Hay de todo, también hay quien las prefiere morenas. En todo caso, aunque como hombre aprecio la belleza femenina, valoro más a una que no destaque demasiado por su belleza pero sí por su personalidad que a otra que sea una mujer despampanante pero también sea frívola o vulgar o tenga una personalidad desagradable, así como prefiero a una mujer cariñosa a una más fría y por supuesto a la de sinceras convicciones religiosas por encima de una descreída o progre. Y qué gran verdad lo que dice Loya de que en los concursos de belleza de al otro lado del charco suelen ganar las criollas de rasgos europeos y nunca las indígenas o mestizas, habiendo coro mo hay verdaderas preciosidades (y si a eso sumamos los acentos tan melodiosos con que hablan por allá, no digo nada). A mí me parece bien que a unos les gusten las rubias y a otros las morenas, cada uno tiene sus preferencias, pero desde luego eso de querer aparentar lo que no se es o imitar lo ajeno, esas faltas de naturalidad, esas afectaciones, ese deslumbramiento por lo extranjero a costa de lo propio, es inadmisible.