Revista FUERZA NUEVA, nº 510, 16-Oct-1976
FLACO SERVICIO A ESPAÑA
Acotaciones a un proyecto político
Con motivo de la crisis ministerial de junio, don Adolfo Suárez pasó de ministro secretario a presidente del Consejo de Ministros. Puestos a buscar razones a tal designación (acaso forzada por la terna entonces formulada por el Consejo del Reino) los periódicos tuvieron que echar mano de la entonces reciente intervención en las Cortes del señor Suárez en defensa del proyecto de Ley de Asociaciones Políticas.
Flaco servicio le hicieron, pues su papel en tal ocasión se contradecía con el puesto que ocupaba. Cualquier otra persona menos el ministro secretario general del Movimiento podía justificar la amplia base asociativa propugnada que según muchos pareceres contradice las Leyes Fundamentales del Reino. Pues sus principios generales (Ley de 11 de febrero de 1939 sobre Responsabilidades Políticas) proscriben todas las organizaciones separatistas, anarquistas y marxistas.
El marxismo en concreto viola la Ley de Principios Fundamentales en sus declaraciones sobre religión, unidad de la Patria, defensa de la familia, derecho de propiedad y unidad sindical.
Falto tiempo a raíz de la constitución del nuevo Gobierno, para decir que venía con dinamismo de reforma y que “la Corona era el motor del cambio” (...) Estos liberales “al uso” son formidables. Tanto hablar de que el rey reina pero no gobierna, y cuando les conviene, como ahora, le colocan el sambenito de la reforma.
El proyecto. Sus errores.
En cuanto pasó agosto, el nuevo gabinete ministerial aprobó lo que se puede llamar “la reforma Suárez”, que vino a sustituir el proyecto de Arias Navarro y es bastante peor que éste. Contiene una peligrosísima carga de filosofía política, por supuesto equivocada, con los dos demoledores principios de la soberanía del pueblo y de su ejercicio por sufragio universal. Nuestros legisladores en ciernes, en vez de acometer los problemas que realmente urgen (orden público y cuestiones económicas), se dedican a dogmatizar en el terreno político complicando terriblemente las cosas con el gran riesgo de conducir en no lejana fecha a resultados trágicos.
El tan traído y tan llevado en los últimos tiempos don Antonio Cánovas del Castillo se guardó muy mucho de consignar en la constitución de 1876 el llamado principio de la soberanía popular. Aquel código, de intento, deja en la penumbra quién sea el sujeto de la soberanía.
Tampoco contiene su articulado la consagración del sufragio universal, obra de otro político de entonces, Sagasta. Es más, Cánovas llegó a decir en un acto público que el sufragio universal conducía al comunismo; y no le faltaba razón, pues, si no de modo inmediato, lleva a él a través de gobiernos débiles y claudicantes como los de Kerensky, Spínola y acaso el que actualmente existe en España, pues, aunque no hayan sido elegidos por este procedimiento, sus debilidades y componendas favorecen la instalación de gobiernos comunistas.
El pueblo no es soberano en el sentido de que pueda pedir y le tengan que dar lo que quiera. Los principios esenciales de nuestra organización política y social forzosamente tienen que quedar fuera de sus decisiones. (...)
Lógico por el contrario, es negarle idoneidad para representar la voluntad del pueblo.
El sufragio universal como medio para averiguar la voluntad popular resulta tan disparatado como decir que los materiales de construcción apilados en un solar componen un edificio o que el conjunto de piezas de maquinaria que puede estar encima de una mesa constituye un reloj.
En el tiempo que se ha utilizado en España, cuando no fue un divorcio absoluto entre la España real y la España oficial (en frase de Ortega) antes de 1923, condujo en cada una de las elecciones de 1931, 1933 y 1936 a las tragedias que representaron la II República, la revolución de Asturias y la guerra civil, justamente llamada Cruzada de liberación nacional.
Y no se nos diga que en los países de Occidente (pues en otros, principalmente en el mundo comunista, no hay caso) se admiten tales principios, ya que son muy distintas sus condiciones y las nuestras. Además, en el caso más favorable, las luchas políticas así decididas conducen a un equilibrio de dos sectores de opinión, prácticamente opuestos, que incapacitan a aquellas naciones para cualquier empresa elevada y de beneficiosos resultados mundiales.
Los errores de detalle del proyecto Suárez no son menores que los que tiene de forma.
Al aplicar el bicameralismo, hace también electivo al Senado, salvo el pequeño número de sus miembros de designación real (...) La ojeriza contra la Cámara Alta se ve clara al negarle la facultad de promover la reforma constitucional. Y no resulta explícita ninguna representación corporativa.
El solo empleo de las denominaciones Congreso y Senado es recusable, pues de inmediato lleva a aplicar los principios y estilos liberales.
Tenga en cuenta quien proceda que, cuando la Ley de Principios (punto VII) habla de la Monarquía, el primer adjetivo que le coloca es el de tradicional. Y esto quiere decir que la instaurada (abstracción hecha de la superada cuestión dinástica) no es la monarquía liberal sino la carlista. Y en ésta ni el pueblo es sujeto activo de la soberanía ni es concebible el sufragio universal.
Clima tempestuoso
La situación de España hasta 1973 era bastante aceptable, se puede decir que buena. En dicho año la crisis energética provocada por el tercer mundo empezó a resentir nuestra economía.
Y a partir del asesinato del almirante Carrero Blanco, la “apertura” intentada por Arias Navarro en sus dos gobiernos y continuada por el actual ha provocado y continúa, in crescendo, motivando un deterioro económico atizado por los partidos y organizaciones subversivas (los inclusos en la ya citada ley de Responsabilidades Políticas), que saben muy bien que sin un quebranto de este tipo es imposible que lleguen a hacerse con el poder.
Huelgas y más huelgas siguen “cargándose al país”. De las más destacadas está la de controladores aéreos, que ante el mundo entero desacredita a nuestra aviación comercial. El turismo baja espectacularmente; y la bolsa está por los suelos (...)
El separatismo actúa con toda su fuerza. Los catalanes con su “marxa” y su “Diada” retan al poder central. Y en las vascongadas se provocan, de intento, luctuosos sucesos para después organizar nuevas manifestaciones o multitudinarios funerales oficiados a coro por curas rojos o separatistas que exaltan más los ánimos. Los alcaldes de alguna provincia piden conjuntamente no sabemos qué (...) La única misión que por lo visto queda a los miembros de las Fuerzas de Orden Público es ofrecerse en holocausto por el triunfo de la “ikurriña”. (...)
Y el Gobierno, de claudicación en claudicación, y en conversaciones con los llamados jefes de partidos de la oposición; oposición, en efecto, pero no con la que quepa dialogar. En cambio, no se les ocurre hablar con todas las asociaciones del Movimiento Nacional, y si lo hacen con algunas es de manera breve y casi formularia. (...)
José ESTEPA
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