Me sumo al llamamiento a la concordia hispánica que acaba de hacer Hyeronimus.

Para decir algo sobre la pregunta que se ventila aquí tengo que recurrir a lo que me cuentan amigos y amigas hispanoamericanos, con los que tengo cierta relación epistolar y que poco participan por lo que a mí me consta de los ideales que promueve este foro: quiero decir que son personas que no se preocupan de las cosas que aquí nos preocupamos. Creo que, por ello mismo, su percepción puede ser tan valiosa.

Según he podido comprobar, noto que los planes de formación de los "Liceos" uruguayos -supongo que será algo parecido en Argentina y otras naciones hermanas- incluyen la Leyenda Negra antiespañola entreverada con la historia tendenciosa que imparten. Uruguayos de estos que digo -ajenos al tradicionalismo- me han llegado a decir que, para ellos, los españoles sólo íbamos a América movidos por el oro, que éramos esclavistas y despóticos... Cabe atribuir a la masonería de allende el Atlántico esta aberrante desnaturalización histórica.

Esas cosas, claro es, no las pensaban ellos -pues conmigo el trato ha sido siempre cordial y afectuoso- pero era lo que me contaban que habían oído en la escuela. También, debido a la fuerte emigración que viene experimentando Uruguay, un país cuya población envejece, me han llegado a decir que nos notan -a los españoles- cada vez más "racistas", teniendo una idea de nosotros los "gallegos" como gente que, una vez llegados aquí, fácilmente los desprecia.

Tengamos en cuenta que todas estas apreciaciones son generalizaciones tan relativas que no puede ponerse la mano en el fuego.

En cualquier caso sí que me consta que los uruguayos, por regla general, consumen mucha TV española, cosa que a no dudarlo tendremos que lamentar por la pésima calidad que puede exportar el ente público y manipulador.

Otra cosa es que el PSOE tiene en Uruguay sus bases, y en las pasadas elecciones españolas fue capaz de distribuir propaganda pro-zapaterista en cantidades industriales.

Habrá que tener en cuenta que estas cosas no pueden redundar sino en la aceleración de la corrupción de los países hermanos, pues la España actual no es ni sombra de la España íntima y eterna.

Mejor volverse a los clásicos de la Literatura, Alonso de Ercilla por caso.