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Revista FUERZA NUEVA, nº 509, 9-Oct-1976

¡VIVA LA DEMOCRACIA… ASESINA!

Es hora ya de una respuesta decisiva y drástica, sin miramientos

CUANDO ya cerramos este número de FUERZA NUEVA, nos llega la terrible noticia del vil asesinato a sangre fría, con alevosía y con la cobarde manera propia de ETA, del presidente de la Diputación de Guipúzcoa, procurador en Cortes y consejero del Reino, señor Araluce, así como tres funcionarios del Cuerpo General de Policía de escolta y el conductor de su automóvil.

Cuando el subsecretario de Justicia dice públicamente que «es muy posible una ampliación de la amnistía», cuando la tolerancia contra ETA y los separatistas de toda laya es la norma, al parecer habitual, del Gobierno; cuando se dictan consignas a los Cuerpos de Orden Público para que permanezcan indefensos y estoicos ante los ataques físicos de las turbas y se muestren impasibles frente a los más soeces insultos que en la calle se les hacen; mientras se toleran propagandas contra el Estado, la propia Monarquía y las Instituciones; mientras se vejan los más caros símbolos de la Patria o del Movimiento; mientras, como ahora vemos por enésima vez, el asesinato a manos de los marxistas separatistas llega una vez más, la Administración, los hombres que nos gobiernan sin más legitimidad que la de sus juramentos de lealtad a los Principios Fundamentales y a la continuidad jurídica del Régimen nacido del 18 de Julio, sigue en su tarea de hacernos creer que todo esto no importa con tal de que la democracia homologada con el cipayismo que nos impone Europa se entronice en España, aun cuando sea a costa de la conculcación de nuestras Leyes Fundamentales y el diario sacrificio de los españoles de bien y de los patriotas de nuestro pueblo.

En las provincias vascas el terror es ya la norma cotidiana. Los españoles, vascos o no, no pueden permanecer más tiempo allí bajo el imperio del terror y el odio a España. Es ya una situación límite que necesita, sin más dilación, una drástica medida. Del Gobierno, si «todavía» siente a España y no quiere traicionar sus juramentos. Y de los españoles dignos, si el Gobierno dimite de sus obligaciones, y se ven forzados a la actuación que la Patria demanda y el Derecho natural nos señala como lícita.

Lo que no se puede consentir es por más tiempo que bajo el lema de «democracia» se pierda el concepto de autoridad; que bajo la norma oficial de, conducirnos a una partitocracia liberal se destruya un Estado que ha permitido a los españoles casi cuarenta años de paz y progreso en todos los órdenes, en el respeto a la persona humana y a la vigencia total de la unidad de España. Lo que no se puede consentir, ni un día más, son los crímenes marxistas y de sus compañeros, separatistas o «demócratas» de toda índole.

C. U.