Las palabras de León XIII son clarísimas a este respecto: "In considerationre sit primun scriptores sacros, seu verius Spiritum Dei, qui peripsos loquebatur, noluisse ista (videlicet intiman aspectabilium rerum constitutionem) docere homines, nulli saluti profutura."

(TRADUCCIÓN por el canónigo electoral de la S.I. catedral de Madrid, Don Salvador Muñoz Iglesias, en Doctrina Pontificia. Documentos Bíblicos B.A.C., Madrid 1955, página 232: "Se ha de considerar, en primer lugar, que los escritores sagrados, o mejor, el Espíritu Santo, que hablaba por ellos, no quisieron enseñar a los hombres estas cosas (la íntima naturaleza o constitución de las cosas que se ven), puesto que en nada les habían de servir para su salvación.")
Eso dirá León XIII; pero sinceramente no se entiende entonces qué pretendía el escritor sagrado contando... mentiras (¿?) a fin de cuentas. Mejor se hubiera estado calladito, si total, en nada habían de servir tales fábulas para "nuestra salvación". Bueno, peor aún: ¡¡cuantos dejan de "salvarse" por perder la fe debido precisamente a desconfiar de la Escritura Sagrada por culpa de esas enseñanzas bíblicas no científicas!!

Ahora bien, seguramente que si el Génesis en vez de hablar de días de la creación hablara de tiempos inmemoriales; si dijera que unas especies proceden de otras; o que en vez de formar al hombre del barro nos dijera que Yavé hubiera cogido costillas de monos para formar hombres etc etc. seguro que ningún religioso dudaría hoy que el inicio del Génesis no eran fábulas sino auténtica ciencia. ¿Verdad que sí León XIII? cuanto complejo de inferioridad frente a los sabihondos de la época...

Pero como yo no creo ni en la evolución ni en que el hombre venga del mono ni que el mundo tenga millones de años me trae al fresco lo que diga un León XIII acomplejado, en el siglo XIX; y creo en el Génesis en su sentido literal, tal como lo creyeron Felipe II, Santa Teresa, Isabel la católica, Santo Tomás de Aquino, etc. y con el mismo derecho a no dudar que ellos tuvieron.