Don Cosme: Creo que es más lo que nos une que lo que nos separa de los protestantes. Porque creo que en la mayoría de los aspectos esenciales estamos de acuerdo: Dios es Amor, el hombre se salva por el sacrificio expiatorio de Cristo, la Resurrección y la Ascensión nos proyectan hacia el futuro. Dios se ha encarnado. Jesucristo ha resucitado de la muerte. Está sentado a la derecha de Dios. Habrá un Juicio. Existe la Vida Eterna. El mandamiento principal es el Amor, a Dios y al prójimo.

Lutero, en un primer momento, no tenía conciencia de estar separándose de la Iglesia. Se basó de forma grande en San Pablo (mayormente, Rm) y San Agustín. Lo que lo perdió fue su rebeldía y su debilidad ante la tentación de unirse a los poderosos, que convirtieron en un hereje a lo que pudo ser un renovador de la Iglesia.

A partir de ahí, rotos los lazos con la Tradición y siendo contestario contra el Magisterio, provocó una ruptura que ha generado, a su vez, muchísimas mini-iglesias protestantes. La libre interpretación de la Escritura ha provocado una atomización que resulta ridícula. Y ha dado lugar a muchísimas y graves deformaciones que llegan a afectar a la esencia del cristianismo, en algunos casos.

Pero, con la mayoría de los evangélicos, creo que podemos rezar juntos a un mismo Dios sin grandes problemas. Casi todos respetan a María como Madre del Señor.

Creo que, igual que la Iglesia Católica ha variado enormemente su teología moral, por ejemplo, se puede llegar a un entendimiento a partir de un nuevo cambio por parte tanto nuestra como de ellos hacia el redescubrimiento de las fuentes del cristianismo. Hace falta, sobre todo, a mi pobre entender, un gran esfuerzo de catequesis acerca de la autoridad del Papa y de la necesidad del Magisterio, así como sobre el valor de la Tradición para evitar desviaciones.