Revista FUERZA NUEVA, nº 512, 30-Oct-1976
El caos sube como la espuma, PERO TODO SE EXPLICA
Reconozcamos que la dinámica política española de estos tiempos está plagada de hechos, situaciones y actividades sorprendentes (…) Estas sorpresas políticas atañen no sólo a los actos, sino también a las omisiones.
En cuanto a los actos, señalaremos solo aquellos que, a nuestro parecer, son los más relevantes, porque hay tantos, que sería prolijo enumerarlos en su totalidad.
Pero fijémonos: un ministro de asuntos Exteriores viaja por media Europa, exponiendo nuestros proyectos de “democratización”. Vienen a nosotros jefecillos para “ayudarnos” en nuestro trabajo político e inspeccionar el proceso. Se autorizan provocaciones separatistas en varios puntos de nuestra geografía. Cada vez que el comunismo mata, se habla de atentado contra la democracia (“Contra tiros, democracia”, dice la portada de una revista). A todo el mundo ha llegado ya la voz sonora de nuestra Administración gubernamental, anunciando un futuro democrático que se está gestando.
En cuanto a las omisiones, “todo pasa como si” por Real Decreto-Ley se hubiera implantado la impunidad. Los más graves delitos de lesa patria dejan de ser perseguidos. El caos se intensifica en proporción geométrica. Todos nos preguntamos, atemorizados. “¿Adónde vamos a parar? ¿Qué va a ser de España? ¿Quién podrá impedir, a estas alturas, el hundimiento total?”
No tenemos, por tanto, más remedio que leer entre líneas: con ello, queremos decir que viene a nuestro conocimiento aquello que se oculta de modo directo, pero que se hace inteligible tomando las situaciones “a contrapelo”.
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La realidad es que, desde algún tiempo antes de la muerte del Caudillo, estamos diciendo a todo el mundo -incluidos los españoles- que aquí no tenemos democracia. Precisamente ahora, justo en el tiempo en que hay más libertad, porque casi todo lo que se castiga en cualquier país de Occidente no es perseguido en España. Justo ahora, decimos, es cuando más se resalta el hecho de que no tenemos democracia todavía. Todo está, por ahora, reducido a “proyectos de democratización”, como tantas veces vienen oyendo los europeos y los norte y sudamericanos, y el resto de la tierra.
¿Dónde hay, ahora, más huelgas que en España? ¿Dónde no se castiga el separatismo, como en España? ¿Dónde se deja perder una inmensa reserva de divisas (6.000 millones de dólares) en poco tiempo, como en España? ¿Dónde, como en España, se mata, y queda casi todo reducido a procesos inacabables, en espera de nuevas amnistías? ¿Dónde, como en España, se vilipendia lo más noble? ¿Dónde, como en España, se admite toda clase de amenazas subversivas y contra-constitucionales, a través de prensa autorizada?
Pero todos los días nos encargamos de decir al mundo que estamos gestando la libertad democrática, “eso que todavía no tenemos”. Que nadie se desespere: la paz y el orden volverán, o, cuando menos, se restablecerán en gran medida.
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Todas estas situaciones no son más que el fruto o la expresión de una táctica cuidadosamente programada. Y, por sí misma, ha de revelar la grandeza de lo que vamos a perder con el pregonado “cambio”.
Tenemos que esperar a que haya Congreso de Diputados. Tenemos que esperar a que empiecen a funcionar los partidos políticos. Tenemos que esperar a que se efectúen las “elecciones libres” por sufragio universal.
Y será entonces cuando empecemos a notar que el orden poco a poco se va restableciendo, que el comunismo mata menos, que hay menos huelgas, que hay menos delitos impunes, etc.
Pero ¿por qué? La razón es obvia: el Poder, llegada esa ocasión, se desprenderá de su “debilidad”. La debilidad del Poder es puro artificio. Si el Poder quisiera, todo el caos se resolvería en dos días. Pero el Poder no quiere. Ha de esperar a que se instaure la democracia. Llegado este tiempo podremos “comprobar” lo siguiente:
1º El Régimen franquista sólo podía ser bueno en cuanto regentado por la persona de Franco (“el irrepetible”), pero todo es caos si no se cambia el sistema.
2º La democracia “homologada” es el mejor sistema político, en defecto de "un ser excepcional" ("que sólo una vez lo da la Historia") como Franco. El Régimen de Franco (la democracia orgánica), sin Franco, no puede subsistir (véase ahora mismo).
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Todo esto estaría muy bien. Pero lo que ocurre es que el desorden y toda la impunidad actuales han sido pura creación, directa o indirecta, de los Gobiernos que gestionan la democracia, para que luego el pueblo español y el resto del mundo puedan llegar a las dos conclusiones anteriores.
Porque -y en esto no han caído los planificadores, según parece- los Gobiernos “gestores” se han excedido: “se han pasado de rosca”, como dice el pueblo. Ni un solo español mayor de edad ignora que este caos y este libertinaje y estas matanzas que nos rodean los puede resolver en el acto cualquier medianía, con tal de que tenga a su favor la investidura de Autoridad.
Y eso precisamente es lo que nos hace pensar, a la fuerza, que no se trata de que “no hay un Franco que lo arregle todo”, sino que desde arriba no se quieren arreglar las cosas, antes al contrario, se favorece por omisión, cuando no por acción, toda la demagogia, todo el caos, toda la anarquía y la impunidad de que venimos hablando, hasta tanto no se llegue a la nueva situación, hija de todos los perjurios que se vienen cometiendo hace ya demasiado tiempo.
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Se trata, en suma, de una locura, cuyo desenlace nadie puede conocer -aunque se crea tener previsto- (…) Sólo queda el colofón.
¿Es que no podía producirse la transformación “democrática” sin previo caos?
No. Porque la democracia, y más en los países meridionales, lleva implícito el desorden. Pero, exacerbando éste hasta el paroxismo, la vuelta al normal desorden democrático parecerá orden. Es como el que después de tener un buen rato metida la mano en agua muy fría, al meterla después en agua tibia le parece caliente.
Es la relatividad aplicada a la sensación política. Y después el socialismo.
Juan RÍOS DE LA ROSA
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