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Está claro que a todos nos invade el mismo sentimiento: IMPOTENCIA.
No exactamente, cuando hablo de los partidos católicos y de sus cuadros (es un decir), el sentimiento es más bien de decepción. Si mi militancia dependiese de ellos de alguna manera, desde luego impotencia sería el sentimiento.

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Si Vázquez de Mella, por ejemplo, hubiera aceptado componendas el Carlismo hubiera conseguido tener algún ministerio, pero le faltarían los principios, y al final, si la gente da su vida lo hace por principios de Verdad, no por cuatro duros y menos por cuatro "mariconadas" de un think tank o un lobby.
Ordóñez sí lo ha entendido bien. Nadie ha dicho nada de renunciar a principios, he dicho política cristiana para no cristianos, no política medianamente cristiana o suavemente cristiana... de lo que se trata es de coger esa pureza doctrinal y saber trasladarla a la política en España, hoy.
Está muy bien la confesionalidad del Estado y el Imperio católico y tal, pero: ¿Por qué un no católico habría de votar a un católico para alcalde de su pueblo? ¿Qué tiene que proponer? Y suponiendo que ya sea alcalde, toda esa pureza doctrinal ¿en qué políticas municipales concretas y tangibles se traduce? ¿Hay alguna diferencia con lo que pueda proponer cualquier otro?
Saber hacer eso es el plan realista pendiente. Muchos van por ahí con megaplanes para el país (es otro decir, no tienen nada) pero no saben qué hacer en su barrio, y muchas de las veces ni siquiera con sus propias vidas. Así, dificil dificil.

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Y nuestro sino es el de jugarnos la vida, cuando la ocasión lo requiere, y por ello lo más sagrado es la transmisión de las virtudes y los valores de la Patria y de la Santa Religión que profesamos. Es esta época de espera, pero no podemos olvidar que la Providencia dicta sus designios con palabras de profecía, y lo que hoy se vislumbra a años luz, un iniciador providencial puede acortarlo en días. Y para eso es para lo que hay que estar preparado, para ese momento.
¡Desde luego!


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¿De qué nos sirve tener adeptos si cuando llega la hora de la verdad no tenemos principios?
No se trata de tener números (que muchos los quisieran a cualquier coste, también doctrinal, para hacer desfiles muy chulos con banderitas y tal); se trata de ver a cuánta gente se puede rescatar, por la vía política, del mundo moderno y relativista y ponerles en una senda política justa.

Conozco un buen puñado de personas, sencillas, ineducadas, brutas, votantes del PSOE, excelentes personas, la clase de gente que te regala un canasto de cerezas por hacerles un favor, que podrían militar pefectamente en cualquier opción católica que supiera 1) entender su situación social y personal y 2) hablarles de forma que ellos pudieran comprender, de soluciones concretas.

Luego conozco también otro puñado de gente, de buena familia, de educación esmerada, votantes del PP, egoístas, vagos, descomprometidos, engreídos, con la vida resuelta desde el nacimiento, católicos que piensan que la religión es un atributo de su clase social sin mayores implicaciones.

Pues bien: la gran lucha de los partidos católicos es ver cómo co#o pueden convertir a estos últimos en militantes comprometidos, a los que identifican como su sector natural, y nunca jamás piensan en ninguna otra cosa. Influye mucho, desde luego, que los miembros de esos partidos viven entre estos y de los otros sólo tienen noticias lejanas inciertas. Toda la estrategia política católica actual es un fracaso porque es política católica para católicos que realmente no lo son. Eso incluye al fugaz TCAP y su campaña de pegatinas en el barrio de Salamanca de Madrid, por poner un ejemplo.

Insisto: ser capaces de hacer política cristiana (integramente cristiana, si no, ¿para qué?) para un público no cristiano. ¿Cómo se hace eso? Esa es la batalla.
Por poner otro ejemplo: hasta los Evangelios están escritos de forma distinta pensando en pueblos distintos (si hablamos de los sinópticos) y hasta para un tiempo y contexto social cristiano distinto, si hablamos del de San Juan. Ninguno renuncia a ningún principio, pero están adaptados para hacerlos más entendibles.

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Está claro que el acuerdo de mínimos, es decir, Estado confesional católico y restricción de cultos (abolición de la libertad religiosa) no lo apoya ni la propia Iglesia, pero os aseguro que es un exorcismo fantástico.
Con eso podemos fundar un Sociedad de Amigos de la confesionalidad católica del Estado y la unidad católica (de la que yo formaría parte encantado), pero para un partido político no vale. Un partido necesita cosas mascadas, que bien podrían salir de esa Sociedad, por qué no.

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¿Alguién pretende vivir de la política profesional?
¡Eso es lo que muchos desean! Lo primero que uno percibe cuando se acerca a un partidillo de esos que llaman patriotas es que se trata de gente de perfil bajo o muy bajo haciendo el gandul a la espera de que en un golpe de suerte ser concejal o diputado de lo que sea, o que venga alguien y empiece a meter dinero porque sí. Y no se equivocan. Hay alguna excepción (por eso todavía existen esos partidos, por los 2 o 3 que los mantienen) pero son las muy menos.
Aunque están más saneadas, tampoco falta la gente sin oficio ni beneficio en las opciones católicas. A todos ellos les encantaría vivir de la política profesional (y así por fin poder vivir de algo siguiendo sin dar palo al agua), y si no lo hacen es porque no pueden. Una purga muy necesaria es la de la gente que no sólo no representa lo que dice defender, es que a veces hasta representa lo opuesto. Demasiada gente buena se ha quemado ya por eso, y no tanta por cuestiones de doctrina.