue recientemente publicada por James Reed en Australia: CATHOLIC TEACHING AND THE ECONOMICS OF SOCIAL CREDIT - James Reed


    El Sr. Reed ha proporcionado un muy buen resumen de algunos de los principales puntos que se presentan en este pequeño libro. Debería subrayar también que, si bien Douglas y muchos otros Creditistas Sociales principales (que yo sepa, no fueron “la mayoría”) han sido protestantes, su protestantismo a menudo ha sido de la denominación anglicana o anglo-católica. Esta rama particular del protestantismo es mucho más “católica” en su orientación social y, efectivamente, en su orientación espiritual general, que protestante. Me he tomado la libertad de reproducir la excelente recensión de Reed a continuación:




    Puede que se me demuestre estar equivocado: ¡podría muy bien haber esperanza para el Catolicismo! Tal y como se informó en On Target del 27 de Junio de 2014, el Papa Francisco ha atacado al sistema económico global, proclamando que éste pone el dinero por delante del bienestar de la gente, saca beneficios de la guerra al estilo de la Madre Coraje [1], y pronto lanza a los jóvenes al montón de desechos de la economía. Algunos países tienen un nivel de paro juvenil de más del 50 por ciento, lo cual supone un chocante desamparo del futuro.

    También estoy extremadamente impresionado por el Dr. M. Oliver Heydorn, que junto con su libro Economía del Crédito Social, una obra enorme, tiene un pequeño libro, La Economía del Crédito Social y la Doctrina Social Católica (2014). Aunque el Mayor Douglas (1879-1952) fue protestante, como lo fueron la mayoría de los otros fundadores del crédito social (por ejemplo, Eric D. Butler), ha habido, especialmente en Canadá, una gran tradición de creditistas sociales católicos, en particular los asociados alrededor de la revista Michael. Es muy apropiado asociar un ángel “luchador” con un movimiento que espera cambiar el mundo.

    En su prefacio a La Economía del Crédito Social y la Doctrina Social Católica, el Dr. Heydorn subraya que nuestro presente sistema económico es intrínsicamente disfuncional y, consecuentemente, “económica, política, cultural y medioambientalmente insostenible”. De esta forma, “estamos en camino de un desastre global (y lo hemos estado durante un número de siglos)”.

    El Crédito Social, aprovechado por los católicos del mundo, puede ser justamente el elemento que cambie el rumbo de la apisonadora del desastre en “el último momento”.

    Si bien uno puede ser un defensor del Crédito Social sin ser un católico y viceversa, las reformas y política del Crédito Social se engranan precisamente con los principios filosóficos del catolicismo. Douglas mismo reconoció que la posición del católico romano en economía constituía una “perspectiva esencialmente cristiana”. Escribiendo en su libro El Desarrollo de la Dominación Mundial, Douglas observaba: “El Crédito Social es cristiano, no primariamente porque fuera diseñado para ser cristiano, sino porque laboriosamente des-cubría la realidad. Si el cristianismo no es real, entonces no es nada; no es “verdad”, es la Verdad.”

    Tanto el catolicismo como el crédito social se oponen a las doctrinas del materialismo (materialismo dialéctico) y la lucha de clases, la supresión de la propiedad privada y la esclavitud y la subordinación del individuo que abrazan los socialistas/comunistas. Una comisión teológica establecida por los obispos de Quebec a finales de la década de los años 30, concluyó que el Crédito Social no era una forma de socialismo o comunismo. La Iglesia Católica en sí misma no tiene la autoridad económica para hacer un juicio sobre la doctrina económica misma (y, por tanto, sobre la propia solidez económica del Crédito Social), sino solamente sobre amplias orientaciones filosóficas. Sin embargo, la comisión teológica determinó que el Crédito Social era coherente con los principios fundamentales católicos tales como la dignidad de la persona humana, el mantenimiento del bien común, la subsidiariedad y la solidaridad.

    El tema de la primacía del individuo corre a lo largo de las obras de C. H. Douglas y de otros gigantes del Crédito Social como Eric Butler. La idea consiste en que los sistemas económicos y políticos deberían ser los servidores de la gente y no al revés como ocurre hoy en nuestro sistema económico.

    Lo mismo para el principio del bien común, o la Ley del Amor, como Mateo 22, 39 lo expresa: “Amarás a tu prójimo como a tí mismo”. La sana asociación social promueve el bien de todas las personas y de todo el hombre. Douglas creía que el objetivo del Crédito Social era crear “una sociedad basada en la libertad sin restricciones del individuo para cooperar en un estado de cosas en donde la comunidad de intereses y el interés del individuo no fueran más que diferentes aspectos de la misma cosa”, que es como Douglas planteó el asunto en su libro “Democracia Económica”.

    El principio de subsidiariedad se basa en las virtudes de la descentralización, de no hacer con una unidad social mayor algo que pueda hacerse con una más pequeña. El catolicismo, de esta forma, debe oponerse al mundo moderno de globalización económica y centralización política, y el Crédito Social ciertamente se opone a esto. Douglas, en “Democracia Económica”, lo resumió concisamente al decir: “Debemos construir hacia arriba desde el individuo, y no hacia abajo desde el Estado”.

    El Crédito Social también sirve para preservar a la unidad más fundamental de la sociedad, la familia, apoyando así el ancho principio de descentralización. Las mujeres que se quedaran en casa verían su trabajo doméstico económica y socialmente reconocido.

    El principio de solidaridad equilibra al principio de subsidiariedad, haciéndolo coherente con el principio del bien común, de tal forma que la descentralización no permita que los individuos y grupos se beneficien a expensas de individuos y grupos más débiles. Ambos principios son necesarios para funcionar juntos para así conseguir el bien común. Douglas reconoció que las gentes en la sociedad son interdependientes y, sobre esa base, rechazó el individualismo del liberalismo que, en última instancia, conducía a que los individuos más poderosos dominaran a los menos poderosos. Más aún, el Crédito Social, al asignar un Dividendo Nacional, que da a cada individuo una parte en los beneficios comunes, afirma la dignidad del individuo.

    Eliminando el monopolio del crédito e igualando el flujo de los precios finales con el suficiente poder adquisitivo del consumidor significa que, como el Dr. Heydorn señala, “Nunca más habría un grupo de élite de financieros en posición de poder usurpar la plusvalía que surge de la asociación económica para sus propios intereses e ilegítimamente a expensas del resto de nosotros”. (p. 17).

    La Economía del Crédito Social y la Doctrina Social Católica es un libro excelente y fácil de leer, apoyado por numerosas citas y fuentes. Todos aquéllos que busquen el fin de la tiranía financiera harían bien en leer este libro.



    [1] Nota mía. “Madre Coraje y sus hijos”, es una obra de teatro de Bertolt Brecht, en donde se pone de manifiesto una posición contraria a la guerra y al comercio realizado en medio de ella.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  3. #3
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    La obsesión puritana de América con el trabajo


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    Por Oliver Heydorn


    Hace unos pocos meses, Abby Martin, de Russia Today, criticó la insana obsesión con el trabajo que caracteriza a la cultura americana. El americano medio entre los 25 y 54 años y que tiene al menos un hijo, dedica nueve horas cada día a trabajar, y los americanos trabajan más que los trabajadores de casi cualquier otro país industrializado. La ausencia de cosas tales como el permiso parental remunerado, de vacaciones pagadas garantizadas, etc…, sólo sirve para reforzar la importancia del empleo como el eje central alrededor del cual debe girar toda la vida de uno mismo. El trabajo se ha convertido en un fin en sí mismo, la razón de ser de la misma existencia de uno. ¿Para qué nos hizo Dios? Bueno, pues para trabajar, ¡por supuesto!





    En contraposición con la actitud general exhibida por el status quo americano, el trabajar en la economía formal no constituye un fin en sí mismo sino un mero medio para un fin. Deberíamos trabajar, –y solamente en tanto en cuanto el trabajo sea realmente requerido por el potencial físico o real de la economía–, para poder vivir y no vivir para poder trabajar. De acuerdo con San Atanasio, confundir los medios con los fines constituye la misma esencia del pecado. Esta particular inversión de los medios y los fines tiene su raíz en esa perversión del cristianismo auténtico, también conocido como puritanismo, una ideología religiosa, mejor dicho herejía, que ha plagado a la sociedad americana desde su fundación.

    La obsesión con el trabajo como un fin en sí mismo es tan penetrante y sus efectos en la cultura americana tan tóxicos, que las siguientes frases de George W. Bush en una reunión en el ayuntamiento de una ciudad, atrás en 2005, solamente recogió aplausos:





    En verdad, el hecho de que esta madre divorciada de tres hijos tenga que trabajar en tres empleos (!) para poder satisfacer sus fines, no es una ocasión para la exultación (por ejemplo, “¡Eso es fantástico”!) ni para la autocomplacencia (“¡Esa genuina americana!”), sino que más bien es una indicación de que hay algo fundamental y estructuralmente equivocado con la economía americana y con la cultura americana. En contraste, se ha registrado por parte de historiadores acreditados que en la “Alegre Inglaterra”, la cual era una Inglaterra católica en lugar de una Inglaterra puritana, el campesino medio sólo tenía que trabajar 15 semanas al año bajo las condiciones preindustriales para poder proveer para su familia, y que disfrutaba también de 150 días de fiesta oficiales todos y cada uno de los años. ¿Qué hacía con su “tiempo libre”? Bueno, lo disfrutaba y posiblemente dedicara parte de él en actividades útiles y especialmente creativas. Tanto la alta cultura como la cultura popular florecieron como resultado. La industrialización debería haber mejorado el nivel de vida sin sacrificar el tiempo de ocio de la gente. Esto no ocurrió así porque, como todo creditista social sabe, hay incrustado un monopolio del crédito disfuncional en nuestro actual sistema financiero; sistema que no refleja ni registra correctamente los hechos económicos físicos. Desafortunadamente, el americano tipo está tan ocupado trabajando como para poder tener, en absoluto, el tiempo o la energía de reflexionar sobre el profundo absurdo de todo esto. Y así la locura continua…


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  4. #4
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Un resumen de la reforma monetaria del Crédito Social


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    Por M. Oliver Heydorn


    Aunque estoy profundamente en desacuerdo con la cosmovisión y espiritualidad tipo “New Age” de Walter Russell, pienso que él estuvo en lo cierto cuando afirmó que la misma esencia del universo creado consiste en un “rítmico intercambio equilibrado”. De manera similar, pienso que el tipo de cambios previstos por una reforma monetaria del Crédito Social (en clara contraposición a todas las demás propuestas de reforma monetaria) pueden ser apropiadamente definidos en términos de un “equilibrio auto-liquidable distributivo”. Permítasenos examinar cada uno de estos elementos sucesivamente y en orden directo.


    1) Equilibrio: el actual sistema financiero está inherentemente desequilibrado; el Crédito Social quiere hacerlo equilibrado.

    El actual sistema financiero no efectúa un equilibrio inherente o automático entre el ritmo de flujo de los precios de bienes de consumo y el ritmo de flujo del poder adquisitivo del consumidor. Por el contrario, debido a una variedad de factores (obtención de beneficios, ahorros, la reinversión de los ahorros, políticas bancarias deflacionarias, impuestos, y el factor A + B), el ritmo de flujo de los ingresos que se hacen disponibles por medio de los procesos productivos para liquidar los correspondientes precios son significativamente inferiores al ritmo de flujo de los precios de los bienes de consumo en todo típico país industrializado, y se va reduciendo continuamente a medida que las máquinas reemplazan al trabajo humano en la producción. El actual sistema confía en una variedad de paliativos con el fin de restaurar algún tipo de equilibrio entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos, pero ninguno de ellos funciona automáticamente ni sin engendrar al mismo tiempo serios problemas de algún tipo u otro por sí mismos. Por contraste, el Crédito Social sostiene que el sistema financiero debería automáticamente proporcionar lo necesario para el equilibrio emitiendo un volumen suficiente de poder adquisitivo adicional, de tal forma que los precios de los bienes de consumo y los ingresos puedan ser llevados al equilibrio y ser mantenidos en equilibrio.

    2) Auto-liquidable: el actual sistema financiero, de manera cada vez más creciente, no es auto-liquidable; el Crédito Social quiere hacerlo auto-liquidable.

    El principal remedio empleado por el sistema existente consiste en cubrir la brecha entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos confiando en que los gobiernos, los negocios, y/o los consumidores tomen prestado, para traerlo a la existencia, el dinero necesario para incrementar el flujo de poder adquisitivo del consumidor. Los ingresos futuros son (directa o indirectamente) hipotecados para la devolución gradual del dinero-deuda compensatorio. Éste es inflacionario pues los ingresos erosionados conducirán a reivindicaciones por motivo de aumentos en el coste de la vida, las cuales a su vez conducirán a una espiral de salarios y precios. Más aún, puesto que este paliativo solamente puede proporcionar liquidez adicional siempre que las nuevas deudas compensatorias se estén contrayendo a un ritmo más rápido al que las viejas deudas compensatorias están siendo reembolsadas, el hecho de confiar en los préstamos para cubrir la brecha deriva en la acumulación continua de una montaña de deuda social imposible de devolver, y esto hace al sistema financiero en su conjunto insolvente, y de manera cada vez más creciente. Las recurrentes crisis que amenazan con el colapso de la economía entera constituyen la inevitable disyuntiva. Por contraste, el Crédito Social, al insistir en que el flujo automático de poder adquisitivo adicional sea emitido libre de deuda, permite que esa proporción de los precios que no puede ser satisfecha mediante el flujo regular de los ingresos del consumidor sea eliminada de la existencia de una vez por todas, en lugar de estar transfiriéndolos mediante deuda como costes contra el futuro. El equilibrio del Crédito Social, pues, no solamente es un equilibrio automático, sino también un equilibrio real en donde los débitos y los créditos se igualan dinámicamente. ¿Resultado de todo esto? No hay inflación, no hay acumulación de deudas imposibles de devolver, y no hay crisis financieras recurrentes.

    3) Distributivo: el actual sistema financiero confía en medidas compensatorias que no son máximamente distributivas; el Crédito Social quiere reemplazarlas por medidas compensatorias que sean máximamente distributivas.

    Debido a la innecesariamente fuerte y, en realidad, irracional vinculación entre empleo e ingreso bajo el actual sistema económico (digo irracional porque la producción industrial puede suministrar todos los bienes y servicios que podamos usar con provecho sin necesidad de tener que acudir a la plena capacidad de la fuerza laboral), la mayoría de los individuos solamente pueden conseguir acceso al poder adquisitivo que proporciona el actual flujo compensatorio de dinero-deuda del sistema intercambiando su trabajo al servicio de los objetivos de alguien y bajo las condiciones impuestas por este último. Para equilibrar el flujo circular bajo el actual status quo se requiere, pues, la transferencia del ingreso, del privilegio y del control sobre la política desde el individuo común a una oligarquía económica. En pocas palabras, se requiere “la desproporcionada centralización del poder económico”. Por contraste, el Crédito Social insiste en que el flujo compensatorio de poder adquisitivo libre de deuda que propone como alternativa ha de ser distribuido directamente (a través del Dividendo Nacional) o indirectamente (a través del Descuento Nacional) a cada ciudadano individual, con independencia de si está formalmente con empleo o no. Esto derivará en la máxima descentralización del poder económico que simultáneamente sea compatible con una economía en funcionamiento. También ayudará a eliminar el despilfarro económico o sabotaje en sus varias formas haciendo financieramente factible y deseable para la economía el que ésta funcione lo más eficientemente posible en lo que a unidades de energía-tiempo humanas se refiere. El pleno empleo considerado como objetivo fijo, junto con la tremenda mala dirección de los recursos económicos con la cual está estrechamente relacionado, pueden ser ambos desechados. Los beneficios sociales y medioambientales de una innovación tal en la vida económica no pueden ser subestimados.

    El núcleo de la exigencia del Crédito Social de cara al sistema financiero y, de ahí, de cara a las autoridades políticas puede, pues, resumirse en una triple exigencia: el tipo de reforma monetaria que necesitamos es aquél que asegure que el sistema financiero estará a) inherentemente equilibrado, b) será auto-liquidable, y c) será máximamente distributivo. Nada más hará, puesto que nada más proporcionará un sistema financiero que opere al servicio pleno del hombre común y no, en cierta medida, contra él.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  5. #5
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Crédito Social y usura


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    Por M. Oliver Heydorn


    Uno de los más comunes malentendidos en lo que al Crédito Social se refiere consiste en la noción de que el diagnóstico del Crédito Social puede ser resumido adecuadamente de la siguiente manera: “El problema con el actual sistema financiero consiste en que los bancos crean dinero de la nada en forma de crédito bancario y, a continuación, proceden a cargar un interés sobre el dinero que ellos prestan. Desafortunadamente, ellos no crean el dinero para pagar el interés y esto conduce a una acumulación continua de deudas imposible de devolver, etc., etc.”. Esta interpretación popularizada del Crédito Social es errónea.

    Es absolutamente vital para la gente entender que, en contraposición con esos reformadores monetarios que querrían focalizar toda nuestra atención sobre la creación privada del dinero y sobre la cuestión de la usura (independientemente de su definición), el diagnóstico del Crédito Social apunta a otra y mucho más profunda dirección. Si bien es cierto que los bancos efectivamente crean la mayor parte del suministro de dinero ex nihilo y en forma de deuda con un interés añadido, y si bien es cierto que estas prácticas pueden ser problemáticas (principalmente en relación al monopolio de facto sobre la creación de dinero que los bancos privados, para todos los efectos, actualmente poseen), el fallo más fundamental del sistema financiero no tiene nada que ver con la creación privada del suministro de dinero ni tampoco con el hecho en sí de cargar un interés.

    El núcleo del problema, de acuerdo con el análisis de Douglas, es que el sistema financiero está inherente o estructuralmente desequilibrado; genera precios a un ritmo más rápido de aquél al que distribuye ingresos. Esta diferencia en los ritmos entre los precios totales y los ingresos totales se manifiesta típicamente como una brecha entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos del consumidor; una brecha que ha de ser cubierta de una forma u otra si se quiere que la economía alcance un estado de equilibrio financiero y continúe en funcionamiento.

    La brecha en cuestión no es causada exclusivamente, ni incluso primariamente, por el hecho de cargar un interés sobre el crédito bancario. En realidad, si uno quisiera restaurar la creación y emisión de todo el dinero al Estado y prohibir que se cargue interés, la brecha entre precios de bienes de consumo e ingresos todavía permanecería en la medida en que continuaran en su lugar las convenciones estándar que gobiernan la financiación de la producción y la contabilidad del coste industrial. Si bien el hecho de cargar interés puede exacerbar la brecha entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos del consumidor (en la medida en que los beneficios del banco puedan ser mantenidos en reserva, reinvertidos, o utilizados para pagar deudas, o en la medida en que el dinero necesario para pagar el factor del interés en los beneficios del banco no pueda ser fácil o rápidamente redirigido a partir de otras obligaciones de gastos, etc.), la principal causa que está detrás de la brecha tiene que ver con el capital real. La adquisición de capital real bajo las actuales convenciones financieras deriva en la acumulación de costes en el proceso productivo respecto de los cuales no se ha distribuido poder adquisitivo, o se ha distribuido un volumen insuficiente de poder adquisitivo. Para el tiempo en que estos costes de capital se presentan para ser liquidados por el consumidor en los precios de los bienes y servicios de consumo, éste no tiene suficientes ingresos generados a partir de su producción para ser capaz de poder pagarlos.

    Más aún, si bien es igualmente cierto que bajo el actual sistema el hecho de cargar un interés puede ser a) oneroso (en la medida en que por el hecho de tener que pagar un interés podría detraer bastante de los ingresos de uno como para que la vida del día a día se convierta en gravosa y las necesidades legítimas de uno no puedan ser adecuada o fácilmente satisfechas), b) explotador (en la medida en que el hecho de verse obligado o fuertemente presionado a tomar prestado dinero en condiciones asimétricas ni siquiera existiría si la economía y, por consiguiente, los individuos disfrutaran automáticamente de niveles adecuados de poder adquisitivo para el consumo), y c) excesivo (en la medida en que uno podría ser requerido a pagar grandes, incluso sumas increíblemente grandes en interés que podrían exceder las cantidades originalmente tomadas en préstamo, en caso de que uno sea incapaz de devolver sus deudas de manera relativamente rápida), también es cierto que la restauración de un equilibrio automático y auto-liquidable para el sistema financiero conforme a las directrices de las propuestas del Crédito Social eliminarían todos estos objetables, es decir, usureros aspectos de la práctica, aún cuando el cargo de interés tuviera que continuar en una economía de Crédito Social. La distribución del flujo compensatorio de dinero libre de deuda al consumidor (mediante el Dividendo Nacional y el Descuento Nacional) acabaría con la desproporcionada centralización de la riqueza económica y del poder que están asociados con el actual monopolio del crédito, poniendo fin a este monopolio. En otras palabras, en un sistema financiero equilibrado, el cargo del interés cesaría de ser un problema. Ya que cesaría de ser un problema y ya que no constituye el problema subyacente en todo caso, el foco de atención de los reformadores monetarios debería centrarse en la restauración de un equilibrio conveniente para el flujo circular y no en eliminar la usura.

    Al final del día, los bancos privados (que continuarían funcionando bajo el Crédito Social como los contables financieros de la comunidad y como reguladores de la producción privada) deben ser capaces de cubrir sus legítimos costes y de hacer un beneficio a cambio de promover satisfactoriamente los intereses reales de la comunidad mediante la financiación de la producción deseable (es decir, remunerable). Deben, por tanto, recibir el derecho a imponer tasas, en una forma u otra, por sus servicios.


    Adenda: Como ha advertido Wally Klinck en su comentario a este artículo (véase más abajo), el crimen fundamental del sistema bancario actual no consiste en sí en la carga de un interés sobre dineros creados de la nada, sino más bien en el hecho de que la brecha recurrente entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos del consumidor (que no existiría si el sistema financiero fuera un sistema honesto, es decir, si reflejara correctamente la realidad) permite a los bancos establecer un título ilegítimo de propiedad efectiva sobre el capital real.

    Como hemos visto, la brecha se debe principalmente a la existencia del capital real. Bajo las convenciones actuales, confiamos (en gran medida) en los bancos privados para que cubran esa brecha emitiendo préstamos adicionales a los gobiernos, negocios y consumidores. El incremento en liquidez que requiere la economía significa que estos préstamos compensatorios tenderán a ser devueltos más lentamente de lo que se contraen, conduciendo así a una montaña de deuda cada vez más creciente e imposible de devolver, sobre el cual deberá pagarse un tributo de interés compuesto continuo. La reivindicación tácita o implícita que los bancos hacen regularmente sobre la propiedad del crédito que ellos crean (mediante la exigencia de que les sea devuelto) se transforma, en este caso particular, en una clase de inversión a largo plazo, segura, y totalmente ilegítima. Resumiendo: el sistema de deuda ha permitido a los bancos apropiarse indirectamente del capital real para su propio provecho puesto que ellos son, dado su monopolio en la creación de dinero, los únicos que pueden compensar la brecha. En verdad, la propiedad efectiva del capital real (en contraposición a la propiedad administrativa) realmente recae en la totalidad de los individuos que componen la sociedad ya que los factores comunales de producción tales como los recursos naturales, la plusvalía de la asociación, y la herencia cultural, son los que han hecho posible el capital real. Por esta razón, el Crédito Social propone que la deuda bancaria adicional que actualmente es usada para cubrir la brecha sea reemplazada por dinero libre de deuda que sería emitido a los verdaderos propietarios efectivos del capital real: los ciudadanos comunes.

    Adenda 2: De acuerdo con el principio de que el sistema financiero debería reflejar la realidad física de la economía lo más exactamente posible, sería sumamente apropiado que las tasas que los bancos, bajo el Crédito Social, cargaran sobre los préstamos para la producción (con el fin de satisfacer sus costes y hacer un beneficio razonable) fueran referidas como “cargas por servicios”. Esto pondría en claro que los bancos están siendo abonados por sus servicios y no por el dinero que ellos prestan, como si ese dinero tuviera un valor en sí mismo y por sí mismo. El dinero no será tratado como una mercancía artificialmente escasa bajo el Crédito Social, sino más bien como un mero instrumento numérico, un ticket.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  6. #6
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Crédito Social y guerra


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    Por M. Oliver Heydorn


    Como hoy es el Día del Recuerdo, pensé que sería apropiado traer a consideración precisamente una de las implicaciones de la teoría del Crédito Social con respecto a la guerra:

    “(…) el sistema financiero (…) es, más allá de toda duda, la principal causa de la fricción internacional. Puesto que, como ya hemos visto, ninguna nación puede comprar su propia producción, resulta inevitable que haya una lucha por los mercados en donde poder deshacerse del excedente. La traducción de esta lucha comercial en un contexto militar es simplemente una cuestión de tiempo y oportunidad.” [1]

    Los credististas sociales han advertido repetidamente que existe una causa económica crónica, enteramente artificial en su naturaleza y, por consiguiente, innecesaria, la cual inexorablemente conduce a las naciones a tomar las armas la unas contra las otras. Debido a la deficiencia subyacente en el poder adquisitivo del consumidor que aflige a todas las sociedades industriales que operan bajo las convenciones estándar bancarias y de contabilidad, los países se ven frecuentemente presionados a aliviar la falta de liquidez en la economía doméstica buscando exportar más de lo que importan. Una, así llamada, “balanza comercial favorable” (que es indudablemente desfavorable en términos reales porque implica una pérdida neta de riqueza real) ayuda a una economía a cubrir la brecha entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos del consumidor deshaciéndose de parte de su producción excedente al mismo tiempo que simultáneamente incrementa el ritmo de flujo de poder adquisitivo del consumidor (mediante los trabajos que son creados y los beneficios que se consiguen por las compañías exportadoras). El problema es que es matemáticamente imposible para todas las naciones en el mundo exportar más de lo que importan; es un juego de suma cero. Por cada campeón exportador, debe haber un perdedor con un déficit comercial. Los países que importan más de lo que exportan se ven encarados con un problema de brecha que se ha vuelto aún peor a consecuencia de sus actividades comerciales. Puesto que todo país está funcionando bajo la misma interna deficiencia de poder adquisitivo, la lucha por una balanza comercial favorable constituye una lucha por la supervivencia. Ello conduce, muy naturalmente, al conflicto económico, mejor dicho a la guerra económica, en forma de guerras comerciales y alianzas comerciales “libres”, y, con demasiada frecuencia, puede forzar o al menos inducir a un conflicto militar. Un país que no consiga competir exitosamente mediante la “innovación”, el trabajo duro, o presentando en el mercado precios menores que sus rivales en la lucha global por un flujo artificialmente escaso de poder adquisitivo, puede optar por buscar asegurarse su victoria en la guerra económica derrotando a sus oponentes en el campo de batalla. La razón real para la guerra será, por supuesto, más o menos ocultada al público y se encontrará un pretexto, pero la guerra le puede permitir al agresor destruir parte de la capacidad productiva de su rival y/o, a través de la eventual firma de tratados de paz, insistir en condiciones comerciales más favorables para él mismo (como parte de las debidas reparaciones).

    La presión puesta sobre las naciones para cubrir sus brechas internas entre precios e ingresos con balanzas comerciales favorables, se ve intensificada por la política universalmente defendida del pleno empleo. Si insistimos locamente, en directa oposición al potencial físico real de la economía industrial moderna, en que todos (o casi todos) deben trabajar en la economía formal con el fin de obtener poder adquisitivo (o para ser apoyados por aquéllos que lo hacen), entonces estamos exigiendo un continuo crecimiento económico como fin en sí mismo (como medio de distribución de ingresos adicionales a medida que crece la población). La producción resultante debe encontrar alguna salida. Si no puede ser absorbida internamente, deberá asegurarse un mercado para ella en el extranjero. Fue por esta razón que John Hargrave, líder de los Camisas Verdes (un grupo paramilitar de Crédito Social de la década de 1930), proclamó valientemente en más de una ocasión que “Aquél que clama en favor del pleno empleo, clama en favor de la guerra”.

    El Mayor Douglas exploró con cierta extensión las causas puramente económicas que están detrás de la guerra moderna en un discurso en la BBC titulado “Las causas de la guerra”:

    Las causas de la guerra


    [1] C. H. Douglas, The Monopoly of Credit (Sudbury, Inglaterra: Bloomfield Books, 1979), 92.



    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
    Última edición por Martin Ant; 30/11/2014 a las 18:37

  7. #7
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    Portugal precisa do Crédito Social (und Deutschland auch)


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    Por M. Oliver Heydorn


    Portugal tiene una larga historia de expresión de comentarios sociales y políticos y de activismo en formas musicales. En efecto, el cercano golpe de Estado incruento que derribó la dictadura en la Revolución de los Claveles de 1974 fue anunciada (muy literalmente) por Grandola Vila Morena, una canción que había sido compuesta y realizada por Zeca Afonso, un músico popular y disidente político. La Música de Intervencação o “música de protesta” es un método de llamar la atención acerca de problemas, ya sean económicos, políticos o en general sociales en su naturaleza, de los que nadie está dispuesto o es capaz de hablar de una manera abierta y/o efectiva.

    Una de las últimas entregas en esta tradición vino con el lanzamiento en 2011 del éxito “Parva que Sou”, “Tonta que soy”, por el grupo Deolinda.





    Mi traducción:

    Soy de la generación sin remuneración
    Y esta situación ni siquiera me molesta.
    ¡Qué tonta que soy!

    Porque esto es malo y continuará,
    Es una suerte que pueda ser capaz de ser pasante.
    ¡Qué tonta que soy!

    Y me quedo a pensar,
    Qué mundo más tonto es éste
    donde, para poder ser esclavo, es necesario estudiar.

    Soy de la generación “casa de los padres”,
    Si ya lo tengo todo, ¿por qué querer algo más?
    ¡Qué tonta que soy!

    Niños, marido, siempre lo estoy posponiendo
    Y todavía tengo que pagar por el coche.
    ¡Qué tonta que soy!

    Y me quedo a pensar,
    Qué mundo más tonto es éste
    donde, para poder ser esclavo, es necesario estudiar.

    Soy de la generación “¿por qué debería quejarme?”
    Hay alguien mucho peor que yo en la televisión.
    ¡Qué tonta que soy!

    Y me quedo a pensar,
    Qué mundo más tonto es éste
    donde, para poder ser esclavo, es necesario estudiar.

    Soy de la generación “¡No puedo soportarlo más!”,
    Porque esta situación ya ha durado demasiado.
    ¡Qué tonta que soy!

    Y me quedo a pensar,
    Qué mundo más tonto es éste
    donde, para poder ser esclavo, es necesario estudiar.


    Sí, la misma tonta situación económica, tanto en Portugal como en todas partes, ya ha durado demasiado. ES tonta … muy tonta… porque, dada la enorme capacidad productiva (tanto actual como potencial) de la economía industrializada moderna, no hay ninguna buena razón para la pobreza (una generación sin remuneración), para la servidumbre en sus varias formas incluyendo la política fútil del pleno empleo (tienes que estudiar para poder ser esclavo – es una suerte que pueda ser capaz de ser pasante), para las deudas crónicas y siempre incrementándose (y todavía tengo que pagar por el coche), o para los efectos adversos sociales y psicológicos de una economía defectuosa (soy de la generación “casa de los padres” – niños, marido, siempre lo estoy posponiendo – ¡Qué tonta que soy!), etc., etc. Y ya HA durado demasiado porque tanto la explicación para la gran discrepancia entre lo que una economía moderna puede hacer y lo que realmente hace, así como la correcta solución para esa particular paradoja ha sido conocida –no ampliamente conocida– pero conocida durante muchas décadas.

    El ingeniero anglo-escocés, C. H Douglas (1879-1952), identificó correctamente la causa principal que está detrás de la disfuncionalidad económica moderna y también ideó las oportunas medidas para su remedio. El cuerpo de pensamiento resultante vino a ser conocido como Crédito Social.

    Portugal, junto con el resto del mundo, sufre, no a causa de una falta de “competitividad” o por falta de una buena gestión en sí, sino porque, para empezar, el sistema financiero convencional no está apropiadamente diseñado. No está diseñado para facilitar, en la mayor medida posible, el suministro de bienes y servicios donde, cuando y en la medida en que sean requeridos, con la mínima cantidad de molestias para todos. En lugar de ello, la economía física está cercada, restringida y distorsionada por un sistema financiero que no refleja adecuadamente la realidad. Si uno quisiera resumir el problema en una sola frase, ésta sería: “escasez crónica de poder adquisitivo del consumidor.” Para empeorar las cosas, mientras esta brecha subyacente entre precios e ingresos no sea atendida adecuadamente, ocurrirán inevitablemente crisis financieras recurrentes. La solución apropiada consiste en que el sistema financiero sea adecuadamente modificado para así poder restaurar un equilibrio real (es decir, auto-liquidable) para el flujo circular. Un flujo compensatorio de dinero libre de deuda ha de ser creado por una Oficina del Crédito Nacional y emitido directamente (mediante un Dividendo Nacional) o indirectamente (mediante un Descuento Nacional sobre los precios al por menor) al consumidor. Una vez que se haya logrado una endógena homeostasis financiera, todos los demás síntomas de la disfuncionalidad económica se disiparán. Portugal no necesita medidas de austeridad inhumanas, ni tampoco necesita de la intervención de la troika globalista (la insanta trinidad del F.M.I., la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). ¡Lo que Portugal necesita es el Crédito Social!

    Otra bonita composición del repertorio de Deolinda que igualmente toca una variedad de temas del Crédito Social es “Um Contra O Outro”, “Uno contra el otro”. Esta canción particular desafía a la gente a optar por salirse fuera de la carrera de ratas: otro fenómeno más que puede remontarse al sistema financiero disfuncional.





    Mi traducción:

    Vamos, desenchufa el cable,
    que une la vida con este juego.
    Juega conmigo un nuevo juego
    con dos vidas, una contra la otra.

    Ya no es suficiente,
    esta lucha contra el tiempo,
    este tiempo que perdemos
    tratando de morder a algún otro.

    Al final de esto todo,
    que se presenta como una ganancia,
    se pierde
    sin dar nada a nadie.

    Vamos, tómate un descanso,
    aparca el coche,
    salte de la carrera,
    abandona esta guerra,
    porque tu objetivo
    está a este lado
    de tu vida.

    Cambia tu nivel,
    salte del estado invisible,
    adopta un modo compatible
    con mi condición
    porque tu vida es real y repetida,
    date a ti más de lo imposible,
    si me das tu mano.

    Sal de casa y ven conmigo a la calle, ven,
    porque esta vida que tienes,
    por muchas “vidas” que puedas ganar,
    es la tuya la que tiene las más de perder si no vienes.

    Sal de casa y ven conmigo a la calle, ven,
    porque esta vida que tienes,
    por muchas “vidas” que puedas ganar,
    es la tuya la que tiene las más de perder si no vienes.

    Vamos, muestra lo que vales,
    tú, en este juego, vales muy poco,
    cambia tu vicio por uno nuevo,
    porque el desafío es una lucha.

    Elige tu arma,
    una estrategia que nunca falla,
    el lado fuerte de la batalla,
    maximiza tu poder.

    Te doy la ventaja,
    tú con todo,
    y yo sin nada, aún así, sin armas,
    te enseñaré a perder.

    Sal de casa y ven conmigo a la calle, ven,
    porque esta vida que tienes,
    por muchas “vidas” que puedas ganar,
    es la tuya la que más puede perder si no vienes.

    Sal de casa y ven conmigo a la calle, ven,
    porque esta vida que tienes,
    por muchas “vidas” que puedas ganar,
    es la tuya la que más puede perder si no vienes.



    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  8. #8
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Entradas del blog de David Gleicher


    32.jpg


    Por M. Oliver Heydorn


    Existe un buen número de economistas profesionales que han comentado de manera favorable algunas de las principales ideas de C. H. Douglas. Más recientemente, el Profesor David Gleicher, de la Universidad Adelphi, ha publicado un buen número de entradas en su blog: “Mirando más allá del Crash”, que relaciona varios aspectos de la teoría del Crédito Social con la corriente principal económica.

    Reading in the New Year: "These Present Discontents" by C.H. Douglas

    Keynes and Douglas on Effective Demand

    Keynes and Douglas on the Real Economy


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  9. #9
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Perspectivas de Crédito Social: ¿Qué es lo que está mal en la economía?



    33.jpg


    Por Liam Allone

    El siguiente texto fue presentado por Liam Allone de Economic Democracy

    Puedo demostrar la brecha fundamental o “carencia de dinero”, que se forma en el sistema monetario que el mundo entero –sin excepción– está utilizando, tanto a nivel macro como micro, de forma que pase a ser algo obvio que el análisis es correcto.

    Prueba macro: si se tiene en cuenta a los EE.UU., su P.I.B. es actualmente de $ 14 billones/año. Éste es el PRECIO que REALMENTE se consiguió por la adquisición de todos los bienes y servicios producidos por los EE.UU. durante el año citado. La Oficina de Estadísticas Laboral informa que el total de sueldos, ganancias y dividendos reportados al I.R.S. vienen a ser de $ 8 billones. $14 billones – $ 8 billones = $ 6 billones de BRECHA o carencia de poder adquisitivo. Divídase esa cifra por el número de hombres, mujeres y niños americanos, y vienen a ser $ 16.000 per capita de CARENCIA DE DINERO.

    Prueba micro: considérese cualquier bien o servicio y pregúntese uno mismo: “¿Hay ahí algo ofrecido cuyo precio se componga solamente de sueldos, ganancias y/o dividendos?” La conclusión es siempre no. Ahora pregúntese uno mismo: “¿Hay ahí algún bien o servicio que no tenga un componente del precio consistente en sueldos, ganancias o dividendos?”. De nuevo la respuesta obvia es no.

    La conclusión inevitable es que los sueldos, ganancias y dividendos no pueden de ninguna manera pagar por los bienes que los asalariados han producido con su trabajo. Así, el escéptico pregunta entonces, “Bien, entonces, ¿cómo pudo haberse pagado en su totalidad el precio de $ 14 billones?” La respuesta consiste en el secreto que los banksters no quieren que tú conozcas. El dinero necesario para compensar la deficiencia de poder adquisitivo ¡ES TOMADO PRESTADO! ¡A INTERÉS! ¡PARA SU EXCLUSIVO BENEFICIO! ¿Cómo es eso? Bonos del Gobierno, impuestos (el mecanismo para la extracción del interés), líneas de crédito a las corporaciones, capital riesgo, préstamos hipotecarios, préstamos para el coche, tarjetas de crédito, líneas de crédito personal. Todo eso sirve para cubrir la brecha de poder adquisitivo. Todo lo que estamos haciendo continuamente es patear la lata de la deuda calle abajo con el inevitable e inexorable resultado de que la deuda pública, privada y corporativa siempre se está expandiendo, y los precios (es decir, la inflación por empuje de costes) siempre están subiendo. Todos somos esclavos de la deuda y el amo son los banksters.

    ¿Cómo hacen para mantenernos succionados en esta trampa? A todos se nos ha llevado a la mentira de que necesitamos TRABAJAR COMO MEDIO PARA OBTENER NUESTRO PAN. Esto es salvación por el trabajo. Necesitamos la salvación por la gracia: el don gratuito de la capacidad en exceso que la tecnología ha ganado para la humanidad en su conjunto de forma que nosotros –la humanidad– ¡tenemos, de hecho, ya GANADA una cierta cantidad de descanso respecto del trabajo! En otras palabras, necesitamos que se cubra la brecha mediante un volumen adecuado de dinero libre de deuda que sea libremente distribuido a los consumidores.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  10. #10
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Beneficios y despidos del Scotiabank



    36.jpg

    Por M. Oliver Heydorn


    Uno de los 5 grandes bancos de Canadá, el Scotiabank, anunció recientemente que iba a cortar 1.500 puestos de trabajo. Todo esto, a pesar del hecho de que el banco ha ganado, en lo que va de año, tanto como 5,57 mil millones de dólares de beneficio… de acuerdo con sus cifras oficiales.

    Scotiabank’s cuts cause worries other banks may follow | Toronto Star

    Ahora bien, no estoy sugiriendo que el despido de esta gente no sea la mejor decisión de negocio dada la forma en que el juego se desarrolla actualmente. Simplemente estoy subrayando que bajo el actual sistema económico, con su “monopolio del crédito”, existen ganadores y perdedores bien definidos… y aquéllos de nosotros que somos castigados por el sistema, que somos privados de nuestros derechos por él, no podemos dejar de mirar esos 5,57 mil millones de dólares en beneficios con la ceja levantada.

    Más aún, esta reacción es enteramente legítima pues, desde un punto de vista de Crédito Social, toda esa masa de beneficio indudablemente se hizo posible por la brecha entre precios e ingresos, una brecha que no debería ni siquiera existir. Extendiendo el dinero deuda adicional en forma de crédito bancario (creado ex nihilo) para los gobiernos, negocios y consumidores, con el fin de compensar la disparidad recurrente, los bancos pueden acumular y acumulan grandes ganancias mediante el interés compuesto que se carga sobre lo que tienden a ser deudas crónicas, es decir, deudas que son imposibles de devolver en su totalidad. Cuanto más grandes sean las deudas que se mantienen, mayores serán las sumas necesarias para pagar el interés de ellas (porque el volumen del interés debido crece exponencialmente con el tiempo).

    En general, la labor de la finanza debería ser dirigida en beneficio de cada individuo de la sociedad y no en beneficio de unos pocos a expensas del bien común. Esto significa que la finanza no debería hacerse funcionar como cualquier otro negocio, es decir, para la ganancia privada en tanto que objetivo aislado. Por el contrario, debería hacerse funcionar por el bien del interés público: el suministro de bienes y servicios donde, cuando y en la medida en que sean requeridos, con la mínima cantidad de molestias para todos (aún cuando permanece como verdad el hecho de que resulta mejor para las actividades del día a día de la finanza el que ésta sea administrada privadamente).

    Del discurso del Mayor Douglas en Dunedin (1934):


    http://www.socred.org/pages/the-douglas-internet-archive


    “Tuve una charla con un muy agradable y amable y, en realidad, eminentemente respetable director de banco en Wellington, bastante accidentalmente, hace una o dos semanas, acerca de cuestiones muy ordinarias. La conversación se desplazó al tema del sistema bancario, y él afirmaba que el sistema bancario era un negocio como cualquier otro negocio, y que se hacía funcionar con el fin de hacer un beneficio como cualquier otro negocio, y que la sola consideración que él tenía en mente era la de continuar llevándolo conforme a las exitosas directrices de cualquier otro negocio.

    Bueno, yo no sé si ésta es una idea que prevalece entre todos los banqueros, pero sí fuera así constituye la condenación final del sistema bancario tal y como está actualmente, porque resulta muy obvio que algo que permea y controla todas las actividades de la organización productora de riqueza en la cual confiamos todos, no puede de ninguna manera –con independencia de que sea administrado privadamente o sea administrado públicamente, pues ésta no es la cuestión–, no puede ser hecho funcionar como un interés privado. Eso es increíble. (Aplausos).

    Ello simplemente significaría que los negocios de todo el mundo están a merced de esta organización privada, como bien sabemos que así ocurre.”



    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  11. #11
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    El Movimiento Provida necesita el Crédito Social




    Por M. Oliver Heydorn


    Si bien yo soy provida incondicional y sostengo que el aborto directo debería ser prohibido por la fuerza de la ley (tal y como así estaba bajo la Common Law británica y a lo largo del mundo occidental hasta las décadas de los sesenta y los setenta), es importante reconocer que el aborto es un problema que necesita ser contrarrestado o neutralizado en una variedad de diferentes niveles. Criminalizar el aborto directo sobre la base, enteramente apropiada, de que los niños no nacidos tienen el mismo derecho a la vida dado por Dios que el que poseen el resto de nosotros puede ciertamente hacer bajar la tasa de abortos (la ley tiene una función educativa), pero el método más efectivo para tratar con esta práctica sería la de eliminar sus causas principales.

    Es en relación a esta cuestión de las “causas principales” que, tanto las bases del movimiento provida como muchos de sus líderes, sufren de una muy terrible ceguera. Se ha estimado que la vasta mayoría de los abortos en las economías avanzadas (más del 90 %) ocurren a causa de razones sociales y/o económicas (por ejemplo, falta de ingresos, interferencia con la educación y/o carreras, falta de un sistema de apoyo, etc.). Esta estadística particular no es un secreto; es conocida y abiertamente citada por muchos individuos y grupos. Lo que los activistas provida desconocen en su mayor parte es el hecho de que esas dificultades socioeconómicas, si bien son bastante reales en sus efectos, son en gran parte artificiales en relación a sus causas; no tienen su origen en la naturaleza de las cosas. En efecto, las presiones financieras y económicas inhumanas bajo las cuales la mayoría de nosotros trabajamos constituyen rasgos fundamentales del sistema financiero convencional; un sistema que no refleja adecuadamente el crédito real de la sociedad y que, por tanto, no substancia por completo dicho crédito real (es decir, su capacidad productiva útil). El Crédito Social propone liberar esa capacidad física que tiene la sociedad para proveer a cada uno con una abundancia de bienes y servicios junto con un incremento del tiempo de ocio, subordinando debidamente el crédito financiero de la sociedad a su crédito real. Elimínese las presiones financieras y económicas artificiales mediante una reforma monetaria de Crédito Social y se eliminará una de las causas principales que llevan a las mujeres a dar su consentimiento al terrible crimen del feticidio.

    Cf. Un resumen de la reforma monetaria del Crédito Social

    Los activistas provida tiene razón en insistir que necesitamos desarrollar una “cultura de la vida” si queremos reducir el número de abortos. De lo que todavía tienen que darse cuenta es que una cultura de la vida probablemente se quede en nada más que una quimera sentimental a menos que se fundamente en un sistema financiero y económico que también sea provida y profamilia. Provéase a las mujeres con un apoyo real, es decir, concreto, para tener y criar niños mediante un Dividendo Nacional libre de deuda en lugar de slogans o ideales abstractos, y el aborto se convertirá en algo no deseable como vía de escape respecto de un ambiente financiero, económico y social inhumano. Sí, el actual sistema financiero (con su inherente desequilibrio, que es impulsado por un monopolio del crédito) no sólo no es provida ni profamilia; es, en su misma estructura y en la misma forma en que funciona, una fuerza anti-verdad, antivida, antifamilia y anticultural. Es la única mayor amenaza para la civilización.

    ¿Hay alguien que preste atención, o la voz de los creditistas sociales permanecerá como una voz que está “gritando en el desierto”?




    Comentario de Wallace Klinck

    El fundador del Crédito Social, Clifford Hugh Douglas, dijo que nosotros los creditistas sociales no intentamos otra cosa que establecer una nueva base para la civilización, siendo esa base la seguridad económica absoluta para el individuo. Si bien no predijo el curso exacto de esa civilización, él creía que evolucionaría de la manera más deseable bajo condiciones de liberación con respecto a las necesidades materiales o la indigencia.

    Los defensores a favor de la Vida (antiabortistas) y a favor de Elegir (apologistas del aborto) están enfrascados en una dialéctica social divisiva completamente innecesaria y antinatural entre aquéllos con un amor natural del inocente e indefenso, y aquéllos que por razones de inseguridad económica consideran al niño como una carga económica difícil o insostenible. Pueden haber otros factores implicados, pero el factor primordial lo constituye la inseguridad económica y la necesidad de dedicar una energía incrementada a la provisión de solvencia financiera. Esta necesidad tiende a alejar a la gente de su instintiva humanidad, afección y compasión, llevándoles hacia una inducida y antinatural actitud psicológica endurecida con respecto a otros humanos y a la vida, en general.

    La lucha por la supervivencia en un régimen financiero artificioso, que presenta una imagen restringida de la verdadera fecundidad de la tierra, sitúa todos los elementos de la sociedad en forma de una cada vez más negativa competencia por los cada vez más escasos recursos financieros, dentro del contexto de una cada vez mayor capacidad abundante para suministrar bienes y servicios físicos. Tal es la contradicción de una civilización que intenta vivir bajo las imposibles condiciones impuestas por un sistema de contabilidad del coste financiero irreal y restrictivo.

    Las políticas del Crédito Social permitirían no solamente el uso de los recursos, naturales y humanos, para la realización de producción deseada, sino que también aseguraría que los resultados de tal actividad fueran automáticamente accesibles a los miembros individuales de la sociedad sin limitación: inmediatamente, dinámicamente y sin obligarse a deuda ninguna o sin necesidad de enfrascarse en una actividad despilfarradora y destructiva simplemente para obtener ingresos financieros con el fin de poder acceder a los bienes de consumo previamente producidos y que esperan su adquisición.

    La política del Crédito Social consiste en crear la estabilidad social a través de la integración realista de fines y medios. El actual sistema financiero impide absolutamente dicha estabilidad.

    Es una tragedia que las facciones Pro y Anti se reduzcan a moralistas inefectivos, por un lado, y supervivencialistas materialistas, por otro lado. Podrían redescubrir su mutua y latente humanidad dentro de un orden de Crédito Social.



    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
    Última edición por Martin Ant; 13/01/2015 a las 12:04
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  12. #12
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    ¿Es la desigualdad de ingresos el problema económico central?






    Por Wally Klinck / Oliver Heydorn


    En una entrada de blog que vale la pena leer titulada “¿Qué elección tenemos?”, Charles Hugh Smith habla de la extrema y cada vez más creciente desigualdad de ingresos que caracteriza la vida económica en el mundo moderno (entre otros asuntos estrechamente relacionados): charles hugh smith-What Choice Do We Have?.

    Tal y como yo relato con cierta extensión en mi libro Social Credit Economics, el “Monopolio del Crédito” genera una estructura económica piramidal en donde la gente es recompensada o castigada dependiendo de cómo efectivamente sirva a los intereses financieros. El resultado es una enorme y cada vez más intensificada brecha entre los segmentos más ricos de la población y el resto de nosotros. En efecto, la disparidad ha venido a ser tan grande (véase, por favor, el gráfico de “distribución de cola larga” de Smith) que muchos podrían ser llevados a creer, muy naturalmente, que la desigualdad económica constituye el problema económico central, y que un socialismo redistributivo, de una u otra variedad, resulta necesario como correctivo. Con independencia de lo desproporcionadas que puedan ser las distribuciones de los ingresos actuales, el diagnóstico del Crédito Social apunta hacia otra y más profunda dirección. Una vez que se atienda a este problema más fundamental de acuerdo con los remedios propuestos por el Crédito Social, es probable que reordene, –todo ello por sí mismo y sin la intrusión de un sistema de mando– , los patrones de distribución de ingresos en consonancia con líneas más razonables. En respuesta directa a la entrada de blog de Smith, Wally Klinck ha presentado los siguientes comentarios:


    El Crédito Social alteraría esta tendencia hacia la concentración de riqueza sin que al mismo tiempo sugiera de ninguna forma que los ingresos deban ser iguales. A medida que la tecnología reemplazara al esfuerzo humano como factor de producción, los “sueldos de las máquinas” se pagarían por igual a todos los ciudadanos. Esto proporcionaría una demanda de consumo sustentable y proporcionaría una perspectiva estable para los negocios competentes. La flexibilización cuantitativa no puede proporcionar un remedio porque la deficiencia se encuentra en el lado del consumo. Naturalmente, si la perspectiva de los negocios no es buena, los bancos serán reticentes a la liberación de crédito para más producción. La economía está, como se ha dicho, “coste-ipada”. Está sobrecargada y taponada con costes financieros no liquidados, que no pueden ser liquidados porque el ritmo de flujo de ingresos financieros se queda, de manera cada vez más creciente, corto con respecto al ritmo de flujo de costes financieros y precios. No importa que puedan haberse desembolsado ingresos adecuados en el pasado. El dinero que se haya recobrado prematuramente en relación a las cargas de capital asignadas queda cancelado como poder adquisitivo efectivo. No importa cuánto dinero se haya distribuido; todo él, por supuesto, es contabilizado como una coste financiero. Si ha sido cancelado o puesto en reservas, ya no está disponible como poder adquisitivo del consumidor, y su uso para la producción de bienes adicionales incrementa aún más los costes y precios. No queda otra solución que la de un suministro exógeno de dinero para el consumidor, y que no cree costes financieros adicionales sino que más bien sea capaz de liquidar previos. No constituye un testimonio en favor de la inteligencia humana el hecho de que parezcamos ser incapaces de darnos cuenta de que la economía existe para servir al consumo y que para que se le permita poder funcionar sin problemas debemos proporcionar lo necesario al consumo, el cual sostiene a la producción. El trabajo humano es un factor que está disminuyendo en la producción, pero hemos demostrado, sin embargo, nuestra capacidad para producir una superabundancia de bienes. Pero no podemos obtenerlos sin que al mismo tiempo nos ahoguemos en deuda e incurramos en despilfarros y guerras sin sentido. ¿Entonces qué? ¿Deberemos suicidarnos?

    Nuestro Banco de Canadá nos dice que los consumidores se han precipitado hacia el endeudamiento y que deberíamos cortar esta tendencia. ¿Qué otra cosa es nueva o posible? Así pues, cortamos la compra a crédito, nos negamos a nosotros mismos el uso de aquello que demostrablemente se ha producido y puede ser producido, y colapsamos la economía de manera que los fuertes (incluyendo especialmente a los bancos en tanto que emisores primarios del crédito financiero) puedan ejecutar las hipotecas sobre los débiles y apropiarse de nuestros esfuerzos pasados. ¡Qué sistema más maligno! Es imposible que pueda tener lugar por ignorancia: nadie podría ser tan estúpido. Pero, me temo que las masas son así; realmente no son así, sino que sólo están patéticamente desinformadas y se les ha lavado el cerebro. Es trágico. Es misión del Crédito Social cambiar este triste estado de cosas.

    Existe una gran cantidad de propaganda ahí fuera acerca del top 1 %. Esto constituye una simplificación y tiende a apoyar la peligrosa y revolucionaria idea socialista/comunista de la expropiación de ingresos y activos. Se han hecho estudios desde hace mucho tiempo que muestran que si se divide los ingresos financieros de la clase más alta entre la población total, esto haría poco para aumentar el ingreso de cada individuo. El problema es mucho más complejo, e implica la existencia de un enorme error en la contabilidad de costes nacional, que crea un abismo creciente entre los ingresos financieros efectivos colectivos y los precios colectivos. Se trata de dos asuntos muy diferentes.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

  13. #13
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    íHola!
    Tengo el gusto de transmitirles aquía continuación este texto esencial (traducción en español revisada) tomado de un libro abajo citado. Después de quasi 60 años de escrito, ese texto queda vigente hoy y queda cada vez más en plena actualidad, resulta más verdadero hoy en día en la era de las computadoras generalizadas en el mundo e internet. Es una explicación importantísima y clarísima para comprender la esencia de los mecanismos bancarios que crean el dinero, pues la moneda, exactamente la moneda de créditosalido de la nada(unos 95% del dinero en circulación cual que sea su forma)que es el dinero que utilizamos diariamente, y toda la vida: moneda metálica, moneda de papel con los billetes de banco, cheques, giros, pagos con las terjetas bancarias.En efecto, el Banco de Inglaterra ha vuelto progresivamente el modelo actual de casí todos los bancos del mundo entero.
    La historia de ese texto es la siguiente. El autor, el arquitecto francés Jean-Gaston Bardet, escribió en un otro libro que mientras estaba en colocación en Argentina, pues en 1949-1950 en Buenos-Aires, recibió enviado por un amigo escocés, un documento especialmente claro y documentado respecto a la historia del lanzamiento del Banco de Inglaterra y su -funcionamiento-. Jean-Gaston Bardet comprendió en seguida la importancia del documento e inmediatamente lo insertó en el manuscrito de su libro -Demain, C'est l'An 2000 !- (Mañana¡ Es el año 2000 !). Hace falta precisar que en aquella época, el Mayor Clifford Hugh Douglas era vivo. Jean-Gaston Bardet en su relato sólo escribió "un amigo escocés" me envió un documento muy importante sobre el Banco de Inglaterra, nada más. Es casí cierto que Jean-Gaston Bardet y el Mayor Douglas se conocían. Jean-Gaston Bardet sólo adaptó un poco el texto recibido para insertarlo en su manuscrito. Es decir que el texto siguiente procede casí ciertamente del Mayor Clifford Hugh Douglas, el que descubrió -experimentalmente- el Crédito Social (o Democracia Económica, es igual), pues, se trata de un descubrimiento -experimental- y no de una teoria. Se puede elaborar teorias sobre el Crédito Social, pero la origen real del Crédito Social es -experimental- por el descubrimiento del Mayor Douglas después de haber registrado a través del modo de producción y la contabilidad de ciento (y más) empresas de todas clases. Es importante que el Crédito Social procede de lo experimental y no de la teoria porque se trata de averiguaciones en la realidad concreta de la producción en las empresas.
    Es decir que cada palabra, cada frase de ese texto tocan una problemática bancaria, monetaria y financiera que corta por le sano el asunto de la creación y del control del dinero. El asunto, todavía, no ha estado zanjado por los gremios financiero y hacendistas y lo borroso y la confusión en el asunto parecen mantenido a proposito... y la desgracia de la gente. Además en ese texto hay una explicación clarísima del teorema A+B del Crédito Social elaborado por el Mayor Douglas y desarrollado más tarde a un lado y a otro por el pedagogo genial Louis Even.



    EL SUPER MECANISMO DE CONCENTRACION

    Quien controla el dinero, controla las naciones, hasta el mundo entero

    por Jean-Gaston BARDET
    Entre todos los mecanismos de concentración, existe uno de ellos más sutil y más poderoso, ignorado casi totalmente hace unos decenios. Por eso, tengo que exponerlo detalladamente. Es el mecanismo bancario que multiplica las fechorías de la usura y del crédito. En efecto, por un lado, la adición de los intereses, dobla, y luego cuadruplica cualquier deuda en quince y luego treinta años, por otro lado, a través del subterfugio del crédito y de la moneda escrituraria (scriptural), vampiriza todas las riquezas mobiliarias y, sobre todo, inmobiliarias, de una nación, y luego del mundo.

    La usura siempre fue prohibida por el derecho canónico romano y luego por el Corán. El catecismo del Concilio de Trento es clarísimo: "Todo lo que se toma allende de lo que se ha dado es usura..." es por ello que el profeta Ezequiel (18-17) dice que 'Aquel será justo quien no habrá prestado con usura y quien no habrá tomado nada allende lo que hubiere prestado. Y Nuestro Señor nos manda, en San Lucas (6-35), prestar sin esperar nada'. Este pecado siempre fue considerado, igualmente por los paganos, como un "crimen muy grave y odioso" y el concilio añade, "es lo que hace decir a Cicerón que prestar con usura o matar a un hombre resulta la misma cosa. En efecto, aquellos que prestan con usura venden dos veces una misma cosa, o, venden lo que no es".

    Habría que conocer muy poco de la historia de las civilizaciones para imaginarse que solo se trata de una pauta moral y no de un principio FUNDAMENTAL de buena organización de la sociedad civil... porque solo hay una sola clave para los Dos Reinos (el de la Tierra y el del Cielo).

    La civilización egipcia duró unos cinco mil años; ignoraba la moneda. Las diversas civilizaciones mesopotámicas se desplomaron las unas después de las otras al cabo de unos siglos, desgarrándose, destruyéndose mutuamente.

    Practicaban no solo el tráfico de lingotes, sino la usura, es decir el "crecimiento del dinero" como lo llama el código de Hammurabi. El interés podía legalmente alcanzar un 25% y podía subir hasta 100% y 140%. La Enciclopedia Británica (artículo Money, edición de 1929) apunta que el hundimiento de Grecia durante el siglo VI e igualmente el hundimiento del Imperio Romano, se debieron de la misma manera a la usura. Así como lo mostró G. Ferrero en Grandeza y Decadencia de Roma, Julio César resultó destrozado por mostrarse incapaz de solucionar "la gigantesca acumulación de intereses inalienables que habían concentrado toda la riqueza en pocas manos, reduciendo los pequeños propietarios a la esclavitud".

    Empiezan ustedes a sospechar por qué Cicerón en sus juicios resulta más severo que los Padres de la Iglesia.

    Precisemos que la palabra usura no se aplica a la tasa utilizada sino a la índole del préstamo. El préstamo de consumo solamente es calificado como usura en los textos canónicos, el préstamo para la producción no es un préstamo, sino un aporte de capital a una empresa cuya actividad trae ganancias (beneficios). ¿Este préstamo para la producción es lícito? Si, dentro de ciertos límites en la tasa de interés, pero no cuando esta última sube hasta el 50% o 60%, y que sin embargo es la tasa real de los préstamos bancarios modernos.

    Para entenderlo, hace falta estudiar la constitución y el desarrollo del Banco de Inglaterra, prototipo del sistema bancario moderno, nacido en un país protestante donde la usura había sido autorizada por la reina Isabel.


    En 1694, Guillermo de Orange, llegando a ser Guillermo III de Inglaterra, no tenía ya dinero para pagar su ejército. Este rey, holandés, cuyos éxitos habían sido financiados por los banqueros protestantes de su país, va a ser atrapado, lo cabal de las cosas, en el engranaje de los usureros anglo-holandeses. Un grupo (guilda) de usureros, dirigido por William Paterson, le propuso la combinación siguiente:

    a) El grupo privado anticipará al gobierno un préstamo en oro de 1,200,000 libras con tasa de 6%, capital e interés estando garantizados por el Estado y pagados en oro; b) como recompensa, el grupo privado tiene el derecho de llamarse Banco de Inglaterra;

    c) y como el grupo se despojaba así de todo su capital para pagar el préstamo, exigía a cambio (si ya recibirían intereses, ¿a cambio de qué otra cosa esa exigencia?) el derecho de emitir y de negociar pagarés hasta la suma de las 1,200,000 libras prestadas en oro al Estado.

    Hasta entonces, solo el Estado tenía el derecho de regalía para acuñar la moneda, es él quien hubiera podido y debido emitir tales billetes teniendo como prenda el oro que había tomado prestado. El grupo abusando de su título Banco de Inglaterra, hizo imprimir billetes considerados como válidos en Londres, y luego en todo el país, bajo la fianza moral del rey y la fianza material del préstamo de oro. Todo resultaba genial, el público tenía confianza en papeles que el Banco - no teniendo ya capital- era incapaz de reembolsar. Así nació el crédito moderno con dinero de papel, verdadera falsificación del Credo.

    Mediante este abuso de confianza sobre el pueblo inglés, duplicado por alta traición respecto al rey, dice Thomas Robertson (1), el clan de los usureros duplicaba, con una plumada, su fortuna. Esta lograba aún más que duplicarse ya que el clan cobraba no solo el interés de su préstamo en oro, sino además el interés cobrado por sus billetes de papel que se puso a prestar - el 6% del capital inicial tornado en 12%, y al cabo de ocho años, duplicaba de nuevo (2).

    Así, el Banco había creado una deuda doble, una del gobierno - el cual, después de todo, embolsaba el oro - la otra, del pueblo inglés. El endeudamiento simultáneo del gobierno y del pueblo crecerá sin parar, el gobierno, obviamente, haciendo todo recaer sobre el pueblo con el sistema de impuestos. Aquí está el origen de la Deuda nacional inglesa, inexistente antes de Guillermo III, y que totalizaba, en 1948, 24 mil millones de libras. El mecanismo consta de tres grados: usura, deuda, impuestos (60% de estos asignados a pagar los intereses de la deuda).

    Guillermo III siguió tomando prestado del Banco hasta la suma de 16 millones de libras-oro. Y este último emitió el mismo monto en billetes. Aún más, como los billetes circulaban como si fueran oro, igualmente en el extranjero, en adelante el Banco entregó desde entonces papel al gobierno... fiado por él y no ya por el oro. La jugada era completa. Es evidente que en aquel momento, el gobierno hubiera podido retomar su derecho de regalía y decidir imprimir él mismo los billetes; así nunca habría tenido que pagar intereses ni deuda nacional creciendo como bola de nieve.

    Al inicio, el banco solo emitió billetes hasta la suma del oro prestado, y conservó una reserva-oro prevista para cubrir las demandas de reembolso. Poco a poco, se dio cuenta que la gente prefería el manejo de los billetes más livianos que el oro y que se podía emitir billetes contentándose con conservar una reserva de 10%.

    Atraídos por una operación tan fructuosa, los bancos se multiplicaron como hongos. Entre 1694 y 1830, hubo en las Islas Británicas 684 bancos privados, emitiendo cada uno un crecido número de sus propios billetes.

    Fuera de toda consideración moral, el préstamo para la producción basta para desequilibrar toda economía que no es puramente agropecuaria o pastoral, es decir, la única economía donde las "creces (crías) biológicas", don de Dios, siempre renovadas, pueden dejar atrás las "creces del dinero" cuando la tasa es baja. La industria, por su parte, no hace sino transformar, y por la extracción, agotar.

    Antes que todo, es la inflación. Hay diez veces más signos monetarios legales en 1836 que en 1694. Ahora bien, esta moneda-papel no solo resulta prestada sino gastada directamente por los bancos, que así juegan el papel de mercaderes. Los bancos pueden así manejar su negocio con solo 10% de capital real, mientras que los industriales que quieren iniciar una fábrica o constituir un almacén, o stock, toman prestado a los bancos, con tasa del 6%, billetes que representan casi nada e hipotecan sus medios reales de producción a cambio de 'viento' o nada. Esto explica las pocas quiebras de bancos y la vampirización de las industrias y del comercio por los "negocios bancarios".

    No obstante, en 1836, el gobierno británico tuvo conciencia del peligro. Después de una investigación secreta, el canciller Robert Peel tomó la iniciativa del Bank Charter Act de 1844. Aquella ley retiró a unos 600 bancos privados el derecho a emitir billetes y reconociendo solo al Banco de Inglaterra, obligado por esta vez a tener una cobertura en oro del 100% - lo que duró hasta 1914... Hoy día la cobertura resulta solamente simbólica.

    ¡Pobre gobierno! Los 600 banqueros se reunieron formando un nuevo grupo, el Joint Stock Banks y reemplazaron la emisión de billetes prohibidos con la emisión de cheques facilitando las entregas bancarias, es decir la apertura de crédito en cuentas corrientes. Solo se trataba de una emisión disfrazada de billetes, cuanto más peligrosa ya que iba a ser, como moneda legal, el principal factor hinchando la producción de los grandes tomadores de préstamos y no facilitando el consumo de los pequeños. Era una nueva chispa genial. Esta vez no es el rey quien garantizará la emisión, son los depositantes, como consecuencia de una confusión mantenida con habilidad. El secreto de la omnipotencia bancaria en el mundo entero, precisa Robertson, radica en el hecho que sigue: "Hoy día, cuando alguien deposita 1,000 libras de dinero constante en el banco, este último no presta aquellas 1,000 libras a otro cliente, sino las conserva en reserva y presta como anticipo bancario, o con un cheque, 9,000 libras, es decir nueve veces el monto del depósito que recibió". El primer cliente constituye solo un reserva de 10%... mientras que el bueno del público cree que cualquier banco solo es el intermediario que anticipa el dinero puesto en sus bóvedas, esto es 1,000 libras por 1,000 libras. Por otra parte es lo que todos los tratados ortodoxos declaran y que estaba oficialmente inscrito en la Enciclopedia Británica hasta 1910; p ero en la edición de 1929, se lee que "los bancos prestan creando crédito, crean sus medios de pago ex-nihilo (a partir de la nada)" precisa M. R. Hawtrey, secretario suplente del erario público (3).

    En general el que toma prestado ha depositado garantías. Si no puede reembolsar su préstamo, el banco embarga sus garantías haciendo ahí una ganancia absoluta, mientras quien tomó prestado se declara en quiebra. Si reembolsa, el banco cobra 6% de 9,000 libras, esto es 54% de las 1,000 libras de dinero constante que habían sido depositadas previamente. Ganancia magnífica por haber efectuado un mero juego de escritura. La operación queda anulada, el importe inscrito es llevado a la columna Haber, que anula el importe llevado como salida en la columna Debe. ¡Las 9,000 libras se disuelven en el viento, o la nada, de donde habían salido!...

    He allí el poder casi mágico de los bancos. No solo crean y destruyen moneda sino negocios. Provocan expansiones formidables, "booms", crisis artificiales, períodos de superactividad o de paro, según que - como una coqueta - otorgan, o no, sus favores, es decir créditos de cuenta corriente. Son dueños del "ciclo del comercio". Su poder es invencible, cualquiera que sea el partido que triunfe temporalmente. Concentran poco a poco todo en sus manos, sobre la ruina de las naciones.

    En 1919, cuando Vincent C. Vickers, - gobernador del Banco de Inglaterra desde 1910 - se dio cuenta de esa destrucción irreparable, él dimitió y comenzó a denunciar este engranaje implacable (4). Resultó de esto el Official Government Report on Finance and Industry, conocido como el MacMillan Report (5) y luego el Canadian Government Report of the Committee on Banking and Commerce, de 1939 (6) que confirmaron todos esos hechos y revelaron que la palabra: 'depósito bancario' es una estafa verbal, hace creer en un activo cuando representa al contrario un pasivo, una deuda de los que toman prestado. Hace falta substituirla con la expresión "crédito financiero", o mejor: "dinero negativo".

    Con ese sistema un banco puede comprar todo, hacer pasar todo a sus manos, ya que puede duplicar en dos años no solo su capital real sino el dinero que se le deposita. Realiza el ideal del sistema de concentración, no necesita ya trasladar hombres, ni juntar máquinas, unas plumadas bastan. Es la reina de las máquinas de papel (hoy en día, con computadoras)

    - NO HAY CONCENTRACION SIN DESTRUCCION -

    El mecanismo moderno del Crédito orientado a la producción conducirá al mismo hundimiento que la mera usura de la antigüedad orientada al consumo, pues no tiene autorregulación por parte de los signos monetarios legales, es decir el dinero acumulado o atesorado del ahorro.

    Cuando consumidores invierten su ahorro, en primer lugar la tasa de interés real queda limitada, inferior a 10%, pero sobre todo la industria que toma prestado solo se desarrolla en función de dicho ahorro, de ese excedente que no ha sido gastado en consumo. Salvo que fabrique objetos superfluos, dicha industria no corre el riesgo de producir demasiado, es decir producir allende las posibilidades de compra de los consumidores. Mientras que en el caso de la financiación mediante los bancos, los cuales emiten una moneda escrituraria anticipada, basada en la hipótesis de la venta de los objetos producidos, las explotaciones y la producción se hinchan con una velocidad que deja atrás los poderes de compra reales que, en adelante, quedan abandonados e ignorados.

    Resulta una histeria de la producción que plantea la alternativa: desempleo o guerra para la destrucción de los bienes que inundan el mercado

    Así pues, hay dos financiaciones posibles de índole totalmente opuesta: una que proviene del ahorro, es un dinero de suplemento y la otra proyectada por anticipación.. En el primer caso, la autorregulación debe provenir de la oferta de los capitales ya existentes, en el segundo, del pedido de necesidades primarias las más ciertas.

    Así la financiación bancaria - expuesta a la luz pública - es muy indicada para la construcción y el equipamiento inmobiliario en beneficio del conjunto del país. Allí donde no se temen los excesos de producción (sobreproducción), es verdaderamente la demanda quien determina la emisión. Son las necesidades de alojamiento, carreteras, puentes, hospitales, escuelas, bosques, que esta vez, se tornan en reguladores de la moneda escrituraria anticipada, tan peligrosa en sus anticipos. Notar bien que en este caso, solo las oficinas regionales - y no un banco de crédito centralizado (7) - permitirían tener la confianza del público de la región y el control efectivo de las necesidades inmediatas. Notar que se trata de un préstamo de consumo y no de producción, no puede ser cuestión de intereses. La Región o la Provincia no pueden ser usureras. El mecanismo bancario, como mecanismo, es utilizado sin compromiso con la usura, posee su autorregulación orgánica: el conocimiento de la comunidad en sus necesidades específicas. Es el único caso donde: colocando el Bien en la salida lo cosecharemos en la llegada.

    Cuando se añaden las fechorías del préstamo con interés y tasas escandalosas, de la moneda escrituraria, no frenada por las necesidades, y de la histeria de la producción, se desciende rápida y desenfrenadamente hacia una destrucción obligatoria.

    La ruina proviene, por una parte, de la Deuda nacional y sus intereses trasladados a cargo del pueblo mediante el impuesto que no resulta "justo", sin implicar la prestación de ningún servicio. También se plantea la pregunta: ¿Hace falta devolver a César lo que pertenece a Mamón (*)?

    La ruina es aún mayor por la inflación que deprecia los bienes del trabajo de tal manera que en Julio 1945, los bancos reunidos de las Islas Británicas tenían en sus cajas 600 millones de libras y habían aceptado en reconocimientos de deudas, préstamos, anticipos, inversiones más o menos 5,400 millones de libras, o sea nueve veces más. Esos 5,400 millones sin tener ninguna existencia legal han sido creados por los bancos a partir de la nada, desde 1844 con tasa de 1 millón por semana (8).

    El sistema resulta exactamente satánico. El hombre no puede crear a partir de la nada (ex-nihilo). El dinero-negativo o deuda creada puede, y debe, ser destruido con un juego de cuentas en el Gran Libro: la columna Haber equilibrando la columna Debe. Pero subsiste el interés por pagar, y que no podrá efectuarse sino con una nueva creación ex-nihilo (a partir de la nada) y así sucesivamente... Se produce una bola de nieve de deudas, una marea de dinero-negativo, de la nada, que aumenta sin parar y acarrea la destrucción obligatoria de bienes reales.

    El caos económico que lleva a cada país hacia el dilema: revolución o guerra, radica en un desconocimiento de verdades elementales, tanto de los marxistas como de los economistas liberales. En efecto, Marx no sospechó de ningún modo el mecanismo del dinero-negativo y concentró sus ataques contra la ganancia y la propiedad. Estos últimos siempre han sido amparados - en límites justos - por la Iglesia, madre de los pobres; la cordura recomendaba buscar otra explicación.

    Hela aquí. Para que no haya coexistencia de sobre producción con sub-consumo, hace falta que el ingreso nacional pueda comprar la producción nacional, esto es, que sea igual (9) - la válvula de las exportaciones estando cada vez más reducida en un mundo que se unifica. (10)

    Ahora bien, cualquier precio incluye dos partes: una, de trabajo, otra, de capital. Una, (A), de sueldos o salarios (directos o indirectos pero entregados a personas para su consumo), otra, (B), de remuneración de capitales involucrados en la producción y la venta del objeto comprado, que son capitales de dinero negativo en la mayor parte - la moneda legal apenas representa el 5% de las transacciones (confesó M. C. Towers gobernador del Banco de Canadá durante la investigación precitada, en aquella época Canadá estaba bajo control hacendista de Gran Bretaña). Tal resulta el teorema (A+B) descubierto en 1918 por el Mayor Douglas y acerca del cual M. de Valera (Primer ministro de Irlanda) declaró en 1942: "A pesar de mis demandas reiteradas, ningún economista pudo demostrarme la falsedad de este teorema".
    Esto es, cuando los productores cobran un total (A), no pueden, de ninguna manera, comprar un total (A + B); el ingreso nacional queda SIEMPRE inferior a la producción nacional. Habrá SIEMPRE demasía en la producción (surplus) y los consumidores estarán SIEMPRE en estado de sub-consumo. He aquí el origen del fenómeno superabundancia-miseria que parece no poder ser reducido por ninguna manera de dirigir.

    Es necesario subrayar que tanto más la estructura productiva está concentrada, tanto más las inversiones en máquinas enormes son gigantescas, cuanto más (B) crece en detrimento de (A) en la ecuación, es cuánto menos los sueldos pueden comprar dicha producción, o, más aumenta la miseria, lo que se verifica desde hace un siglo, cualquiera que sea el aumento continuo de los sueldos.

    El remedio financiero - radica por una parte en el micro-maquinismo y la descentralización, disminuyendo (B). Y por otra parte, con el retorno al Estado de su derecho de regalía para acuñar moneda (y hoy emitir dinero), en fin, en la utilización del crédito público recuperado, sin intereses, por la construcción de servicios públicos nacionales, regionales o locales (carreteras, hospitales, escuelas, bosques) donde la parte de sueldos personales resulte máxima y que están afuera del circuito Producción, en el cual solo tiene que desempeñarse la moneda legal (11)


    Hace falta señalar que cualquiera que sea la Distribución: estructura de comercio y reparto de bienes entre los ciudadanos, eso funciona solo dentro de (A). En (A), se puede hallar injusticias, ganancias escandalosas o derroche debido a series de intermediarios, pero los Sueldos e ingresos totales más o menos bien repartidos, deben primero permitir la compra de la producción total.

    El sistema bancario actual, dicho de otra manera, la usura con dinero negativo, no puede crear nada de positivo, es exactamente lo opuesto. Prospera en tiempo de guerra, se dilata, lleva prosperidad material a los obreros militarizados en las fábricas, a los abastecedores del Estado y a los fabricantes de armamentos, mientras que lo mejor de la nación, en lo social, en el pueblo, resulta matado o mutilado. Languidece en tiempo de paz, se estrecha, acorta el poder de compra, resultan quiebras, bancarrotas, paro y todas las miserias imaginables. ¿Por qué esa paradoja?

    Siempre hay bastante poder de compra para las metas de guerra PORQUE los bienes creados son destruidos. Así la reducción del consumo puede ser impuesta en "nombre del patriotismo", mientras que la sobreproducción resulta liquidada.

    No se trata de poner en picota a los banqueros actualmente inconscientes sino de considerar los hechos. Los hechos son los siguientes, son enceguecedores: la usura de dinero-negativo provee siempre bastante dinero para la guerra, la muerte y la destrucción y nunca bastante para la paz, la vida y la construcción. Cuánto más temible resulta la guerra, más devastadora, más poderes de compra resultan creados, más el se hincha el raudal de dinero con las ganancias de los usureros. Pero esta hinchazón no puede tener lugar con bienes que embarazarían (abultarían, congestionarían) el mercado, ya que los sueldos resultan siempre insuficientes para comprarlos y no puede tener lugar más que en un solo caso, el de la destrucción deliberada de los stocks o depósitos. El sistema funciona solo con "efficiency" si se destruyen bienes reales (12). Desemboca implacablemente hacia la guerra. ******** (*) MAMMON, PRINCIPE DE LA CODICIA. "Profundo en cada corazón de los hombres yace el amor por el dinero". En los tiempos antes de la caída, Mammon era un Serafín al servicio de Marc. Pero su corazón se llenó con el deseo del dinero y se unió a Lucifer en la rebelión contra Dios. Cuando la guerra en el Cielo terminó, Los pecados de Mammon eran peores que cualquiera de los caídos. El Príncipe de la Codicia, un Balseraph, es uno ! de los más poderosos Príncipes Infernales. Pero posee pocos enemigos debido a que sus favores pueden ser comprados por un precio justo. Gran cantidad de Príncipes tienen deudas con Mammon y el no esperará unos pocos milenios para cobrar dichas deudas. (1) En Human Ecology, (Maclellan ed. 240 Hope Street. Glasgow) admirablemente documentado (pero cuyo remedio no aceptamos: G. B.). (2) Saber duplicar el interés es parte de la ciencia bancaria... Así es en la venta a crédito mensual con el 8%, lo que, de verdad, es 16%, que se intenta generalizar en Europa (en 1950). (3) Precisó M. R. Hawtrey, secretario auxiliar del Tesoro. (4) Economic Tribulations (Badley Heat, 1941). (5) Publicado por H. M. Stationary Office (Londres, 1931). (6) Publicado por Hing's Printer (Ottawa, 1939). (7) Cuyas fechorías son denunciadas por Robertson y el tomista irlandés R. P. Denis Fahey en Money manipulations and Social Order (Growne and Nolan, Dublin). (8) Tal es el monto del impuesto secreto percibido sobre toda la comunidad del espacio financiero británico, que lo paga no con el viento sino con su trabajo y sus propios bienes reales. Además, esta cifra de 5,400 millones no implica todas las adquisiciones e inversiones en negocios nacionales e internacionales que suben, al menos, hasta otros 5,000 millones. (9) Molotov (que fue por largo tiempo ministro de los asuntos extranjeros de la URSS) declaró en 1945 que la sola cosa que temía era que esta igualdad esté realizada en Occidente... (10) La búsqueda de los grandes espacios financieros, los acuerdos financieros entre varias naciones, no tienen en el fondo (tal vez inconscientemente) otro objetivo que el de encontrar... en otras partes el dinero que no se puede encontrar en casa; pero el teorema queda valedero inexorablemente para el espacio considerado. (11) El abismo que aumenta sin parar entre el "progreso" material y el progreso moral, proviene del hecho que la producción material no es ya orgánica. No es más financiada por el crecer natural, por las propias reservas de las industrias, sino por la anticipación, por deudas de dinero negativo. Se abulta con una velocidad que rebasa cualquier maduración posible de los individuos. Esto es fundamental para comprender la histeria de la producción. (12) Las quiebras de las industrias son aceptadas con complacencia por los bancos, son una de las válvulas de seguridad que impiden que la caldera estalle. En cambio, los bonos "Serra" emitidos sin interés en Kenya en 1921, o los "billetes cooperativos" sin interés, J.A.K., en Dinamarca en 1931, fueron bloqueados por los bancos nacionales porque los profesores de economía demostraron (!!) "que era una desventaja grande para todo el mundo (!!) tomar prestado sin interés". ¿Qué piensan de ellos los que pagan dos veces (o más) por su casa? *Autor: Jean-Gaston BARDET (1907-1989), arquitecto y urbanista francés.
    - Texto tomado del libro "Demain, C'est l'An 2000!", "¡Mañana Es el Año 2000!" - (Ediciones Jacques Petit, Angers, Francia, 1950), la mayor parte escrita en Argentina en 1949-1950, publicado en 1950 y republicado por cuarta ocasiónes hasta 1958 - Trabajó en varias partes del mundo, África del Este, Oceano Índico, Estados Unidos y sobre todo en América Latina. En particular estuvo varias veces y por largo tiempo en México, en la Universidad de Monterrey, donde su enseñanza queda vigente en su departamento de arquitectura y urbanismo. - Más de medio siglo después de su publicación, "Demain, C'est l'An 2000!" se revela ¡PROFÉTICO! porque lo esencial de los más grandes y agudos problemas que aplastan a la humanidad en el principio del siglo XXI están aquí expuestos y documentados con RARA CLARIDAD. Lo ESENCIAL socio-económico está apuntado aquí abajo.
    Renaud Laillier, (Trinitaria) Toulon, Francia. Tradujo del francés al español.

  14. #14
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    Re: Artículos del Clifford Hugh Douglas Institute (Oliver Heydorn, W. Klinck, etc.)

    Crédito Social: Entonces y Ahora




    Por William Waite


    El Crédito Social es la creación del Mayor C. H. Douglas. Durante la Primera Guerra Mundial, se le solicitó para que arreglara algunos problemas en una fábrica de aeronaves en Farnborough, y se topó con una discrepancia en sus libros contables. La fábrica generaba costes a un ritmo mucho mayor que aquél en que hacía disponibles ingresos para la gente. Reflexionando sobre este hecho singular, Douglas investigó una centena o así de compañías británicas para descubrir que ese desequilibrio resultaba ser una característica general de la industria moderna. Sueldos, salarios y dividendos pagados a la gente por una fábrica, o por otra empresa productiva, constituían casi siempre solamente una porción de los precios totales de los bienes hechos disponibles por la misma fábrica. Esto le dejó perplejo ya que garantizaba, en consecuencia, una cantidad de bienes que no podrían venderse y, entonces, ¿qué razón había para gastar energías en hacer algo que no podría, por razones financieras, ser consumido?

    No es algo generalmente sabido que la asunción que sustenta a la economía consiste en que la industria sirva satisfactoriamente a dos funciones. Además de hacer productos para el consumidor, la industria debe también hacer disponible dinero suficiente a través de la distribución de ingresos para satisfacer los precios que ellos han de cargar por sus productos para cubrir los costes. Douglas encontró que había una brecha entre los precios generados por la industria y los ingresos (poder adquisitivo) distribuidos para pagar esos precios en el lugar de mercado. Ir a https://prezi.com/prapi3awqqej/the-ab-theorem-explained para una autodidacta explicación de esta brecha.

    El remedio era bastante simple. Douglas propuso que a la gente se le diera suficiente dinero, en forma de crédito libre de deuda, el cual cubriría la brecha entre precios e ingresos, permitiendo a los consumidores consumir en su totalidad aquello que fuera producido. Este crédito no se añadiría a los precios como coste en el sistema de producción, por lo que vendría a ser efectivo en su propósito de restaurar el equilibrio en la economía cubriendo la brecha precio/ingreso.

    Douglas había expuesto, pues, el fallo fundamental que torcía el llano funcionamiento de las economías industriales. Pensando que él sólo tenía, pues, que presentar su descubrimiento y solución a los poderes pertinentes, se puso en marcha con la razón en la mano (o en la cabeza). Muy inesperadamente, se encontró con todo tipo de oposición que, o bien pretendía no entender el problema, o bien lo admitía abiertamente pero no le gustaba el objeto de las propuestas, con independencia de su carácter saludable. Para Douglas, el ingeniero, el propósito de la economía era la provisión de bienes y servicios con el mínimo de esfuerzo. Para el poder, la economía era, y todavía es, el más efectivo sistema de gobierno. A través del método de creación de dinero como préstamo de crédito por los bancos, y de una omnipresente política de pleno empleo, la gente estaba siendo innecesariamente forzada a hacer cosas que ellos no querrían hacer, y que no eran de ningún provecho para nadie. Estaba muy claro que el sistema financiero, en concierto con los sistemas político e industrial, estaban siendo utilizados como medios de control, y aquéllos que disfrutaban del poder de estas estructuras, –y no, dicho sea de paso, aquéllos con influencia para cambiarlas–, no les gustaba mucho ninguna idea de restructuración. Douglas vio esto como un poder ilegítimo y, a partir de su filosofía de la libertad personal y la responsabilidad, ideó una política alternativa en línea con la realidad y que desmantelaría el status quo.

    Tales fueron los puntos esenciales a partir de los cuales creció el movimiento del Crédito Social. Su enfoque se centraba en la educación de la gente acerca de cómo realmente funcionaban la finanza y la economía, para así contrarrestar la confusión contenida en la teoría económica, tanto entonces como ahora. “Aquello que no se entiende inmediatamente es tomado como si fuera algo profundo”, constituía el principio operativo para mantener al público en actitud reverencial. Teniendo al rebaño desconcertado, los financieros quedarían libres para continuar con el show. La esperanza estaba en levantar esta niebla y, una vez que hubiera suficiente gente que entendiera el problema, se pudiera ejercer presión en el sistema político para efectuar el cambio. Esa esperanza continua viva y con buena salud hoy en día.

    No es de extrañar que surgiera una significativa oposición de parte del lado de los banqueros. No les gustaba la idea de dar dinero a gente que haría trizas el duramente ganado control del crédito del que disfrutaban. Su poder descansaba en el mantenimiento de su posición en la creación de dinero contrayendo deudas, que les permitía recolectar todo dólar que circulara a través de la economía. Ser el guardián de la oferta monetaria de una nación constituye un privilegio lucrativo, y ellos pretendían extenderlo y mantenerlo.

    Más sorprendentemente, los socialistas también vadearon en contra de la posición del Crédito Social. Como todo buen socialista sabe, la primera afirmación de la política socialista es la centralización del control sobre los medios de producción y sobre la distribución de la producción, incluyendo su oferta monetaria. La perspectiva del Crédito Social tomaba, por el contrario, la visión opuesta. El Crédito Social buscaba distribuir dinero directamente a los consumidores, transformando efectivamente la finanza en un sofisticado sistema de votación que daría el control de la producción a la gente: la democracia económica. ¿Cuál sería –pregunta el creditista social– la ventaja de tomar el poder sobre la creación del crédito de manos de los banqueros y, a continuación, hacer su posición todavía más inexpugnable al trasladar ese poder a manos de una banda de burócratas probablemente menos competentes?

    No es necesario decir que los financieros y la izquierda descubrieron que tenían cierto interés mutuo cuando del Crédito Social se trataba.

    Podría ser cierto que el mayor de los obstáculos para el progreso real consiste en la dificultad de superar posiciones atrincheradas. Esto ciertamente se aplica al caso del Crédito Social. Durante la Gran Depresión, el movimiento, con Douglas a su cabeza, atrajo un sustancial seguimiento. El diagnóstico del Crédito Social tocó la fibra de la gente ordinaria ya que estaba muy claro que las limitaciones en la prosperidad material no residía en una incapacidad para producir (el mito de la escasez), sino en una falta de dinero para poner en funcionamiento a los, en aquel entonces, hombres y maquinaria parados. Pero entonces la guerra (fase 2) vino, deliberadamente, por supuesto, y, como ocurre en las guerras, entraron en línea abundancia de dinero y de trabajo, y los buenos tiempos rodaron de nuevo en general (es decir, a menos que se liquiden sangre y médula en el rápido final de la maquinaria de guerra industrial).

    A continuación de la guerra, el sistema industrial se mantuvo funcionando enérgicamente. Los procesos industriales perfeccionados en hacer aviones y bombas, fueron dirigidos a producir frigoríficos, lavadoras, coches, etc., que no duraban tanto como podrían haberlo hecho. América, domésticamente inalterada, fue la punta de lanza de este frenesí consumidor, redirigiendo la propaganda de estilo bélico hacia su propio pueblo para convencerlos de las virtudes morales del consumo (realmente, fue después de la Primera Guerra Mundial cuando se cayó en la cuenta de la eficacia de las “relaciones públicas” como medio para controlar poblaciones). Fueron extraordinariamente exitosos tanto en casa como en el extranjero. La mentalidad materialista, inflamada por sociólogos y psicólogos corporativos, pagados para ahondar dentro de nuestras motivaciones subconscientes, se desarrolló en la América de posguerra, y los Valiums y Cadillacs se convirtieron en los emblemas del Nuevo Mundo Feliz. Con abundancia de dinero-deuda alrededor y el nuevo ímpetu dado a la religión del trabajo y la adquisición de radiantes cosas nuevas, las causas de la depresión identificadas por Douglas fueron olvidadas por la mayoría, y quedaron sin resolver.

    En cierto sentido, la guerra nunca terminó. Aquella necesidad de una destrucción organizada, a la que llamamos guerra, para poder consumir completamente el producto excedente de “todos los hombres trabajando en todas las máquinas”, permaneció, de tal forma que muchas de las naciones del mundo se han movido, desde entonces, entre el pie de guerra y la guerra misma, hacia atrás y hacia delante. Los monopolistas llevan a cabo sus planes de centralización rápidamente a través de la finanza de dinero-deuda, las corporaciones multinacionales y los abogados y políticos que trabajan para ellos. No existen muchas fronteras soberanas que permanezcan impenetrables a las incursiones de la “inversión” globalmente orientada, y a la influencia ejercida por estas entidades extranacionales. A su vez, los intereses de los internacionalistas son seguidos, en su mayor parte entre bastidores, por organizaciones tales como el Banco Mundial, la OMC, el FMI, el BPI, la ONU y la Comisión Trilateral, empleando instrumentos como el de precipitar acuerdos comerciales diseñados para disminuir la influencia del electorado en beneficio de los operadores internacionales. El Acuerdo TPP actualmente en negociación constituye el último y más significativo ejemplo. Una gigantesca transferencia de riqueza está teniendo lugar al mismo tiempo que hablamos, así como los derechos de la tierra y de los recursos invocados por los pueblos locales son entregados a aquéllos que tienen acceso financiero por alegres políticos con agendas personales. Abrumadoramente, es el falso argumento financiero que cuenta con la ignorancia de una población engañada para disolver las protecciones nacionales, abriendo los recursos y los mercados a un control irresponsable, remoto. Nosotros el pueblo necesitamos darnos cuenta de que no tenemos tiempo que perder persiguiendo pseudo-soluciones. Es tiempo de educarse y ponerse activo.


    Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE

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