Estimado Cazador Guaraní:
Una distinción elemental es la que se debe establecer entre el judaísmo practicado por Cristo, en su naturaleza humana, y el judaísmo post Pentecostés, que es el actual.
Entre el antiguo judaísmo y el catolicismo hay continuidad, el primero cifraba fe y esperanza en la Cruz, el segundo nace de la Cruz. El catolicismo y el judaísmo postcristiano son mutuamente excluyentes. El primero es universalista y basado en la participación de una misma naturaleza espiritual, recibida mediante el bautismo; el segundo, restringido a una nación y basado en la herencia de sangre.
Es un error garrafal contra la Fe, afirmar que Cristo, Nuestro Señor, haya sido judío en el sentido actual del término. Al propósito baste recordar la diferencia existente entre judío: religión, hebreo: raza e isrraelita: nacionalidad, términos que en ningún caso son sinónimos.
Los esfuerzos anticatólicos del judaísmo son de tal magnitud y tan desvergonzadamente expuestos por el mismo sionismo que resulta ocioso exponerlos en estas líneas. Por eso, como muy bien afirma Jean Dumont, una de las glorias del Tribunal del Santo Oficio español es haber generado las condiciones para que sólo la sociedad hispana haya sido capaz de asimilar a miles de judíos, transformándolos en propios y verdaderos cristianos. Por supuesto, eso sólo se logra prohibiendo, incluso mediante el legítimo uso de la violencia, la propagación de la peor peste social, la herejía, cuya raíz siempre ha sido judaica.
La peor desgracia que acarreó la independencia hispanoamericana fue la propagación de la libertad religiosa y recibir a indeseables tales como herejes y judíos que solo han gangrenado el alma de los otrora reinos hispanos de ultramar.
EXURGE DOMINE ETJUDICA CAUSAM TUAM
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