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Tema: «Paulo VI y la España de Franco» por Mario Caponnetto

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  1. #29
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    Re: «Paulo VI y la España de Franco» por Mario Caponnetto

    Y para replicar a una observación tuya.

    Yo escribí algo más arriba:
    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    . Y ya que traes las profecías clericales derivadas de la aprobación de la Constitución de 1876, yo te puedo traer otra acorde con la época "sagrada", nada menos que escrita en 1766 lamentándose de aquella España gobernada por el legitimísimo rey de las Españas D. Carlos III, abuelete "come-jesuitas" de vuestro Carlos V. Escrita por el obispo de Cuenca mons. Carvajal y Lancaster quejándose de "España perdida sin remedio, saqueada, ultrajada, atropellada, corriendo las más execrables blasfemias".

    " En fin España murió , si Dios no hace un milagro i y cómo podremos esperarlo , si es su „ espada justiciera quien descarga el golpe mortal ? Harto despacio ha caído , gracias a nuestra Soberana Patrona, que la ha detenido tanto, esperando nuestra enmienda pero como esta no llega , que es el unico remedio , nj puede llegar , mientras duran las tinieblas , que no dejan ,, ver el pecado que la causa , no hai remedio. Los que es„ tamos, como los Istaelitas, de la parte de afuera, vemos claramente , que es la persecucion de la Iglesia, saqueada en sus bienes, ultrajada en sus Ministros, y atropellada en su inmunidad pero en la Corte nada se vé, porque falta „ la luz, y sin ella corren impunes en Gacetas, y Mercurios, 3i que pueden leer los mas rusticos las blasfemias mas execrables, que vomita el abismo por los enemigos de la „ Santa Iglesia , sin perdonar á su Cabeza visible , no solo „ la viva , sino la que vive y reyna en la Patria celestial; y „ aunque el santo Tribunal ha puesto el remedio que debe en una de estas piezas, han pasado otras, en que lo hubiera egecutado tambien , si las hubieran delatado; pero lo mas lastimoso es, que no les faltan patronos en nuestro „ Católico Reyno , que ha sido siempre el hijo primogenito de la Iglesia , y el que se ha distinguido sobre todos en la sumision y respeto á su cabeza. ...

    https://books.google.es/books?prints...page&q&f=false

    Esto también es 100% profético pero lo más gracioso es que ya pasaba con los reyes legitimísimos y santísimos. Así que no partamos de 1869 para achacar males y remitámonos a los superlegitimísimos reyes de las Españas que por entonces llevaban sangre de franchutes. Y a lo mejor es que de ahí viene todo el problema.

    O sea España estaba ya "muerta" a nivel religioso, por obra y gracia nada menos que del "super-legitimísimo..." Carlos III.
    A algunos nos basta con eso para juzgar la dinastía. Por sus frutos los conoceréis.
    Y tú respondiste:
    Cita Iniciado por Rodrigo Ver mensaje
    Y por cierto, gracias por el enlace que has puesto a ese interesante memorial del siglo XVIII, pero podías haber puesto también la respuesta del rey:

    EL REY. Reverendo en Christo Padre Obispo de Cuenca, de mi Consejo. Mi Confesor, para descargo de Real Cédula de su conciencia y de la mia, me ha confiado la carta, que le habeis escrito, llevado de vuestro zelo. En ella decís, que este Reyno está perdido, por la persecucion de la Iglesia, que habeis predicho esta ruina; y que no ha llegado á mis oidos la verdad, aunque no ha sido mi Confesor solo el conducto, de que os habeis valido para darmelo á entender. Os aseguro, que todas las desgracias del mundo, que pudieran sucederme, serían menos sensibles á mi corazon, que la infelicidad de mis vasallos, que Dios me ha encomendado, á quienes amo como hijos, y nada anhelo con mayor ansia, que su bien, alivio, y consuelo; pero sobretodo lo que mas me aflige es, que digais á mi Confesor, que en mis Católicos Dominios padece persecucion la Iglesia, saqueada en sus bienes, ultrajada en sus Ministros, y atropellada en su inmunidad. Me precio de Hijo primogenito de tan santa y buena Madre: de ningun timbre hago mas gloria, que del de Católico: estoy pronto á derramar la sangre de mis venas por mantenerlo. Pero ya que decís, que no ha llegado á mis ojos la luz, ni la verdad á mis oidos, quisiera que me explicaseis, en qué consiste esta persecucion de la Iglesia, que ignoro? Qué saqueos, qué ultrages, qué atropellamientos se han causado á sus bienes, á sus Ministros, y á su sagrada inmunidad? De qué medios os habeis valido de mas de mi Confesor, para iluminarme? Y qué motivos tan justos, como insinuais, son los que os obligan á escribir? Y podeis explicar con vuestra recta intencion, y santa ingenuidad libremente todo lo mucho, que decís pedia esta grave materia, para desentrañarla bien, y cumplir yo con la debida obligacion, en que Dios me ha puesto. Espero del amor, que me teneis, y del zelo que os mueve, que me direis en particular los agravios, las faltasde piedad, y religion, y los perjuicios que haya causado á la Iglesia mi gobierno: pues nada deseo mas, que el acierto en mis resoluciones y el respeto y veneracion, que se debe á la Iglesia de Dios, y á sus Ministros. De Aranjuéz á 9. de Mayo de 1766. YO EL REY.
    Bueno, pues el final del episodio no fue feliz sino todo lo contrario, el obispo de Cuenca casi acabó desterrado y proscrito por el "santísimo" pero antijesuítico Carlos III tal como lo cuenta Menéndez Pelayo:

    Peor le avino al anciano y virtuoso obispo de Cuenca, don Isidro Carvajal y Lancáster, con quien se extremó el furor regalista, aprovechando aquella ocasión de arrastrar por los tribunales [447] la majestad del Episcopado, que tanto ponderaban en los libros.

    Procesar a un obispo era para ellos un triunfo no menor que la deportación en masa de la Compañía. Arrebatado por su celo cristiano, aunque enfermo él y achacoso, había escrito el obispo una carta particular al confesor del rey, Fr. Joaquín Eleta, recordándole antiguos pronósticos suyos, ya próximos a cumplirse, en que le anunciaba la ruina de España, perdida sin remedio humano por la persecución que la Iglesia padecía, saqueada en sus bienes, ultrajada en sus ministros y atropellada en su inmunidad, corriendo libres en gacetas y mercurios (embrión del periodismo) las más execrables blasfemias contra la Iglesia y su cabeza visible.

    De todo lo cual, aunque con términos de casi fraternal cariño, atribuía no escasa parte de culpa al Padre confesor, que, desvanecido con el arrullo de los que le incensaban para sus fines terrenos, no se cuidaba de hacer llegar la verdad a los oídos de Carlos III, más desgraciado en esto que el impío rey Achab, que tuvo a lo menos para aconsejarle bien al santo profeta Miqueas.

    Calificar de sedicioso un documento privado de esta naturaleza, y por todos conceptos mesuradísimo en el lenguaje, era el colmo del escándalo, y, sin embargo, lo dieron el confesor y los ministros. La carta pasó a manos del rey; y éste, por cédula del 9 de mayo de 1767, rubricada por Roda, mandó declarar al obispo con santa ingenuidad y libremente lo que se le alcanzase del origen de aquellos males; todo entre mil protestas de catolicismo: «Me precio de hijo primogénito de tan santa buena madre, de ningún timbre hago más gloria que del catolicismo; estoy pronto a derramar la sangre de mis venas por mantenerlo

    Explanó el obispo sus quejas, en virtud de tan amplio permiso, en una representación de 23 de mayo, quejándose de la pragmática del exequatur, de la mala administración de la renta del excusado, de los abusos en el recaudar de las tercias reales y de los proyectos de desamortización; de los atropellos contra el derecho de asilo y el fuero eclesiástico y de las impiedades que se vertían en los papeles periódicos, sin que nadie tratara de ponerles coto, sobre todo cuando iban enderezadas contra la Santa Sede o los jesuitas.

    Aunque esta carta, escrita a ruegos del rey, tenía de justiciable aún menos que la anterior, el rey, con mengua de su palabra, la pasó a examen del Consejo, y dio motivo a un largo expediente y a dos tremendas alegaciones de entrambos fiscales, D. José Moñino y D. Pedro Rodríguez Campomanes, aún mucho más dura y agresiva la del segundo que la del primero, como que en ella textualmente se afirma que las cartas del obispo son un tejido de calumnias… dictadas por la envidia y la venganza, un ardid astuto y diabólico para seducir al pueblo, frases nada jurídicas y menos corteses, sobre todo en aquel caso.

    Pero a Campomanes le traían fuera de sí las mitras; estaba entonces en su grado máximo de furor clerofóbico; el obispo había [448] osado poner lengua en su libro de la Amortización; motivos bastantes sin duda para que se olvidase de su gravedad ordinaria y de las solemnes tradiciones del Consejo, trocado entonces en inhábil remedo del Parlamento de París. Verdad es que para todo servía de antorcha a sus fiscales, y Campomanes es tan cándido que lo confiesa, «el famoso tratado de Justino Febronio, en que están puestas las regalías del soberano y la autoridad de los obispos en su debido lugar, con testimonios irrefragables de la antigüedad eclesiástica».

    A tal maestro, tales discípulos. De aquí que las malsonantes palabras estupidez, superstición, fanatismo, poder arbitrario del clero, hormigueen en aquel dictamen cual si fuera artículo de fondo de periódico progresista.

    «Podría el fiscal pedir -así acaba- que, en vista de las especies que en sus escritos manifiesta este prelado y su genio adverso a la potestad real, se le echase de estos reinos, quedando el régimen de su obispado en manos más afectas al rey, al ministerio y a la pública tranquilidad.»

    ¡Qué idea tendrían de la potestad episcopal estos canonistas, que querían subordinarla a la voluntad del ministerio, como si se tratase de alguna intendencia de rentas! Pero, en suma, el Consejo, aunque enternecido con la real cédula y con los suaves dictámenes de sus fiscales, no se decidió a echar de estos reinos al obispo para que el fanatismo no le venerase como mártir, y se dio por satisfecho con quemar sus papeles a voz de pregonero y hacerle comparecer en sala plena a sufrir una reprimenda, con amonestación de más duros rigores si volvía a incurrir en desacatos de esta especie, es decir, a quejarse en cartas particulares de las infinitas tropelías cismáticas de los ministros de entonces, o a poner en duda la infalible sabiduría de Febronio, de Pereira y de los fiscales.

    Tras de lo cual se le envió a su obispado con prohibición de volver a presentarse en la corte ni en los sitios reales, y a guisa de amenaza se expidió una circular a los demás obispos para que nadie fuera osado a seguir tan mal ejemplo (22 de octubre de 1767)...

    El 14 de octubre de 1768 compareció el obispo en la posada del conde de Aranda, donde estaba reunido el Consejo, y tuvo que oír de pie la expresión del real desagrado (2267). Para sólo esto sacaron de Cuenca a un anciano de sesenta y cinco años, postrado en el lecho por añejas e incurables dolencias. Y fue el postrer ensañamiento esperarle nueve meses a trueque de no indultarle. El caso era humillar la mitra ante la espada del conde de Aranda y la toga de los fiscales.
    A ellos y a sus amigos les esponjaba el éxito. «Terrible librote es el proceso del obispo de Cuenca -escribía Azara a Roda-, entre semana lo leeré… Viva el Consejo con la condenación del forma brevis. Viva la resurrección del exequatur. Vivan los [449] buenos libros que se darán al público. Viva… nuestro amo, que nos saca de la ignorancia y la barbarie en que nos han tenido esclavos» (2268).

    https://bibliaytradicion.wordpress.com/inquisicion/historia-de-los-heterodoxos-espanoles-indice/historia-de-los-heterodoxos-espanoles-libro-vi/

    Otro rey meapilas que protestaba de católico... y que tampoco se enteraba de nada... (¡hay que ver que reyes tan competentes y preparaos!)
    Esta era la realidad de la "catoliquísima" España de los asquerosa dinastía borbónica expulsadora de jesuitas que se nos ofrece como el summum de no sé qué maravillas santísimas.
    Última edición por ALACRAN; 02/07/2018 a las 12:19
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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