M) Pío XI y Mussolini. Tratado de Letrán y Concordato.
En octubre de 1922, el partido fascista escaló el poder. En diciembre, en su encíclica Ubi Arcano, Pío XI aseguraba que Italia jamás tendrá nada que temer de la Santa Sede. Por su parte, el partido estableció el crucifijo en las escuelas, impuso la enseñanza del Catecismo, se dispensó al clero del servicio militar, etc.
Cuando con la ocasión de la visita del rey de España Alfonso XIII, en noviembre de 1923, la prensa quiso dar por terminada virtualmente la ‘cuestión romana’, el Papa hubo de protestar en L’Osservatore, notando que la herida no estaba curada. Pero el partido fascista y su jefe Mussolini estaban dispuestos a emplear los remedios adecuados para sanarla.
El 31 de diciembre de 1925; Mattei Gentile, por el gobierno, presentaba ante las Cámaras un proyecto de legislación religiosa preparado por una comisión en colaboración con tres prelados. Era casi un plan de concordato, aunque los expertos eclesiásticos que habían tomado parte no tenían mandato alguno del Papa. Rocco anunció al Parlamento el 14 de mayo de 1926 que aquel proyecto tenía que comenzar por zanjar la ‘cuestión romana’.
En agosto de 1926 comenzaron las conversaciones entre el abogado Francisco Pacelli por la Santa Sede y Domenico Barone como consejero de Estado por Italia. En diciembre, estas conversaciones revestían carácter oficial: a Pacelli se le agregó Mons. Borgongini-Duca para el concordato. Hubo una pausa por el conflicto creado por los scouts católicos y los balillas fascistas.
Pero se quería llegar seriamente al fin. En noviembre de1928, Mussolini recibía del rey el mandato de firmar el pacto con Gasparri. Por fin, el 11 de febrero de 1929 firmaban Mussolini y Gasparri tres convenciones en el palacio de Letrán; una convención política; una financiera y un concordato. El pacto político reconocía al Estado ‘Cittá Vaticana’, con todas las consecuencias de su inviolable soberanía, y abrogaba la ley de garantías. A su vez, el Papa declaraba resuelta definitivamente la ‘cuestión romana’ y reconocía el reino de Italia. La convención financiera obligaba al gobierno italiano a entregar en numerario, como indemnización por el patrimonio de San Pedro y otros bienes secularizados, una suma de 750 millones de liras y ponerlos en títulos de renta al 5% por un valor de 1.000 millones.
El arreglo de la ‘cuestión romana’ y el concordato con la Santa Sede ponía a la Iglesia de Italia en circunstancias propicias, después de tantos años de sectarismo gubernamental. Hubo sus roces en las exigencias fascistas; pero la voluntad decidida por ambas partes fue allanando todas las dificultades.
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