No siendo el Prof. Salazar "santo de mi altar", aportaré sin embargo algunos matices que, creo yo, van a minorar la momentánea desilusión que a Vd. le he causado con mi mensaje anterior:
Oliveira Salazar es llamado, en 1928, para ministro de la hacienda y, más tarde, presidente del consejo de ministros, por el mando militar que ha arrancado Portugal a la anarquía republicana en 28 de mayo de 1926. La constitución promulgada en 1933 fue el primer paso para institucionalizar el Estado Novo y su propio poder personal; todavía, por ese tiempo, había que contar con el beneplácito de las cúpulas militares, en gran parte republicanos de derechas, conservadores pero masones o fuertemente anti-clericales. Pongo como ejemplo al Mariscal Carmona, presidente de la república portuguesa al tiempo; un perfil como el del General Queipo de Llano o del General Mola, para hacer un paralelismo con el caso español.
Para el Profesor Salazar, la constitución de 33 ha sido un compromiso, un medio para asegurarse el poder; pero también (y esto apenas lo opino yo) un ultimo recurso para usar contra la propia Iglesia, en caso de que se rebelase contra él para apoyar, por ejemplo, un regreso de la monarquía al país. Mientras tanto, ha firmado el concordato con Roma en 1940 y ha introducido cambios a la constitución por los cuales sujetaba la libertad de culto a "la moral y los buenos costumbres" del país (católicos, por supuesto) y prohibiendose a las confesiones no católicas "difundir doctrinas contrarias al orden social establecido". En la revisión constitucional de 1951 pasa a designarse la religión católica como "religión de la nación portuguesa" aunque no del estado portugués. Y, claro, siempre que le parecía, al Profesor Salazar le importaba un pimiento la constitución por lo que, con o sin respaldo legal, la Iglesia Católica se progresivamente convertido en la religión del estado, por voluntad del propio Profesor Salazar y en cuanto esta fuese fiel a su régimen.
Gracias por su elogio, Sr. Jasarhez. Lo mismo digo de Vd. y del Señor Alacrán, pues documentáis sobradamente vuestros argumentos; no raro discrepamos, Vuestras Mercedes y yo, pero siempre aprendo algo. Sin embargo no puedo coincidir en que el Vaticano esté "imponiendo" la aconfesionalidad de los estados en los términos empleados en el despacho de la Agencia FARO. Sobretodo porque no garante, basado en fuentes periodísticas validas, que las autoridades del Principado han requerido del Vaticano la renovación de un concordato promotor de la confesionalidad del Estado y que lo mismo les ha sido negado por Roma.
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